Habiendo sido elegido pastor de la provincia de San Gabriel en 1538, Pedro se puso a trabajar inmediatamente. En el Capítulo de Plasencia en 1540, redactó las constituciones de los Observantes Estrictos, pero sus ideas severas encontraron tanta oposición que renunció al cargo de provincial y se retiró con Juan de Ávila a las montañas de Arrábida (Portugal), donde se unió con el padre Martín de Santa María en su solitaria vida de ermitaño. Pronto, sin embargo, se le unieron otros frailes, y establecieron varias comunidades pequeñas. Se escogió a Pedro como guardián y maestro de novicios en el convento de Palhâes. En 1560, estas comunidades se convirtieron en la provincia de Arrábida. Al regresar a España en 1553, pasó dos años más en soledad, y luego viajó descalzo a Roma, y obtuvo el permiso de Julio III para fundar algunos conventos pobres en España bajo la jurisdicción del General de los Conventuales. Los conventos se establecieron en Pedrosa, Plasencia y otras partes; en 1556 se convirtieron en intendencia, con Pedro como superior; y en 1561, en una provincia con el título de San José. Sin desanimarse por la oposición y los malos resultados con que se encontró en la provincia de San Gabriel, Pedro redactó las constituciones de la nueva provincia con mayor severidad. La reforma se difundió rápidamente hacia otras provincias de España y Portugal.
En 1562, la provincia de San José fue puesta bajo la jurisdicción del General de los observantes, y se formaron dos nuevas custodias: la de Juan Bautista en Valencia, y la de San Simón en Galicia (véase Frailes menores). Además de los ya mencionados asociados de Pedro, pueden mencionarse a san Francisco de Borja, Juan de Ávila, y el Ven. Luis de Granada. En santa Teresa, Pedro percibió un alma escogida por Dios para realizar una gran empresa, y su éxito en la reforma del Carmelo fue en gran medida debido al consejo, el ánimo y la defensa de éste (véase Carmelitas). Fue una carta de san Pedro (14 de abril de 1562) la que la animó a fundar su primer monasterio en Ávila el 24 de agosto de aquel año. La biografía de santa Teresa es la fuente de mucha de nuestra información por lo que se refiere a la vida, las obras y el don de milagros y de profecías de Pedro.
Quizá lo más sorprendente de las gracias de Pedro fue su don de contemplación y la virtud de penitencia. Y no menos extraordinario fue su amor a Dios, el cual, en ocasiones, era tan ardiente que le causaba, al igual que a san Felipe Neri, dolor sensible, y a menudo era raptado por el éxtasis. La pobreza que practicó e impuso fue tan alegre como real, y frecuentemente dejaba que se sintiera hasta la necesidad de los indispensables. En confirmación de sus virtudes y misión de reforma, Dios obró numerosos milagros a través de su intercesión y por su presencia misma. Fue beatificado por Gregorio XV en 1622, y canonizado por Clemente IX en 1669. Además de las constituciones de la Observancia Estricta, y muchas cartas sobre temas espirituales, especialmente dirigidas a santa Teresa, compuso un pequeño tratado sobre la oración, el cual ha sido traducido a todas las lenguas de Europa. Su fiesta se celebra el 19 de octubre. (véase SAN PASCAL BAYLON; SAN PEDRO BAUTISTA; MÁRTIRES JAPONESES)
[Nota: En 1826, san Pedro de Alcántara fue nombrado patrono de Brasil, y en 1962 (el cuarto centenario de su muerte), de Extremadura. A causa de la reforma del calendario romano en 1969, su fiesta del 19 de octubre se observa solo en calendarios locales y particulares.]
Bibliografía: Lives de JOHN OF SANTA MARIA, Min. Obs. Ale. Chron. Prov. S. Jos., 1, I; y MARCHESIO (Roma, 1667); PAULO, Vita S. Petri Alc. (Roma, 1669); WADDING, Annales, an. 1662; LEO, Lives of the Saints and Blessed of the Three Orders of St. Francis, IV (Taunton, 1888); Acta SS., Oct., VIII, 636 sq. NICHOLAS REAGAN
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