LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Los medios de comunicación social han llegado a penetrar de un modo absorbente hasta nuestra mayor intimidad.
Estamos todo el día oyendo cosas, palabras, música, consejos, discursos, reclamos, etcétera... Palabras, palabras, y nada más que palabras, como dice una canción.
Se organizan reuniones de todo tipo, conferencias a nivel comunal, nacional, internacional. Se habla mucho, quizá demasiado.
No estará mal todo esto; pero no olvidemos que las obras no se realizan por los que hablan mucho sino por los que al menos hacen algo.
Y, cuando estas obras tienen proyección espiritual, recordemos que las obras de Dios no las realizan los que hablan, sino los que dan todo por Dios y por los hermanos.
“A todos los cristianos se impone la gloriosa tarea de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado en todas partes por todos los hombres” (AA 3). El apostolado no es algo optativo; es algo exigido por el propio Bautismo y por la Confirmación. Cuando, pues, ejerces tu acción apostólica, no pienses que estás haciendo algo más de lo que te corresponde; al contrario, no estás haciendo otra cosa que cumplir con tu estricta obligación de bautizado y de confirmado que ha recibido al Espíritu Santo.
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