BIOGRAFÍA
José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como el cura Brochero, nació el 16 de marzo de 1840 en Villa de Santa Rosa, al norte de la provincia de Córdoba (Argentina). Sus padres fueron doña Petrona Dávila y don Ignacio Brochero y él era el cuarto de diez hermanos, que vivían de las labores rurales de su padre. Formaban una familia de profunda vida cristiana y dos de sus hermanas fueron religiosas. Fue bautizado al día siguiente de nacer en la parroquia de Santa Rosa.
A los 16 años, el 5 de marzo de 1856, José Gabriel ingresó en el seminario “Nuestra Señora de Loreto” en la ciudad de Córdoba. Por aquel tiempo los seminaristas estudiaban en el Seminario latín y otras disciplinas eclesiásticas, pero las demás asignaturas debían cursarlas en las aulas de la Universidad de Trejo y Sanabria. Es en esa casa de estudios donde tendrá por camaradas y conquistará su indeclinable amistad a personas luego destacadas como el doctor Ramón Cárcano, gobernador de Córdoba y primer biógrafo del famoso sacerdote.
Durante sus años de seminarista en Córdoba, José Gabriel conoció la Casa de Ejercicios que dirigían los Padres de la compañía de Jesús. Experimentó personalmente la eficacia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y colaboró eficazmente con los sacerdotes que los dirigen. Así muy pronto, con la autorización de sus superiores y muy de su agrado fue “doctrinero” y “lector” durante los Ejercicios, es decir, el brazo derecho del sacerdote responsable de los mismos, labor que realizó, según lo que dijeron los que le conocieron entonces, con habilidad y dedicación.
El 4 de noviembre de 1866 el obispo de Córdoba le confirió el presbiterado, tras lo cual los tres primeros años de su sacerdocio los transcurrió en la ciudad de Córdoba, desempeñándose como coadjutor de la iglesia catedral. A fines de 1867 despuntaba en Córdoba el primer brote del cólera que segó más de 4.000 vidas en poco tiempo, fueron días de terrible aflicción, de pánico y mortandad nunca vistos en la capital y en toda la provincia. Esta dura ocasión puso a prueba el celo del joven sacerdote que se prodigó enteramente, jugándose sin miramientos la salud y la vida en favor de sus prójimos. Un testigo de aquellos momentos lo explicó después: “Brochero abandonó el hogar donde apenas había entrado para dedicarse al servicio de la humanidad doliente y en la población y en la campaña se le veía correr de enfermo en enfermo, ofreciendo al moribundo el religioso consuelo, recogiendo su última palabra y cubriendo la miseria de los deudos. Este ha sido uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida”.
El 18 de noviembre de 1869, don José Gabriel fue asignado al departamento de San Alberto, al otro lado de las Sierras Grandes. San Pedro era la cabecera del departamento y allí llegó el joven sacerdote, después de tres días de viaje en mula a través de las sierras; pero después de un tiempo y por voluntad personal, se radicó definitivamente en la Villa del Tránsito, llamada hoy Villa Cura Brochero en su honor. Su parroquia era inmensa, tenía una extensión de 4.336 kilómetros cuadrados, con más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes sin caminos y sin escuelas, incomunicados por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de altura. El estado moral y la indigencia material de aquellas gentes no desanimó al corazón apostólico de don José Gabriel, sino que desde ese momento, dedicó su vida entera no solo a llevarles el Evangelio, sino a educarles y promocionarles.
Pronto había recorrido en mula toda su parroquia, y empezaba a conocer a sus feligreses, muchos de ellos primera vez en su vida veían un hombre de sotana. Los visitaba para saber sus necesidades y los invitaba a ir los domingos a la misa, donde él les hablaba con lenguaje pintoresco y transparente. Muchos accedían y consentían en cubrir la distancia de ocho, diez, quince leguas, que los separaba de San Pedro. El joven cura iba ganándolos, y no tardó en ver que su capilla era muy pequeña para la concurrencia de los domingos; y se puso a la obra de construir una verdadera iglesia, cosa que hizo con la sola ayuda de la gente.
Al año siguiente de llegar, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales. Recorrer los 200 kilómetros requería tres días a lomo de mula, en caravanas que muchas veces superaban las quinientas personas y más de una vez fueron sorprendidos por fuertes tormentas de nieve. Al regresar, tras nueve días de silencio, oración y penitencia sus feligreses iban cambiando de vida, siguiendo el Evangelio y buscando el desarrollo económico de la zona.
En 1875, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces Villa del Transito. Fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma, durante su ministerio parroquial más de 40.000 personas. El último día de los ejercicios el cura los despedía con una carne con cuero y las siguientes palabras: “Bueno; vayan no más, y guárdense de ofender a Dios volviendo a las andadas. Ya el cura ha hecho lo que estaba de su parte para que se salven, si quieren. Pero si alguno se empeña en condenarse, que se lo lleven mil diablos…”.
Formando cuadro con ella edificó otra casa para colegio de niñas, y trajo de Córdoba a las religiosas Esclavas del Corazón de Jesús, a quienes encomendó el cuidado de ambas. La fama del Colegio y de la Casa de Ejercicios se difundió por toda la región y acudieron colegiales y ejercitantes de los más remotos lugares de la provincia de Córdoba y aun de la de San Luis y de La Rioja. Y aunque no es correcto recordar a un sacerdote por las obras externas que hizo, pues la intensidad del amor y la fecundidad apostólica no siempre están en lo que se puede ver y medir, en el caso de este santo sacerdote no podemos olvidar otras muchas obras que hizo en bien de la Iglesia y de los pobres, como acequias, puentes, tomas de agua para regadío, diques, etc.; solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas; proyectó el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a sus queridos serranos de la pobreza en que se encontraban. Con sus feligreses construyó más de 200 kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Predicó el Evangelio asumiendo el lenguaje de sus feligreses para hacerlo comprensible a sus oyentes. Celebró los sacramentos, llevando siempre lo necesario para la Misa en los lomos de su mula. Ningún enfermo quedaba sin los sacramentos, para lo cual ni la lluvia ni el frío lo detenían, “ya el diablo me va a robar un alma”, decía con ironía. También decía: “El sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores es medio sacerdote. Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego.” Se entregó por entero a todos, especialmente a los pobres y alejados, a quienes buscó solícitamente para acercarlos a Dios.
Después de treinta años de párroco en las sierras, el obispo de Córdoba, Fray Reginaldo Toro, nombró a Brochero canónigo de la iglesia catedral para que disfrutase de un necesario descanso y repusiese su quebrantada salud. El 12 de agosto de 1898 prestó juramento como canónigo, pero la canonjía le duró poco pues el 1 de septiembre de 1902 renunció a ella para hacerse nuevamente cargo de su querida parroquia. Salvo los tres años en los que se desempeñó como canónigo de la catedral de Córdoba, don José Gabriel vivió siempre en su curato serrano: Más de cuarenta años predicando el Evangelio con la palabra y el ejemplo y contribuyendo como ningún otro al progreso de aquella zona aislada y preterida.
Un testigo de su proceso de canonización declaró: “Su palabra era directa y sencilla. Todos lo entendían y gustaban de ella, era Brochero un paisano mas entre los paisanos, sombrero negro de anchas alas cigarrito entre los labios, infatigable caballero en mula, recorría de día y de noche su curato. Todos lo conocían como él conocía a todos, y aunque el tiempo le era breve para ‘desgranar rosarios’ -como gustaba decir- siempre encontraba el necesario para hacer un alto en el camino”. Sus cualidades eran las del criollo: trabajador, austero e ingenioso, y como buen criollo, también tenía sus defectos: pícaro, que no es lo mismo que avivado y mal hablado. En una oportunidad, predicando en la ciudad de Córdoba ante un público distinguido dijo con su modo más típico: “Ustedes están acostumbrados a los ricos dulces -se refería a los sermones de los otros sacerdotes-, pero yo les voy a dar ahora puchero a la criolla, que, aunque es un plato poco delicado, es más sustancioso”.
Se expresaba sin rodeos, con franqueza llana, a la gente de la tierra le hablaba con figuras de la tierra, sin rodeos ni usar con palabras difíciles. Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía como así también su amor y devoción a la Santísima Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y luego se expande en la acción apostólica.
Conoció también el dolor de las pruebas en su intensa vida apostólica: críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de algunos gobernantes ante sus peticiones de colaboración, particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril, y finalmente su lepra y su soledad, en las que descubrió de manera impensada la fecundidad de su entrega como sacerdote. El 2 de febrero de 1908, casi ciego y sordo, achacoso y con el terrible mal de la lepra a flor de carne, renunció a su parroquia, imposibilitado de atenderla. Con admirable resignación abrazó la pesada cruz con que Dios quiso probar su trabajosa ancianidad y sus últimos años fueron cátedra elocuente de profunda virtud. En aquellos duros momentos, refiriéndose a su ceguera, dijo: “Yo estoy muy conforme con lo que Dios ha hecho conmigo relativamente a la vista y le doy muchas gracias por ello. Cuando yo pude servir a la humanidad me conservó íntegros y robustos mis sentidos. Hoy, que ya no puedo, me ha inutilizado uno de los sentidos del cuerpo. Es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios nuestro Señor en desocuparme por completo de la vida activa y dejarme la ocupación de buscar mi fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo.” Entregó piadosamente su alma el 26 de enero de 1914 en su Villa del Tránsito. Sus restos, por deseo suyo, descansan en la capilla de la Casa de Ejercicios, quiso yacer allí para que los ejercitantes rogaran por él. Allí estuvo hasta el 1994, cuando fue trasladado hasta la catedral de Córdoba. En la losa, blanca y simple, que perpetúa su nombre, se encuentra esta breve inscripción, síntesis de su vida y de su obra: “Perseverans atque victor”
La mañana en que murió, la gente se acercó silenciosa al funeral y repartía en murmullos su vida de entrega. La prensa, que casi nunca se había fijado en él, se deshizo en elogios: “Es sabido que el Cura Brochero contrajo la enfermedad que lo ha llevado a la tumba, porque visitaba y hasta abrazaba a un leproso abandonado por ahí”. San Juan Pablo II, cuando se le explicó quién era este gran sacerdote, acertó en decir: “Entonces el Cura Brochero, sería el Cura de Ars de la Argentina”.
Su cuerpo se encuentra incorrupto
Frases:
"La hostia consagrada es un milagro de amor, es un prodigio de amor, es una maravilla de amor, es un complemento de amor, y es la prueba más acabada de su amor infinito hacia mí, hacia ustedes, hacia el hombre"
"El Señor me dio la salud, él me la quita; bendita sea su santa voluntad. Debemos estar siempre conformes con los designios de Dios"
"Dios es como los piojos, está en todas partes, pero prefiere a los pobres"
"Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio"
"El sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores es medio sacerdote. Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego"
Cronología.
16/ 03/ 1840 Nacimiento en Carreta Quemada, en Santa Rosa de Río Primero (Córdoba, Argentina).
17/ 03/ 1840 Bautizado en la Parroquia de Santa Rosa (Córdoba, Argentina).
05/ 03/ 1856 Ingreso en el Colegio Seminario “Nuestra Señora de Loreto” en Córdoba.
13/ 03/ 1858 Inicio de sus estudios en la Universidad de Córdoba.
04/ 11/ 1866 Ordenado presbítero por el Obispo Vicente Ramírez de Arellano.
10/ 12/ 1866 Primera Misa en la Capilla del Colegio Seminario “Nuestra Señora de Loreto” de Córdoba.
01/ 07/ 1867 Nombrado Capellán de Coro en la Catedral de Córdoba.
15/ 03/ 1869 Designado Prefecto de Estudios del Seminario Mayor.
12/ 11/ 1869 Obtuvo el grado de “Maestro de Filosofía” en la Universidad de Córdoba.
18/ 11/ 1869 Nombrado Cura de San Alberto (Córdoba, Argentina).
05/ 12/ 1869 Asumió el Curato de San Alberto 16/ 08/ 1875 Inició la construcción de la Casa de Ejercicios en el Tránsito de San Alberto.
Agosto de 1877 Inauguró la Casa de la Ejercicios del Tránsito.
30/ 01/ 1880 Acompañó desde Córdoba a las primeras 16 Esclavas que llegaron al Tránsito para atender la Casa de Ejercicios y el Colegio de Niñas.
01/ 03/ 1880 Inauguró el Colegio de Niñas de Villa del Tránsito.
03/ 09/ 1881 Designado Canónigo Honorario por el Poder Ejecutivo Nacional.
04/ 08/ 1885 Designado Cura del Tránsito (Córdoba, Argentina).
02/ 06/ 1887 Acompañó desde Córdoba a Catalina de María Rodríguez, fundadora de las Esclavas, y lo mismo hizo a su regreso el 27 de julio.
Mayo de 1890: Construyó el tramo de Villa Viso a Posta de los Domínguez acortando el camino a Soto.
1892 Construyó la cuesta de Altautina entre San Pedro y Ciénega de los Allende.
1896 Construyó el camino desde Panaholma al Tránsito.
30/05/ 1898 Entregó el Curato del Tránsito (Córdoba, Argentina).
01/01/ 1899 Visitó a sus antiguos feligreses del Tránsito.
25/08/ 1902 Fue nombrado nuevamente Cura del Tránsito (Córdoba, Argentina).
03/10/ 1902 Asumió nuevamente el Curato del Tránsito (Córdoba, Argentina).
05/ 08/ 1907 A petición del Cura Brochero, se instalan en Villa del Tránsito los claretianos para dirigir la Casa de Ejercicios y abrir un Colegio de niños.
22/ 08/ 1907 Renunció al Curato del Tránsito.
28/ 08/ 1907 Llegó a Córdoba desde Villa del Tránsito, mudándose a Santa Rosa de Río Primero (Córdoba, Argentina).
21/ 10/ 1912 Se entrevistó con Hipólito Irigoyen, para interesarlo en la construcción del ramal Soto-Dolores. Posteriormente, viajó a Villa del Tránsito, donde permaneció hasta su muerte.
23/ 01/ 1914 Recibió los últimos sacramentos de manos del Padre José Pío Angulo, Cura de Bell Ville (Córdoba, Argentina).
26/ 01/ 1914 Muere leproso y ciego en Villa del Tránsito (actulamente Villa Cura Brochero).
14/09/2013: El Papa Francisco le beatificó en Villa Cura Brochero.
16/10/2016: Canonización del Cura Brochero por el Papa Francisco.
ORACIÓN
Señor, de quien procede todo don perfecto, Tú dispusiste que el beato José Gabriel del Rosario fuese pastor y guía de una porción de tu Iglesia, y lo esclareciste por su celo misionero, su predicación evangélica y una vida pobre y entregada.
Te suplicamos que completes tu obra, glorificando a tu siervo con la corona de los santos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Luego puede pedirse la gracia que se necesita y se reza un padrenuestro, un avemaría y un gloria.
Novena a San José Gabriel del Rosario Brochero
Oración inicial para todos los días
Padre de todos los hombres, compadécete de nosotros, los desterrados hijos de Eva, y dígnate escuchar las súplicas que te dirigimos por los méritos e intercesión del Beato José Gabriel del Rosario Brochero, sacerdote según tu Corazón y fiel pastor de una porción de tu rebaño. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oraciones finales para todos los días
Trinidad Santa, Dios Vivo y Creador, acoge benignamente las súplicas que te dirigimos en esta novena. Que nuestra oración te sea agradable, Señor, como lo fue la vida y la muerte del Beato José Gabriel del Rosario Brochero, por cuya intercesión acudimos confiados a tu Misericordia. Sea la gloria y la alabanza para Ti, único Dios verdadero, Fuente y Principio de toda Vida, Hoguera inextinguible de Amor y Premio eterno de los bienaventurados. Amén.
¡Oh, María, Madre nuestra! Alcánzanos la gracia de reconocer los tesoros y riquezas que tu Hijo nos dejó en ese Sacramento de amor. Alcánzanos las fuerzas necesarias para llegar a él con mucha frecuencia y a enriquecernos con sus virtudes. Séanos, Madre nuestra, muy doloroso el apartarnos de este Sacramento, como es doloroso al niño el separarse de los pechos de la madre que lo alimenta con su propia sangre. Porque desde hoy queremos amar a tu Hijo para devolverle amor por amor. Si tú nos ayudas, Madre nuestra, no nos ha de costar el amor a tu Hijo que tanto nos amó y es tan digno de ser amado. Si amamos a los autores de nuestros días, a nuestros hermanos, a nuestros parientes, a nuestros amigos y a nuestros bienhechores, ¿cómo no amaremos a nuestro Salvador divino, [más] que a nuestro buen padre, a nuestro hermano querido, a nuestro amigo fiel, y a nuestro bienhechor temporal y eterno? Y Tú, dulcísimo Salvador: haznos conocer la grandeza del don que nos dejaste en la Hostia consagrada, y el infinito amor que nos manifestaste en ella, para recibirte con frecuencia en ella y unirnos contigo, a fin de participar de tu misma vida, de tu misma divinidad y de tu misma gloria. Amén. (Cura Brochero).
Primer día: “El padre Brochero, la Eucaristía y los que sufren”
“La Hostia consagrada es un milagro de amor, un prodigio, una maravilla (…); es la prueba más acabada del amor infinito de Dios hacia mí, hacia ustedes, hacia el hombre” (Cf. Plática del padre Brochero sobre la Última Cena de Jesús).
Reflexión
El amado Cura Brochero jamás dudó sobre cuál era el centro de su vida: Cristo. Más concretamente: ¡Cristo Eucaristía! Fue el mismo Redentor quien alimentaba la fe de este gran sacerdote en tiempos difíciles y le concedía la gracia de saber que Él mismo, vivo en la Eucaristía, también se hace presente en la persona de los que son más débiles a los ojos del mundo. Pidamos al Cura Gaucho la gracia de ver en cada pobre, enfermo o necesitado, al mismo Cristo, al que confesamos sentado a la derecha del Padre, a la vez que lo recibimos y adoramos en la Santísima Eucaristía.
Oración
Padre amoroso, te pedimos que, como al Cura Brochero, nos hagas experimentar el abrazo redentor de tu Hijo, vivo y presente en la Eucaristía, pues solamente así podremos acercarnos con auténtico espíritu de servicio a los más necesitados y llevarles el Evangelio de Jesucristo, el único que puede hacerlos verdaderamente libres. Que la gloriosa intercesión de este Beato nos alcance de Ti esta gracia junto a la que te pedimos de modo especial en la novena (se menciona la gracia).
Segundo día: “El padre Brochero y el sacerdocio”
“(…) habiéndome sentido desde mis más tiernos años inclinado al estado sacerdotal, he practicado medios conducentes a examinar mi vocación y adquirir –en cuanto lo permitan mis fuerzas- la idoneidad que para tan santo estado se requiere”. (Solicitud de la Tonsura y Órdenes Menores, 1°/7/1862).
Reflexión
El Cura Brochero, fiel hijo de la Iglesia, estaba identificado con el sacerdocio de Cristo, y lo vivía en plenitud. Para él el ejercicio del ministerio sagrado no era el mero cumplimiento de los deberes de una simple profesión, sino el imperativo de una permanente y total identificación con Cristo, el Buen Pastor, quien vino al mundo para servir, no para ser servido. La figura del padre Brochero se convierte por ello en grandioso faro que ilumina el camino de todos aquellos que han sido llamados por Dios a seguirlo más de cerca.
Oración
Padre Misericordioso, que quieres perpetuar el Sacerdocio ministerial de tu Hijo en la persona de hombres que eliges entre otros, para que sean mediadores entre Ti y sus hermanos. Hoy queremos pedirte por nuestros sacerdotes. Que a ejemplo del Beato Cura Brochero sean conscientes de que los frutos de todo apostolado dependen ante todo de su relación personal con Cristo, la que deben alimentar cada día con una profunda vida sacramental y de oración. Guía, Señor, por medio de tu Espíritu, a todos los sacerdotes del mundo, a fin de que, fieles al Magisterio de la Iglesia, siempre en comunión con los obispos y con el Papa, conduzcan tu rebaño hasta las praderas de la eternidad. Que la intercesión del Beato Cura Brochero nos obtenga esta gracia y la que pedimos en la novena (se menciona la gracia).
Tercer día: “El padre Brochero y el misterio de la Cruz”
“La señal de Dios es la Santa Cruz y la marca de Él es la fe” (A propósito de una prédica en Tucumán).
Reflexión
El misterio de la Cruz del Señor resplandeció de un modo singularísimo en la vida y en la misión del padre Brochero. En una de sus cartas al Obispo de Santiago del Estero escribía:
“(…) estoy ciego casi por completo, apenas distingo la luz del día y no distingo ni mis manos (…)”.
A estos dolores físicos se sumarían otros espirituales mucho más profundos. En efecto, el mayor de los padecimientos del padre Brochero era ver cómo Cristo sufría en la persona de sus hermanos. Ante tanta injusticia y tanto dolor la actitud de los justos como este sacerdote íntegro, no podía ser sino la que surge de una fe genuina, “marca de Dios”, de un abrazarse a la Cruz de Cristo, confiando en la Providencia, y ofreciéndole de corazón las pruebas.
Oración
Padre de nuestro Salvador Crucificado y Resucitado, vuelve tus ojos de ternura hacia aquellos hermanos que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Mira especialmente a los que no encuentran consuelo porque son probados por la enfermedad, la tristeza, la soledad o el miedo. Que por el misterio de la Cruz de tu Hijo y por la intercesión del Beato padre Brochero, se reavive en ellos la llama de la esperanza y recuperen la paz de espíritu. Escucha nuestros ruegos, amado Padre, y concédenos la gracia que te suplicamos en esta novena (se menciona la gracia).
Cuarto día: “El padre Brochero, el perdón y la prédica”
“Yo me felicitaría si Dios me saca de este mundo confesando y predicando” (Carta al Secretario del Obispo, presbítero Eduardo Ferreira, 2/7/1907).
Reflexión
Todos los santos sacerdotes de la Iglesia se han caracterizado por una admirable dedicación al sacramento de la Reconciliación. El Beato padre Brochero no ha sido la excepción. Él sabía bien que el Confesionario es el Trono de la Misericordia, erigido en la Tierra por el mismo Dios. ¡Cuántas almas se habrán reconciliado con Dios gracias al ministerio del Cura Brochero! ¡Cuántos hermanos habrán hallado en él, paz y fortaleza para perseverar en la fe! Pero la prédica del Cura Gaucho no se limitaba al momento en que administraba los sacramentos. Él evangelizaba en cada instante de su vida. No es exagerado decir que cada latido de su corazón era un acto de oración y evangelización.
Oración
Padre compasivo, te rogamos por todos los pecadores, en especial por aquellos cuyo corazón está más endurecido. Ilumínalos con tu Espíritu, y por la prédica y el testimonio de intrépidos y santos sacerdotes como el Cura Brochero, haz que descubran el tesoro de tu Misericordia, que resplandece de modo incomparable en el sacramento de la Confesión. Que experimenten la alegría de la comunión contigo, la misma que alentó la vida del Beato padre Brochero, por cuya intercesión, reiteramos el pedido de la gracia que te confiamos en esta novena (se menciona la gracia).
Quinto día: “El padre Brochero y la oración”
“No dejo ni dejaré aquellas cortitas oraciones que he hecho a Dios, a fin de que nos veamos juntos en el grupo de los Apóstoles de la Metrópolis celestial” (Carta al Obispo de Santiago del Estero).
Reflexión
La vida de oración del Cura Brochero es escuela de amor y confianza para los fieles de todos los tiempos. Es común pensar que cuantas más obligaciones tiene un sacerdote, gozará de menos tiempo para orar, y que por lo tanto, se vería obligado a descuidar su relación personal con Dios. Es cierto que esto desafortunadamente suele ocurrir en muchas ocasiones. Pero no es el caso de aquellos que viven en plenitud su sacerdocio. En efecto, estos últimos saben que de su íntima relación con Dios, de su constante y perseverante oración, reciben la fuerza necesaria para cumplir mejor la Divina Voluntad. El padre Brochero vivía en continua sintonía con el Señor. No porque dedicara una parte de su jornada a la oración, y el resto, a la prédica y a la práctica de la caridad. Cada acto de su vida él lo convertía en oración, ofreciéndoselo al Señor con todo el corazón. Su existencia era de por sí un incesante cántico de súplica, acción de gracias y alabanza al Creador. Y esta plena comunión con Dios hacía fructuosas todas sus obras, aun las que pudieran haber parecido insignificantes a los ojos del mundo.
Oración
Padre clemente, te pedimos por todos aquellos que se encuentran alejados de Ti, por los que han perdido, o nunca conocieron el hábito saludable de vivir en comunión contigo. Sal nuevamente a su encuentro, Señor. Que te reconozcan en tu Iglesia, en los Sacramentos, en tu Palabra y en el fiel testimonio de sus hermanos. Señor del Cielo y de la Tierra, enséñanos a orar por quienes no oran. Que nuestra voz llegue a Ti en nombre de aquellos que en el pasado no te conocieron. Que se haga intérprete de los que hoy, consciente o inconscientemente, te cierran las puertas de su corazón. Que nuestra oración, Señor, a ejemplo de la del Cura Brochero, sea también plegaria de intercesión por las generaciones futuras, para que puedan experimentar la grandeza de tu amor que sana y salva, y del que esperamos obtener, por intercesión del Beato Cura Brochero, la gracia por la que realizamos este acto de devoción (se menciona la gracia pedida).
Sexto día: “El padre Brochero y la Iglesia”
“Creyendo y esperando cuanto cree y espera nuestra Santa Madre Iglesia en cuya fe nací, he vivido y protesto morir, defendiéndola y enseñándola con mi palabra y ejemplo…” (Testamento del padre Brochero).
Reflexión
Cuando hay sacerdotes tan comprometidos socialmente como el Cura Gaucho, los sectores particularmente hostiles a la auténtica fe católica son reticentes a especificar que se trató de un fiel hijo de la Iglesia, que vivió en absoluta fidelidad al Magisterio y que practicó las virtudes cristianas en grado heroico. El Beato Cura Brochero amaba y reverenciaba a la Iglesia con filial devoción. Esto se puede percibir en sus escritos y en sus obras. La fidelidad incondicional al Magisterio, el trato respetuoso y humilde para con su obispo, la prédica constante de la más pura doctrina católica, y la conciencia de que cuando desempeñaba su ministerio lo hacía, no por sí mismo y en un acto individual, sino en nombre de la misma Iglesia, a la que el mismo Jesucristo lo llamó como ministro sagrado… Todas ellas son virtudes que resplandecieron de un modo particular en el padre Brochero. Este dejar de lado los anhelos personales por legítimos que fueran, y hacerlo en nombre de Cristo y bajo la guía de la Iglesia, es una virtud indispensable requerida para que un hijo de Dios sea propuesto oficialmente como modelo a imitar. Es que quien ama a Cristo de verdad, con un corazón humilde como el padre Brochero, no puede sino acoger agradecido todos los dones que el Señor ofrece para la salvación. ¿Cuáles son estos dones? Ante todo, el Don de Sí mismo, en la Eucaristía. También el don de su Madre, modelo acabado de virtudes, lo más sagrado que Dios pueda ofrecernos que no sea Él mismo; también el don de la Iglesia, sin la cual no habría Eucaristía ni ninguno de los otros sacramentos ni sacramentales; y el don de su Palabra viva y eficaz que ilumina nuestro peregrinar hacia el Cielo.
Oración
Padre Celestial, Tú aceptaste el Sacrificio de tu Hijo para que todos nosotros fuéramos salvos. Él instituyó la Iglesia para perpetuar ese Sacrificio, a fin de que la salvación estuviera al alcance de los hombres y mujeres de todos los tiempos. El Espíritu Santo, Dios verdadero que procede de Ti y de tu Hijo, vive en la Iglesia, y por medio de ella santifica la creación entera y pone a nuestra disposición todos los medios de la salvación. Concédenos, Padre amantísimo, la gracia de vivir y morir en plena comunión con la Iglesia Católica, Mística Esposa del Cordero inmolado, y la de profesar una filial devoción al Papa, Vicario de tu Hijo y Sucesor del primero de los Apóstoles. Te lo pedimos junto a la gracia que solicitamos en esta novena (se menciona la gracia).
Que todos los pueblos de la Tierra se congreguen en la unidad para confesarte a Ti, Padre Eterno, que con tu Hijo y el Espíritu Santo, vives y reinas, Dios Misericordioso, por los siglos eternos. Amén.
Séptimo día: “El padre Brochero y la verdadera riqueza”
“Yo me he considerado siempre muy rico porque la riqueza de una persona no consiste en la multitud de miles de pesos que posee, sino en la falta de necesidades…” (Carta a Nicolás Castellano).
Reflexión
El Cura Brochero fue materialmente pobre y vivió entre los pobres. Pero se consideraba rico. Rico porque jamás quiso nada para sí sino para los demás. Rico porque nunca tuvo necesidad de más que de aquello que Dios quiso darle. Pero rico ante todo, porque nunca dudó en qué consistía la verdadera riqueza: En servir a Cristo en la persona de los hermanos; en alimentarlos con el pan material y con el Pan espiritual; en procurarles la medicina contra las enfermedades del cuerpo, y sobre todo, contra las del alma; en proveer el techo de una vivienda a los que carecían de él, pero consciente de que era más importante invitarlos al gran Hogar de la Iglesia Madre, la Casa que el mismo Dios ha construido para sus hijos. Mientras el padre Brochero proyectaba la construcción de caminos terrenales, trazaba con su vida ejemplar senderos de luz que conducían hacia la Patria celestial (y más ahora, que ha sido elevado a los altares). ¡Cuán rico era este Cura pobre! Rico, porque siendo pobre y humilde enriqueció a todos los que conoció ofreciéndoles el Tesoro más grande que es Jesucristo. El que Lo tiene a Él lo tiene todo. La riqueza del Cura Brochero, evidentemente no era material puesto que dándola no se empobrecía; tan abundante es ella que sigue y seguirá enriqueciendo a todos aquellos que dirijan su mirada a la grandiosa figura de quien supo imitar a Cristo dándose a los demás.
Oración
Padre de toda riqueza, en nombre y por la intercesión del Beato Cura Brochero, rico en virtudes y en méritos, acuérdate de los que vivimos sumidos en la pobreza de nuestras propias miserias. Recuérdanos nuestra dignidad, Señor. Que no olvidemos que el Precio de nuestra redención es el Sacrificio de tu amado Hijo, el Fruto selecto formado en el seno de María, que por nosotros fue exprimido en el noble Árbol de la Cruz. Que nunca cerremos las puertas del corazón a la salvación que Él nos ofrece. Te pedimos todo esto junto a la gracia por la que rezamos esta novena al padre Brochero (se menciona la gracia).
Octavo día: “El padre Brochero y la Santísima Virgen”
“Mi Purísima”.
Reflexión
Con esta tierna expresión el Cura Brochero acostumbraba a dirigirse a la gran Madre de Dios. Más que una jaculatoria, es toda una profesión de fe y de confianza en la revelación bíblica, que da cuenta de la incomparable dignidad de aquella que mereció llevar en su seno al Autor de la Vida, y de su poderosa intercesión en nuestro favor. “Mi Purísima”: El adjetivo posesivo “Mi” se hace eco de la entrega que Cristo nos hizo de su Madre en la persona de Juan cuando ella, Virgen fiel, permanecía sufriente pero serena al pie de la Cruz. El adjetivo superlativo “Purísima” confiesa la fe del padre Brochero en el misterio de la Inmaculada Concepción de María y su confianza en la gloriosa intercesión de tan dulce Madre por todos y cada uno de sus hijos hasta el final de los tiempos. Imitemos al Cura Brochero, que en medio de los desiertos del mundo, acudía a María como remanso de amor y ternura, como a oasis de paz y torre de fortaleza.
Oración
Dios de los portentos, desde los orígenes de la Creación ya pensabas en aquella que concebiría en su seno a tu Hijo único, Señor y Salvador de los hombres. Te pedimos que a ejemplo del Beato Cura Brochero, y como tu mismo Hijo nos enseñara, aprendamos a acudir con confianza a María en cada momento de nuestra vida. Nadie mejor que ella para mostrarnos a Jesús, Camino, Verdad y Vida. Nadie, fuera de Ti, más grande que ella. Que esta Madre bendita nos lleve siempre de su mano, Señor, para que nuestros pies no vuelvan a tropezar. Acoge esta súplica confiada, junto a la que reiteramos también el pedido que te hemos presentado en esta novena (se menciona la gracia).
Noveno día: “El padre Brochero, nuestro intercesor”
“Dios me da la ocupación de buscar mi último fin, y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir, hasta el fin del mundo” (Carta al Obispo de Santiago del Estero).
Reflexión
Este anhelo del humilde Cura Gaucho, anhelo que fue una promesa, llega a su pleno cumplimiento precisamente ahora, en que la Madre Iglesia ha glorificado a este preclaro hijo suyo con la corona inmarcesible de los bienaventurados.
Cuando la historia nos relata la labor de grandes hombres y mujeres, destaca todo lo bueno que ellos hicieron en vida y el legado que pudieron habernos dejado. Lo que no puede constar históricamente es que, más allá de este legado, luego de su muerte terrena, dichos hombres y mujeres, puedan seguir ayudándonos personalmente. No pasa así con los cristianos que la Madre Iglesia eleva a los altares y propone como modelo a imitar. Por fe nos consta que su intercesión ante Dios en favor nuestro es personal, concreta y eficaz.
La principal prueba documentada e irrefutable de ello son los al menos dos milagros exigidos por la Iglesia, uno para la beatificación, y otro para la canonización de sus hijos ejemplares.
Oración
Padre nuestro, Dios Viviente y Misericordioso, te damos gracias por habernos dado, a lo largo de los siglos, a tantos hijos tuyos, que han ido revelándonos los rasgos paternales de tu Rostro amoroso. Pensamos en Abraham, nuestro padre en la fe, y en los demás patriarcas y profetas.
Pensamos en el grandioso San José, icono perfecto de tu gloriosa Paternidad, el hombre más semejante a tu Hijo, ante quien “hizo las veces de padre”, según tus designios. Pensamos en la multitud de santos y santas que interceden por nosotros.
De modo especial, te damos gracias, Padre Bueno, por la vida y el ministerio, por la glorificación y la intercesión del Beato José Gabriel del Rosario Brochero. Que él nos dé fuerzas para no sucumbir a causa de nuestras debilidades, que no permita que los vientos de las modas pasajeras, apaguen la llama de nuestra esperanza, que nos alerte para no rendir culto a los nuevos y antiguos ídolos, y que ilumine nuestro caminar hacia el encuentro definitivo con Cristo en la paz eterna del Reino prometido. En nombre de este bienaventurado sacerdote, hemos rezado la novena, pidiéndote la gracia que ahora reiteramos, con la esperanza de que, por intercesión suya, te dignes escuchar nuestro humilde ruego (se menciona la gracia).
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