lunes, 10 de junio de 2013

Gerardo, Santo


Monje, Junio 13
 
Gerardo, Santo
Gerardo, Santo

Hermano de Bernardo de Claraval (Clairvaux)

Etimológicamente significa “lanza atrevida”. Viene de la lengua alemana.

San Bernardo de Claraval, el gran reformador de la espiritualidad de todo el Medioevo, logró que toda su familia abrazara el estado de la vida religiosa.

Gerardo era un joven aguerrido y soñaba con irse a combatir en la guerra. En una de las batallas cayó mal herido.

Esa situación, nueva en su existencia ardorosa y llena de ilusiones, le hizo cambiar mucho. Y dándole vueltas a su cabeza y a los deseos de su corazón, pensó que lo mejor era dedicarse a amar a Dios y al prójimo. Pidió permiso para entrar en Claraval.

Su gran dificultad radicaba en que no sabía leer ni escribir. Pero como en la vida todos hacemos falta, el abad le concedió lo que anhelaba.

Era un buen hombre al que le iban bien los negocios y la actividad en el trabajo.

San Bernardo, con su atinada inteligencia y su gran virtud, le confió el cuidado material del monasterio, la administración de las cosas temporales, la organización de la comunidad y todo el inmenso trabajo de las viñas y de la bodega.

Aunque no sabía nada de letras, sin embargo, Dios le había dado dones naturales y un sentido común extraordinario para todo lo que le ordenasen.

Por lo demás, era un hombre honesto a carta cabal en el trato con todo el mundo. Se fiaban de sus palabras y no andaba con adulaciones estúpidas que no conducen a ninguna parte.

Se puede decir que se reveló grande en las cosas pequeñas. Y no hay que pedirle más peras al olmo. Cada uno es quien es. Murió antes de cumplir los 50 años.

San Bernardo lloró amargamente la muerte de su hermano. Era el año 1138.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Beato Gerardo de Clairvaux, monje
fecha: 13 de junio
†: 1138 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En el monasterio de Clairvaux, en Borgoña, beato Gerardo, monje, hermano de san Bernardo, que, doctrinalmente preparado, demostró una especial prudencia y acertado criterio en el campo de la espiritualidad.

El hermano menor y el favorito de san Bernardo, el joven Gerardo, no formaba parte del grupo de muchachos, parientes y amigos, que acompañaron al primero a Citeaux y recibieron el hábito junto con él. Por aquel entonces Gerardo estaba demasiado preocupado en ver la mejor manera de realizar sus proyectos de entrar en el ejército, para prestar atención a las exhortaciones de Bernardo. Sin embargo, poco tiempo después, cuando el joven soldado fue gravemente herido durante el sitio a Grancy y luego pasó largo tiempo en la prisión, reflexionó en cosas más serias, reconoció en su fuero interno la vanidad de la gloria de este mundo y, al quedar libre, fue en busca de su santo hermano y se puso a sus órdenes.

Al tomar los hábitos, se convirtió en la mano derecha de san Bernardo, a quien acompañó a Clairvaux. En su cargo de celador, no se limitó a cumplir con eficacia los trabajos domésticos de la abadía, sino que adquirió una extraordinaria habilidad técnica en los diversos oficios y, tanto los albañiles como los herreros, labradores, zapateros y tejedores, recurrían a él para recibir instrucciones y dirección. Semejantes actividades exteriores no intervenían para nada en su vida espiritual; Gerardo era un modelo de obediencia y de fervor religioso. Cierta vez, en 1137, cuando iba camino de Roma con San Bernardo, cayó gravemente enfermo en Viterbo; su estado se hizo crítico y todos pensaban que iba a morir; pero san Bernardo se puso en oración y pidió que su hermano recuperase la salud, por lo menos para ir a morir a casa, y la petición fue concedida. Gerardo quedó sano temporalmente y, al año siguiente, volvió a enfermar. Poco antes de morir, exclamó con voz fuerte y una sonrisa feliz en los labios: «¡Oh, cuan bueno es que Dios sea el Padre de los hombres y cuánta gloria tienen los hombres en ser hijos de Dios!» En un sermón que aún se conserva, san Bernardo rindió un tributo elocuente y conmovedor a la memoria de su hermano Gerardo.

Los bolandistas imprimieron en Acta Sanctorum, junio, vol. III, los mejores pasajes referidos a san Gerardo en el Magnum Exordium, la obra que narra la memoria del primer siglo del Císter.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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