martes, 25 de junio de 2013

El actual Ritual de Exorcismos


 

He querido referirme a este tema ya que ha sido ampliamente abordado en las últimas décadas por la industria cinematográfica, pero es poco conocido desde el punto de vista teológico y litúrgico.
El 1° de octubre de 1998 el ahora beato Juan Pablo II aprobaba la edición latina del Ritual renovado de Exorcismos. Dicho Ritual no deroga el anterior, que puede seguir usándose, previa solicitud del Obispo diocesano a la Sede Apostólica.

El objetivo de un texto de esta naturaleza tiene su origen en la Oración del Señor, que reza expresamente: Libera nos a Malo, "Líbranos del mal". O mejor, "del Malvado", o "del Malo" por excelencia.
En efecto, desde sus orígenes, la Iglesia siempre se ha acercado maternalmente a los poseídos por los demonios, y en nombre de Jesucristo, ha orado públicamente por aquéllos, reprimiendo todo espíritu maligno.

El esquema general de los contenidos del nuevo Ritual es el siguiente:

A la Introducción le siguen los Praenotandos, distribuidos en seis secciones (I-XXXVIII).
El capítulo primero, núcleo de la obra, se refiere al "Rito del Exorcismo Mayor" (XXXIX-XLVI).
El capítulo segundo se organiza en tres secciones. La primera transcribe los salmos que pueden usarse en el Rito (LXVII-LXXV); la segunda, las perícopas evangélicas (LXXVI-LXXX); y la tercera, las fórmulas litúrgicas de exorcismo (LXXXI-LXXXIV).
La obra se cierra con el Apéndice, que consta de dos secciones, con textos bíblicos y eucológicos (Cf. Infra*) que pueden ser usados libremente por los laicos.

A continuación. describiré sucintamente cada una de las partes del Ritual:

Introducción

La obra comienza refiriéndose a la existencia de criaturas angélicas, y de otras "espiritualmente caídas", llamadas "diabólicas". Debo aclarar que esta distinción no pretende desconocer que dichas criaturas diabólicas son también ángeles, aunque caídos, rebeldes.
Luego se habla de Satanás, el primero de los ángeles caídos, y de los diferentes nombres con los que las Sagradas Escrituras se refieren a él. Y menciona a los demonios que, secundándolo, se rebelaron contra Dios.
Se asegura, finalmente, que la influencia de los demonios puede afectar a las personas, a los objetos y a los lugares.

Praenotandos

Consta de seis secciones, la primera de las cuales parte de la realidad de que también los ángeles caídos son criaturas de Dios, creados originalmente buenos, pero "que se hicieron malos por sí mismos".
Se recuerda la desobediencia del hombre bajo la instigación del Maligno, y la primera Venida del Mesías, vencedor de Satanás, de cuyos lazos viene a liberarnos por medio del Misterio Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección.
Esta primera sección concluye con la definición de "exorcismo" que da el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, y que considero oportuno transcribir a continuación:

"Cuando la Iglesia pide públicamente, con autoridad y en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraído de su dominio, se llama ´exorcismo´".

La segunda sección trata sobre los "exorcismos menores" que son las preces que la Iglesia eleva a Dios para que los fieles se vean libres de las secuelas del pecado y de los influjos del diablo. Estas preces tienen lugar durante el catecumenado y también  en el bautismo de adultos y de niños.
Esta sección se refiere luego al "Exorcismo Mayor", de carácter más solemne, que es, parafraseando la definición de arriba, la intervención oficial de un ministro sagrado de la Iglesia en el nombre y con el poder de Cristo, y que tiene como objetivo la liberación de la criatura de una posesión diabólica comprobada.

La tercera sección aclara que el exorcista debe ser un sacerdote autorizado por el obispo del lugar, y que reúna estos cinco requisitos: piedad, ciencia, prudencia, integridad de vida y debida preparación para este oficio.
Se exhorta al exorcista al debido discernimiento para determinar cuándo se está en presencia de una posesión diabólica. Para ello deberá verificar si existen en el atormentado algunos de los siguientes signos posibles de posesión:

Físicos: 
-Hablar o entender una lengua desconocida.
-Movilizar cosas distantes u ocultas.
-Manifestar una fuerza física muy superior a la edad o condición.

Espirituales:
-Aversión vehemente a Dios, al Santísimo Nombre de Jesús, a la Bienaventurada Virgen María y a los demás santos, a la Iglesia, a la Palabra de Dios, a los objetos sagrados, a los ritos, especialmente de los sacramentos, y a las imágenes sagradas.
El Ritual aconseja analizar la relación de todos los signos precedentes con la fe y la vida espiritual del sujeto.
Se exhorta además a consultar el parecer de expertos en vida espiritual, y en ciencia médica, especialmente psiquiátrica.
Esta tercera sección concluye subrayando la terminante prohibición de una "espectacularización" del Rito sagrado del Exorcismo Mayor mediante su transmisión por cualquiera de los medios de comunicación.

La cuarta sección presenta la estructura del rito en sí, que más abajo abordaremos detalladamente.

La quinta sección alude a la importancia del ayuno y de la oración ejercitados por todos los involucrados en el exorcismo.
Se explicita también la necesidad de que el fiel atormentado, de ser posible, lleve a cabo las siguientes prácticas devotas: oración, mortificación, renovación de promesas bautismales, confesión sacramental y comunión eucarística.
El exorcismo tiene que realizarse, según las circunstancias, en un lugar sagrado en el que no deben faltar ni un crucifijo ni una imagen de la Santísima Virgen.
Esta sección añade que debe tenerse en cuenta el estado físico y psicológico del sujeto, y las variaciones en diferentes lapsos.
Puede haber fieles presentes en actitud de oración, aunque si no los hubiere, la Iglesia está representada en el sacerdote exorcista y en el mismo sujeto atormentado.
El Ritual insta también a pedir al fiel que no pierda la fe y la esperanza, y que confíe en el poder de Dios y en la Iglesia.
El broche de oro del rito será la acción de gracias del fiel, ya liberado, que lleva a cabo solo o junto con sus familiares. A él se le exhorta a perseverar en la oración y en la práctica de la vida sacramental.

La sexta y última sección se refiere a las "Adaptaciones que competen a las Conferencias Episcopales". Se les concede la facultad de elaborar un "Directorio pastoral para el uso del Exorcismo Mayor", aunque conservando el texto íntegro del Ritual oficial.

Capítulo I

Trata sobre la celebración litúrgica del Exorcismo Mayor y sus partes.

El sacerdote exorcista se prepara para el rito por medio de una oración en secreto, en la que se dirige a nuestro Dios y Señor Jesucristo, que confirió a los Apóstoles el poder contra los espíritus del mal, y le pide auxilio para arremeter de la misma manera contra el Maligno.
El sacerdote exorcista puede añadir otras oraciones al Señor, a la Virgen o al arcángel Miguel.

El Exorcismo Mayor:

Ritos iniciales:
-Ingreso del sacerdote exorcista: Revestido con los ornamentos sagrados (no puede faltar la estola morada), luego de hacer reverencia al Altar o a la Cruz se dirige a la sede, y con los presentes hace la señal de la Cruz.
-Saludo y monición: El sacerdote exorcista dirige un saludo litúrgico a los fieles, y según las circunstancias, realiza una monición; ("con delicada humanidad", pide el Ritual).
-Bendición del agua: este rito es optativo, según el Ritual, pero no porque el agua que se usará no deba ser bendecida, sino porque existe la posibilidad de haberla bendecido antes. 
La oración de bendición alude al agua, "criatura de Dios", que por el efecto de la divina gracia se convierte en un poderoso sacramental contra las fuerzas del mal.
El Ritual propone una oración de bendición alternativa, que se refiere a Dios como Fuente de salud del alma y del cuerpo, y al agua como medio de purificación no solamente exterior sino también -y principalmente- interior.
-Bendición de la sal: Es optativa, como también lo es su consiguiente mezcla con el agua. La oración menciona el significado bíblico de la sal, y su uso efectivo como sacramental.
-Aspersión: Se rocía con agua bendita al fiel atormentado, a los presentes y al lugar. Hay dos fórmulas alternativas para acompañar este rito. La primera se refiere a la intervención directa de Dios en la santificación del agua. La segunda alude al agua como recuerdo de nuestro santo bautismo.
-Súplica litánica: El sacerdote que exorciza, por medio de una breve monición, invita a los presentes a invocar a los santos. Los fieles, de rodillas, cantan las letanías de los santos, a las que se pueden añadir nombres como el del patrono del lugar, de la Iglesia y del fiel atormentado.
El modelo propuesto para las letanías incluye a la Santísima Virgen, a los Arcángeles y Ángeles, a dos Profetas (San Juan Bautista y San Elías); también al glorioso Patriarca San José. Siguen cinco de los Apóstoles, santa María Magdalena, que pertenece a la categoría de los "Discípulos del Señor", cuatro Mártires de culto inmemorial, cuya importancia atestigua el hecho de que sean mencionados en el venerable Canon Romano de la Misa, cuatro Doctores, y otros pocos santos de relevancia verdaderamente universal.
La segunda parte de las letanías, de acuerdo con el esquema tradicional, pide la liberación a Dios, mediante la invocación de los Misterios de la Vida del Señor Jesús.
Luego, y esto es propio de la liturgia de este Ritual, se pide a Cristo la liberación del atormentado, citando algunos pasajes bíblicos en los que se manifiesta su poder contra los espíritus del mal. Se añaden otras súplicas tradicionales.
 Las letanías se concluyen con una oración a elección (hay dos alternativas).

Liturgia de la Palabra:
-Oración con salmos: El sacerdote exorcista invita a los presentes a orar con los salmos, de modo semejante a como se hace en la Misa o en la Liturgia de las Horas. Pueden ser varios, uno solo o una parte. Se pueden introducir con una sentencia neotestamentaria y concluir con una oración sálmica. Se propone el salmo 90 en primer lugar, y en el capítulo II, otros a elección.
-Proclamación del Evangelio: Luego de los salmos el sacerdote exorcista proclama el Evangelio, que todos escuchan de pie, como en la Misa. El texto típico es Jn. 1, 1-14. En el segundo capítulo se proponen otros ad libitum.

Liturgia del exorcismo:
-Imposición de las manos: Este gesto, de origen apostólico, no podía faltar en un Ritual tan peculiar. Está acompañado por una fórmula de invocación al Señor.
-Símbolo de la  fe o Promesas bautismales: Puede optarse por el Credo niceno-constantinopolitano o por el Símbolo de la fe, o bien, elegir las Renuncias y las Promesas bautismales.
-Rezo del Padrenuestro.
-Señal de la Cruz.
-Bendición con la Cruz: El sacerdote exorcista bendice con la Cruz al fiel atormentado, evocando el misterio de este Árbol santo de vida, signo y estandarte de nuestra redención.
-Soplo: El sacerdote exorcista sopla sobre el rostro del fiel atormentado, evocando, mediante este gesto y una breve fórmula litúrgica, el aliento de vida del primer hombre y la virtud del Espíritu Santo Creador. Parece interesante recordar que el rito del soplo, que adquiere toda su fuerza expresiva en el Evangelio de Juan (20, 19-23), representa la efusión del Espíritu del Señor. Se conserva en la actual liturgia de la Misa Crismal, en la cual el obispo sopla sobre el Santo Crisma.
-Oración del exorcismo: Constituye la parte culminante del rito. Se trata de dos clases de oraciones:
  +Fórmula deprecativa (obligatoria): Es una oración dirigida al Padre Eterno, en la que se le ruega que no permita que el cuerpo del fiel atormentado, por ser templo del Espíritu Santo, sea habitado por el espíritu del mal. Se invoca a la Santísima Virgen, a san Miguel, a los apóstoles Pedro y Pablo, y en general a todos los santos, los cuales "vencieron las asechanzas del Maligno" con la gracia del Señor.
  +Fórmula imperativa (optativa): Depende de las circunstancias. Se dirige directamente a Satanás, y se le ordena salir del sujeto poseído, en el Nombre y por el poder de la Santísima Trinidad, por los Misterios de la Vida de Jesucristo, y por la fe y la oración de la Iglesia.
 (Se pueden usar otras oraciones deprecativas e imperativas ad libitum, elegidas de entre los formularios del capítulo II).
-Acción de gracias: Manifiesta la gratitud a Dios por la liberación del fiel atormentado. Todos los presentes cantan alguno de los tres cánticos evangélicos de la Liturgia de las Horas, a saber el de María, el de Zacarías o el de Simeón: Magnificat, Benedictus o Nunc dimittis.
-Oración: Es la primera que se reza ante el fiel liberado. Pide al Señor que lo proteja en adelante de cualquier otro ataque del Maligno.

Ritos finales:
-Bendición final: Se propone la clásica fórmula solemne tomada del Libro de los Números, o una oración sobre el pueblo. La imparte a todos los presentes el sacerdote que ha exorcizado.

Capítulo II

Contiene los salmos y perícopas evangélicas que pueden usarse ad libitum en el rito. También ofrece oraciones deprecativas e imperativas alternativas, cada cual más rica en contenido teológico y litúrgico.

Apéndice *

La primera parte se titula: "Súplicas y exorcismos que pueden agregarse en particulares circunstancias". Trata sobre la realidad de que el diablo y otros demonios pueden hacerse presentes no solamente en los fieles sino también en las cosas y lugares relacionados con ellos, y también en las variadas formas de oposición y persecución de la Iglesia.
Por ello, el obispo puede autorizar a un sacerdote idóneo a que se reúna con los fieles para implorar la protección de Dios contra todo mal.
El esquema celebrativo que se propone es el siguiente:
-Señal de la Cruz.
-Saludo litúrgico.
-Monición introductoria.
-Liturgia de la Palabra.
-Homilía.
-Letanías con oración conclusiva dirigida al Espíritu Santo Creador. En lugar de las letanías, puede rezarse la Oración Universal, semejante a la de la Misa.
-Padrenuestro.
-Invocación al Nombre de Jesús, a la Virgen María y a los demás santos.
-Respuesta de la asamblea.
-Oración conclusiva.
-Extensa fórmula imperativa "al modo de exorcismo": Orden a Satanás para que se aparte de allí. Evocación de todos los Misterios de la fe.
-Súplica a San Miguel Arcángel (1) -la transcribo al pie de esta entrada-
-Aspersión con agua bendita.
-Bendición final.

La segunda sección del Apéndice se titula así: "Súplicas que pueden ser empleadas privadamente por los fieles en la lucha contra las potestades de las tinieblas".
Son diez oraciones: 
Las primeras cinco están dirigidas a Dios Padre, en primera persona gramatical.
La sexta, a la Trinidad.
La séptima es una súplica litánica a Jesucristo. Se subdivide en partes:
 a- Evocación de su gloria y de su poder.
 b- Evocación cronlógica de los principales Misterios de su Vida.
 c- Evocación específica del Misterio de la Cruz del Señor.
La octava es un entretejido de súplicas e invocaciones tradicionales a la Madre de Dios.
La novena es la clásica oración a San Miguel que transcribo seguidamente y que no es la misma que menciono más arriba, la cual, como ya dije, transcripta a continuación de ésta, cerrará la presente entrada.
La décima es una forma más breve de las letanías de los santos.

Oración a San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla,
sé nuestro amparo contra la perversidad
y las asechanzas del enemigo.
Que el Señor lo reprima, pedimos suplicantes.
Y tú, príncipe de la milicia celestial,
arroja al infierno, con el divino poder,
a Satanás y a los demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas. Amén.

Súplica a San Miguel Arcángel (1)

Príncipe glorioso de la celestial milicia,
San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla contra los principados y potestades,
contra los conductores de las tinieblas del mundo,
contra todo aquello que pervierta lo celestial.
Ven en auxilio del hombre a quien Dios hizo a su imagen y semejanza
y rescató con alto precio de las tiranías del diablo.
A ti te venera la Iglesia como custodio y patrono,
a ti te entregó el Señor las almas de los redimidos
que han de ser hospedadas en la suprema felicidad.
Ruégale al Dios de la paz
que quebrante a Satanás bajo nuestros pies
y no pueda, en adelante, mantener cautivos a los hombres
y dañar a la Iglesia.
Ofrece nuestras plegarias en presencia del Altísimo
para que alcancemos pronto las misericordias del Señor,
y apreses al dragón, la antigua serpiente,
que es el diablo y Satanás,
y lo envíes al abismo
para que deje de seducir a los pueblos. Amén.



17 de junio, domingo XI  "durante el año".

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