En la teología católica, se llaman virtudes teologales a los hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones a Dios mismo. Tradicionalmente se cuentan tres: la Fe, la Esperanza y la Caridad. Junto a éstas, suele citarse como complemento en el ámbito de las llamadas virtudes infusas y las virtudes cardinales.
En la Sagrada Escritura
Los teólogos cristianos suelen partir de algunos textos de la Sagrada Escritura para demostrar la existencia de las virtudes teologales:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado
Rm 5, 5
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor,estos tres; pero el mayor de ellos es el amor
1Co 13, 13
Porque sin la fe es imposible agradar a Dios
Hb 11,6
En el magisterio de la Iglesia católica
El Magisterio de la Iglesia también ha tratado profusamente el tema. Inocencio III habla de una discusión que existía para ver si los niños al ser bautizados recibían las virtudes teologales,[1] y Clemente V enseña como más probable el hecho de que tales virtudes teologales son infundidas a niños y adultos junto con el bautismo.[2]
En el Concilio de Trento enseña ya claramente que el hombre recibe, junto con la gracia, los dones de fe, esperanza y caridad.[3] Ahora bien, se ha discutido si con esto se define su existencia o no: Suárez afirma que sí y Báñez que no.
El Catecismo de la Iglesia católica trata en tres ocasiones de las virtudes teologales. En los números 1812 y 1813 afirma que son virtudes que se refieren a Dios de manera directa (como su origen -provienen de Él-, como su motivo y su objeto) y sirven para disponer a los cristianos en los diversos aspectos de su relación con Dios. De ahí que sean fundamentales en la existencia de los que por la gracia son "hijos de Dios": vivifican todas las demás virtudes. En el número 2086, citando el catecismo romano, indica que el cumplimiento del primer mandamiento requiere las virtudes teologales. Y en los números 2656 a 2658 trata de la relación de las virtudes teologales con la oración: la fe permite el entrar en oración, la esperanza del retorno del Jesucristo y la caridad que, derramada por el Espíritu Santo en el corazón (cf. Rm 5, 5) es la fuente del diálogo con Dios.
En la cultura
Las virtudes teologales han influido algunos aspectos de la literatura cristiana. En San Manuel Bueno mártir de Miguel de Unamuno el personaje principal representa la caridad, la narradora Ángela la esperanza y el tonto del pueblo Blasillo (en homenaje a Blas Pascal) la fe pura, la fe del carbonero. También se pueden encontrar referencias a las virtudes teologales en algunos poemas de Soledades, de Antonio Machado, como "Anoche cuando dormía". Por otra parte, como personajes alegóricos, suelen aparecer en el teatro medieval, en los autos sacramentales del Siglo de Oro español y en las artes plásticas de inspiración cristiana.
Notas
Véase también
Bibliografía
- Catechismus Catholicae Ecclesiae. Roma: Libreria Editrice Vaticana. 1997. ISBN 88-209-2428-5.
- ROYO MARÍN, ANTONIO (1988). Teología de la perfección cristiana. Madrid: BAC. ISBN 84-220-0183-7.
Las virtudes teologales | |||
Fe, esperanza y caridad. Fueron infundidas por Dios en nuestra alma el día del bautismo. | |||
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Virtudes Teologales
Las tres virtudes teologales son infusas por Dios en nuestra alma: FE, ESPERANZA y CARIDAD.Ver también: Fe, Esperanza y Caridad en la perspectiva ecuménica JPII, XI-2000.
Las tres virtudes teologales son infusas por Dios en nuestra alma: FE, ESPERANZA y CARIDAD.Ver también: Fe, Esperanza y Caridad en la perspectiva ecuménica JPII, XI-2000.
Las Virtudes teologales informan y vivifican todas las virtudes morales.
Para comprender las virtudes teologales, primero lea lo que es Virtud
Para comprender las virtudes teologales, primero lea lo que es Virtud
Del Catecismo
1812 Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 4). Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino.
1813 Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13, 13).
Resumen
1840 Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe, esperado y amado por El mismo.
1841 Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13, 13). Informan y vivifican todas las virtudes morales.
1842 Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que El nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos propone como objeto de fe.
1843 Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.
1844 Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el ‘vínculo de la perfección’ (Col 3, 14) y la forma de todas las virtudes.
"El acto de fe" es el asentimiento de la mente a lo que Dios ha revelado. Un acto de fe sobrenatural requiere gracia divina. Se da bajo la influencia de la voluntad la cual requiere la ayuda de la gracia. Si el acto de fe se hace en estado de gracia, es meritorio ante Dios. Actos explícitos de fe son necesarios, por ejemplo, cuando la virtud de la fe está siendo probada por la tentación o cuando nuestra fe es retada o cuando estamos ante actitudes mundanas contrarias a la fe. Estas situaciones debilitarían nuestra fe si no recurrimos a un acto de fe. Un ejemplo de acto de fe: "Dios mío, yo creo en Tí y todo lo que nos enseñas en Tu Iglesia, porque Tu los has dicho y tu palabra es veraz". El acto de fe no siempre se vocaliza. En muchas situaciones lo hacemos y está siempre latente en nuestro corazón.
Del Catecismo
1814 La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque El es la verdad misma. Por la fe ‘el hombre se entrega entera y libremente a Dios’ (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. ‘El justo vivirá por la fe’ (Rm 1, 17). La fe viva ‘actúa por la caridad’ (Ga 5, 6).
1815 El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Cc. Trento: DS 1545). Pero, ‘la fe sin obras está muerta’ (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.
1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: ‘Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia’ (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: ‘Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos’ (Mt 10, 32-33).
Resumen
1842 Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que El nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos propone como objeto de fe.
Fe en relación a la moral
2087 Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la ‘obediencia de la fe’ (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el ‘desconocimiento de Dios’ el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en El y dar testimonio de El.
2088 El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:
La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu.
2089 La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’ (CIC can. 751).
Del Catecismo
1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. ‘Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa’ (Hb 10,23). Este es ‘el Espíritu Santo que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna’ (Tt 3, 6-7).
1818 La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
1819 La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio. ‘Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones’ (Rm 4, 18).
1820 La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en ‘la esperanza que no falla’ (Rm 5, 5). La esperanza es ‘el ancla del alma’, segura y firme, ‘que penetra... a donde entró por nosotros como precursor Jesús’ (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: ‘Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación’ (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: ‘Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación’ (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.
1821 Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, ‘perseverar hasta el fin’ (cf Mt 10, 22; cf Cc. Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que ‘todos los hombres se salven’ (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo:
Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin. (S. Teresa de Jesús, excl. 15, 3)
Resumen
1843 Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.
Esperanza en relación a la moral
2090 Cuando Dios se revela y llama al hombre, éste no puede responder plenamente al amor divino por sus propias fuerzas. Debe esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo.
2091 El primer mandamiento se refiere también a los pecados contra la esperanza, que son la desesperación y la presunción:
Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecados. Se opone a la Bondad de Dios, a su Justicia -porque el Señor es fiel a sus promesas- y a su Misericordia.
2092 Hay dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin mérito).
Del Catecismo
1822 La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
1823 Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos ‘hasta el fin’ (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: ‘Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor’ (Jn 15, 9). Y también: ‘Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado’ (Jn 15, 12).
1824 “Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: ‘Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor’ (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8_10).
1825 Cristo murió por amor a nosotros ‘cuando éramos todavía enemigos’ (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como El hasta a nuestros enemigos (cf Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9, 37) y a los pobres como a El mismo (cf Mt 25, 40.45).
El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: ‘La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Co 13, 4-7).
1826 “‘Si no tengo caridad -dice también el apóstol- nada soy...’. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... ‘si no tengo caridad, nada me aprovecha’ (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: ‘Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad’ (1 Co 13,13). 1827 El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es ‘el vínculo de la perfección’ (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.
1828 “La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del ‘que nos amó primero’ (1 Jn 4,19):
O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos (S. Basilio, reg. fus. prol. 3).
1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión:
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín, ep.Jo. 10, 4).
Resumen
1844 Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el ‘vínculo de la perfección’ (Col 3, 14) y la forma de todas las virtudes.
La Caridad en relación a la moral
2093 La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante un amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por El y a causa de El (cf Dt 6, 4-5).
2094 Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas.
Conclusión: Dios nos invita a la participación en la vida divina. Su amor quiere levantarnos a una vida digna de los hijos de Dios. Abramos el corazón a las virtudes de la fe, esperanza y caridad, y erradiquemos de nuestra vida todo lo que nos separa de Dios.
Virtudes morales, virtudes teologales
Los filósofos anteriores al cristianismo hablaban de la virtud perfecta para calificar la manera noble y acabada del ser humano; pero se movían en un ámbito puramente natural. La Iglesia habla además de virtudes sobrenaturales, que Dios comunica graciosamente al hombre y que, cuando se viven en plenitud, conforman la santidad. En la proclamación de los santos no hace otra cosa que investigar y sancionar que en aquella vida hay pruebas de que ha practicado, en grado heroico, las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad, así como las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, templanza y fortaleza, con las virtudes anejas.La virtud -y las obras virtuosas- es lo que da el toque de perfección en el ser y en el obrar de la naturaleza humana; sobre todo si el ser natural viene elevado y ennoblecido por las virtudes sobrenaturales, ya que "la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona".
1. Qué es la virtud
Se dice que la naturaleza es principio radical de operaciones; la naturaleza, pues, no es operativa en cuanto tal, sino que lo hace mediante las potencias u órganos cuando es naturaleza corpórea: vemos con los ojos, oímos con los oídos, conocemos con la inteligencia. Si se ejercitan las potencias y órganos adquieren formas estables de actuación o hábitos operativos, que, si son buenos, se llaman virtudes; si malos, vicios. La virtud, por tanto, es una cualidad buena, que perfecciona de modo habitual las potencias, inclinando al hombre a obrar el bien.
2. Las virtudes morales
Las virtudes más excelentes son las virtudes teologales, que se refieren directamente a Dios; pero también son importantes las virtudes morales, que perfeccionan el comportamiento del individuo en los medios que conducen a Dios. Si pensamos en el modo de adquirirlas, unas son virtudes naturales o adquiridas, si se alcanzan con las fuerzas de la naturaleza; otras, sobrenaturales, si las concede Dios de modo gratuito. Las virtudes teologales siempre son sobrenaturales o infusas; las morales pueden ser adquiridas o infundidas por Dios.
El hombre puede realizar actos buenos con las fuerzas naturales, adquiriendo virtudes. Por ejemplo: la sinceridad, la laboriosidad, la discreción, la lealtad... Las principales virtudes morales -llamadas también cardinales porque son como el quicio o fundamento de las demás- son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica para discernir -en toda circunstancia- nuestro verdadero bien, eligiendo los medios justos para realizarlo.
La justicia es la virtud que nos inclina a dar a Dios y al prójimo lo que les es debido, tanto individual como socialmente.
La fortaleza es la virtud que en medio de las dificultades asegura la firmeza y constancia para practicar el bien.
La templanza es la virtud que refrena el apetito de los placeres sensibles e impone moderación en el uso de los bienes creados.
Además de las virtudes cardinales, el hombre debe practicar las otras virtudes morales, especialmente la religión, la humildad, la obediencia, la alegría, la paciencia, la penitencia y la castidad.
3. Virtudes naturales y gracia sobrenatural
A veces es difícil vivir las virtudes naturales porque después del pecado original el hombre está desordenado y siente la inclinación al pecado; pero Dios concede la gracia que las purifica y potencia elevándolas al orden sobrenatural, para que nos ayuden a obtener el fin al que estamos llamados: la eterna bienaventuranza, el cielo. Entonces las virtudes, sin dejar de ser naturales, son también sobrenaturales.
Con la ayuda de Dios, las virtudes naturales forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre es feliz al practicar la virtud.
4. Las virtudes teologales
Estando el hombre elevado al orden sobrenatural, las virtudes naturales por sí solas no bastan, aunque son necesarias; y Dios concede al cristiano las virtudes teologales en el momento del bautismo, junto con la gracia.
Las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad.
La fe es una virtud sobrenatural por la que -apoyados en la autoridad de Dios- creemos las verdades que ha revelado y la Iglesia nos enseña.
La esperanza es una virtud sobrenatural por la que confiamos en que Dios nos dará la gloria mediante su gracia y nuestra correspondencia.
La caridad es una virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas -por ser quien es- y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.
5. Dones y frutos del Espíritu Santo
El edificio sobrenatural se corona con los dones y frutos del Espíritu Santo. Los dones son perfecciones sobrenaturales que Dios infunde para facilitar el ejercicio de las virtudes, haciéndonos dóciles a los impulsos del Espíritu Santo. Son siete: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Además de los dones -y como anticipo de la gloria- se enumeran doce frutos del Espíritu Santo: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad.
6. La caridad, virtud suprema
La caridad es la virtud más excelente de todas por ser la primera de las teologales, que son las virtudes supremas. Cuando se viven de verdad, todas las virtudes están animadas e inspiradas por la caridad. Como dice San Pablo, la caridad es "vínculo de perfección" (Colosenses 3,14), la forma de todas las virtudes.
7. Crecer en las virtudes
El cristiano que intenta vivir una vida según Dios, cuenta con la gracia divina y las virtudes, es decir, con todos los medios para conseguir el fin al que Dios le llama. En consecuencia, con la ayuda de Dios y el esfuerzo propio ha de ir creciendo en la virtud. Dios nunca abandona, y basta que luchemos para hacer el bien y vivir la caridad -sobre todo- que, como hemos dicho, consiste en amar a Dios con toda el alma y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.
Curso de Catequesis. Don Jaime Pujol Balcells y Don Jesús Sancho Bielsa. EUNSA. Con la autorización de Don Jesús Sancho
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
2. Actividades.-Sacar por impresora el texto. Cada alumno lo subraya y contesta a estas preguntas:
a) ¿Qué es la virtud?
b) Explica las cuatro virtudes morales.
c) ¿Cuáles son las virtudes teologales?
d) Escribe los dones y los frutos del Espíritu Santo.
e) ¿Cuál es la virtud suprema?
3. Puesta en común. Varios chicos leen sus respuestas.
4. Propósito de vida cristiana. Pedir a Dios que nos aumente las virtudes teologales; hacerlo especialmente durante la consagración de la Misa, diciendo: "Señor, auméntame la fe, la esperanza y la caridad".
CATECISMO
1. ¿Qué es virtud?
- Virtud es una disposición permanente del alma para obrar el bien.
2. ¿Cuántas clases hay de virtudes?
- Hay dos clases de virtudes: las teologales y las morales.
3. ¿Cuántas son las virtudes teologales?
- Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad.
4. ¿Por qué se llaman teologales?
- Se llaman teologales porque tienen a Dios como objeto inmediato, y Él nos las da con su gracia para ganar el cielo.
5. ¿Cuáles son las principales virtudes morales?
- Las principales virtudes morales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, que reciben el nombre de cardinales porque son el fundamento de las demás virtudes.
6. ¿Cómo crecen las virtudes morales?
- Las virtudes morales crecen mediante la repetición de actos perseverando en el esfuerzo y en la lucha por vivirlas.
7. ¿Qué son los dones del Espíritu Santo?
- Los dones del Espíritu Santo son perfecciones sobrenaturales, que Dios nos concede, para obedecer dócilmente sus inspiraciones, y facilitarnos el ejercicio de las virtudes.
8. ¿Cuáles son los dones del Espíritu Santo?
- Los dones del Espíritu Santo son siete:
El primero, don de sabiduría.
El segundo, don de entendimiento.
El tercero, don de consejo.
El cuarto, don de fortaleza.
El quinto, don de ciencia.
El sexto, don de piedad.
El séptimo, don de temor de Dios.
9. ¿Cuáles son los frutos del Espíritu Santo?
- Los frutos del Espíritu Santo son: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad.
ORACIÓN
Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo.
Espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo.
Amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo.
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