(Rogativas: son las oraciones públicas hechas a Dios para conseguir remedio en una grave necesidad. Generalmente consistían en procesiones que se hacían dentro o fuera del templo con carácter de penitencia y propiciación para la agricultura, acompañadas del rezo de letanías. Litúrgicamente fueron establecidas por la Iglesia para ser rezadas o cantadas en ciertas procesiones, probablemente en el siglo IV, aunque no se fijaron las fechas de su celebración hasta el pontificado de San Gregorio Magno en el año 590.
Tenían lugar dos veces en el año: en la festividad de San Marcos, las denominadas rogativas o letanías mayores, y, en los tres días anteriores a la Ascensión, las conocidas como rogativas o letanías menores. Además, con carácter extraordinario, el papa y los obispos podían prescribirlas en cualquier época del año en calamidades y necesidades públicas perentorias.)
Ese amigo nuestro que viene de viaje y se acerca a nosotros, es decir, a cualquiera que se convierte, necesita alimentarse con tres panes. El primer pan es la continencia, que domina el cuerpo y no le permite entregarse a los placeres que llevan a la muerte. El segundo es la humildad, que enseña al alma a no envanecerse por la continencia. Y el tercero es el fervor de la caridad: con su fuego conserva estables estas dos realidades, cuerpo y alma, en la castidad y en la humildad.
Estas tres virtudes -castidad, humildad y caridad-son otros tantos panes con que se alimenta y vigoriza el hombre de Dios, y como dice el Apóstol, hacen que su espíritu, alma y cuerpo se conserven sin tacha para la venida del Señor. El espíritu, para mí, es esa energía o gracia que, en frase del mismo Apóstol, viene en ayuda de nuestra debilidad para que no desfallezcamos, hasta que llegue el momento de cosechar el bien que sembramos.
El primer pan es carnal o corporal, el segundo racional y el tercero espiritual. Si nos faltan estos panes, pidámoslos a Dios. Y es muy razonable pedir los tres, porque tres son los comensales: el alma o varón, la carne o mujer, y el espíritu o servidor de ambos. Y observemos que no dice: "dame" sino: Préstame tres panes, y ya te los devolveré. Y es que cuando se convierte un pecador, el sacerdote debe obtener para él la gracia divina; pero el fruto de esa gracia no procede de él, sino de Dios.
RESUMEN
En nuestra conversión precisamos de tres panes: la castidad, la humildad y la caridad. La castidad nos da el dominio del cuerpo. La humildad es virtud más alta y nos da el conocimiento verdadero. La caridad es todavía superior y pertenece al espíritu. Pero debemos tener cuidado porque ninguno de estos panes son, verdaderamente, nuestros, sino prestados por "el que todo lo puede" y de donde "todos los dones proceden".
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