lunes, 3 de junio de 2013

Evangelio Sábado de la octava semana del tiempo ordinario

sábado 01 Junio 2013


San Justino Flavia



Leer el comentario del Evangelio por
San Atanasio : “¿Quién te ha dado esta autoridad?”

Lecturas

Eclesiástico 51,12-20a.

Por eso, quiero darte gracias y cantarte, bendeciré el Nombre del Señor.
Desde que era joven, antes de todos mis viajes, resueltamente he pedido en mi oración la sabiduría.
Me quedaba frente al Santuario para pedirla, y hasta el final la buscaré.
En ella hallé mi alegría: venía como flor de un racimo que madura. Avancé en mi camino sin desviarme, y seguí sus huellas desde mi juventud.
Apenas empecé a ponerle atención, se me concedió, y encontré en ella toda una doctrina.
¡Cuánto no progresé gracias a ella! Quiero rendirle gloria al que me la dio.
Me había decidido a ponerla en práctica, busqué ardientemente el bien y no me he arrepentido de ello.
Me hizo soportar duros combates, pues me esforcé por cumplir toda la Ley. Levantaba mis manos hacia el cielo, deplorando mis insuficiencias al respecto.
Me volví a ella con toda mi alma, y la encontré a fuerza de purificación. Por lo demás, fue debido a ella que, desde el comienzo, fui amo de mi corazón: ahora no me abandonará jamás.


Salmo 19(18),8.9.10.11.

La ley del Señor es perfecta,
es remedio para el alma,
toda declaración del Señor es cierta
y da al sencillo la sabiduría.

Las ordenanzas del Señor son rectas
y para el corazón son alegría.
Los mandamientos del Señor son claros
y son luz para los ojos.

El temor del Señor es un diamante,
que dura para siempre;
los juicios del Señor son verdad,
y todos por igual se verifican.

Son más preciosos que el oro,
valen más que montones de oro fino;
más que la miel es su dulzura,
más que las gotas del panal.



Marcos 11,27-33.

Volvieron a Jerusalén, y mientras Jesús estaba caminando por el Templo, se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y las autoridades judías,
y le preguntaron: «¿Con qué derecho has actuado de esa forma? ¿Quién te ha autorizado a hacer lo que haces?»
Jesús les contestó: «Les voy a hacer yo a ustedes una sola pregunta, y si me contestan, les diré con qué derecho hago lo que hago. Háblenme
del bautismo de Juan. Este asunto ¿venía de Dios o era cosa de los hombres?
Ellos comentaron entre sí: «Si decimos que este asunto era obra de Dios, nos dirá: Entonces, ¿por qué no le creyeron?»
Pero tampoco podían decir delante del pueblo que era cosa de hombres, porque todos consideraban a Juan como un profeta.
Por eso respondieron a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les contestó: «Entonces tampoco yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
Discurso contra los arrianos, 2, 78-79 (trad. breviario martes 6ª semana. rev.)

“¿Quién te ha dado esta autoridad?”

La Sabiduría unigénita y personal de Dios es creadora y hacedora de
todas las cosas. Todo -dice en efecto el salmo– lo hiciste con
sabiduría, y también: La tierra está llena de tus criaturas. Pues, para
que las cosas creadas no sólo existieran, sino que también existieran
debidamente, quiso Dios acomodarse a ellas por su Sabiduría, imprimiendo
en todas ellas en conjunto y en cada una en particular cierta similitud e
imagen de sí mismo, con lo cual se hiciese patente que las cosas creadas
están embellecidas con la Sabiduría y que las obras de Dios son dignas de
él. Porque, del mismo modo que nuestra palabra es imagen de la
Palabra, que es el Hijo de Dios, así también la sabiduría creada es
también imagen de esta misma Palabra, que se identifica con la Sabiduría;
y así, por nuestra facultad de saber y entender, nos hacemos idóneos para
recibir la Sabiduría creadora y, mediante ella, podemos conocer a su
Padre. Pues, quien posee al Hijo –posee también al Padre, dice la
Escritura– y El que me recibe, recibe al que me ha enviado (Mt 10,40)...
Mas, como, en la sabiduría de Dios, según antes hemos explicado, el
mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de
la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque Dios no
quiso ya ser conocido, como en tiempos anteriores, a través de la imagen y
sombra de la sabiduría existente en las cosas creadas, sino que quiso que
la auténtica Sabiduría tomara carne, se hiciera hombre y padeciese la
muerte de cruz, para que, en adelante, todos los creyentes pudieran
salvarse por la fe en ella. Se trata, en efecto, de la misma Sabiduría
de Dios, que antes, por su imagen impresa en las cosas creadas... se daba a
conocer a sí misma y, por medio de ella, daba a conocer a su Padre. Pero,
después esta misma Sabiduría, que es también la Palabra, se hizo carne,
como dice san Juan (1,14), y, habiendo destruido la muerte y liberado
nuestra raza, se reveló con más claridad a sí misma y, a través de sí
misma, reveló al Padre; de ahí aquellas palabras suyas: Haz que te
conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17,3).
De este modo, toda la tierra está llena de su conocimiento. En efecto,
uno solo es el conocimiento del Padre a través del Hijo, y del Hijo por el
Padre; uno solo es el gozo del Padre y el deleite del Hijo en el Padre,
según aquellas palabras: yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo
jugaba en su presencia.

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