domingo, 9 de junio de 2013

Bernabé Apóstol, Santo

Apóstol, Junio 11
 
Bernabé, Santo
Bernabé, Santo

Apóstol

“José, llamado por los Apóstoles Bernabé, que quiere decir hijo de consolación, levita, natural de Chipre, tenía un campo; lo vendió y llevó el dinero a los pies de los Apóstoles”. Así nos lo presentan los Hechos de los Apóstoles. Antiguas fuentes refieren que Bernabé, llamado Apóstol por Los mismos Hechos, aunque no pertenecía a los Doce, fue probablemente uno de los setenta discípulos de los que habla el Evangelio. En todo caso es una figura de primer plano en la fervorosa comunidad cristiana, que se formó en Jerusalén después de Pentecostés. Los Apóstoles tenían mucho aprecio a Bernabé y lo escogieron para la evangelización de Antioquía.

Bernabé es el hombre de las grandes intuiciones. En Antioquía se dio cuenta inmediatamente de que ese era un terreno apto para sembrar la palabra de Dios. Fue a decirlo a Jerusalén y pidió la aprobación para ir en busca del neoconvertido Saulo, sacándolo de su retiro en Tarso. Así comenzó su extraordinaria asociación. Después de un año de trabajo, habían logrado tantas conversiones que “hicieron noticia”, como se diría hay en el lenguaje periodístico. Dicen los Hechos de los Apóstoles: “Por primera vez los discípulos tomaron el nombre de cristianos en Antioquía”.

Saulo, que ahora prefería usar el nombre romano de Pablo, y Bernabé, satisfechos por haber abierto el camino al anuncio evangélico entre los paganos, partieron hacia otros lugares. Primera etapa Chipre, patria de Bernabé, que había llevado consigo a su joven primo Juan Marcos, el futuro evangelista. Otra magnifica elección, aunque más tarde, al comienzo del segundo y más peligroso viaje misionero, el joven no estaba muy decidido y Pablo no creyó oportuno cambiar el programa, y prefirió separarse inclusive de Bernabé, que se quedó en Chipre.

Pablo y Bernabé, dos personalidades diferentes, que se complementan mutuamente. En Listra, al final del primer viaje misionero, durante la predicación Pablo notó la presencia de un pobre tullido. “Levántate y camina”, le dijo. Y el tullido quedó curado. “La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar: ¡Los dioses en forma humana han bajado hasta nosotros! Y a Bernabé lo llamaban Júpiter, y a Pablo Mercurio, porque era el más elocuente de los dos”. A Bernabé se le atribuye la paternidad de la Carta paulina a los Hebreos y de otro escrito, llamado El Evangelio de Bernabé, ahora perdido. Después que se separó de Pablo, no se tienen más noticias de Bernabé. Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, por mano de los judíos de la diáspora que lo lapidaron.
 
 
 
San Bernabé, apóstol
fecha: 11 de junio
†: s. I - país: Chipre
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Memoria de san Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén, predicó el Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios, participó luego en el Concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el Evangelio.
patronazgo: patrono de Milán, Florencia y Logroño, de toneleros, embotelladores y tejedores; intercesor en situaciones de lucha, de tristeza y dolor; protector contra el granizo y las piedras.
tradiciones, refranes, devociones: El día de San Bernabé dijo el sol: aquí estaré.
Malo si por San Bernabé no ha dejado de llover.
Por San Bernabé las brevas se empiezan a ver.
Por San Bernabé, verde o madura, la breva poco dura.
De Medardo a Bernabé, la lluvia debe volver (Navarra): según parece, el sentido es que del 8 (san Medardo) al 11 de junio seguramente lloverá algún día.
oración:
Señor, tú mandaste que san Bernabé, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera designado para llevar a las naciones tu mensaje de salvación; concédenos, te rogamos, que el Evangelio de Cristo, que él anunció con tanta firmeza, sea siempre proclamado en la Iglesia con fidelidad, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

A pesar de que san Bernabé no fue uno de los doce elegidos por Nuestro Señor Jesucristo, es considerado Apóstol por los primeros padres de la Iglesia y aun por san Lucas, a causa de la misión especial que le confió el Espíritu Santo y la parte tan activa que le correspondió en la tarea apostólica. Bernabé era un judío de la tribu de Leví, pero había nacido en Chipre; su nombre original era el de José, pero los Apóstoles lo cambiaron por el de Bernabé, apelativo éste que, según San Lucas, significa «hombre de  exhortación» (o también "de  consolación", aunque se trata de una «etimología popular», no exacta lingüísticamente). La primera vez que se le menciona en las Sagradas Escrituras es en el Hechos de los Apóstoles cap. 4, donde se asienta que los primeros convertidos vivían en comunidad en Jerusalén, y que todos los que eran propietarios de tierras o casas las vendían y entregaban el producto de las ventas a los Apóstoles para su distribución. En esa ocasión se menciona la venta de las propiedades de Bernabé. Cuando san Pablo regresó a Jerusalén, tres años después de su conversión, los fieles sospechaban de él y le evitaban; fue entonces cuando Bernabé «le tomó por la mano» (Hech 9,27) y abogó por él ante los demás Apóstoles. Algún tiempo después, varios discípulos habían predicado con éxito el Evangelio en Antioquía, y se pensó que era conveniente enviar a alguno de los miembros de la Iglesia de Jerusalén para instruir y guiar a los neófitos. El elegido fue san Bernabé, «un buen hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo» (Hech 11,24). A su llegada, se regocijó en extremo al comprobar los progresos del Evangelio y, con sus prédicas, hizo considerables adiciones al número de convertidos. Cuando tuvo necesidad de un auxiliar diestro y leal, se fue a Tarso donde obtuvo la cooperación de san Pablo, quien le acompañó de regreso a Antioquía y pasó ahí un año entero. Los dos predicadores obtuvieron un éxito extraordinario; Antioquía se convirtió en el gran centro de evangelización y fue ahí donde, por primera vez, se dio el nombre de Cristianos a los fieles seguidores de la doctrina de Cristo (Hech 11,26).
Un poco más tarde, la floreciente iglesia de Antioquía recolectó fondos para la ayuda a los hermanos pobres de Judea, durante una época de hambre. Aquel dinero fue enviado a los jefes de la iglesia de Jerusalén por conducto de Pablo y Bernabé, quienes cumplieron con su cometido y regresaron a Antioquia acompañados por Juan Marcos. Por aquel entonces, la ciudad estaba bien provista de sabios maestros y profetas, entre los que descollaban Simón, llamado el Negro, Lucio de Cirene y Manahen, el hermano de leche de Herodes. Cierta vez (Hechos 13) en que estos maestros y profetas estaban adorando a Dios, el Espíritu Santo habló por boca de algunos de los profetas: «Separad a Pablo y Bernabé, dijo, para una tarea que les tengo asignada». De acuerdo con esas instrucciones y, tras un período de ayuno y oración, Pablo y Bernabé recibieron su misión por la imposición de manos y partieron a cumplirla, acompañados por Juan Marcos. Primero se trasladaron a Seleucia y después a Salamina, en Chipre. Luego de predicar la doctrina de Cristo en las sinagogas, viajaron hacia la localidad de Pafos, en Chipre, donde convirtieron al procónsul romano Sergio Paulo, de quien Saulo tomó el nombre para ir a predicar con un apelativo latino entre los gentiles. De nuevo se embarcaron en Pafos para navegar hasta Perga en Panfilia, donde Juan Marcos los abandonó para regresar solo a Jerusalén. Pablo y Bernabé prosiguieron la marcha hacia el norte, hasta Antioquía de Pisidia; ahí se dirigieron principalmente a los judíos, pero al encontrarse con una abierta hostilidad por su parte, declararon que, de ahí en adelante, predicarían el Evangelio a los gentiles.
En Iconium, la capital de Licaonia, estuvieron (ver Hechos 14) a punto de morir apedreados por la multitud, azuzada contra ellos por los regidores de la ciudad. Al refugiarse en Listra, San Pablo curó milagrosamente a un paralítico y, en consecuencia, los habitantes paganos proclamaron que los dioses los habían visitado. Todos aclamarón a san Pablo como a Hermes o Mercurio, porque era el que hablaba y, a san Bernabé, tal vez por su aspecto noble y majestuoso, lo tomaron por Zeus o Júpiter, padre de todos los dioses. A duras penas consiguieron los dos santos evitar que la población ofreciese sacrificios en su honor y, entonces, con la proverbial veleidad de la multitudes, los ciudadanos de Listra pasaron al otro extremo y comenzaron a lanzar piedras contra san Pablo, al que dejaron maltrecho. Tras una breve estancia en Derbe, donde convirtieron a muchos, los dos Apóstoles retrocedieron para pasar por todas las ciudades que habían visitado previamente, a fin de confirmar a los convertidos y ordenar presbíteros. Después de completar así su primera jornada de misiones, regresaron a Antioquía de Siria, muy satisfechos con los resultados de sus esfuerzos.

Poco después, surgió una disputa en la Iglesia de Antioquía, en relación con el cumplimiento de los ritos judíos: algunos de los judíos cristianos, contrarios a las opiniones de Pablo y Bernabé, sostenían que los paganos que entrasen a la Iglesia no sólo deberían ser bautizados, sino también circuncidados. Como consecuencia de aquella desavenencia, se convocó al Concilio de Jerusalén y, ante la asamblea, san Pablo y san Bernabé hicieron un relato detallado sobre sus labores entre los gentiles y obtuvieron la aprobación de su misión, el Concilio declaró terminantemente que los gentiles convertidos estaban exentos del deber de la circuncisión. Sin embargo, persistió la división entre judíos y gentiles convertidos, hasta el grado de que san Pedro, durante una visita a Antioquía, se abstuvo de comer con los gentiles, por deferencia a la susceptibilidad de los judíos, ejemplo que imitó san Bernabé. San Pablo reconvino a uno y a otro y expuso claramente sus postulados sobre la universalidad de la doctrina cristiana. No tardó en surgir otra diferencia entre él y san Bernabé, en vísperas de su partida a un recorrido por las iglesias que habían fundado, porque quería llevar consigo a Juan Marcos y san Pablo se negaba, en vista de que el joven había desertado ya una vez. La discusión entre los dos Apóstoles llegó a tal punto, que ambos decidieron separarse: san Pablo emprendió su proyectada gira en compañía de Silas, mientras que san Bernabé partió hacia Chipre con Juan Marcos. De ahí en adelante, los Hechos no vuelven a mencionarlo. Parece evidente, por las alusiones que se hacen a Bernabé en la Epístola I a los Corintios (9,5 y 6), que aún vivía y trabajaba en los años 56 ó 57 P.C.; pero la posterior invitación de san Pablo a Juan Marcos para que se uniese a él, cuando estaba preso en Roma, hace pensar en que, alrededor del año 60 ó 61, san Bernabé ya había muerto. Se dice que fue apedreado hasta morir, en Salamina. Otra tradición nos lo presenta como predicador en Alejandría y en Roma y además como el primer obispo de Milán. Tertuliano afirma que fue él quien escribió la Epístola a los Hebreos, mientras que otros escritores creen que fue él quien escribió en Alejandría la obra conocida como Epístola de Bernabé, que sin embargo es apócrifa. En realidad, no se sabe sobre él nada más que lo que dice el Nuevo Testamento.
Los bolandistas, en Acta Sanctorum, junio, vol. II, reunieron todas las referencias sobre san Bernabé que se pudieron obtener a principios del siglo dieciocho. Desde entonces, es poco lo que se ha agregado, excepción hecha del conocimiento más profundo que ahora se tiene sobre la antigua literatura apócrifa. El texto ahí incluido, o sea la llamada Acta de Bernabé, fue editado con comentarios críticos y adaptado de mejores manuscritos, por Max Bonnet (1903), como una continuación del Acta Apostolorum Apocrypha, de R. H. Lipsius. Este documento pretende haber sido escrito por Juan Marcos, pero en realidad es una obra que data de fines del siglo quinto. Se trata de un relato sobre los hechos de san Bernabé, que describe su martirio en Chipre y los milagros obrados posteriormente en su tumba. Un documento apócrifo mucho más antiguo es la llamada «Epístola de San Bernabé», que data de la primera mitad del siglo segundo, probablemente del año 135 P.C. Durante mucho tiempo, nadie dudó de que se trataba efectivamente de una obra de San Bernabé y, algunos de los primeros Padres llegaron a incluirla en los cánones de las Sagradas Escrituras. Los que la rechazaron, llamándola "espuria", sólo trataban de dar a entender que no la recibían como la palabra inspirada por el Espíritu Santo. Ni ellos mismos dudaban de que san Bernabé la hubiese escrito. En la actualidad, sin embargo, se reconoce, por lo general, que no puede estar relacionada con él y que tal vez fue hecha por algún judío convertido de Alejandría. No hay pruebas concretas que confirmen la creencia de que san Bernabé fue el primer obispo de Milán.
Véase a Duchesne en Mélanges (1892), pp. 41-71 y también a Savio, Gli antichi vescovi d'Italia (Milán, vol. I) . Este último da buenas razones para afirmar que las pretensiones de Milán al decir que san Bernabé fue su primer obispo, se originaron en una invención de Landulfo, durante el siglo once. También hay una obra, que durante algún tiempo circulaba ampliamente entre los mahometanos, bajo el título de Evangelio de Bernabé; sobre este particular, véase a W. Axon, en Journal of Theological Studies, abril, 1902, pp. 441-451. N.ETF: Los datos de la crítica actual sobre Bernabé, que coniciden perfectamente con este artículo, se pueden ver, por ejemplo, en Nuevo Comentario Bíblico «San Jerónimo», vol. 3, o en cualquier comentario actualizado a Hechos de los Apóstoles, que en general presentan al personaje al llegar a l primera mención del capítulo 4. A la presente noticia del Butler-Guinea le he hecho muy ligeras modificaciones, de estilo y presentación fundamentalmente.
Imágenes: el primero es un anónimo lombardo del siglo XVIII con san Bernabé como evangelizador de Milán, en el palacio archiepiscopal de Milán. La siguiente es una escultura que forma parte del relicario de san Eleuterio, en la catedral de Tournai.



fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 
 

SAN BERNABE, Apóstol (Siglo I)Fiesta: 11 de JunioNació en la Isla de Chipre, era Judío de la tribu de Leví.
Su nombre original era José. Los apóstoles le cambiaron por el de Bernabé, que según San Lucas significa "el esforzado", "el que anima y entusiasma".
Los Hechos de los Apóstoles nos narra que Bernabé vendió su finca y entregó todo el dinero a los Apóstoles para distribuir entre los pobres. (Hch,4)
Fue un gran colaborador de San Pablo quién a su regresó a Jerusalén, tres años después de su conversión, recibió de Bernabé el apoyo ante los demás Apóstoles que sospechaban de él.
No cuenta entre los doce elegidos por Nuestro Señor Jesucristo, pero probablemente fue uno de los setenta discípulos mencionados en el Evangelio. Bernabé es considerado Apóstol por los primeros Padres de la Iglesia y también por San Lucas, por la misión especial que le confió el Espíritu Santo.
Los Apóstoles lo apreciaban mucho por ser "un buen hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo" (Hechos 11,24), por eso lo eligieron para la evangelización de Antioquía.
Con sus prédicas aumentaron los convertidos.
Se fue a Tarso, y se asoció con Pablo, Juntos obtuvieron un éxito extraordinario. Regresaron a Antioquía, donde permanecieron por un año. Antioquía se convirtió en el gran centro de evangelización y donde por primera vez se le llamó Cristianos a los seguidores de la doctrina de Cristo.
Volvieron a Jerusalén enviados por los Cristianos de la floreciente iglesia de Antioquía, con una colecta para los que estaban pasando hambre en Judea.
El Espíritu habló por medio de los maestros y profetas que adoraban a Dios: "Separad a Pablo y Bernabé, para una tarea que les tengo asignada".
Después de ayuno y oración Pablo y Bernabé recibieron la misión y la imposición de manos. Partieron acompañados de Juan Marcos, primo de Bernabé, futuro evangelista, a predicar a otros lugares, entre estos Chipre, la patria de Bernabé. Allí convirtieron al procónsul romano Sergio Paulo, de quien Saulo tomó el nombre para predicar entre los gentiles.
Fueron luego a Perga en Pamfilia, donde se inició el mas peligroso viaje misionero. Juan Marcos no estaba muy decidido y les abandonó, regresando solo a Jerusalén
Luego prosiguieron su viaje misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor.
En Iconium, capital de Licaonia, estuvieron a punto de morir apedreados por la multitud. Se refugiaron en Listra, donde el Señor por medio de San Pablo curó milagrosamente a un paralítico y por esa razón los habitantes paganos dijeron que los dioses los habían visitado, haciendo lo imposible evitaron que la población ofreciera sacrificios en honor a ellos y por eso se pasaron al otro extremo y lanzaron piedras contra San Pablo y lo dejaron maltrecho.
Tras una breve estancia en Derne, donde muchos se convirtieron, los dos Apóstoles volvieron a las ciudades que habían visitado previamente, para confirmar a los convertidos y para ordenar presbíteros. Recordaban que "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14, 22). Después de completar la primera misión regresaron a Antioquía de Siria.
Poco después, algunos de los Judíos Cristianos, contrarios a las opiniones de Pablo y Bernabé, exigían que los nuevos cristianos, a parte de ser bautizados sean circuncidados. A raíz de eso, se convocó al Concilio de Jerusalén. Se declaró entonces que los gentiles convertidos estaban exentos del deber de la circuncisión.
Ante el segundo viaje misionero surgió un conflicto entre Pablo y Bernabé. Bernabé quería llevar a su primo Juan Marcos y Pablo se oponía por haberles abandonado en la mitad del primer viaje (por miedo a tantas dificultades).  Decidieron separarse. San Pablo se fue a su proyectado viaje con Silas y Bernabé partió a Chipre con Juan Marcos.
Mas tarde se volvieron a encontrar como amigos misionando en Corinto (1 Co. 9, 5-6), por lo que se deduce que Bernabé aún vivía y trabajaba en los años 56 o 57 P.C. Posteriormente San Pablo invita a Juan Marcos a unirse a él, cuando estaba preso en Roma, cosa que nos indica que Bernabé ya había muerto alrededor del año 60 o 61. Otros dicen que era predicador en Alejandría y Roma y primer obispo de Milán.
Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, por mano de los Judíos de la diáspora que lo lapidaron. Tertuliano afirma que Bernabé escribió la Epístola a los Hebreos, otros creen que escribió en Alejandría la Epístola de Bernabé. En realidad, lo que se sabe de el es lo que aparece en el Nuevo Testamento.
Fuente Bibliográfica: Vidas de los Santos de Butler, Vol. II.


San Bernabé
Apóstol
Siglo I
¿Qué me enseñará la vida de San Bernabé? ¿A compartir mis bienes con los pobres? ¿A tratar de descubrir las aptitudes que otros tienen para el apostolado y a ayudarles a emplearlas bien? ¿A dedicar mi vida a propagar nuestra santa religión? El Espíritu Santo me ilumine.
 
Cristo en la CruzLa historia de San Bernabé está escrita en el libro de Los Hechos de los apóstoles, en la S. Biblia. Antes se llamaba José, pero los apóstoles le cambiaron su nombre por el de Bernabé, que significa "el esforzado", "el que anima y entusiasma".Era judío, de la tribu de Leví, pero nació en la isla de Chipre. Se hizo muy popular en la primitiva Iglesia porque vendió las fincas que tenía y luego llevó el dinero que obtuvo y se lo dio a los apóstoles para que lo repartieran a los pobres.Un mérito formidable de San Bernabé es el haber descubierto el gran valor que había en aquel recién convertido que se llamaba Saulo y que más tarde se llamaría San Pablo. Cuando después de su conversión Saulo llegó a Jerusalén, los cristianos sospechaban de él y se le alejaban, pero entonces Bernabé lo tomó de la mano y lo presentó a los apóstoles y se los recomendó. Y el será el que lo encaminará después a emprender sus primeras grandes labores apostólicas.La S. Biblia, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hace de Bernabé unos elogios que es difícil encontrarlos respecto de otros personajes. Dice así: "Bernabé era un hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hechos 11, 24).Cuando Saulo o San Pablo tuvo que salir huyendo de Jerusalén porque los judíos trataban de asesinarlo, se fue a su ciudad de Tarso, y allá se quedó un tiempo. Mientras tanto en la ciudad de Antioquía había sucedido algo muy especial. Al principio los discípulos de Jesús solamente predicaban el Evangelio a los israelitas, pero de pronto algunos empezaron a enseñar las doctrinas cristianas a los paganos en Antioquía, y resultó que aquellas gentes respondieron de una manera admirable y se convirtieron por centenares. Al saber esta noticia, los apóstoles lo enviaron desde Jerusalén a que se informara de lo que allí estaba sucediendo y les llevara noticias. Bernabé se quedó encantado del fervor de aquellos paganos convertidos y estuvo con ellos por un buen tiempo animándolos y acabando de instruirlos. En aquella ciudad fue donde por primera vez se llamó "cristianos" a los seguidores de Cristo.Entonces se le ocurrió a Bernabé la feliz idea de dirigirse a Tarso a invitar a Saulo a que se le uniera en el apostolado en Antioquía y éste aceptó con gusto.Desde entonces Bernabé y Saulo trabajaban asociados ayudándose en todo el uno al otro, y obteniendo resonantes triunfos. Por todo un año predicaron en Antioquía, cuidad que se convirtió en el gran centro de evangelización, del cual fueron saliendo misioneros a evangelizar a diversos lugares.Por aquel tiempo hubo una gran hambre en Jerusalén y sus alrededores y los cristianos de Antioquía hicieron una colecta y la enviaron a los apóstoles por medio de Bernabé y Saulo. Ellos al volver a Jerusalén se trajeron a Marcos (el futuro San Marcos evangelista) que era familiar de Bernabé. Venía a ayudarles en la evangelización.Un día mientras los cristianos de Antioquía estaban en oración, el Espíritu Santo habló por medio de algunos de ellos que eran profetas y dijo: "Separen a Bernabé y Saulo, que los tengo destinados a una misión especial". Los cristianos rezaron por ellos, les impusieron las manos, y los dos, acompañados de Marcos, después de orar y ayunar, partieron para su primer viaje misionero.En Chipre, la isla donde había nacido San Bernabé, encontraron muy buena aceptación a su predicación, y lograron convertir al cristianismo nada menos que al mismo gobernador, que se llamaba Sergio Pablo. En honor a esta notable conversión, Saulo se cambió su nombre por el de Pablo. Y Bernabé tuvo la gran alegría de que su tierra natal aceptara la religión de Jesucristo.Luego emprendieron su primer viaje misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor. En la otra ciudad de Antioquía (de Pisidia) al ver que los judíos no querían atender su predicación, Bernabé y Pablo declararon que de ahora en adelante les predicarían a los paganos, a los no israelitas, con lo cual los paganos sintieron una inmensa alegría al saber que la nueva religión no los despreciaba a ellos sino que más bien los prefería. Allí en Iconio estuvieron a punto de ser apedreados por una revolución tramada por los judíos y tuvieron que salir huyendo. Pero dejaron una buena cantidad de convertidos y confirmaron sus enseñanzas con formidables señales y prodigios que Dios obraba por medio de estos dos santos apóstoles.En la ciudad de Listra, al llegar curaron milagrosamente a un paralítico y entonces la gente creyó que ellos eran dos dioses. A Bernabé por ser alto y majestuoso le decían que era el dios Zeus y a Pablo por la facilidad con la que hablaba lo llamaban el dios Mercurio. Y ya les iban a ofrecer un toro en sacrificio, cuando ellos les declararon que no eran tales dioses, sino unos simples mortales. Luego llegaron unos judíos de Iconio y promovieron un tumulto y apedrearon a Pablo y cuando lo creyeron muerto se fueron, pero él se levantó luego y curado instantáneamente entró otra vez en la ciudad.Después de todo esto Bernabé y Pablo se devolvieron ciudad por ciudad donde habían estado evangelizando y se dedicaron a animar a los nuevos cristianos y les recordaban que "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hechos 14, 22).Al llegar a Antioquía se encontraron con que los cristianos estaban divididos en dos partidos: unos (dirigidos por los antiguos judíos) decían que para salvarse había que circuncidarse y cumplir todos los detalles de las leyes de Moisés. Otros decían que no, que basta cumplir las leyes principales. Bernabé y Pablo se pusieron del lado de los que decían que no había que circuncidarse, y como la discusión se ponía acalorada, los de Antioquía enviaron a Jerusalén una embajada para que consultara con los apóstoles. La embajada estaba presidida por Bernabé y Pablo. Los apóstoles reunieron un concilio y le dieron la razón a Bernabé y Pablo y luego pasaron horas muy emocionantes oyéndoles contar las formidables aventuras de sus viajes misioneros.Volvieron a Antioquía y dispusieron organizar un segundo viaje misionero. Pero Bernabé quería llevar como ayudante a su primo Marcos, y Pablo se oponía, porque Marcos les había abandonado en la mitad del viaje anterior (por miedo a tantas dificultades). Y así fue que se separaron y Bernabé se fue a acabar de evangelizar en su isla de Chipre y San Pablo se fue a su segundo viaje. Más tarde se encontraron otra vez como amigos misionando en Corinto (1 Cor. 9,6).

SAN BERNABÉ, APÓSTOL
 
 
Día 11 de junio
 
 
 
 
San Bernabé fue judío de la tribu de Leví, y nació en

Chipre, donde había mucho tiempo que se había

establecido su familia; llamóse José ó Joseph hasta

después de la ascensión del Salvador, que los Apóstoles
 
le dieron el nombre de Bernabé, que quiere decir hijo de

consolación, por el don particular que le había dado Dios



para consolar á los afligidos, teniendo especial gracia

para endulzar las pesadumbres y tranquilizar los

corazones. En todo era muy grato, dice San Juan

Crisóstomo: bella disposición, genio apacible,

naturalmente liberal, recto, sincero, afable y bondadoso,

de una fisonomía muy amable, de bello aire, de modales

atentos y cortesanos; en fin, de tanta modestia y

compostura, que desde luego se llevaba los corazones.

Su casa era muy acomodada, y así no perdonó á

medio alguno para darle una buena educación.

Prendados sus padres de su amabilidad , de su natural

inclinación á la virtud y de los talentos que ya

manifestaba para las letras, le enviaron á Jerusalén para

que las aprendiese bajo el magisterio del célebre

Gamaliel, con cuya ocasión conoció á Saulo, que era de

su misma edad con corta diferencia, y estudiaba también

con el mismo maestro. Desde entonces estrecharon los

dos aquella amistad que después contribuyó no poco á la

conversión de los gentiles.

Al paso que el joven José iba creciendo en edad,

crecía también en juicio y en prudencia: no había mozo

más virtuoso ni más asentado., Como por su tribu había
 
S
 
 
2

nacido destinado al ministerio del templo, todo su estudio

era hacerse digno de él con la pureza de las costumbres,

siendo toda su ocupación y todo su entretenimiento la

oración y la lección de las Santas Escrituras. Nunca se le

hallaba sino en el templo, ó con los doctores de la Ley, y

en todas partes era conocida y celebrada su virtud.

Hallábase Bernabé en su gran reputación cuando el

Salvador del mundo se comenzó á manifestar en público

con sus milagros. Hallóse presente al que hizo con el

paralítico; y como suspiraba tanto por el Mesías, y no le

tenían ofuscado las pasiones, conoció luego á Jesucristo;

prevenido con la divina gracia, se arrojó á los pies del

Salvador y le suplicó le admitiese en el número de sus

discípulos; recibióle entre ellos el Señor, y colmóle de

gracias con esta dichosa elección.

Admitido nuestro Santo en el número de los setenta

y dos, corría las villas y las aldeas anunciando al

Salvador, y autorizando con muchos milagros su

predicación.

Era dueño de una posesión muy rica cerca de

Jerusalén; vendióla después de la venida del Espíritu

Santo, y puso todo el precio á los pies de los Apóstoles

para que fuese distribuido entre los pobres. Sabiendo

que su antiguo condiscípulo Saulo, movido de un falso

celo, era enemigo mortal de los discípulos de Cristo, tuvo

muchas conferencias con él; probóle invenciblemente la

divinidad del Salvador; convencióle, pero no le convirtió,

porque Jesucristo se había reservado á Sí mismo esta

conquista.

Mientras Bernabé y Pablo trabajaban en la viña del

Señor en Antioquia con Simón, llamado el Negro, con

Lucio el de Cirene y con Manahen, hermano de leche de

Herodes, á los cuales llama la Escritura profetas y

3

doctores, los escogió Dios para apóstoles de los gentiles

de un modo maravilloso. Estaban juntos un día los

ministros del Señor para celebrar los divinos misterios, y

el Espíritu Santo ordenó, por la boca de los profetas, que

Pablo y Bernabé fuesen segregados para emplearse en el

ministerio á que los tenia destinados, que era anunciar á

los gentiles el Evangelio. Luego fueron consagrados por la

imposición de las manos, que, elevándolos á la dignidad

de apóstoles, los llenó de los dones del Espíritu Santo, y

los confirió la plenitud del sacerdocio.

Recibida la misión, partió San Bernabé con San

Pablo para Seleucia; desde allí pasaron á la isla de

Chipre, donde dieron principio á las funciones de su

apostolado; predicaron la fe de Jesucristo en Salamina

con un fruto nunca oído; corrieron lo restante de la isla, y

llegaron á Pafos, donde confundieron á un mago, judío de

profesión, llamado Elimas, que se metía en profetizar lo

que estaba por venir. De Chipre se encaminaron á

Panfilia, y de allí á Perge, donde Juan Marco, no

pudiendo ya con las fatigas del camino, se despidió de

ellos y se volvió á Jerusalén. Continuaron su viaje al Asia,

y llevaron el Evangelio á Antioquia de Pisidia, donde

consintieron en ser apedreados. Algunas mujeres judías

que hacían profesión de piadosas, animadas de sus falsos

doctores, que no podían sufrir las muchas conversiones

que hacían los apóstoles, los echaron de la ciudad; y en

esta ocasión fue cuando, volviéndose San Pablo y San

Bernabé hacia aquellos endurecidos corazones que no

querían recibir el Evangelio, les dijeron en tono y con
 
autoridad apostólica: A vosotros primeramente debíamos



anunciar la palabra de Dios; pero, pues ciegos la

despreciéis y os hacéis indignos de la vida eterna, veis
 
aquí que la vamos á anunciar á los gentiles. (Act. 1S.)



Sacudieron el polvo de los zapatos, abandonaron aquel
 
país y se encaminaron á Icónia, hoy Cogni, donde



convirtieron algunos judíos y muchos idólatras. Pasaron á

4

Listris ó Listria, ciudad de Licaonia, donde obraron tantas

maravillas que, admirados los paganos, tuvieron á

Bernabé por el dios Júpiter á causa de su bella presencia,

y á Pablo por Mercurio, notando que siempre hablaba el

primero; en cuya consideración condujeron algunas

víctimas á sus pies para ofrecerles sacrificios.

Compadecidos los apóstoles de su ceguedad, rasgaron
 
sus vestiduras y les dijeron: ¿Qué hacéis, amigos, qué



hacéis? ¿No veis que somos hombres mortales como

vosotros, que venimos á exhortaros dejéis esas

supersticiones, y á que reconozcáis al solo verdadero
 
Dios, que crió el Cielo y la Tierra? (Act. 14.) Costóles



mucho trabajo el hacérselo creer; pero, llegando á la

sazón algunos judíos de Iconia, persuadieron al pueblo

que los dos extranjeros eran dos insignes impostores, y

todos sus aparentes milagros efectos del arte mágica. En

un instante pasaron los idólatras de un extremo á otro;

arrojáronlos á pedradas de la ciudad, faltando poco para

que San Pablo pereciese en ella; y el día siguiente

tomaron los dos el camino de Derba.

En medio de todos estos trabajos se multiplicaba el

número de los fieles; corrieron toda la Licaonia y la

Pisidia; llegaron á Panfilia, predicaron en Perga, y

después en Atalia, haciendo en todas partes portentosas

conversiones y fundando iglesias en todas; en fin, se

restituyeron á Antioquía, donde contaron á los hermanos

las maravillas y los prodigios que Dios había obrado para

acreditar su ministerio entre los gentiles, y en todos los

lugares donde habían anunciado el Evangelio.

No fue menos laboriosa la estancia de San Bernabé

en Antioquia que lo habían sido sus viajes, no

permitiéndole tomar algún descansó el ardiente celo que

tenia por la salvación de las almas; Hizo también algunas

apostólicas excursiones en la Tracia y hasta Iliria,

adelantando nuevas conquistas á Jesucristo. Algunos

5

judíos recién convertidos, animados de un excesivo celó

por las ceremonias antiguas, pretendían que á todos los

fieles se les debía, sujetar al yugó de la ley, y que la de

Jesucristo no dispensaba la dé Moisés. Esto puso en

precisión á Pablo y á Bernabé de hacer un viaje de

Antioquia á Jerusalén, donde asistieron al concilio de los

Apóstoles, y fueron reconocidos los dos por apóstoles de

los gentiles. En el mismo concilio hicieron públicamente

los dos Santos una puntual relación de les asombrosos

progresos que hacía todos los días la fe entre los

gentiles, y de la felicidad con que se iba levantando la

Iglesia sobre las ruinas de la idolatría.

Al oír tantas maravillas Juan Marco, primo de San

Bernabé, arrepentido de su inconstancia y de su

cobardía, protestó qué ya nunca se apartaría de su lado,

y desdé entonces se hizo su discípulo. Volvieron los dos

apóstoles á Antioquia, y allí se separaron para ir cada

uno á su misión: Pablo, tomando por compañero á Sylas y

se dirigió al Asia; y Bernabé, en compañía de Juan

Marco, partió á Chipre, donde muy en breve, con su

suavidad y con sus amabilísimos modales, tan propios

para ganar los corazones, convirtió toda la isla á la fe de

Jesucristo.

No podía encerrarse en los estrechos límites de ella

un celo tan fervoroso y tan activo; extendióse mucho más

allá, y aun se asegura que llegó á Italia el santo apóstol,

gloriándose la célebre Iglesia de Milán de haberle

logrado por su primer apóstol. Vuelto á Chipre, confirmó

en la fe á los cristianos, aumentó el número con nuevas

conversiones, é hizo muy floreciente aquella Iglesia. No

faltaba otra cosa á la gloria de nuestro Santo que

coronar con el martirio los trabajos de su apostolado;

pero no tardó mucho en conseguir esta gracia. Irritaron á

los judíos las insignes conversiones que hacía, y

resolvieron librarse de él. Revelóselo Dios, como también

6

el día de su muerte, y se preparó con nuevo fervor para

ser víctima de aquel sacrificio. Llegado el dichoso día,

muy de mañana ofreció á Dios el del altar, dando orden á

Juan Marco de que se retirase, y no volviese sino á dar

sepultura á su cuerpo. Los ancianos de la sinagoga de

Salamina representaron al pueblo que las conquistas que

hacía Bernabé á Jesucristo arruinaban la religión de

Moisés, y faltaba poco para que la sinagoga se

convirtiese en un desierto. Excitóse una sedición popular,

y, echando mano del apóstol, le arrastraron hasta fuera

de la ciudad, donde le quitaron la vida á pedradas el día

11 de Junio, hacia el año 70 de Jesucristo; y con esta

preciosa muerte terminó su gloriosa carrera nuestro gran

Santo. Quisieron después quemar su cuerpo; pero su

querido discípulo Juan Marco acudió la noche siguiente

con otros cristianos, y, hallándole entero, le dio sepultura

á ciento veinte pasos de la ciudad.

Sobreviniendo poco tiempo después la persecución,

se olvidó él lugar de la sepultura, hasta que, convertidos

á la fe los emperadores, se hizo tan célebre con los
 
milagros, que le llamaban el sitio de la salud. En fin, por



los años 488, en tiempo del emperador Zenón, sé

descubrieron las preciosas reliquias por un sueño en que

el mismo Santo se las reveló á Antemo, obispo de

Salamina. Formóse una procesión de todo el clero,

seguido de toda la ciudad, que se encaminó al sitio que

el Santo había revelado, cavóse en él, y se encontró el

santo cuerpo en una especie de gruta, teniendo sobre el

pecho el Evangelio de San Mateo, escrito todo de mano

del mismo San Bernabé. Envió Antemo este ejemplar al

emperador Zenón, que le mandó guarnecer en láminas

de oro y guardar respetuosamente en su palacio.

Después hizo edificar una magnífica iglesia en honor de

San Bernabé, en el mismo sitio en que se había

encontrado aquella preciosa reliquia, colocando el

sepulcro del Santo al lado derecho del altar, enriquecido

7

con relieves de plata y con grandes columnas de mármol.

Asegura San Jerónimo que San Bernabé escribió una

epístola llena de edificación para toda la Iglesia, en la

cual prueba la abolición de la ley por el Evangelio de

Jesucristo, la inutilidad de las ceremonias legales y la

necesidad de la encarnación y la muerte del Salvador,

con otras instrucciones doctrinales muy provechosas.

Dirigíase á los hebreos, esto es, á los judíos que habían

abrazado la religión cristiana, pero que todavía estaban

muy pegados á las observancias ceremoniales de la ley;
 
en ella se califica el Santo á si mismo el último y la

escoria de los mismos á quienes escribe,



encomendándose en sus oraciones. Aunque esta epístola

no está recibida por canónica, la citan muchas veces San

Clemente Alejandrino, Tertuliano y Orígenes, que la
 
llama epístola católica, esto es, dirigida á toda una



nación, y no á alguna iglesia ó persona particular.
 
La Misa es en honor de San Bernabé, y la

oración la siguiente:
 
 
¡Oh Dios, que nos consuelas con la intercesión de tu

bienaventurado apóstol Bernabé! Concédenos benigno

que consigamos por tu gracia aquellos beneficios que os

pedimos por su ruego. Por Nuestro Señor, etc.
 
La Epístola es del cap. 11 y 13 de los Hechos

de los Apóstoles.
 
 
En aquellos días, gran número de gente en

Antioquia, habiendo creído, se convirtió al Señor. Y esta

noticia llegó á oídos de la Iglesia que estaba en

Jerusalén, y enviaron á Bernabé hasta Antioquia. El cual,

habiendo llegado y visto la gracia de Dios, se alegró; y

exhortaba á todos á permanecer en el Señor con

constancia de corazón, porque él era hombre de bien y

8

lleno de Espíritu Santo y de fe. Y se adquirió gran

multitud de gente para el Señor. Bernabé, pues, se partió

para Tarso en busca de Saulo; y, habiéndole encontrado,

le condujo á Antioquia. Y se mantuvieron en aquella

Iglesia un año entero, y enseñaron á una gran multitud,

de manera que en Antioquia fueron los primeros

discípulos que se llamaron cristianos. Y había en la

Iglesia de Antioquia profetas y doctores, entre los cuales

Bernabé y Simeón, llamado el Negro, y Lucio de Cirene, y

Manahen, hermano de leche de Herodes Tetrarca, y

Saulo. Mientras éstos ofrecían al Señor los sagrados

misterios y ayunaban, les dijo el Espíritu Santo:

Separadme á Saulo y Bernabé para la obra á que los

tengo destinados. Entonces, después de haber ayunado y

orado, imponiéndoles las manos, los despidieron.
 
REFLEXIONES
 
Segregadme á Saulo y á Bernabé para el ministerio
 
á que Yo los he destinado. El Espíritu Santo es el que



habla; el mismo Dios es el que los escoge para las

funciones del sagrado ministerio; con semejante

vocación, ¿cómo podían dejar de ser poderosos en obras

y en palabras? Por eso nunca se vieron misiones más

provechosas, celo más eficaz ni tantas conversiones. Y

¿qué no harían también todos los días los ministros del

Señor, si se dedicaran siempre al sagrado ministerio por

elección del Espíritu Santo? El ministerio siempre es

verdaderamente divino; pero ¿es siempre

verdaderamente divina la vocación? ¿Es siempre Dios el

que llama á ese muchacho al servicio del Altar? ¿Es Dios

el que le separa para Sí? ¿Es Dios el que le escoge para

ese ministerio? ¡Ah, y cuántas veces no hay otra vocación

que la ambición y la codicia! ¿Es el segundo ó el tercero

de la casa? Pues dediqúese á la Iglesia, pero no tiene

vocación; no importa, sus padres la tienen por él; pero le

faltan los talentos necesarios para el cumplimiento de las

9

graves obligaciones del estado; no importa, ya tendrá

habilidad para coger las rentas del beneficio. Aunque

llame Dios á un joven al estado religioso; aunque su

vocación sea la más fuerte, la más indubitable, á nada de

eso se atiende; sólo se mira la predilección de los padres

y el interés de la familia. No tiene dote una doncella; esto

basta para que los padres se crean movidos del espíritu

de Dios para decir que ha de ser religiosa; pero tiene un

dote considerable, es la heredera de la casa; pues su

amor al retiro y su inclinación al claustro es una conocida

tentación. Pregunto: ¿es Dios el que preside á las

elecciones de uno y de otro estado? ¿Es el espíritu de

Dios el que hace este repartimiento? De ningún modo; es

una ciega predilección, es la ambición, es el interés, es el

favor, es el derecho del nacimiento los que, sin consultar

á Dios, deciden soberanamente de la suerte de los hijos,

y en éstos son miras y respetos puramente naturales los

que les hacen tomar gusto á las más sagradas

dignidades, á las funciones más graves del tremendo

ministerio; y nos admiraremos después de que se les

trastornen las cabezas á los que están en los empleos

más altos; nos admiraremos de que el pan de la palabra

de Dios no tenga fuerza ni sustancia en la boca de

aquellos que no fueron escogidos de Dios para repartirle;

nos admiraremos de que el sacerdote se confunda con el

lego por el desorden ó por la irregularidad de sus

costumbres; de que los pastores de Israel se apacienten

á sí mismos, en lugar de apacentar el rebaño, como se

explica el Profeta; nos admiraremos , en fin, de que los

cargos que hacía Dios en otro tiempo á los ministros de la

Ley antigua vengan tan ajustados á los de la Ley nueva.
 
El Evangelio es del cap. 10 de San Mateo.
 
 
En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos: He aquí

que yo os envío como ovejas en medio de los lobos. Sed,

pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las

10

palomas. Pero guardaos de los hombres, porque os harán

comparecer en los concilios, y os azotarán en sus

sinagogas, y seréis llevados por mi amor delante de los

presidentes y de los reyes, como testigos contra ellos y

contra las naciones. Pero cuando os hagan comparecer

no penséis del cómo ó qué habéis de hablar, porque en

aquella hora os será dado lo que habéis de hablar.

Porque no sois vosotros los que habláis, sino el espíritu de

vuestro Padre que habla en vosotros. El hermano, pues,

entregará á su hermano á la muerte, y el padre al hijo, y

se levantarán los hijos contra sus padres, y los harán

morir: y seréis aborrecidos de todos por causa de mi

nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será

salvo.
 
MEDITACIÓN
 
De la prudencia cristiana.
 
PUNTO PRIMERO.—Considera que la prudencia



cristiana es aquella importante virtud que enseña á

arreglar la vida y las costumbres según las máximas de la

ley de Dios, y á dirigir las palabras y las obras según las

reglas de la fe y de la religión que profesamos; sin ella

no hay honradez, ni hay virtud, ni hay mérito; sin ella,

todo es error y desvarío; y sin esta luz, cada paso es un

tropiezo.

No hay cosa más flaca ni más falsa que la prudencia

del mundo; todo su estudio tira á alucinarnos; yerra los

fines y desacierta los medios, con que por precisión todas

sus lecciones han de parar en engañarnos. ¡Qué dignos

son de lástima los que se dejan conducir de semejante

guía! Fines torcidos, medidas desconcertadas, quimeras

fantásticas, discursos falaces, manantial inagotable de

disgustos y de arrepentimiento, éstos son los funestos

pero necesarios efectos de la prudencia de la carne. Mira

11

cómo á un solo golpe de viento se desvanecen todos esos

vastos proyectos de fortuna.

Considera bien esas medidas, tomadas con tanto

estudio, conducidas con tanta habilidad, sostenidas con

tanto arte; por lo común, si no siempre, se halla que se

tomaron mal y que no alcanzan. Nuestras luces son muy

limitadas, nuestra destreza muy corta, y todas nuestras

fuerzas no bastan para evitar los escollos en que se va á

estrellar toda la prudencia humana. Es menester

elección, previsión, discernimiento; es menester no

perder jamás de vista la regla de las costumbres, la

brevedad de la vida, la inmutabilidad de nuestro último

fin; es menester conocer la vanidad, descubrir la falsa

brillantez, comprender la nada de esos bienes criados

que nos encantan; y esto ¿quién lo puede hacer sino sólo

la prudencia cristiana, que sabe sola representar los

objetos como verdaderamente son, y ella sola sabe tomar

las medidas justas?
 
PUNTO SEGUNDO.—Considera que solamente la



prudencia cristiana, esto es, aquella prudencia que

únicamente se apoya en los principios de la religión, que

sólo sigue las luces de la razón alumbrada, por la fe, que

no tiene otra regla que las máximas del Evangelio;

solamente esta prudencia no se descamina, sola ella es

verdadera, sola puede hacer nuestra fortuna para el

tiempo y para la eternidad. Ella sola posee el arte de

aprovecharse igualmente de los bienes y de los males de

esta vida; consígase ó no se consiga lo que se pretende,

cuando sólo se obra movido de un espíritu cristiano, y

según la prudencia del Evangelio, sálgase bien ó sálgase

mal de lo que se intenta, si no se lograre la aprobación

de los hombres, se logra siempre la de Dios, que lleva

cuenta fiel de todos nuestros pasos. Aunque el suceso no

corresponda á los deseos de la ambición; aunque no se

conforme al gusto del mundo, siempre nos será favorable.

12

Los santos jamás conocieron otra prudencia; es cierto que

no siempre votaron en favor de sus acciones los hijos de

este siglo; pero, según el precio, ¿quién no quisiera haber

sido tan discreto y tan prudente como lo fueron los

santos?

Es verdad que la prudencia cristiana ignora todas

esas sutilezas del ingenio humano que tantas veces se

burlan de los corazones sencillos; ignora, esas delicadas

máximas de refinada política, que tal vez se adelantan a

registrar y á agitar lo futuro, haciendo burla, de la

rectitud y de la simplicidad de una conciencia timorata;

ignora todas esas bajezas que son propias de una alma

esclava de sus pasiones, todos esos artificios con que se

pretende hacer fortuna y tener la vanidad de que sea

obra de la propia industria. Pero Dios reprueba y

confunde esta prudencia; la prudencia cristiana tiene

cimientos más firmes, sigue guías más seguras y no

engaña á los ojos mundanos. Acompáñala siempre la

modestia, la humildad, el desinterés y el espíritu de

religión que continuamente le están inspirando

moderación y cordura.

Vuestra Ley, Dios mío, vuestros Mandamientos,

vuestro Evangelio, vuestras máximas, ésa será de hoy en

adelante toda mi política, toda mi prudencia y toda mi

conducta; pero, divino Maestro mío, todo ha de ser con

vuestra gracia; porque, sin ella, á nada se reducen todas

mis resoluciones.
 
JACULATORIAS
 
Dichosos aquellos que van por el camino de la

inocencia y caminan fielmente por el sendero de la Ley
 
santa de Dios.—Ps. 118.



Dichosos los que sólo estudian en saber la voluntad

13
 
de Dios para Cumplirla, para no apartarse de ella.—Ibid.



PROPÓSITOS
 
1. No hay cosa más perjudicial á la verdadera

virtud que la falsa prudencia; prudencia mundana,

prudencia carnal, toda natural, que ni ve sino por los

ofuscados ojos de la humana razón, ni juzga sino por el

órgano falaz de los sentidos, ni tiene otro primer principio

que el errado dictamen del amor propio. Tal es la

prudencia que hoy reina en el mundo, y algunas veces

también aun en los claustros religiosos; solamente se
 
consulta á lo que se llama buen juicio; no se siguen otras



luces que las débiles y obscurecidas del propio dictamen,

ni se hace juicio de las cosas sino por las desacertadas

máximas de la prudencia humana. Y como á las de

Jesucristo, á las del Evangelio y á las de la Fe, ni se las

consulta, ni aun se las oye en su tribunal, siempre pierde

el pleito en él la religión. Todo se mide, todo se arregla,

todo se ajusta á la perniciosa prudencia de la carne, la

cual hace filósofos, pero no cristianos. Guárdate bien de

seguir semejante guía, que siempre te descaminará.

2. Desconfía siempre mucho de tu propio parecer,

de tu imaginario buen juicio y de todos tus alcances; la

pasión, el amor propio y el interés todo lo ciegan; por eso

es tantas veces el entendimiento juguete y burla del

corazón. Nunca te fíes de aquella prudencia mundana

que favorece siempre á la pasión y al amor propio, pero á

costa de la virtud y de la salvación. ¿Tratas de resolverte

á algún negocio de importancia? Da principio

consultándolo con Dios y pidiéndole que te alumbre;

después examina con madurez todas las circunstancias y

todas las razones, pero discurriendo siempre con

respecto á tu último fin, que en todas las cosas ha de ser

tu primer principio.
 
 


 

 
 
 
 

No hay comentarios: