jueves, 21 de marzo de 2013

Juan del Báculo, Beato


Monje y Presbítero, 24 de marzo
 
Juan del Báculo, Beato
Juan del Báculo, Beato

Presbítero y Monje

Martirologio Romano: En Fabriano, del Piceno, en Italia, beato Juan del Báculo, presbítero y monje, compañero de san Silvestre, abad (1290).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Fecha de beatificación: 29 de agosto de 1772 por el Papa Clemente XIV.
En el pequeño ayuntamiento de Paterno, a las faldas del Montefano en el comuna de Fabriano (AN), vivió a los principios del 1200, una familia de acomodados campesinos, los Bottegoni. La familia estaba compuesta por el padre Bonello y del madre Supercla y por los hijos Giunta, Nicolás, Bienvenido, Buonora y Juan.

Juan nació probablemente 24 de marzo a comienzo de los años 1200, desde joven demostró una profunda atracción por las cosas de Dios y una gran pasión por el estudio, estas dotes hicieron intuir a los padres una clara vocación y decidieron, de común acuerdo, de mandarlo a Bolonia para seguir los estudios literarios. Una repentina enfermedad en una de sus piernas no le permitirá a Juan permanecer en Bolonia y por lo tanto poder continuar los estudios ya emprendidos. La enfermedad se agravará al punto de entorpecer su desplazamientos y obligado a valerse de un bastón, del que tomará el apodo de Juan del Báculo.

No habiendo podido continuar los estudios, pero habiendo conseguido un cierto grado de cultura, Juan decidió trasladarse a Fabriano y de abrir una escuela que le asegurará un alguna autonomía económica. Alrededor del año 1230, Juan, no se sabe bien por cual motivo, decide seguir la vida eremítica de Silvestre de Osimo, cuya fama de santidad empezó a difundirse en la zona. El estilo de vida del grupo de Montefano era austero y pobre, el objetivo fue de reducir a lo mínimo las necesidades materiales para dedicarse completamente a las cosas de Dios. La regla, que los seguidores de San Silvestre asumieron, fue la de los monasterios benedictinos. La pequeña comunidad de ermitaños tomó el nombre de orden de San Benito de Montefano, cuando en 1248 fue reconocida por Inocencio IV.

Juan, por deseo de San Silvestre, fue presentado al obispo para la ordenación sacerdotal. La vida monástica de Juan llevaba el escudo de la oración, de la penitencia y del recogimiento y todo con el objetivo de seguir los peldaños de la virtud. Por sesenta años Juan llevó un estilo de vida aparentemente sin historia. A la edad de noventa años, la enfermedad a la pierna que lo golpeó en juventud se agudizó y el 24 de marzo de 1290, recibidos los sacramentos, Juan durmió en Dios. Desconcertante fue la discrepancia entre la vida retirada que llevó Juan por tanto tiempo y el impacto inmediato de su muerte sobre la gente. Apenas hubo exhalado su última respiración se inició una romería interminable para visitar su cadáver.

Después de la muerte, muchos fueron los prodigios que se lograron por intercesión del Beato, señal evidente de su santidad. El obispo de Camerino (MC), Rambotto, nombró una comisión para recoger y analizar los testimonios para verificar la autenticidad de los milagros. El Beato Juan fue enterrado en la iglesia de San Benito de Fabriano. Fue proclamado santo por voluntad del pueblo, sin ningún procedimiento canónico. Recién en el 1772, bajo el pontificado de Clemente XIV, llegó a su conclusión el proceso de beatificación regular, pero por diversos motivos no se llegó a la última etapa, aquella de la canonización. En el calendario propio de la congregación silvestriana el beato es recordado el 24 de marzo.



Beato Juan del Báculo, monje y presbítero
fecha: 24 de marzo
n.: c. 1200 - †: 1290 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Clemente XIV 1772
hagiografía: Santi e Beati
En Fabriano, del Piceno, en Italia, beato Juan del Báculo, presbítero y monje, compañero de san Silvestre, abad.

En el pequeño pueblo de Paterno, en la ladera de Montefano, en Fabriano, vivió a los comienzos del siglo XIII una familia de acomodados campesinos, los Bottegoni. La familia estaba compuesta de Bonello, el padre, Supercla, la madre, y de los hijos Giunta, Nicolás, Benvenuto, Buonora y Juan. Este último nació a inicios del 1200, y desde muy joven mostró una profunda atracción por las cosas de Dios y una gran pasión por el estudio; estas dos características persuadieron a los padres de una posible vocación religiosa y decidieron enviarlo a Bologna para realizar estudios de letras. Una imprevista enfermedad en una pierna impedirá a Juan establecerse en Bologna, y continuar los estudios iniciados. La enfermedad se agravó hasta que quedó cojo, y obligado a usar un bastón de por vida, de donde provendrá su apodo de «Juan del báculo» (Giovanni dal Bastone).
Aunque no pudo continuar sus estudios ni alcanzar el grado de formación que pretendía, Juan decidió trasladarse a Fabriano y abrir una escuela que le asegurara cierta autonomía económica. Sin embargo en torno al 1230, no se sabe bien por qué motivo, Juan decidió seguir la vida eremítica propuesta por san Silvestre de Ósimo, cuya fama de santidad comenzaba a difundirse por la región. El estilo de vida del grupo de Montefano era austero y pobre, intentaban reducir al mínimo las necesidades materiales para dedicarse por completo a las cosas de Dios. La regla que seguían era la de san Benito, y cuando la pequeña comunidad de eremitas fue aprobada en 1248 por el papa Inocencio IV, tomó el nombre de Orden de San Benito de Montefano (Silvestrinos).
Juan, por deseo de san Silvestre fue presentado al obispo para su ordenación sacerdotal. La vida monástica de Juan estuvo marcada por la oración, la penitencia y la soledad, y toda encaminada a progresar en los grados de la virtud. Por sesenta años Juan llevó adelante una vida aparentemente sin hechos notables. A la edad de noventa años la enfermedad de la pierna que lo había atacado en la juventud se agudizó y el 24 de marzo de 1290, recibidos los sacramentos, descansó en el Señor. Desconcertante fue la desproporción entre la existencia retirada que llevó Juan por tanto tiempo y el impacto inmediato de su muerte sobre la gente. Había apenas exhalado su último suspiro, cuando dio inicio una interminable peregrinación hacia sus restos.
Después de la muerte fueron muchos los prodigios que se verificaron por intercesión del beato, signo evidente de su santidad. El obispo de Camerino, Rambotto, nombró una comisión para recoger y valorar los testimonios a fin de verificar la autenticidad de los milagros. El beato Juan fue sepultado en la iglesia de San Benito de Fabriano, y fue rápidamente aclamado como santo por la voz del pueblo, sin un proceso canónico formal (que recién estaba comenzando a existir), hasta que en 1772, bajo Clemente XIV, se confirmó su culto como beato.
 

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