Se hace necesario hoy en día explicar el sentido de las fiestas que vivimos más o menos inconscientemente, debido a que las vemos y disfrutamos más como vacaciones que por aquel motivo que ha sido su origen y las da verdadero sentido.
Explicar los días fundamentales, a niños y adolescentes, de este momento litúrgico: Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, Jueves Santo en la cena del Señor, Viernes Santo de la Pasión del Señor y Domingo de Resurrección, así como su simbología y la centralidad del Jueves Santo (en relación con la Pascua Judía y la luna llena, por ejemplo, centrando la distribución de los días movibles del año litúrgico) quizá no sea suficiente, aunque no sea del todo escaso.
La Semana Santa es uno de esos períodos en los que, si nos descuidamos y no hacemos nada por evitarlo, quizá se acaben convirtiendo para muchos en una especie de “vacaciones de primavera”, como Navidad pudiera decaer en unas meras “vacaciones de invierno”.
Pienso que es previo y preciso, ante todo, hacer un ejercicio de consciencia respecto de cómo estamos pasando, o tenemos previsto pasar, estos días tan importantes para todos los fieles cristianos. Dónde vamos, qué hacemos, cómo vivimos, qué oficios tenemos ocasión de compartir con otros, cómo nos sentimos, qué pensamos,… porque esta última semana de Nuestro Señor en la tierra puede hacernos caer en la cuenta, cada vez más profundamente, acerca de cuál es nuestra misión aquí y la esperanza a la que estamos llamados.
Presentar bien el verdadero significado del fin de este tiempo requiere centrarlo en el Triduo Pascual (“sacratísimo triduo del Crucificado, del Sepultado y del Resucitado”), que va desde la Misa vespertina del Jueves Santo en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, celebrando la Iglesia los grandes misterios de la redención humana, en íntima Comunión con Cristo su Esposo.
El Domingo de Ramos marca la actitud de servicio de Nuestro Señor, que proclama su mensaje y es perseguido y muere para liberarnos del pecado. Pide nuestra alabanza personal, nuestro acompañamiento también, por su humildad y amor entregado.
Con la hora intermedia del Jueves Santo termina la Cuaresma y comienza el Triduo Pascual que nos conducirá hasta la Vigilia Pascual. Celebramos que Jesús pasa de este mundo al Padre habiendo amado a los suyos hasta el extremo.
El Viernes Santo, con la narración de la Pasión, volvemos a la idea de Jesús como siervo de Yahvé. Jesús sufre la muerte para salvar a todos. Aunque el ayuno y abstinencia de estas fechas sobre todo es propio de este día, también se recomienda el Sábado Santo, para vivir más intensamente la permanencia de la Iglesia junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte.
La Santa Vigilia Pascual tiene lugar en una noche de vela en honor de Señor, conmemorando la Noche Santa en que el Señor resucitó y es la “madre de todas las Santas Vigilias” (san Agustín). Esperamos la Resurrección del Señor y la celebramos con los sacramentos de la iniciación cristiana. Esta Vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo que celebramos el día siguiente: el Domingo de Pascua, la solemnidad de las solemnidades.
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