viernes, 3 de febrero de 2012

Felipe de Jesús, Santo
Primer santo mexicano, 5 de febrero
Felipe de Jesús, Santo
Felipe de Jesús, Santo

Religioso Franciscano y Mártir
Primer Santo Mexicano

Martirologio Romano: Memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires, en Nagasaki, en Japón. Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).Su memoria litúrgica es el día de mañana.

Compañeros en el martirio: Pablo Miki, Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neofitos.

Fecha de canonización: 8 de julio de 1862 por el Papa Pío IX.
Un poco de historia

De padres españoles, nació Felipe de las Casas Martínez en la Ciudad de México en 1572. Fue el mayor de once hermanos, de los que tres siguieron la vida religiosa. Su padre estaba emparentado con otro notable monje y evangelizador de América, Fray Bartolomé de las Casas. Felipe era travieso e inquieto de niño. Estudió gramática en el colegio de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México, dirigido por los jesuitas. Mostró interés por la artesanía de la plata. Por eso, cuando Felipe fue beatificado el gremio de los plateros lo nombró su patrón.

A los 21 años se encontraba en las Islas Filipinas, a donde había ido en busca de aventura. Las personas que viajaban a ese lugar, en aquellos tiempos, no lo hacían generalmente por motivos piadosos. Ni tampoco predominaba lo espiritual en el ambiente de Manila, ciudad conquistada apenas en 1571. En ésta lo común era ver gente ocupada con planes de conquista militar y haciendo planes para el comercio. Ahí decidió Felipe ingresar a la orden de los Franciscanos y escogió el nombre Felipe de Jesús. Entró al convento de Santa María de los Ángeles de Manila. Un año más tarde, Jesús hizo su profesión religiosa. Cuando tres años después se acercaba el tiempo de su ordenación, el 12 de julio de 1596, partió rumbo a México en barco. En Filipinas no se podía ordenar porque no había un obispo. El viaje de Filipinas a América era una aventura peligrosa y el viaje podía durar hasta siete u ocho meses. La travesía del barco en el que iba Felipe estuvo a punto de ser desastrosa. Durante un mes la nave estuvo a la deriva, arrojada por las tempestades de un lado a otro hasta que, destrozada y sin gobierno, fue a dar a las costas del Japón.

En Japón, no les tenían confianza a los misioneros. Cuando ellos llegaron ahí no sabían qué les iba a pasar y así pasaron varios meses. Fray Felipe de Jesús se refugió en Meaco, donde los franciscanos tenían escuela y hospital. El 30 de diciembre todos los frailes fueron hechos prisioneros junto con un grupo de cristianos japoneses. Comenzó el martirio. El día 3 de enero les cortaron a todos la oreja izquierda. Luego emprendieron una marcha en pleno invierno, por un mes, de Tokyo a Nagasaki.

El 5 de febrero, 26 cristianos fueron colgados de cruces sobre una colina en las afueras de Nagasaki. Los fijaron a las cruces con argollas de hierro en el cuello, en las manos y en las piernas. Los atravesaron con lanzas. El primero fue Felipe de Jesús. Murió repitiendo el nombre de Jesús. Las argollas que debían sostenerle las piernas estaban mal puestas, por lo que el cuerpo resbaló y la argolla que le sujetaba el cuello comenzó a ahogarlo. Le dieron dos lanzadas en el pecho que le abrieron las puertas de la Gloria de Dios.
Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de julio de 1862.

Estos mártires eran frecuentemente recordados por el Papa Juan Pablo II dando a saber que su sangre no fue derramada en balde. Llegaron al cielo.

Este día nos podemos acercar a la Eucaristía para pedirle a Jesús nos ayude a realizar la vocación que tenemos en la vida.

Recuerda que el testimonio de los santos confirma el amor a Dios (CEC 313). El testimonio de estas personas nos puede ayudar a crecer en nuestra vida espiritual, en nuestra vida de fe.

Algo que no debes olvidar

San Felipe de Jesús fue el protomártir mexicano.
Fue un religioso de la orden de los franciscanos en Manila.
Al venir a ordenarse a México, naufragó su barco y llegó a Japón donde lo mataron.
Murió repitiendo el nombre de “Jesús”.

Oración
San Felipe de Jesús,
Protomártir de México,
que llevaste tu espíritu generoso hasta el
extremo del mundo,
enséñanos a medir el valor exacto de las cosas;
que nuestra patria
vuelva a su antigua riqueza espiritual,
y sea Dios el Señor de cada vida.

San Felipe de Jesús,
que aprendamos de ti
a ser como el mundo nos necesita.
¡Glorioso Mártir Mexicano,
ruega por tu Patria
y por los que vivimos en ella!

San Felipe de Jesús: Protomártir mexicano






San Felipe de Jesús: Protomártir mexicano

Pocos son los cristianos que comprenden a fondo la exigencia radical que encierra la total conversión de vida para despojarse del hombre viejo y renovarse en el hombre nuevo, que es Jesucristo (Col.3,9). Felipe de las Casas que quiso llamarse "de Jesús" cuando por fin llegó a convertirse plenamente, es un espléndido ejemplo de esa comprensión cordial y práctica de lo que significa e implica la auténtica conversión.

Felipe de las Casas Martínez nace en la Ciudad de México el primero de mayo de 1572, primogénito de once hijos del matrimonio español formado por honrados inmigrantes españoles: don Alonso de las Casas y doña Antonia Martínez. Su pila de Bautismo se conserva en la Catedral Primada Metropolitana.

En su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se cuenta que su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias travesuras de Felipe, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca que, en el fondo del jardín, levantaba a las nubes sus áridas ramas:
"Antes la higuera seca reverdecerá, a que Felipillo llegue a ser Santo"...
El chico no tenía madera de Santo... Asistió al Colegio de San Pedro y San Pablo de donde sería expulsado debido a su carácter incontrolado y travieso.
Posteriormente es enviado al noviciado franciscano de Santa Bárbara en la Ciudad de Puebla, del cual escapa para regresar a su casa.

Don Alonso decide entonces, ponerlo a trabajar en un taller de platería en donde mostró habilidad para labrar la plata; sin embargo, su inconstancia y falta de disposición para trabajar entre cuatro paredes, llevó al fracaso este nuevo intento de forjarle un "porvenir" a Felipe.

Las cosas se habían puesto tensas en su casa y Felipe, de entonces 18 años, decide embarcarse hacia las filipinas para actuar como agente de compras en Manila para los negocios de su padre, corría el año de 1590. Manila, punto de confluencia de razas, de comercio, de tentaciones... Felipe se deja atraer por un tiempo por los juegos de azar, actividad muy popular entre los habitantes de aquellas tierras.

El joven Felipe gozó por un tiempo de los deslumbrantes atractivos de aquella ciudad; pero pronto se sintió angustiado: el vacío de Dios se dejó sentir muy hondo, hasta las últimas fibras de su ser; en medio de aquel doloroso vacío volvió a oír la llamada de Cristo: " Si quieres venir en pos de Mí, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt.16, 24).

Para el apuesto y próspero Felipe llegaba el momento de la decisión y escoge correctamente. Acude al convento franciscano de Santa María de los Ángeles en Manila en donde se entrega con fervor a la disciplina conventual y se prepara para la labor misionera que llevaba a cabo la orden y también, sin saberlo, se prepara para el martirio.

Profesó el 22 de mayo de 1594 con el nombre de Felipe de Jesús. Aparece así, el "hombre nuevo" de las cenizas del viejo; aparición que implica morir en cierto sentido, morir al mundo, implica dolor, dolor de "perder" nuestra vida cómoda.

Además de Felipe de Jesús, otros dos de los hijos de don Alonso y doña Antonia optaron por la vida religiosa: Juan, mártir también en las Islas Filipinas y Francisco, evangelizador agustino en México.
Y Felipe de Jesús volvió a tomar la cruz, y ahora si tomó muy en serio su conversión... Oró mucho, estudió, cuidó amorosamente a los enfermos y necesitados, y un buen día le anunciaron que ya podía ordenarse sacerdote, y que, por gracia especial, esa ordenación tendría lugar precisamente en su ciudad natal, en México, a la vista de sus Padres y amigos de la infancia...
En el siglo XVI, la aventura más espectacular era atravesar el inmenso Océano Pacífico de Asia a México; el viaje más arriesgado y largo que se hacía en el mundo era el de Manila al Puerto de Acapulco. Cada viaje iba acompañado de enfermedades, hambre y sed, inquietudes y desvelos.
El viaje de Manila a cualquier punto de América era, casi, un viaje a la Eternidad. Los navegantes sufrían por las tempestades que movían al galeón horriblemente, golpeándolo en forma espantosa. Muchos morían a consecuencia de los golpes, otros de miedo y algunos de mareo y debilidad.

La travesía duraba siete meses y a veces ocho meses. Felipe de Jesús empezó su viaje desde el Puerto de Cavite rumbo a su patria el 12 de julio de 1596, en un navío que tenía un nombre anticipatorio: el "San Felipe".
Dos fueron los tifones que golpearon al "San Felipe" de madera. Cuando el mar se serenó un poco se dieron a la tarea de reconstruir el "San Felipe", a curar las heridas y sepultar entre las bramantes olas a los muertos que la catástrofe había causado.
Siete días llevaban con tiempo sereno y mar en bonanza, cuando Fray Juan Pobre sugirió que se hiciese una arribada al Japón, lo que aceptó el General Matías Landecho, y cuando iban tomando rumbo hacia la costa les asaltó otro temporal más furioso que los anteriores, que duró 36 horas.

Era el 5 de octubre cuando ya el Galeón "San Felipe" se encontraba sin palo sano de Proa a Popa; y sin embargo, caminaba lentamente hacia el Japón.
Se dirigían al Gran Imperio del poderoso Taico Sama, la tierra de las ilusiones misioneras de Felipe de Jesús; él era el único que iba jubiloso, olvidado de todo, sólo pensaba en misionar. El cristianismo había entrado en Japón desde 1549, de la mano de San Francisco Javier S.J.
Felipe de Jesús se soñaba entre paganos alumbrándolos con la antorcha de la Fe y lavándolos con el agua regeneradora.
Soñaba que en Japón recibiría las Sagradas Ordenes de manos de un Obispo Misionero, y se quedaría en el fabuloso Japón, en el maravilloso Imperio del Sol Naciente, quemando su existencia en aras de un ideal sublime que llenaría toda su vida.
El Galeón "San Felipe" avanzaba sin cosa que para la navegación valiese y sin embargo, enfilaba derechamente al Japón. Todos palpaban que la navegación era milagrosa; hasta que por fin descubrieron tierra del Japón a la altura de Meaco, capital del Imperio.
Al intentar hacer tierra todavía correrían un último riesgo, temían chocar con alguna roca y destrozarse, pues el galeón no llevaba mando. Afortunadamente salieron del peligro y llegaron frente a las costas de Shikoku.
Todos los náufragos del "San Felipe", no se cansaban de dar gracias a Dios por aquel milagro y arrodillados en tierra japonesa entonaron el "TE DEUM LAUDAMUS". Felipe de Jesús besaba la tierra una y otra vez; tocaba ya no en sueños, sino despierto, la tierra de los mil atractivos y peligros.
El régimen político de Japón en la época de nuestro mártir se caracteriza por ser un gobierno militar presidido por un "Shogun", que de hecho controlaba y dirigía los destinos del país a espaldas del emperador, recluido en su palacio de Kyoto como figura decorativa.
Cinco ciudades del Imperio eran "shogunales", bajo el control directo del "generalísimo". Estas eran Kyoto, Tokyo, Osaka, Sakai y Nagasaki.

Oda Nobunaga fue el gran Shogun que comenzó el comercio con las potencias extranjeras; por ello favoreció el crecimiento del cristianismo. Toyotomi Hideyoshi cambió de actitud, y en 1587 publicó el "Edicto de expulsión de los misioneros". Taiko Sama dejó dormir su decreto pero seguía atentamente los movimientos de los misioneros por medio de espías.
Una delegación de los náufragos, incluyendo a Felipe de Jesús, decide viajar a la ciudad de Kyoto para encontrarse con otros franciscanos que predicaban ahí y solicitarle al embajador del gobernador de Filipinas, Fray Pedro Bautista, su intercesión ante el Shogun Taiko Sama para reparar la nave que había sido confiscada por el Shogun.
Pero el Shogun no quiso recibirlos; por el contrario, la mañana del 8 de diciembre de 1596 ordena la aprensión de los frailes del Convento de Santa María de los Ángeles en Kyoto "por haber desobedecido la orden para no predicar abiertamente". Aunque la verdadera razón de esta orden era el temor de los Shogun a ser dominados por las potencias extranjeras a través de la religión en un momento en que se estaba consolidando la unidad del país.
Felipe de Jesús pudo haberse sustraído al decreto de muerte: no había tenido tiempo de predicar y ni siquiera había elegido ir al Japón; era un náufrago, y como tal habría podido seguir su camino, como los otros náufragos lo hicieron, una vez reparado el barco.
Pero la puerta del Santo no es la puerta fácil... Siguió, pues, hasta el último suplicio a Fray Pedro Bautista y demás misioneros franciscanos que desde hacía años evangelizaban el Japón.
El 30 de diciembre, Taiko Sama decide trasladarlos a Nagasaki ubicada a 900 kilómetros, con el objeto de sacrificarlos en la única ciudad del Japón que había nacido cristiana.
Este recorrido tan largo, pensaba Taiko, serviría para erradicar la fe de aquellos japoneses que estuvieran tentados a acogerla por lo que durante todo el camino sometió a los prisioneros a innumerables afrentas.
El primero de enero se unen a los presos de Kyoto otros catequistas capturados en Osaka; más tarde se les unirían otros dos cristianos para completar el grupo de 26 prisioneros.

El 3 de enero se les mutila el lóbulo inferior de la oreja izquierda como forma de "marcar" a los que iban a morir. Este último hecho lleva a Felipe de Jesús a exclamar:

"Ya dimos la primera sangre; ya nadie nos quitará el gozo de darla toda por la fe".
26 cruces fueron dispuestas en la Colina de Nagasaki aquel 5 de febrero de 1597. Sus captores los crucificaron en una loma, la del Tateyama, que también era un trigal.
La cruz de Felipe de Jesús fue la del centro, la trece, como queriendo otorgarle a este extranjero que no hablaba japonés y con sólo unos meses en el Japón, el lugar más importante no sólo del Tateyama sino del comienzo de la evangelización del Japón.

Felipe de Jesús no podía hacer mucho por no tener las Sagradas Ordenes, ni dominar del todo la lengua. Lo que más hacía era orar, orar con fe pidiendo fortaleza para sí y para sus compañeros. Le parecía que no había hecho nada grande para merecer el martirio.
26 prisioneros sacrificados:

-Seis Misioneros Franciscanos: había cuatro españoles, fray Pedro Bautista Blásquez, fray Martín de la Ascensión, fray Francisco Blanco, y fray Francisco de Miguel. Y con ellos, fray Gonzalo García, indio portugués, y fray Felipe de Jesús, mexicano.
-Tres Jesuitas: Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del ejército y muy buen predicador; Juan de Goto y Santiago Kisai, (dos hermanos coadjutores jesuitas).
-16 Cristianos Japoneses que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos. Entre ellos: un soldado: Cayo Francisco; un médico: Francisco (de Miako); Buenaventura y Matías (de Miako); Tomás Danki (de Ize); un enfermero: Juan Kisaka o Kinoia; Cosme y Máximo Takeya (padre e hijo); Joaquín Sakakibara, Pablo Suzuki, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los sacerdotes: Luis Ibarki, Antonio Deyman (de Nagazaki) y Tomás Kasaky, cuyo padre fue también martirizado.
-Un Coreano: León Karasuma.

Felipillo, Felipe de las Casas Martínez, se abrazó a la cruz de la cual fue colgado, suspendido mediante cinco argollas, pero las de sus tobillos estaban mal ajustadas, y sus pies resbalaron repentinamente del pedal de la cruz, quedando su garganta oprimida por el aro de acero puesto en su cuello.
Ahogándose, moviendo desesperadamente la cabeza, sólo pudo decir sus últimas palabras: "Jesús, Jesús, Jesús". A sus gritos corrieron los soldados y mirándole en agonía rematan al mártir clavando sus lanzas: dos lanzas atravesaron sus costados, una el costado derecho y otra en el corazón, y cruzándose en el pecho, salieron por sus hombros. Felipe de Jesús fue el primero en morir en medio de todos aquellos gloriosos mártires.
Era el 5 de febrero de 1597; muere el primer Santo Mexicano, San Felipe de Jesús, primer mártir del Japón, Mexicano Universal.
Cuenta la leyenda que ese mismo día la higuera seca de la casa paterna reverdeció de pronto y dio fruto. "¡Felipillo es santo, Felipillo es santo!", gritaba incrédula su nana en México al ver reverdecer la higuera muerta desde hace tiempo, mientras Felipe de Jesús cumplía con una misión, una misión grandiosa y que sin embargo pocos entendían en el lugar donde la llevaba a cabo.

"En la colina santa de Nagasaki había una selva de cruces y una turba de invictos mártires. Los cristianos se precipitaron a recoger sus vestidos para tenerlos consigo como reliquias y la sangre para humedecer paños llevados con esta finalidad. Entre tanto Dios glorificaba a sus mártires con ruidosos prodigios. Los cuerpos de los mártires difundían un delicioso perfume. Durante dos meses duraron colgados de las cruces sin dar signos de putrefacción. Las aves de rapiña que solían alimentarse de los cuerpos de los condenados en aquel lugar, dieron muchas vueltas alrededor de los cuerpos de los mártires sin tocarlos".
Felipe de Jesús fue beatificado, juntamente con sus compañeros Mártires de Nagasaki, el 14 de septiembre de 1627, por el Papa Urbano VIII.
El Beato Felipe de Jesús fue canonizado el 8 de junio de 1862 por el hoy Beato Papa Pío IX, junto con sus 25 Compañeros Mártires de Nagasaki, Japón.
Sobre el frontispicio del Vaticano, junto al emblema del Pontífice reinante, lució el escudo mexicano y la imagen del Primer Santo Mexicano dentro de la imponente Basílica ante la regocijada y piadosa presencia, en Roma, de varios obispos mexicanos, entre ellos el de Guadalajara, don Pedro Espinoza y Dávalos.
La Nación Mexicana declaró a San Felipe de Jesús su segundo Patrono, precedido, obviamente, por Santa María de Guadalupe. Y decretó el 5 de febrero como Fiesta Nacional. Sólo que el Congreso Constituyente en 1917, en esa fecha y en Querétaro, la hizo festividad en honor a la Carta Magna.
San Felipe de Jesús, el joven que supo convertirse hasta dar la vida por Cristo, ha sido declarado también Patrono de la Ciudad de México y de su Arzobispado.
Don Francisco Orozco y Jiménez, quinto Arzobispo de Guadalajara, promovió, con el Obispo de Nagasaki, la construcción de una iglesia en el lugar del martirio de "San Felipito" (como él cariñosamente le llamaba), y en 1926 escogió el lugar en que habría de dedicarse un templo en el Sector Libertad tapatío. También escribió y difundió una obra sobre el Santo Protomártir, editada en español y en japonés.

El Padre Mateo Chávez Plascencia y el Padre Víctor Gabriel Saucedo fueron pioneros en la obra material del templo a San Felipe de Jesús en Guadalajara. El primero de ellos le dedicó la letra de un bello Himno, al que le compuso música don Ignacio Aréchiga. Aún se entona en las festividades.
Cuando se cumplió el Primer Centenario de la Canonización de San Felipe de Jesús, en 1962, el Sr. Cura Rafael Meza Ledesma fue el principal iniciador y animador de festejos jubilares, aprobados y secundados en el ámbito diocesano por el Cardenal José Garibi Rivera, quien promovió intensas celebraciones en el ámbito nacional. Hasta esas fechas pudo lograrse el principio de la construcción de un templo y monumento en Nagasaki.
El Episcopado Mexicano declaró solemnemente a San Felipe de Jesús como Celestial Patrono de la Juventud Mexicana, y en especial de la Acción Católica de Jóvenes Mexicanos, ACJM. Igualmente, el Seminario Diocesano de Guadalajara le concedió el Patronato para su Facultad de Teología.
Barrio joyero por tradición el antiguo de Oblatos, reconoció como su Patrono, de Joyeros y Plateros, a San Felipe de Jesús, por moción de Mons. Meza Ledesma, quien en 1972, en multitudinaria procesión, llevó e instaló, para su pública veneración, un cuadro del Protomártir en la Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, del Santuario Nacional de Cristo Rey, en el Cerro del Cubilete.
En la década pasada, la Venerable Orden de Frailes Menores creó una Provincia Religiosa, con sede en Yucatán, que lleva el nombre de ese Santo Mexicano, hermano de su Seráfica Orden.
Con el nombramiento de nuevos Cardenales en junio de 1991, el Papa Juan Pablo II instituyó un nuevo Título Cardenalicio: el de Santa María de Guadalupe y San Felipe de Jesús, conferido al octavo Arzobispo de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, y con sede en la Basílica Parroquial de la Virgen de Guadalupe, en la Vía Aurelia, de Roma.
Ahora es el Título del actual Pastor, el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien bendijo y donó, para ese templo, una imagen de San Felipe de Jesús.

En proceso de construcción, en la Arquidiócesis de Guadalajara, hay otros dos templos dedicados al primer Santo Mexicano canonizado: uno en Tonalá y otro en Etzatlán. En las parroquias tapatías se recita con frecuencia una jaculatoria:
"¡Por la cruz en que expiraste,
San Felipe de Jesús,
haz que el pueblo mexicano
su gloria encuentre en la Cruz!".

En la actualidad, los devotos de San Felipe de Jesús, defienden con fervor a su Santo Patrono de la Ciudad de México, se niegan a aceptar que su santo sea desplazado por San Juan Diego, y acarician el hábito de la imagen de San Felipe de Jesús con más fervor que nunca.

Felipe Dorantes, viudo y de 83 años, sabe que Juan Diego ya es, irremediablemente, el Santo más popular del país, y que su "Felipillo", el olvidado Patrono de la Ciudad de México, deberá resignarse al segundo puesto.

San Felipe de Jesús, Protomártir de México,
que llevaste tu espíritu generoso hasta el
extremo del mundo, enséñanos a medir
el valor exacto de las cosas;
que nuestra patria
vuelva a su antigua riqueza espiritual,
y sea Dios el Señor de cada vida.
San Felipe de Jesús,
que aprendamos de ti
a ser como el mundo nos necesita.
¡Glorioso Mártir Mexicano,
ruega por tu Patria
y por los que vivimos en ella!

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