viernes, 14 de junio de 2013

Tercera epístola de Juan






 




   
Tercera epístola de Juan
Epístolas
Segunda epístola de JuanTercera epístola de JuanEpístola de Judas
La tercera epístola de Juan es un libro de la Biblia, en el Nuevo Testamento. Es el segundo libro más corto en la entera Biblia cristiana, tras la segunda de Juan.
La carta aparece dirigida a un hombre llamado Cayo (o Gayo) pero no se sabe con exactitud si se trata de la misma persona que vivía en Macedonia y que es citado en Hechos 19:29 o el corintio mencionado en Romanos 16:23 o el que vivía en Derbe, citado en Hechos 20:4.
Fue escrita con el propósito de encomendar a Gaio a un grupo de cristianos liderados por Demetrio, que eran extraños en el lugar donde este vivía y que tenían la misión de predicar el evangelio 3Juan 7. Se les había denegado la hospitalidad por parte de un jefe cristiano del lugar, Diotrefes.
El lenguaje de esta epístola es excepcionalmente similar al de segunda de Juan y es de consenso entre los eruditos que el mismo hombre escribió ambas cartas. Sin embargo, existe un debate sobre si el Juan que escribió estas cartas es el mismo que redactó el Evangelio de Juan, la primera de Juan y el Apocalipsis o Revelación.
A partir de la oposición que Harnack y otros autores han hecho de “iglesia-institución” (con el ministro Diotrefes) e “iglesia-carisma” (que defiende la acción de Cayo), concluyen que la eclesiología subyacente a las cartas es opuesta a la de Pablo y supondría un mayor valor del individuo ante una institucionalización excesiva.

Bibliografía

GEORGE, AUGUSTIN (1983). Introducción crítica al Nuevo Testamento (vol. II). Barcelona: Herder. ISBN 84-254-1277-3. 

Enlaces externos

Tercera epístola de Juan
Autor: La Biblia

La TERCERA CARTA DE SAN JUAN tiene un carácter completamente personal. Está dirigida a Gayo, un discípulo fiel de la comunidad, con el fin de recomendarle que brinde su hospitalidad a los predicadores itinerantes enviados por el Apóstol para anunciar el Evangelio entre los paganos (v. 7). Esos misioneros habían sido rechazados por Diótrefes, el jefe de la comunidad, a quien Juan censura en la Carta por su espíritu autoritario.
La 3Jn, también del anciano, se dirige a un misionero de la comunidad, Gayo, para recomendar a Demetrio. Pero un tal Diotrefes, jefe de una gran iglesia, se opone a los joánicos. También tiene que ver mucho con la 1Jn y especialmente con la 2Jn. ¿Qué sucederá? Pues que poco a poco los joánicos serán integrados dentro de esa gran Iglesia, lo mismo que su doctrina y su teología.
Indice:
• Introducción general
1.- 3 Juan 1



TERCERA CARTA DE SAN JUAN      
 
 


Este brevísimo escrito joánico de tan sólo 15 versículos se caracteriza por ser de un tono más personal; la tradición lo atribuye a Juan, pero sin duda que el autor debió ser un discípulo de la escuela del apóstol situada en Éfeso y conocido como “Juan el Presbítero”. Aunque escrita aproximadamente hacia el año 100 d.c tardó en ser aceptada por el conjunto de las iglesias y sólo fue reconocida como canónica hacia el siglo III.
En esta carta al igual que en la segunda, San Juan hace referencia a la verdad. El saber que las personas permanecen y viven según la verdad es motivo de gran alegría para el autor. (3 Jn 1- 4) Esta carta la dirige a Gayo, que es un miembro destacado de la comunidad cristiana. Se ha convertido en ejemplo para la comunidad, (3 Jn 5 -6)10 que agrada al autor y le halaga por eso.
Pero no todo es alegría, pues algunos que no viven de acuerdo a la verdad y se convierten en obstáculo para la evangelización. (3 Jn 9 -10) Tal es el caso de Diótrefes, quien habla mal y no recibe a lo enviados por el presbítero. Ante esta situación San Juan invita a no imitar lo malo, sino solamente lo bueno, (3 Jn 11) pues solo el que obra el bien es de Dios. (3 Jn 11)


 De igual modo hoy encontramos personas que acogen esta verdad y la reciben con amor y se mantienen en ella, comunidades en donde se mira la firmeza en la fe y se convierten en testigos y ejemplos de la verdad de Cristo con su ejemplo y obrar. Pero así mismo hay quienes se convierten en obstáculo para Cristo y no contentos con rechazar esta verdad, evitan que otros la reciban. con su mal ejemplo en vez de construir Iglesia y fortalecer a la comunidad en la fe, lo que hacen es derrumbarla y suprimirla.
En esta situación de dificultad el mensaje de la tercera carta de San Juan, nos ilustra diciendo: “no imitar lo malo, sino lo bueno”. (3 Jn II) pues el practicar el bien es lo que nos lleva a Dios y estando en el bien obtenemos la saltación, por tanto en vez de tomar los malos caminos que nos presentan, es mejor ser luz y testimonio, para que ellos se vuelvan a nuestro camino y no se pierdan. (3 Jn 5)
La tercera carta de San Juan es ante todo una invitación a defender sobre todo la verdad de Cristo (3 Jn 3) y a optar por el bien (3 Jn 11b) para ganar a Dios, ante la mala conducta de nuestros hermanos, nos invita a encarar y reprochar, no para opacar, sino más bien para corregir el error y así caminen en la verdad y vivan según la verdad y lo mismo debe ser aplicado a uno mismo, ya que ninguno somos perfectos.( 3 Jn 9— 10)
Ante todo seamos ejemplo de creyentes, ayudemos a expandir la verdad de Cristo siendo testigos, permanezcamos en la verdad y vivamos según la verdad, practiquemos el bien en función de la Iglesia y de los hermanos para ganar a Dios, corrijamos nuestras malas conductas, para no ser obstáculos en la evangelización, sino mas bien instrumentos para la construcción del Reino de Dios en la tierra.
 
Tercera Epístola de SAN JUAN APÓSTOL
INTRODUCCIÓN
1. Título.
En los antiguos manuscritos griegos el título sencillamente es IÇánnou G, literalmente, "De Juan 3". 
2. Autor. 
Si no hubiera una segunda epístola sería muy discutible la paternidad literaria de esta tercera carta; pero la similitud de estilo entre estas dos cortas epístolas indica un autor común.  Una vez que se reconoce a Juan como el que escribió la segunda epístola también puede ser reconocido como el autor de la tercera.
3. Marco histórico. 
Esta epístola es evidentemente una carta personal escrita a un tal Gayo, que no es identificado.  Se trata de un cristiano fiel, muy alabado por su bondadosa hospitalidad con los maestros itinerantes.  Se nombran otros dos personajes: Diótrefes, dirigente dado a la polémica, y Demetrio, que quizá era uno de los maestros itinerantes.  El cuadro que se deduce por lo que está escrito acerca de estos tres personajes, nos presenta una notable evolución en la iglesia cristiana y sugiere que esta epístola fue escrita después de la segunda, y por lo tanto aún más cerca de la muerte de Juan.  Parece quedar bien establecido el ministerio de los predicadores itinerantes o de hermanos visitantes (vers. 5-8).  Diótrefes se atribuye el poder de expulsar de la iglesia quizá mediante una especie de excomunión (vers. 10) a aquellos a quienes no aprueba personalmente, y la autoridad del apóstol ha sido socavada por los seguidores de Diótrefes (vers. 9-11).  Todo esto indica que la situación revelada en la segunda epístola ha evolucionado, y esto convierte a la tercera epístola en la última de las tres cartas de Juan que han llegado hasta nosotros.  Esto no quiere decir que Juan no escribió otras cartas.  No se puede probar que la carta o escrito que se menciona en el vers. 9 sea la segunda epístola, aunque es una buena posibilidad de que así fuera, ni tampoco se puede determinar cuánto tiempo transcurrió entre la redacción de la segunda y la tercera epístolas; pero parece probable que el intervalo fue breve, pues ambas se parecen tanto en estilo como en contenido.
4. Tema.
Es sencillo y directo.  La segunda epístola fue escrita para advertir contra los falsos maestros itinerantes, pero la tercera se envía para oponerse a las tenencias cismáticas ejemplificadas por las acciones de Diótrefes.
Es probable que Diótrefes fuera el anciano de la iglesia y que hubiera aceptado algunas de las falsas enseñanzas de los gnósticos.  Cuando Juan escribió a las iglesias para refutar esas falsas enseñanzas, parece que Diótrefes se opuso a que la carta fuera leída delante de los miembros de la iglesia (vers. 9).  También se impidió que se escuchara a los ministros itinerantes que pudieron haber sido enviados por Juan, y los que los escucharon en privado fueron excomulgados públicamente por Diótrefes, hombre arrogante.
Cuando Juan escribe a Gayo se esfuerza por asegurarse que su mensaje llegue a los hermanos leales.  Puede haber estado preparándolos para que aceptaran un cambio de ancianos de iglesia cuando él llegara y les "recordara" las acciones de Diótrefes (vers. 10).
En esta carta, como en los otros escritos de Juan, se manifiesta el mismo espíritu de tierno afecto personal; pero por encima del propósito inmediato de la epístola, brilla la belleza del carácter del apóstol y la inspiración que ha proporcionado a sus lectores a través de los siglos.
5.  Bosquejo.
I.  Introducción, 1.
II. Mensaje, 2-12.
                A. Buenos deseos y satisfacción, 2-4.
                B. La hospitalidad es alabada, 5-8.
                C. Se reprocha la hostilidad, 9-10.
                D. Una lección y alabanza, 11-12.
III. Conclusión, 13-14.


La tercera Carta de San Juan presenta a Jesucristo como "el camino". Nos muestra la amorosa hospitalidad de Gayo, un verdadero cristiano laico que ha dedicado su riqueza y talento al Señor, hospedando a los peregrinos. También nos habla de un tal "Diófrenes", que busca ambiciosamente la primacía y que no hospedaba a los peregrinos. Tú y yo podemos ser un "Gayo", colaborador del Reino, o un "Diófrenes", que entorpece la causa de Cristo. El Camino, la Verdad y la Vida. Así había dicho de sí mismo Jesús en Juan 14:6… Y así lo presenta Juan en sus tres cartas. La primera: Jesús, la Vida (5:13) La segunda: Jesús, la Verdad (1:2) La tercera: Jesús, el Camino. Fórmula de la Prosperidad: En todos sus escritos, Juan nos desea que tengamos "el gozo completo" que nos vino a traer Jesús. Pero en ésta lo expresa de una manera especial. Estos son los deseos de Dios para ti y para mí en 1:2: "Ruego a Dios que te haga prosperar en todo, y goces de salud, como la goza dichosamente tu alma" . Dios quiere que prosperemos, y que tengamos salud en el cuerpo, así como la tenemos en el alma. ¿No es esto maravilloso? En Mt. 10:30 ya nos había dado Jesús la "Fórmula de la Prosperidad" en la tierra: "el ciento por uno en la tierra" o lo que es lo mismo, si pones tu dinero en Cristo, tendrás, no el cinco o el diez por ciento, sino el diez mil por ciento ¡en la tierra!, y después la vida eterna. ¡Haz la prueba! (Mal. 3:10). Pero aun antes que el dinero debemos poner toda nuestra vida en él pues esta escrito que el que dejare a padre, madre, esposa hijos y tierras recibirá cien veces mas, la vida cristiana es el llevar la cruz tal y como dijo Jesús: tome su cruz cada día y sígame

Tercera Carta de Juan
 
La TERCERA CARTA DE SAN JUAN tiene un carácter completamente personal. Está dirigida a Gayo, un discípulo fiel de la comunidad, con el fin de recomendarle que brinde su hospitalidad a los predicadores itinerantes enviados por el Apóstol para anunciar el Evangelio entre los paganos (v. 7). Esos misioneros habían sido rechazados por Diótrefes, el jefe de la comunidad, a quien Juan censura en la Carta por su espíritu autoritario.
Saludo inicial
 

1 Yo, el Presbítero, saludo a mi querido hermano Gayo, a quien amo de verdad. 2 Querido hermano, ruego a Dios que te encuentres perfectamente bien y que goces de buena salud en tu cuerpo, como la tienes en tu alma.
Elogio de Gayo
 

3 Me alegré mucho cuando llegaron algunos hermanos y dieron testimonio de tu adhesión a la verdad, porque efectivamente tú vives de acuerdo con ella, 4 y mi mayor alegría es saber que mis hijos viven en la verdad.
5 Querido hermano, tú obras fielmente, al ponerte al servicio de tus hermanos, incluso de los que están de paso, 6 y ellos dieron testimonio de tu amor delante de la Iglesia. Harás bien en ayudarlos para que puedan proseguir su viaje de una manera digna de Dios, 7 porque ellos se pusieron en camino para servir a Cristo, sin aceptar nada de los paganos. 8 Por eso debemos acogerlos, a fin de colaborar con ellos en favor de la verdad.
Acusación contra Diótrefes
 

9 Yo escribí una carta a la Iglesia, pero Diótrefes, que aspira a ocupar el primer puesto en ella, no reconoce nuestra autoridad. 10 Por eso, cuando vaya, le echaré en cara el mal que hace hablando en contra de nosotros. Y no contento con esto, no quiere recibir a los hermanos, y a los que quisieran recibirlos, les prohíbe que lo hagan y los expulsa de la Iglesia. 11 Querido hermano, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace el bien pertenece a Dios, pero el que hace el mal no ha visto a Dios.
Elogio de Demetrio
 

12 En cambio, todos dan testimonio en favor de Demetrio, y la verdad confirma este testimonio. Nosotros también lo hacemos, y tú sabes que nuestro testimonio es verdadero.
Despedida
 

13 Tendría muchas cosas que decirte, pero no quiero hacerlo por carta. 14 Espero verte pronto para hablarte personalmente. 15 La paz esté contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los nuestros, a cada uno en particular.
1. "El Presbítero": ver nota 2 Jn. v. 1.
5. Los "hermanos" que estaban "de paso" eran probablemente predicadores itinerantes enviados por el Apóstol a las Iglesias de Asia Menor.
12. "Demetrio" era probablemente el portador de la Carta, que había recibido la misión de sustituir a Diótrefes en su cargo, o de poner a Gayo al frente de la comunidad.

Autoría de los escritos joánicos

    
 
San Juan en Patmos, obra de Velázquez.
Los escritos joánicos son el Evangelio de San Juan, la Primera Epístola de Juan, la Segunda Epístola de Juan, la Tercera Epístola de Juan y el Apocalipsis de Juan. Todas ellas comparten ciertas similitudes en el trasfondo teológico, pero también hay diferencias que originan el debate de hoy en día.
Tradicionalmente, estos libros del Nuevo Testamento se han atribuido a Juan el Apóstol, de quien se asume que es el mismo que Juan el Evangelista; sin embargo, especialmente desde que hay una crítica fuerte, la cuestión sobre la autoría de los escritos joánicos ha sido disputada. Anteriormente, la cuestión de la autoría de los cinco libros era apenas tocada. Sin embargo el decreto del Anexo:Concilios de Roma#Concilio del año 382 en el 382, diferencia el Evangelio, la primera epístola y el libro del Apocalipsis, que son atribuidos a Juan el Apóstol, mientras que la segunda y tercera epístolas se atribuyen a "Juan el Presbítero".
Hoy en día, los textos siguen siendo aproximados separadamente; los puntos de vista en materia de la autoría varían desde afirmar que son del Apóstol, a afirmar que el autor es otro, llamado "Juan" por conveniencia, a teorías de autoría en grupo.

Historia del uso de los escritos joánicos

En los primeros dos siglos del Cristianismo, el Evangelio de Mateo fue el instrumento primario de catequesisJuan ha sido siempre considerado el último en ser escrito, tradicionalmente se da la fecha de autoría entre los años 90 y el 100, aunque los estudios modernos sugieren a menudo una fecha todavía posterior. Bajo la influencia de Ireneo y su "canon de la verdad" de los cuatro evangelios, el Evangelio de Juan se convirtió en la piedra angular de la catequesis bautismal en Roma. Durante el Primer Concilio de Nicea, el Evangelio fue uno de los mayores soportes de la alta Cristología propuesta por los padres del concilio.
Por un lado, varios padres de la Iglesia del siglo II nunca citaron a Juan, y por otro lado, el comentario escrito más antiguo de cualquier libro del Nuevo Testamento fue el escrito sobre Juan por Heráclito, un discípulo del gnóstico Valentinius. Los Manuscritos de Nag Hammadi muestran que muchos de los primeros lectores del Evangelio de Juan respondían al texto en "sorpresivas e imaginativas maneras" (Pagels 2003 p. 115&ndash117). Orígenes, Agustín, Juan Crisóstomo y Cirilo de Alejandría hicieron comentarios de los trabajos joánicos, siendo los de Agustín los más numerosos. En la Edad Media, comentarios importantes fueron escritos por Ruperto de Deutz y Tomás de Aquino.

Historia de la escuela crítica

La era de la escuela crítica de las obras comenzó con la obra de K.G. Bretschneider en 1820 sobre la autoría joánica. Bretschneider cuestionaba la autoría apostólica del Evangelio, e incluso declaraba con base en el poco conocimiento que el autor parecía tener del territorio de Palestina. Él razonó que, ya que el significado y naturaleza del Jesús presentado en el Evangelio de Juan era muy diferente al de los Evangelios sinópticos, su autor no podía haber sido un testigo presencial de los eventos. Bretschneider citó el carácter apologético de Juan, indicando una fecha posterior de composición.
Siguiendo la filosofía de Hegel, F.C. Baur negó cualquier valoración histórica del Cuarto Evangelio. Declaró que se trataría solamente del trabajo de síntesis de una tesis-antítesis de acuerdo al modelo Hegeliano—síntesis entre la tesis Judeo-Cristiana (representada por Pedro) y antítesis del Cristianismo Gentil (representada por Pablo). También citaría en sus epístolas una síntesis con las fuerzas opuestas dualistas del Gnosticismo. Por tanto, se le asignó una fecha del año 170 al Evangelio. Muchos críticos modernos utilizan esta referencia para un fechado tardío.

El Evangelio

Crítica literaria en el siglo XIX e inicios del XX

Aunque el movimiento crítico alcanzó casi un completo acuerdo sobre las hipótesis de las dos fuentes sobre los Evangelios sinópticos, no se ha llegado a ningún acuerdo sobre las fuentes literarias de los escritos joánicos. Probablemente un ejemplo típico de teoría crítica sobre el desarrollo de estas fue dado por Julius Wellhausen en 1908. Él hipotetizó sobre un documento base que fue grandemente modificado por un editor posterior. Según él se podía separar el documento base de las ediciones, alabando el documento base, y condenando al editor posterior por su intrusión. Otros críticos, como E. Schwarz, listaron docenas de "aporías" o indicaciones de ruptura en las narrativas y los discursos.
El criticismo en el temprano siglo veinte se centraba en la idea del Logos (verbo), que fue percibido como un concepto helenista. Así, H. J. Holtzmann hipotetizó sobre una dependencia de la obra de Philo Judaeus; Albert Schweitzer consideró la obra como una versión helenizada del misticismo paulino, mientras que R. Reitzenstein buscó el origen de la obra en las religiones mistéricas egipcia y persa.
Rudolf Bultmann tomó una aproximación diferente a la obra. Hipotetizó un origen Gnóstico (específicamente del Mandeísmo) para la obra. Hizo notar las similitudes con el corpus Paulino, pero le atribuyó esto al fondo común helenístico. Declaró que los muchos contraste en el Evangelio, entre la luz y la oscuridad, la verdad y la mentira, arriba y abajo, etc., muestran una tendencia al dualismo, explicada por las raíces gnósticas de la obra. A pesar del origen gnóstico, Bultmann le atribuye al autor varias mejoras sobre el gnosticismo, como la postura judeo-cristiana de la creación y la desmitificación del papel de Redentor. Su análisis dejó al Evangelio como una investigación sobra Dios que es completamente Otro y trascendente, y sin dejar lugar en la visión del autor para la Iglesia o los sacramentos.
El análisis de Bultmann es aún ampliamente alicado en países de habla alemana, aunque con muchas correcciones y discusiones. Igualmente se han hecho amplias refutaciones a su análisis. Hoy en día, muchos exégetas cristianos rechazan gran parte de la teoría de Bultmann, pero aceptan algunas de sus intuiciones. Por ejemplo, J. Blank usa a Bultmann en su discusión sobre el Juicio Final y W. Thüsing lo usa para discutir la ascensión y glorificación de Jesús.
En el mundo de habla inglesa, Bultmann ha tenido menos impacto. En su lugar, los estudiosos tienden a continuar la investigación de las teorías helenísticas y platónicas, generalmente regresando a teorías cercanas a las de la interpretación tradicional. Por poner un ejemplo, G.H.C. McGregor (1928) y W.F. Howart (1943) pertenecen a este grupo.
Charles Alfred Honoré Guignebert, que fue profesor de historia del cristianismo en La Sorbona y uno de los más importantes autores sobre el cristianismo primitivo a principios del siglo XX, dice :
"Más tarde estudiaremos el cuarto evangelio, pero en lo referente a él, son muy claras las conclusiones de la crítica liberal; es posterior a los otros, que ha utilizado deformándolos; es muy dudoso que conociera otras tradiciones precisas que las que contienen estos. No se podría atribuir al apóstol Juan, y no tiene ningún valor propiamente histórico; no es más que una 'contemplación mística del Evangelio' (Loisy); obra de un judeo-cristiano, muy al tanto de las especulaciones de Filón de Alejandría o de su escuela" ("Manual de historia antigua del cristianismo", ISBN: 987-22675-6-1, pág. 50)

Crítica reciente

El descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto en Qumrán marcaron un cambio en la escuela joanina. Muchos de los himnos, que se presume vienen de una comunidad Esenia, contienen el mismo juego entre opuestos—luz y oscuridad, verdad y mentira—que el Evangelio contiene. Por lo tanto la hipótesis de que el Evangelio se basaba en el Gnosticismo cayó en desuso. Muchos sugirieron que Juan el Bautista perteneció a la comunidad Esenia, y si Juan el Apóstol fue anteriormente discípulo del Bautista, pudo haber sido influenciado por su enseñanza.
La revolución resultante en la escuela joánica fue denominada la nueva visión por J.A.T. Robinson, que acuñó la frase en 1957 en Oxford. De acuerdo a Robinson, esta nueva información ponía la cuestión de la autoría en una postura relativa. Consideró la existencia de un grupo de discípulos alrededor del anciano Juan el Apóstol que escribieron sus memorias, mezclándolas con especulación teológica, modelo que ya había sido utilizado por Renan en Vie de Jésus ("La vida de Jesús", 1863). El trabajo de estos estudiosos llevó el consenso otra vez a un origen Palestino del texto, en vez de un origen helenístico favorecido por los críticos de décadas anteriores.
En cualquier caso, la "fiebre de Qumrán" que se originó por el descubrimiento de los Manuscritos está decayendo gradualmente, con las teorías de influencias gnósticas en las obras joánicas volviendo a ser propuestas, en especial en Alemania. Algunas posturas recientes han visto la teología de los escritos joánicos como directamente opuestas a los "cristianos de Tomás" (Riley 1995; Pagels 2003).

Historicidad

Con la excepción de la Vie de Jésus de Renan, que alababa los detalles históricos y geográficos presentes en el Evangelio, prácticamente todos los críticos anteriores al siglo XX negaban cualquier valor histórico a la obra, basándose sobre todo en sus conclusiones sobre siete tesis particulares: primero, que la tradición de la autoría por Juan el Apóstol fue creada a posteriori para dar soporte a la autoridad del libro; segundo, que el libro no procede ni siquiera indirectamente del relato de un testigo ocular; tercero, que el libro fue escrito como una obra apologética, no como historia; cuarto, que la tradición sinóptica fue usada y adaptada muy libremente por el autor; quinto, que estas desviaciones no eran debidas a la aplicación de otras fuentes desconocidas a los autores de los evangelios sinópticos; sexto, que los discursos en el Evangelio expresan no las palabras de Jesús, sino las del evangelista; y por lo tanto, que el cuarto Evangelio no tiene ningún valor como suplemento de los sinópticos.
Se apunta a algunos pasajes del Evangelio como soporte a favor del carácter histórico y testimonial del Evangelio. En el segundo capítulo, cuando Jesús limpia el Templo de Jerusalén, los judíos le dicen que el Templo ha estado bajo construcción por 46 años. Dicha construcción comenzó el año 20 a. C. bajo Herodes el Grande, fechando la limpieza del Templo en el año 27, precisamente cuando los estudiosos modernos ubican el comienzo del ministerio de Jesús. Similarmente, la cronología de Juan sobre la muerte de Jesús parece más realista, ya que los Evangelios Sinópticos tienen el juicio antes del Sanedrín en el primer día de la Pascua, que era día de descanso. Sin embargo, esto podría ser solamente debido a que los autores de los evangelios tendrían un recuento más claro y neutral de los eventos que como sería visto por alguien en el presente.
Fredriksen 2002 (ver también [1]) ve la explicación del arresto y crucifixión de Jesús en el Cuarto Evangelio como la más plausible históricamente: "La motivación de los sacerdotes es clara y tiene sentido común: 'Si dejamos que [Jesús] continúe... los Romanos vendrán y destruirán nuestros lugares sagrados y nuestra nación.' Caifás continúa, 'Es necesario que un solo hombre muera por el bien del pueblo, a que toda la nación perezca' (Jn 11,48-50)".

Autoría

Crítica temprana

De acuerdo con algunos críticos, las primeras personas en usar el Evangelio de Juan fueron los gnósticos desde principios hasta mediados del segundo siglo, basándose en los comentarios hechos a Juan por los Gnósticos Ptolomeo y Heracleon, citados por Ireneo y Orígenes. Otros van más allá y declaran que el autor mismo era Gnóstico, citando similitudes con el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Felipe.
El primer testigo certero de la teología joánica entre los Padres de la Iglesia es Ignacio de Antioquía, cuya Carta a los Filipenses se basa en Juan 3,8 y alude a Juan 10,7-9 y a Juan 14,6. Esto indicaría que el Evangelio era conocido en Antioquía antes de la muerte de Ignacio (hacia el año 107). Para mediados del siglo II, Policarpo de Esmirna usaba expresiones sacadas de las cartas de Juan.
El más temprano testimonio del autor es el de Papías de Hierápolis, preservado en fragmentos de citas en la historia de la Iglesia de Eusebio. Este texto es por consecuencia un tanto oscuro. Eusebio dice que dos diferentes Juanes deben distinguirse, Juan el Apóstol, y Juan el Presbítero, siendo el Evangelio asignado al Apóstol y el Apocalipsis al presbítero.
El testimonio de Ireneo, basado en Papías, representa la tradición en Éfeso, donde Juan el Apóstol se dice que vivió. Ireneo era discípulo de Policarpo, por lo tanto, de segunda generación luego del apóstol. Ireneo declara inequívocamente que el apóstol es el autor del Evangelio. Algunos críticos rechazan la referencia de Ignacio de Antioquía como referida al Evangelio, y citan a Ireneo como el primero en usarlo. Algunos van más allá y declaran que Ireneo es el autor (o al menos el último editor final) del libro. Estos críticos declaran que la teoría de la autoría joánica fue creada por la Iglesia primitiva para darle más autoridad a la obra que usaban para combatir el Gnosticismo.
El reciente descubrimiento del fragmento de San Juan (papiro P52 de la Biblioteca John Rylands), fechado típicamente alrededor de los años 100-150 (aunque algunos lo hacen hasta el 175), sugiere que el texto del Evangelio de Juan se dispersó rápidamente por Egipto. Conforme el texto se dispersaba por Egipto, varios pedazos de información legendaria fueron preservados. Clemente de Alejandría menciona la actividad misionera de Juan el Apóstol en Asia Menor, y continúa, "En cuanto a Juan, el último, al ver que en los Evangelios se cuenta de las cuestiones corporales, apoyado por sus discípulos e inspirado por el Espíritu Santo, escribió un Evangelio espiritual". (Quis dives salvabitur 42,1). Orígenes responde, cuando se le pregunta cómo es que Juan coloca la limpieza del Templo al inicio en vez de al final, "Juan no siempre dice la verdad literalmente, sino que siempre dice la verdad espiritualmente" (Comentario a Juan 10.4.6). En Alejandría, la autoría del Evangelio y la primera epístola nunca fue cuestionada.
Roma fue el hogar del único rechazo temprano al cuarto Evangelio. Los adversarios del montanismo eran los responsables. Ireneo dice que estas personas intentaban suprimir la enseñanza del Espíritu Santo para poder vencer al Montanismo, y como resultado negaban la autoría del Evangelio y su autoridad. Después Epifanio llamó a este grupo, seguidores del sacerdote Cayo, los alogoi en un juego de palabras entre "sin la Palabra" y "sin la razón".

Crítica moderna

Los documentos sobre la autoría tradicional del Evangelio tienen ciertos puntos débilos que han sido explotados por los críticos. Ireneo es acusado de hacer a Papías de Hierápolis un discípulo de Juan el Apóstol para dar soporte a sus propias teorías: Eusebio mostró luego que Papías fue discípulo de Juan el Presbítero. Pero incluso Eusebio no escapa a la crítica. Sus citas a Juan el Presbítero parecen motivadas por sus argumentos de la autoría del Apocalipsis. Las memorias de Ireneo sobre el testimonio de Policarpo son memorias infantiles, y carecen de claridad. Por ejemplo, cita las relaciones de Policarpo y "Juan", pero nunca especifica de qué Juan se trata.
El Evangelio de Juan declara explícitamente que fue escrito por el "discípulo amado por Jesús", por lo que se ha hecho un gran esfuerzo para determinar de qué persona se podría tratar. Tradicionalmente es identificado como Juan el Apóstol, ya que de otra manera, uno de los más importantes apóstoles de los otros Evangelios no sería mencionado dentro del cuarto evangelio. Sin embargo, algunos críticos han sugerido algunas otras posibilidades. Filson y Sanders sugieren a Lázaro, ya que Juan 11,31.36 indican explícitamente que Jesús lo "amaba", y esto está implicado en el Evangelio secreto de Marcos. Sin embargo, el hecho de que Lázaro no sea mencionado en el ministerio de Galilea, y que no haya una tradición amplia sobre la actividad apostólica de Lázaro luego de la muerte de Jesús, deja esta teoría en duda. Parker sugiere que este discípulo podría ser Juan Marcos; sin embargo, los Hechos de los Apóstoles indican que Juan Marcos era muy joven y llegado después como discípulo. J. Colson sugiere que "Juan" era un sacerdote de Jerusalén, explicando así la mentalidad sacerdotal en el cuarto evangelio. R. Schnackenburg sugiere que "Juan" era un residente desconocido de Jerusalén que se encontraba dentro del círculo de amigos de Jesús. El Evangelio de Felipe y el Evangelio de María Magdalena identifican a María Magdalena como la discípula que Jesús amaba, conexión analizada por Esther de Boer (en Meyer 2004) y hecha notoria en la obra de ficción El código Da Vinci. Finalmente, pocos autores, como Loisy, Bultmann y Hans-Martin Schenke, ven a "Juan" como una creación puramente simbólica, un pseudónimo idealizado para un grupo de autores.
Además de las dudas sobre la identificación del "discípulo a quien Jesús amaba" con el apóstol Juan, también queda la cuestión de si este apóstol fue el autor de los textos. Se han dado varias objeciones a la autoría de Juan el Apóstol. Primero que nada, el Evangelio de Juan es un recuento altamente intelectual de la vida de Jesús, lo que requiere un buen nivel de educación. Pero los Evangelios Sinópticos están de acuerdo en que Juan era un pescador, quien seguramente no tendría mucha educación. Contra esta objeción, se puede notar que Juan no era pescador a jornal, sino alguien que podría tener su propio barco, y por tanto podría tener acceso a suficiente ingreso para pagar una enseñanza. Sin embargo, los Hechos de los Apóstoles se refieren a Juan como "sin educación" o "iletrado".
Una segunda objeción a la autoría de Juan el Apóstol está en la importancia dada a las tradiciones de Jerusalén, lo que sería inusual para un galileo. La respuesta usualmente dada a esta objeción es que el conocimiento de Jerusalén mostrado en el texto no es más que lo que un peregrino anual podría saber. El interés de Juan por Jerusalén parece ser totalmente dependiente de su interés en Jesús.
Finalmente, se objeta que el "discípulo al que Jesús amaba" no es mencionado antes de la Última Cena, así que este discípulo no podría haber sido un testigo visual de los primeros eventos del Evangelio. Sin embargo, la tradición ha identificado a este discípulo con el discípulo sin nombre del primer capítulo. La estructura del Evangelio también explica parcialmente la "desaparición" de los discípulos del centro de acción. Los primeros doce capítulos, el "Libro de los Signos", hablan de la prédica y milagros de Jesús a los judíos, mientras que el relato de la Última Cena se concentra en su relación particular con sus discípulos.
La posibilidad de una autoría colectiva del cuarto Evangelio se basa en diferencias estilísticas y de discurso narrativo. En particular, el capítulo 21 es muy diferente estilísticamente del cuerpo principal del Evangelio, y se piensa que podría ser una adición posterior. R.E. Brown (1970) distingue cuatro etapas de desarrollo: la tradición conectada directamente con el apóstol, una edición parcial de sus discípulos, una síntesis hecha por el apóstol y las adiciones del editor final.
Muchos críticos fechan la escritura del Evangelio en los últimos cuatro o cinco años del primer siglo, aunque como ya se ha dicho, algunos eligen incluso una fecha muy posterior, típicamente en la época de Ireneo. Si este fuera el caso, y si el "discípulo amado", fuese Juan el Apóstol u otro seguidor de Jesús, fuera el principal autor, debería haber tenido unos 90 años en la fecha de la composición, lo que sería una edad muy remarcable para el siglo I, cuando las esperanzas de vida eran mucho más cortas. Por otro lado, si en realidad vivió hasta tal edad, se explicaría entonces la tradición sacada de Juan 21, de que muchos creían que Jesús había dicho que el "discípulo amado" nunca moriría.

Primera epístola

La fraseología de esta primera carta de Juan es muy similar a aquella del cuarto Evangelio, por lo que la cuestión de la autoría es usualmente conectada con la cuestión de la autoría del evangelio. Hay varios usos de frases que ocurren solamente en el Evangelio y en la Primera Epístola, y en ningún otro lado del Nuevo Testamento, como "tener pecado", "hacer la verdad", "resto" en cierto estado místico (en el Padre, en el Hijo, en mi amor), etc. Ambas obras tienen un sabor semítico que tiende a lo griego -- muchos enunciados comienzan con "todos" o con "y", el uso de la "inclusión literaria" (la repetición de una frase para indicar que el material entre ambas inclusiones viene junto), uso mínimo de partículas griegas ilativas. Ambas obras tienen los mismos conceptos básicos: el Mundo, el Único elegido, la encarnación, el paso de la muerte a la vida, la verdad y las mentiras, etc.
De acuerdo con Eusebio, el libro no estuvo dentro de aquellos cuya canonicidad estuvo en duda; sin embargo, no está incluido en el antiguo canon Sirio. Teodoro de Mopsuestia también presentó una opinión negativa sobre su canonicidad. Fuera del mundo Sirio, el libro tiene varios testigos tempranos, y parece que fue ampliamente aceptado.
Dada la similaridad con el Evangelio, muchos críticos le dan la misma autoría a la Epístola que la que le dan al Evangelio. Muchos se refieren a una escuela juanina de la cual la letra fue producida, posiblemente de la mano del apóstol mismo.

Segunda y tercera epístolas

Aunque la tradición normalmente le asigna la segunda y tercera epístolas a Juan el Apóstol, el hecho de que el autor se identifique a sí mismo como "el presbítero" (o "el sacerdote") deja dudas sobre esta asignación tradicional, incluso en la Iglesia primitiva. Como hay suficientes similitudes literarias y teológicas con la primera epístola, estas dos últimas normalmente se asume que vienen del mismo círculo teológico. Por ello, muchos escolares asumen que el autor de estos libros sería cierta personalidad del círculo de discípulos de Juan. Las similitudes entre ambos libros hacen que sea poco probable que tengan dos autores separados. Este autor hipotético es usualmente llamado "Juan el Presbítero" para distinguirlo del apóstol.
La leyenda medieval, por otra parte, hizo equivalentes a "Juan el Presbítero" con "Juan el Apóstol", y como muchos leían el capítulo 21 del Evangelio como un indicador de que Juan el Apóstol nunca murió, se produjo la historia del Preste Juan, que se decía era el Apóstol, aún vivo y escribiendo en la Edad Media.

Apocalipsis

El autor del libro del Apocalipsis se identifica a sí mismo como "Juan", por lo que el libro se le ha acreditado tradicionalmente a Juan el Apóstol. Se ha encontrado evidencia de esta identificación desde Justino Mártir en su Diálogo con Trifón. Otros testigos de esta tradición son Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano.
Las primeras dudas sobre la autoría apostólica del libro vinieron en el siglo III. El presbítero Cayo de Roma (uno de los "alogoi" de Epifanio) identificaba al autor con Cerinto, considerado un hereje. El obispo Dionisio de Alejandría rechazaba la autoría apostólica, pero aceptaba su canonicidad. Más radicalmente en el siglo IV, la mayoría de la Iglesia Oriental rechazaba su canonicidad. Este punto de vista era compartido por varios Padres de la Iglesia, como Cirilo de Jerusalén, Gregorio de Nacianzo, Juan Crisóstomo y Teodoreto. También era rechazado en Siria.
La cuestión de la canonicidad fue reabierta en occidente por los Protestantes de la Reforma. Por otra parte, el Concilio de Trento de la Iglesia Católica, reafirmó su canonicidad. Hoy en día muchos cristianos aceptan este libro como parte del canon.
Hay muchas afinidades entre este libro y el Cuarto Evangelio: el uso de alegorías, simbolismo, y metáforas similares como "el agua viva", "el pastor", "el cordero", y "el mana". Sin embargo, las diferencias entre ambos son probablemente mucho más notables. El libro del Apocalipsis no entra en varios de los típicos temas juaninos, como la luz, la oscuridad, la verdad, el amor y "el mundo" en un sentido negativo. La escatología de ambas obras es también muy diferente.
Una identificación precisa del autor es casi imposible debido a la falta de evidencia. Sin embargo, la obra es por lo general asignada a un círculo de discípulos cercanos al Apóstol Juan. La fecha de composición es ampliamente discutida. Ireneo menciona el final del reinado de Domiciano (lo cual repiten Eusebio y Jerónimo). Ésta es la opinión más común entre varios críticos modernos que consideran la obra como escrita de una sola vez. Sin embargo, Epifanio cita la composición en el reino de Claudio, y el Fragmento muratoriano sugiere la composición en tiempos de Nerón.
Algunos exégetas (Touilleux, Gelin, Feuillet) distinguen dos fechas: la publicación (bajo Domiciano) y la fecha de las visiones (bajo Vespasiano). De acuerdo con estas teorías, varios editores habrían retocado el documento. El fechado de la obra es aún muy debatido en la comunidad de estudiosos.

Referencias

  • de Boer, Esther, 2004. Ensayo en The Gospels of Mary de Marvin Meyer, HarperSanFrancisco. ISBN 0-06-072791-8
  • Denzinger, Heinrich y Rahner, Karl. Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum. 28ava Edición. Herder: Freiburg, 1952.
  • George, Augustin y Grelot, Pierre. Introducción Crítica al Nuevo Testamento. Herder: Barcelona, 1992. ISBN 84-254-1277-3
  • Pagels, Elaine, Johannine Gospels in Gnostic Exegesis
  • Pagels, Elaine, 2003. Beyond BeliefISBN 0-375-70316-0
  • Riley, Gregory J., 1995. Resurrection Reconsidered: Thomas and John in Controversy (Minneapolis)
  • Wijngaards, John. Handbook to the Gospels. ISBN 0-89283-136-7
  • Wiles, Maurice F., 1960. The Spiritual Gospel: The Interpretation of the Fourth Gospel in the Early Church, (Cambridge: Cambridge University Press)

Véase también

Enlaces externos

















 

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