viernes, 14 de junio de 2013

Segunda epístola de Juan







   
Segunda epístola de Juan
Epístolas
Primera epístola de JuanSegunda epístola de JuanTercera epístola de Juan
La Segunda epístola de Juan es un libro del Nuevo Testamento. Es el libro más corto de toda la Biblia: consta únicamente de trece versículos.
Se trata de una carta dirigida a "la dama elegida" (Ἐκκλεκτῇ) y cierra con las palabras "Los niños de vuestra elegida hermana les saludan" (2Juan 13). Sin embargo, algunos leen en vez de la palabra "dama" el nombre personal Kyria aunque la interpretación más tradicional la hace coincidir con una comunidad o una iglesia: Dado que el autor de la carta se refiere a ella en ocasiones en singular y en otras en plural (cf. versículos 6, 8, 10 y 12) se cree que más bien Electa sea una iglesia (dado el sentido de la palabra griega y la mención en el versículo 13 de que la hermana de Electa se llama de igual modo). Se trata, casi sin dudas, de una ciudad del Asia Menor.[1] La ocasión la dan algunos predicadores externos no cristianos que ponen en peligro la fe de los fieles de esa iglesia. De ahí las recomendaciones a mantener la fe intacta, a practicar las obras de beneficencia entre ellos y huir de tales predicadores.
De los trece versículos que componen esta epístola, siete están contenidos en la primera de Juan. La persona a la que se dirige la carta es encomiada por su piedad y es prevenida contra los falsos maestros.
El lenguaje de esta epístola es excepcionalmente similar al de la tercera de Juan. Por lo tanto, el consenso entre los eruditos es que la misma persona escribió ambas cartas. No obstante, se duda el hecho que sea también el mismo Juan que escribió el evangelio de Juan, la primera de Juan o el libro de Apocalipsis.

Datos Esenciales

  • Propósito: poner de relieve los elementos fundamentales para seguir a Cristo -la verdad y el amor- y advertir de los falsos maestros.
  • Autor: el apóstol Juan.
  • Destinatario: a la "señora elegida" y a sus hijos, o posiblemente a la iglesia local, y a todos los creyentes en todas las partes.
  • Fecha: casí la misma época que 1era de Juan, alrededor del 90 d. C. desde la isla de Éfeso.
  • Marco histórico: es evidente que esta mujer y su familia formaban parte de una de las iglesias que Juan supervisaba, y habían establecido una sólida amistad. Juan les advertía de los falsos maestros, los que predominaban en algunas de las iglesias.
  • Versículo clave: “Y este es el Amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en Amor, como vosotros habéis oído desde el principio” (1:6).
  • Personas claves: Juan, la mujer elegida y sus hijos.

Notas

  1. Hay que decir con todo que se ha propuesto también la posibilidad de que se trate de la comunidad de Roma sobre todo si se compara esta breve carta con 1Pe 5, 13 (cf. Don Chapman).

Bibliografía

  • GEORGE, AUGUSTIN (1983). Introducción crítica al Nuevo Testamento (vol. II). Barcelona: Herder. ISBN 84-254-1277-3. 
  • Biblia del Diario Vivir - RV 1960. Colombia: Caribe. 2007. ISBN 13-978-1-60255-066-7. 

Enlaces externos


Segunda epístola de Juan
Autor: La Biblia


La SEGUNDA CARTA DE SAN JUAN está dirigida a una comunidad cristiana de Asia Menor. La fe de esa comunidad se ve amenazada por la presencia de falsos maestros, que se aventuran "más allá de la doctrina de Cristo" (v. 9) y "no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne" (v. 7), es decir, niegan el misterio de la Encarnación. Juan quiere alertar a los creyentes contra esas enseñanzas. Por eso les recuerda que ellos poseen el conocimiento de la verdad, y que deben vivir en la verdad, amándose los unos a los otros, según el mandamiento recibido del Padre y transmitido por la Iglesia desde el comienzo (vs. 4-6).
La 2Jn se atribuye al anciano, personaje desconocido, pero que tuvo su autoridad dentro del cristianismo joánico. Aquí las advertencias contra los heréticos son mucho más explícitas y manifiestas. Es una carta que muestra la misma tragedia de la comunidad de 1Jn, pero algo posterior.

Indice:
• Introducción general
1.- 2 Juan 1

SEGUNDA CARTA DE SAN JUAN      
   


Segunda carta de San Juan


La Segunda Carta de San Juan presenta a Jesucristo, como la Verdad (1:2). Juntamente con la tercera carta, su tema es la hospitalidad basada en el amor. Juan nos habla de nuevo  del antiguo y nuevo mandamiento: Que nos amemos unos a otros: (1:5), ahora expresado en la caridad de hospitalidad de Electra. Este nuevo mandamiento, el verdadero amor consiste en que procedamos según los mandamientos de Dios (1:6). Y esto se obtiene por la perseverancia en el amor, con la base de la verdad, el magisterio desde sus inicios ha proclamado la verdadera humanidad y divinidad de Jesús.
El autor procede con la intensión de resolver y a la vez aclarar el problema que se está presentando en la comunidad. Se trata de una comunidad amenazada por muchos impostores. El impostor por lo general va sembrando falsedades en las comunidades.

Le dice Juan a Electra que a los impostores y anticristos no los reciba en la casa, que ni siquiera los salude (1:10). Pareciera que esto estuviera contra la caridad, pero la verdad, siempre tiene que ir por delante.  No hay que dejar que el amor se convierta en sentimentalismo blando, ni en indiferencia débil, sobre todo cuando está en juego la verdad. No hay que favorecer, ni apoyar, ni agasajar en público a los falsos maestros.  En 1:7 aparece la palabra anticristo. Es el segundo libro de la Biblia en que aparece, y también el último. Aquí el anticristo niega que Jesucristo sea hombre, que Dios se haya hecho hombre. A los que así hablan, no recibirlos en la casa, ni siquiera saludarlos. Actualmente hay algunas sectas que niegan la divinidad de Jesús, o que Dios no se hizo hombre, como los Testigos de Jehová, la Ciencia Cristiana, el Espiritismo, la Iglesia Unitara etc. Esta carta es un llamado a la perseverancia en la verdadera fe (1:9), y un deseo final a que tengamos el gozo completo, que fue para lo que Dios se hizo hombre (Juan 17:13).

II Carta del Apóstol Juan
En la segunda Epístola -como en la tercera- San Juan se llama a sí mismo "el anciano" (en griego presbítero), título que se da también San Pedro haciéndolo extensivo a los jefes de las comunidades cristianas (I Pedro 5, 1) y que se daba sin duda a los apóstoles, según lo hace presumir la declaración de Papías, obispo de Hierápolis, al referir cómo él se había informado de lo que habían dicho "los ancianos Andrés, Pedro, Felipe, Tomás, Juan". El padre Bonsirven, que trae estos datos, nos dice también que las dudas sobre la autenticidad de estas dos Cartas de San Juan "comenzaron a suscitarse a fines del siglo II cuando diversos autores se pusieron a condenar el milenarismo; descubriendo milenarismo en el Apocalipsis, se resistían a atribuirlo al Apóstol Juan y lo declararon, en consecuencia, obra de ese presbítero Juan de que habla Papías, y así, por contragolpe, el presbítero Juan fue puesto por varios en posesión de las dos pequeñas Epístolas". Pirot anota asimismo que "para poder negar al Apocalipsis la autenticidad joanea, Dionisio de Alejandría la niega también a nuestras dos pequeñas cartas". La Epístola segunda va dirigida "a la señora Electa y a sus hijos", es decir, según lo entienden los citados y otros comentadores modernos, a una comunidad o Iglesia y no a una dama (cf. II Juan 1, 13 y notas), a las cuales, por lo demás, en el lenguaje cristiano no se solía llamarlas señoras (Ef. 5, 22 ss.; cf. Juan 2, 4; 19, 26).


Cartas Juaninas:

Es un estudio de las ―Cartas Juaninas‖; el estudiante deberá familiarizarse al concepto de las cartas y definir con claridad su marco histórico, conceptual y deberá reconocer los contenidos y los mensajes de estas cartas del Juan, considerando la Biblia como base de información y lectura, solo se aceptara lecturas y material de consulta que conduzcan a una mejor comprensión de esta materia y deberán ser autorizadas por este profesor. Los escritos joánicos son el Evangelio de San Juan, la Primera Epístola de Juan, la Segunda Epístola de Juan, la Tercera Epístola de Juan y el Apocalipsis de Juan. Todas ellas comparten ciertas similitudes en el trasfondo teológico, pero también hay diferencias que originan el debate de hoy en día. Tradicionalmente, estos libros del Nuevo Testamento se han atribuido a Juan el Apóstol, de quien se asume que es el mismo que Juan el Evangelista; sin embargo, especialmente desde que hay una crítica fuerte, la cuestión sobre la autoría de los escritos joánicos ha sido disputada. Anteriormente, la cuestión de la autoría de los cinco libros era apenas tocada. Sin embargo el decreto del Concilio de Roma en el 382, diferencia el Evangelio, la primera epístola y el libro del Apocalipsis, que son atribuidos a Juan el Apóstol, mientras que la segunda y tercera epístolas se atribuyen a \"Juan el Presbítero\". Hoy en día, los textos siguen siendo aproximados separadamente; los puntos de vista en materia de la autoría varían desde afirmar que son del Apóstol, a afirmar que el autor es otro, llamado \"Juan\" por conveniencia, a teorías de autoría en grupo. En los primeros dos siglos del Cristianismo, el Evangelio de Mateo fue el instrumento primario de catequesis— Juan ha sido siempre considerado el último en ser escrito, tradicionalmente se da la fecha de autoría entre los años 90 y el 100, aunque los estudios modernos sugieren a menudo una fecha todavía posterior. Bajo la influencia de Ireneo y su \"canon de la verdad\" de los cuatro evangelios, el Evangelio de Juan se convirtió en la piedra angular de la catequesis bautismal en Roma. Durante el Primer Concilio de Nicea, el Evangelio fue uno de los mayores soportes de la alta Cristología propuesta por los padres del concilio. Por un lado, varios padres de la Iglesia del siglo II nunca citaron a Juan, y por otro lado, el comentario escrito más antiguo de cualquier libro del Nuevo Testamento fue el escrito sobre Juan por Heráclito, un discípulo del gnóstico Valentinius. Los Manuscritos de Nag Hammadi muestran que muchos de los primeros lectores del Evangelio de Juan respondían al texto en \"sorpresivas e imaginativas maneras\" (Pagels 2003 p. 115&ndash117). Orígenes, Agustín, Juan Crisóstomo y Cirilo de Alejandría hicieron comentarios de los trabajos joánicos, siendo los de Agustín los más numerosos. En la Edad Media, comentarios importantes fueron escritos por Ruperto de Deutz y Tomás de Aquino. (En formato PDF)



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Segunda Epístola SAN JUAN APÓSTOL
1 El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, 2 a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros: 3 Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor. Permaneced en la doctrina de Cristo 4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. 5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. 6 Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. 7 Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. 8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. 9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras. Espero ir a vosotros 12 Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido. 13 Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén. 


Segunda Epístola de SAN JUAN APÓSTOL

 

INTRODUCCIÓN

 

1.

 

Título.

 

En los antiguos manuscritos gríegos el título es sencillamente IÇánnou B,

literalmente, "De Juan 2".  Ver lo que se dice en cuanto al título de la

primera epístola (p. 641). No disponemos de ninguna evidencia externa por la

que podamos saber si esta carta es la segunda en orden cronológico, pero por

medio de una comparación del texto de las tres epístolas atribuidas a Juan,

parece probable que ésta fue escrita después de la primera.  La que llamamos

segunda parece referirse al contenido de la primera en una forma que es natural

si es que el autor ya había escrito la carta más larga, pero que sería extraño

si la más corta hubiera sido escrita primero (cf. 2 Juan 5-7, 9, 12 con 1 Juan

1:4; 2:4-5, 7, 18; 5:10-12).

 

2.

 

Autor. 

 

La cuestión de la paternidad literaria queda resuelta hasta cierto grado con

las dos primeras palabras de la epístola: "el anciano", pero la identidad del

"anciano" aún debe estudiarse.  El consenso de los eruditos se inclina a favor

de Juan como el autor y, por lo general, se concuerda en que el título

"anciano" es singularmente adecuado para el anciano apóstol que sobrevivió

largamente a sus compañeros de ministerio.  Si Juan estaba escribiendo a un

individuo o a un grupo que le era bien conocido, no tenía necesidad de usar

otra identificación fuera del calificativo afectuoso con que ya era conocido

por sus lectores.

 

La identificación del "anciano" depende en gran medida de la relación que se

descubre entre la segunda epístola y la primera, y entre ambas y el cuarto

Evangelio.  Las similitudes evidentes entre la segunda carta y la primera

sugieren un autor común.  La palabra "anticristo" es exclusiva del vers. 7 y de

1 Juan 2:18, 22; 4:3.  En cuanto al estilo similar, compárese "andando en la

verdad" (2 Juan 4) con "andamos en luz" (1 Juan 1:7); "un nuevo mandamiento" (2

Juan 5) con "un mandamiento nuevo" (1 Juan 2:8); "nos amemos unos a otros" (2

Juan 5; 1 Juan 3:11); "tiene al Padre y al Hijo" (2 Juan 9) con "tiene al Hijo"

(1 Juan 5:12).  Como se presentó en la introducción de la primera epístola, hay

razones válidas para aceptar al apóstol Juan como el autor de esta carta así

como del Evangelio que lleva su nombre.  Si se aceptan esas razones, también

puede aceptarse que Juan es el autor de esta epístola.

 

3.

 

Marco histórico. 

 

Por las razones ya expuestas es probable que esta carta fue escrita después de

la primera epístola; y si se acepta a Juan como el autor, entonces se escribió

poco después de la primera carta, debido a la edad del apóstol (ver la 702

Introducción de la primera epístola).  El factor adicional que manifiesta la

segunda epístola es que falsos maestros estaban abusando de la hospitalidad

cristiana para propagar doctrinas falsas.

 

4.

 

Tema. 

 

Una lectura superficial de la epístola basta para captar su naturaleza íntima.

Evidentemente es una carta personal, pero si fue dirigida a un individuo o a un

grupo, eso depende de la interpretación que se dé a la frase: "a la señora

elegida y a sus hijos" (ver com. vers. 1).  Dentro de estos límites, el tema de

la epístola demuestra satisfacción por el estado espiritual de los lectores,

los anima en el sendero cristiano; es una amonestación contra los falsos

maestros y sugiere cómo tratar a los engañadores.  La carta revela el espíritu

tierno y amante del autor y la belleza de la intimidad espiritual que podía

existir entre los hermanos en la fe de la iglesia primitiva.

 

Se ha sugerido que el tamaño casi idéntico de la segunda epístola y de la

tercera se debió a la dimensión de la hoja de papiro que por lo general se

usaba en ese entonces (ver t. V, pp. 113- 114).

 

5.

 

Bosquejo.

 

Una carta tan corta y que toca tantos puntos diferentes, debe ser dividida en

unidades muy pequeñas para poder enumerar los temas que contiene; sin embargo,

hay tres secciones principales en la epístola.

 

I. Introducción, 1-3.

 

        A. Saludo, 1 p. p.

 

        B. El vínculo que une, 1 ú. p.-2.

 

        C. Bendición, 3.

 

II. Mensaje, 4-11.

 

        A. Alabanza por la fidelidad, 4.

 

        B. Exhortación a continuar en el amor, 5-6.

 

        C. Advertencia contra los falsos maestros, 7-11.

 

                1. Advertencia contra engañadores, 7-8.

 

                2. Resultados de continuar el trato con engañadores, 9.

 

                3. Cómo tratar a los maestros heréticos, 10- 11.

 

III. Conclusión, 12-13.

 

        A. Esperanza de encontrarse pronto, 12.

 

        B. Saludos para amigos o parientes, 13.

 

1 Exhortación a una honorable dama y a sus hijos, a perseverar en la fe y el

amor cristiano, para que no pierdan la recompensa de su primera profesión de

fe, y a no tener nada que ver con los engañadores que no predican la verdadera

doctrina de Cristo.

 

1 EL ANCIANO a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad;

y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad,

 

2 a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con

nosotros:

 

3 Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor

Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor.

 

4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la

verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.703

 

5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el

que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.

 

6 Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos.  Este es el

mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.

 

7 Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que

Jesucristo ha venido en carne.  Quien esto hace es el engañador y el

anticristo.

 

8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo,

sino que recibáis galardón completo.

 

9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene

a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al

Hijo.

 

10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa,

ni le digáis: ¡Bienvenido!

 

11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.

 

12 Tengo muchas cosas que escribimos, pero no he querido hacerlo por medio de

papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro

gozo sea cumplido.

 

13 Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan.  Amén.

 

1.

 

Anciano. 

 

Gr. presbúteros (ver com.  Hech. 11:30).  Este calificativo puede referirse a

la edad, el cargo, o a ambos.  Este Comentario sostiene que el apóstol Juan fue

el autor de esta epístola (ver p. 701), y por eso se puede ver cuán adecuada es

en su caso la palabra "anciano".  En el tiempo cuando se escribió la epístola

-c. 95 d. C. (ver p. 701)- Juan tuvo que haber sido ya anciano, y de acuerdo

con la tradición fue el último apóstol sobreviviente que ocupó un lugar muy

importante en la creciente iglesia cristiana.  Por lo tanto, cuando escribía a

gente que lo conocía bien, no tenía ninguna necesidad de identificarse excepto

el simple y sencillo título de "anciano".

 

Algunos sugieren que el título "el anciano" se refiere a otra persona, que

identifican como Juan el Presbítero, o el Anciano Juan.  Este punto de vista se

apoya en las palabras de Papías (m. c. 163 d. C.) registradas por Eusebio de la

siguiente manera: "Porque si entretanto me salía al encuentro alguno que había

tratado con los ancianos, le preguntaba curiosamente cuáles fuesen los dichos

de los ancianos; qué acostumbraban a decir Andrés, Pedro, Felipe, Tomás,

Santiago, Juan, Mateo, y qué los demás discípulos del Señor; qué predicaron

Aristión y el presbítero Juan, discípulos del Señor" (Historia eclesiástica

iii. 39).  Pero es sumamente dudoso que Papías se esté refiriendo aquí a dos

personas diferentes que se llamaban Juan.  Es probable que estuviera hablando

de una sola persona, de Juan, el discípulo amado.  En la primera referencia lo

incluye entre los otros apóstoles que pudieron haber dejado algo escrito; en la

segunda parece incluirlo con Aristión, como uno de cuyos propios labios él

(Papías) había oído un testimonio directo acerca del Señor Jesús.  De modo que

aún queda en duda la existencia de un Juan el Presbítero, que no sea el apóstol

Juan.  El nombre podría ser sólo otro nombre dado al último de los apóstoles.

En este caso, el calificativo de "anciano" tiene aun un significado mayor

cuando se aplica a Juan.

 

Señora. 

 

Gr. kuría.  Son posibles dos interpretaciones.  Según la primera Kuría sería un

nombre propio, transliterado como Kyria o Ciria, que figura en inscripciones

griegas.  Pero la sintaxis del texto griego hace improbable que se trate de un

nombre propio.  La segunda interpretación es que debe traducirse: "señora",

forma cortés de dirigirse a una mujer.  Es el equivalente femenino de kúrios,

"señor" (ver com.  Juan 13:13).  En este caso, la frase eklekt' kuría significa

literalmente "a una señora elegida".

 

Pero aún permanece el problema de interpretación: ¿a quién dirigió Juan su

epístola?  Se han presentado dos respuestas a esta pregunta: (1) escribía a una

determinada señora cristiana y a los hijos de ella, o (2) escribía a la

iglesia, o a una iglesia que prefirió llamar "una señora elegida".  Una

combinación de estos dos puntos de vista podría proporcionar la mejor solución

del problema.  La señora a la cual se dirige la carta puede haber sido quien

presidía la iglesia a la cual escribe Juan, y sus "hijos" pueden haber sido los

miembros de la iglesia (cf. 3 Juan 4).  El tenor del mensaje es más adecuado

para un grupo de creyentes que para un individuo, y para cristianos maduros

antes que para los hijos704 de una determinada mujer.

 

Elegida.

 

Gr. eklektós, "escogido", del verbo eklegÇ, "elegir".  Con frecuencia este

adjetivo significa "distinguido" o "notable".  Algunos han preferido entender

esta palabra como un nombre femenino propio -Eklekta-, pero es dificil aceptar

esta interpretación en vista del uso del mismo adjetivo en el vers. 13.

 

Sus hijos.

 

Podrían ser los hijos literales de la "señora elegida", o los miembros de la

iglesia a la que se dirigía la carta (cf. 1 Juan 2: 1).

 

A quienes.

 

El pronombre en griego es masculino plural, y se refiere a la señora elegida y

a sus hijos de ambos sexos.

 

Yo amo.

 

El pronombre añade más énfasis en griego.  Juan quizá puede también haber

estado destacando su amor porque otros no demostraban afecto a los cristianos a

los cuales escribía (cf. 3 Juan 9).

 

En la verdad.

 

Literalmente "en verdad"; es decir, Juan ama a sus amigos en la esfera de la

"verdad", o sea en relación con todo lo que se presenta en la fe cristiana.

 

Todos.

 

Aunque podía haber falsos maestros y engañadores que no amaban a los lectores

de la carta de Juan, él da una nota de ánimo al referirse a los creyentes

genuinos que amaban a aquellos a quienes él escribía.

 

Han conocido.

 

Es decir, han llegado a conocer y seguían conociendo.  Juan está hablando de

cristianos fieles que no habían apostatado.

 

La verdad.

 

Es decir, la doctrina cristiana como fue presentada por Cristo, quien es "la

verdad" (ver com.  Juan 8: 32; cf.  Juan 14:6), y "el Espíritu de verdad" (Juan

14:17).  Los que mantienen esta "verdad" aman naturalmente a los que comparten

sus creencias.

 

2.

 

A causa de la verdad.

 

Debido a que hemos aceptado una verdad común, estamos estrechamente vinculados

mutuamente con los lazos del amor

 

Permanece.

 

Gr. mènÇ (ver com. 1 Juan 2:6).  La verdad debe vivir en el corazón de los

creyentes antes de que pueda ser un factor que los unifique. Juan confiaba en

que los miembros de la comunidad cristiana cumplían con este requisito.

 

Estará... con nosotros.

 

La verdad posiblemente había estado una vez en los corazones de los que más

tarde apostataron; pero el apóstol expresa su firme confianza en que la verdad

permanecerá perpetuamente con los miembros de su círculo. Una confianza tal no

excluye la apostasía individual, pero proclama con énfasis que la iglesia

permanecerá firmemente en la doctrina que procede del cielo.

 

Para siempre.

 

Gr. eis ton aiÇma (ver com. Apoc. 1:6; 14:11). Juan no ha tenido jamás el

propósito de renunciar a los hechos centrales de la fe cristiana sobre los

cuales se basaba su creencia: la amante naturaleza de Dios, la encarnación, la

muerte expiatorio, la vida del Hijo de Dios resucitado.

 

3.

 

Con vosotros.

 

La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "con nosotros" (BJ, BA).

El apóstol se incluye a si mismo y a sus amigos cristianos en el mensaje a la

"señora elegida".

 

Gracia.

 

Gr. járis (ver com.  Rom. 1:7; 3:24; 1 Con 1: 3). járis, "gracia", aparece en

los escritos de Juan sólo en Juan 1: 14, 16-17; Apoc. 1:4; 22:21; pero es

palabra clave en el vocabulario de Pablo.  Juan usa con frecuencia la palabra

agáp', "amor" (ver com. 1 Cor. 13: 1), la cual emplea 18 veces en su primera

epístola.  El triple saludo "gracia, misericordia y paz" se encuentra en las

epístolas pastorales de Pablo (1 Tim. 1:2; 2 Tim. 1:2; Tito 1:4).

 

Misericordia.

 

Gr. éleos (cf. com.  Mat. 5:7), vocablo que no aparece en ningún otro lugar de

los escritos de Juan.

 

Paz.

 

Ver com.  Rom. 1:7.  Cuando la gracia ha despertado el anhelo de salvación y el

corazón busca a Dios en procura de perdón y un nuevo nacimiento, entonces el

Señor puede dar la segunda dádiva -"misericordia" o compasión-, que se

malgastaría en uno que no comprendiera su necesidad (Luc. 18:10-14).  La "paz"

se presenta cuando el pecador perdonado se da cuenta de que ha sido

reconciliado con Dios y que ya no está bajo la condenación de la ley que ha

quebrantado (ver com.  Rom. 5: 1).

 

De Dios.

 

Mejor "de parte de Dios" (BJ, BC, NC); lo que indica que Dios es la fuente de

donde fluyen gracia, misericordia y paz para el creyente.

 

Padre.

 

Ver com.  Rom. 1:7, donde Pablo habla de "nuestro Padre".

 

Señor Jesucristo.

 

La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de la palabra "Señor".  La

omiten la BJ, BA, BC y NC.  El título completo "Señor Jesucristo" no está en

ningún otro pasaje de los escritos de Juan.  En cuanto a "Jesucristo", ver com.

1 Juan 1:3.  El apóstol pone de relieve la igualdad del Hijo con el Padre y el

hecho de que los dones espirituales 705 llegan hasta los seres humanos desde

ambas personas de la Deidad (cf. com. 1 Juan 1:2- 3).

 

Hijo del Padre.

 

Expresión única en las Escrituras.  Destaca el pensamiento central en la

teología de Juan: la divinidad de su Maestro, Jesucristo.

 

En verdad y en amor.

 

Los dos elementos necesarios para la recepción de los dones divinamente

concedidos de gracia, misericordia y paz.  "Verdad' y "amor" pueden

considerarse las palabras claves de esta corta epístola.  Aunque son de uso

común en el NT, especialmente en los escritos de Juan, no aparecen yuxtapuestas

en otros pasajes.

 

4.

 

Mucho me regocijé.

 

Después de terminar el saludo, el apóstol comienza su mensaje. Como Pablo en

sus epístolas (Rom. 1:8; 1 Cor. 1:4; Fil. 1:3; etc.) y como Cristo en sus

cartas a las siete iglesias (Apoc. 2; 3), comienza con asuntos agradables y de

alabanza (cf. 3 Juan 3).

 

He hallado.

 

Juan quizá había formado su concepto acerca de la fidelidad de los creyentes

por observación personal, o mediante los informes de hermanos visitantes (3

Juan 3).

 

De tus hijos.

 

Estas palabras podrían demostrar que no todos los miembros de iglesia habían

permanecido fieles. O pudiera ser que Juan no había tenido informes acerca de

todos los "hijos", y que los otros eran igualmente fieles.

 

Andando.

 

Gr. peripatéÇ (ver com.  Efe. 2:2).  Este verbo se usa frecuentemente en las

Escrituras para describir la conducta diaria (cf.  Fil. 3:17).

 

En la verdad.

 

Es decir, viviendo consecuentemente bajo el dominio de la verdad, cumpliendo

fielmente cada deber terrenal como parte de la marcha hacia el hogar eterno

(ver com. 1 Juan 1:7).

 

Conforme al mandamiento que recibimos.

 

Aunque el mandamiento no se especifica, los escritos previos de Juan sugieren

una referencia al "mandamiento nuevo" del amor (ver com. 1 Juan 2:7-8; 3:23;

4:21).

 

5.

 

Ahora.

 

El apóstol registra en el vers. 4 su satisfacción por la condición de sus

amigos; ahora se interesa por la conducta futura de ellos.

 

Té ruego.

 

Gr. erÇtáÇ, "pedir", "implorar", rogar" y "desear".  Algunos citan el pronombre

singular "te" como una prueba de que el destinatario de la carta era una

señora; pero este argumento pierde fuerza por el pronombre plural "vosotros"

(vers. 8, 10 y 12).  Parece que Juan usa indistintamente en esta carta el

singular y el plural.

 

Señora.

 

Gr. kuría (ver com. vers. 1).

 

Nuevo mandamiento.

 

Ver com. 1 Juan 2:7-8; 3:11 Es probable que los lectores de esta epístola

también hubieran leído la primera carta de Juan.

 

6.

 

Este es el amor.

 

Es decir, este es el amor del cual estoy hablando.  Luego Juan define ese amor

como andar "según sus mandamientos".  El amor no sólo consiste en albergar

sentimientos de bondad hacia otros, sino en observar la conducta debida para

con nuestros prójimos como se indica en los mandamientos de Dios.  Esos

mandamientos fielmente observados dan como fruto demostraciones prácticas de

amor hacia nuestros semejantes (cf. com. 1 Juan 2:3-6; 3:23; 5:3).

 

Este es el mandamiento.

 

El mandamiento acerca del amor abarca a todos los demás preceptos dados por el

Señor.  Esto explica por qué Juan usa indistintamente el singular y el plural,

"mandamiento" y "mandamientos" (ver com.  Juan 13:34; Rom. 13:8).  El apóstol

no define el mandamiento sino que lo recuerda a sus lectores, pues da por

sentado que estaban tan familiarizados con él que sólo necesitaban que les

fuera recordado.

 

Que andéis en amor.

 

O "que continuéis andando en amor"; es decir, modelando la vida conforme a la

ley del amor.

 

7.

 

Porque.

 

Una conjunción causal une los vers. 6 y 7. La razón inmediata para el énfasis

que pone Juan en "el mandamiento", es la actividad de los "engañadores", que

sólo podían ser contrarrestados eficazmente mediante la práctica de la ley del

amor.

 

Engañadores.

 

Los perturbadores son claramente identificados después en este versículo: son

los que niegan todo lo que está implicado en la encarnación.

 

Han salido.

 

Cf. com. 1 Juan 4: 1.

 

Que no confiesan.

 

Ver com. 1 Juan 2: 22; 4: 3.

 

Ha venido.

 

En el texto griego dice "los que no confiesan a Jesucristo viniendo en carne".

El tiempo presente del gerundio destaca que la verdad de la encarnación es

permanente, en contraste con 1 Juan 4:2 donde se destaca el hecho histórico

(ver el comentario respectivo).

 

El anticristo.

 

Ver com. 1 Juan 2:18, 22 Juan identifica a todos los "engañadores' como una

representación final del gran 706 engañador y anticristo, Satanás.  Toda obra

de engaño se origina en el diablo, no importa qué forma particular puedan

asumir sus seguidores.

 

8.

 

Mirad por vosotros.

 

O "cuidad de vosotros" (BJ).  Cf.  Mar. 13:9.  El apóstol ha presentado una

advertencia general acerca de los engañadores (2 Juan 7), pero ahora lo aplica

personalmente a sus lectores.  Nótese que se dirige a un grupo: vosotros", y no

a un individuo: "te" (cf. com. vers. 5).  Este detalle apoya la opinión de que

Juan está escribiendo a una iglesia y no simplemente a un miembro individual.

 

Para que no perdáis.

 

Juan se da cuenta de la posibilidad de caer de la fe, y quiere abrir los ojos

de sus lectores para que vean los peligros que los amenazan (cf. 1 Cor. 9:27;

10: 12).  Pero la responsabilidad final descansa sobre los mismos creyentes; de

ahí la admonición "mirad por vosotros".

 

Fruto de vuestro trabajo.

 

En griego, "lo que producimos"; es decir, el trabajo de Juan y de sus

colaboradores.  Una referencia a la obra de evangelismo de ellos, cuyo

resultado no debían perder los creyentes.  Nótese el uso de la primera persona

del plural, por el que se inclina la evidencia textual.

 

Recibáis.

 

La flexión verbal que se traduce "recibáis" podría traducirse, "recibáis de" o

"recibáis de vuelta"; es decir, de Dios, Aquel de quien procede toda buena

recompensa.

 

Galardón.

 

Gr. misthós (ver com.  Rom. 6:23).  El "galardón completo" es, sin duda alguna,

la inmortalidad, la que disfrutarán solo los que permanezcan fieles hasta el

fin (cf. com.  Mat. 24:13; Gál. 6:9).

 

9.

 

Cualquiera que se extravía.

 

La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "cualquiera que se

adelanta"; es decir, cualquiera que va más allá de las enseñanzas de Cristo,

como los gnósticos (ver pp. 643-644).  Esta fraseología hace recordar mucho la

primera epístola de Juan (cf. com. 1 Juan 3:6).

 

No persevera.

 

Estas palabras se aplican a "cualquiera que se extravía", o "se adelanta".  Es

bueno avanzar siempre y cuando se permanezca dentro del ámbito de la doctrina

del Salvador; pero el que trata de ir adonde Cristo no lo conduce, se coloca

fuera de su alcance y por lo tanto no permanece dentro de la doctrina enseñada

por Jesús.

 

Doctrina.

 

O "enseñanza" (ver com.  Juan 7:16).  "La enseñanza de Cristo" puede entenderse

como una enseñanza acerca de Cristo, pero el contexto favorece que se entienda

como la enseñanza dada por Cristo.  La expresión comprende la doctrina dada

personalmente por el Maestro y su continuación en la predicación de los

apóstoles.  Los "engañadores" no estaban dispuestos a limitarse a tales

enseñanzas, sino que eran propensos a añadir otros puntos de vista suyos, con

lo que se iban más allá de lo que el Salvador había enseñado.

 

No tiene a Dios.

 

Esta frase nos hace recordar la primera epístola (cf. 1 Juan 5:12).  El Hijo y

el Padre son uno (Juan 10:30), y por eso el que rechaza la enseñanza de Cristo

también rechaza la del Padre, y demuestra que está tratando de ir más allá de

lo que Dios enseña.  No está satisfecho con la altura y la profundidad del

conocimiento espiritual que Dios ha puesto a disposición del hombre, sino que

desea indagar en otras áreas que sólo contienen falsedad.

 

Persevera.

 

Gr. ménÇ (ver com. 1 Juan 2:6).  Permanecer y afianzarse en la doctrina que

Cristo enseñó y creyó, en vez de perderse en los dominios de la especulación

filosófica o seguir los falsos destellos de los engaños satánicos, es la única

manera de asegurar una relación salvadora con el Padre.

 

Tiene al Padre y al Hijo.

 

Juan, según su costumbre, enriquece más su pensamiento al concluir con una

afirmación positiva que deriva de otra que es negativa (cf. 1 Juan 1:6-7; 2:21;

etc.). El que se aparta de la verdad, pierde al Padre.  El que persevera, tiene

al Padre y también al Hijo por medio de quien se revela toda verdad (1 Juan

2:23).

 

10.

 

Si alguno viene.

 

Es decir, cuando venga, lo que indica que se están anunciando las visitas de

los maestros heréticos.

 

No trae esta doctrina.

 

Esta oración describe al visitante; muestra que es un maestro de doctrina

anticristiano, evidentemente inclinado a engañar a los fieles miembros de

iglesia.

 

No lo recibáis.

 

Este consejo que aparentemente enseña la falta de hospitalidad, sólo se aplica

en el caso de un "engañador" y "anticristo" (vers. 7) y no se refiere a la

hospitalidad que los cristianos deben extender gozosamente a los amigos en

necesidad y a los forasteros (Mat. 25:35; Heb. 13:2).  No hay ningún beneficio

en recibir a un visitante cuyo fin es engañar a la iglesia de Dios.

 

Casa.

 

Puede referirse a la casa de una persona o a un lugar donde se reunía la

iglesia.707

 

¡Bienvenido!

 

Gr. jáirein, literalmente "regocijarse", palabra que se usa con frecuencia en

el NT como un saludo (ver com.  Rom. 1:7).  No es posible que un cristiano se

"regocije" con un "engañador" o que le desee la bendición de Dios.  Puede orar

por él para que vea el error de su proceder y se vuelva al pleno Evangelio de

Cristo; pero no es posible que haya comunión cristiana entre el creyente y el

falso maestro (cf. 1 Con 5:9-13).

 

11.

 

Participa. 

 

Gr. koinÇnéÇ, "tener comunión", "compartir".  Juan aclara por qué no debemos

dar la bienvenida a los falsos maestros: porque la asociación voluntaria con

ellos haría parecer que aprobamos sus enseñanzas, y el que no sabe discernir

podría interpretar mal la hospitalidad bien intencionada que se les da a tales

maestros.

 

12.

 

Muchas cosas.

 

El apóstol sólo se ha ocupado en esta carta del asunto más urgente: advertir a

sus lectores en cuanto al peligro de los falsos maestros.  Muchos otros asuntos

eran dignos de atención, pero podían ser tratados más clara y prontamente en

forma personal.  Parece que Juan era su propio secretario.

 

Papel.

 

Gr. járt's, "hoja de papiro", material común sobre el cual escribir.  Esta

palabra aparece sólo aquí en el NT; también se encuentra en Jer. 36:23 (LXX).

 

Tinta.

 

En el t. V, pp. 113-116 se describen los antiguos materiales para escribir.

 

Cara a cara.

 

Literalmente "boca a boca" (BC, cf.  Núm. 12:8); "de viva voz" (BJ).  El

énfasis de Juan se halla en el intercambio de palabras más que en la simple

presencia de sus amigos.

 

Nuestro gozo.

 

La visita del apóstol produciría gozo no sólo a los creyentes sino también a

Juan.  El gozo sería mutuo (cf. com. 1 Juan 1:4).

 

13.

 

Tu hermana, la elegida.

 

Estas palabras podrían referirse a (1) una hermana carnal de una determinada

"señora elegida" (vers. 1), o (2) a una iglesia hermana de la zona en la cual

Juan escribía.  Ambas ideas podrían combinarse como en el vers. 1 (ver el

comentario respectivo).

 

Amén.

 

La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de esta palabra.  La

omiten la BJ, BA, BC y NC.

 

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE

 

7-11 ECFP 83; HAp 442 711


Segunda Carta de San Juan


    
   

Carta recogida en el Nuevo Testamento. Escrita por Juan el Evangelista o Juan el Anciano, como se denomina a sí mismo. Suele datarse entre los años 90 y 110.
Escribe para advertir a una comunidad en contra de "muchos embusteros que no reconocen que Jesucristo vino en la carne", en contra de lo que él considera contrario a la doctrina y a los mandamientos recibidos desde el principio (1,6-9)


2a Epístola de Juan.
Viendo a Cristo en la comunión: amor y verdad
 
Lecturas: 2ª Juan 1-13.
La segunda y tercera cartas de Juan fueron los últimos escritos de todo el Nuevo Testamento. Ellas fueron escritas probablemente entre 95 y 98 d. de C., casi al final del primer siglo. No fueron enviadas a una iglesia en especial, sino a personas individuales.
Sabemos que el propósito de Dios es, por naturaleza, corporativo, colectivo. Sin embargo, a causa del fracaso de la gran mayoría, Dios llama a los vencedores. A través de esos vencedores individuales, de ese grupo de personas que responden al llamado de Dios, él va a realizar todo aquello que él mismo se ha propuesto realizar por medio de la iglesia.
El tema de las cartas de Juan es la restauración. Por tanto, vamos a descubrir que Juan, al escribir su segunda y tercera cartas a individuos y no a iglesias, está actuando en conformidad con el principio de la restauración.
El escritor no menciona su nombre, y se refiere a sí mismo como «el anciano». Hay diferentes opiniones con relación a la palabra ‘anciano’ utilizada aquí. Algunos consideran que se refiere a una persona de edad. Otros afirman que, en este contexto, alude a un anciano de la iglesia. Sin embargo, yo pienso que no alude a un anciano de la iglesia, pues éste sólo es responsable por aquellas personas que forman parte de la iglesia local específica donde él actúa. El autor de esta carta se dirige a alguien que no pertenece a la misma iglesia local en la cual él se congrega, pero se percibe que él hace uso de autoridad por el modo en que escribe. Por esta razón, creo que la palabra anciano aquí se refiere simplemente a un hombre de edad avanzada, sabio, experimentado en el Señor, respetado por su espiritualidad, y que posee una larga historia con el Señor. Él escribe a esa señora, aconsejándola, animándola y advirtiéndola.
La mayoría de los estudiosos de la Biblia cree que el escritor de esta carta es el apóstol Juan. Entre los escritos de Juan, sólo en Apocalipsis aparece su nombre explícito. En su evangelio, él no menciona su propio nombre. En Juan 13:23, sin embargo, escribe: «...uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba...». Todos sabemos que se refiere al propio apóstol Juan, el autor del evangelio.
La primera carta de Juan tampoco menciona su nombre; mas todos concuerdan que fue escrita por el apóstol Juan, el mismo autor del evangelio. Al comparar el evangelio con esa primera carta, se percibe  una semejanza tan grande que sólo resta concluir que ambos fueron escritos por una misma persona. El estilo, la manera de tratar los asuntos es la misma, así como las expresiones utilizadas. Asimismo, la convicción con que fueron escritos es idéntica. Todo indica, por tanto, que una misma persona escribió el evangelio y la primera epístola.
De igual forma, la segunda carta de Juan es muy semejante a la primera, de modo que no hay alternativa sino concluir que también fue escrita por el apóstol Juan.
Sin embargo, es interesante observar que Juan no inicia su carta diciendo: «Carta del apóstol Juan a la señora elegida». Siendo un apóstol, él podría iniciarla de esa forma; pero no lo hace. Al contrario, se refiere a sí mismo simplemente como «el anciano». En eso podemos la humildad de Juan – la humildad de Cristo. En lugar de usar su autoridad espiritual, él escribió como un anciano, como alguien que había recibido mucho del Señor, y esta es una evidencia más de que Juan el apóstol es el autor de esta carta.
 

La señora elegida

¿Quién es la señora elegida a quien escribe Juan? Hay diferentes opiniones al respecto. La palabra señora, en griego, es kuria. La palabra hebraica correspondiente es la palabra marta, que significa señora, ama. Marta era un nombre muy común en esa época. La palabra señora puede referirse a una dama llamada Kuria, o ser simplemente un título, o sea, una ama, una señora de carácter noble, conocida y respetada por los demás.
Otros piensan que la palabra señora se refiere a la Iglesia universal. En 1ª Pedro 5:13, leemos: «La iglesia que está en Babilonia, elegida...». Sabemos que Pedro, en este versículo, se refiere a la iglesia en Babilonia. A causa de eso, algunos eruditos piensan que, así como Pedro se refería a una iglesia local llamándola elegida, Juan estaría también aquí dirigiéndose a una iglesia local, toda vez que una figura femenina es utilizada a menudo para representar a la iglesia.
Con relación a esta cuestión, alguien hizo de manera muy apropiada la siguiente afirmación: Sin duda alguna, el escritor de esta carta podría haber mencionado su propio nombre y también el nombre de la persona a quien le estaba escribiendo, ¡pero no lo hizo! En forma intencional y deliberada, omitió los nombres. Esto nos lleva a pensar que debió haber un motivo para ello.
Una de las probables razones es que ellos estaban viviendo una época de persecución, y mencionar nombres podría ser peligroso. No obstante, aunque los nombres hayan sido omitidos, es evidente que el autor de la carta sabía quién era la destinataria. Además, es de vital importancia recordar que, aunque desconozcamos al autor y al destinatario, la carta es parte de las Escrituras, y todo lo que en la Biblia está escrito, fue escrito para nosotros por el Espíritu de Dios. Por tal razón, creemos y aceptamos que Dios escribió esa carta dirigida a nosotros, no sólo como individuos, sino también colectivamente, como iglesia.
 

La iglesia al final del primer siglo

Para comprender esta carta, necesitamos entender algunas cosas acerca de la iglesia en aquella época. Recordemos que la segunda carta de Juan fue escrita ya en la parte final del primer siglo. Tras la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús, desde el día de Pentecostés hasta la época en que la carta fue escrita, había pasado la primera generación de cristianos, y ya había una segunda y tercera generaciones.
En un intervalo de aproximadamente treinta años después de la ascensión del Señor, en los años 62 ó 63, el evangelio había sido predicado desde Jerusalén hasta Judea, Samaria, y hasta los confines de la tierra, esto es, Roma. Después de eso, aun pasaron cerca de otros treinta años, y es muy probable que la iglesia de este periodo ya estuviese en su segunda o tercera generación.
La primera generación ya había partido, y el anciano que escribió la carta pertenecía a la primera generación. Este hombre aún estaba vivo. Se sabe que el apóstol Juan fue el último de entre los doce apóstoles en morir. Su vida se extendió pasados los noventa años. Él era parte de la primera generación y ahora estaba escribiendo para la segunda y tercera generación de creyentes.
En la primera generación, las personas tienen una visión, recibida directamente de Dios y, por tanto, no siguen tradiciones. Son los pioneros del camino celestial, ellos ofrecen sus vidas para que se cumpla en ellas el propósito de Dios, y pagan un altísimo precio por su obediencia a la visión que les fue concedida.
En la primera generación, todo es vivo, real, fresco; hay vida y poder. Entonces, la visión recibida es pasada a la segunda generación, y se torna una tradición. La segunda generación no tiene aquella revelación directa de Dios, sino una revelación ‘de segunda mano’. No tienen, en verdad, revelación; ellos guardan una tradición. Externamente, no hay diferencia, son exactamente iguales. Sin embargo, hay una gran diferencia, pues no hay aquella revelación interior.
La forma externa se mantiene inalterada, pero la realidad interna ya no está presente, y a causa de ello, el testimonio empieza a debilitarse. Hay una buena tradición, aun correcta y ortodoxa; no obstante, aunque esté de acuerdo con las Escrituras y sea correcta, deja algo que desear. Y al llegar a la tercera generación, el nivel es aún más bajo. Esta era la situación en que se encontraba la iglesia en la época en que Juan estaba escribiendo.
El cristianismo ya había vivido su primera y segunda generaciones, y una tercera estaba arribando. En ciertas ocasiones, hubo persecución, pero el verdadero peligro para la iglesia en aquella época fue el surgimiento y penetración de falsas enseñanzas. Siempre que la realidad interna se debilita, las falsas enseñanzas y las falsas doctrinas encuentran un modo de penetrar e influenciar a la iglesia.
Cuando la iglesia está bajo la luz de la revelación y la visión, cuando ella tiene la realidad espiritual, cuando existe aquel relacionamiento vivo con el Señor, es muy difícil que las falsas enseñanzas y doctrinas engañadoras, aun de modo sutil, entren en la vida de la iglesia. Sin embargo, cuando la iglesia está debilitada y la comunión es confusa, el enemigo tratará de infiltrarse con todo tipo de falsas enseñanzas, y eso, obviamente, debilita aún más el testimonio de la iglesia.
 

El ministerio de Juan

El ministerio de Juan es un ministerio muy particular, pues es el ministerio de la restauración. Juan estaba remendando las redes cuando fue llamado por el Señor. Las redes, por el uso, reventaban en varios puntos, de modo que después de haber sido utilizadas, era necesario repararlas y reforzarlas en diferentes lugares, para que pudiesen ser utilizadas de nuevo. Esto describe a la perfección el ministerio del apóstol Juan. Juan fue el hombre utilizado por Dios para reparar las redes, colocar remiendos y refuerzos donde era necesario, a fin de que el testimonio de Jesús fuese restaurado.
Al ejercer su ministerio, Juan va a guiarnos continuamente a los orígenes; él siempre intentará hacernos retornar a lo que es esencial, al fundamento. ¡Él va a conducirnos de vuelta a la vida! Porque, ¿qué es más esencial, más básico y primordial que la vida misma? Por esta razón, al estudiar el ministerio de Juan, vemos que es el ministerio de la vida. Cuando todo parece estar errado, es de vital importancia que la vida sea enfatizada nuevamente, y es exactamente por ese motivo que Juan siempre regresa a esta cuestión básica, al principio de todo, la vida.
¿Qué es la iglesia? El inicio de la iglesia es la vida, y esta vida precisa permanecer hasta el fin. Si no hay vida en la iglesia, ella dejará de existir. Podrá permanecer la estructura, pero no habrá contenido alguno, no habrá realidad dentro de esa estructura. La vida es la comunión, y la comunión es comunión de vida. Si hay vida, obligatoriamente habrá comunión. Si no hay vida, no habrá comunión alguna. Por eso, el apóstol Juan, en todos sus escritos, nos conduce siempre de retorno a la vida y a la comunión.
 

Confusión en la comunión

El evangelio de Juan es el evangelio de la vida. Y el tema de sus tres epístolas es la comunión, pero la comunión está basada en la vida. Por lo tanto, Juan está intentando conducir a las personas de retorno a la realidad de la vida y la comunión.
Siempre que hay problemas con la vida, habrá problemas con la comunión. Cuando Juan escribe esta carta, había confusión con respecto a la comunión. En otras palabras, los creyentes en aquella época no sabían realmente lo que era la comunión. No sabían quién debería ser incluido en la comunión, ni quién debería quedar fuera. Había una enorme confusión entonces, y yo pienso seriamente, amados hermanos, que nosotros tenemos hoy este mismo problema. En el pueblo de Dios, de hecho, nosotros no entendemos lo que es la verdadera comunión. No sabemos a quién debemos recibir en comunión, ni sabemos quién debe ser rechazado. ¡Qué gran confusión tenemos hoy en día!
¿Qué es la comunión? Algunos piensan que la iglesia organizada es la iglesia de hecho, y que la iglesia no organizada son ‘grupos de comunión’, o comunidades. Ellos llaman iglesia al Cristianismo oficial, y llaman grupos de comunión a los diversos grupos procedentes del cristianismo tradicional. ¿Es éste el concepto de comunión? Algunas personas preguntan: ‘¿Por qué ustedes se llaman comunidades (grupos de comunión) y no iglesia? ¿Es porque ustedes no tienen una estructura organizacional?’. ¿Será ese el significado de la comunión?
Hay todavía aquellos que están más equivocados y piensan que la comunidad es algo menor que la iglesia. En la iglesia en Corinto, había aquellos que pertenecían a la comunión de Pablo, otros a la comunión de Apolos, otros a la comunión de Pedro. ¡Eso está errado! La palabra comunión significa, en verdad, aquello que la iglesia hace cuando está actuando.
La iglesia es una comunión y la comunión es la iglesia. Ambas son una misma cosa. Si hay iglesia, obligatoriamente habrá comunión; si hay comunión, habrá iglesia. Hay solamente una iglesia; hay solamente una comunión. La esfera de acción de la iglesia se extiende exactamente hasta donde alcanza el campo de acción de la comunión. O sea, la iglesia es tan grande como la comunión.
¿Qué es la iglesia? Son aquellos que fueron llamados fuera del mundo, reunidos en torno al Señor. Dios nos llamó de entre todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos, y nos juntó, nos congregó en torno al nombre del Señor Jesús. «Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hech. 2:42). La comunión de los apóstoles no es otra cosa sino la comunión del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, y la comunión de nuestro Señor Jesucristo no es otra cosa sino la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.
Hay una comunión solamente, y esta comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo es extendida a toda la humanidad. Dios nos llamó a participar de la comunión de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para que podamos compartir con él lo que él es.
La palabra comunión significa participación en común. En verdad, es el Señor quien comparte todo con nosotros. Nosotros no tenemos nada para compartir con él. Todo lo que podemos llegar a tener para compartir con él es porque, de alguna forma, habíamos recibido de él con anterioridad. Él es tan lleno de gracia que se dispone a compartir todas las cosas con nosotros. Él es el Hijo de Dios, y aun así, él comparte con nosotros su propia vida.
 

Principios que rigen la comunión

Cuando Juan el anciano escribe su carta, él dice: «...a quienes yo amo en la verdad». Este hombre de edad avanzada amaba en verdad a la señora elegida y a sus hijos. Pero no dice sólo eso, sino que continúa: «...a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad».
Al leer esta carta, descubrimos dos palabras claves: amor y verdad. Aunque no sea una carta extensa, y tenga apenas trece versículos cortos, la palabra amor aparece cinco veces, en tanto que la palabra verdad es usada cuatro veces. Así, podemos comprender que Juan quiere, de manera vívida y enfática, hacernos entender los dos principios que gobiernan la comunión: el amor y la verdad.
Tú no puedes tener comunión en la verdad sin tener comunión en amor. Eso te haría riguroso, áspero, frío y exclusivista. De igual forma, no puedes tener comunión en amor sin tener comunión en la verdad. Eso te haría ser demasiado liberal, tratando de incluir a todo el mundo, pero tu comunión será demasiado débil, diluida. La verdadera comunión debe ser tanto en la verdad como en amor en igual medida.
Aquello que Dios unió no debe separarlo el hombre. Sin embargo, nuestro problema es que siempre estamos intentando separar el amor de la verdad. Nosotros pensamos que, si tenemos amor, no tendremos la verdad. O al contrario, pensamos que si tenemos la verdad, no podremos amar. Por ejemplo, si tú tratas de amar a todos y a todo, ¡amarás incluso el pecado! Serás tolerante con el pecado, serás indulgente con todos, porque quieres ser amoroso; serás incapaz de disciplinar a nadie, ni aun usar de severidad cuando fuese necesario.
Nosotros pensamos que, si queremos amar, no tendremos la verdad al mismo tiempo. Por otro lado, si deseamos ser fieles a la verdad, pensamos que no podremos amar. Queremos permanecer firmes en la verdad, creemos que tenemos que luchar por ella. Pero si piensas que tienes que luchar por la verdad, acabas ofendiendo a unos y pisoteando a otros. Esto es lo que ocurre humanamente. Si tenemos la verdad, no podemos tener el amor. Es imposible para el hombre. O tú tienes la verdad, o tienes el amor.

 

Amor

El problema en este caso es el concepto de amor y de verdad que nosotros tenemos. Aquello que llamamos amor no es amor verdadero, y lo que llamamos verdad, no es, de hecho, verdad. La palabra usada por Juan en esta carta no es la palabra griega phileo, que significa amistad o afecto. Los seres humanos tenemos afectos, y no hay nada errado en eso; al contrario, el afecto natural es algo que nos fue concedido por Dios. Pero sabemos que los sentimientos, el afecto natural, la amistad, son cosas limitadas, que dependen fuertemente de las circunstancia.
¿Por qué dos personas se hacen amigas? En la mayoría de las veces, porque ambas tienen un temperamento semejante, comparten los mismos intereses, y por eso se atraen mutuamente, les gusta estar juntas y conversar. ¿Por qué razón sientes afecto por otra persona? Es porque la otra persona es amable, concuerda contigo y, en general, piensa y actúa del mismo modo que tú. A causa de eso, ustedes se hacen amigos; tú sientes afecto por esa persona.
Ese es el amor phileo. Pero el amor del cual habla el anciano no es phileo, sino el amor ágape. Ágape es la palabra griega que significa amor divino, un amor que no se centra en el interés propio, un amor no egoísta. Es un amor que viene del interior, y por eso, no influenciado por las circunstancias externas.
Dios es amor. Él nos ama, no porque somos amables, ni porque nos amamos o tengamos algo en nosotros mismos que nos haga atractivos. Él nos amó porque él es amor. Él simplemente ama. No importa quién seas, ni cómo estés, Dios te ama. Sea cual sea la condición en que te encuentres, ella no tendrá ninguna influencia en el amor de Dios hacia ti. Ese es el significado de la palabra ágape utilizada para expresar ese amor absoluto, no egoísta, que toma la iniciativa y permanece siempre invariable.
 

La verdad

A veces, nosotros luchamos por la verdad. En la historia de la cristiandad, las luchas más encarnizadas entre los creyentes no fueron por causa de la falsedad, sino por causa de la verdad. Con mucha frecuencia, nosotros entramos en conflictos por causa de la verdad, y muchas veces contendemos seriamente.
Es posible que eso ocurra aun en el matrimonio. El marido se pelea con la esposa, por ejemplo, y el desacuerdo puede llegar a tal nivel que ellos ya no desean hablarse. Hay ciertas áreas de conflicto en algunas parejas en que la divergencia es tan grande que les impide aun conversar sobre determinados asuntos. Cada uno defiende una verdad diferente.
Sin embargo, lo que está ocurriendo en esos casos es que aquello que nosotros llamamos verdad no son verdades, sino interpretaciones. La verdad es única, pero puede haber muchas interpretaciones. Nosotros luchamos unos contra otros porque creemos estar luchando por la verdad, cuando en realidad estamos sólo defendiendo una interpretación. Si estuviésemos realmente tratando con la verdad, no habría contienda alguna, pues hay sólo una verdad. Por otro lado, si estamos tratando con interpretaciones, habrá, sin duda, motivo para luchas y contiendas. Es por ese motivo que estamos divididos.
¿Qué es la verdad? Cristo dice: «Yo soy la verdad». ¿Está Cristo dividido? ¡Claro que no! Entonces, ¿por qué razón parece que la verdad causa división entre nosotros? ¡No es por causa de la verdad, sino a causa de nuestras interpretaciones! Hermanos, los principios de la comunión son el amor y la verdad. Es el amor ágape, el amor de Dios, que nos capacita a amar a los demás.
¿Qué es la verdad? Es el mandamiento que recibimos de parte del Padre (1ª Juan 3:23). La verdad es Cristo. Nosotros creemos en el Señor Jesús, en su persona y obra, y porque creemos en él, guardamos sus mandamientos, nos amamos unos a otros. La comunión está basada en la verdad y en el amor.
 

Ánimo

«Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre» (2ª Juan 4). Él estaba intentando eliminar la confusión que había aparecido con respecto a la comunión. Sin embargo, empieza enfatizando el aspecto positivo.
Muchas veces, cuando enfrentamos la herejía o la falsedad, nos involucramos tanto con el aspecto negativo, que llegamos a perder nuestro propio equilibrio, y de alguna manera también nos apartamos de la verdad. No obstante, de acuerdo con las Escrituras, siempre que queramos luchar contra la falsedad o la herejía, el mejor método consiste en mostrar la verdad, enfatizar la verdad, de modo que aquello que es falso quedará expuesto.
Amados hermanos, es muy interesante observar que en esta carta tan breve nos es mostrado algo acerca de la condición de los creyentes en la vida de la iglesia del primer siglo. No sabemos mucho acerca de la iglesia de ese tiempo, pero esta carta nos da algunas informaciones al respecto.
El versículo recién citado nos muestra una familia cristiana. Es probable que aquella señora fuese una viuda con muchos hijos, algunos de los cuales ya no vivían con ella, pero continuaban andando en la verdad. Ellos habían sido entrenados y criados en disciplina y amonestación del Señor y, a causa de eso, aun después de haber crecido y salido de su hogar y residiendo en otro lugar, continuaron andando en la verdad, siguiendo al Señor con fidelidad y amor.
Todo esto nos da a entender que, en los primeros años de vida de la iglesia, los hogares eran edificados en Cristo. Esto es algo que necesitamos aprender hoy. Necesitamos instruir a nuestros hijos en el conocimiento del Señor, con el amor de Cristo, con la verdad que hay en Cristo, de modo que nuestros hijos permanezcan en él y avancen en aquello que han aprendido, aun cuando ya no estén con nosotros y tal vez residiendo en un lugar distante.
Eso es algo raro en nuestros días. A menudo, no es eso lo que ocurre en las familias cristianas. Mientras los hijos están viviendo con sus padres, aparentan ser verdaderos cristianos, pero cuando se van a vivir lejos de los padres, dejan de vivir lo experimentado en casa. No hay solidez, no hay un fundamento real, no hay estabilidad. Pero sabemos, a través de esta carta, que existía esa estabilidad en la iglesia del primer siglo. Aunque habían pasado dos generaciones, en la tercera aún permanecía ese fundamento, y aquello era de gran alegría para el anciano.
Por otra parte, si la señora elegida se refiere a la iglesia, los hijos de ella son los jóvenes de la iglesia, y el apóstol está diciendo que había en la iglesia un buen fundamento, había solidez. Aunque algunos de ellos se hubiesen mudado a otras localidades a fin de estudiar o trabajar, ellos permanecieron en la verdad, continuaron andando en la verdad, siguiendo y amando al Señor.
En nuestros días, debemos tener el máximo de cuidado con esto, pues los jóvenes entre nosotros deben ser enseñados de tal modo que lleguen a ser cristianos edificados sólidamente en el amor y en la verdad. Si así ocurre, no se perderán en el mundo; por el contrario, no importa dónde estén, ellos continuarán en comunión, andando en amor y en verdad. Pienso que eso es algo tremendo.
 

Permanecer en la comunión

Luego, el escritor anima a la señora con estas palabras: «Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros» (v. 5).
En el primer siglo, la iglesia se reunía en las casas, no en templos o locales de reunión como sucede hoy. Algunos ofrecían sus casas para que allí se realizasen las reuniones. Es muy probable que esa viuda haya abierto su casa para que el pueblo de Dios tuviese comunión y disfrutase de su hospitalidad, pues eso era común en aquella época. Sin embargo, ella necesitaba ser alentada, pues había entrado una gran confusión en la iglesia en relación con la comunión.
Cuando la iglesia comienza a perder su vigor, su vida espiritual, el amor de muchos se enfría. Empiezan a ocurrir muchas cosas inusitadas, y es natural pensar que ya no es posible amar. Sentimos que, si estamos amando en medio de tantas cosas erradas, estaremos de alguna forma haciendo concesiones y apartándonos de la verdad. Es una reacción natural.
Es por eso que el escritor trata de animarnos. Él está diciendo que no importa cuánta confusión esté apareciendo, no importa cuánta o anormalidad estemos viendo en derredor, nosotros debemos seguir manteniendo la comunión en amor y en verdad. No permitas que aquellas cosas que acontecen a tu alrededor te aparten de la comunión en amor y en verdad. Creo firmemente que nosotros, hoy día, necesitamos de esta exhortación.
 

Falsas enseñanzas

Después que el anciano anima a la señora a permanecer en la comunión en amor y en la verdad, él habla del aspecto negativo. Sin embargo, antes de considerar esto, necesitamos saber un poco más acerca del contexto histórico de esta carta.
Ya mencionamos que, en los primeros años de vida de la iglesia, ellos se reunían por las casas. Pero eso no es todo. Tampoco tenían un pastor que viviese en el local de reunión. Ese tipo de sistema pastoral se desarrolló con posterioridad. En el principio, todos los creyentes eran sacerdotes, todos servían al Señor. Dios da algunos apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros para la iglesia universal. Éstos visitan las localidades ministrando a las congregaciones con el fin de perfeccionar, conducir a la madurez y equipar a los santos para que éstos puedan edificarse a sí mismos juntos en amor. Eso es lo que encontramos en las Escrituras. Ellos no iban construyendo su propio dominio ni edificando su propio reino, como acontece hoy. Ellos edificaban la iglesia de Dios, la iglesia de Cristo.
En aquella época, la iglesia no era extremadamente organizada, ni es la voluntad de Dios que la iglesia sea en extremo estructurada. Por tanto, aquellas comunidades tenían sus puertas abiertas, y recibían a cualquiera que viniese en nombre del Señor. Sin embargo, empezaron a surgir problemas. Aparecieron falsos maestros, falsos profetas, con enseñanzas erradas, que se aprovechaban de la sinceridad e inocencia de los creyentes. Ellos decían haber sido enviados por el Señor, los hermanos les daban la bienvenida, y estos falsos maestros y profetas comenzaban a introducir sus enseñanzas falsas.
Había surgido un problema: ¿Cómo se podría administrar aquella situación? ¿Cómo ejercer un control en ese caso? ¿Se podía simplemente cerrar las puertas a toda visita?
Si eres parte de un grupo que tiene una estructura muy organizada, resolver el problema es muy simple: basta con dar libre acceso sólo a aquellos que pertenecen a tu organización. Todo el que no es miembro de ella no puede entrar y ministrar. De ese modo, es fácil. Pero si tú no eres parte de una organización de ese tipo, si hay total apertura, cualquiera puede entrar, aprovecharse y desviar a toda una iglesia, pues los cristianos son muy sinceros, ingenuos, inocentes y amorosos. Este es un asunto muy serio.
Al estudiar el evangelio de Juan, descubrimos que Juan, en lo profundo de su corazón, estaba luchando contra la falsa doctrina que negaba la divinidad de Cristo. Ya en aquella época, había maestros y profetas falsos. Aquella era una herejía muy peligrosa, y por esta razón Juan escribió su evangelio. Incluso en nuestros días, muchos enseñan que el Señor Jesús es sólo un hombre, afirmando que él no es Dios.
¿A cuál enseñanza falsa se refiere el apóstol en esta segunda epístola? En la época en que él la escribió, el problema era exactamente opuesto. Aparecieron personas afirmando que Jesús es sólo Dios, y que en él, por lo tanto, no había nada de humano. De acuerdo con eso, Dios jamás se había encarnado.
Y no sólo eso, había penetrado en la iglesia la falsa enseñanza del gnosticismo. Según el gnosticismo, la materia era mala en sí misma, y por eso, ellos enseñaban que el cuerpo es malo, y preguntaban: ‘¿Cómo era posible que Dios se hubiese unido con algo que es malo?’. De esa manera, negaban que la encarnación hubiese ocurrido. El cuerpo del Señor Jesús, según los gnósticos era irreal, un cuerpo ilusorio. Ellos negaban que el Señor Jesús vino en carne; no creían en Su humanidad.
Las herejías que encontramos en la cristiandad hoy, en su gran mayoría, están centradas en la persona y la obra del Señor Jesús. Ellas se presentan de diferentes maneras. Pero esto no es meramente una cuestión de tener diferentes interpretaciones. Nosotros tenemos diferentes interpretaciones acerca de aquello que llamamos verdad, pero cuando nos referimos a la fe básica en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo, ya no es sólo de una cuestión de interpretación. Es una cuestión de verdad y falsedad. Y en eso consiste, de hecho, la falsa enseñanza.
Algunos visitaban las iglesias proclamando haber avanzado en el desarrollo de la fe, haciendo que ésta se volviese más aceptable desde el punto de vista intelectual. Sin embargo, haciendo esto, destruían el fundamento mismo de la fe y de la comunión. En ese contexto histórico, esta epístola nos muestra cuáles son las personas a las cuales podemos recibir, y a quiénes no debemos recibir para enseñar.
 

La base para la comunión

«Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios» (Romanos 15:7). ¿Cómo nos podemos recibir unos a otros? Del mismo modo como Cristo nos acogió. Él nos recibió por causa de su amor ágape, y no por el hecho de que fuésemos amables o porque amamos. Él nos recibe, porque nos ama.
Cristo nos recibe en verdad. Él no va simplemente a amarnos y a decirnos: ‘No importa si has pecado o no; todo está bien, no hay problema alguno, yo te amo’. ¡No es así! Él nos recibe en verdad, porque él entregó su vida por nosotros. «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2ª Cor. 5:21).
La manera en la cual él nos recibe es en amor y en verdad. El Señor dice: «...recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió». Debemos recibirnos unos a otros en amor, porque nuestros hermanos son nacidos de Dios. Tú eres nacido de Dios, tu hermano es nacido de Dios; por tanto, no importa quién o qué sea él, tú lo amas y él te ama. Nos amamos porque la vida, Cristo, está en ambos.
Tenemos que recibirnos unos a otros en verdad. La verdad es la persona y la obra de nuestro Señor Jesús. Nosotros creemos que él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Creemos que él vino en carne; el Verbo fue hecho carne. Esa es la verdad, y es de ese modo que debemos recibirnos unos a otros.
Y este es también el mismo principio por el cual debemos orientarnos para recibir a alguien en nuestra comunión. No debemos recibir a nadie que no esté en amor ni en verdad. La comunión es la participación en algo común, y lo que nosotros tenemos en común es Cristo.
Si alguien no tiene a Cristo, no es nacido de Dios. Si esa persona no cree que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, ni cree que él haya venido en carne, no hay verdad en ella. Por tanto, si no hay verdad ni amor, no hay nada en común, y por eso, Juan dice: «...no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!». Esta es una cuestión muy seria.
Hermanos, ustedes podrían pensar que tal actitud es contradictoria al amor o contradictoria a la verdad. Pero no nos debemos engañar. Nosotros sólo podemos recibir en comunión a aquellos con quienes tenemos en común la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Los falsos maestros rechazaban al Hijo, y rechazaban, por tanto, al Padre, y a causa de eso, no había nada en común. La luz no tiene comunión con las tinieblas, la verdad no tiene comunión con la falsedad, y esa es la línea de separación.
El hecho de que no debemos recibir a determinadas personas en comunión no significa que debemos rechazarlos. De ninguna manera. Debemos amar a las personas que no conocen al Señor, debemos compartir la verdad con ellas y hablarles acerca del Señor Jesús, para que ellas puedan ser acogidas en la comunión de la iglesia. Mientras ellos no estén en el amor y en la verdad, no estarán en la comunión, pero nosotros debemos alcanzarlos por el amor y por la verdad y traerlos a la comunión.
Otro aspecto a considerar se refiere a aquellas personas que interpretan ciertas verdades bíblicas en forma diferente a nosotros. No debemos dejar de recibir a alguien simplemente porque no tiene el mismo punto de vista nuestro en relación a una interpretación de la verdad en la Biblia.
Recuerda esto: No rechaces a las personas que parecen sostener falsas enseñanzas, pero que en realidad no conocen bien la verdad y nunca han sido realmente enseñadas en la verdad. No debemos incluirlas en la categoría de falsos maestros; ellas necesitan ser ayudadas a descubrir la verdad.
Tenemos que mantenernos distantes de aquellos ‘profesionales’ que dicen tener más luz, afirmando poseer verdades más profundas. Tales personas no pueden ser bienvenidas, pues si lo hacemos nos volveremos víctimas de sus obras malignas. Eso es algo muy peligroso. No pienses que puedes mezclarte con ellas sin contaminarte, sin corromperte.
La historia nos habla acerca de algunos creyentes que intentaron mezclarse con ellos. Aquellos creyentes amaban al Señor profundamente, y sin embargo empezaron gradualmente a desviarse del Señor, porque el raciocinio humano es muy poderoso. Juan está enseñándonos el modo por el cual nos podemos mantener apartados de aquellos que propalan falsas doctrinas, de modo que la iglesia y el testimonio sean preservados puros.
Y finalmente, el anciano escribe: «Tengo muchas cosas que escribiros», esto es, él aún deseaba tener más comunión con ellos, «pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara...». A pesar de los problemas que involucra la comunión, nosotros aún debemos anhelar tener comunión. No pienses que debes dejar de tener comunión a causa de los problemas que existen. Al contrario, nosotros debemos desear tener comunión, para que nuestro gozo sea completo. Aquí en la tierra, no hay cosa alguna capaz de traernos más gozo que la comunión.

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