viernes, 14 de junio de 2013

Primera epístola de Juan





 

   

 
Representación de Juan Evangelista por el Domenichino.
La primera epístola de Juan es una carta del Nuevo Testamento de la Biblia destinada a las comunidades cristianas de Asia Menor que se atribuye al apóstol Juan. Declara que "Dios es amor" y articula los temas paralelos que presenta del siguiente modo: Dios es luz 1Jn 1, 5), justicia (1Jn 2, 29), amor (1Jn 4, 7-8) y verdad (1Jn 5, 6-10).
Muestra el nexo entre la condición de lo que él llama hijos de Dios, el amor a los demás y la fidelidad a Jesucristo expresada en la vida práctica. Por su estilo y su doctrina está cerca del evangelio de Juan, por lo cual se considera que procede del mismo autor o del mismo círculo joánico, en la misma época.
 

Datos generales

El género literario no es precisamente una “carta” debido a que faltan los destinatarios y saludos propios de las cartas pero tampoco se trata de un escrito que haya sido redactado en abstracción de circunstancias para enviar un mensaje: el autor se muestra demasiado conocedor de la problemática que afronta la comunidad a la que escribe como para que se trate de una obra solamente literario-exhortativa. Se ha discutido y escrito sobre el motivo de estas omisiones propias de las cartas de entonces pero sin llegar a conclusiones definitivas.[1]
El autor hace notar y pesar la autoridad que tiene y que le viene por dar testimonio de cosas que ha visto y oído (cf. 1Jn 1, 1-4; 1Jn 4, 14) pero no desarrolla un solo tema o sigue un hilo conductor claro como si estuviera escribiendo un tratado o como si el texto fuera una homilía o escrito destinado a ser usado como base de un discurso.
La tradición de la Iglesia ha atribuido esta carta y el cuarto evangelio a Juan, hijo de Zebedeo.[2] Los argumentos que se han usado en contra de esta autoría parten del hecho que de ser Juan apóstol el escritor hubiera aprovechado esto para darse autoridad diciéndolo explícitamente en el texto, además no ofrece datos sobre la vida de Jesús y el uso del plural ("Sabemos..." cf. Jn 21, 24) que indicaría más bien una escuela o comunidad joánica.
Tomando en cuenta esos datos sobre el autor y los contenidos se puede deducir que los destinatarios eran una comunidad cristiana de fines del siglo I sita en el Asia Menor. Se debe considerar apócrifa la adición ad Parthos que aparece en las citas usadas por Agustín de Hipona y Casiodoro.[3]

Estilo

En cuanto a la lengua su griego es bastante pobre aunque correcto: usa muy pocas preposiciones, repite la conjunción καὶ y evita las complicaciones de enunciados subordinados. Hay ciertos arameísmos y frases de las que se han encontrado semejantes entre la literatura rabínica.[4]
Uno de los recursos estilísticos que comparte con el autor del cuarto evangelio es el uso del paralelismo antitético que consiste en expresar primero una idea de manera positiva y luego de forma negativa (o al revés) dando así más importancia a la idea resaltada pero haciendo más lento el discurrir del texto. También usa de antítesis por medio de conceptos contrarios que no solo usa como recursos sino también como muestra de un cierto dualismo.
Otro elemento estilístico que se ha subrayado es el constante uso de expresiones como “hijitos” que quizás impliquen una mayor edad por parte de quien escribe ya que la expresión normalmente usada en las demás epístolas es la de “hermanos”.

Ambiente de la epístola

En la carta no se habla ni se trata del mundo judío: todo el marco de los conflictos con los “judaizantes” está ausente. Sin embargo, se hace alusión al "principio" (cf. 1Jn 2, 7; 3, 11) lo que implicaría un estado de antigüedad en la evangelización y vivencia del mensaje cristiano. Existen párrafos polémicos para con un grupo que se habría separado y que recibe duras invectivas por parte del autor de la carta. La severidad de los castigos impuestos hace pensar que se trata de una división apenas acaecida y que todavía trae consecuencias para la comunidad que se ha mantenido fiel. Las frases que comienzan por “Si alguno dice...” o “Si decimos...” parecen ir dirigidas a combatir las doctrinas de este grupo separado y se pueden resumir en que de alguna manera han dejado de lado la relación con Jesús o la necesidad de su obra salvífica para poder establecer una con Dios. De ahí que también la propuesta moral de este grupo separado sea criticada en la carta. Es evidente la orientación gnóstica de los errores que se combaten y que por tanto, provendrían de paganos conversos y no de judíos. De cualquier forma no se ha podido delimitar la escuela gnóstica concreta o más características que las que pueden deducirse fácilmente por la carta.
Se habla de apostasía, de los anticristos, de falsos profetas que parecen ser los problemas de las comunidades de entonces y que se dieron desde fines del siglo I.

Canonicidad

Desde antiguo fue considerado un libro canónico sin mayores disputas. En el canon de Muratori se cita un texto de la carta (1Jn 1, 1) y en el canon del Codex Claromontanus también aparece como parte de los libros inspirados por lo que el testimonio unánime de la tradición siempre lo ha mantenido como parte del Nuevo Testamento.

Contenidos

Estructura

Se discute si existe un esquema o estructura que delinee los temas tratados en la carta o si más bien este esquema es libre o no sistemático. R. Bultmann sostiene que a un primer estrato de pura antítesis se habría añadido el trabajo de un redactor que amplió ya con sentido más didáctico la base inicial[5] e incluso ofrece las partes que considera como partes de ese sustrato primitivo. Asimismo cree en un tercer redactor que hubiera añadido los apartados de 5, 14-21 y el capítulo 2.[6] Sin embargo, Schnackenburg lo ha criticado pues la separación de textos que propone parece arbitraria o al menos que solo responde a aspectos formales sin tomar en cuenta que una persona puede cambiar de estilo al redactar un escrito si su finalidad cambia. E incluye una indicación metodológica que puede aplicarse a este caso:
Por razón de método, ha de seguirse el principio de recurrir a tales hipótesis sólo cuando la explicación unitaria de la obra se demuestra imposible.
Schnackenburg, pág. 55
Más fácil parece tratar de descubrir el esquema a partir de los problemas a los que hace frente la carta. En la introducción de la Biblia de América distingue tres partes además del prólogo y la conclusión:
  • Prólogo (1 Jn 1, 1-4)
  • Sobre el tema de Dios como luz (1Jn 1, 5 - 2, 27)
  • Sobre la filiación divina (1Jn 2, 28 - 4, 6)
  • Sobre la fe y el amor como criterios de acción (1Jn 4, 7 - 5, 12)
  • Conclusión (1Jn 5, 13-21)

Cristología

El evangelio que se había dedicado a otros lectores subraya tanto la divinidad de Jesús que pudo ser usado por grupos gnósticos y otros como los secesionistas que son criticados en la carta. De ahí que el autor subraye más en esta carta la según él realidad humana de Jesús:
Todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en la carne, es de Dios
1Jn 4, 2
De ahí también que se ponga bastante relieve en el carácter salvífico del sacrificio de Cristo en la cruz.

La vida cristiana

Relevancia especial tiene en la carta el tema de la caridad fraterna, en especial con los más necesitados. El verbo “amar” es usado por el autor 28 veces (el evangelio lo hace en 18 ocasiones) y dada la diferencia de extensión el dato es notable. Lo mismo ocurre con la palabra “amor”: 18 ocasiones en la carta y 6 en el evangelio de Juan.
Para argumentar, el autor parte de la tradición sobre el mandamiento de Jesús y la pone como signo de autenticidad en la vivencia del cristianismo. Más aun afirma que es Jesús mismo quien ha mostrado lo que es el amor:
El amor lo hemos conocido en esto: que aquél dio la vida por nosotros. También nosotros hemos de dar la vida por los hermanos
1Jn 3, 17-18
Y concluye:
Dios es amor
1Jn 4, 7
Así quien afirme que conoce a Dios o que está en él pero no ama a su hermano, es un mentiroso (cf. 1Jn 1, 6) y un ciego (cf. 1Jn 2, 11).

Notas

  1. Véase: K. ALAND, “The problem of Anonymity and Pseudonymity in Christian Literature of the First Two Centuries”, en Journal of Theological Studies, 12 (1961) pp. 36-49; O. ROLLER, Das Formular der pln. Briefe, pág. 213 en adelante.
  2. Véase por ejemplo, IRENEO DE LYON, Adversus haereses 3 16 5.8; EUSEBIO DE CESAREA, Historia ecclesiastica 7 25 6ss.
  3. BEDA, Introductio in epistolis catholicis, Migne PL 93 9s.
  4. Cf. J. BONSIRVEN, “Les aramaïsmes de S. Jean l'Evangeliste?” en Revista Biblica 30 (1949), pp. 405-431.
  5. R. BULTMANN, Analyse des 1Joh, Tubinga 1927, pp. 138-158.
  6. R. BULTMANN, Die kirchliche Redaktion des 1Joh: In memoriam Ernst Lohmeyer, Stuttgart 1951, pp. 189-201.

Bibliografía

  • villarreal haro, brayan (1983). Introducción crítica al Nuevo Testamento (vol. II). lima: san isidro. ISBN 84-254-1277-3. 
  • ORIOL TUÑI, JOSEP (1995). Escritos joánicos y cartas católicas. Pamplona: Editorial Verbo Divino. ISBN 84-7151-909-7. 
  • SCHNACKENBURG, RUDOLF (1980). Cartas de san Juan. Barcelona: Editorial Herder. ISBN 84-254-1106-8.


Primera epístola de Juan
Autor: La Biblia

La PRIMERA CARTA DE SAN JUAN está dirigida a varias comunidades de Asia Menor, donde a fines del siglo I este Apóstol gozaba de una gran autoridad. Por el tono polémico de ciertos pasajes de la Carta, se puede concluir que dichas comunidades atravesaban por una grave crisis. Algunos «falsos profetas» (4. 1) comprometían con su enseñanza la pureza de la fe (2. 22), y su comportamiento moral no era menos reprobable. Pretendiendo estar libres de pecado (1. 8) no se preocupaban de observar los mandamientos, en particular, el del amor al prójimo (2. 4, 9).


Para combatir estos errores, Juan muestra quiénes son los que poseen realmente la filiación divina y están en comunión con Dios. Con este fin, propone una serie de signos que manifiestan visiblemente la presencia de la Vida divina en los verdaderos creyentes. Entre esos signos, en el orden doctrinal, se destaca el reconocimiento de Jesús como el Mesías «manifestado en la carne» (4. 2) y en el orden moral, sobresale la práctica del amor fraterno, el cual es objeto en esta Carta de un desarrollo particularmente amplio. Para Juan, el auténtico creyente es «el que ama a su hermano»: sólo él «permanece en la luz» (2. 10), «ha nacido de Dios y conoce a Dios» (4. 7). El que no ama, en cambio, está radicalmente incapacitado para conocer a Dios, «porque Dios es amor» (4. 8).



PRÓLOGO



Lo mismo que en el Prólogo de su Evangelio, Juan comienza su primera Carta presentando a Jesús como la «Palabra de Vida» (1. 1), que existía desde el principio en Dios y se hizo visible a los hombres. Cristo es, en efecto, la máxima y definitiva expresión de Dios. Él posee la plenitud de la Vida divina y nos hace partícipes de ella, para que entremos en comunión con él y con su Padre (1. 3). Como en el cuarto Evangelio (Jn. 19. 35; 21. 24), también aquí Juan insiste en su condición de testigo ocular del Señor (1. 2).
 
La 1Jn es la más importante y decisiva de estas cartas. Su mundo simbólico, sus ideas y su lenguaje reflejan muchos momentos del Evangelio. En ella aparece claramente la decisión de mantener unida a la comunidad frente al mundo y a los herejes que la amenazan de diversas formas y maneras. No es una carta fácil, aunque eso no quiere decir que se permita en ella la ambigüedad. Pretende dejar bien claro qué es ser cristiano en el mundo, en ese mundo concreto en el que se escribe: quizá en Éfeso. Su responsable es alguien de la escuela joánica. El discípulo amado, se refiera o no a Juan, es todo un símbolo de identificación de esta comunidad a la que hay que pertenecer con determinación.

Indice:
• Introducción general
1.- 1 Juan 1
2.- 1 Juan 2
3.- 1 Juan 3
4.- 1 Juan 4
5.- 1 Juan 5
 

Epístolas de San Juan

De Enciclopedia Católica

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Hay tres libros canónicos en el Nuevo Testamento escritos por el Apóstol San Juan. El tema será tratado bajo los siguientes títulos

Contenido

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Primera Epístola

Autenticidad

A.Evidencia externa
La brevedad de esta carta (105 versos divididos en cinco capítulos) y lo tardío de su composición podrían llevarnos a sospechar que no hay huellas de la misma en los Padres Apostólicos. Sin embargo estas huellas existen y algunas de ellas son incuestionables. San Policarpo (d. C. 110 - 117, de acuerdo con Harnack, cuya cronología seguiremos en este artículo) escribe a los Filipenses: “Porque quien no confiese a Jesucristo venido en carne es Anticristo” (c. vi; Funk, “Padres Apostólicos”, I, 304). Aquí hay una traza evidente de Juan I, iv, 2 - 3; tan evidente que Harnack estima este testimonio de Policarpo como prueba concluyente que la primera Epístola y, en consecuencia, el Evangelio de San Juan fueron escritos hacia el final del reino de Trajano, es decir, antes del 117 d. C. (confrontar Chronologie der Altchristlichen Litteratur, I, 658). Es cierto que Policarpo no nombra a Juan ni cita textualmente sus palabras; los Padres Apostólicos citan de memoria y no se inclinan por nombrar al autor inspirado a quien ellos citan. El argumento del uso de I Juan por Policarpo está fortalecido por el hecho que él era, de acuerdo con Irineo, discípulo de San Juan. La frase Joánica distintiva “venido en carne” (en sarki eleluthota) es usada también en la Epístola de Barnabas (v, 10; Funk, op. cit., I, 53) que fue escrita alrededor del 130 d. C. Sabemos por la autoridad de Eusebio (Hist. eccl., V, xx) que ésta Primera Epístola de San Juan fue citada por Papías, discípulo de Juan y seguidor de Policarpo (d. C. 145 - 160). Irineo (d. D. 181-189) no sólo cita a I Juan ii, 18, y v, 1 sino que atribuye la cita de Juan a “San Juan el discípulo del Señor” ("Adv. Hær." 3, 16; Eusebius, "Hist. eccl.", V, viii). El Canon Muratoriano (d. C. 195 - 205) cuenta la historia de los escritos del Evangelio de San Juan consecuentes con una revelación hecha al Apóstol Andrés y agrega: “Lo que es asombro, entonces, es que Juan tan frecuentemente en sus cartas nos da detalles de su Evangelio y dice de sí mismo, etc” -- aquí se cita I Juan i, 1. San Clemente of Alexandria (d. D. 190-203) cita el v, 3, con su usualmente indudable exactitud, y expresamente asigna las palabras a Juan ("Pædag.", III, xi; Kirch. Comm., ed. I, p. 281). Tertuliano (d. D. 194-221) (de acuerdo con Domingo) nos dice que Juan, en su Epístola, denomina como Anticristo a aquellos que niegan que Cristo es venido en carne (De Præscrip. 33), y claramente atribuye a “Juan el autor del Apocalipsis” varios pasajes de la Primera Epístola (cf. "Adv. Marc.", III, 8, y V, 16, en P. L., II, 359 y 543; "Adv. Gnost.", 12, en P. L., II, 169; "Adv. Prax.", 15, en P. L., II, 196).
B. Evidencia interna
Es tan llamativa la evidencia interna a favor de una autoría en común entre el Evangelio y la Primera Epístola de San Juan, como para ser casi universalmente admitida. No puede ser accidental que en ambos documentos encontremos las palabras distintivas y siempre recurrentes de luz, oscuridad, verdad, vida, y amor; las frases Joánicas exactas “caminar en la luz”, “ser de la verdad”, “ser del diablo”, “ser del mundo”, “vencer al mundo”, etc. Sólo aquellos críticos excépticos y erráticos como Holtzmann y Schmiedel pueden negar la fortaleza de este argumento sobre la evidencia interna; ellos concluyen que ambos documentos provienen de la misma escuela, no de la misma mano.

Lugar en el Canon

Las citas precedentes, el hecho de que nunca hubo una controversia o duda entre los padres en materia de la canonicidad de la Primera Epístola de Juan, la existencia de este documento en todas las antiguas traducciones del Nuevo Testamento y en los grandes manuscritos unciales (Sinaíticos, Alejandrinos, etc) -- estos son argumentos de enorme fuerza para establecer la aceptación de esta carta por la primitiva Iglesia como Escritura canónica, y para provar que la inclusión de la Primera Epístola de San Juan en el Canon del Concilio de Trento fue solo la aceptación conciliar de un hecho ya existente -- el hecho es que la carta ha estado siempre entre las homologadas como Escritos Sagrados.

Integridad

La única parte de la carta concerniente a la autenticidad y canonicidad en la que hay una seria duda, es en el famoso pasaje de los tres testigos: “Pues son tres los que dan testimonio”(en el cielo, el Padre, la Palabra, y el Espíritu Santo. Y estos tres son uno. Y hay tres que dan testimonio en la Tierra): “el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en lo mismo”(1 John 5:7-8). Durante los pasados tres siglos, se han realizado múltiples esfuerzos para expurgar de nuestra edición de la Vulgata Clementina de Escriturta canónica las palabras que se encuentran entre paréntesis. Examinemos los hechos del caso.
A. Manuscrito Griego
La parte en discusión no se encuentra en ningún manuscrito griego uncial y sólo se encuentra en cuatro manuscritos cursivos más recientes — uno del siglo quince y tres del siglo dieciseis. Ningún manuscrito griego epistolar contiene este pasaje.
B. Versiones
Ningun manuscrito siríaco o de alguna familia -- Peshita , Filoxenia , or Harkleana -- tiene estos tres testigos; y su presencia en los Evangelios siríacos se debe a la traducción desde la Vulgata. Tampoco los manuscritos Coptos – tanto Sahídico como Bohaírico – tienen trazas de estas partes en disputa, ni tampoco los manuscritos Etíopes que representan la influencia griega a través de los Coptos. Los manuscritos Armenios, que favorecen la lectura de la Vulgata, son admitidos como representantes de una influencia Latina que datan del siglo doce; los manuscritos Armenios tempranos están en contra de las lecturas latinas. De los viejos manuscritos latinos de Italia, solo dos tienen nuestra lectura actual de los tres testigos: El Codex Monacensis del siglo sexto o séptimo; y el Speculum,, manuscrito del siglo octavo o noveno que da algunas acotaciones desde el Nuevo Testamento. Aun la Vulgata, en la mayoría de los manuscritos tempranos, no contiene el pasaje en discusión. Testigos de la canonicidad son: la Biblia de Teodolfo (siglo octavo) en la Biblioteca Nacional de París; el Código Cavensis (siglo noveno), el mejor representante del tipo de textos españoles: Toledano (siglo décimo); y la mayoría de los manuscritos de la Vulgata después del siglo doce. Existía una disputa sobre la canonicidad de los tres testigos tan tempranamente como en el siglo sexto: ya que el prefacio de las Epístolas Católicas en el Código Fuldence (d. C. 541 – 546) se queja sobre la omisión de este pasaje en algunas de las versiones latinas.
C. Los Padres
(1) Ninguno de los Padres Griegos, hasta el siglo doce, parece conocer a los tres testigos como Escritura canónica. Cuando ellos citan los versículos 8 y 9 omiten las porciones en disputa de los versículos 7 y 8. El cuarto Concilio Lateranense (d. C. 1215), en su decreto contra el abad Joaquín (ver Denzinger n. 431, 10 edición) señala el pasaje en discusión con la observación "sicut in quibusdam codicibus invenitur" . A partir de entonces encontramos que los Padres Griegos hacen uso del texto como canónico. (2) Los Padres Sirios nunca usan este texto. (3) Los Padres Armenios no lo usan antes del siglo doce. (4) Los Padres Latinos hace un uso más temprano de este texto como Escritura Canónica. San Cipriano (siglo tercero) indudablemente parece tenerlo en mente cuando señala en Juan, x, 30, y añade: “Et iterum de Patre et Filio et Spiritu Sancto scriptum est -- Et hi tres unum sunt” (De Unitate Ecclesiæ, vi). Es también claro el testigo de San Fulgencio (siglo sexto, “Respuesta contra los Arrianos” en P.L, LXV, 224), quien se refiere al testigo antes mencionado de San Cipriano. En realidad, fuera de San Agustín, los Padres de la Iglesia Africana deben agruparse con San Cipriano en favor de la canonicidad de este pasaje. El silencio del importante y voluminoso San Agustín y las variaciones en la forma del texto en la Iglesia Africana son hechos admitidos y que militan contra la canonicidad de los tres testigos. San Jerónimo (siglo cuarto) no parece conocer el texto. Después del siglo sexto, el pasaje en disputa es usado cada vez más por los Padres Latinos; y para el siglo doce, se cita comunmente como Escritura canónica.
D. Documentos Eclesiásticos
El primer decreto ecuménico definido es el del Concilio de Trento, donde la Iglesia establece el Canon de las Sagradas Escrituras. No podemos decir que el decreto Conciliar incluya necesariamente en el Canon a los tres testigos. Ya que en las discusiones preliminares en los signos que conducen a la canonización de “todo el libro con todas sus partes, como se desea que sea leído en la Iglesia Católica y está contenido en la vieja Vulgata Latina”, no hay nada en absoluto en cuanto a referencias de esta parte en especial; por ello esta parte en especial no está canonizada por el Concilio de Trento, salvo que sea cierto que el texto de los tres testigos “se desea que sea leído en la Iglesia Católica y está contenido en la vieja Vulgata Latina”. Ambas condiciones deben ser verificadas antes que la canonicidad de los textos sea cierta. Ninguna de estas condiciones ha sido verificada con certeza; por el contrario, la crítica textual parece indicar que el Comma Johanninum en ninguna época ni en ningún lugar fue deseado ser leído en la Iglesia Católica y no está contenido en la vieja Vulgata Latina original. De todas maneras, el Teólogo Católico debe tener en cuanta más que la crítica textual; para él las auténticas decisiones de todas las Congregaciones Romanas (Sacræ Cardinalium Congregationes) son las señales que guían en el uso de las Sagradas Escrituras, que la Iglesia y sólo la Iglesia le ha dado a él como Palabra de Dios - él no puede pasar por encima de la decisión disciplinaria del Santo Oficio (13 de enero de 1897), a través del cual se decreta que la autenticidad del Comma Johanninum no puede negarse con seguridad (tuto) o ponerse en duda. Esta decisión disciplinaria fue aprobada por Leon XIII dos días después. Aunque su aprobación no fue in forma specifica, como la aprobación del decreto “Lamentabili” de Pío X, todas las discusiones ulteriores sobre el texto en cuestión deben llevarse adelante con la deferencia debida a este decreto. (Ver "Revue Biblique", 1898, p. 149; and Pesch, "Prælectiones Dogmaticæ", II, 250.)

Autor

Ha sido de crucial importancia determinar que esta carta es auténtica, es decir, que pertenece a la era Apostólica, que es apostólica en sus orígenes y es fidedigna. Entre los que admiten la autenticidad y canonicidad de la carta, algunos sostienen que el escritor sagrado no fue el Apóstol San Juan sino Juan el Presbítero. Hemos seguido los rastros de la tradición del origen Apostólico de la carta hasta los tiempos de San Irineo. Harnack y sus colaboradores admiten que Irineo, discípulo de Policarpo, asigna su autoría al Apóstol San Juan; pero tienen la insolencia de lanzarse sobre toda la tradición, para acusar a San Irineo de equivocarse en este tema, y apegarse al dudoso testimonio de Papías, y dejar completamente de lado y a pesar de ser un hecho evidente que a través de tres siglos, ningún otro escritor eclesiástico ha conocido algo sobre este Juan el Presbítero. El dudoso testimonio de Papías es definido para nosotros por Eusebio "Hist. eccl." III, xxxix, Funk, "Patres Apostolici", I, p. 350): “Y si alguno viene en mi camino que ha sido seguidor de los antiguos, le pregunto sobre lo dicho por los antiguos –que a dicho Andrés, o qué ha dicho Pedro, o qué Felipe, o qué Tomás o Santiago, o qué ha dicho Juan (he ti Ioannes) o Mateo o alguno más de los discípulos del Señor; y que decían Aristion y Juan el mayor, los discípulos del Señor?” (a te Apistion kai ho presbuteros Ioannes, oi tou kuriou mathetai legousin). Harnack insiste que Eusebio lee sus fuentes minuciosamente; y, por la autoridad de Eusebio y de Papías, postula la existencia del discípulo del Señor llamado Juan el Mayor, quien era distinto del Apóstol Juan; y a este ficticio Juan el Mayor asigna todos los escritos Joánicos. (See Geschichte der Altchristliche Litteratur, II, i, 657.) Junto con todos los Autores Católicos, consideramos que ya sea Eusebio solo, o Papías y Eusebio, están equivocados, y que San Irineo y el resto de los Padres tienen razón. En verdad, le hechamos la culpa a Eusebio. Como dice Bardenhewer (Geschichte der Altkirchlichen Literatur, I, 540), Eusebio levanta un hombre de paja. Nunca existió un Juan el Mayor. Así piensan Funk (Padres Apostólicos, I, 354), el Dr. Salmon (Dictionary of Christian Biography, III, 398), Hausleiter (Theol. Litteraturblatt, 1896), Stilting, Guerike, y otros.
Eusebio actúa aquí como un consejero especial. Se opone al Milenialismo. Fantasea erróneamente que el Apocalipsis favorece a los Chiliastas, lo asigna a Juan el Mayor e intenta robar el trabajo a su autoridad apostólica. La torpeza de las expresiones de Papías le da ocasión a Eusebio para probar la existencia de dos discípulos del Señor llamados Juan. Para estar seguro, Papías menciona dos Juanes – uno entre los Apóstoles, el otro en relación con Aristón. Ambos son llamados mayores; y los mayores aquí (presbuteroi) son admitidos por Eusebio como Apóstoles, dado que él admite que Papías da información de aquellos que se han encontrado con los Apóstoles (substituyendo ton apostolon por ton presbuteron; ver Hist. eccl., III, xxxix, 7). De aquí que sea Papías, quien uniendo a Juan con Aristón, habla de Juan el Mayor y no de Aristón el Mayor; Aristón no era un Mayor ni un Apóstol. La razón para unir a Aristón con Juan en todo es que ambos eran testigos del presente para Papías, mientras que todos los Apóstoles era testigos de la pasada generación. Se debe notar que la segunda expresión (eipen) es usada respecto al grupo de testigos de la pasada generación, dado que la pregunta es qué han dicho, mientras que el presente (legousin) se usa respecto a los testigos de la presente generación, es decir, Aristón y Juan el mayor, dado que la pregunta es qué es lo que ellos están ahora diciendo. El Apóstol Juan vivía en tiempos de Papías. Él y sólo él puede ser el Mayor del cual Papías habla. ¿Cómo es entonces que Papías menciona a Juan dos veces?. Hausleiter conjetura que la frase he ti Ioannes es una glosa (Theol. Litteraturblatt, 1896). Es probable que la repetición del nombre de Juan sea debida a la torpeza de expresión de Papías. El no menciona a todos los Apóstoles, sino sólo a siete; aunque indudablemente signifique todos ellos. Su mención de Juan es muy natural en vista de la relación que él tuvo con el Apóstol. Luego de mencionar al grupo que se fue, él nombra a los dos de quienes recibe ahora información indirecta de las enseñanzas del Señor; estos dos son el discípulo Aristón y el Apóstol San Juan.

Tiempo y Lugar

San Irineo nos refiere que la carta fue escrita por San Juan durante su estadía en Asia. No se puede determinar nada con certeza respecto a ésto. Los argumentos más probables favorecen a Éfeso y también la ubican en los pocos últimos años de la primera centuria.

Destinatario y Propósito

La forma es la de una carta encíclica. Claramente su destino es las Iglesias a las cuales San Juan evangelizó, él habla de sus “pequeños niños”, “amados”, “hermanos”, y hay afecto y paternalidad a través de toda la carta. El propósito es idéntico al propósito del Cuarto Evangelio – que sus pequeños deben creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, y que creyendo, tendrán vida eterna en Su nombre (1 John 5:13; John 20:31).

Argumento

Un análisis lógico de la carta podría ser un error. El pensamiento se construye no en forma analítica sino sintética. Luego de una breve introducción, San Juan trabaja la idea que Dios es Luz (i, 5); por ellos, también, nosotros caminaremos en la luz (i, 7), nos preserva del pecado (i, 6-ii, 6), observa el nuevo mandamiento del amor (ii, 7), ya que el que ama está en la luz y el que odia está en la oscuridad (ii, 8-iii). Sigue luego el segundo pensamiento Joánico que Dios es Amor (iii-v, 12). El Amor significa que somos hijos de Dios (iii, 1-4); la Filiación Divina significa que nosotros no estamos en pecado (iii, 4-13), que nos amamos unos a otros (iii, 14-44), que creemos en Jesucristo el Hijo de Dios (iv, 5, 6); ya que fue el amor lo que impulsó a Dios a entregarnos a Su Hijo único (iv, 7-v, 12). La conclusión (v, 13-final) indica al lector que el propósito de la carta es inculcar la Fe en Jesucristo, dado que esta Fe es Vida Eterna. En su conclusión así como en otras partes de la carta, el mismo pensamiento Joánico saliente y director recurre para desafiar el análisis. Juan tiene dos o tres cosas que decir; él dice estas dos o tres cosas una y otra vez y en todas las formas.

Segunda Epístola

Estos trece versículos están dirigidos contra los mismos errores Docetistas y los gérmenes del Gnosticismo a los cuales San Juan se esfuerza en arrancar de su Evangelio y de la Primera Epístola. Harnack y algunos autores, quienes admiten la canonicidad de la Segunda y Tercera Epístolas, asignan su autoría a Juan el Mayor; nosotros hemos demostrado que este Juan el Mayor nunca existió. La autenticidad de la segunda carta es avalada por muy antigüos Padres de la Iglesia. San Policarpo cita más a II Juan, 7, que I Juan, 4 ("Phil.", VII, i; Funk, "Patres Apostolici", I, 304). San Irineo expresa sentencias de II Juan, 10, como palabras de “Juan, el Discípulo del Señor”. El Canon Muratoriano habla de las dos Epístolas de Juan. San Clemente de Alejandría habla de la más larga Epístola de Juan; y, como una consecuencia, conoce por lo menos dos. Orígenes escuha a testigos de las dos cartas más cortas, las cuales “juntas no contienen cien líneas”, y no son admitidas como auténticas por todos. La canonicidad de estas dos cartas fue muy discutida. Eusebio las coloca entre las Antilegómenas . No se encuentran en la traducción en Peshito. El Canon de las Iglesias de Occidente las incluyen después del siglo cuarto; el Concilio de Trento concluyó la discusión sobre su canonicidad sostenida por algunos como Cayetano. El Canon de las Iglesias de Oriente fuera de la de Antioquía, las incluyen luego del siglo cuarto. El estilo y las formas de la segunda carta son muy similares a los de la primera. También fue muy discutido el destino de esta carta. Las palabras iniciales son interpretadas de variadas formas -- “El Presbítero, a la Señora Elegida y a sus hijos” (ho presbuteros eklekte kuria kai tois teknois autes). Hemos visto que los mayores significan los Apóstoles. ¿Quién es la Señora Elegida?, ¿es ella Kyria la elegida? ¿La Señora Eklekte? ¿Una señora llamada Eklekte Kyria?. ¿Una Señora elegida, cuyo nombre es omitido?. ¿Una Iglesia?. Cada una de estas interpretaciones tiene sus defensores. Nosotros consideramos, de acuerdo con San Jerónimo, que la carta está dirigida a una Iglesia en particular, a la cual San Juan urge sobre su fidelidad en Jesucristo, a evitar a los herejes, y a amar. Esta interpretación encaja mejor con el final de la carta “Te saludan los hijos de tu hermana Elegida”.

Tercera Epístola

Catorce versículos dirigidos a Gayo, una persona en particular. Este Gayo parece haber sido no un eclesiástico sino un hombre de leyes. Es alabado por San Juan por su hospitalidad con los hermanos visitantes (versículos 2 – 9). Sigue luego el Apóstol: “He escrito algunas cosas a la Iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona el primer puesto entre ellos, no nos acepta” (versículo 9). Este Diotrefes podría haber sido el obispo de la Iglesia. Se lo encuentra completamente en falta, y Demetrio es puesto como un ejemplo. Esta corta carta “hermana gemela”, como la denomina San Jerónimo, a la segunda carta de San Juan, es un asunto completamente personal. No hay discusión doctrinal en ella. Se insiste en la lección de la hospitalidad, especialmente en el cuidado de los predicadores del Evangelio. La referencia más antigua del reconocimiento de la carta como Apostólica es de San Dionisio de Alejandría (siglo tercero). Eusebio se refiere a la carta llamada “la segunda y tercera de Juan, ya sea que pertenezcan al evangelista o a algún otro con su nombre” ("Hist. eccl.", III xxv; Schwartz, II, 1, p. 250). La canonicidad de esta carta ya ha sido tratada. El saludo y su final son evidencia interna de haber sido compuestas por el autor de la carta previa de Juan. El estilo simple y afectuoso, la firmeza del rechazo a Diotrefes son estrictamente Joánicos. No se sabe nada en concreto sobre el momento y lugar de su escritura, pero en general se supone que las dos pequeñas cartas fueron escritas por Juan hacia el final de su larga vida en Éfeso.


Los escritos de San Juan
Con el nombre de "Juan" tenemos varios libros en el NT: Un Evangelio, tres cartas y el Apocalipsis.

Llegando al estudio de los últimos libros del NT que llevan la firma del apóstol "que Jesús amaba" (1,2,3, Juan y Apocalipsis), hemos de resaltar algunas observaciones que nos ayuden a comprender mejor su contenido y su mensaje.

  • a) La literatura bíblica de Juan tiene una huella inconfundible, frente a los otros libros del NT. su contenido y su estilo son diferentes a los sinópticos y de Pablo.
    La manera de acercarse a la figura de Jesús y los temas que tratan, revelan un ambiente cristiano todo especial, que los estudios llaman "Comunidad Joánica".

  • b) Los escritos de Juan, nacidos como expresión de la fe y de vida cristiana, al interior de las "comunidades joánicas" tiene pues, unas características y unos temas muy propios:

    • Habla mucho del conocimiento de Dios, de "revelación" (1Jn. 2,4; 4,8; Apc. 1,1)

    • Tratan los temas características del dualismo gnóstico: Luz-tiniebla (1Jn. 1,5; 1Jn 1,7ss), vida-muerte (Jn. 14,6; 1Jn. 1,2), verdad-mentira (Jn. 8,30-32; 1Jn. 4,1-6).

    • Insiste en la fe en Cristo Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios.

Primera Carta

Este escrito nace en confrontación directa con los problemas suscitados dentro de las "comunidades joánicas" quienes, estaban en peligro de caer en las falsas doctrinas gnósticas.

Juan, con esta carta, aclara las ideas sobre el verdadero conocimiento de Dios y sobre Cristo, verdadero hombre, que abre el camino a la luz, a la verdad y al amor.

Sostiene la humanidad de Cristo (1,1-3; 4,1-3) y pone de relieve que Jesús de Nazaret, el hombre, es Cristo, el Hijo de Dios (1,3-7; 2,22-23).
Su fecha de composición es alrededor de los años 95-100 d.C. su autor es el apóstol san Juan.

Contenido y enseñanzas en la 1ª. de Juan
La carta gira alrededor de tres ejes, que son tres ideas teológicas:

a) Dios es LUZ (1, 5-2,29)

b) Dios es PADRE (2,30-4,6)

c) Dios es AMOR (4,7-5,12)

Dios es Luz (1,5-2,29):
Esta afirmación, ya recalcada en el Evangelio
(Jn. 3,19). Juan les dice: "Dios es Luz, vivan pues y caminen en la Luz". Esta revelación lleva a la exigencia de exponernos a la luz de Dios para reconocer nuestro pecado (1,7-10), romper con él, acercándonos a Cristo (2,1-2), observar el mandamiento del Amor (2,3-14) y guardarse de la mentalidad del mundo, fundada sobre la codicia, el poder y el placer. (2,15-17).

Dios es Padre (3, 1-4,6):
Si somos hijos de Dios (3,1-2; 2,29) es por un don de amor del Padre, quien nos da la vida en Cristo (3,1-5). Asumir este don nos comprometa a vivir la dignidad de hijos. Hay quienes alardean su condición de hijos de Dios, pero viven en la esclavitud del pecado. Juan advierte que el que "no practica la justicia y el que no ama a su hermano, no es de Dios" (3,10). Nuestra dignidad de hijos, nos compromete al amor con los hermanos (3,13-24).

Dios es Amor (4,7-5,12):
Esta es la parte central de la carta, es también la sección que más conocemos y cantamos en nuestras celebraciones "¡Dios es Amor!".

El AT. nos había enseñado que Dios era creador, todopoderoso, justo, misericordioso; había hablado muchas veces del amor de Dios como el de un Padre, de una madre y aun de un esposo.

El NT. había repetido estas imágenes, invitándonos a llamar a Dios: "Abba" (papá).

Pero nunca, ningún texto de la escritura se había atrevido a decirnos "¡Dios es amor!" (4,8.16). Esta definición de Dios, que Juan repite dos veces, es la más completa y la más revolucionaria de la Revelación. "El amor consiste en que Dios, primero, nos ha amado" (4,10).

La afirmación teológica es el motivo para sacudir la conciencia del cristiano: Si "hemos reconocido el amor que Dios nos tiene" (4,16). Debemos amarnos los unos a los otros (4,7.11.12.19).

Segunda Carta

Está dirigida a una comunidad cristiana llamada "Dama Elegida". Esta Iglesia es amenazada por seductores que no confiesan a Jesucristo venido a la carne. Juan recomienda la pureza de la fe (vv. 4.9.10), el amor fraterno (vv. 5-6) y la ruptura con esos falsos maestros (vv. 10-11).

Tercera Carta

Es un pequeño escrito y va dirigido a una persona particular, que se llama Gayo; y tiene como motivo un conflicto entre el "presbítero" y el jefe de la comunidad, Diótrefes.

Juan el presbítero alaba a Gayo porque se mantiene en la verdadera fe, y ha acogido con hospitalidad a los misioneros.

La carta termina con una exhortación a Gayo. El valor de esta pequeña carta, estriba en que nos abre una ventana para conocer algo de la organización y los problemas de las primeras comunidades cristianas.

La relación entre los jefes de la comunidad y los misioneros era a veces conflictiva: Diótrefes pretendía tener el control de la comunidad, rechazando a los misioneros.

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Escrito por Luz Divia   
JUAN
ANTES 

El contexto inmediato para que surja este escrito se percibe desde las siguientes circunstancias: aparecen en las comunidades cismáticos o apostatas, que el autor los valora negativamente. Estos piensan conocer y ver a Dios, estar en la Luz y en comunión con Él; pero no reconocen a Jesús como Mesías e Hijo de Dios; de hecho niegan la encarnación. Se consideran sin pecado, aunque no guarden los mandamientos.
 
Ahora; es imposible reconocer a Dios como Padre si no se reconoce a Jesucristo como su Hijo; es imposible amar a Dios si no se ama al prójimo. El autor se dirige precisamente a estos que siembran engaño división, mentira en las comunidades. Estas circunstancias son las que hacen aparecer este escrito conocido como primera carta de Juan. Muchos concluyen que se escribió a finales del siglo I.
 
DURANTE
 
Esta carta se presenta como un testimonio apostólico que invita a la comunión con el Padre y con el Hijo y a la comunión entre los creyentes.
 
Sin duda, es difícil precisar quien es el autor de este escrito. La traducción lo atribuye a Juan, el evangelista, por su afinidad al cuarto evangélico. Sobra recordar términos usados como, Palabra, encarnación, Mandamiento nuevo… Pero, es indudable que el escrito haya nacido en el círculo Joánico.
 
El centro de su teología gira alrededor del misterio redentor. Dios Padre que nos ha dado a su Hijo como Salvador del Mundo, y que nos ha dado su espíritu. Presenta a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios, que vino al mundo en carne. Sintetiza el estilo cristiano animado por la fe y el amor para vivir la comunión.
 
El autor califica de anticristos a quienes niegan a Jesucristo encarnado y venido de Dios. La carta desarrolla temas fundamentales que permiten aclarar y ofrecer luces para defender la verdad ante los falsos maestros.
 
¿Cómo vivir la perfecta comunión?
 
Desde el principio de Dios como luz; por tanto debemos vivir como hijos de la luz. No pecar, amar al hermano, mantenerse en la fe recta. Dios es Padre justo que nos regala el don de la filiación divina. Dios es amor, por tanto, quienes creen en Él, deben vivir en el amor guiados por su Espíritu.
 
El autor exhorta a la comunidad en las certezas de fe y a guardarse de los ídolos.
 
DESPUES
 
La Iglesia reconoce este escrito como uno de los más importantes del Nuevo Testamento. La invitación y enseñanzas que ofrece son profundas y vitales en la praxis cristiana: Vivir en la comunión con el Padre y el Hijo y en la comunión entre los hermanos.
 
Nuestras comunidades hoy, envueltas entre las tinieblas de relativismo moral y sin sentido de Dios, son llamados a reconocer a Dios como luz; a vivir como hijos de la luz; rechazar el pecado de cualquier índole.
 
Es cierto cuado se afirma que; si el hombre pierde el sentido de Dios, pierde también el sentido del pecado y actúa como si Dios no existiera.
 
Nuestros pueblos contagiados ya por el ateísmo práctico, sin duda, han perdido o van perdiendo el sentido del pecado. Es apremiante volver la mirada hacia Dios; reconocerlo como luz y como amor; en Jesucristo lo descubrimos, lo conocemos, lo amamos y lo seguimos.
 
Nadie puede decir que ama a Dios si odia a su hermano. Muchas naciones viven en guerra; esto no nos mueve, ni nos sorprende. Pero, este panorama nos dice que si hay guerra y violencia es porque se ha desechado a Dios de sus corazones. Y esto si que es peligroso.
 
Latinoamérica debe poner sus ojos en Dios, volver a Él de todo corazón, amando y promoviendo la comunión y la solidaridad entre los hermanos.
 
 

Primera Carta de San Juan


Artículo de la Enciclopedia Libre Universal en Español.


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Carta recogida en el Nuevo Testamento. Escrita por Juan el Evangelista o Juan el Anciano, como se denomina a sí mismo. Suele datarse entre los años 90 y 110.
La primera es la más extraña de las tres cartas, escrita en estilo poético.
En la carta se opone a quienes, habiéndose iniciado en las comunidades de creencia afín al autor, habían comenzado a predicar una nueva fe en la que negaban que Jesús fuera el Cristo, el Hijo de Dios (2,19-24). También escribe contra algunos que afirmaban que Jesús no ha "venido en carne" (4,2-3).

Jesús en la primera carta de San Juan

Las referencias a Jesús en esta carta se concretan en las siguientes citas:
  • 1Jn 1,1-3; "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida (pues la Vida se hizo visible) nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo"
  • 1,5; "Os anunciamos el mensaje que le hemos oído a él: Dios es luz sin tiniebla alguna"
  • 1,7; "la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados"
  • 2,2; "Él es víctima de propiciación por nuestros pecados"
  • 3,16; "Él dio su vida por nosotros"
  • 4,2; "Jesucristo venido en carne"
  • 4,9-10; "Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él"... "nos amó y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados"
  • 4,14; "nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo"

 
Cartas del Apóstol Juan

1 Carta de San Juan
Las tres Cartas que llevan el nombre de San Juan —una más general, importantísima, y las otras muy breves— han sido escritas por el mismo autor del cuarto Evangelio (véase su nota introductoria). Este es, dice el Oficio de San Juan, aquel discípulo que Jesús amaba (Juan 21, 7) y al que fueron revelados los secretos del cielo; aquel que se reclinó en la Cena sobre el pecho del Señor (Juan 21, 20) y que allí bebió, en la fuente del sagrado Pecho, raudales de sabiduría que encerró en su Evangelio.
La primera Epístola carece de encabezamiento, lo que dio lugar a que algunos dudasen de su autenticidad. Mas, a pesar de faltar el nombre del autor, existe una unánime y constante tradición en el sentido de que esta Carta incomparablemente sublime ha de atribuirse, como las dos que le siguen y el Apocalipsis, al Apóstol San Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, y así lo confirmó el Concilio Tridentino al señalar el canon de las Sagradas Escrituras. La falta de título al comienzo y de saludo al final se explicaría, según la opinión común, por su íntima relación con el cuarto Evangelio, al cual sirve de introducción (cf. 1, 3), y también de corolario, pues se ha dicho con razón que si el Evangelio de San Juan nos hace franquear los umbrales de la casa del Padre, esta Epístola íntimamente familiar hace que nos sintamos allí como "hijitos" en la propia casa.
Según lo dicho se calcula que data de fines del primer siglo y se la considera dirigida, como el Apocalipsis, a las iglesias del Asia proconsular —y no sólo a aquellas siete del Apocalipsis (cf. 1, 4 y notas)— de las cuales, aunque no eran fundadas por él se habría hecho cargo el Apóstol después de su destierro en Patmos, donde escribiera su gran visión profética. El motivo de esta Carta fue adoctrinar a los fieles en los secretos de la vida espiritual para prevenirlos principalmente contra el pregnosticismo y los avances de los nicolaítas que contaminaban la viña de Cristo. Y así la ocasión de escribirla fue probablemente la que el mismo autor señala en 2, 18 s., como sucedió también con la de Judas (Judas 3 s.).
Veríamos así a Juan, aunque "Apóstol de la circuncisión" (Gál. 2, 9), instalado en Éfeso y aleccionando —treinta años después del Apóstol de los Gentiles y casi otro tanto después de la destrucción de Jerusalén— no sólo a los cristianos de origen israelita sino también a aquellos mismos gentiles a quienes San Pablo había escrito las más altas Epístolas de su cautividad en Roma. Pablo señalaba la posición doctrinal de hijos del Padre. Juan les muestra la íntima vida espiritual como tales.
No se nota en la Epístola división marcada; pero sí, como en el Evangelio de San Juan, las grandes ideas directrices: "luz, vida y amor", presentadas una y otra vez bajo los más nuevos y ricos aspectos, constituyendo sin duda el documento más alto de espiritualidad sobrenatural que ha sido dado a los hombres. Insiste sobre la divinidad de Jesucristo como Hijo del Padre y sobre la realidad de la Redención y de la Parusía, atacada por los herejes. Previene además contra esos "anticristos" e inculca de una manera singular la distinción entre las divinas Personas, la filiación divina del creyente, la vida de fe y confianza fundada en el amor con que Dios nos ama, y la caridad fraterna como inseparable del amor de Dios.

II Carta del Apóstol Juan
En la segunda Epístola -como en la tercera- San Juan se llama a sí mismo "el anciano" (en griego presbítero), título que se da también San Pedro haciéndolo extensivo a los jefes de las comunidades cristianas (I Pedro 5, 1) y que se daba sin duda a los apóstoles, según lo hace presumir la declaración de Papías, obispo de Hierápolis, al referir cómo él se había informado de lo que habían dicho "los ancianos Andrés, Pedro, Felipe, Tomás, Juan". El padre Bonsirven, que trae estos datos, nos dice también que las dudas sobre la autenticidad de estas dos Cartas de San Juan "comenzaron a suscitarse a fines del siglo II cuando diversos autores se pusieron a condenar el milenarismo; descubriendo milenarismo en el Apocalipsis, se resistían a atribuirlo al Apóstol Juan y lo declararon, en consecuencia, obra de ese presbítero Juan de que habla Papías, y así, por contragolpe, el presbítero Juan fue puesto por varios en posesión de las dos pequeñas Epístolas". Pirot anota asimismo que "para poder negar al Apocalipsis la autenticidad joanea, Dionisio de Alejandría la niega también a nuestras dos pequeñas cartas". La Epístola segunda va dirigida "a la señora Electa y a sus hijos", es decir, según lo entienden los citados y otros comentadores modernos, a una comunidad o Iglesia y no a una dama (cf. II Juan 1, 13 y notas), a las cuales, por lo demás, en el lenguaje cristiano no se solía llamarlas señoras (Ef. 5, 22 ss.; cf. Juan 2, 4; 19, 26)

III Carta de San Juan
La tercera Carta de San Juan presenta a Jesucristo como "el camino". Nos muestra la amorosa hospitalidad de Gayo, un verdadero
cristiano laico que ha dedicado su riqueza y talento al Señor, hospedando a los peregrinos.
También nos habla de un tal "Diófrenes", que busca ambiciosamente la primacía y que no hospedaba a los peregrinos.
Tú y yo podemos ser un "Gayo", colaborador del Reino, o un "Diófrenes", que entorpece la causa de Cristo.
El Camino, la Verdad y la Vida. Así había dicho de sí mismo Jesús en Juan 14:6… Y así lo presenta Juan en sus tres cartas.
La primera: Jesús, la Vida (5:13)
La segunda: Jesús, la Verdad (1:2)
La tercera: Jesús, el Camino.
Fórmula de la Prosperidad:
En todos sus escritos, Juan nos desea que tengamos "el gozo completo" que nos vino a traer Jesús. Pero en ésta lo expresa de una manera especial. Estos son los deseos de Dios para ti y para mí en 1:2: "Ruego a Dios que te haga prosperar en todo, y goces de salud, como la goza dichosamente tu alma" . Dios quiere que prosperemos, y que tengamos salud en el cuerpo, así como la tenemos en el alma. ¿No es esto maravilloso?
En Mt. 10:30 ya nos había dado Jesús la "Fórmula de la Prosperidad" en la tierra: "el ciento por uno en la tierra" o lo que es lo mismo, si pones tu dinero en Cristo, tendrás, no el cinco o el diez por ciento, sino el diez mil por ciento ¡en la tierra!, y después la vida eterna. ¡Haz la prueba! (Mal. 3:10).
Pero aun antes que el dinero debemos poner toda nuestra vida en él pues esta escrito que el que dejare a padre, madre, esposa hijos y tierras recibirá cien veces mas, la vida cristiana es el llevar la cruz tal y como dijo Jesús: tome su cruz cada día y sígame

Oficio de Lectura.

27 de Diciembre, San Juan,Apóstol y evangelista

La misma vida se ha manifestado en la carne

De los tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan
Tratado 1,1.3

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida. ¿Quién es el que puede tocar con sus manos a la Palabra, si no es porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros?
Esta Palabra, que se hizo carne, para que pudiera ser tocada con las manos, comenzó siendo carne cuando se encarnó en el seno de la Virgen María; pero no en ese momento comenzó a existir la Palabra, porque el mismo san Juan dice que existía desde el principio. Ved cómo concuerdan su carta y su evangelio, en el que hace poco oísteis: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios.

Quizá alguno entienda la expresión «la Palabra de la vida» como referida a la persona de Cristo y no al mismo cuerpo de Cristo, que fue tocado con las manos. Fijaos en lo que sigue: Pues la vida se hizo visible. Así, pues, Cristo es la Palabra de la vida.

¿Y cómo se hizo visible? Existía desde el principio, pero no se había manifestado a los hombres, pero sí a los ángeles, que la contemplaban y se alimentaban de ella, como de su pan. Pero, ¿qué dice la Escritura? El hombre comió pan de ángeles.

Así, pues, la Vida misma se ha manifestado en la carne, para que, en esta manifestación, aquello que sólo podía ser visto con el corazón fuera también visto con los ojos, y de esta forma sanase los corazones. Pues la Palabra se ve sólo con el corazón, pero la carne se ve también con los ojos corporales. Éramos capaces de ver la carne, pero no lo éramos de ver la Palabra. La Palabra se hizo carne, a la cual podemos ver, para sanar en nosotros aquello que nos hace capaces de ver la Palabra.

Os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó, es decir, se ha manifestado entre nosotros, y, para decirlo aún más claramente, se manifestó en nosotros.
Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos. Que vuestra caridad preste atención: Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos. Ellos vieron al mismo Señor presente en la carne, oyeron las palabras de su boca y lo han anunciado a nosotros. Por tanto, nosotros hemos oído, pero no hemos visto.
Y por ello, ¿somos menos afortunados que aquellos que vieron y oyeron? ¿Y cómo es que añade: Para que estéis unidos con nosotros? Aquéllos vieron, nosotros no; y, sin embargo, estamos en comunión, pues poseemos una misma fe.
En esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa. La alegría completa es la que se encuentra en la misma comunión, la misma caridad, la misma unidad.

Oración
Dios y Señor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol san Juan el misterio de tu Palabra hecha carne, concédenos, te rogamos, llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA EPÍSTOLA DE SAN JUAN


Capítulos:  1  2  3  4  5

INTRODUCCIÓN

El Verbo encarnado, medio de comunión con el Padre y el Hijo.

1
 
1, 1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida,
1, 2 - pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó -
1, 3 lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros.Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
1, 4 Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo.

I. CAMINAR EN LA LUZ

1, 5 Y este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos:Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna.
1, 6 Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad.
1, 7 Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.

Primera condición: Romper con el pecado.

1, 8 Si decimos: "No tenemos pecado", nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
1, 9 Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.
1, 10 Si decimos: "No hemos pecado", le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.

Capítulos:  1  2  3  4  5
2
2, 1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
2, 2 El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Segunda condición: guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad.

2, 3 En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
2, 4 Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él.
2, 5 Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud.En esto conocemos que estamos en él.
2, 6 Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él.
2, 7 Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio.Este mandamiento antiguo es la Palabra que habéis escuchado.
2, 8 Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo - lo cual es verdadero en él y en vosotros - pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya.
2, 9 Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas.
2, 10 Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza.
2, 11 Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Tercera condición: guardarse del mundo.

2, 12 Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los pecados por su nombre.
2, 13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio.Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno.
2, 14 Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre,Os he escrito, padres, porque conocéis al que es desde el principio.Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno.
2, 15 No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
2, 16 Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo.
2, 17 El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre.

Cuarta condición: guardarse de los anticristos.

2, 18 Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora.
2, 19 Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros.Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros.Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
2, 20 En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo sabéis.
2, 21 Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.
2, 22 ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.
2, 23 Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre.Quien confiesa al Hijo posee también al Padre.
2, 24 En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros.Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre,
2, 25 y esta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna.
2, 26 Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros.
2, 27 Y en cuanto a vosotros, la unción que de El habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe.Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas - y es verdadera y no mentirosa - según os enseñó, permaneced el él.
2, 28 Y ahora, hijos míos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su Venida.

II. VIVIR COMO HIJOS DE DIOS

2, 29 Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.

Capítulos:  1  2  3  4  5
3
3, 1 Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!.El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
3, 2 Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.

Primera condición: romper con el pecado

3, 3 Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
3, 4 Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad.
3, 5 Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados y en él no hay pecado.
3, 6 Todo el que permanece en él, no peca.Todo el que peca, no le ha visto ni conocido.
3, 7 Hijos míos, que nadie os engañe.Quien obra la justicia es justo, como él es justo.
3, 8 Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio.El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo.
3, 9 Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado porque su germen permanece en él; y no puede pecar porque ha nacido de Dios.
3, 10 En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Segunda condición: guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad.

3, 11 Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.
3, 12 No como Caín, que, siendo del Maligno, mató a su hermano.Y ¿por qué le mató?Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas.
3, 13 No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece.
3, 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos.Quien no ama permanece en la muerte.
3, 15 Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él.
3, 16 En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros.También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.
3, 17 Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?
3, 18 Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad.
3, 19 En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él,
3, 20 en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo.
3, 21 Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios,
3, 22 y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
3, 23 Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó.
3, 24 Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

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Tercera condición: guardarse de los anticristos y del mundo.

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4, 1 Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.
4, 2 Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios;
4, 3 y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo.El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.
4, 4 Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido.Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo.
4, 5 Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha.
4, 6 Nosotros somos de Dios.Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha.En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

III. EN LAS FUENTES DE LA CARIDAD Y LA FE

En la fuente de la caridad.

4, 7 Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
4, 8 Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.
4, 9 En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él.
4, 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
4, 11 Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
4, 12 A Dios nadie le ha visto nunca.Si nos amamos unos a otros,Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
4, 13 En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
4, 14 Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, como Salvador del mundo.
4, 15 Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios,Dios permanece en él y él en Dios.
4, 16 Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él.Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
4, 17 En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
4, 18 No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo;
4, 19 quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.Nosotros amemos, porque él nos amó primero.
4, 20 Si alguno dice: "Amo a Dios", y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
4, 21 Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.

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5, 1 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser ama también al que ha nacido de él.
5, 2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
5, 3 Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos.Y sus mandamientos no son pesados,
5, 4 pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
5, 5 Pues, ¿quien es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
5, 6 Este es el que vino por el agua y por la sangre: Jesucristo; no solamente en el agua, sino en el agua y en la sangre.Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la Verdad.
5, 7 Pues tres son los que dan testimonio:
5, 8 el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convienen en lo mismo.
5, 9 Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, pues este es el testimonio de Dios, que ha testimoniado acerca de su Hijo.
5, 10 Quien cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo.Quien no cree a Dios le hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
5, 11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo.
5, 12 Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida.
5, 13 Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna.

ADICIONES

La oración por los pecadores.

5, 14 En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha.
5, 15 Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido.
5, 16 Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida - a los que cometan pecados que no son de muerte pues hay un pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida -.
5, 17 Toda iniquidad es pecado, pero hay pecado que no es de muerte.

Resumen de la epístola.

5, 18 Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle.
5, 19 Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno.
5, 20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero.Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo.Este es el Dios verdadero y la Vida eterna.
5, 21 Hijos míos, guardaos de los ídolos...


 

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