lunes, 31 de diciembre de 2012

Cuadro histórico y geográfico de la narración de los Magos de Oriente (Mt 2,1s)

   

 

Mosaico de San Apolinar Nuovo (Rávena, Italia).
El evangelista Mateo pone inmediatamente después de haber hablado del nacimiento de Jesús la narración de unos Magos venidos de Oriente: «Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos [astrólogos] de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”» (2,1s).
Con la mención del rey Herodes se indica un personaje bien conocido de la época:
  • Rudolf Pesch, en su pequeño libro Die Matthäischen Weihnachtsgeschichtenlos relatos de Navidad según Mateo–, ha resaltado con énfasis el significado teológico de la figura de Herodes: «Así como al principio del Evangelio de la Navidad (Lc 2,1-21) se menciona al emperador romano Augusto, la narración de Mateo 2 comienza de modo análogo denominando a Herodes, “rey de los judíos”. Si allí el emperador, con sus pretensiones sobre la pacificación del mundo, estaba en las antípodas del recién nacido, aquí está el rey, que reina gracias al emperador, y con la pretensión casi mesiánica de ser el redentor, al menos para el reino judío» (p. 23s).
Belén es el pueblo natal del rey David.
  • El significado teológico de aquel lugar se esclarecerá todavía con mayor nitidez en el curso de la narración mediante la respuesta que dan los escribas a Herodes acerca del lugar en el que debía nacer el Mesías.
  • También podría comportar una intención teológica el que la localización geográfica se precise aún más, añadiendo «de Judá». En la bendición de Jacob, el patriarca dice a su hijo Judá de manera profética: «No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos» (Gn 49,10). En una narración que trata de la llegada del David definitivo, del recién nacido rey de los judíos que salvará a todos los pueblos, se ha de percibir de algún modo esta profecía como trasfondo.
La relación con la profecía de Balaán
Junto con la bendición de Jacob hay que leer también una palabra atribuida en la Biblia al profeta pagano Balaán. (…) La Biblia lo presenta como un adivino al servicio del rey de Moab, que le pide una maldición contra Israel. Pero Dios mismo impide que Balaán lleve a efecto lo que pretende, de manera que el profeta, en vez de una maldición, anuncia una bendición para Israel. A pesar de ello, sigue siendo mal visto en la tradición bíblica, como instigador a la idolatría, y muere de una forma considerada como penosa (cf. Nm 31,8; Jos 13,22). Por eso adquiere más importancia aún la promesa de salvación que se le atribuye a él, no judío y siervo de otros dioses; su promesa era conocida también fuera de Israel. «Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel…» (Nm 24,17).
  • Extrañamente Mateo, que desea presentar los acontecimientos en la vida y el obrar de Jesús como cumplimiento de palabras veterotestamentarias, no cita este texto, que desempeña un papel importante en la historia de la interpretación del pasaje de los Magos de Oriente. Es verdad que la estrella de la que habla Balaam no es un astro; la estrella que brilla en el mundo y determina su suerte es el mismo rey que ha de venir. No obstante, la conexión entre estrella y realeza podría haber suscitado la idea de una estrella, que sería la estrella de este rey y remitiría a él.
Así, se puede suponer ciertamente que esta profecía no judía, «pagana», circulase de alguna forma fuera del judaísmo y fuera motivo de reflexión para quienes estaban en busca. Tendremos que volver a preguntarnos cómo es posible que personas fuera de Israel hubieran visto precisamente en el «rey de los judíos» al portador de una salvación que también les concernía a ellos.
Fuente: Benedicto XVI, La infancia de Jesús

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