sábado, 8 de junio de 2013

Los Libros Apócrifos



 

 

 apócrifo, -fa adj.

1   Se aplica al texto escrito que no pertenece a la persona o a la época a la que se atribuye: en el Siglo de Oro son abundantes los poemas apócrifos de Góngora y Quevedo.

2   Se aplica al texto bíblico que, si bien se atribuye a un autor sagrado, no está reconocido por la Iglesia por no considerarlo de inspiración divina: los evangelios apócrifos.

   
El término apócrifo (griego: απόκρυφος 'oculto, secreto'; latín: apócryphus) ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos, que no han sido incluidos en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita Septuaginta griega, así como tampoco de ninguna de las distintas Biblias usadas por distintos grupos de cristianos.
Según otra acepción, un escrito o documento "apócrifo" es aquel que es indebidamente atribuido a un determinado autor. No se trata generalmente de una atribución promovida por el propio autor, sino de que otros atribuyen a determinado autor —generalmente de gran prestigio— escritos que él nunca escribió. Tal ha sucedido con San Agustín, al que se atribuyen multitud de escritos pseudoagustinianos. Tal sucede igualmente con pintores famosos. Cuando la indebida atribución es intencionada y no ha sido realizada por el propio autor se habla de falsificación.
Cuestión distinta es la de si un determinado escrito, forma o no parte de la Biblia, de si se considera o no un libro inspirado. Cuando un determinado escrito o libro merece ser considerado como formando parte de la Biblia, se dice que es "canónico". El canon consiste en un elenco de los escritos bíblicos. Católicos, cristianos no católicos y judíos tienen distintos cánones. Cuando el carácter canónico de un escrito es reconocido tardíamente se dice que es "deuterocanónico". En ocasiones un libro puede ser simultáneamente apócrifo y no canónico. Tal sucede con el Evangelio de Santo Tomás. Ni Santo Tomás es realmente su autor, ni se considera que forme parte de la biblia. Cuestiones distintas son las de si El Libro de la Sabiduría fue o no escrito por Salomón y la de si forma o no forma parte de la Biblia.

Diferencia entre apócrifos y deuterocanónicos

Existen controversias tradicionales entre los diferentes grupos confesionales en el seno de la tradición judeocristiana; dado que cada uno entre los principales grupos (cristianos ortodoxos, cristianos orientalescoptos, eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.—, católicos romanos, protestantes y otras tendencias) ha venido planteando a través de los siglos algunas importantes diferencias con respecto del canon de los grupos restantes, y ha ido reservando el término de «apócrifos» para distintos grupos de textos y de escritos no incluidos en su propia versión del Canon bíblico, aunque estén en la de otro u otros.
Los representantes del protestantismo han llamado Apócrifos a los documentos Deuterocanónicos, que son reivindicados como parte integrante del canon por distintas iglesias cristianas ortodoxas, cristianas orientales y católica romana. Y usan el término Pseudoepígrafos, «escritos falsamente atribuidos», para hacer referencia al resto de los libros surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos y que, sin embargo, no han sido aceptados por ninguno de los grupos antes mencionados.
El primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo de Estridón, en los escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al latín del texto bíblico, a fin de designar a algunos de los libros que hoy son conocidos como deuterocanónicos, que habían sido incluidos en la Biblia judía griega (canon alejandrino), llamada Biblia septuaginta, o Biblia de los LXX, aun cuando no aparecen en el Tanaj judío hebreo-arameo (Canon Palestinense), que fue redefinido por judíos fariseos históricos y neotestamentarios, durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el 95 d. C., y luego utilizada por las comunidades judías de los siglos posteriores. Jerónimo ignoraba las grandes disensiones que esta aventurada decisión atraería con el tiempo entre las Cristiandades del Mundo Occidental.
Doce de estos libros: Tobit, Judit, el Resto de Ester, Baruc, la Epístola de Jeremías, la Historia de Susana, la Historia de Bel y el Dragón, el pasaje Daniel 3:24-90 (en el cual se contiene la Oración de Azarías y el Himno de los tres Jóvenes), Sabiduría, Eclesiástico, 1 Macabeos y 2 Macabeos, finalmente serían aceptados por los distintos grupos históricos cristianos (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.— y católicos romanos).
Otros de esos textos: el Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David (comúnmente llamado Salmo 151), el Capítulo 8 del Libro de las Odas, 3 Esdras y 3 Macabeos, así como el Epílogo Griego del Libro de Job, los Epígrafes Griegos de varios de los Salmos de David y el Epígrafe Griego del Capítulo 1 del Libro de las Lamentaciones fueron recibidos como parte integrante del canon por todos esos grupos, excepto por la iglesia católica romana.
Todos estos escritos han sido ratificados por los escritos de muchos de los padres de la iglesia de oriente y occidente. Y, en el caso concreto de la iglesia latina, los doce documentos de la primera lista fueron legitimados por el Sínodo de Roma, en el año 380 d. C., y el Concilio de Hipona, en el año 393 d. C. A pesar de lo cual, el término «apócrifos» volvió a ser aplicado a esos doce textos por Martín Lutero y otros reformadores protestantes del siglo XVI. A causa de lo cual, la iglesia occidental ratificó su legitimación durante los trabajos del Concilio de Trento en 1546.
Algunos otros libros, incluidos en las Biblias Septuaginta (griega) y Peshitta (siríaca), como 4 Esdras, 4 Macabeos, el Libro de las odas y el Libro de los Salmos de Salomón, pueden ser leídos entre los apéndices de algunas importantes versiones y ediciones de la Biblia; como la Vulgata latina de Jerónimo, la Biblia eslavónica de Ostrog, la Biblia sinodal rusa, la Biblia del oso de Reina (1569), la Biblia del cántaro de Valera (1602), la King James version (1611), la Revised standard version y la New revised standard version.
Otros libros fueron vistos como textos sagrados e inspirados por comunidades judías marginadas, padres de la iglesia y grupos de cristianos, siendo rechazados como apócrifos más tarde, o más allá de los contextos en los cuales ellos fueron acogidos:
Estos documentos fueron rechazados por los fariseos de los siglos I y II, así como por los judíos actuales y grupos protestantes y paraprotestantes de múltiples tendencias; pero conservados por los israelitas, por los judíos de la dispersión y por los cristianismos tempranos e históricos. Los judíos actuales y los protestantes han llamado «apócrifos», de manera sistemática, a todos los escritos deuterocanónicos, excluyéndolos de sus propias versiones de la Biblia. Sin embargo, algunas de las Biblias protestantes más importantes los han incluido. Se cita como ejemplos la Biblia de Lutero, la King James Version, la Revised Standard Version y la New Revised Standard Version.
Casiodoro de Reina decidió incluirlos como parte integral del Antiguo testamento en la Biblia del oso, la primera edición de la Reina-Valera, en el año de 1569. Y Cipriano de Valera, su primer revisor y corrector de estilo, optó por reunirlos aparte, como un tercer grupo de textos intertestamentarios, entre el Antiguo y el Nuevo testamento, en la Biblia del Cántaro, de 1602. Sin embargo, a causa de confrontaciones de tipo ideológico, fueron suprimidos en 1860 por Lorenzo Lucena Pedrosa. Pero en 2009 ha sido publicada en España la Biblia del Siglo de Oro, que es una edición actualizada del texto de Reina y Valera, con restitución de nueve de sus doce Deuterocanónicos.

Apócrifos del Nuevo testamento

El término apócrifos, lejos de referirse a las consabidas acepciones adversas negativas que tiene, es una expresión que reviste otro carácter: se trata de textos cuyo acceso fue oculto, vedado, denegado ante las grandes masas de cristianos católico-ortodoxos, escritos revestidos en un aura de magia y misticismo.[cita requerida]
Se trata de otras palabras y enseñanzas de Jesús que fueron difundidas por siete de los doce discípulos de Cristo, de acuerdo con los textos del Nuevo testamento. En este sólo han sido compilados documentos escritos por cinco de esos doce (Mateo, Juan, Santiago, Pedro y Judas el Tadeo). Se trata de escritos que alegan ser las enseñanzas ocultas de los restantes apóstoles y cuyo contenido no respalda muchas de las ideas mesiánicas comúnmente aceptadas por grupos de cristianos, y que fueron documentos tenidos en gran estimación.
Los apócrifos del Nuevo Testamento incluyen varios evangelios y vidas de los apóstoles. Algunos de ellos fueron escritos evidentemente por autores gnósticos o miembros de otros grupos posteriormente definidos como herejes. Muchos de estos textos fueron descubiertos durante los siglos XIX y XX, generando una intensa oleada de especulaciones en torno a su importancia en los inicios del cristianismo entre los eruditos religiosos.[cita requerida]
Si bien los protestantes, católicos y, en general, los ortodoxos están de acuerdo acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo testamento, la Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas. A su vez, otras iglesias como la Copta tenían en sus pasajes escritos que describían la niñez de Jesús.[cita requerida]
Lutero consideraba apócrifa a la epístola de Santiago, dudando y cuestionando su autoría a manos de cualquiera de los dos apóstoles llamados por el nombre de Santiago. También porque la epístola contiene una declaración que contradice aparentemente las enseñanzas de Lutero de la salvación sólo por la fe: la "fe sin obras está muerta" (2:26). Lutero, en su propia edición de la Biblia, degradó y relegó al nivel de unos simples apéndices la Epístola de Santiago y otros tres documentos, a saber: la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Judas y el libro de Apocalipsis.[cita requerida] Posteriormente se incluyeron estos libros con el canon protestante en su Nuevo Testamento, pero los colocaron luego de esos libros. Por lo tanto, los libros del Nuevo Testamento luterano (al menos en alemán) están ordenados en forma diferente a otras Biblias protestantes.
Un libro apócrifo del Nuevo testamento bien conocido es el Evangelio de Tomás, el único texto completo que fue encontrado en la ciudad egipcia de Nag Hammadi en 1945. Otro evangelio propio de las corrientes gnósticas dentro del cristianismo de los primeros siglos, atribuido a Judas de Carioth, el Evangelio de Judas, generó expectativa entre los seguidores de estudios y cuestiones del judeocristianismo cuando fue rescatado, reconstruido y presentado en el año 2006, en esfuerzo conjunto de Maecenas Foundation y National Geographic Society.[cita requerida]
Han ejercido y ejercen un enorme influjo en la piedad e iconografía cristianas. Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos, se cuentan los nombres de los padres de María, (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación de la Virgen niña en el templo, el número y los nombres de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), y la presencia de un asno y un buey en el pesebre donde María dio a luz. Allí también se encuentran los nombres y las historias del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas); la historia de Verónica (recogida inclusive en la devoción piadosa del Via Crucis, de tradición católica); el nombre de Longinos, el centurión que atravesó el costado de Jesús en la cruz; o la primera sugerencia explícita de la virginidad perpetua de María, que se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. La fuerte presencia de esas tradiciones en la liturgia lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos ha sido incluido entre los Evangelios canónicos.[cita requerida]
Entre los textos apócrifos se cuentan numerosos Evangelios; entre ellos hay los que llevan nombres de personajes famosos de la iglesia primitiva a los que se atribuyen estos escritos, como el Evangelio de Tomás, del cual se encontraron antiguas copias en copto, manuscritas por una comunidad de cristianos gnósticos; otros fueron titulados por el supuesto contenido de la obra (Evangelio de la Verdad), por su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto) o por el grupo al que estuvieron destinados (Evangelio de los Hebreos, de los Griegos, etc.).
En el siglo XIX comenzaron a hacerse unos estudios a fondo sobre estos textos. Se hallaron escritos "apócrifos" desde el año 300 a. C. hasta el Nuevo testamento, que proporcionaron a los investigadores una gran riqueza como fuentes históricas, así como posturas divergentes sobre temas como inmortalidad y resurrección, y la creencia en ellos a través de los siglos, desde un punto de vista siempre escatológico.[cita requerida]

Véase también

Bibliografía

  • Díez Macho, Alejandro & Piñero, Antonio. Apócrifos del antiguo testamento. Madrid: Ediciones Cristiandad. 
  1. Díez Macho, Alejandro (1984). Tomo I. Introducción General. ISBN 978-84-7057-361-3. 
  2. Díez Macho, Alejandro & Piñero, Antonio (2002). Tomo III. Odas de Salomón. Oráculos sibilinos. ISBN 978-84-7057-323-1. 
  3. Díez Macho, Alejandro (1984). Tomo IV. Ciclo de Henoc. ISBN 978-84-7057-353-8. 
  4. Díez Macho, Alejandro (1987). Tomo V. Testamentos o discursos de Dios. ISBN 978-84-7057-421-4. 
  5. Piñero, Antonio (2009). Tomo VI. Escritos apocalípticos. ISBN 978-84-7057-542-6. 
  • García Bazán, Francisco. La Gnosis eterna. Antología de textos gnósticos griegos, latinos y coptos. Madrid: Editorial Trotta. 
  1. La gnosis eterna. Antología de textos gnósticos griegos, latinos y coptos I. 2003. ISBN 978-84-8164-585-9. 
  2. La gnosis eterna. Antología de textos gnósticos griegos, latinos y coptos II. Pístis Sophía / Fe Sabiduría. Primera edición y traducción del original copto en lengua española. 2007. ISBN 978-84-8164-852-2. 
  3. La gnosis eterna. Antología de textos gnósticos griegos, latinos y coptos III. Versión de textos de gnósticos libertinos y de los testimonios hermético-gnósticos, alquímicos y neoplatónicos. 
  • – (2006). El Evangelio de Judas. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-837-9. 
  • Jonas, Hans (2000 (2ª edición, 2003)). La religión gnóstica. El mensaje del Dios Extraño y los comienzos del cristianismo. Madrid: Editorial Siruela. ISBN 978-84-7844-492-2. 
  • Montserrat Torrents, José (1990). Los Gnósticos. Obra completa. Madrid: Editorial Gredos. 
  1. Volumen I: Los Gnósticos I. 1ª ed., 2ª imp. ISBN 978-84-249-0884-3. 
  2. Volumen II: Los Gnósticos II. 1ª. ed., 2ª. imp. ISBN 978-84-249-0885-0. 
  • Piñero, Antonio (Editor). Textos Gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi. Obra completa. Madrid: Editorial Trotta. 
  1. Volumen I: Tratados Filosóficos y Cosmológicos. Colaboradores: Traducción, introducción y notas de Antonio Piñero, José Montserrat Torrents, Francisco García Bazán, Fernando Bermejo y Alberto Quevedo. Tapa dura, 1997 (3ª edición 2007). ISBN 978-84-8164-884-3. 
  2. Volumen II: Evangelios, Hechos, Cartas. Colaboradores: Traducción, introducción y notas de Antonio Piñero, José Montserrat Torrents, Francisco García Bazán, Fernando Bermejo y Ramón Trevijano. Tapa dura, 1999 (4ª edición 2009). ISBN 978-84-8164-885-0. 
  3. Volumen III: Apocalipsis y otros escritos. Colaboradores: Traducción, introducción y notas de Antonio Piñero, José Montserrat Torrents, Francisco García Bazán, Gonzalo Aranda, Fernando Bermejo, María Luz Mangado y Alberto Quevedo. Tapa dura, 2000 (2ª edición 2009). ISBN 978-84-9879-020-7. 
  • Piñero, Antonio & Cerro, Gonzalo del (editores). Hechos apócrifos de los Apóstoles. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. 
  1. Volumen I: Hechos de Andrés, Juan y Pedro. 2004. ISBN 978-84-7914-717-4. 
  2. Volumen II: Hechos de Pablo y Tomás. 2005. ISBN 978-84-7914-804-1. 
  • Santos Otero, Aurelio de (2003/2009). Los evangelios apócrifos. 1ª edición, 12ª impresión. Edición bilingüe. También en colección BAC Selecciones 2009. Madrid: B. A. C. ISBN 978-84-7914-044-1 / ISBN 978-84-220-1409-6. 

Enlaces externos


Listado Libros Apocrifos
Este listado pertenece a: escrituras.tripod.com
Evangelios Apócrifos
Evangelios de la infancia de Tomás
redacción griega
redacción latina
Protoevangelio de Santiago
Evangelio del Pseudo-Mateo
Libro de la Natividad de María
Historias de José el carpintero
redacción copta
redacción árabe
Evangelio Árabe de la infancia
Evangelio Armenio de la infancia
Fragmentos del Evangelio según los Hebreos
citas en la literatura cristiana primitiva
glosas en códices de San Mateo
Evangelio de Pedro
fragmento Akhmin
citas en la literatura cristiana primitiva
Evangelio de Bernabé (fragmento Italiano)
Evangelio de Nicodemo
Acta Pilati
Descensus Christi ad Inferos
(Primera) Carta de Pilato a Tiberio

Evangelios Gnósticos
Evangelio de Tomás
texto copto de Nag Hammadi
fragmentos griegos de Oxyrhynchus
Evangelio de Felipe
Evangelio de María Magdalena
fragmento griego
fragmento copto
Evangelio de los Egipcios
Evangelio de la Verdad
La Sabiduría Fiel (Pistis Sophia)

Apocalipsis y Hechos Apócrifos
Apocalipsis de Pedro (fragmento Akhmin)
Apocalipsis de Pedro (gnóstico)
Apocalipsis de Pablo (gnóstico)
Hechos de Pedro y los Doce Apóstoles
La Hija de Pedro
Padres Apostólicos
La Didaché
Doctrina Apostolorum
El Pastor de Hermas
Epístola de Bernabé
Epístola de Clemente de Roma a los Corintios
Antigua Homilía anónima (Secunda Clementis)
Epístolas de Ignacio de Antioquía
a los efesios
a los magnesianos
a los trallianos
a los romanos
a los filadelfianos
a los esmirneanos
a Policarpo
Epístola de Policarpo a los filipenses
Epístola de la Iglesia de Esmirna a la de Filomelio (Martirio de Policarpo)
Epístola a Diogneto
Fragmentos de Papías

Demostración de la Predicación Apostólica, de Irineo de Lyon

Canon y escritos afines 
Fragmento Muratoriano
Decreto Gelasiano
Armonía de Taciano (Diatessaron)
Armonía de Ammonio
Sentencias atribuidas a Jesús
Historia Eclesiástica de Eusebio (10 libros)
Libro  1
Libro  2
Libro 3

Cartas y otros escritos Apócrifos
(Segunda) Carta de Pilato a Tiberio
Carta de Tiberio a Pilato
Muerte de Pilato
Correspondencia entre Pilato y Herodes
Carta de Pilato a Herodes
Carta de Herodes a Pilato
Carta de Pilato a César (Anaphora)
Tradición de Pilato (Paradosis)
Sentencia de Pilato
Declaración de José de Arimatea
Venganza del Salvador (Vindicta)
Correspondencia entre Jesús y Abgaro
Carta de Abgaro a Jesús
Carta de Jesús a Abgaro
Carta de Léntulo a Octavio
Epístola de Pablo a los Laodicenses



 

Páginas relacionadas




Se denominan Libros apócrifos (en griego apokryphos,"oculto") a los escritos de tema bíblico aparecidos en los primeros siglos de la era cristiana, pero que no se consideran inspirados y, en consecuencia, no se incluyeron en el canon de la Biblia. Dentro de toda esta literatura, los católicos y los ortodoxos distinguen ciertos libros, que denominan deuterocanónicos (1). Los protestantes distinguen a su vez otros libros, los denominados pseudoepígrafos (2), que para los católicos son libros apócrifos.
Con la ampliación de los horizontes históricos en los estudios bíblicos que se produjo en el siglo XIX, comenzó a reconocerse el valor de los Apócrifos como fuentes históricas. Escritos entre el 300 a.C. hasta el Nuevo Testamento, los Apócrifos arrojaron una valiosa luz sobre el periodo que comprende desde el final de las narraciones del Antiguo Testamento hasta el inicio del Nuevo Testamento. Son además importantes fuentes de información acerca del desarrollo de la creencia en la inmortalidad, la resurrección y otros temas escatológicos, así como de la creciente influencia de las ideas helenistas sobre el judaísmo.
Los escritos apócrifos, como La ascensión de Isaías, El libro de Enoc, los Evangelios de la infancia de Jesús, entre otros, imitan o pretenden completar los otros libros de la Biblia. Hay que tener en cuenta que protestantes y judíos llaman apócrifos a algunos libros (como elLibro de los macabeos) de la versión griega de los Setenta que no se encuentran en la Biblia hebraica. Esos mismos libros, en cambio, son llamados por los católicos deuterocanónicos.
(1) Libros deuterocanónicos, escritos incluidos en el canon bíblico de la Iglesia católica y también, con algunas excepciones, en el de la ortodoxa, aunque no en el canon hebreo. Fueron incorporados al canon católico por el Concilio de Trento, celebrado en 1546. Su inclusión en la Biblia había sido objeto de disputas durante los 12 siglos precedentes (de ahí procede el término deuterocanónico, derivado de las palabras griegas que significan "segundo canon").
El Concilio de Trento decretó que el canon auténtico se determinaría por lo que se había incluido en la traducción al latín del Antiguo Testamento, la Vulgata (1b), que hasta esa época había sido la Biblia común de la Iglesia occidental. Se trata de la traducción que hizo san Jerónimo de la versión griega que se realizó en la judería de Alejandría y que se denominóSeptuaginta (1c). Ésta incluyó los textos canónicos de la Biblia hebrea, así como determinados libros reconocidos como canónicos por los judíos alejandrinos. Estos son los denominados deuterocanónicos por católicos y ortodoxos, si bien los protestantes los incluyen entre los apócrifos (se enumeran al final de esta nota). Según queda en evidencia a partir de las actas del Concilio, el prefijo deutero no tenía por objeto indicar que esta literatura tuviese un carácter canónico secundario, sino más bien denotar la controversia que se produjo en relación a este material durante el proceso de canonización de la Iglesia.
Los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento son Judit, Sabiduría de Salomón, Tobías, Eclesiástico (Sirá), Baruc, 1 y 2 Macabeos y algunas secciones de Ester y Daniel. La iglesia ortodoxa tiene un canon similar, aunque rechaza el Libro de Baruc y tiende a incluir un tercer libro de Macabeos y un salmo, el 151, que aparece en algunos manuscritos de la traducción griega del Antiguo Testamento.
(1b) Vulgata (en latín vulgata editio, "edición popular"), edición de la Biblia latina calificada de "auténtica" por el Concilio de Trento. En su acepción original, el nombre se atribuyó a la "edición común" de la Septuaginta griega utilizada por los primeros Padres de la Iglesia. Más tarde se trasladó a la antigua versión latina (la Ítala) del Antiguo y del Nuevo Testamento utilizada con gran frecuencia durante los primeros siglos de la Iglesia occidental. La actual composición de la Vulgata es en esencia obra de san Jerónimo, doctor de la Iglesia.
En principio, san Jerónimo recurrió a la Septuaginta griega para realizar su traducción del Antiguo Testamento, incluyendo partes de los deuterocanónicos; más tarde consultó los textos hebreos originales. Elaboró tres versiones de los Salmos, llamados Romanos, Galos y Hebreos. El Salterio Galo, basado en una transliteración griega de un texto hebreo, es el que hoy puede leerse en la Vulgata. A petición del papa Dámaso I, en 382, Jerónimo se había encargado con anterioridad de una revisión del Nuevo Testamento. Corrigió de forma exhaustiva los Evangelios; pero los especialistas no se ponen de acuerdo acerca de si las ligeras verificaciones realizadas en el Nuevo Testamento son o no obra suya.
Durante los 12 siglos siguientes, el texto de la Vulgata fue transmitido cada vez con menor precisión. El Concilio de Trento reconoció la necesidad de un texto latino auténtico, y autorizó el examen de las versiones corruptas que habían perdurado. En 1546, se decretó que la Vulgata sería el único texto latino autorizado para la Biblia. Esta revisión es el texto en latín básico que todavía utilizan los especialistas. Una moderna reelaboración del mismo, a instancias del papa Pablo VI como resultado del Concilio Vaticano II, fue completada en su mayor parte en 1977. Se utilizó para elaborar los nuevos textos litúrgicos en latín que representaban el fundamento de las liturgias vernáculas decretadas por el Concilio.
(1c) Septuaginta, denominación que recibe la antigua traducción griega del Antiguo Testamento hebreo. El término se deriva de la palabra latina septuaginta ("setenta", de ahí su acostumbrada abreviatura LXX), que se refiere a los 70 (quizás 72) traductores que se consideró habían sido nombrados por el sumo sacerdote hebreo de aquellos tiempos para traducir al griego la Biblia hebrea a instancias del rey de Egipto Tolomeo II Filadelfo (285-246 a.C.).
La leyenda de los 70 traductores contiene elementos de verdad, ya que la Torá (los cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) tal vez fuera traducida a la lengua griega en el siglo III a.C. para atender a las necesidades espirituales de los judíos que vivían fuera de Palestina y que, al hablar griego, habían perdido la posibilidad de leer susSagradas Escrituras en el original hebreo. La traducción de los demás libros del Antiguo Testamento hebreo, la adición al mismo de libros y otros capítulos (los libros deuterocanónicos) y la producción final del Antiguo Testamento griego como Biblia de la primera Iglesia cristiana, constituye una historia muy compleja. Por cuanto la Septuaginta, en lugar del texto hebreo, se convirtió en la Biblia de la Iglesia primitiva, hacia el siglo III se realizaron otras traducciones judías al griego de la Biblia hebrea; de éstas sobreviven sólo algunos fragmentos, y su historia es aún más oscura que la de la Septuaginta.
(2) Pseudoepígrafos (del griego pseudepigraphos, "falsamente atribuidos"), escritos judíos y cristianos que aparecieron en los últimos días del Antiguo Testamento y continuaron hasta bien entrada la era cristiana. Fueron atribuidos por sus autores a grandes figuras y autoridades religiosas del pasado.
Protestantes y judíos suelen utilizar el término pseudoepígrafos para denominar aquellas escrituras que los católicos denominan Apócrifos; es decir, escritos judíos tardíos que todos los especialistas consideran extracanónicos. Entre dichas obras se cuentan el Libro de Jubileos, los Salmos de Salomón, el cuarto Libro de Macabeos, el Libro de Enoc, el cuarto Libro de Esdras, el Apocalipsis de Baruc y los Testamentos de los Doce Patriarcas, todos los cuales se atribuyen a personalidades canónicas del Antiguo Testamento, datan de la época intertestamental y no se han conservado en sus versiones hebrea o aramea originales. Fragmentos de otros pseudoepígrafos, hasta el momento desconocidos, conservados en hebreo o en arameo, han aparecido entre el material descubierto en Qumran (También conocidos como Manuscritos del Mar Muerto. Incorporo, como comentario, el artículo sobre los mismos de la Enciclopedia Encarta 2002).
Este artítulo está relacionado con Herejía y Herejes y pretente aclarar que el que una religión oficial declare apócrifo tal o cual libro o texto no quiere decir nada, científicamente hablando, en contra del mismo... de hecho, lo que una considera apócrifo, otra lo considera inspirado por Dios, etcétera. De otro lado, señalar que Apócrifo no es sinónimo de hereje, pese a que la iglesia católica suele usar el término como sinónimo de hereje y/o de falso. Podrá no ser de su agrado un texto, pero eso no quiere decir que el tal texto sea falso. Por mucho que los católicos quisieron que Galileo se retractara de su afirmación de que la Tierra no era el centro del Universo y que, por tanto, el hombre no era el centro de la Creación... por mucho que anatemizaran dicho testimonio y por mucha condena que sobre semejante afirmación echaran, no por eso dejaba de ser absolutamente cierto lo que el vapuleado científico afirmaba.
 
Manuscritos del Mar Muerto

1 INTRODUCCIÓN 

Manuscritos del Mar Muerto, colección de manuscritos en hebreo y arameo, que fueron descubiertos a partir de 1947 en una serie de cuevas de Jordania, en el extremo noroccidental del Mar Muerto, en la región de Qirbet Qumran. Los manuscritos, escritos en su origen sobre cuero o papiro, suman más de 600 en distintos estados de conservación. Han sido atribuidos a los miembros de una congregación judía desconocida. Los manuscritos incluyen manuales de disciplina, libros de himnos, comentarios bíblicos y textos apocalípticos; dos de las copias más antiguas conocidas del Libro de Isaías casi intactas y fragmentos de todos los libros del Antiguo Testamento, a excepción del de Ester. Entre estos fragmentos se encuentra una fantástica paráfrasis del Libro del Génesis. Asimismo se descubrieron textos, en sus idiomas originales, de varios libros de los apócrifos, deuterocanónicos y pseudoepígrafos. Estos textos, ninguno de los cuales fue incluido en el canon hebreo de la Biblia, son Tobías, Eclesiástico, Jubileos, partes de Enoc y el Testamento de Leví, conocido hasta entonces sólo en sus antiguas versiones griega, siríaca, latina y etíope.

2 DESCUBRIMIENTO Y EXPLORACIÓN 

Los siete rollos principales fueron descubiertos por beduinos y adquiridos en parte por la Universidad Hebrea de Jerusalén, y en parte por el monasterio siríaco de San Marcos de Jerusalén. Los rollos comprados por el monasterio siríaco fueron adquiridos más tarde por el Gobierno de Israel.

El descubrimiento inicial de los rollos fue seguido de una exploración científica de las cuevas vecinas bajo el patrocinio del Departamento de Antigüedades de Jordania, la École Biblique et Archéologique dominicana de Jerusalén y el Museo Arqueológico de Palestina (hoy Museo Rockefeller). Estas exploraciones y ulteriores compras a los beduinos dieron como resultado decenas de miles de fragmentos adicionales, así como un registro de un tesoro enterrado y grabado en caracteres hebreos sobre tiras de cobre.

Al parecer, los manuscritos fueron parte de la biblioteca de la comunidad, cuya sede se encontraba en lo que hoy se conoce como Qirbet Qumran, cercana al lugar de su descubrimiento. Las pruebas paleográficas indican que la mayoría de los documentos fueron escritos en distintas fechas, al parecer desde el 200 a.C. hasta el 68 d.C. Las pruebas arqueológicas han resaltado la fecha más tardía, ya que las excavaciones en el lugar demuestran que fue saqueado en el 68 d.C. Es posible que un ejército bajo las órdenes del general romano Vespasiano saqueara la comunidad cuando marchaba a sofocar la rebelión judía que estalló en el 66 d.C. Lo más probable es que los documentos fueran ocultados entre el 66 y el 68 d.C.

3 CONTENIDO DE LOS ROLLOS 

La comunidad de Qumran aparece descrita en los manuales de disciplina como una especie de Casa de Israel modelo, organizada con el objeto de preparar el camino para la inminente llegada del reino de Dios y el día del juicio. La congregación estaba constituida sobre bases comunales, imitando la organización de Israel bajo Moisés. Los miembros debían someterse a un periodo de dos o tres años de prueba, y eran clasificados en grados ascendentes de pureza. Ascensos y destituciones se votaban en una asamblea anual. La dirección espiritual estaba en manos de tres sacerdotes, ayudados por 12 presbíteros laicos (ancianos) y cada una de las varias sedes era administrada por un supervisor cuyas funciones semejaban las de un obispo. A su vez los supervisores dependían de un "arzobispo" o "príncipe", de la orden íntegra. El estudio de la Ley, la primera sección de la Biblia hebrea, era obligatorio y se ha afirmado que la interpretación correcta de la misma era obra de una serie de maestros espirituales, conocidos como "comentaristas correctos" o "maestros de rectitud". Estaba previsto que la era en que vivió la congregación concluiría con la aparición de un nuevo comentarista y profeta (Dt. 18,18). Uno de los rollos contiene detalles de una guerra final entre los "hijos de la luz" y los "hijos de las tinieblas".

Las similitudes entre las creencias y prácticas descritas en los rollos con las que el filósofo judío helenista Filón de Alejandría y el historiador judío Flavio Josefo atribuyeron a los esenios han sugerido a numerosos especialistas que la comunidad de Qumran estaba relacionada con dicha secta. Otras pruebas para esta identificación pueden hallarse en las obras del escritor romano Plinio el Viejo, quien escribe que en su época los esenios vivían en la región de Qirbet Qumran. Con todo, otros estudiosos destacan la diferencia entre la cofradía de Qumran y los esenios, dando a entender una afinidad genérica en lugar de una identidad específica.

4 IMPORTANCIA HISTÓRICA 

En los rollos se han encontrado alusiones a personas y acontecimientos de los periodos helenista y romano primitivo de la historia judía. Así, un comentario del Libro de Nahum menciona a un tal Demetrio y parece referirse a un incidente registrado por Josefo, que tuvo lugar en el 88 a.C. En él estuvieron implicados Demetrio III, rey de Siria, y Alejandro Janeo, el rey asmoneo (Macabeos). De forma similar se piensa que las repetidas alusiones a un "maestro de justicia" perseguido aluden a figuras religiosas tales como el último sumo sacerdote judío legítimo, Onías III, destituido en el 175 a.C.; a los líderes Macabeos Matatías, el sumo sacerdote, y a su hijo, el líder militar Judas Macabeo; y a Menahem, líder de los zelotas en el 66 d.C. También se han realizado tentativas para vincular ciertas referencias, en concreto las que mencionan a un "sacerdote perverso" y "hombre de falsedad", a determinadas figuras de triste fama como al sacrílego sumo sacerdote judío Menelao; a Antíoco IV, rey de Siria; al líder Macabeo Juan Hircán (o Hircano), y a Alejandro Janeo. No obstante, todas estas identificaciones son ensayos y elucubraciones teóricas, y las opiniones académicas sobre la cuestión son objeto de fuertes polémicas. Veáse también Macabeos (familia).

Los diversos manuscritos bíblicos hallados entre los rollos han proporcionado un texto varios siglos más antiguo que los de la Masora tradicional y hasta cierto punto corroboran lecturas conservadas en la Septuaginta griega y en otras versiones arcaicas. Por ello, constituyen una ayuda inestimable para determinar el texto original de las escrituras hebreas.

5 IMPORTANCIA PARA LA CIENCIA BÍBLICA 

Numerosas ideas halladas en los Manuscritos del Mar Muerto se repiten en los apócrifos, deuterocanónicos y pseudoepígrafos del Antiguo Testamento y en las primeras partes del Talmud. Además, numerosos paralelismos respecto a conceptos iraníes sirven como prueba de la medida en que el pensamiento judío bebió de esa fuente durante el periodo intertestamental.

De especial interés son los numerosos vínculos entre el pensamiento y los modismos de los Manuscritos con los del Nuevo Testamento. En unos y otros se hace hincapié en la inminencia del reino de Dios, en la necesidad del arrepentimiento inmediato y en la esperada derrota de Belial, el Malo. En unos y otros aparecen referencias similares en relación con el bautismo en el Espíritu Santo y se encuentran caracterizaciones semejantes de los fieles como "los elegidos" e "hijos de la luz"; pueden consultarse referencias bíblicas en, por ejemplo, Tit. 1,1; 1 Pe. 1,2; Ef. 5,8. Estos paralelismos son los más llamativos, ya que la congregación de Qumran vivió en la misma época y en la misma región que Juan el Bautista, quien fuera un precursor de las ideas cristianas. Aunque contienen diversas nociones que son evocadoras de la teología cristiana, los Manuscritos del Mar Muerto no ofrecen similitudes con doctrinas cristianas tan definitorias como el dios encarnado, la expiación interpuesta y la redención por la cruz.

El material descubierto entre los Manuscritos del Mar Muerto ha sido publicado por la American School of Oriental Research, la Universidad Hebrea y el Servicio de Antigüedades de Jordania. La mayoría de los Manuscritos se encuentran hoy en el Templo del Libro y en el Museo Rockefeller de Jerusalén, así como en el Museo del Departamento de Antigüedades en Ammán. Desde su descubrimiento se han publicado varias traducciones de los manuscritos y numerosos comentarios sobre los mismos. Entre 1951 y 2002, la Oxford University Press ha editado la trasncripción de la totalidad de los manuscritos bajo el título Discoveries in the Judaean Desert.
 
 
Apócrifos
 
Etim: del griego apokryphos, que significa "oculto."
Ver también: Biblia
Originalmente se llamaban apócrifos aquellos libros sagrados cuyo contenido era demasiado sublime para que lo comprendiera el público en general. Pero el término "apócrifo" fue tomando un matiz peyorativo, pues con mucha frecuencia resultaba discutible la ortodoxia de estos libros.
Dado que estos libros secretos eran a menudo escritos por herejes, los Padres de la Iglesia llegaron a aplicar el término "apócrifo" a las obras heréticas. Su lectura no estaba permitida en las iglesias.
En tiempos de San Jerónimo (c.400), el término "apócrifo" adquirió un nuevo sentido. Desde entonces se llaman apócrifos los libros que pretenden ser revelados pero que no forman parte del canon bíblico
Los católicos consideramos como "apócrifos" los libros pertenecientes al período bíblico o que pretenden pasar como pertenecientes al mismo, pero que no han sido aceptados por la Iglesia en el canon de las Sagradas Escrituras. Entre ellos hay evangelios pseudónimos que llevan nombres de personajes famosos de la Iglesia primitiva (de La Virgen María, Apóstoles, Nicodemo, etc.). Otras veces, el título se refiere al contenido de la obra (Evangelio de la Verdad) o a su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto).
Estos evangelios pertenecen a distintas categorías y tratan de varios temas. Uno de los favoritos temas de los círculos gnósticos es una aparición de Jesús resucitado a algún personaje famoso de la Iglesia, a través del cual Jesús revela un camino secreto de perfección. Por regla general, la revelación tiene poca semejanza con el pensamiento de Jesús que nos presentan los evangelios canónicos.
Otros libros apócrifos buscan suplir por los detalles de la vida de Jesús que no aparecen en los Evangelios canónicos. La curiosidad de la gente hace que estos sean muy populares. (Brown, R. : Apócrifos: CBSJ V, 101-102; 122).
Lutero eliminó varios libros de la Biblia con el pretexto de que los consideraba "apócrifos">>>. Es por eso que a la Biblia protestante le faltan libros.
 
Los libros llamados APOCRIFOS
 
En ciertas ocasiones el clero romano acusa a los evangélicos de que las versiones de la Biblia de éstos están "truncadas" y que las Biblias llamadas "evangélicas" son diferentes a las católicas. Para muchos, la verdad sobre el tema, es un enigma. Es mi propósito en el presente estudio, aclarar, hasta donde me sea posible, esta cuestión.
La versión oficial de la iglesia Romana, es la Vulgata.
Las versiones evangélicas constan de 66 libros, pero la Vulgata, tiene 73. En el Nuevo Testamento no hay ninguna diferencia, pero no ocurre lo mismo en el Antiguo. La Vulgata contiene los mismos 66 libros que constituyen nuestras versiones; pero además tiene añadidos los siguientes libros y capítulos:
LIBROS: Tobías, Judith, la Sabiduría, el Eclesiástico, Baruc y los dos libros de Macabeos.
CAPÍTULOS Y VERSÍCULOS: El capítulo 10 del libro de Esther, tiene añadidos 10 versículos y además 6 capítulos completos. Así que el libro de Esther, en la Vulgata tiene 16 capítulos. El capítulo 3 del profeta Daniel, tiene añadidos 66 versículos, desde el 24 al 90, y además dos capítulos completos, el 13 y el 14, que cuentan las leyendas de Susana, y Bel y el Dragón. Estos libros y porciones adicionales que se hallan en la versión "Vulgata", se les llama los "apócrifos". La palabra apócrifo significa "algo que es fabuloso, no auténtico, supuesto o fingido".
I. ¿Cómo llegaron estos libros a formar parte de la Vulgata?.
De las antiguas versiones de la Biblia, la más notable es la llamada "septuaginta", o versión de los 70. Se le llamó así porque se cree que fue traducida del Hebreo al Griego, por 70 hombres, los que según H.B. Pratt, autor de la Versión Moderna, eran todos judíos Egipcios. Estos 70 realizaron su trabajo con el apoyo del rey Egipcio Tolomeo Filadelfo, que reinó de 285 a 247, antes de Cristo.
¿Qué propósito movió a estos 70 a realizar dicho trabajo?.
Según unos, fue el deseo de los judíos que habían nacido fuera de Palestina, de tener una traducción de los libros considerados como sagrados, en su propia lengua nativa, el griego.
Según otros, los 70 emprendieron por encargo directo del rey Tolomeo, gran admirador de las letras y fundador de la gran biblioteca de Alejandría, con el propósito de tener en ella una versión de los libros hebreos de la época. Esta opinión parece ser la más fuerte.
Sea cual fuere el motivo que movió a los 70, lo cierto es que ellos tradujeron al griego más libros que los que eran considerados como inspirados por los judíos de Palestina; y con el tiempo esta versión griega llegó a tener añadidos 15 libros, llamados apócrifos cuyos nombres damos a continuación.
  • 3 Libros (1,2 y 3) Los Macabeos.
  • 2 Libros 3 y 4 de Esdras
  • 1 Libro Tobías
  • 1 Libro Judith
  • 1 Libro Baruc
  • 1 Libro La Sabiduría
  • 1 Libro El Eclesiástico
  • 1 Libro La oración de Manasés
  • 1 Libro La Epístola de Jeremías
  • 1 Libro Enoc
  • 1 Libro Los Jubileos
  • 1 Libro La ascensión de Isaías
Algunos de estos libros fueron escritos muchos años después de Tolomeo Filadelfo, por ejemplo Los Macabeos y Enoc.
La Septuaginta, aunque en general buena, tenía sin embargo, grandes defectos. Los 70, parece que tradujeron los libros de la ley con bastante fidelidad, pero en el resto del Antiguo Testamento, se permitieron variar un poco el texto original según su criterio. Las Cronologías especialmente no concuerdan con el texto original hebreo. Esta versión griega del Antiguo Testamento, compuesta por 53 o 54 libros llegó a tener gran circulación entre los judíos dispersos por todas las colonias fuera de Palestina y en cuyas provincias se hablaba el griego.
En un librito titulado "¿QUE ES LA BIBLIA?", escrito por M. Charles, y publicado con licencias eclesiásticas por la editorial católica Difusión, Avenida de Mayo 1035, Buenos Aires, dice así en la página 26: "En la época de Jesucristo y de los Apóstoles, Jerusalén tenía su Biblia Hebrea (texto original :39 libros, mas 7 igual a 46." Este lenguaje en un libro católico y con licencias, no debemos pasarlo por alto. Es un católico romano, quien afirma que en tiempos de Jesús, el texto original de la Biblia de los judíos que permanecían más o menos fieles a la doctrina ortodoxa estaba compuesta oír 39 libros, ni uno más , ni uno menos.
II. ¿Cómo fueron considerados?.
Según las investigaciones de algunos eruditos, entre ellos Ohler y Frankel, los judíos de Alejandría usaban la Septuaginta, porque era la que tenían directamente a su alcance, pero dicen, que ellos no admitían los apócrifos, como parte del Canon de los libros inspirados. Por otra parte es un hecho que en Alejandría había judíos que habían dejado de ser ortodoxos, para caer en un liberalismo extremado.
Hay fundadas razones para creer que los apóstoles usaron la versión de los 70. De las 280 citas o referencias, que del Antiguo Testamento, se hallan en el Nuevo, 265 concuerdan mejor con el texto griego de la Septuaginta que con el texto original hebreo. Pero es un hecho sintomático notable que si los apóstoles usaron dicha versión no han citado ni una palabra de un libro Apócrifo. El primer escritor que citó un libro apócrifo fue Ireneo, el año de 180 de nuestra Era.
El hecho de que los cristianos primitivos se guiaban por la Septuaginta, suscitó los prejuicios de los judíos de aquellos tiempos quienes acusaron a los cristianos, de utilizar una versión adulterada del Antiguo Testamento.
Hacia el año 150 , un judío del Ponto (Asia Menor), llamado Aquila, hizo una traducción, servilmente literal del texto hebreo; para oponerse a la septuaginta. Esta versión de Aquila, se usaba el año 177, y fue la versión oficial de los judíos que hablaban el griego, en todas las colonias. Los cristianos respondieron, primero , con la revisión de la septuaginta, por Teodosio, un cristiano Ebionita, allá por el año 185 y más tarde con una excelente traducción del hebreo, llevada a cabo por Símaco, mas o menos el año 200 y cuyo trabajo se conoce como la "versión de Simaco".
La más antigua de las versiones latinas (en latin) de que se tiene conocimientos es la versión "Itala", una traducción de la septuaginta al latín. Pero aquí hay un hecho que debemos considerar: De los 15 libros apócrifos, que figuraban agregados en la versión de los 70, pasaron a "La Itala" 10 y fueron excluidos cinco que son:
  • La Ascensión de Isaías
  • Los Jubileos
  • La Epístola de Jeremías
  • El 3 de Macabeos y Enoc.
Los persistentes ataques de los judíos a los libros apócrifos que seguían figurando en la mayoría de las Biblias utilizadas por los cristianos, hizo que varios de los llamados padres de la Iglesia, estudiasen a fondo la cuestión de los "apócrifos", llegando a la conclusión de que efectivamente no eran inspirados y que se les podía dar más crédito que el que debía recibir un libro devocional o histórico cualquiera.
Un Sínodo reunido en Laidocea en el año 363, prohibió la lectura de los Apócrifos en las iglesias y dio una lista de los libros considerados como inspirados en la que se aceptaban solamente los 39 que vienen figurando en nuestras versiones y de cuya autenticidad nadie duda.
En el año 397, se reunió un Sínodo en Cartago (Africa), bajo la influencia de Agustín y este sínodo parece que dio su aprobación a los 10 libros, considerados apócrifos, aunque atribuyéndoles un grado inferior de inspiración, que a los 39 de nuestras Biblias. Pero, téngase en cuenta que tal decisión era contraria a la de otro sínodo celebrado 37 años antes, en Laodicea. Además no reconocieron los Apócrifos como inspirados:
  • San Hilario de Poictiers
  • Cirilo de Jerusalén.
  • Epifanio.
  • Gregorio Nacianceno.
  • El papa Gregorio I.
  • Beda, llamado el venerable.
  • Hugo de San Victor.
  • El Cardenal Hugo.
  • Nicolás Lira y los cardenales Jiménez y Cayetano.
Antes del año 400, se habían dado a los menos 10 catálogos, o listas de los libros considerados inspirados, y en ninguno se encuentran los libros apócrifos. Las listas son de:
  • Melitón de Sardis año 177.
  • Orígenes año 230
  • Atanasio año 326
  • Cirilo año 348
  • Hilario de Poictiers año 358
  • El sínodo de Laoidicea año 363
  • Gregorio Nacianceno año 370
  • Anfiloquío año 395
  • Jerónimo año 395
El manual bíblico Católico, citado por el profesor Samuel Palome que en el Tomo I página 81, dice que el Canon Alejandrino contenía los libros apócrifos, que siempre fueron rechazados por los judíos de Palestina, y que fueron añadidos después de formado el canón hebraico.
Este canon se atribuye comúnmente a Esdras, Malaquías y algunos otros.
El papa Dámaso encargó a Jerónimo la revisión de la versión Vulgata, porque se dio cuenta que ésta tenía errores; pero San Jerónimo, después de emprendido el trabajo de revisión, comprendió que era más fácil hacer una traducción directa del hebreo, y al efecto se fue a Palestina y trabajó en la traducción del Antiguo Testamento durante 14 años, en el pueblo de Belén, cuna del rey David.
En cuanto a los apócrifos San Jerónimo no los pudo traducir del hebreo, porque no se conocían sus originales y la mayoría ni siquiera fueron escritos en hebreo. Jerónimo lo que hizo, con una o dos posibles excepciones, fue copiarlos de la Antigua Vulgata, aunque él no creía que eran inspirados, como veremos.
El Capítulo 10 de Esther, en nuestras versiones tiene solamente tres versículos; en la Vulgata tiene 13 versículos; pero entre los versículos 3 y 4 hay una cita de San Jerónimo, que dice: "He traducido con toda fidelidad lo que se halla en el hebreo. Lo que sigue lo he hallado escrito en la edición Vulgata". Al empezar el capítulo 11 de Esther, que es el primero de los seis capítulos añadidos al libro, hay otra nota de San Jerónimo que dice: "Este era el principio del libro de Esther, en la edición Vulgata; pero no se halla ni en el hebreo, ni en ninguno de los otros traductores".
En el capítulo 13 de Esther, hay otra nota de San Jerónimo que dice: "Esto no se halla en el texto hebreo, ni en ninguno de los traductores". Al comienzo del capítulo 15, dice otra nota: "también hallé estas adiciones en la Vulgata". En el libro del profeta Daniel, en el capítulo 3, entre los versículos 23 y 24 hay una nota de San Jerónimo que dice : " lo que sigue no lo hallé en los códices hebreos". Al final del capítulo 12 y principios del 13 hay otra nota que dice: "Lo que sigue se halla trasladado de la edición Teodoción".
En la introducción del libro apócrifo de Tobías, dice la nota, que hoy tiene la Vulgata, versión castellana de Torres Amat: "como en el antiguo canon de los libros sagrados, que tenían los judíos, no se comprendían sino los libros santos escritos en hebreo y esta historia fue escrita en lengua caldea; por eso no estaba este libro en el antiguo catálogo que de las Santas Escrituras tenían los judíos".
En la nota general introductoria del libro de Esther, dice así: "San Jerónimo tuvo por dudosos los últimos seis capítulos, por no haberlos hallado en el texto hebreo; y hasta el papa Sixto V siguieron muchos católicos esta opinión".
¿Qué opinión?, la de no aceptar como inspirados los apócrifos. En la nota introductoria a Daniel, dice la edición vulgata actual (versión castellana de Torres Amat): "Algunos escritores manifestaron dudar de la autenticidad de tres partes de este libro...porque estas tres partes no se hallan en el texto hebreo".
El Abate Du-Clot, en su gran obra titulada "Vindicias de la Biblia" dice en la página 561, en relación con los capítulos añadidos a Daniel lo siguiente: "San Jerónimo, en su Apología contra Rufino, libro segundo, refiere que los judíos, tenían el contenido de estos capítulos como fábula rabínica". Y el mismo Du-Clot, añade: "San Jerónimo y algunos otros han dudado sobre estos dos capítulos (13 y 14) de Daniel".
San Jerónimo en su "Prologus Galetaus", después de nombrar los 39 libros que todos reconocemos, añade: "Por tanto la Sabiduría, el libro de Jesús, hijo de Sirac (el Eclesiático), Judith y Tobías, no están en el canon".
Según H.M. Seymour, en su libro, "Noche con los Romanistas" (año 1855) página 364, dice que el prefacio que San Jerónimo escribió a los libros de las Crónicas, dice: "La iglesia desconoce los libros Apócrifos; por tanto debemos acoger a los hebreos, de los cuales el Señor habla y sus discípulos tomaron ejemplos. Todo cuanto no esté en aquellos libros hebreos debemos desecharlo". El mismo autor, Seymour, afirma que en el prefacio de Jerónimo a los libros de Salomón, entre otras cosas dice: "Tobías, Judith y los libros de los Macabeos, la Iglesia los lee en verdad, pero no los recibe entre los escritos canónicos".
El antes citado Abate Du-Clot, en la página 486 de su ya citada obra, refiriéndose al libro de Tobías dice: "Orígenes, en su carta a Africano, dice que el libro de Tobías, lo mismo que el de Judith, estaban colocados por los judíos en la clase de los apócrifos".
El hecho de que una autoridad en el seno de la Iglesia Romana, como el Abate Du-Clot se vea obligado en conciencia a decir que el más erudito de todos los doctores de la Iglesia y algunos más han dudado de la inspiración de ciertas partes de la actual Vulgata, es tanto como decir que no admitieron partes de la Biblia, que hoy acepta la Iglesia de Roma, Biblia sancionada por obra y gracia de un concilio celebrado mil años después de San Jerónimo.
Téngase en cuenta también la nota antes citada, tomada de la introducción al libro de Esther, en la actual Vulgata, versión castellana de Torres Amat, donde dice: "Hasta el papa Sixto V, siguieron muchos católicos esta opinión", de San Jerónimo contra los apócrifos.
El ya citado Abate Du-Clot, en su libro página 468, hablando del libro de Tobías dice: "Este libro no se halla en el canon de los judíos..., mas no por eso dejan ellos de respetarlo como historia".
Notadlo bien; es un católico el que dijo esto. Para los Cristianos sigue siendo una historia nada más.
¿COMO ENTONCES FUERON ADMITIDOS POR LA IGLESIA ROMANA?.
 
III. ¿Cómo fueron admitidos por la iglesia Romana?.
Desde San Jerónimo hasta 1545, permanecieron agregados a la Vulgata 10 libros apócrifos. Eran considerados libros útiles como devocionales, pero nada más. Eran en aquel tiempo para los cristianos en general, lo que hoy es para nosotros "El Peregrino".
Pero al reunirse el concilio de Trento en 1545, se planteó el problema de los libros apócrifos, nuevamente y después de muchas discusiones habidas sobre el asunto, el concilio aceptó 7 y rechazó tres, de los 10 que venían figurando en la Vulgata; pero estuvo muy lejos de haber sido por unanimidad.
Esto prueba de una vez para siempre que hasta aquella fecha no eran considerados como inspirados, porque si lo fuesen, ¿a qué discutir de nuevo el asunto? ¿Porqué el concilio no dio su aprobación a los 39, por todos aceptados como inspirados?. Sencillamente no era necesario aprobar en 1545, lo que ya estaba aprobado desde muchos siglos antes.
Ahora bien, si los católicos dicen que el mero hecho de figurar en la "Vulgata" era que los reconocían como inspirados, antes del concilio de Trento; entonces yo pregunto: ¿Porqué el concilio rechazó tres de los 10 libros?. Porque efectivamente el concilio rechazó el 3 y 4 de Esdras y la oración de Manasés.
Si el mero hecho de haber figurado añadidos a una versión determinado número de años, les concedía algún derecho, los tres rechazados lo tenían igual que los otros siete. Y si los católicos romanos afirman que los libros en cuestión fueron reconocidos por el sínodo de Cartago en 397, queremos recordarles que hay serio conflicto entre Cartago y Trento.
Si Cartago aprobó el 3 y 4 de Esdras y la oración de Manasés, y si esta aprobación vale algo para la iglesia Romana, ¿Cómo el concilio de Trento desaprobó los libros en cuestión?.
De todas maneras; o el sínodo de Cartago se equivocó, o se equivocó el concilio de Trento; por consiguiente, uno de ellos se equivocó, porque lo aprobado por uno fue desaprobado por otro. Si uno de dichos concilios se equivocó, bien pudieron haberse equivocado los dos; porque "es de humanos errar". Está pues demostrado que la iglesia Romana, no admitió los apócrifos en el canon de los libros inspirados hasta el concilio de Trento en 1545.
El historiados católico romano, F, Díaz Carmona, en su historia de la iglesia romana, página 272, hablando del concilio de Trento, dice: "Este gran concilio empezó fijando de nuevo el canon de la Biblia." Al decir "de nuevo", el historiador reconoce que no aceptó el canón que regía hasta aquella fecha y que por consiguiente hubo una alteración en la lista de los libros reconocidos como inspirados durante más de 1500 años, y pasando por encima del testimonio de San Jerónimo y otros muchos "Padres" de la iglesia, el concilio dijo que eran libros inspirados los que no pasaban de ser meras historias: creando el grave conflicto entre la historia pasada, de dichos libros, y el acto consumado de la admisión.
Llamo aquí la atención a una cita anteriormente hecha y que vamos a repetir. En la introducción, que la versión de Torres Amat, tiene al libro de Esther, dice: "San Jerónimo tuvo por dudosos los seis últimos capítulos por no haberlos hallado en el texto hebreo; y hasta Sisto V, siguieron muchos católicos esta opinión". Ahora bien, Sixto V, fue papa después del concilio de Trento, o sea, de 1585 a 1590. Así este papa y con él la mayoría de los católicos se colocaron bajo los anatemas del concilio, al dudar de sus decisiones. Además, ¿Era Sixto V infalible? Si lo era, el concilio de Trento se equivocó, al sancionar las partes apócrifas del Antiguo Testamento, partes que el papa no aceptaba.
¿Porqué aprobó el concilio de Trento los apócrifos?.
Dice el cardenal Polo, que esto lo hizo el concilio para dar mayor énfasis a las diferencias entre católicos y evangélicos, Tammer, afirma que el motivo fue que la iglesia romana encontró en estos su propio espíritu. Ahora algunos teólogos católicos, como Belarmino, Dupin y Hefele, para salvar las dificultades han sostenido que hay dos grados de inspiración, teoría que se cree sustentaba San Agustín.
Con esto está de acuerdo la siguiente cita que tomamos de la página 25, del librito católico antes citado, titulado "¿Qué es la Biblia?", Por M. Charles que dice: "La diferencia entre las versiones católicas y las protestantes, proviene de siete libros del Antiguo Testamento, cuyos originales no conocemos en hebreo, sino solamente de acuerdo con la Biblia de Alejandría. A fin de aclarar el puesto que ocupan los libros que los católicos llaman deuterocanónicos y los protestante apócrifos, relataremos la historia de esta traducción".
Según el párrafo anterior, copiado al pie de la letra, los mismos católicos instruidos establecen una diferencia entre los 73 libros de sus Biblias. Los católicos les llaman a los 66 libros, sobre los que no hay dudas, "canónicos", y a los siete restantes "deuterocanónicos".
Esto es muy importante. Pero yo digo: o son inspirados, o no lo son. Si son inspirados, ¿Porqué los mismos católicos romanos los consideran inferiores a los 66 restantes? Y si no son inspirados, los católicos romanos tienen desde 1545, una Biblia adulterada, con el agravante de que han sancionado oficialmente tal adulterio.
IV. "Las pruebas internas son contrarias a la inspiración"
El contenido de los libros prueba que no fueron inspirados sus autores.
Tobías
Ya hemos dicho que el libro de Tobías, no figuró nunca en el Canon de los libros inspirados. Este libro contiene doctrinas puramente paganas.
En el capítulo 4: verso 11, dice así: "Por cuanto la limosna libra de todo pecado y de la muerte".
En el versículo 18, del mismo capítulo dice: "pon tu pan y tu vino sobre la sepultura del justo".
En el capítulo 6 y verso 8, dice: "Respondió el Angel (a Tobías), y le dijo: Si pusieres sobre las brasas un pedacito del corazón del pez, su humo ahuyenta a todo género de demonios".
En el capítulo 12 verso 9, dice así: "Porque la limosna libra de la muerte y es la que purga los pecados y alcanza la misericordia y la vida eterna".
En los cuatro versículos que hemos copiado tenemos tres doctrinas a cuál más pagana:
Primera: La idea de la salvación, por medio de obras de caridad; practicada por todos los pueblos paganos y rechazada completamente por la palabra de Dios. Véase Hebreos 9:22 y Juan 3:14-19.
Segunda: La costumbre de poner comida a los muertos y a ciertos ídolos, era práctica corriente entre los Egipcios y los Caldeos y otros pueblos; pero es contraria a la palabra de Dios.
Tercera: Creer que el corazón de un pez ahuyenta a los demonios es una de las tantas hechicerías y supersticiones, que todos los paganos practicaban. Pero la Biblia condena y prohíbe estas cosas, véase Deuteronomio 18:10-14.
En el Capítulo 12:15, Tobías le pregunta a un joven que se le presenta: "¿Quién eres tú?". A lo que el joven responde: "Yo soy Azaría, hijo de Ananías el grande." Sin embargo, dice Tobías que era el "Angel Rafael". Según lo cual, el ángel dijo una mentira.
¿Es posible aceptar la inspiración de un tal libro?.
Judith
El propio Abate Du-Clot, reconoce que el libro presenta contradicciones imposibles de explicar y que él atribuye a errores de los copiantes. En el capítulo 1, verso cinco dice: "Nabucodonosor rey de los Asirios reinaba en la gran ciudad de Nínive". Todo el mundo sabe que que Nabucodonosor no fue rey de los Asirios, sino de los Caldeos. No reinó en Nínive sino en Babilonia (Daniel 4.30), y según la historia, Nabopalasar, su padre, aliado con Ciaxares rey de los Medos, "atacó y destruyó a Nínive Capital de Asiria", y esto antes de ser rey Nabucodonosor.
En el capítulo 9, verso 2 dice: "Señor Dios de mi padre Simeón a quien pusiste la espada en las manos para castigar aquellos extranjeros". Aquí dice que Dios puso la espada en las manos de Simeón y parece alabarse la acción de éste. Pero eso está en abierta oposición a la palabra de Dios que maldice la acción de Simeón. Véase Génesis 49:5. "Simeón y Leví; armas de iniquidades sus armas".
En el capítulo 11, verso 11 dice: "Por lo cual han resuelto matar a sus bestias para beberles la sangre".
La Vulgata, versión de Torres Amat, tiene una nota en este versículo que dice así: "Todo lo que sigue tomado a la letra parece no dejar lugar para excusar a Judith, de ficción o mentira". Cuando las propias autoridades de la iglesia católica romana reconocen que Judith, parece ser una mentirosa, nosotros no tenemos nada más que añadir.
En el capítulo 13, verso 30, Judith recibe adoración y no la rechaza, como hizo Pedro, en Hechos 10:25. La prueba interna es desastrosa para la inspiración del libro.
Esther
Al empezar el capítulo 15, tiene una nota de San Jerónimo que dice "también hallé estas adiciones en la Vulgata". Exactamente, adiciones, eran, son y serán.
La Sabiduría: El Abate Du-Clot, en la página 505 de "vindicias", dice, "los griegos llamaban a este libro la Sabiduría de Salomón, reconociendo que el autor ha tomado sus conocimientos e ideas de las obras de Salomón. Y que ha procurado imitarlo. Los judíos no tienen este libro en su canón, aunque lo tienen en gran estima". Según el párrafo anterior los judíos no reconocían el libro como inspirado y el verdadero autor fue uno que pretendió imitar a Salomón. Los que hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo no pretendieron imitar a nadie ni tuvieron necesidad de suplantar nombres.
El que escribió el libro, parece que creía en la reencarnación de las almas, dice en capítulo 8 versículo 19: "Ya que de niño era yo de buen ingenio, y me cupo en suerte una buena alma".
En el capítulo 10, versos 1-4, dice que el diluvio fue por causa del pecado de Caín, comparándolo con Génesis 6:5-7, se ve que no es así, como lo dice el plagiador de Salomón.
En la tercera y última parte veremos acerca de errores del Eclesiástico, La profecía de Baruc, Las partes añadidas a Daniel, los dos libros de Macabeos y una conclusión acerca de este estudio, sobre los Apócrifos.
El Eclesiástico
Dice Du-Clot, en "Vindicias", página 508: "Algunos antiguos han dudado de su autenticidad, por no hallarse en el canon de los judíos". El libro tiene un prólogo que se atribuye a un tal Jesús, nieto del autor de dicha obra. Del prólogo son las siguientes palabras: "Mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado con el mayor empeño a la lectura de la ley y los profetas, y de otros libros… quiso él también escribir algo sobre estas cosas".
De este párrafo aprendemos que el tal Jesús escribió porque él quiso. Que los Judíos tenían los libros inspirados, denominados "la Ley y los Profetas" (Mateo 5:17), y además otros que no lo eran. El mismo autor del prólogo dice, más abajo, hablando de que los libros pierden al ser traducidos y añade: "No solo este libro, sino la ley y los profetas".
El autor de este libro jamás pretendió escribir bajo la inspiración del Espíritu Santo. El libro en general es el mejor de los Apócrifos. No obstante su lectura es un buen argumento contra la propia inspiración.
Da consejos como estos:
"Si te has visto forzado a comer mucho retírate de la concurrencia y vomita; y te hallarás aliviado". Capítulo 31 versículo 25. En el versículo 37, hablando del vino, dice: "El beberlo con templanza es salud para el alma".
En el capítulo 33, verso 16, dice así: "Yo ciertamente, me he levantado a escribir el último y soy como el que recoge rebuscas tras los vendimiadores". Este testimonio del autor demuestra que él no creía que estaba escribiendo un libro que era la Palabra de Dios. El mismo confiesa que era el resultado de sus estudios y conocimientos. El que escribe por inspiración no habla así. Además los judíos creían que para escribir bajo inspiración de Dios había que ser profeta, y el canon auténtico del Antiguo Testamento, parece estar de acuerdo con este criterio.
La profecía de Baruc
Dice el Abate Du-Clot, en su libro "Vindicias de la Biblia", página 548; "Los judíos no admiten este libro por no hallarse en el hebreo".
El libro se atribuye a Baruc, contemporáneo de Jeremías. En el capítulo primero, versículo uno al tres dice: "Estas son las palabras del libro que escribió Baruc, el año quinto, a siete del mes, después que los Caldeos se apoderaron de Jerusalén y la incendiaron. Y leyó Baruc (en Babilonia, junto al río Sodi), las palabras de este libro en presencia del hijo del rey Joakín y de todo el pueblo que acudió a oírlo". El lector tendrá bondad de fijarse bien en lo que acabamos de copiar.
Ahora bien; Jerusalén fue destruida en 588 a.de C., según el "diccionario Bíblico". En esta fecha, los Babilonios, dejaron en Judea a los más pobres y pusieron por gobernador a Gedalías; con este "residuo" quedaron Jeremías y Baruc. Pero algún tiempo después ciertos judíos mataron a Gedalías y se llevaron el residuo a Egipto. Véanse II Reyes, Capítulo 25, versículos 22 a 26, y Jeremías, capítulo 43, versículos 1 al 7. Baruc fue para Egipto con Jeremías y no para Babilonia.
El libro de Baruc afirma que fue escrito en Babilonia, cinco años después de destruida Jerusalén, esto colocaría al libro como escrito en 583, antes de Cristo. Pero resulta que el verso 8 del capítulo primero dice: "Después que Baruc hubo recibido los vasos del templo del Señor, que habían sido robados del templo, para volverlos otra vez a tierra de Judá". Estos vasos que fueron llevados de Jerusalén a Babilonia, no regresaron hasta el año primero del reinado de Ciro, rey de Persia. Véase Esdras, capítulo uno. Los vasos regresaron el año 536, antes de Cristo. ¿Cómo pudo haber sido escrito el libro de Baruc, por éste, en Babilonia, siendo que Baruc, no fue llevado a dicha ciudad, sino que se marchó con Jeremías a Egipto?. ¿Cómo se puede armonizar el hecho de que fue escrito en 583, y el libro fue leído en Babilonia y sin embargo, los vasos no fueron devueltos a los judíos sino 47 años mas tarde?. Además según Esdras, los vasos no fueron entregados a Baruc, sino a Sesbassar, gobernador de Judea y a Esdras. Sacerdote. Véase Esdras 5:14 y 7:19.
En la lista que tenemos en Esdras, capítulo dos, donde se mencionan todos los hombres notables que regresaron a Jerusalén con Esdras, ni siquiera se menciona a Baruc.
En el Capítulo 3, verso 4 dice: "Dios de Israel, escucha ahora la oración de los muertos de Israel". ¿Qué quiere decir esto?.
Las partes añadidas a Daniel
Dice la versión Torres Amat, en la introducción de Daniel: "Algunos escritores manifestaron dudar de la autenticidad de tres partes de este libro… porque no se hallan en el hebreo". "Los rabinos no reconocen por canónicas dichas tres partes".
En el capítulo 3 verso 38 (Este capítulo tiene 66 versículos añadidos), dice: "No tenemos en este tiempo ni caudillo ni profeta". Daniel profetizó desde 597 a 538, mientras que los profetas Haggeo, Zacarías y Malaquías, son posteriores. Malaquías es colocado por los entendidos en la materia, a partir del año 450, antes de Cristo. ¿Cómo es posible que estas partes añadidas al libro del profeta Daniel fuesen escritas por el propio Daniel y afirmara que en aquel tiempo no había profeta?.El pueblo de Israel estuvo sin profetas 400 años, desde Malaquías hasta Cristo. Seguramente esta parte añadida a Daniel, sería escrita durante estos años.
Con esto concuerda otro pasaje del libro Apócrifo, I de Macabeos, capítulo 9, verso 27, que dice: "Fue pues grande la tribulación de Israel desde el tiempo que dejó de haber profeta". Macabeos relata la historia del pueblo hebreo, de unos 140 años antes de Cristo.
Los Macabeos 2 Libros
Dice el Abate Du-Clot, en "Vindicias". Página 574, lo que sigue: "El primero de Macabeos contiene la historia de 40 años desde el principio del reinado de Antíoco Epifanes, hasta la muerte de Simón".
El segundo libro, es un compendio de la historia de las persecuciones que sufrieron los judíos de parte de Epifanes y de su hijo, Eupator, la cual historia había sido escrita por un tal Jasón. "Ni uno ni otro se hallan en el Cánon de los judíos, y los Cristianos siguieron a los judíos en cuanto a los libros que formaban el Canon del Antiguo Testamento, por esta causa los Macabeos no fueron comprendidos entre los libros sagrados generalmente adoptados por las iglesias cristianas".
Estos Párrafos que acabamos de copiar, escritos por una alta autoridad de la iglesia romana, colocan al concilio de Trento en el plano del error, y a los evangélicos en el campo de la verdad en cuanto al Canon de la Biblia. Como Cristianos, estamos siguiendo la norma de conducta, en relación a los Macabeos, que para sí mismas se trazaron las iglesias cristianas primitivas; según la confesión del Abate Du-Clot.
Queremos hacer otra observación en relación a los párrafos de Du-Clot y es esta: ¿Qué Judío se atrevería a compendiar cinco libros de la palabra de Dios? Si el mencionado Jasón escribió sus libros por inspiración divina, ellos eran en verdad la palabra de Dios. En tal caso el compendiador quitó algo de la palabra de Dios; porque compendiar es reducir, y a la palabra de Dios no se le puede quitar ni añadir.
Si Jasón no fue inspirado al escribir sus cinco libros y el autor de Segundo de Macabeos no hizo sino compendiarlos en un solo volumen, en tal caso el libro es de origen humano desde la raíz hasta las ramas.
Entre los varios errores que contienen los libros voy a citar uno; se halla en segundo de Macabeos, capítulo 12, versos 43 a 45, y dice: "Habiendo recogido en una colecta que mandó hacer, doce mil dracmas de plata: las envió a Jerusalén, a din de que ofreciesen un sacrificio por los pecados de los difuntos".
De aquí sacan el apoyo para el purgatorio, Y no cabe duda que este pasaje influyó en el ánimo de los señores del concilio de Trento. El purgatorio fue, quizá el error más atacado por los valientes reformadores del siglo XVI. El concilio debía reconocer que la doctrina del purgatorio era anti-bíblica, o buscar apoyo para ella.
Roma encontró el anhelado apoyo en los libros Apócrifos, y entonces para sostener un error echó mano de otro error.
El autor de segundo de Macabeos termina su libro con estas palabras: "Acabaré yo también esta mi narración. Si ella ha salido bien y cual conviene a una historia, es ciertamente lo que yo deseaba; pero si por el contrario es menos digna del asunto de lo que debiera, se me debe disimular la falta". ¿Han visto ustedes algo semejante a este lenguaje en los 66 libros inspirados?. ¿Pretendía este compendiador de Jasón, escribir bajo inspiración divina?.
De haberlo él creído así, no nos recomendaría que le disimulásemos sus faltas como historiador. Los autores inspirados no piden excusas, porque no admiten la posibilidad de errores. Ellos dicen: "Así ha dicho Jehová". O "Así dijo el Señor". Y Dios no tiene que pedir excusas a los hombres.
El primero que reconoce y afirma la no-inspiración de segundo Macabeos, es el propio autor del Libro. Este es un hecho que pesa mas en la balanza de la verdad y la justicia que los decretos de todos los concilios de la iglesia romana. Cuando el mismo autor admite que el libro es fruto de sus propios conocimientos y que no es la palabra de Dios, ¿qué valor puede tener el decreto del concilio de Trento?. Pero el concilio ha dicho: el libro es inspirado y "maldito el que diga lo contrario".
Si esta maldición tuviera alguna virtud, ella habría alcanzado, al autor del libro; a muchos de los escritores de la Iglesia primitiva, a la mayoría de los cristianos y a algunos papas; porque precisamente ellos han dicho lo contrario.
V. Conclusión.
En el libro (publicado con licencias eclesiásticas), titulado "¿Qué es la Biblia?" y escrito por M. Charles, en la página 29 dice así: "Para el pueblo judío fue escrito primeramente el Antiguo Testamento. Ese pueblo lo recibió en depósito. Las Escrituras nos han sido transmitidas por ellos con ese espíritu escrupuloso que ha asegurado la conservación".
Note bien el lector la fuerza del párrafo anterior. Dice que los judíos recibieron en depósito el Antiguo Testamento y lo transmitieron a los cristianos, y nosotros podemos estar seguros de que tales escrituras son inspiradas, porque los judíos, dice, que eran muy escrupulosos en ese sentido. Y ahora preguntemos:
¿Cuántos libros inspirados admitieron los depositarios en todos los tiempos?.
Los mismos católicos romanos lo dicen: "Los judíos nunca han admitido sino 39 libros, del Antiguo Testamento, como inspirados; rechazando todos los demás, y considerándolos como no inspirados.
El famoso conferencista jesuita, José Antonio de Laburo, en su libro titulado "¿Jesucristo es Dios?" Dice hablando del Antiguo Testamento en las páginas 31 a 33 que "estaba custodiado por los enemigos del Cristianismo". Y añade citando a San Agustín: "No nosotros, sino los judíos, son los que conservaron esos libros".
Preguntemos:
¿Cuántos libros conservaron los judíos? Los propios católicos responden, que los judíos no reconocieron sino 39 libros que constan en nuestras Biblias en el Antiguo Testamento.
Recordemos que M. Charles, dice en la página 26 de su citado librito: "En la época de Jesucristo, Jerusalén tenía su Biblia hebrea, texto origina 39 libros." Y si le preguntamos hoy a un judío cuantos libros tiene su Biblia nos dirá que 39, ni uno más ni uno menos.
Otro jesuita, Daniel Juárez (del colegio de Belén de la Habana), en su obra titulada "la religión", página 25, dice así: "Los libros del Antiguo Testamento, fueron recibidos por el pueblo judío, de manos de los mismos autores y ese pueblo los conservó siempre, y así los transmitió íntegros a los cristianos. Eran conocidísimos del pueblo que los leía siempre y los tenía como dados por Dios. La inspiración de estos libros consta de la constante creencia del pueblo judío."
Los judíos recibieron efectivamente, de manos de los mismos autores, los libros del Antiguo Testamento. Ellos los conservaron. De las manos de ellos llegaron a nosotros los cristianos. Eran conocidísimos del pueblo, los tenían como dados por Dios. La inspiración de tales libros consta del testimonio y fe de aquellos a quienes fueron entregados para su conservación y transmisión.
Ahora bien. ¿Cuántos recibieron, conocieron, transmitieron y creyeron como inspirados?.
Pues, 39 libros. Ni uno mas ni uno menos.
Esto constituye un argumento irrefutable. Esto demuestra que todos los libros que el concilio de Trento, en 1545, añadió a los 39, no son inspirados; porque los mismos católicos romanos confiesan que los judíos los rechazaron como no inspirados. Cuando los católicos romanos quieren probar la autenticidad del Antiguo Testamento, apelan al testimonio del pueblo judío, pero parece que no se dan cuenta que su razonamiento se vuelve en contra de sus libros apócrifos y los echa por el suelo.
Nosotros, los cristianos sabemos, porque la Biblia lo dice, que los libros del Antiguo Testamento fueron dados al pueblo judío. Véase Romanos 3:2 y 9:4, y ahora el testimonio unánime de judíos y cristianos.
Ya hemos dicho distintas veces que los judíos sólo recibieron, como escrituras inspiradas, 39 libros; los mismos que constan en nuestras versiones, en el Antiguo Testamento.
La conclusión entonces es que el concilio de Trento, adulteró el canon de los libros inspirados de la Santa Biblia, añadiendo siete libros completos y algunas partes más a algunos de los libros inspirados, y esto contra el propio testimonio de los libros y de la historia relacionada con ellos.
Si las cosas fueran al revés de lo que son, es decir, si nuestras versiones tuviesen una sola línea más que las versiones católicas romanas; ¡cualquiera hubiera oído los gritos que estremecerían la tierra, dadas por el clero romano, acusándonos sin piedad de falsificar y adulterar la palabra de Dios!.
Siendo como es, aun suelen hablar de Biblias "truncadas". Pero ellos no pueden hablar, porque lo mismo que tienen nuestras Biblias, lo tienen las de ellos, con la ventaja de que nuestras versiones están mejor traducidas que las de los romanistas. Así que si las Biblias de los católicos romanos son buenas, las nuestras son mejores, porque tienen lo que es y de lo que nadie duda ni ha dudado jamás, pero rechazamos la falsedad y no admitimos los apócrifos como parte del Canon sagrado.
¿Pero qué valor puede tener para un católico, ni para nadie la decisión de un concilio?. Absolutamente ninguno. La historia de los concilios es la historia de sus errores y contradicciones. Vamos a demostrarlo:
En 1409, había en Europa dos papas, que eran, Benedicto XIII que fue sumo pontífice de 1394 a 1417, elegido por los Españoles, Franceses y Escoceses. Este papa era natural de Aragón España, y en 1408 la sede papal estaba en España.
Al mismo tiempo era papa Gregorio XII (1406 a 1415), éste reconocido por los Italianos y parte de los Alemanes.
Para resolver esta anormalidad, se reunió el concilio de Pisa, en 1409, y el día 5 de Junio, en su décima quinta sesión acordó destituir a los dos papas Benedicto y Gregorio y nombró en su lugar a Alejandro V. Los historiadores católico romanos, reconocen a este último como el anti-papa, con lo que demuestran no aceptar las decisiones del concilio de Pisa.
Después de dicho concilio, tuvo la iglesia romana tres papas, al mismo tiempo. Para arreglar tan enredado asunto, se reunió el concilio de Constanza, famoso por haber mandado a la hoguera a los señores Juan Wicklife y Juan Hus. Este concilio compuesto por delegados de todos los países católicos, los que ya estaban cansados de tantos escándalos; empezó por dejar sentado que cuando los delegados de los dominios católicos romanos, se reúnen en concilio, en tal caso el concilio son superiores al papa.
Una vez aprobado y sentado este principio, como ley para la iglesia romana, se acordó seguidamente destituir a los tres papas, que eran Benedicto XIII de España, Gregorio XII, en Aviñon, Francia, y Juan XXIII, sucesor de Alejandro V, en Roma.
El concilio nombró entonces a Martín V, para suceder a los tres que había, que al no aceptar las disposiciones del concilio de Constanza, hubo cuatro papas a un mismo tiempo y cada uno fulminando maldiciones contra sus rivales. Los historiadores romanistas reconocen como papa legal a Martín V.
El sucesor de Martín V, Eugenio IV convocó al concilio de Basilea en 1431, concilio este que en sus primeras sesiones, ratificó todas las disposiciones de Constanza, celebrado en 1414, inclusive aquella que decía que el concilio estaba por encima del papa.
Pero cuando el papa Eugenio IV, vio que los delegados del concilio se disponían a introducir grandes reformas en la iglesia católica, alarmado por tal motivo y sin tener en cuenta lo acordado pro los concilios de Pisa, Constanza y Basilea en principio, por sí y ante sí, decretó la disolución del concilio.
Como la mayoría de los delegados creían que el papa no tenía autoridad sobre el concilio, continuaron las sesiones y en 1439, dicho concilio destituyó al papa Eugenio IV y nombró como sustituto suyo al Duque Amadeo de Saboya, que tomó el nombre de Félix V, considerados hoy por los católicos como anti papa.
Ahora, bien. La iglesia romana reconoce actualmente como heréticas las disposiciones de los concilios de Pisa, Constanza y Basilea. Dice el historiador católico romano, F. Díaz Carmona, en la página 175 de su "Historia de la Iglesia Católica", lo que sigue: "desgraciadamente los padres del concilio de Constanza se dejaron arrastrar a la doctrina herética de que un concilio es superior al papa".
Sin embargo, Roma, acepta como legal al papa Martín V, nombrado por estos herejes del concilio de Constanza.
Pero, lo más curioso fue que el más grande teólogo del concilio de Basilea, fue Eneas Silvio Piccolomini; éste sostuvo a sangre y fuego que el concilio estaba por encima del papa; propuso y consiguió que de acuerdo con tal principio, el papa Eugenio V fuese destituido. Pasaron los años y en 1458, las circunstancias llevaron a aquel ardiente defensor de la supremacía del concilio a la Silla Pontifica, con el nombre de Pío II. Y entonces (dice el historiados católico antes citado), "condenó en una bula como errores los principios que él mismo había defendido", durante más de 30 años, y para salir al paso dijo: "No creáis lo que decía Eneas Silvio Piccalomini, ahora creed lo que dice Pío II".
¡Qué descaro! ¡Qué farsa!.
Si las decisiones de papas y concilios tuviesen algún valor delante de Dios, en tal caso los católicos, todos estarían en el infierno, porque todo ha sido una serie de "uno que aprueba y otro que condena lo aprobado". De uno que lanza anatemas, y otro que se los devuelve.
¡Y pensar que sobre la fragilidad de uno de estos concilios, descansa para el católico romano, la autenticidad de los libros llamados Apócrifos
 
 
Los evangelios
apócrifos
 
Estudios introductorios
y versión de los textos originales por
 
AURELIO DE SANTOSOTERO
Biblioteca de Autores Cristianos
 
 
 
Abreviaturas
de las obras más citadas
 

Craveri = MARCELLO CRAVERI, I Vangeli Apocrifi (Turín 51969).
Erbetta = MARIO ERBETTA, Gli Apocrifi del Nuovo Testamento I/1-2 (Turín
 
 
1975, 1981).
 

Geerard = MAURITIUS GEERARD, Clavis Apocryphorum Novi Testamenti
 
 
(Turnhout 1992).
 

McNamara = MARTIN MCNAMARA, The Apocrypha in the Irish Church (Dublín
 
 
1975).
 

Moraldi = LUIGI MORALDI, Apocrifi del Nuovo Testamento I-II (Turín 1971,
21986).
Santos Otero, Die handschriftliche... = AURELIO DE SANTOS OTERO, Die
handschriftliche Überlieferung der altslavischen Apokryphen, I-II (Berlín 1978,
 
 
1981).
 

Santos Otero, Los evangelios... = AURELIO DE SANTOS OTERO, Los evangelios
apócrifos (Madrid 1956, 101999).
Schneemelcher = WILHELM SCHNEEMELCHER, Neutestamentliche Apokryphen,
I-II (Tubinga 61990, 61997).
Starowieyski = MAREK STAROWIEYSKI, Apokryfy Nowego Testamentu (Lublin
 
 
1986).
 

Stegmüller-Reinhardt = FRIDERICUS STEGMÜLLER, adiuvante NICOLAO REINHARDT,
Repertorium Biblicum Medii Aevi, VIII: Supplementum (Madrid 1976).
Tischendorf = CONSTANTINUS DE TISCHENDORF, Evangelia apocrypha
(Lipsiae 21876, Hildesheim r1987).
Wilson = ROBERT MCLACHLAN WILSON, «Apokryphen II», en Theologische
Realenzyklopädie, III (Berlín 1978) 316-362.
 
 
Introducción general
 
A diferencia de otros fundadores de religiones, Jesús no dejó a la
posteridad nada escrito. Su mensaje fue exclusivamente oral y se dirigió
a todos los que quisieron oírle, especialmente al círculo restringido
de sus apóstoles y discípulos, quienes a su vez lo transmitieron
por la predicación a las primeras comunidades cristianas.
 

Es a partir de la mitad del siglo I cuando este mensaje oral empieza
 
 
a cristalizarse en la forma escrita que conocemos como evangelios.
Dos de ellos —los de San Mateo y San Juan— fueron escritos
por testigos directos de la predicación de Jesús; los otros dos —los
de San Marcos y San Lucas— por testigos indirectos, que para ello
recabaron la información de otros apóstoles. Cada uno de estos
evangelios fue escrito, además, para comunidades distintas (cristianos
de procedencia judía, gentil o helenística), sin que por lo general
traspasaran —en punto a utilización y conocimiento— los límites de
esas comunidades hasta mucho tiempo después: sólo a finales del siglo
 

II tenemos constancia por el testimonio de Ireneo de Lyon (Adv.
haeres. III 11,8) de la validez general de los cuatro evangelios.
 
 
No es extraño que, en un tiempo en que para los cristianos no
existía otra «Escritura» de referencia que el Antiguo Testamento, el
mensaje de Cristo —transmitido oralmente por apóstoles y discípulos—
se manifestara de muy diversas formas en la tradición oral y
escrita, proliferando esta última a medida que iban desapareciendo
los primeros testigos. De ello deja constancia San Lucas en el prólogo
a su evangelio: «Puesto que ya muchos han intentado escribir la
historia de lo sucedido entre nosotros, según que nos ha sido transmitida
por los que, desde el principio, fueron testigos oculares y ministros
de la palabra...» (Lc 1,1-2).
De esta simbiosis entre tradición oral y escrita surgieron a finales
 

del siglo I y sobre todo en el decurso del II —al margen o dependientes
 
 
de los cuatro evangelios— numerosos escritos de mayor o
menor extensión que recogían dichos y sentencias dispersas de Jesús
 

(logia y agrapha) y que en algunos casos llegaron a adoptar la forma
de «evangelios». Así tenemos el evangelio de los Hebreos, de los Nazarenos,
de los Egipcios, etc. De esta literatura que hoy llamaríamos «extracanónica
 
 
», pero no «apócrifa» en el sentido que esta palabra adquirió
después, nos han quedado restos en papiros de gran antigüedad y
 

numerosas referencias en autores del siglo III y IV. Así sabemos que
tanto la comunidad judeo-cristiana de los Nazarenos en Berea como
la de los Hebreos (¿en Egipto?) utilizaban un evangelio propio —que
en el fondo era el texto hebreo de San Mateo, no la versión griega,
 
 
considerada como canónica, que ha llegado hasta nosotros— en el
 

que San Jerónimo encontraba en el siglo IV no pocas discrepancias
 
 
con respecto al «textus receptus». Tales evangelios reflejaban a veces,
 

como en el caso de los Ebionitas, tendencias especiales de acuerdo
 
 
con la manera de vivir aislada de las correspondientes comunidades
y se mantuvieron en vigor solamente mientras éstas existieron.
 

Hubo otras, sin embargo —como las de Siria—, que desde el siglo II
hasta el V no admitieron el texto separado de los cuatro evangelios,
sino la adaptación (Diatessaron) que hizo Taciano en el siglo II, sirviéndose
 
 
de éstos y de otras fuentes hoy difícilmente identificables.
Este estado de cosas cambió bruscamente al irrumpir con fuerza
 

las corrientes gnósticas en el siglo II y las maniqueas en el III, a la
 
 
vez que el Canon de los libros del Nuevo Testamento —apenas esbozado
hasta entonces— iba adquiriendo consistencia y perfilándose
como norma de fe. Es en estas circunstancias en las que se generaliza
el concepto de «apócrifo», aplicado al principio en el sentido
 

de oculto, misterioso. Así titulaban algunas veces los gnósticos sus propias
producciones literarias (por ejemplo, el Apócrifo de Juan), y así
 
 
consideraban ellos mismos el mensaje que con ellas transmitían: una
revelación secreta, dirigida a un reducido número de elegidos, iniciados
en la Gnosis. Sin embargo, para facilitar su penetración en el
ambiente cristiano, se presentaba con frecuencia a estos «libros secretos
 

» bajo la forma de evangelios y se les atribuía la autoría de un
 
 
 
apóstol.
 
 

Un ejemplo típico de este proceder es el Evangelio gnóstico de Tomás
(siglo II), descubierto a mediados del siglo XX en la biblioteca hallada
 
 
en Nag Hammadi. El autor recoge en este escrito una gran cantidad
 

de logia o dichos de Jesús, la mayor parte de los cuales se encuentran
 
 
también, sin grandes discrepancias, en los evangelios
sinópticos.
El autor no necesita en este caso introducir cambios sustanciales
en el texto evangélico para difundir su mensaje, pues ya advierte
 

desde el principio que se trata de palabras secretas pronunciadas por
XII INTRODUCCIÓN GENERAL
Jesús y anotadas por Tomás, y que sólo el que encuentre el verdadero
sentido de ellas se librará de la muerte. Esta ambivalencia hermenéutica
 
 
será pronto sustituida por verdaderos tratados de alta Gnosis, que
 

también se presentan como «evangelios» (por ejemplo, el Evangelio de
la Verdad) y se amparan en la autoridad de un apóstol (por ejemplo,
el Evangelio de Felipe).
 
 
La proliferación de esta clase de literatura «pseudoepígrafa» fue
extraordinaria en lo que concierne a los evangelios, pero pronto se
extendió también a otros géneros literarios relacionados con los
apóstoles en el plano histórico, epistolar y apocalíptico.
Tampoco quedó reducida esta proliferación al sector heterodoxo,
como el de los gnósticos o maniqueos. Con el intento de aclarar
ciertos puntos oscuros en la tradición evangélica (por ejemplo, el
que se refiere a la virginidad de María y a los «hermanos» de Jesús), y
de satisfacer la curiosidad general por conocer más detalles acerca
 

de la infancia de éste, surgió ya a fines del siglo II bajo el título de
Historia de Santiago uno de los apócrifos que han ejercido mayor influencia
 
 
en la posteridad, el llamado «Protoevangelio de Santiago».
 

No sólo fue en su tiempo un verdadero best-seller, como lo acredita la
 
 
cantidad inmensa de manuscritos en que ha llegado hasta nosotros
(tanto en su original griego como en sus múltiples versiones antiguas),
sino que dio origen a muchas otras narraciones apócrifas inspiradas
en él. Igualmente «pseudoepígrafas» son muchas otras composiciones
relacionadas con diversos temas (por ejemplo, el
 

Evangelio de Nicodemo en el ciclo de la pasión y el Libro de Juan evangelista
 
 
entre las narraciones relativas a la asunción de María), que han
gozado en todo tiempo de una aceptación parecida a la del Protoevangelio.
La multiplicación de escritos pseudoepígrafos —tanto en el sector
heterodoxo como en el ortodoxo— influyó notablemente en la
formación del Canon del Nuevo Testamento, ya que con su presencia
evidenciaban tales escritos la necesidad de fijar un «canon» de los
libros que se consideraban como portadores auténticos de la revelación
(evangelios, epístolas, hechos de los apóstoles, apocalipsis), y
de excluir todos aquellos que usurpaban el nombre y la autoridad
apostólica para difundir sus propias ideas. Este proceso fue largo y
 

no exento de contradicciones, hasta que en el siglo IV quedó definitivamente
 
 
fijado en 27 el número de libros que integran el Nuevo
Testamento.
 

INTRODUCCIÓN GENERAL XIII
 
 
La exclusión de toda la literatura marginal que esta definición llevaba
consigo introdujo un nuevo significado en el término de «apócrifo»,
que desde entonces se utilizó en el sentido de «escrito espurio», «no auténtico
» como contrapartida a lo «canónico». Esto no supuso una condenación
 

oficial de los libros apócrifos —ya que incluso el Decretum Gelasianum
 
 
parece haber sido obra de un particular—, pero sí dio origen a
toda una serie de catálogos de apócrifos neotestamentarios, de la que
ofrecemos una detallada relación en el apartado siguiente.
Leyendo estas listas, se echa de ver que una buena parte de los escritos
incriminados hoy apenas son identificables. Esto puede deberse
en parte a la inseguridad de los títulos aducidos, pero en la
mayoría de los casos significa que los escritos correspondientes han
desaparecido. Tal pérdida —más que consecuencia de una persecución
sistemática por parte de la Iglesia oficial— es la suerte que ha
corrido gran parte del legado de la antigüedad, cuya existencia hoy
sólo podemos constatar a base de citas y referencias de segunda
mano.
El número de apócrifos que ha llegado hasta nosotros en estado
fragmentario o completo, ya en su lengua original, ya en versiones y
reelaboraciones posteriores, es muy considerable. Por otra parte, el
influjo palpable que esta literatura sigue ejerciendo en muchos aspectos
de la vida religiosa y cultural es un argumento más en favor
de su pervivencia a través de los siglos.
Es en el mundo oriental donde se forjaron la mayor parte de estas
leyendas y donde mejor se han conservado hasta nuestros días. A
ello han contribuido factores externos —como la falta del Renacimiento
en los respectivos países y de las secuelas que este fenómeno
cultural tuvo en Occidente—, pero también las características del
cristianismo en estas regiones. El hecho, por ejemplo, de que la Iglesia
bizantina no tuviera inconveniente en incorporar a sus libros litúrgicos
textos apócrifos de mayor o menor extensión garantizó la
 

pervivencia de éstos en su lengua original griega y su difusión por
 
 
medio de traducciones en las amplias áreas culturales del Oriente
Próximo en que ejerció su influencia.
Una de las regiones más fecundas en leyendas apócrifas fue, a no
dudarlo, Siria. Es posible que su situación geográfica —marginal
respecto al centro del cristianismo primitivo— y su proximidad con
 

Irán, de donde dimanaron las corrientes dualistas que en el siglo III
 
 
cristalizaron en el maniqueísmo, fueran circunstancias favorables
 

para ello. En siríaco se escribieron a principios del siglo III los Hechos
XIV INTRODUCCIÓN GENERAL
apócrifos de Tomás, uno de los primeros libros de aventuras de aquella
 
 
época, y del siríaco tradujo al griego Eusebio de Cesarea, un siglo
después, una de las leyendas más antiguas y más conocidas: la correspondencia
epistolar entre Jesús y el rey Abgaro de Edesa.
Armenia figura como una de las regiones que más se beneficiaron
de la producción literaria en lengua siríaca, ya que de esta lengua y
 

del griego se hicieron a partir del siglo IV numerosas traducciones.
El hecho de que en lengua armenia se haya conservado una cantidad
 
 
muy importante de apócrifos —traducciones y reelaboraciones posteriores—
se debe sobre todo a la independencia cultural que este
pueblo ha sabido mantener ininterrumpidamente a través de los
siglos.
Un caso especial en la recepción, conservación y propagación de
la literatura apócrifa es Egipto, quizá por su proximidad con Palestina
y por las hondas raíces que ya desde antiguo había echado el helenismo
en este país. No se trata sólo de los innumerables textos papiráceos
que se han ido descubriendo en las arenas del desierto: la
biblioteca gnóstica de Nag Hammadi, descubierta a mediados del siglo
 

XX, es —con sus 13 volúmenes— un buen exponente en este
 
 
sentido. El interés de los antiguos egipcios por la vida de ultratumba
 

continuó vigente en los cristianos de esta región, los coptos, y se manifestó,
 
 
entre otras cosas, en el desarrollo de la literatura apócrifo-
 

apocalíptica (por ejemplo, el Apocalipsis de Pedro) y en algunas leyendas
apócrifas de la Infancia (como la Historia de José el carpintero).
 
 
En copto se ha conservado asimismo buena parte de la literatura
 

gnóstica, traducida de originales griegos hoy perdidos. Una característica
 
 
de los apócrifos coptos es su tendencia a reelaborar y ampliar
los modelos originales —en su mayoría griegos— exagerando hasta
el extremo el lado milagroso. En una concatenación de episodios,
dominados por la fantasía, salta a la vista con frecuencia (especialmente
 

tratándose de los Hechos apócrifos de los apóstoles), la sustitución
 
 
del marco original de la acción por un ambiente más en consonancia
con aquel en que vivían inmersos los cristianos coptos. Tributaria en
 

gran parte de la copta es la literatura apócrifa etíope, que aporta una
 
 
gran abundancia de textos. Si bien éstos han llegado hasta nosotros
con frecuencia en manuscritos muy recientes, son muchas veces un
punto de referencia obligado, cuando se trata de apócrifos cuyo original
 

se ha perdido. Entre los del Antiguo Testamento es el Libro de
Henoc etiópico uno de los textos fundamentales.
INTRODUCCIÓN GENERAL XV
Al margen de los apócrifos conservados en georgiano y en árabe
 
 
(tributarios respectivamente de originales en su mayoría griegos y
coptos), merecen mención especial los que han llegado hasta nosotros
 

en versiones eslavas. Eslavo antiguo es la lengua literaria que se
 
 
formó en vastas regiones del Sur y del Este de Europa, al entrar en
 

contacto a partir del siglo IX con la civilización bizantina, y adoptar
 
 
el alfabeto cirílico-glagolítico que introdujeron los misioneros Cirilo
y Metodio. A diferencia de los eslavos occidentales —expuestos al
influjo de la cultura latina—, asumieron los eslavos del Este (búlgaros,
serbios, rusos, ucranianos principalmente), el legado cultural de
Bizancio y tradujeron a su lengua gran parte de la literatura apócrifa
que por entonces estaba en uso en Constantinopla. Ésta se ha conservado
en una gran cantidad de manuscritos de diversas épocas.
Frente a otras literaturas, en que los originales han sido sometidos
a importantes reelaboraciones y adaptaciones, los apócrifos eslavos
se distinguen por una fidelidad extraordinaria a sus modelos griegos.
Lo cual constituye una preciosa ayuda para la crítica textual en aquellos
casos en que la tradición manuscrita griega de que disponemos
acuse deficiencias. Un ejemplo interesante de este fenómeno lo
 

ofrece el texto eslavo del Evangelio de la Infancia de Tomás, cuya traducción
 
 
castellana ofrecemos por primera vez en esta obra.
En Occidente no encontró la literatura apócrifa un terreno tan
abonado para su difusión como en Oriente, pero su presencia es innegable.
Conocidas son las reservas de escritores como San Jerónimo
frente a ella, quien, sin embargo, no tenía reparo en citar con
 

cierta veneración el Evangelio de los Hebreos, que afirma haber traducido
él mismo del hebreo al griego y al latín (De viris ill. 2). Las duras
 
 
condenaciones del papa Inocencio I y de Toribio de Astorga en el
 

siglo V tienen como objeto principalmente los Hechos apócrifos de los
apóstoles que este último relacionaba con la secta de los Priscilianistas
 
 
en España. Del amplio catálogo de apócrifos que presenta en latín el
 

Decretum Gelasianum en el siglo VI puede deducirse que buena parte
 
 
de ellos (evangelios, hechos de los apóstoles, epístolas, apocalipsis)
existían ya por esas fechas en versiones latinas.
Estas versiones en casos concretos eran verdaderas reelaboraciones
 

de los modelos griegos. Tal es el caso del Evangelio del Pseudo Mateo,
que recoge leyendas procedentes no sólo del Protoevangelio, sino
también de otros apócrifos de la Infancia, por ejemplo del Evangelio
de Tomás. A esto añade muchos otros detalles de su propia cosecha,
como son las profecías «ex eventu» (presencia del buey y el asno en la
XVI INTRODUCCIÓN GENERAL
 
 
natividad, según Is 1,3), vida casi «conventual» de María antes y después
de la anunciación, etc. Relacionadas o no con el Pseudo Mateo
existe toda una serie de reelaboraciones latinas en torno a la Natividad
y la Infancia que testimonia la presencia de estas y otras leyendas
apócrifas en Occidente hasta ser asumidas y ampliamente difundidas
 

por obras como la Legenda aurea de Jacobo de Voragine o el
Speculum historiale de Vicente de Beauvais en el siglo XIII.
 
 
En otros casos las versiones latinas están acreditadas por manuscritos
de gran antigüedad como lo es el palimpsesto de Viena [Vindob.
 

563] del siglo V en relación con el Evangelio de Nicodemo. Sin la
abundancia de códices latinos del Apocalipsis de Pablo sería difícil tanto
 
 
recomponer el original griego —que nos ha llegado sólo en forma
abreviada— como explicarse el influjo de la literatura apocalíptica
 

en obras tan decisivas del Renacimiento como la Divina Comedia.
 
 
Un capítulo muy interesante, que en gran parte queda por estudiar,
es el influjo de la literatura apócrifa latina en las incipientes literaturas
 

vernáculas de Occidente. En los casos en que este estudio se
ha hecho a fondo —como es el irlandés— los resultados son sorprendentes.
 
 
Un campo en que la literatura apócrifa ha ejercido su influjo sin
barreras lingüísticas o geográficas es el de la iconografía religiosa,
tanto en Oriente como en Occidente. Es aquí donde los apócrifos
continúan llevando una vida soterrada, pero real, ya que la costumbre
de contemplar repetida e irreflexivamente ciertas escenas y ciertos
símbolos impide muchas veces descubrir el trasfondo legendario
que las inspiró. Quizá pueda ayudar este libro a descorrer el velo.
 

Del conjunto de apócrifos neotestamentarios —evangelios, hechos de
 
 
los apóstoles, cartas, apocalipsis— ofrecemos aquí sólo los primeros,
 

según los criterios expuestos en la obra Los evangelios apócrifos,
edición crítica y bilingüe (BAC, Madrid 101999). De esta misma obra
 
 
procede la mayor parte de las traducciones, dejando para los lectores
interesados los textos originales, la amplia bibliografía y los numerosos
comentarios de todo tipo que allí pueden encontrar. En esta edición
nos contentamos con ofrecer escuetamente los textos apócrifos
en versión castellana, acompañados, eso sí, de introducciones de
nuevo cuño y de una bibliografía completamente actualizada.
 

INTRODUCCIÓN GENERAL XVII
 
 
Catálogos de apócrifos
neotestamentarios
 
El largo proceso de gestación que tuvo el Canon del Nuevo Testamento
desde los comienzos de su formación hasta llegar al siglo
 

IV —en que San Atanasio da la lista definitiva de los 27 libros que lo
integran (Carta festal 39, del año 367)— no puede comprenderse del
 
 
todo sin tener en cuenta el influjo que en este proceso ejerció la literatura
 

apócrifa. El hecho de que ya en el siglo II aparezcan escritos
 
 
semejantes en su nombre y en su forma literaria a los que tradicionalmente
se consideraban como los auténticos portadores del mensaje
de Cristo y de sus inmediatos sucesores, pero con un contenido
distinto —no pocas veces condicionado a teorías filosóficas ajenas
al cristianismo, como es el caso de la literatura gnóstica—, provocó
en algunos escritores eclesiásticos la necesidad de denunciar en casos
concretos estas falsificaciones y a la vez de fijar definitivamente
el canon de los libros auténticos. Un ejemplo significativo de esta
 

actitud lo ofrece a finales del siglo II Ireneo de Lyon en su obra fundamental
Desenmascaramiento y refutación de la falsa Gnosis, en que, entre
otras obras gnósticas, cita el «evangelio de la Verdad» (Adv. haeres. III
 
 
11,9).
 

También de finales del siglo II data con toda probabilidad el famoso
Fragmento Muratoriano. En él se da una lista de los libros del
 
 
Nuevo Testamento considerados como auténticos y a continuación
 

se añade: «Circulan, además, una epístola a los Laodicenses y otra a los
Alejandrinos falsificadas bajo el nombre de Pablo, para favorecer a la
 
 
herejía de Marción, y algunas otras que no pueden recibirse en la
Iglesia católica, porque no conviene mezclar la hiel con la miel» (lín.
63-67).
 

Hay que esperar, sin embargo, hasta el siglo III para encontrar un
 
 
elenco de libros apócrifos frente a la lista que se presenta cada vez
más nítida de los canónicos. Se debe a Orígenes en su primera homilía
a San Lucas (ver texto n.1). Este breve elenco de Orígenes es
asumido y utilizado por escritores posteriores como Eusebio de Cesarea,
San Jerónimo, Beda, etc.
 

Después de la consolidación definitiva del canon en el siglo IV no
 
 
declina el interés por catalogar las obras que quedan fuera de él. A
 

principios del siglo V envía el papa Inocencio I una carta a Exuperio,
 
 
obispo de Toulouse, en que recrimina ciertos escritos atribuidos
a Matías, Santiago, Pedro, Juan, Andrés y Tomás (ver texto n.2). Se
 

trata probablemente en su mayor parte de Hechos apócrifos de los apóstoles.
A esta clase de escritos se refiere de manera más concreta Toribio
de Astorga, también en el siglo V, en su carta a Idacio y Ceponio
 
 
(texto n.3), atribuyéndoles origen maniqueo o priscilianista.
 

En el siglo VI cita Timoteo Presbítero, en un recuento de obras maniqueas,
los evangelios de Tomás y de Felipe, así como los Hechos de
Andrés (ver texto n.4). Pero es con el Decreto Gelasiano con el que a
 
 
partir de esta época tenemos el catálogo de apócrifos más completo
que existe (texto n.5).
Se presenta este escrito con la pretensión de ser el proceso verbal
de un concilio convocado por el papa Dámaso (366-384) para regular
materias de fe. Está dividido en cinco capítulos, de los que el II
ofrece un elenco de los libros canónicos y el V una lista de escritos
«apócrifos» en el sentido más amplio de esta palabra. Dejando a salvo
la unidad literaria de este «Decreto», quedan por esclarecer otros
 

puntos tocantes a su carácter y fecha de composición.
 
 
Además de Dámaso, figuran en algunos códices el papa Gelasio
(492-496) y en otros el papa Hormisdas (514-523) como autores.
Por incongruencias con su contenido hay que descartar a estos personajes
de la autoría, resultando mucho más probable que fuera un
compilador privado el que se amparase en la autoridad y competencia
del papa Gelasio para dar nombre a su composición.
Ésta recoge una gran cantidad de datos procedentes de diversas
fuentes —por ejemplo, San Jerónimo, San Agustín, la carta ya citada de
Inocencio I a Exuperio (texto n. 2), etc.— y tiene la ventaja de que cataloga
no solamente apócrifos de origen gnóstico o maniqueo, como
sus precedentes, sino también otros escritos que —sin dejar de ser apócrifos—
eran utilizados y leídos comúnmente en el seno de la Iglesia,
tales como los reseñados en los números 15, 16, 29, etc. Fuera de San
 

Isidoro de Sevilla (560-636), que sí parece haber utilizado el Decretum
Gelasianum, no aparecen hasta el siglo VIII testimonios explícitos que
 
 
acrediten la antigüedad de este documento. Lo más probable es que su
 

composición date de principios del siglo VI (ver E. von Dobschütz, Das
Decretum Gelasianum de libris recipiendis et non recipiendis [Texte u. Untersuchungen
 
 
38,4], Leipzig 1912).
 

XX CATÁLOGOS DE APÓCRIFOS NEOTESTAMENTARIOS
Como apéndice a la supuesta Chronographia de Nicéforo I, Patriarca
de Constantinopla (806-815), aparece la llamada Stichometria de Nicéforo,
 
 
una lista de apócrifos que se distingue de las demás porque indica
 

al margen las líneas (stichoi) que comprendía cada una de las
 
 
obras catalogadas (texto n.6). No es posible dilucidar hasta qué punto
 

esta Stichometria es anterior al siglo IX.
En el c.76 de la Synopsis Scripturae sacrae, falsamente atribuida a San
Atanasio, se encuentra una Synopsis (texto n.7) en que se catalogan
como «discutidas» (antilegomena) seis obras distintas: la mayor parte
 
 
son apócrifas.
 

Al siglo VII pertenece finalmente la famosa Lista de los 60 libros
 
 
(texto n.8). Los «sesenta libros» son los de toda la Biblia. Los que se
especifican al margen son considerados como «apócrifos».
 

1. Orígenes († 254)
 
 
La Iglesia tiene cuatro evangelios, la herejía muchísimos: uno de
 

los cuales se titula según los Egipcios, otro según los Doce Apóstoles. Incluso
Basílides se atrevió a escribir un evangelio y a titularlo con su propio
nombre [...]. Conozco también un evangelio que se denomina según
Tomás y según Matías: y sabemos de muchos otros más (Hom. I in
 
 
 
Lc.).
 
 

2. Inocencio I (402-417)
Los demás [escritos] que corren bajo el nombre de Matías o Santiago
el Menor, o Pedro y Juan compuestos por un tal Leucio (o bien
bajo el nombre de Andrés, debidos a la pluma de los filósofos Xenocaris
y Leónidas), o bajo el nombre de Tomás, y si hubiera alguno
 
 
más: sabrás que todos ellos han de ser no sólo rechazados, sino también
 

condenados (Epist. ad Exsuperium episc. Tolosanum a.405).
3. Toribio de Astorga († 480)
 
 
Ante todo hay que tener en cuenta y condenar de manera especial
 

aquello que se narra en los Actos llamados de Tomás, es decir, que
 
 
éste no bautizaba con agua —de acuerdo con la predicación del Se-
 

CATÁLOGOS DE APÓCRIFOS NEOTESTAMENTARIOS XXI
 
 
ñor—, sino sólo con óleo [...]. La cual herejía [la de los Maniqueos]
ha de ser condenada, ya que a sus fautores, con Manes a la cabeza, y
a los discípulos de éste se debe la composición o falsificación de todos
 

los libros apócrifos, particularmente de los Actos llamados de
Andrés, o de aquellos que llevan el nombre de San Juan —que escribió
Leucio con su boca sacrílega— o de los de Santo Tomás y de
 
 
otros parecidos. Buscando apoyo en éstos... —y sobre todo en aquel
 

libro especialmente blasfemo que se titula Memoria apostolorum— pretenden
 
 
[los Maniqueos y Priscilianistas] dar fundamento a todas sus
 

herejías (Epis. ad Idacium et Ceponium episcopos, de non recipiendis in auctoritatem
fidei apocryphis scripturis et de secta Priscillianistarum c.5).
4. Timoteo presbítero (s.VI)
 
 
Escritos maniqueos:
1. El evangelio vivo.
2. El tesoro de la vida.
3. El colegio apostólico.
4. El [libro] de los misterios.
5. Los siete tratados del Irracional.
6. El [libro] de las preces.
7. El [libro] de los capítulos.
8. Tratado de los gigantes.
9. Evangelio según Tomás.
10. Evangelio según Felipe.
11. Hechos del apóstol Andrés.
12. La decimoquinta carta a los de Laodicea.
13. Libro de la infancia del Señor, compuesto por ellos para demostrar
 

que la encarnación fue pura apariencia, no verdadera (Tract.
 
 
 
de iis qui ad Ecclesiam accedunt).
 
 

5. Decretum Gelasianum (s.VI)
 
 
1. Viajes a nombre del apóstol Pedro, llamados libros de San
Clemente, nueve en total [= Recognitiones Ps.-Clementinae].
2. Hechos a nombre del apóstol Andrés, apócrifos.
3. Hechos a nombre del apóstol Tomás, apócrifos.
 

XXII CATÁLOGOS DE APÓCRIFOS NEOTESTAMENTARIOS
 
 
4. Hechos a nombre del apóstol Pedro, apócrifos.
5. Hechos a nombre del apóstol Felipe, apócrifos.
6. Evangelio a nombre de Matías, apócrifo.
7. Evangelio a nombre de Bernabé, apócrifo.
8. Evangelio a nombre de Santiago el Menor, apócrifo.
9. Evangelio a nombre del apóstol Pedro, apócrifo.
10. Evangelio a nombre de Tomás, del que se sirven los Maniqueos,
apócrifo.
11. Evangelios a nombre de Bartolomé, apócrifos.
12. Evangelios a nombre de Andrés, apócrifos.
13. Evangelios falsificados por Luciano, apócrifos.
14. Evangelios falsificados por Hesiquio, apócrifos.
15. Libro sobre la infancia del Salvador, apócrifo.
16. Libro sobre la natividad del Salvador, y sobre María y la comadrona,
apócrifo.
17. Libro llamado del Pastor [¿de Hermas?], apócrifo.
18. Todos los libros que compuso Leucio, discípulo del diablo,
apócrifos.
19. Libro llamado el Fundamento, apócrifo.
20. Libro llamado el Tesoro, apócrifo.
21. Libro acerca de las hijas de Adán, el Leptogénesis, apócrifo.
22. Centón acerca de Cristo, compuesto en versos de Virgilio,
apócrifo.
23. Libro llamado «Hechos de Pablo y Tecla», apócrifo.
24. Libro que lleva el nombre de Nepote, apócrifo.
25. Libro de los proverbios, escrito por los herejes, a quien se le
da el nombre de San Sixto, apócrifo.
26. Revelación que lleva el nombre de Pablo, apócrifa.
27. Revelación que lleva el nombre de Tomás, apócrifa.
28. Revelación que lleva el nombre de Esteban, apócrifa.
29. Libro llamado «Tránsito de Santa María», apócrifo.
30. Libro llamado «Penitencia de Adán», apócrifo.
31. Libro acerca del gigante Ogias, de quien cuentan los herejes
que luchó con el dragón, apócrifo.
32. Libro llamado «Testamento de Job», apócrifo.
33. Libro llamado «Penitencia de Orígenes», apócrifo.
34. Libro llamado «Penitencia de San Cipriano», apócrifo.
35. Libro llamado «Penitencia de Jamnes y Mambres», apócrifo.
36. Libro llamado «Suertes de los Apóstoles», apócrifo.
37. Libro llamado «Juegos (?) de los Apóstoles», apócrifo.
 

CATÁLOGOS DE APÓCRIFOS NEOTESTAMENTARIOS XXIII
 
 
38. Libro llamado «Cánones de los Apóstoles», apócrifo.
39. Libro «Fisiólogo», escrito por los herejes y puesto bajo el
nombre de San Ambrosio, apócrifo.
40. Historia de Eusebio Pánfilo, apócrifa.
41. Opúsculos de Tertuliano, apócrifos.
42. Opúsculos de Lactancio o Firmiano, apócrifos.
43. Opúsculos de Africano, apócrifo.
44. Opúsculos de Postumiano y Gallus, apócrifos.
45. Opúsculos de Montano, Priscila y Maximila, apócrifos.
46. Opúsculos de Fausto Maniqueo, apócrifos.
47. Opúsculos de Comodiano, apócrifos.
48. Opúsculos del otro Clemente de Alejandría, apócrifos.
49. Opúsculos de Tascio Cipriano, apócrifos.
50. Opúsculos de Arnobio, apócrifos.
51. Opúsculos de Ticonio, apócrifos.
52. Opúsculos de Casiano, presbítero de las Galias, apócrifos.
53. Opúsculos de Victorino de Pettau, apócrifos
54. Opúsculos de Fausto de Riez en las Galias, apócrifos.
55. Opúsculos de Frumencio el Ciego, apócrifos.
56. Carta de Jesús a Abgaro, apócrifa.
57. Carta de Abgaro a Jesús, apócrifa.
58. Pasión de Quírico y Julita, apócrifa.
59. Pasión de Jorge, apócrifa.
60. Escrito titulado «Entredichos [¿prohibiciones?] de Salomón
», apócrifo.
61. Todos los amuletos escritos no con nombre de ángeles,
 

como ellos imaginan, sino de demonios, apócrifos (E. VON
DOBSCHÜTZ: Texte u. Untersuchungen 38, 4 [Leipzig 1912]).
6. Stichometria de Nicéforo (s.IV [?])
a) Escritos dudosos del Nuevo Testamento:
 
 
1. Apocalipsis de Juan, 1.400 líneas.
2. Apocalipsis de Pedro, 300 líneas.
3. Carta de Bernabé, 1.360 líneas.
4. Evangelio de los Hebreos, 2.200 líneas.
 

XXIV CATÁLOGOS DE APÓCRIFOS NEOTESTAMENTARIOS
b) Escritos apócrifos del Nuevo Testamento:
 
 
1. Viajes de Pablo, 3.600 líneas.
2. Viajes de Pedro, 2.750 líneas.
3. Viajes de Juan, 2.600 líneas.
4. Viajes de Tomás, 1.700 líneas.
5. Evangelio según Tomás, 1.300 líneas.
6. Doctrina [Didaché] de los Apóstoles, 200 líneas.
7. [Cartas] de Clemente: primera y segunda, 2.600 líneas.
 

8. [Escritos] de Ignacio, Policarpo, Pastor de Hermas (MIGNE,
Patrologia Graeca, 100,1060A-B).
7. Synopsis del Ps. Atanasio (s.VI o posterior)
Éstos son los libros discutidos (antilegomena) del Nuevo Testamento:
 
 
Viajes de Pedro, Viajes de Juan, Viajes de Tomás, Evangelio según
Tomás, Doctrina de los Apóstoles, obras de Clemente. De las
cuales fueron traducidas las que, previa selección, (parecieron ser)
 

las más conformes con la verdad e inspiración (Synopsis scripturae sacrae,
 
 
c.76).
 

8. Lista de los sesenta libros (s.VII)
 
 
1-14. Libros del Antiguo Testamento.
15. Historia de Santiago [= Protoevangelio].
16. Apocalipsis de Pedro.
17. Correrías y Enseñanzas de los Apóstoles.
18. Epístola de Bernabé.
19. Hechos de Pablo.
20. Apocalipsis de Pablo.
21. Doctrina de Clemente.
22. Doctrina de Ignacio.
23. Doctrina de Policarpo.
24. Evangelio según Bernabé.
 

25. Evangelio según Matías (Th. ZAHN, Geschichte des neutestamentl.
Kanons II/1, 290-292).
CATÁLOGOS DE APÓCRIFOS NEOTESTAMENTARIOS XXV
 
 
Evangelios apócrifos tardíos
 

1. Evangelio árabe del Pseudo Juan
 
 
Se trata de un manuscrito árabe del año 1342 conservado en la
Biblioteca Ambrosiana de Milán (or. 93). De los 158 folios de este
 

códice, 134 corresponden a un Evangelio de San Juan, que en 57 capítulos
 
 
narra minuciosamente una serie de milagros de la vida de Jesús,
dejando al margen el aspecto doctrinal. El escrito fue identificado
ya en 1939 por A. Galbiati, quien en 1957 publicó una edición
 

del original árabe con traducción latina (Iohannis Evangelium
apocryphum arabice I-II [Mediolani 1957]). La expectación que provocaron
 
 
las primeras publicaciones sobre el hallazgo (ver bibliografía
en la edición bilingüe de esta obra [BAC 148] p.23-24) no se corresponde
con el valor real del documento, ya que —prescindiendo de
su época tardía— no representa más que una versión árabe del apócrifo
 

conocido como Los milagros de Jesús, publicado mucho antes
 
 
por S. Grébaut («Les miracles de Jésus / Texte éthiopien publié et
 

traduit», en Patrologia Orientalis XII, 4 [1919]; XIV, 5 [1920]; XVII, 4
 
 
[1923]). Para más información ver Geerard 19-23.
 

2. Evangelio de la infancia según San Pedro
 
 
Es una narración apócrifa publicada por Catulle Mendès bajo el título
 
L’Évangile de la jeunesse de Notre-Seigneur Jésus-Christ d’après S. Pierre
 
 
(texto lat. y versión franc., París 1894). Posteriormente fue traducida
 

al inglés por H. Copley Greene (The childhood of Christ - translated
 
 
 
from the Latin by H. C. G., with original text of the manuscript at the monastery
 
 

of St. Wolfgang [Nueva York y Londres 1904]). Como lugar de
 
 
proveniencia del texto latino señala C. Mendès la abadía de S. Wolfgang,
en Salzkammergut, donde fue encontrado, según él, años
atrás. Las palabras iniciales del texto lo atribuyen a San Pedro. James
 

cree que se trata únicamente de una compilación del Protoevangelio,
Ps. Mateo, versión lat. de Tomás, y Evangelio árabe, cuya data hay que
situar en el siglo XVII (M. R. James, The apocryphal NT [Londres,
 
 
reimpr. 1953] 89).
 

3. Evangelio de Bernabé
 
 
Si alguien tiene la paciencia necesaria para leer hasta el final este
«evangelio» no podrá menos de admirar la imaginación de que hace
gala su autor con tal de convertir el contenido de los evangelios canónicos
en una apología del Islam. Valgan algunos botones de
muestra: Jesús, según él, no sufre muerte de cruz, sino que —para
evitar el «problema» de la resurrección— es Judas el que muere
en su lugar; Mahoma es el «Mesías» que vino a librar a los hombres
de los errores en que estaban sumidos después de la venida de
Cristo, etc.
El texto se ha conservado íntegro en una traducción italiana encontrada
 

en un manuscrito del siglo XVI (cod. 2662 Eugen, de la Biblioteca
 
 
Nacional de Viena), de la que dependen todas las traducciones
 

modernas (Lo. and La. Ragg, The gospel of Barnabas [Oxford
1907]; E. González Blanco, Los evangelios apócrifos, III [Madrid 1934];
J. Slomp, Het Pseudo-Evangelie van Barnabas [Hertogenbosch 1981]; L.
Cirillo-M. Frémaux, Évangile de Barnabé [París 1977]; S. M. Linges,
Das Barnabasevangelium [Bonndorf i. Schwarzwald 1994]).
 
 
Del original español sólo se han conservado fragmentos. Todo induce
 

a creer que este apócrifo —lejos de ser el Evangelio de Bernabé a
que se refiere el Decretum Gelasianum en el siglo VI— es obra de un
cristiano del siglo XVI convertido al Islam. Ver M. de Epalza, «Sobre
un posible autor español del Evangelio de Bernabé»: Al-Andalus 28
 
 
(1963) 479-491; J. E. Fletcher, «The “Spanish Gospel of Barnabas”
 

»: Novum Testamentum 18 (1976) 314-320; R. Stichel, «Bemerkungen
zum Barnabasevangelium»: Byzantinoslavica 43 (1982) 189-201;
 
 
M. de Epalza, «Le milieu Hispano-moresque de l’Évangile islamisant
 

de Barnabé (XVIe-XVIIe siècle)»: Islamo- christiana 8 (1982) 159-183.
4. Evangelio monofisita georgiano
 
 
Es un apócrifo desconocido, proveniente de círculos monofisitas.
 

Está contenido en un ms. georgiano del siglo XIX perteneciente a la
 
 
Biblioteca Bodleiana de Oxford (n.27) y forma parte de la colección
 

XXVIII EVANGELIOS APÓCRIFOS TARDÍOS
 
 
Wardrop. Probablemente esta composición ha sido redactada en el
 

siglo XII o XIII, teniendo por base muchos escritos apócrifos y heterodoxos.
 
 
Está traducido del armenio al georgiano y pertenece a la literatura
popular de los georgianos monofisitas. La versión polaca
 

fue publicada por Grzegorz Peradze, Nieznana Ewangelia Apokryficzna
pochodzaca z Kól Monofizyckich (Warszawa 1935). Ver Starowieyski,
 
 
150-172.
 

5. Apócrifos Bogomiles
 
 
Se da el nombre de Bogomiles a los miembros de un movimiento
religioso, dualista y antijerárquico, que apareció en Bulgaria a principios
 

del siglo X y fue extendiéndose en los siglos siguientes, primero
 
 
en los países del área cultural bizantina, y luego —merced al influjo
de las Cruzadas— en varias regiones del Occidente europeo, dando
aquí origen a la secta de los Cátaros o Albigenses (ver A. de Santos
 

Otero, «Bogomilen» en Theol. Realenzyklopädie, VII [Berlín 1981]
 
 
28-42).
A los Bogomiles se les ha atribuido tradicionalmente la composición
 

de un gran número de apócrifos conservados en antiguo-eslavo
(ver J. IVANOV, Bogomilski knigi i legendi [Sofía 1925]), pero una investigación
 
 
rigurosa llevada a cabo principalmente por E. Turdeanu
 

(«Apocryphes bogomiles et apocryphes pseudobogomiles»: Revue de
l’histoire des religions 138 [1950] 22-52, 176-218) ha demostrado que
 
 
apenas existen apócrifos eslavos que se puedan considerar de origen
«bogomil»: casi todos son simples traducciones de apócrifos griegos
 

ya conocidos (ver Santos Otero, Die handschriftliche Überlieferung...,
 
 
I-II).
El único apócrifo que parece haber sido realmente escrito por los
 

Bogomiles es el llamado tajnaja kniga (= libro secreto) o Interrogatio
Iohannis, en que se describe el mito dualístico de la creación del
mundo y caída de Satanás en términos que recuerdan al Evangelio de
Bartolomé, incluido en la sección IV de esta obra. El escrito en cuestión
 
 
se ha conservado únicamente en latín y constituye un buen
ejemplo de intercambio cultural entre Bogomiles y Albigenses, pues
fue el obispo cátaro Nazario quien lo trajo al Norte de Italia por el
 

año 1190 y lo hizo traducir al latín (ediciones: J. BENOIST, Histoire des
Albigeois, I [París 1691] 283-296; J. IVANOV, o.c., 73-87).
EVANGELIOS APÓCRIFOS TARDÍOS XXIX
6. Evangelio de Santiago el Mayor
 
 
Se trata de una serie de escritos apócrifos amparados bajo el nombre
de Santiago el Mayor y contenidos en los llamados «Plomos» del Sacro
Monte, de Granada. Fueron desenterrados en este lugar hacia el año
1597. Recogen de fuentes árabes diversos datos apócrifos acerca de la
vida de Cristo y de María. Hacen especial hincapié en el dogma de la
Inmaculada Concepción y en la tradición sobre la venida de Santiago a
España. Aunque no contienen, por lo general, errores dogmáticos,
fueron proscritos por el papa Inocencio XI el año 1682 juntamente
con los demás «Plomos», a causa del carácter sagrado que el pueblo les
atribuía.
Pueden encontrarse noticias abundantes acerca de todos ellos en
 

la obra de J. GODOY ALCÁNTARA, Historia crítica de los falsos cronicones
(Madrid 1868) 44-78. Ver, además, M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia
de los heterodoxos españoles, II (Madrid 1910) 287-291.
XXX EVANGELIOS APÓCRIFOS TARDÍOS



Introducción
Este artículo se refiere a las composiciones que afirman haber sido escritas ya por personajes bíblicos o por hombres íntimamente relacionados con ellos. Obras tan conocidas como el Pastor de Hermas, La Epístola de Bernabé, la Didajé (Enseñanza) de los Doce Apóstoles, los Cánones Apostólicos y Constituciones, aunque inicialmente apócrifos, en realidad pertenecen a la literatura patrística y se consideran independientemente. Se ha estimado mejor clasificar los apócrifos bíblicos de acuerdo con el origen en vez de seguir la división, confusa, de Apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Hablando en general, los apócrifos de origen judío deben ir con el Antiguo Testamento y los de origen cristiano, con el Nuevo. El tema se tratará de la manera siguiente:

Nombre y Noción

Etimológicamente, la derivación de apócrifo es muy simple, del griego apokryphos, oculto. El uso del singular apócrifo "Apocryphon (en lugar del plural Apocrypha) es legítimo y conveniente al referirse a una sola obra. Pero cuando intentamos concretar el significado literario de la palabra la cosa se complica. Ha sido empleada de varias maneras por los primeros escritores patrísticos, que han perdido a veces completamente de vista el sentido de la etimología. Así, con algunos de ellos tiene la connotación de “no canónico”. S. Jerónimo evidentemente aplicaba el término a todo libro “casi –escritural” que en su estimación está fuera del Canon de la Biblia, y los reformadores protestantes, siguiendo el Catálogo de las Escrituras del Antiguo Testamente de Jerónimo – pronto considerado erróneo y singular entre los Padres de la iglesia – aplicaron el nombre de apócrifo a lo que en el Canon Católico del Antiguo Testamente excedía del de los judíos. Naturalmente los católicos rehúsan tal denominación y emplean “deuterocanónico” para designar esa literatura que los no católicos de forma convencional e inapropiada conocen como los Apócrifos (VER CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO) El sentido original y propio del término “Apócrifo”, aplicado a los libros pretendidamente sagrados era inicialmente oscuro. Pero quizá se pueda encontrar una pista en el llamado Cuarto Libro de Esdras, que relata que Estrus (Era) por inspiración divina compuso 94 libros, de los que 24 eran restauraciones del al literatura sagrada de los Israelitas que había perecido en la Cautividad, y debían ser publicados abiertamente, pero los restantes debían ser guardados en secreto para el uso exclusivo de los sabios (cf. Dan., ix, 4, 9, donde se ordena al profeta que calle y que selle un libro inspirado hasta su debido tiempo). En consecuencia se debe aceptar como altamente probable que en su sentido original un escrito apócrifo no conllevaba un sentido desfavorable, sino que simplemente denotaba una composición que reclamaba origen sagrado y supuestamente oculta durante generaciones ya totalmente, esperando el tiempo debido de su revelación o de forma relativa en cuanto que su conocimiento se limitaba a un reducido círculo esotérico. Sin embargo el término Apócrifos pronto vino a tener un significado desfavorable que aún retiene que comporta tanto falta de originalidad y de canonicidad. Estos son los aspectos negativos de la aplicación moderna del nombre. En el aspecto positivo se emplea apropiadamente sólo a esa bien definida clase de literatura, que tiene pretensiones bíblicas y que se originaron en parte entre los hebreos durante los dos siglos anteriores a Cristo y durante un tiempo posterior en parte entre los cristianos, ortodoxos o heterodoxos, en las primeras centurias de nuestra ere.

LOS APOCRIFOS DE ORIGEN JUDIO

La literatura antigua, especialmente en oriente utilizó métodos más libres y elásticos que los que se permiten en nuestra cultura moderna occidental. La composición seudográfica estaba de moda entre los judíos de los dos siglos anteriores a Cristo y durante algún tiempo después. La atribución del verdadero autor de un libro a un nombre de un pasado distante, que así usurpaba su personalidad, era en algunos casos cuando menos una ficción literaria que no engañaba sino a los ignorantes. Así el llamado “Sabiduría de Salomón “, escrito en griego y que pertenece al sagrado Canon de la Iglesia. En otros casos en los que el nombre asignado no se ponía como símbolo de un cierto tipo de literatura, la intención no estaba sin un cierto grado de deshonestidad literaria objetiva.

Apocalipsis judíos

Los más importantes y valiosos apócrifos judíos que se conservan son los que tienen un amplio elemento apocalíptico, es decir, que confiesan contener visiones y revelaciones del mundo invisible y del futuro mesiánico. La literatura apocalíptica judía es un tema que merece y ha recibido un creciente atención de todos los interesados en el pensamiento religioso de Israel, ese cuerpo de conceptos y tendencias que están en las raíces de de los grandes principios doctrinales del cristianismo, de la misma manera que su divino Fundador tomo su generación temporal del tronco del judaísmo ortodoxo.
Los apocalipsis judíos proporcionan los lazos de unión en el progreso de la teología judía y llenan lo que de otra forma sería un vacío, aunque pequeño, entre el estadio avanzado marcado por los libros deuterocanónicos y su completa madurez en tiempos de Nuestro Señor, una madurez tan relativamente perfecta que Jesús pudo suponer que existía en la conciencia popular, sin tener que enseñarlo de novo, las doctrinas de la retribución futura, la resurrección de los cuerpos y a existencia , naturaleza y oficios de los ángeles. La apocalíptica judía es un intento de suplir el lugar de la profecía que llevaba muerta siglos, y tiene sus raíces en los oráculos sagrados de Israel. La profecía hebrea en su parte humana tenía sus fuentes, sus ocasiones y objetos inmediatos en el presente. Los profetas eran hombres inspirados que encontraban temas de agrado y desagrado y aviso en las condiciones actuales de la vida teocrática de Israel. Pero cuando pasaba el tiempo y las brillantes promesas mesiánicas de los profetas no se cumplían, cuando el pueblo judío se había impacientado no durante una o dos sino muchas generaciones, bajo el amargo yugo de señores extranjeros o estaba bajo la constante presión de estados paganos, unos espíritus reflexivos y fervientes , al no encontrar esperanza en el orden actual de las cosas, dejaban de mirar a la tierra y ponían su visión otros mundo ideal donde la justicia divina reinase sin impedimentos para la gloria sempiterna de Israel tanto en la nación como en sus fieles individuos y con la total destrucción y tormentos sin fin de los gentiles opresores perversos La literatura apocalíptica era a la vez un mensaje de esperanza y un esfuerzo para resolver los problemas de los justos que sufrían y de la aparente falta de esperanza d cumplimiento de las profecías del reino de Israel sobre la tierra . Pero la consecuencia inevitable de la desconfianza del presente de los Apocalipsis era su asunción de un pasado remoto y clásico, en otras palabras, su carácter seudónimo. Naturalmente si trataba del Pentateuco o de los Profetas, se revestía ficticiamente con la autoridad de un patriarca o un profeta que iba a revelar un futuro transcendente. Pero en su esfuerzo en ajustar el futuro a la historia que conocían, los escritores apocalípticos desarrollaron también una filosofía sobre el origen y progreso de cosas mundanas. Y así entre los rasgos de la apocalíptica judía se nota una visión más amplia de la política mundial y una especulación cosmológica. El Libro de Daniel es un libro del Antiguo testamento con el que tienen muchísima afinidad los apocalipsis no inspirados y evidentemente les proporciona ideas a varios de ellos. A un elemento apocalíptico que existe en los profetas, en Zacarías (i-vi), en Tobias (, xiii), se le puede seguir la pista retrocediendo a las visiones de Ezequiel, que forman al prototipo de apocalíptico.
Todo esto tuvo su influencia en la nueva literatura. El mesianismo, naturalmente juega una parte importante en la escatología apocalíptica y la idea de Mesías tuvo un gran desarrollo en ciertos libros. Pero aun cuando es transcendente y mística, es intensa y casi fanáticamente nacional y se rodea de accesorios imaginativos y frecuentemente extravagantes. Carece de la visión universal de algunos de los profetas, especialmente el Deutero-Isaías y está muy lejos de tener una fisonomía uniforme y consistente. A veces el reino mesiánico se coloca en una tierra trasfigurada, centrada en una nueva Jerusalén, en otras obras se eleva al cielo, en algunos libros el Mesías es defectuoso o simplemente una apariencia de humano, mientras que en las Parábolas de Enoch con su preexistente Mesías preexistente, se marca el punto más elevado del desarrollo del concepto mesiánico de toda la literatura hebrea.
El Libro de Enoch (Etiopico)
Ver el artículo separado bajo este título.
La Asunción de Moisés
Orígenes, "De Principiis", III, ii, 1, cita la Asunción de Moisés-- Analepsis Mouseos – como el libro citado por la Epístola de Judas, 9, donde hay un alusión a una disputa entre Miguel y Satán sobre el cuerpo de Moisés. Aparte de unas pocas referencias en la literatura patrística nada más se sabía de este apócrifo hasta que el manuscrito latino, que contenía buena parte de él, fue descubierto por Ceriani en la Biblioteca Ambrosiana de Milán y publicado en 1861. Se estableció su identidad con la antigua obra por una cita que hay de ella en las Actas del Concilio de Nicea. El Libro se propone como una serie de predicciones entregadas en forma escrita por Moisés a Josué para que las guardara, cuando, en vista de que se acercaba la muerte, nombró a Josué como su sucesor. El propósito ostensible de estas entregas es confirmar la ley mosaica y las admoniciones del Deuteronomio. Se presenta toda la historia de Israel. En un estilo brillante y vehemente el libro delinea en forma profética la impiedad de los gobernantes Asmoneos de Israel y de los sacerdotes saduceos. Las alusiones históricas llegan hasta el reino del insolente monarca , claramente Herodes el Grande, y un poderoso gobernante que vendrá del Occidente y subyugará al pueblo. Una referencia a la expedición punitiva de Quintilius Varus, 4 a.C. Pero el Mesías intervendrá y ejecutará la ira divina sobre los enemigos de la nación y un cataclismo de la naturaleza, descrito de forma apocalíptica sublimidad, abrirá el principio de una nueva era. Extrañamente, no hay mención alguna a la resurrección o a juicios individuales. El libro se vuelve entonces a los hechos de Moisés y Josué .
El manuscrito se interrumpe bruscamente en el capitulo xii y la parte citada por Juda debe haber pertenecido a la conclusión perdida. Se ha asignado este manuscrito, con razones sólidas, a los primeros años después de la muerte de Herodes, entre el 4 a.C y el 10 d.C. Es evidente que ninguno de los hijos de Herodes, Filipo y Antipas, había aún reinado 34 años puesto que el escritor , atreviéndose a lanzar una predicción que resultó falsa, dice que los hijos reinarán menos tiempo que el padre. Por ello la fecha más tardía posible de composición se fija en el año 30 d.C. El autor era un judío, muy probablemente palestino que no pertenecía ni a los Fariseos del tipo de los contemporáneos de Jesús, ni a los Saduceos, puesto que despelleja a ambos por igual. Debe haber sido o un Zelote, es decir un ultranacionalista y mesianista o un ferviente Esenio. Escribió en hebreo o en arameo. El texto latina está traducido de una versión griega.
El libro de los Secretos de Enoc (Enoc eslavo)
En 1892 se llamó la atención hacia unos manuscritos eslavos que al ser examinados resultó que contenía otro libro de Enoc que difería completamente de la compilación etiópica. “El Libro de los Secretos de Enoc” contiene pasajes que satisfacen las alusiones de Orígenes, a las que no hay nada que corresponda en el Enoc Etiópico. Lo mismo puede decirse respecto a las citas del “Testamento de los Doce Patriarcas”. La evidencia interna muestra que el nuevo Enoc fue compuesto en griego por un judío alejandrino a principios de nuestra Era. El libro se distingue mucho del libro más antiguo por la ausencia de un Mesías y la falta de referencia a la resurrección de los muertos. Mezcla muchos detalles estrafalarios respecto al reino celestial, los ángeles y al castigo de los pecados. El patriarca es llevado por los siete cielos ante el mismísimo trono del Eterno. Algunos de los detalles arrojan interesante luz sobre varias alusiones oscuras de la Biblia, tales como los cielos sobrepuestos, la presencia de los poderes malignos “en lugares celestiales”, las extrañas criaturas de Ezequiel llenas de ojos.
Cuarto libro de Esdras
El personaje que sirve como pantalla del autor real de este libro es Esdras (Ezra), el sacerdote escriba y líder de los israelitas que volvieron de Babilonia a Jerusalén. El hecho de que dos libros canónicos estén asociados a este nombre , junto con un genio literario genuino, un espíritu profundamente religioso impregna el Cuarto de Esdras, además de algunos puntos mesiánicos de contacto con los Evangelios, todo ello se combina para ganar una aceptación entre los cristianos que no tiene ningún otro apócrifo. Tanto los Padres Latinos como los Griegos lo citan como profético, mientras otros, como Ambrosio fueron ardientes admiradores suyos- Sólo Jerónimo es positivamente desfavorable. Pero es un hecho notable que a pesar de la extendida reverencia que tenía en los primeros tiempos, no haya entrado en el Canon o en la liturgia de la Iglesia. Sin embargo, a través de toda la Edad Media mantuvo una posición intermedia entre las composiciones canónicas y las meramente humanas, hasta después del Concilio de Trento. Junto con III Esdras, fue colocado en el Apéndice de la edición oficial de la Vulgata. Además del texto original griego, que no ha sobrevivido, el libro ha aparecido en versiones en latín, siríaco, armenio, etiópico y árabe. Los dos primeros y los dos últimos capítulos de la versión latina no existen en los orientales y se han añadido por una mano cristiana. Y sin embargo no hay duda en la postergación del cuarto libro de Esdras al rango de apócrifo. Para no insistir en la alusión al libro de Daniel en xii, 11, la fecha dada en la primera versión (iii, 1) es errónea, y todo el tenor y carácter de la obra lo coloca en la época de la literatura apocalíptica. La datación crítica dominante lo asigna a un judío que escribía en el reinado de Domiciano 81- 96 d.C. Ciertamente fue compuesto algún tiempo antes del 218 d.C. puesto que es citado expresamente por Clemente de Alejandría, El texto original , iii-xiv, es de una pieza y el trabajo de un solo autor. El motivo del libro es el problema que se presenta a los patriotas judíos después de la destrucción por Tito del Templo de Jerusalén. Las perspectivas eran muy negras y la vida nacional parecía completamente extinguida. El libro está transido de un espíritu triste y el autor usando el disfraz de Esdras que se lamente sobre las tuinas de la primera ciudad y templo, busca insistentemente penetrar en las razones del aparente abandono se su pueblo por parte de Dios y el incumplimiento de Sus promesas. El autor desea saber el futuro de su nación y eso es lo que le interesa, mientras que el universalismo del libro esta atenuado. El apocalipsis se compone de siete visiones. El mesianismo del IV Esdras sufre por el desaliento de la era y está influenciado por el cambio de las condiciones producidas por la llegada del cristianismo. Su Mesías es mortal y su reino es meramente de felicidad en la tierra. Como la escatología, combina dos elementos conflictivos: la redención de Israel y el pequeño número de los elegidos. Toda la humanidad pecó con Adán. Los católicos llaman a veces Segundo libre de Esdras al Cuarto Libro de Esdras puesto que aplican la forma hebrea Ezra, a los libros canónicos.
El Apocalipsis de Baruc
Durante un largo tiempo se ha conocido un fragmento latino, capítulos lxxviii-lxxxvii, de este pseudógrafo. En 1866 fue descubierto un texto completo siríaco por Monseñor Ceriani, cuyas investigaciones en la Biblioteca Ambrosiana de Milán han enriquecido tanto el campo de la literatura antigua. El Siríaco es una traducción del griego, pero el original estaba escrito en hebreo. Hay una íntima relación entre este Apocalipsis y el IV de Esdras, pero los críticos están divididos en cuál ha influido en el otro. Las probabilidades favorecen la hipótesis de que el apócrifo Baruc es una imitación de IX¿V Esdras y por consiguiente posterior. Las fechas aproximadas asignadas van del 50 a.C. al 117. El “Apocalipsis de Baruc” es una producción algo artificial sin la originalidad ni la fuerza de IV Esdras. Trata, en parte, de los mismos problemas, es decir, los sufrimientos del pueblo teocrático y el triunfo final sobre sus opresores. Una vez que se libra a ciertos pasajes de las interpolaciones cristianas, en general su Mesianismo es terrenal, pero en la parte final del libro el reino del Mesías tiende sin duda hacia una concepción más espiritual. Como el IV de Esdras el pecado se origina en la desobediencia de Adán. Se da mayor importancia a la Ley que en las composiciones relacionadas y el punto de contacto con el Nuevo Testamento son más sorprendentes. El autor era un fariseo que, aunque adoptando una postura claramente judía, conocías la Escrituras Cristianas y las usó libremente. Algunos estudios recientes del ”Apocalipsis de Baruc” han visto en él un libro compuesto, pero la mayoría de los críticos mantiene con mejores razones su unidad. El libro es largo, habla en la persona de Baruc, secretario de Jeremías. Comienza con error palpable de cronología: Baruc anuncia la destrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén de la época babilónica. Sin embargo no serán los caldeos los que la destruyan, sino los ángeles. Dios conserva otra preexistente y Sagrada ciudad, pues el mundo no puede existir sin Jerusalén. La artificialidad y aburrimiento del apocalipsis se redime por el aire fresco de de su visión y elevación de doctrina, pero con las limitaciones ya señaladas.
El Apocalipsis de Abraham
El Apocalipsis de Abraham se ha traducido recientemente del eslavo al alemán. Relata la circunstancia de las conversiones y las visiones que siguieron. Su guía en el reino celestial es Jael, un ángel distinto de Dios, pero que tiene poderes divinos en algunos aspectos. La obra tiene afinidad con IV Esdras y con el “Apocalipsis de Baruc”. Se explica el origen del mal por la libre voluntad del hombre. El Elegido o Mesías, reunirá a las tribus dispersas, pero sólo Dios castigará a los enemigos de Israel. Las notas de este apocalipsis son el particularismo y la trascendencia del último escenario cósmico. Su datación, sin embargo, es tan vaga que es imposible fijar el tiempo de su composición.
El Apocalipsis de Daniel
El Apocalipsis de Daniel es la obra de un judío persa del siglo doce y es el único que predice dos Mesías: uno, hijo de José (Cristo) cuya carrera termina en su fracaso y muerte y otro hijo de David que librará a Israel y reinará gloriosamente en la tierra.

Apócrifos legendarios de origen Judío

Libro de los Jubileos o Pequeño Génesis
Epifanio, Jerónimo y otros citan una obra con el título de “Los Jubileos” o “Pequeño Génesis •(leptogénesis) S. Jerónimo justifica que el original estaba en hebreo. Es citado por autores bizantinos hasta el siglo doce. Después de esa fecha no volvemos a oír hablar de él hasta que se encontró en un manuscrito etiópico en siglo XIX. También se ha recuperado un considerable fragmento latino. El libro de los Jubileos es la narración del Génesis amplificada y embellecida por un judío del período farisaico. Profesa ser una revelación dada a Moisés por el “Ángel del Rostro”. Hay una cronología sistemática en años semanas y jubileos. Asigna un patriarca a las grandes fiestas judías. La Angelología está muy desarrollada, pero el autor no creía en la resurrección del cuerpo. Se insiste mucho en la observancia de la Ley. Es muy difícil fijar la fecha o el círculo religioso en el que surgió. Aún existen Jerusalén y el templo y se cita el libro de Enoc. Respecto a la fecha inferior, el libro fue utilizado por la parte judía del “Testamento de los Doce Patriarcas”. Una estimación varía entre el 135 a.C. y el 60 d.C.
Entre los apócrifos judíos perdidos hay uno digno de especial mención :
El Libro de Jannes y Mambres
II Tim., iii, 8, aplica esos nombres a los magos egipcios que reprodujeron algunos de los prodigios realizados por Moisés. Los nombres no se hallan en el Antiguo Testamento. Orígenes hace notar que S. Pablo no cita “de los escritos públicos sino de un libro sagrado que se llama Jannes y Mambres”. Plinio conocía los nombre y figura en las tradiciones talmúdicas. R. James en "Journal of Theological Studies", 1901, II, 572-577, declara haber encontrado un fragmento en latín y en una antigua versión inglesa de este apócrifo perdido.
Tercer Libro de Esdras
Los no-católicos le llaman Primer libro de Esdras, puesto que dan al primer libro canónico la forma hebrea de Ezra. Este Esdras es uno de los tres libros no-canónicos que están en el apéndice de de la edición oficial de la Vulgata. Existe en dos de los más antiguos códices de Los Setenta, i.e. el Vaticano y el Alejandrino en el que precede al Esdras canónico. Lo mismo se puede decir de los manuscritos latinos antiguos y otras versiones. El Tercero de Esdras disfrutó de un favor excepcional en los primeros tiempos de la Iglesia, siendo citado como Escritura con fe implícita por los principales Padres latinos y griegos (ver Cornely, Introductio Generalis, I, 201). S. Jerónimo, el gran minimizador de la literatura sagrada, lo rechazó como apócrifo y desde entonces está como tal. El libro, de hecho, está construido con materiales tomados de libros inspirados como Paralipómenos, Esdras, y Nehemías, reunidos sin embargo en una gran confusión cronológica. Debemos suponer que posterior a las Escrituras citadas arriba puesto que fue compuesto en griego y por un judío de Alejandría. La única parte original del libro son los capítulos iii-v, 6, que relata un concurso entre tres jóvenes judíos de la guardia del rey Darío, cada uno de los cuales intentaba formular el dicho más sabio. La victoria la consigue Zorobabel (Zerubbabel), que defiende que la Verdad es la fuerza más potente y la audiencia grita :”Grande el la Verdad y poderosa sobre todas la cosas” (Magna est veritas et proevalebit.) La fecha de la composición no es segura excepto dentro de amplios límites, que son, por una parte alrededor del año 300 a.C, y la más tardía asignada al Paralipómenos-Esdras-Nehemías y por otra , alrededor del 100 d.C , tiempos de Josefo, que empleó el III de Esdras. Es muy probable que se compusiera antes de nuestra era cristiana.
El Tercer Libro de los Macabeos
El Tercer Libro de los Macabeos es el título que se da a una corta narración que se encuentra en el Códice Alejandrino de la Versión de los Setenta y varios manuscritos privados. Narra el intento de profanación del sagrado Templo de Jerusalén por el rey egipcio Ptolomeo IV (Filopator) tras su victoria sobre Antíoco el Grande en Rafia , el 217 a.C, y la frustración milagrosa de su intento de vengarse de los judíos egipcios masacrándolos con elefantes. Este apócrifo abundan absurdos e imposibilidades sicológicas y es una obra de ficción muy floja, escrita en griego por un judío alejandrino, probablemente pensada para animar a sus compatriotas en momentos de persecución. No descansa en hechos históricos comprobables pero aparentemente es una versión extravagante y varia de lo relatado por Josefo en “Contra Apión", 1I, 5. No se puede determinar la fecha. Puesto que el libro muestra un conocimiento de las adiciones griegas a Daniel, no puede ser anterior al primer siglo a.C. y no hubiera tenido el valor de los cristianos si se hubiera compuesto más tarde del primer siglo después de Cristo. La Iglesia Siria fue la primera en recibirlo amigablemente, presumiblemente por la fuerza que le da ser mencionado en las Constituciones Apostólicas. Más tarde, III Macabeos fue admitido en el Canon de la Iglesia Griega poro parece que no fue conocida entre los latinos.

Salmos y Oraciones Apócrifas

Salmos de Salomón
Es una colección de 18 salmos compuestos en hebreo y, como se admite en general, por un fariseo de Palestina de alrededor del tiempo en que Pompeyo se apoderó de Jerusalén, el 63 antes de Cristo. La colección no pretende ser de Salomón por lo que no se puede decirse estrictamente que se aun apócrifo. El nombre del sabio rey se asoció al manuscrito más tarde y sin duda como medio para preservarlo. El espíritu de esos salmos es de una gran seriedad y corrección moral, pero es la corrección farisea, que consiste en la observancia de las tradiciones legales y ley ceremonial. Se denuncia a la dinastía Asmonea y a los Saduceos. Se busca la llegada de un Mesías, pero que será humano solamente. Reinará por santidad y justicia y no por la espada. Se enseña la libre voluntad y la resurrección. Los Salmos de Salomón son valiosos y muestran los puntos de vista religiosos y las actitudes de los Fariseos de tiempo de de Nuestro Señor. El manuscrito de los Setenta contiene al final del Salterio Canónico un salmo corto (cli), que, sin embargo, está “fuera del número” ", i.e., de los Salmos. Su título dice:” Este Salmo fue escrito por el mismo David y añadido al número, cuando luchó con Goliat”. Está basado en varios pasajes del Antiguo Testamento, y no hay evidencia de que fuese escrito en hebreo.
Oración de Manasés (Manasés)
Una Hermosa oración penitencial que se pone en boca de Manasés, rey de Judá, que llevó tan lejos la abominación idolátrica. La composición se basa en II Paralipómenos, xxxiii, 11-13, que afirma que Manasés fue llevado como cautivo a Babilonia y allí se arrepintió, mientras que la misma fuente (18) se refiere a su oración como escrita en ciertas crónicas que se han perdido. Los estudiosos difieren sobre si la oración que nos ha llegado fue escrita en hebreo o en griego. Varios antiguos manuscritos de los Setenta la contiene como un apéndice del Psalterio. También está incorporada en el antiguo llamado Constituciones Apostólicas. En las ediciones de la Vulgata anteriores al Concilio de Trento se colocaba detrás de los libros de Paralipómenos. La Vulgata de Clemente la relega al apéndice donde aún se encuentra en reimpresiones del texto Standard. La oración respira un espíritu cristiano y no está aún un es cierto que sea de origen judío.

Filosofía Judía

Cuarto Libro de los Macabeos.
Es éste una especie de tratado filosófico sobre la supremacía de la razón piadosa, es decir una razón regulada por la ley divina que para el autor es la ley mosaica, poniendo a la razón como dueña de la pasión humana., el autor estaba influido directamente por la filosofía estoica: De ella deriva también las cuatro virtudes cardinales: prudencia , corrección ( o justicia) , fortaleza , templanza phronesis, dikaiosyne, andreia, sophrosyne, y a través de IV Macabeos los primeros escritores cristianos de ascética se apropiaron de esta categoría. La segunda parte del libro exhibe los sufrimientos de Eleazar y de los siete hermanos Macabeos como ejemplos de la razón piadosa. La finalidad del escritor judío helenístico, y desconocido autor, era inculcar la devoción de la Ley. La obra fue erróneamente atribuida a Josefa por Eusebio y otros. Parece que se produjo antes de la caída de Jerusalén, pero la fecha es una cuestión de conjetura.

APÓCRIFOS DE ORIGEN JUDIO CON ADICIONES CRISTIANAS

Oráculos Sibilinoss
Ver el artículo separado sobre este título.
Testamento de los Doce Patriarca
Es un extenso pseudógrafo que consiste en narraciones en las que cada uno de los doce hijos de Jacob relata su vida, embelleciéndola con adiciones midrásicas de los datos bíblicos, exhortaciones de cada uno de los patriarcas para la práctica de las virtudes o el rechazo de los vicios ilustrados en su vida. Partes apocalípticas que se refieren al futuro de las doce tribus y los tiempos mesiánicos- El cuerpo de la obra es sin duda judaico, pero hay muchas interpolaciones de un origen indudablemente cristiano, presentando en el conjunto una cristología bastante completa, pero sospechosa de Docetismo. Estudioso de los Testamentos asignan con mucha probabilidad ela obra básica judía al período asmoneo, en los límites 135-63 a.C. Las partes que exaltan a las tribus de Leví y Judá se interpretan como una apología de los pontífices – reyes asmoneos. El resto de las diez tribus que supone que aún existen y se les urge a que sean fieles a los representantes del poder real sacerdotal. Los Testamentos, probablemente de un escritor de tendencias fariseos, quizá un sacerdote, son únicos en la literatura judía en la defensa de la dinastía Macabea. Es cierto que hay pasajes en los que la casta sacerdotal y las tribus dirigentes son incansablemente denunciados, pero estos son inserciones posteriores. La escatología es muy avanzada. El Mesías ha de brotar de la tribu de Leví (en otros sitios, de Judá) y ha de ser el Sumo Sacerdote eterno - es una característica única del libro – así como gobernador civil de la nación. Durante su reino el pecado cesará gradualmente. Las puertas del paraíso se abrirán y los israelitas y los gentiles convertidos vivirán allí y comerán del árbol de la vida. El reino mesiánico será pues eterno en la tierra, el lo que está de acuerdo con el Enoc etiópico. Los Testamentos existen completos en griego, armenio, latín y la versión eslava. Se conservan fragmentos arameos y siríacos.
La Ascensión de Isaías
La Ascensión de Isaías tiene dos partes: El Martirio de Isaías en el que se dice que el profeta fue serrado en dos por orden del malvado rey Manasés y La Ascensión, propiamente. Pretende ser la descripción del mismo Isaías de una visión en la que fue raptado a los siete cielos a la presencia de la Trinidad y contempla el descenso del Hijo “el Amado” a su misión de redención. Va cambiando su forma al ir pasando por los círculos celestiales inferiores. El profeta ve entonces al Amado glorificado volviendo a ascender. El Martirio es una obra judía, salvando algunas interpolaciones bastante grandes. El resto es obra de manos cristianas o quizás de un solo escritor que unió su Apocalipsis con al Martirio. Hay muestras de que el elemento cristiano es un producto del Gnosticismo y que nuestra obra es la misma que aquella que tuvo mucho predicamento entre varias sectas heréticas y fue conocida por el nombre de "Anabaticon", o "Ascensión de Isaías". La parte judía parece que aparición en el primer siglo de nuestra era y el resto a mediados del segundo. Justino, Tertuliano y Orígenes parecen haber estado familiarizados con el Martirio mientras que S. Jerónimo y Epifanio son posprimeros testigos del la Ascensión propiamente dicha. El apócrifo existe en manuscritos griegos, etiópicos y eslavos.
Apócrifos judeo-cristianos menores
El espacio nos permitirá solamente la enumeración de ejemplares poco importantes de la literatura apócrifa que han sobrevivido completos o en parte y que subsisten en.
Originales judíos rehechos o libremente interpolados por los cristianos, v.gr. eñ ¡Apocalipsis de Elías(Elijah), “Sofonías “(Zephaniah), el “Paralipómenon de Baruc” etc., y
Composiciones cristianes cuyo material fue proporcionado por las Fuentes judías, como el llamado “Apocalipsis de Moisés” el "Apocalipsis de Esdras", el "Testamento de Abraham", el "Testamento de los Tres Patriarcas", la "Oración de José ", la "Oración de Asenet", el "Matrimonio de Asenet", ( las esposa de José). Probablemente haya que incluir en esta segunda clase el “Testamento de Job” y “Zacarías”, el “Libro de Adán”, el “Libro de la Creación”, la “Historia de Aphikia” ( la esposa de Jesús Sirac). Estas obras generalmente aparecieron en oriente y en muchos casos muestran tendencia gnósticas. Más información sobre ellas se encontrará al final de los artículos sobre los personajes arriba indicados.

APÓCRIFOS DE ORIGEN CRISTIANO

El término cristiano se usa aquí en un sentido comprehensivo y abarca obras producidas tanto por católicos como por herejes, éstos últimos son principalmente los miembros de las varias ramas o escuelas de Gnosticismo que florecieron en los siglos segundo y tercero. Los escritos apócrifos cristianos en general, imitan a los libros del Nuevo Testamento y, por consiguiente, con pocas excepciones, caen bajo la descripción de Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis.

Evangelios Apócrifos

El término apócrifos en conexión con Evangelios especiales debe entenderse que no suponen nada desfavorable, excepto que no son canónicos. Esto se aplica al Evangelio de los Hebreos y en un grado inferior al de los egipcios que han sido principalmente el cuerpo de la primitiva tradición o un refundido de los Evangelios canónicos con unas pocas variaciones y simplificaciones. Es verdad que todos los ejemplares que han sobrevivido del os Evangelios apócrifos toman los Evangelios inspirados y canónicos como su unto de partida, Pero los Evangelios genuinos guardan silencio sobre largos períodos de la vida de Nuestro Señor, de la Virgen María y de S. José. Frecuentemente insinúan rápidamente algún episodio del que nos encantaría estar mejor informados. Esta reserva de los Evangelistas no satisfizo la curiosidad comprensible de muchos cristianos ansioso de conocer los detalles y la severa y digna simplicidad de la narración no apaciguó a las imaginaciones que buscaban lo sensaciones y lo maravilloso. Por consiguiente cuando espíritus emprendedores respondieron a ese deseo natural con Evangelios pretendidos llenos de fábulas románticas y detalles fantásticos y asombroso, sus fabricaciones fueron leídas con avidez y ampliamente aceptadas como verdaderos por la gente común, que no tenía ningún sentido crítico y estaban predispuestos a creer los que satisfacía con tanto lujo de detalle su piadosa curiosidad. Estas ficciones fueron escritas tanto por católicos como por gnósticos. Los primeros no tenían otro propósito que esas mentiras piadosas, llevados a veces por celo real pero desviado, como el autor del Pseudo –Mateo : Amor Christi est cui satisfecimus.
Pero los escritores herejes de Apócrifos, mientras que satisfacían la curiosidad, componían Evangelios espurios para basar en el pasado y en el mismo Cristo sus creencias y peculiaridades La iglesia y los Padres se mostraron hostiles hasta con las narraciones de autoría ortodoxa. En la Edad Media se olvidó su origen hasta por los más cultos y estos apócrifos comenzaron a entrar ampliamente en las leyendas sagradas tales como "Aurea Sacra", en las obras de milagros, en arte cristiano y en la poesía. Una comparación de las menos extravagantes de estas producciones con los Evangelios muestra el abismo que las separa. Aunque no tengan valor histórico, los Evangelios apócrifos nos ayudan a entender mejor las condiciones religiosas del segundo y tercer siglo, y son de no poco valor como testigos de la canonicidad de los escritos de los cuatro evangelistas. Las composiciones cuasi-evangelicas sobre Cristo que no pretenden ser Evangelios se tratarán en otro lugar. Todas ellas son de origen ortodoxo (Ver AGRAPHA)

Evangelios apócrifos de origen católico

Protoevangelium Jacobi, o Evangelio de la infancia de Santiago.
Presume de haber sido escrito por “Santiago, el hermano del Señor” i.e. el Apóstol Santiago el Menor. Se basa en el Evangelio canónico que amplia con elementos imaginativos, a veces pueriles o fantásticos. El nacimiento, educación y matrimonio de la Virgen María se describen en los primeros once capítulos que son la fuente de varias tradiciones actuales entre los fieles. Son valiosos e indican la veneración que se dio a María desde los primeros tiempos. Por ejemplo, el "Protoevangelium" el primero que dice que María fue el vástago milagroso de Joaquín y Ana, que antes no habían tenido hijos y que cuando la niña tuvo tres años fue llevada al templo y dedicada a su servicio para cumplir el voto de sus padres. Cuando Maria tuvo doce años, José fue elegido por el sumo sacerdote como su esposo obedeciendo a una señal maravillosa, un pichón que salió de su bastón y se posó en su cabeza. La Natividad es embellecida sin restricciones. Los Críticos hallan que el "Protoevangelium" es una refundición de dos o tres documentos distintos. Orígenes lo conocía como “Libro de Santiago” y hay signos en S. Justino de que estaba familiarizado con él o al menos con una tradición paralela.
La obra, por consiguiente se ha asignada al siglo segundo. Algunas de sus partes muestran familiaridad con costumbres judías y los críticos han asumido que la base de la obra fue escrita por un judío cristiano. El "Protoevangelium" existe en recensiones en griego antiguo y siríaco. Hay también traducciones latinas y armenias.
Evangelio de S. Mateo.
Es una composición latina de los siglos cuarto o quinto. Pretende haber sido escrito por S. mateo y traducido por S. Jerónimo. El Pseudos-Mateo es en gran parte paralelo al "Protoevangelium Jacobi", basado en él o en sus fuentes. Difiere en algunas partes y siempre en dirección a lo más maravilloso. Algunos de sus datos han sustituido en la creencia popular a otras paralelas del más antiguo pseudógrafo. Así la edad de la María al casarse con José son 14 años. La narración de la huída a Egipto se adorna con maravillas poéticas. Dragones, leones y otras bestias salvajes del desierto adoran al niño Jesús. Al oír sus palabras, las palmeras inclinan sus cabezas para que la Sagrada Familia pueda recoger los frutos. Los ídolos de Egipto se destruyen cuando el Niño Divino entra en esa tierra. El “Evangelio de la Natividad de María” es un refundido del Pseudos-mateo, pero llega sólo al nacimiento de Jesús. Existe en un manuscrito latino del siglo décimo.
Evangelio árabe del la Infancia
Es una traducción del original siríaco perdido. El trabajo es una compilación y se refiere expresamente al “libro de José Caifás, el Sumo Sacerdote”, al “Evangelio de la Infancia” y al “Evangelio Perfecto”. Algunas de sus historias se derivan del Evangelio de Tomás y otras de una recensión del Mateo apócrifo. Pero hay milagros que se dice que sucedieron en Egipto que no se hallan en ningún otro Evangelio, espurio o genuino, entre ellos la curación de un leproso por el agua en la que se había lavado a Jesús o las curas efectuadas a través de los vestidos que había llevado. Esto se ha hecho familiar en las leyendas piadosas También menciona el episodio de los ladrones Tito y Dumaco en cuyas manos cayó la Sagrada Familia. Tito soborna a Dumaco para que no los moleste y el niño predice que treinta años después ambos serían crucificados junto a él, Tito a su derecha y Dumaco a su izquierda y que el primero le acom0pañaría al paraíso. El apócrifo abunda en alusiones a caracteres del los Evangelios reales. Lipsius opina que la obra, tal como la tenemos, es un retoque católico de una compilación gnóstica. Es imposible asegurar la fecha pero probablemente se compuso antes de tiempos de Mahoma. Es muy popular entre los nestorianos sirios. Una “Historia de José el Carpintero, original en árabe fue publicada en la colección de apócrifos de Tischendorf. Describe la muerte de S. José, relatada pro Nuestro Señor a sus discípulos. Es un esfuerzo altisonante y sin gusto y parece ser del siglo cuarto.
Evangelio de Gamaliel
El Dr A. Baumstark en la Revue Biblique (Abril, 1906, 253 sqq.), dio este nombre a una colección de fragmentos coptos de un carácter homogéneo, que, según otro erudito en cuestiones coptas, Reveillout, para formar una parte del Evangelio de los Doce Apóstoles”. Estos fragmentos también han sido asignados a un solo Evangelio por Lacau en "Fragments d'apocryphes coptes de la bibliothèque nationale" (Cairo, 1904). La narración es muy dependiente del Evangelio de S. Juan. El autor no se presenta seriamente como un evangelista, puesto que cita explícitamente del cuarto Evangelio. Coloca el relato en boca del Gamaliel de los Hechos v, 34. Baumstark los asigna al siglo quinto. El autor fue evidentemente influenciado por "Acta Pilati".
El Transitus Mariæ o Evangelium Joannis
El Transitus Mariæ o Evangelium Joannis, escrito en nombre del Apóstol S. Juan, describe la muerte de María, gozó de gran popularidad, testificada en las varias recensiones que existen en diferentes idiomas. La griega tiene la inscripción “El Relato de S. Juan el Teólogo de la Tránsito de la Madre de Dios”.
Una de las versiones Latinas lleva como prefacio una carta falsa del obispo Melitón de Sardes explicando que el objeto de la obra era contrarrestar una composición herética del mismo título y tema. Hay indicios de verdad en esta afirmación pues nuestro apócrifo se traiciona con muestras de ser un escrito gnóstico retrabajado en interés ortodoxo. Un "Transitus Mariæ" se menciona entre los apócrifos por la lista oficial del "Decretum of Gelasius" del quinto o sexo siglos. Es problemático, sin embargo, identificarlo o no con muestro Transitus. Los críticos asignan este último a finales del cuarto o principios del quinto siglo. La relación del Transito con la tradición de la Asunción de María aun no ha sido adecuadamente examinado. Sin embargo se puede afirmar con garantía que mientras que la tradición existía en distintas partes de la Iglesia desde un período temprano, y por ello se estaba preparado para aceptar las ampliaciones míticas, las formas posteriores y los detalles se vieron considerablemente influenciados por el Transitus y escritos del mismo estilo. Ciertamente que la homilías de S. Juan Damasceno "In Dormitionem Mariæ", revelan la evidencia de esta influencia, e. g. la segunda homilía xii, xiii, xiv. Yendo más hacia atrás, el "Encomium" de Modesto, Obispo de Jerusalén, en el siglo diecisiete (P.G., LXXXVI, 3311), y el Pseudos-Dionisio del quinto (De divinis nominibus, iii), probablemente supone un conocimiento de las narraciones apócrifas sobre La Muerte y Asunción de la Virgen María.
Estas narraciones tienen una base común, aunque varíen considerablemente en circunstancias menores. Loa Apóstoles son preternaturalmente transportados desde los distintos lugares del globo en que estaban al lecho de muerte de la Virgen, y hasta los que habían muerto fueron resucitados para este propósito. La “Partida” sucede en Jerusalén, aunque la versión griega coloca a María, al principio, en Belén. Un judío que se atreve a tocar el sagrado cuerpo pierde instantáneamente las dos manos, que recupera gracias a la intervención de los Apóstoles. Cristo, acompañado por ángeles baja a recibir el alma de su madre. Los Apóstoles llevan el cuerpo a Getsemaní y lo depositan en una tumba, desde donde es llevado vivo al cielo ( ver ASUNCION, MARIA).

Evangelios judaicos y heréticos

Evangelio según los Hebreos
Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio y Epifanio hablan de un Evangelio según los Hebreos” que era el único en uso entre los judeocristianos palestinos, también conocidos como Nazarenos. Jerónimo lo tradujo del arameo al griego. Era, evidentemente, muy antiguo y algunos de los escritores mencionados lo asocian con el Evangelio de S. Mateo al que parece haber sustituido en la comunidad judeo-cristiana en fecha muy temprana. La relación entre el Evangelio según los Hebreos y el canónico de Mateo es una cuestión controvertida. Los fragmentos que existen prueban una semejanza literal muy cercana. Harnack afirma que el Evangelio Hebreo era totalmente independiente y la tradición que contenía era paralela a la de Mateo. Zahn, al mismo tiempo que excluye la dependencia de nuestro Mateo canónico griego, la mantiene del primitivo Mateo, según el cual el contenido general del mismo se derivaba de éste último. Este evangelio parece haber sido leído como canónico en algunas iglesias palestinas y los Padres que lo conocen se refieren a él con un cierto grado de respeto. Los escritores eclesiásticos han preservado 24 fragmentos, que indican que tenía un número de secciones en común con los Sinópticos pero también varias narraciones y dichos de Jesús que no se encuentran en los Evangelios canónicos. Los ejemplares que se conservan carecen de la simplicidad y dignidad de los escritos inspirados, y algunos hasta rozan lo grotesco. Podemos decir con garantía que mientras este material extra-canónico probablemente tiene un punto de partida en la tradición primitiva, ha sido desfigurado en interés de la iglesia judaizante ( ver AGRAPHA, Agrafos) .
Evangelio según los Egipcios
Clemente de Alejandría, Orígenes, Hipólito y Epifanio describen una obra no-canónica con este título, que circuló evidentemente por Egipto. Todos coinciden en que era utilizada por las sectas heréticas – principalmente por los Gnósticos. Las escasas citas que se han conservado en los Padres indican una tendencia hacia la condena del matrimonio de los Encratitas y al gnosticismo panteista. El Evangelio según los Egipcios no reemplazó a los canónicos en la iglesia alejandrina, como parece que nos quiso hacer creer Harnack, pero parece que gozó de cierta popularidad entre los coptos nativos, en los distritos agrícolas. Difícilmente podo haber sido compuesto después de mitad del siglo segundo y no es del todo imposible que retocara algún material primitivo no representado en los Evangelios Canónicos.
Evangelio de S. Pedro
La existencia de una composición apócrifa de este nombre el la antigüedad cristiana se sabia desde antiguo por las referencias en ciertos escritores patrísticos primitivos que nos cuentan que se origino y era de uso corriente entre cristianos con puntos de vista docetas. Mucha luz ha vertido sobre este documento con el descubrimiento de un largo fragmento en Akhmîn, en el Alto Egipto, en el invierno de 1886- 87 por la Misión Arqueológica Francesa Está en griego sobre un códice de pergamino de una fecha entre el sexto y al noveno siglos. El fragmento narra parte de la Pasión, el Entierro y la Resurrección. Se nota una dependencia, a veces literal de los cuatro evangelios inspirados y es un testimonio adicional valioso de su temprana aceptación. Mientras que el apócrifo tiene muchos puntos de contacto con el genuino, diverge curiosamente de él en detalles, y evidencia que los ha tratado con mucha libertad. No se hallan notas heréticas en el fragmento recuperado, pero hay pasajes fácilmente susceptibles de significado heterodoxo. Uno de los pocos pasajes extra canónicos que pueden contener una auténtica tradición es el que describe la burla de Cristo sentado en su trono por sus atormentadores. El pseudo-Pedro ocupa un lugar intermedio entre los evangelios genuinos y los apócrifos puramente legendarios. Su composición debe ser asignada al primer cuarto o la mitad el la segunda centuria de la era cristiana. C. Schmidt cree haber hallado restos de los que quizás sea un Segundo Evangelio de Pedro en un antiguo papiro (Schmidt, Sitzungsberichte der königlichen preuss. Akademie zu Berlin, 1895; cf. Bardenhewer, Geschichte, I, 397, 399).
Evangelio de S. Felipe
Solo quedan una o dos citas del Evangelio de S. Felipe mencionado por Epifanio y Leoncio de Bizancio pero son suficientes para probar su coloración gnóstica-
Evangelio de Sto. Tomás
Hay dos redacciones griegas y dos latinas que difieren mucho entre si. Hay también una traducción siríaca. Un evangelio de Tomás era conocido por muchos Padres. El primero en mencionarlo es S. Hipólito (155-235) que nos informa que estaba en uso entre los Naasenos, una secta gnóstica siria, y cita una frase en ola que no aparece en nuestro texto. Orígenes lo relega a los escritos heréticos. S Cirilo de Jerusalén dice que lo empleaban los maniqueos y Eusebio lo rechaza como herético y espurio. Está claro que el Pseudo –Tomás era de origen heterodoxo, que data del siglo segundo y que las citas de Hipólito establecen que era de un tenor palpablemente gnóstico. Pero en el Evangelio de Tomás que se ha conservado no hay manifestaciones formales gnósticas. El prototipo fue expurgado por una mano católica, quien sin embargo no logró borrar todas las huellas de la herejía. El apócrifo en todas las formas presentes magnifica extravagantemente el aspecto divino del joven Jesús. En atrevido contraste con la narración de S. Lucas sobre la infancia, donde la divinidad está casi borrada, el autor hace del Niño un creador de milagros y un prodigio intelectual y en armonía con el Docetismo apenas deja de la humanidad de Jesús nada más que apariencia.. Este Pseudo Evangelio es único entre los apócrifos puesto que describe una parte de la vida oculta de Nuestro Señor entre los cinco y los doce años. Pero hay mucho de fantástico y ofensivo en descripciones de las hazañas del niño Jesús. Sus milagros juveniles los hace a veces por pura fantasía infantil, como cuando formó pichones de arcilla y con una palmada de sus manos salieron volando como pájaros vivos. A veces por beneficencia, pero otras por justo y cruel castigo.
Evangelio de S. Bartolomé
El llamado Decretum de Gelasio clasifica el Evangelio de Bartolomé entre los apócrifos. La primera alusión al mismo aparece en las obra de S. Jerónimo. Recientemente, los eruditos han traído a la luz fragmentos de un manuscrito copto. Uno de estos orientalista Baumstark, pondría su composición en la primera parte del siglo cuarto. Un Evangelio de Matías es mencionado por Orígenes y Eusebio entre la literatura herética junto con los de Pedro y Tomás. Hipólito afirma que los gnósticos de Basílides apelaban a un “discurso secreto” que les había comunicado el gnóstico Matías que había recibido instrucciones privadas del Señor. Clemente de Alejandría, que era crédulo respecto a la literatura apócrifa, cita con respecto varias veces la “Tradición de Matías”.
Evangelio de los Doce Apóstoles
Orígenes (siglo tercero) conocía un Evangelio de los Doce Apóstoles. Otras noticias patrísticas dan pábulo a una incertidumbre: si los Evangelio de los Doce Apóstoles de la antigüedad era realmente distinto del de los Hebreos. Las mayores probabilidades están en contra de esa identidad. M. Revolt, un especialista en copto, dice que el Evangelio perdido ha sido recuperado en gran medida en varios fragmentos coptos, todos los cuales pertenecen al mismo documento. Pero esta posición ha sido combatida con éxito por el Dr. Baumstark en la "Revue Biblique" (April, 1906, 245 sqq.) que permitirá al menos una probabilidad de que ciertas secciones cortas pertenecen a un Evangelio de los Doce Apóstoles, escrito originalmente en griego y corriente entre los Gnósticos Ebionitas ya en el siglo segundo Existe un tardío y completamente ortodoxo “Evangelio de los Doce Apóstoles” siríaco, publicado por J. Rendel Harris (Cambridge, 1900).
Otros Evangelios
Es suficiente con anotar la existencia de otros Pseudos-Evangelios de los que aparte de los nombre, poco se conoce. Hubo un Evangelio de S. Andrés, probablemente idéntico al Gnóstico “Hechos de Andrés”; un Evangelio de Bernabé, un Evangelio de Tadeo, un Evangelio de Eva y hasta uno de Judas Iscariote, utilizado por los gnósticos Cainitas, que glorificaba al traidor.

LITERATURA DE PILATO Y OTROS APÓCRIFOS SOBRE CRISTO

Mientras la cristiandad luchaba contra las fuerzas del paganismo romano, había una tendencia natural a insistir en lo que los representantes del Imperio significaron en los más importantes sucesos de la vida de Nuestro Señor, dando forma al testimonio de Poncio Pilato, el Procurador de Judea, aun con exageraciones y ampliaciones, para usarlo cono arma de defensa apologética, haciendo que fuera testigo de milagros, crucifixión y resurrección de Cristo. De todo ello surgió una considerable literatura apócrifa sobre Pilatos, de la que forma parte el Evangelio de Gamaliel y como éste apócrifo, se caracteriza exagerando la débil defensa de Jesús que se convierte en fuerte simpatía y prácticamente en la aceptación de su divinidad.
Informe del Pilato al emperador
En el apócrifo Hechos de Pedro y Pablo se cuela una carta que dice ser del Poncio Pilato al Emperador Claudio. Relata brevemente el necio crimen de los judíos al perseguir al Santo prometido por su Dios. Enumera sus milagros y afirma que los judíos acusaron a Jesús de ser un mago. Pilato entonces creía esto y se lo entregó a ellos. Después de la resurrección, los soldados que el gobernador había puesto en la tumba fueron sobornados por sus líderes para que guardaran silencio, pero a pesar de ello, divulgaron el hecho. La misiva concluye con una advertencia sobre la mendacidad de los judíos. Esta carta es apócrifa claramente a pesar de su brevedad y contención.
Es natural intentar buscar los parecidos entre este pseudógrafo y ciertas referencias de escritores eclesiásticos en Los Hechos o Gesta de Pilato. Tertuliano (Apología, xxi) después de hacer un esquema de los Milagros u pasión de Cristo, concluye: Todas estas cosas Pilato…las anunció a Tiberio César”. Una comparación entre esta perícopa y el pseudo- Pilato revela una dependencia literaria entre ellos, aunque los críticos difieren respecto a la prioridad de estos documentos. En los capítulos 35, 38 y 48 de la Apología de Justino, éste apela confiadamente, como prueba de los milagros y pasión de Jesús, a los Hechos de Poncio Pilato que existían en los archivos imperiales. Mientras que es posible que Justino hubiera oído hablar de de tal informe y hasta probable que el procurador transmitiera a Roma algún informe de los sucesos de Jerusalén, es por otra parte a admisible que la afirmación de Justino se basara sólo en una hipótesis Esta es la opinión de la mayoría de los expertos. Durante la persecución de Maximino en el siglo cuarto se compusieron en Siria Hechos de Pilato anticristianos, como sabemos pro Eusebio. Es probable que la carta pseudográfica se fraguara en esa ambiente.
Hechos de Pilato (Evangelio de Nicodemos). Ver el artículo separado sobre este tema.
Los Apócrifos menores de Pilatos
Los apócrifos menores de Pilato, los Anaphora Pilati o “Relacion de Pilatos”, se encuentra frecuentemente como apéndice de textos de los Hechos. Presupone esta última obra y no podría haberse compuesto antes de mediado el siglo quinto. Se encuenta en manuscritos combinados con la Paradoseis , la “Rendición de Pilato” que representa la mas antigua forma de la leyenda que trata de la vida posterior de Pilato. Aún se encuentra otra ficción en la posterior Epistola Pilati ad Tiberium latina. Existe una correspondencia pueril que consiste en una pretendida Carta de Herodes a Pilato y “Carta de Pilato a Herodes. Se encuentran en griego y en siríaco en un manuscrito del siglo seis o siete. Estos seudógrafos pueden ser tan antiguos como los del siglo quinto.
La Narrativa de José de Arimatea
La Narrativa de José de Arimatea -- que proporciona detalles imaginarios de los dos ladrones que fueron crucificados con Cristo – y la petición del cuerpo a Pilato – parecen haber gozado de popularidad en el Medievo en el Este bizantino, a juzgar por el número de manuscritos griegos que permanecen. El más antiguo de los publicados pertenence al siglo doce. La relación va como apéndice a algunos textos latinos de los Hechos de Pilato, bajo erl título “Historia Josephi”. Se puede leer en inglés en el La colección de apócrifos de los Padres antenicenos.
La leyenda de Abgar La forma más antigua de la Pseudos correspondencia entre Jesús y Abgar , rey de Edesa, se encuentra en Eusebio (Historia Ecclesiastica, I, xiii), quien afirma que él mismo la tradujo de de los documentos siríacos de los archivos de Edesa., la metrópolis de Siria oriental. Las cos cartas están acompañadas por una introducción que probablemente es un extracto de la misma fuente. Según esto, Abgar V, Toparch o King of Edessa, que sufría una enfermedad incurable, habiendo oido la fama de los milagros de Cristo, envió un correo a Jerusalén con una carta para Jesús, en la que le reconoce como dios o hijo de un dios y le invita a Edesa, justificando esta petición en parte por el deseo de ser curado y en parte para ofrecer una asilo a Jesús contra los malvados Judíos. Nuestro Señor replicó de la siguiente manera: Bendito eres tú porque has creído en mí sin verme. Porque está escrito que aquellos que me han visto, no creerán en mi; y aquellos que no me han visto me amarán. Pero respecto a tu petición de que vaya a ti, es necesario que cumpla aquí aquello para lo que he sido enviado, y después de haberlo cumplido, que sea llevado a Aquel que me envió. Pero después te enviaré uno de mis discípulos que curarán tus dolores, y mantendrán la vida para ti a para los tuyos.
Consecuentemente, después de la Ascensión, “Judas Tomás”, un Apóstol, envía a Edesa a Tadeo, uno de los setenta discípulos, que cura al rey de su enfermedad y predica a Cristo a la gente reunida en asamblea. Esto, añade Eusebio, sucedió en el año 340, i.e. de la era seleúcida, que corresponde al 28-29 dC. La agradable historia se repite con variaciones en fuentes posteriores. La “Enseñanza de Addai” un apócrifo sirio (ver abajo) reproduce la correspondencia con añadidos. La autenticidad del la supuesta carta de Cristo ha sido siempre dudosa o simplemente negada.
El Decreto de Gelasio, desde el siglo sexto, la llama espuria desde el siglo sexto. El legendario ambiente y el hecho de que la iglesia no transmitiera la pretendida carta de Nuestro Señor como documento sagrado, es concluyente contra ella. Respecto a la carta de Agbar, al principio muchos expertos en esta clase de literatura la consideraban positivamente, pero desde el descubrimiento la “Enseñanza de Addai”, publicada en 1876, la presunción contra el auténtico carácter de la epístola de Agbar, debido al mucho parecido de una parte de ella con los Evangelios, se ha convertido en una certeza establecida. Lipsius, una alta autoridad, es de la opinión que la correspondencia de Agbar se retrotrae al reino del primer gobernante cristiano de Edesa, Agbar IX (179- 216) y apareció por un deseo de forzar un lazo de unidad de aquella época con el tiempo de Cristo.
Carta de Léntulos
Una breve carta que dice ser de Léntulo o Publio Lántulo, según algunos manuscritos, Presidente del pueblo de Jerusalén”, dirigida al “Senado y pueblo de Roma”, describe la apariencia de Nuestro Señor. Es evidentemente espuria y tanto el oficio y el nombre del presidente de Jerusalén no son históricos. Ningún escritor antiguo alude a este producto que sólo se encuentra en manuscritos latinos. Se ha conjeturado que se compuso para autenticar un pretendido retrato de Jesús, durante el medievo. Hay una versión inglesa en la obra de Cowper Apocryphal Gospels and Other Doeuments Relating to Christ (New York, 6th ed., 1897).

HECHOS DE LOS APOSTOLES APOCRIFOS

El primer motivo para la fabricación de Hechos de los Apóstoles espurios, es en general para dar validez apostólica a los sistemas heréticos, especialmente las muchas sectas que se comprenden bajo el nombre de Gnosticismo. La oscuridad en la que deja el Nuevo Testamento las carreras misioneras y el final de las vidas de los Apóstoles, los escasos datos trasmitidos por la tradición eclesiástica, dejaron un campo que invitaba al ejercicio de la imaginación y ofrecía un medio apto para la propagación de la herejía. La iglesia Judeo-Cristiana que desarrolló enseguida unas tendencias no-católicas en forma de Ebionitismo, parece ser la primera en producir historias apócrifas de los Apóstoles, aunque tenemos pocos restos fuera del voluminoso Pseudos-Clemente. Los Hechos de Pedro, Andrés, Juan, Tomás y quizá Mateo gnósticos datan de la primera parte del siglo tercero o quizás un poco antes. Abundan en maravillas extravagantes y muy coloridas y llevan intercalados pretendidos discursos de los Apóstoles que sirvieron para la predicación del gnosticismo. Aunque los pastores de la iglesia y los bien informados los repudiaron como escritos heréticos patentes, sin embargo eran una llamada a la imaginación y satisfacía la curiosidad de la gente común. No sólo fueron utilizados por los maniqueos en oriente y por los priscilianistas en occidente sino que encontraron el favor de muchos católicos poco informados.
Puesto que era imposible suprimir completamente esta circulación, se lograron convertir en poco dañosos editándolos de forma ortodoxa expurgando los errores palpables, especialmente en los discursos, dejando los elementos milagrosos que se notaran en so exuberancia. De ahí que la mayoría de los Hechos gnósticos hayan llegado a nosotros con más o menos purificación católica, que sin embargo era tan superficial que no borraba los rastros de su origen heterodoxo. Los Hechos apócrifos originariamente gnósticos fueron reunidos en colecciones que llevaban el nombre de periodoi (circuitos) o praxeis ( Hechos) de los Apóstoles. Y a los que se unía el nombre de Leucius Charinus, que puede haber sido el compilador. Los Hechos Apócrifos eran de varios autores. Otras colecciones se formaron en la iglesia Franca en el siglo sexto, probablemente por un monje. En estos se han conservado los Hechos católicos. No es uniforme en absoluto en los varios manuscritos representativos. Por equivocación se asignó a un tal Abdias, del que se dice que fue el primer obispo de Babilonia y discípulo de los Apóstoles, la autoría del conjunto llamado "Historia Certaminis Apostolorum".
El núcleo de estas colecciones lo formaban las Passiones latinas,o martirologios de aquellos Apóstoles que habían sido olvidados por los Hechos Gnósticos, como los dos Santiagos, Felipe (Mateo), Bartolomé , Simón y Judas. La literatura creció por añadidos de las fuentes heréticas y con el tiempo incluyó a todos los Apóstoles, incluyendo a S. Pablo. El motivo de todos esto apócrifos no heréticos era, en primer lugar, gratificas la piadosa curiosidad de los fieles respecto a los Apóstoles fundadores de la Iglesia. A veces la composición se promovía por intereses locales. Según los modelos de los Hechos gnósticos, de origen oriental, abundan en prodigios y como ellos toman como punto de partida la dispersión de los Doce de Jerusalén. Respecto al valor histórico de estas narraciones apócrifas, se requiere un criticismo muy cuidadoso para extraer de la masa de fábulas y leyendas cualquier grano de verdad histórica. Aunque respeten los campos de las misiones apostólicas, se contradicen a si mismos o son confusos. En general sus detalles no tienen valor científico, a no ser que se confirmen por autoridades independientes, lo que rara vez sucede. Mucha de la materia apócrifa se tomó de los oficios de los Apóstoles de los breviarios y leccionarios en latín, compuestos en los siglos séptimo u octavo en un período extremadamente carente de crítica.

Hechos de los Apóstoles Gnósticos

Hechos de S. Pedro.
Existe un Martirio griego y otro latino de Pedro, el último atribuido al papa Lino, que por las citas patrísticas se reconocen como la conclusión de una antigua narración griega titulada “Hechos o Circuitos de S. Pedro”. Otro manuscrito que lleva el nombre de “Hechos de Pedro con Simón”, contiene una traducción superior con algunos pasajes del relato original que precedió al Martirio. La obra transpira ciertas señales de gnosticismo aunque ha sido expurgada de los más groseros por un revisor católico. Describe el triunfo de S. pedro sobre Simón el mago en Roma y la subsiguiente crucifixión del Apóstol. Estos Hechos, tal como los tenemos, son de mucha antigüedad, aunque no es posible discernir siempre si los escritores patrísticos citan de ellos o de tradiciones anteriores. Sin duda Comodiano (ca 250) empleó los Hechos de Pedro que conservamos .
Hechos de S. Juan
El carácter herético que le atribuyen algunos Padres está completamente confirmado por los fragmentos que existen que indican un Docetismo grosero y una fantasía sin control. Sin duda el autor mezcló fábulas con tradiciones efesias valiosas. Hay razones de peso para pensar que el trabajo lo hizo una sola persona bajo el nombre de un discípulo de S. Juan llamado Leucius, junto con los Hechos de S. Pedro y probablemente los de Santiago, en la segunda mitad del siglo segundo. Clemente de Alejandría conocía al pseudógrafo. Los hechos de S. Juan del Pseudo-Prochorus (comparar con el canónico Hechos 6:5) son un trabajo católico sobre un material gnóstico.
Hechos de S. Andrés
Varios escritores eclesiásticos tempranos los advierten circulando entre las sectas gnósticas y maniqueas, La forma original ha desaparecido excepto en algunas citas patrísticas. Pero tenemos tres Hechos individuales bajo diferentes nombres que son versión ortodoxa de un original gnóstico en su totalidad. Son: "Los Hechos de Andrés y Matías (o Mateo según algunas autoridades) . "Hechos de Pedro y Andrés” (el lenguaje original e griego).
"El Martirio del Apóstol Andrés” ha llegado en recensiones griegas y latinas. El texto latino es el original y no puede ser anterior al siglo quinto. Se muestra como si fuera la relación de la muerte heroica de S. Andrés narrada por testigos oculares que son “presbíteros y diáconos de la iglesia de Acaya”. Ha tenido crédito antes historiadores pasados, pero no se puede confiar en sus datos.
(Ver IGLESIAS APOSTOLICAS ; ANDRES, S APOSTOL).
Los Hechos y Martirio de S. Mateo
Los Hechos y Martirio de S. Mateo tienen dependencia literaria de los Hechos de S. Andrés ( supra) y quizás la lectura de Mateo puede ser un error por Matías, puesto que se trata del compañero de Pedro y Andrés. La obra existe en griego y más tarde en latín, Hay también una leyenda copto-etiópica del martirio de S. Mateo ( er MATERO, S.APOSTOL, IGLESIAS APOSTOLICAS).
Hechos de Tomás
Ningún apócrifos apostólico nos ha llegado tan completo como Los Hechos de Tomas. Se encuentran en griego, siríaco y en recensiones etiópicas. Los rasgos gnósticos se notan bajo correcciones católicas. De hacho el contenido muestra un propósito de exaltar la doctrina dualística de la abstención de relaciones conyugales. Los autores tienden a atribuir al original un origen sirio y a un autor seguidor de Bardesanes. Las señales apuntan fuertemente al tercer siglo de nuestra era. La traslación de los restos de Sto. Tomás a Edesa en el año 232 puede haber inspirado estas composiciones. Los Hechos relatan los prodigios realizados por el Apóstol en la India y su martirio allí. Tiene algunos himnos notables intercalados, algunos de verdadera belleza literaria pero de mucho color gnóstico. Investigaciones recientes han revelado elementos de verdad en el encuadre histórico de la narración. Los Hechos de Sto. Tomás son mencionados por Epifanio y Agustín como de uso en diferentes círculos heréticos. S. Efrén de Siria se refiere al apócrifo Hechos de Tomás como en circulación entre los Bardesanitas ( ver STO . TOMÁS APÓSTOL).
Hechos de S. Bartolomé
Tenemos un Martirio griego que en su forma presente data del siglo quinto o sexto, también una “Pasión de Bartolomé” latina. Ambos están coloreados por el nestorianismo y parece haber derivado de una única leyenda de Bartolomé. El texto griego narra las maravilles con las que el Apóstol derrotó a la Idolatría y convirtió a un rey en “India”. Todo es un tejido legendario ( ver BARTOLOME, S., APOSTOL).

Hechos de los Apostoles católicos apócrifos

Hechos S. Pedro y S. Pablo
Hay que distinguirlos de los Hechos de Pedro gnósticos y de los Hechos de Pablo ortodoxos. Los manuscritos que representan la leyenda se pueden clasificar en dos grupos: Todos menos uno de los textos griegos contiene una narración del viaje de S. Pablo a Roma y el martirio de los dos Apóstoles.
Un manuscrito griego y un gran número de latinos, que presentan sólo la historia de la passio. Lipsius cree que la sección del viaje es una adición del siglo mientras Bardenhewer cree que pertenece al documento original. Esta sección comienza con la salida de Pablo de la isla de Mileto y está basada claramente en la narración de los Hechos canónicos. Los judíos están alterados por la visita que Pablo intenta hacer e inducen a Nerón a que la prohíba. Pero el Apóstol entra secretamente en Italia. En Puteoli confunden a su compañero con Pablo y lo decapitan pero en retribución la ciudad es tragada por el mar. Pedro recibe a Pablo en Roma con alegría. La predicación de los Apóstoles convierte a multitudes y hasta a la emperatriz. Simón el Mago calumnia a los maestros cristianos y hay una prueba de la potencia de los milagros entre el Mago y los Apóstoles en presencia de Nerón. Simón intenta un vuelo al cielo, pero se cae en la Vía sacra y se reduce a trozos. Pero Nerón está inclinado a destruir a Pedro y Pablo. Ëlte es decapitado en el camino a Ostia y Pedro crucificado cabeza abajo a petición suya. Antes de su muerte relata al pueblo la historia del “Quo vadis?” Tres hombres orientales intentan llevarse por la fuerza los cuerpos de los Apóstoles pero son alcanzados. Pedro es enterrado “en el lugar llamado Vaticano” y Pablo en el Camino de Ostia. Estos Hechos son la principal fuente para los detalles del martirio de los dos grandes Apóstoles. También son notables por lo que enfatizan la intima concordia entre los fundadores apostólicos de la iglesia de Roma. La fecha 55 d.C. para la composición está envuelta en oscuridad. Lipsius encuentra pistas de estos Hechos tan temprano como Hipólito (ca. 235) pero no está claro que los Padres aducidos hayan empleado fuentes escritas parta la referencia a la victoria sobre Simón el Mago y el trabajo de los Apóstoles en Roma. Lipsius asigna a el meollo del Martirio al siglo segundo y Bardenhewer refiere todo a la primera mitad del tercero. Lso Hechos de Pedro y Pablo contiene sin duda alguna tradición genuina (ver S. PEDRO, S PABLO, SIMON MAGO).
Hechos de Pablo
Orígenes y Eusebio citan expresamente la praxeis Paulou; Tertuliano habla de escritos falsamente atribuidos a Pablo: "Quod si Pauli perperam inscripta legunt.". Advierte a sus lectores contra la fábula de que predicaba y se bautizó a si misma, por lo que se creía que hablaba de ¡Los Hechos de Pablo y Tecla”. Los "Acta Pauli", que se suponía una composición distinta, se creían perdidos, pero en 1899 un papiro manuscrito copto, muy deteriorado, reencontrado en Egipto contiene casi completo los idénticos Hechos de Pablo a los que aluden unos pocos escritores eclesiásticos. Este hallazgo ha establecido el hecho de que los largamente conocidos Hechos de Pablo y Tecla. Este descubrimiento ha establecido el hecho de que los Hechos de Pablo y Tecla conocidos de antiguo y la correspondencia apócrifa entre S. Pablo y la Iglesia de Corinto así como el Martirio de S. Pablo son en realidad extractos del original Hechos de Pablo. El documento descubierto contiene material desconocido hasta ahora así como las secciones anotadas arriba, que se conocen desde hace tiempo. Comienza con la pretendida fuga de S. pablo de Antioquía de Pisidia y termina con su martirio en Roma. La narración se basa en los datos de los libros canónicos pero abunda en maravillas y peonajes que no aparecen en ellos, además de que desfigura a algunos que si se mencionan en la Sagradas Escrituras. Los Hechos de Pablo no añade nada digno de confianza a los que ya sabemos del apóstol de los gentiles. Afortunadamente el pasaje de Tertuliano (De Baptismo, xvii) citado arriba nos informa de su autor y de su propósito. El escritor africano observa que la pseudos-.historia era el trabajo de un sacerdote de Asia Menor que al descubrirse el fraude fue depuesto de su cargo eclesiástico y confesó que había falsificado el libro por amor a S. Pablo. Los expertos asignan la composición al siglo segundo. Ya se conocía cuando Tertuliano escribió y durante los primeros siglos disfrutó de una popularidad notable en oriente y en occidente. De hecho, Eusebio lo clasifica entre los antilegomena, obras que tenían autoridad casi-canónica localmente.
Los Hechos de Pablo y Tecla
La temprana separación de estos así como el Martirio de los Hechos de Pablo puede deberse al uso eclesiástico como lecciones festivas. A pesar del comentario de tertuliano sobre este pseudógrafo, disfrutó de una inmensa y persistente popularidad durante el período patrístico y el medievo, debido a su espíritu romántico y espiritual que colorea toda la narración. De forma excepcional entre los escritores apócrifos el autor mantiene su fértil imaginación bajo control y su producción se distingue por su simplicidad, claridad y vigor. Trata de las aventuras de Tecla, una joven de Iconium, que, convertida por la predicación de S. Pablo, dejó su noviazgo y vivó una vida de virginidad y actividad misionera llegando a ser compañera de S. Pablo y predicó el evangelio. Es perseguida pero escapa milagrosamente del fuego y de las bestias salvajes de la arena. El alivio con que se trata la abstención de la cama del matrimonio en estos Hechos hace difícil escapar de la conclusión de que está influido por las ideas encratitas. Sin embargo, la tesis de Lipsius, apoyada por Corssen, de que hay una base (Grundschrift) gnóstica en este documento, no es aceptada por Harnack, Zahn, Bardenhewer y otros. El apócrifo sigue los datos de la misión de Pablo muy libremente y está lleno de caracteres y sucesos no históricos. Por ejemplo, el escritor introduce un viaje de los Apóstoles, de que no se encuentra nada análogos en los Libros Sagrados. Sin embargo hay indicios de material histórico en la historia de Tecla. Una virgen cristiana de ese nombre puede haber sido convertida por S. pablo en Iconium y sufrió persecución. Gutschmid ha descubierto que una cierta reina Trifena fue un personaje histórico (Rheinisches Museum für Philologie, X, 1864). (ver TECLA.) .
Hechos de S. Felipe
Los fragmentos griegos conservados nos proporcionan todos menos cinco (10-14) de los Hechos que componen este trabajo. De ellos 1-7 son varias leyendas farragosas, cada uno con historias independientes al parecer. 8-4 es una unidad que es un aumento parasitario de algunas tradiciones algo confusas de la actividad misionera de un Apostol Felipe en Hierápolis de Frigia. El ponto de vista de Zahn de que este es el documento de un monje católico malñ informado del siglo cuarto es una hipótesis satisfactoria. El mayor fragmento fue primero publicado por Batiffol en "Analecta Bollandiana", IX (Paris, 1890). Un “Hechos de Felipe “copto existe también ( ver FELIPE , S. APOSTOL). Hay historias latinas coptas etiópicas y armenias de las misiones y muerte de Santiago el Mayor, el hijo del Zebedeo. Lipsius asigna las latinas al siglo tercero. Hechos coptos y armenios y el Martirio de Santiago el Menor depende sobre todo de la tradición de Hegesipo preservada por Eugenio (Hist. Eccl., IV, xxii).
Hechos de S. Mateo
Los Hechos Apostólicos del Pseudos-Abdías contienen una "Passio Sancti Matthæi", latina que preserva una leyenda Abisinia de S. Mateo posterior el Martirio copto relacionado con los Hechos gnósticos del santo. La ambientación histórica correcta indica que la recensión fue obra de un abisinio del siglo sexto que quería establecer las fechas de la iglesia Abisinia (siglo cuarto) con las tiempos apostólicos. Sin embargo el nudo de la narración se tomas de fuentes anteriores. La Passio de Abdías coloca el martirio de S. mateo en Abisinia (ver MATEO, S., APOSTOL) .
Enseñanzas de Addai (Tadeo)
En 1876 publicó por primera vez un antiguo documento siríaco titulado “Las enseñanzas de Addai, el Apóstol”. Resultó ser un muy parecido paralelo del material Abgar derivado por Eusebio de los archivos de Edesa. De hecho el autor dice que fue confiado a esos archivos que da su nombre como Labubna, el hijo de Senaak. Está lleno de material legendario pero interesante que describe las relaciones entre Jesús y el rey Agbar de Edesa. Tadeo o Addai, uno de los 70 discípulos, es enviado después de la resurrección, de acuerdo con la promesa de Cristo , a Agbar, cura al gobernante y cristianiza Odessa con un éxito inmediato y brillante. Es notable la historia de una pintura de Jesús hecho a petición del enviado de Agbar. Puesto que la narración de un peregrino celta que visitó Edesa en 390 no contiene ninguna alusión a tal retrato podemos concluir razonablemente las Enseñanzas de Addai es posterior: los críticos aceptan el período entre 399-430. La leyenda de Tadeo tiene muchas ramificaciones y ha sufrido variaciones. Hay un “Hechos de Tadeo “ griego que identifica a Addai con Tadeo o Lebbaeus, uno de los Doce ( ver ABGAR, EDESSA) .
Hechos de Simón y Judas
Una Passio latina que Lipsius atribuye al siglo cuarto o quinto, narra los milagros, conversiones y martirios de estos apóstoles. Se halla en la Colección de Abdías. La escena es Persia y Babilonia. Se ha reconocido que la presentación histórica de estos Hechos esta muy de acuerdo con lo que se conoce del imperio Parto en el primer siglo después de Cristo.
Los Hechos de S. Bernabé
Los Hechos de S. Bernabé parecen haber sido compuestos hacia final del siglo quinto por un chipriota. Se atribuyen a S. Marcos el Evangelista y no tienen valor desde el punto de vista histórico. La narración se basa en las relaciones mutuas y actividades de Bernabé, marcos y pablo como se reflejan en los Hechos de los Apóstoles.
Gesta Matthiæ
Este es el ultimo de los Pseudos-Hechos, compuesto por un monje de Treves, en el siglo doce, como preludio a un relato de la traslación de las sagradas reliquias y el cuerpo de S. Matías a esa ciudad y sus subsecuentes redescubrimientos. Pretende haberse inspirado en la historia de la carrera de los Apóstoles, tomada de un manuscrito hebreo. ( ver Matías, S. Apóstol) .

Hechos Cuasi-Apostolicos

Baste mencionar los “Hechos de S. Marcos” de origen alejandrino y escrito en el siglo cuarto o quinto, los “Hechos de S. Lucas”, copto, no anterior al fin del siglo cuarto; los “Hechos de S. Timoteo”, compuesto por un efesio después de 425, “Hechos de S. Tito” de origen de Creta, entre 400-700, los “Hechos de Jantipo y Polixena”, conectado con la leyenda de S. Pablo y S. Andrés.

OBRAS DOCTRINALES APOCRIFAS

Testamentum Domini Nostri Jesu
Se sabía que existía un abra siríaca de este nombre de la que se publicó un extracto en 1856. En 1899 Moneñor Rahmani, Patriarca de los Sirios Unidos, publicó el texto siríaco de un tardío manuscrito, con introducción y traducción latinas. La obra está en dos libros. Comienza con un apocalipsis de los días del Anticristo que se aproximan, supuestamente predichos por Nuestro Señor después de su resurrección. Entre esto y el cuerpo de la obra hay una conexión muy ligera, puesto que la parte principal representa a Cristo legislando hasta los más pequeños detalles las leyes y rituales para el gobierno de la iglesia. El escritor pone en labios del Señor las descripciones de las observancias litúrgicas de su tiempo y de épocas anteriores. Hay evidentes puntos de contacto entre el Testamento y los antiguos cánones eclesiástico – litúrgicos de Hipólito, las Constituciones Apostólicas y los Cánones Apostólicos. Monsegnor Rahmani asigna el testamento al siglo Segundo y dice que las obras arriba citadas dependen de él. Pero los críticos rechazan unánimemente asigna mucha antigüedad al Testamento, datándolo en los siglos cuarto o quinto e invierten la dependencia mencionada. Dr. A. Baumstark, sobre la base del desconocimiento del libro fuera de oriente, de que las recensiones árabes y coptas son conocidas piensa que es una compilación originada en círculos monofisitas y de uso corriente en las iglesias nacionales de esa secta en Siria y Egipto. El principio apocalíptico se ha encontrado en un manuscrito latino del siglo ocho publicado por M.R. James "Apocrypha Anecdota" (Cambridge, 1893).
La predicación de Pedro o Kerigna Petri
Clemente de Alejandría cita repetidamente del kerygma Petrou, y no duda de su credibilidad. Por otra parte Eusebio la clasifica como “apócrifa”. Una cierta “Doctrina de Pedro”, mencionada por un escritor más tardío, era probablemente idéntica a la “Predicación”. Por los escasos restos de su trabajo apenas podemos formarnos una idea imperfecta. Hablaba en nombre de S. Pedro y le representaba sobre todo como un maestro de los Gentiles. La parte doctrinal ocurre en un marco relacionado con los viajes misioneros. El pseudógrafo fue probablemente sugerido por el texto II Peter, i, 5., que era conocido por el “Gnóstico Heracleon” (c. 160-170), y debe tener una antigüedad casi apostólica. Los especialistas prefieren el primer cuarto de la segunda centuria. Los fragmentos que permanecen no muestran signo de origen heterodoxo. Hay una “Predicación de Simón pedro en la ciudad de Roma” en siríaco.
Dos caminos o Judicium Petri
Es un tratado moralizante atribuido a S. Pedro y puesto en el prefacio de la Didajé. No es de origen judeo –cristiano y probablemente se basaba el la llamada “Epístola de Bernabé”.
Predicación de Pablo
El único testigo de esta obra es el tratado "De Rebaptismo" en los escritos del pseudo –Cipriano. De acuerdo con esto, representaba a Cristo confesando pecados personales y obligado por Su madre a recibir el bautismo.

EPISTOLAS APOCRIFAS

Pseudo Epístolas de la Santísima Virgen
Todas compuestas en latín en fechas tardías
•La Epístola de la Santísima Virgen a S. Ignacio Martir , de apenas nueve líneas en la edición de de los Apócrifos de Fabricio. Exhorta a la ve y a la valentía. Hay una contestación de S. Ignacio.
•La Epístola a los Messinenses, i.e. habitantes de Messina, Sicilia, es también muy breve: exhorta a la paz.
•La Epístola a los Florentinos, expuesta en un sermón de Savonarola el 25 de octubre de 1495. No hay otro testimonio de ella. Tiene cuatro líneas.
Pseudo-Epistola de S. Pedro a Santiago el Menor .
La homilies Pseudos-Clementinas contiene como prefacio dos cartas, la primera afirma ser de S. pedro a Santiago el Menor, regándole que mantenga su predicación ( la de Pedro) en secreto ( ver Escritos Pseudo Clementinos).
Pseudo-Epistolas de S.Pablo , correspondencia con los corintios
La Antigua iglesia siria ( de Edesa) reveló como canócica la tercera epístola de S. pablo a los Corintios, que va acompañada por una carta de los pastores de esa iglesia, a los que contesta. Pero a principios del sigl0 quinto la iglesia siria cayó bajo la influencia de los griegos y en consecuencia la carta espuria perdió gradualmente su estado canónico. Fue aceptada por sus vecinos armenios y durante siglos ha asido parte de del Nuevo Testamento Armenio. Los escritores latinos y griegos no dicen nada absolutamente sobre este pseudógrafo, aunque se han encontrado copias latinas y griegas. La inspiración para escribir viene a, obviamente, por la genuina carta paulina perdida a la que se refiere en in I Cor. v, 9; vii, 1. Fue compuesta por un presbítero católico alrededor de 160-170 y es un ataque disimulado a algunos de los errores principales del gnosticismo. Esta correspondencia tuvo una larga circulación, pero recientemente se ha demostrado que el documento se incorporó a los Hechos de S. Pablo .
Pseudo-Epistola a los laocideos
El la genuina epístola a los Colosenses, Pablo, tras instruirles de que envíen su carta a Laocidea, añade: “leed esa que es de los Laodiceos. Esto muy probablemente hace mención de una carta circular, la canónica a los Efesios; pero se ha mantenido que es una carta perdida a los cristiano de Laodicea. La epístola apócrifa es un intento transparente de llenar este supuesto vacío por la pérdida del documento sagrado. Consiste en 20 líneas cortas y está formada por material tomado de los Filipenses y otras epístolas puestas juntas sin secuencia ni finalidad lógica. Nuestro apócrifo existe sólo en latín y traducciones del latín, aunque deja rastro del griego original. No puede ser la carta pseudo-laodicea que el Fragmento Muratoriano dice que se inventó Marción el heresiarca. A pesar de su insípido y sospechoso carácter, esta compilación fue copiada con frecuencia en el Medievo y gozó de un cierto grado de respeto, aunque S. Jerónimo escribió de ella: ab omnibus exploditur (ver LAODICEA). Los fragmentos muratorianos mencionan junto con una epístola espuria de pablo a los Laodiceos, una a los alejandrinos que fue falsificada bajo los auspicios de Marción. No tenemos otro conocimiento cierto de este apócrifo.
Pseudo Correspondencia entre S. Pablo y Séneca
Ocho supuestas cartas del filósofo estoico Séneca y seis contestaciones de S. pablo. Son idénticas a las que alude S. jerónimo (de Viris Illustr., xii), quien sin juzgar su valor, anota que son leídas por muchos. Estas catas, por consiguiente, no pudieron haberse compuesto después de la segunda mitad del siglo cuarto. Se basan en tradiciones anteriores de la inclinación de Séneca hacia el cristianismo y de la coincidencia de de ambos en Roma durante algún tiempo. Simplemente anotaremos de existencia de una carta espuria de S. Juan , el Apóstol, a un hombre hidrópico, curando su enfermedad, en los Hechos de S, Juan por el Pseudos Prochorus; una de Santiago , el obispo de Jerusalén, a Quadratus, en Armenia (Vetter, Litterarische Rundschau, 1896).

APOCALIPSIS CRISTIANOS APÓCRIFOS

Apocalipsis del Testamento de N.S. Jesucristo.
(ver arriba la sección sobre el Testamentum .) 
El Apocalipsis de Maria . De origen medieval y probablemente el resultado de una devoción extravagante. Describe el descensote la Virgen al Limbo y existe en manuscritos griegos. Ha sido impreso en la colección de Tischendorf (Codex Apocryphus Novi Testamenti).
Apocalipsis de S. Pedro.
El Fragmento Muratoriano, escrito en Roma en l última parte del segundo siglo, nombra los apocalipsis de Juan y Pedro uno junto al otro como los únicos recibidos por la Iglesia, haciendo notar que algunos no admiten el de Pedro. Hay abundantes testimonios de que el apocalipsis cetrino se creyó auténtico en muchas partes de la iglesia primitiva y disfrutó de una cierta autoridad canónica. Clemente de Alejandría siempre crédulo respecto a los apócrifos hasta lo honró con un comentario; Eusebio (Hist. Eccl., VI, xiv, 1), lo coloca casi en plano de igualdad con los antilegomena , la clase mejor de los escritos disputados; Jerónimo simplemente lo rechaza. A pesar de todo ello, aún se leía en algunas iglesias de Palestina hacia mediados del siglo quinto. Las pocas citas de los escritores patrísticos no alcanzan a dar una idea de su contenido, pero afortunadamente se descubrió un amplio fragmente de este antiguo documento en Akhmîn, Egipto, junto con el Evangelio Pseudos-Petrino, en el griego original. Una cita de Clemente de Alejandría de las partes recuperadas nos permite identificar el manuscrito con certeza como parte del apocalipsis de antigüedad. El pasaje se relata una visión concedida por Cristo a los Doce, en una montaña, exhibiendo la gloria de dos hermanos que parten, el esplendor del cielo y una horrible visión del infierno. El lenguaje tiene un sabor judeo-cristiano. Los críticos lo asignan al primer cuarto del siglo segundo y es por consiguiente uno de los primeros ejemplares de la literatura no canónica. Existe bajo el nombre de Apocalipsis de S. Pedro y Apocalipsis de S. Pedro a través de Clemente, Liber Clementis, varias recensiones árabes y etiópicas de un apocalipsis que nada tiene en común con el antiguo griego .
El Apocalipsis de s. Pablo
Una noticia introductoria pretende que esta obra se encontró en una caja de mármol bajo la casa de pablo en Tarso, durante el reinado de Teodosio (379-395 d.C.) y por indicación de un ángel. Estro indica la fecha de la fabricación del apócrifo. Intenta desvelar los secretos vistos por el apóstol cuando fue transportado al tercer cielo, como se alude en II Cor. xii, 2: fue compuesta en griego. No hay que confundir este apocalipsis con una obra gnóstica titulada la “Ascensión de Pablo” al que se refiere S. Epifanio pero del que no han sobrevivido restos. Hay un falso “Apocalipsis de Juan”, de origen comparativamente tardío. Respecto al llamado “Apocalipsis de S. Bartolomé” ver Evangelio de S. Bartolomé.

LOS APÓCRIFOS Y LA IGLESIA.

Desde muy temprano los escritores ortodoxos y presumiblemente las autoridades eclesiásticas creyeron necesario distinguir entre libros genuinamente inspirados y una multitud de libros falsos – un hecho que es un elemento muy importante en la formación del canon cristiano. Asi, ya hacia el año 170 d.C. el autor del catálogo latino descriptivo llamado “fragmento Muratoriano” mencionaba ciertas obras como ficticias o discutidas. Al mismo tiempo S. Ireneo llamaba la atención ante la gran masa herética de escritos pseudos-gráficos (inenarrabilis multitudo apocryphorum et perperam scripturarum, Adv., Hær., I, xx). Sin duda fue el uso que los círculos heréticos hacían, especialmente las sectas gnósticas, de esta literatura insinuante lo que atrajo la animadversión de los guardianes oficiales de la pureza doctrinal. Hasta en el oriente, que ya era el hogar de la literatura pseudográfica, Orígenes (muerto en 254) es cauto con respecto a los libros que están fuera del canon (Comment. in Matth., serm. 28). S Atanasio en 387 creyó necesario alertar a su rebaño con una carta pastoral contra los apócrifos judíos y heréticos (P. G., XXVI, 1438). Otro padre griego, Epifanio (312-403), en "Hæreses", 26, se quejaba de que las copias de los apócrifos gnósticos se corrían por miles. Sin embargo hay que confesar que los Padres primitivos y la iglesia, durante los tres primeros siglos, fueron más indulgentes hacia los pseudógrafos judíos que circulaban bajo venerables nombres del Antiguo Testamento. El libro de Esdras y la asunción de Moisés eran citados por la epístola canónica de Judas. Muchos Padres admitían la inspiración de IV Esdras por no mencionar El pastor de Hermas, los Hechos de S. Pablo (al menos la Parte de Tecla) y el Apocalipsis de S. Pedro fueron muy respetados en estos períodos más tardíos. Y con todo, ninguna obra apócrifa consiguió reconocimiento oficial en la iglesia occidental. En el años 447 el papa León el Magno escribió detenidamente sobre los escritos pseudo-apostólicos “que contienen el germen de tantos errores…que debieran no sólo ser prohibidos sino completamente suprimidos y quemados” " (Epist. xv, 15). El llamado “Decretum de recipiendis et no recipiendis libris” se atribuye el papa Gelasio (495) poer es en realidad una compilación que data de principios del siglo. Es un documento oficial, el primero de esta clase que poseemos, y contenía 39 obras además de las atribuidas a Leucius “discípulo del demonio”, y a todas las condena como apócrifas. Por este catálogo es evidente que en la Iglesia Latina, pro este tiempo, los apócrifos, hasta los provenientes de origen católica, tenían las condenas eclesiásticas, con una preocupación constante por el peligro de heterodoxia. El Sínodo de Braga, en Hispania, del año 563, anatematiza a cualquiera que “lea, apruebe o defienda las ficciones injuriosas puestas en circulación por los herejes”. Aunque en el Medievo estas condenas se olvidaron y muchos de los escritos pseuográficos gozaron de cierto favor tanto entre el clero como entre los laicos, sin embargo aun se encuentran mentes superiores como Alcuino, S. Bernardo, Sto. Tomás de Aquino que señalaban su falta de autoridad. Un eco de las antiguas condenas se ve en la obra De Festis B.M.V de Benedicto XIV, declarando que ciertos apócrifos populares eran la fuente no pura de tradición ( Ver Canon de la Sagrada Escritura)

Notas Bibliográficas.

Apócrifos (Notas)
APOCRIFOS DE ORIGEN JUDIO:
DRUMMOND, The Jewish Messiah (1877); PORTER, The Message of the Apocalyptic Writers (New York, 1905); CHARLES, Apocalyptic Literature, in HASTINGS, Dict. of the Bible; BAI.DENS-PERGER, Die messianisch-apokalyptischen Hoffnungen des Judenthums (Strasburg, 1903); BOUSSET, Die jüdische Apokalyptik (Berlin, 1903); VOLZ, Jüdische Eschatologie (Würtemburg, 1903). Además de las obras anotadas arriba: SCHÜRER, History of the Jewish People in the Time of Christ, (Edinburgh, 1886, tr. Del alemán), III, div. II. Especial para el libro de Enoch: CHARLES The Book of Enoch (Oxford, 1893; tr. Y comentario); SCHODDE, The Book of Enoch (1882). Especial para la Asunción de Moisés: CHARLES, The Assumption of Moses (London, 1897; Texto latino e inglés y prolegómenos críticos). BURKITT, en HAST., Dict. of the Bible; LAGRANGE, Notes sur le messianisme au temps de Jesus, en la Revue biblique, Oct., 1905. – Especial para el libro de los Secretos de Enoch: CHARLES AND MORFIL, Book of the Secrets of Enoch (Oxford, 1898; tr. e introducción); LOISY, art. en Revue d'histoire et de littérature religieuses, I, 29 sqq. (1896). – Especial para IV Esdras: El texto latino completo está mejor editado en JAMES AND BENSLY, Texts and Studies (Cambridge, 1895), I, 2d ed.: Las Biblias Latinas, el fragmento que falta en vii. Para traducciones inglesas: Revised Apocrypha of the English Bible (Oxford); CHURTON, Uncanonical and Apocryphal Scriptures (London, 1884). Para estudios: THACKERAY, en HAST., Dict. of the Bible; LAGRANGE, art. Con notas par alas Asunción de Moises, supra. PIFFARD, Le IV livre d'Esdras (Tournay, 1904; comentario). -- Especial para El Apocalipsis de Baruch; CHARLES, The Apocalypse of Baruch (London, 1896; texto, tr., y notas críticas). También en HAST., Dict. of the Bible; LAGRANGE, artículo anotado para la Asunción de Moisés, supra.—Especial para el Apocalipsis de Abraham BONWETSCH, texto alemán en Studien zur Geschichte der Theologie und der Kirche (Leipzig, 1897), I, 1; LAGRANGE, art. en Revue Biblique, Oct., 1905. – Especial para el Apocalipsis de Daniel: DARMESTETER, estudio en Mélanges Renier (Paris, 1887). SCHÜRER, History Of the Jewish People (Edinburgh, 1886) div. II, vol. II. -- Especial para el Libro de los Jubileos: CHARLES, The Book of Jubilees or Little Genesis (London, 1892: text, trans. and criticism); SCHODDE, The Book of Jubilees (Oberlin. O., 1888); HEADLAM, art. en HAST., Dict. of the Bible. -- Especial para el Libro de Jannes y Mambres: MARSHALL, artículos en HASTINGS, Dict. of the Bible. -- Especial for III Esdras; Old Testament in Greek, II (Cambridge, 1896, 2d ed., Greek text) (London, 1884, tr.); THACKERAY, First Book of Esdras; HAST., Dict. of the Bible. -- Especial para III Macabeos: Old Testament, in Greek (2d ed., Cambridge, 1899; Gr. text); CHURTON, The Uncanonical and Apocryphal Scriptures (London, 1884; tr.); FAIRWEATHER en HAST., Dict. Of the Bible. Old Testament, en griego (Cambridge, 2d ed., 1895-99); SCHÜRER, History of the Jewish People (Edinburgh, 1886) div. II, vol. III. – Especial para Salmos de Salomón: RYLE AND JAMES, Psalms of the Pharisees (Cambridge, 1891) introducción y texto inglés; JAMES in HAST., Dict. of the Bible; MOFFAT, The Righteousness of the Scribes and Pharisees, in Expository Times (1902), X, 201-206. -- Especial para 151 Salmos y Oracion de Mananses: CHURTON, Uncanonical and Apocryphal Scriptures, tr. (London, 1884); PORTER, art. Prayer of Manassees in HAST., Dict. of the Bible.
Para el texto del IV Macabeos: Old Testament in Greek, (Cambridge, 1894, 1899) III; Para una version inglesa: CHURTON, Uncanonical and Apocryphal Scriptures (London, 1884); Para la Introducción : SCHÜRER, History of the Jewish People (Edinburgh, 1886) div. II, vol. III; FAIRWEATHER in HAST., Dict. of the Bible.
SCHÜRER, History of the Jewish People (Edinburgh, 1886), div. II, vol. III. -- Especial para el Testamento de los Doce Patriarcas: SINKER, introduction and tr. in vol. VIII of The Ante-Nicene Fathers (New York, 1906; reprint of Edinburgh ed.); CHARLES, art. en Hibbert Journal (1905), III; también en HAST., Dict. of the Bible: SCHNAPP, Die Testamente der zwölf Patriarchen untersucht (Halle, 1884). -- Especial para la Ascensión de Isaías: DILLMAN, Ascensio Isaioe oethiopice et latine (Leipzig, 1877); ROBINSON en HAST., Dict. of the Bible. TASKER en el volumen extra de HAST., Dict. of the Bible; TAPPEHORN, Aüsserbiblische Nachrichten (Paderborn, 1885).
WALKER, Apocryphal Gospels, Acts, and Revelations (Edinburgh, 1873; tr.); The Ante-Nicene Fathers, VIII, edited by ROBERTS AND DONALDSON, tr.; BARDENHEWER, Geschichte der altkirchlichen Literatur (Freiburg, 1902), I; HARNACK, Geschichte der altchristlichen Literatur (Leipzig); 1893, I, 1897, II, 1, 1904, 2; ZAHN, Geschichte des Neutestamentlichen Kanon (Leipzig, 1890), II; HENNEKE UND MEYER, Neutestamentliche Apokryphen (Tübingen, 1904; textos alemanes con prolegómenos de especialistas); TASKER, Apocryphal Gospels; HAST., Dict. of the Bible, volumen extra (1904); LIPSIUS, art, Apocryphal Gospels in Dict. of Christ. Biog.
BARDENHEWER, Geschichte der altkirchlichen Literatur (Freiburg, 1902), I; HARNACK, Geschichte der altchristlichen Literatur (Leipzig) I, 1893; II, 1, 1897, II, 2, 1904; ZAHN, Geschichte des Neutestamentlichen Kanon (Leipzig, 1890), II; TASKER, Apocryphal Gospels; HAST., Dict. of the Bible, Volumen extra; LIPSIUS, Apocryphal Gospels, Dict. of Christ Biog. – Especial para los Evangelios según los Hebreos: todos los frgmentos se reproducen en NICHOLSON, The Gospel according to the Hebrews (London, 1897); ROSE, Etudes sur les Evangiles (Paris, 1902), 18 sqq. – Especial para Los Evangelios según los Egipcios: ROSE, Etudes sur les Evangiles (Paris, 1902) refuta los puntos de vista de HARNACK' sobre la prioridad de la aceptación del Evangelio de los Egipcios a la de los canónicos – Especial para el Evangelio de S. Pedro : RUTHERFORD, Ante-Nicene Fathers (introducción y tr.), IX; ROBINSON, The Gospel according to Peter and Revelation of Peter (London, 1892); ZAHN, Das Evangelium des Petrus (1893); SEMERIA, art. en Revue Biblique (1894), III, 522 ss. – Especial para el Evangelio de Sto. Tomás: WALKER, Apocryphal Gospels, etc. (Edinburgh, 1873, tr.); Ante-Nicene Fathers (New York, 1906). VIII; CONRADY, art en Theologische Studien und Kritiken (1903), LXXVI, 2. – Especial para el Evangelio de S. Bartolomé : LACAU, Fragments d'Apocryphes Coptes (Cairo, 1904; texto); BAUMSTARK, Revue Bibligue, April, 1906, 249-253-263. – Especial para el Evangelio de los Doce Apóstoles: REVEILLOUT, traducción francesa de supuestos fragmentos en Revue Biblique, (1904), 330, 336 ss.; Les Apocryphes Coptes, in Patrologia Orientalis (Paris, 1905) II, 43 ss., 156 ss.
Ver las historias de BARDENHEWER, HARNACK, PREUSCHEN y ZAHN, referents a la bibliografía anterior. Para el Informe de Pilatos al Emperador, HARNACK, Geschichte der altchristlichen Literatur (Leipzig, 1897), II, I, 604 ss., inserta los textos latino y griego. Los antiguos textos de estos apócrifos están editados en TISCHENDORF'S Evangelia Apocrypha (Leipzig, 1853, 1876); Traducciones de Anaphora, Report of Pilate, The Giving Up, de la Epistola ad Tiberium, The Letter of Pontius Pilate ,los proporciones WALKER y Ante-Nicene Fathers, ediciones de los apócrifos , previamente citados. La correspondencia Herodes-Pilato en inglés: Apocryphal Books of the New Testament, anon. (Philadelphia, 1890, 1901). – Especial para la correspondencia de Abgar: Ante-Nicene Fathers (New York, 1906; inglás), VIII; LIPSIUS, Die Edessenische Abgarsage kritisch untersucht (Brunswick, 1883); WRIGHT, Abgar, in Dict. of Chris. Biog; VIGOUROUX, Abgar, in Dict. de la Bible.
LIPSIUS en Dict. of Christ. Biog.; SALMON, art. Leucius, en la misma obra; Historical Introduction to the New Testament (4th ed., 1889); DUCHESNE, Les anciens recueils de légendes apostoliques; Informe de Congreso católico científico de Bruselas (Bruselas , 1895). Consultar las obras de BARDENHEWER, HARNACK, y PREUSCHEN, también ZAHN, citadas en las biografías previas. Para los textos originales: LIPSIUS Y BONNET, Acta Apostolorum Apocrypha (Leipzig, 1891), Pars I; JAMES, Apocrypha Anecdota (Cambridge, 1897), perteneciente a las series de Cambridge sobre los Textos y Estudios; WRIGHT, Apocryphal Acts of the Apostles (London, 1871), contiene una edición y traducción de manuscritos siríacos; Traducciones inglesas en WALKER, Apocryphal Gospels, etc. (Edinburgh, 1873); Ante-Nicene Fathers (New York, 1906), VIII; la obra magistral sobre los apócrifos Hechos y leyendas es: LIPSIUS, Die apokryphen Apostelgeschichten und Apostellegenden (Brunswick, 1883, 1887, 1890), exhaustivo y critico en el espíritu liberal Protestante. El mismo autor ha contribuido con en Artículo al Dict. of Christ Biog. Para los puntos de contacto entre Los Hechos apócrifos y la historia profana: GUTSCHMID, Die Königsnamen in den apokryphen Apostelgeschichten, en el Rheinisches Museum für Philologie (1864), XIX, 161-183, 380-401. – Especial para los Hechos de S. pedro : CHASE, art. Peter (Simon) en HAST., Dict. of the Bible. – Especial para los Hechos de S. Juan : ZAHN. Die Wanderungen des Apostels Johannes in the Neue Kirchliche Zeit schrift (1899), X. – Especial para los Hechso de Sto Tomás: El texto etiópico, editado por MALAN, Conflicts of the Apostles (London, 1871), y traducido al vernacular por BRIDGE (London, 1899); LEVY, en Analecta Bollandiana (1899), XVIII, 275 sqq.; MEDLYCOTT, India and the Apostle Thomas; An Inquiry with a Critical Analysis of the Acta Thomoe (London, 1905).
Ver la literatura común a los Hechos Gnósticos arriba. -- Especial para los Hechos de Pedro y Pablo: CHASE, art. Peter (Simon) en HAST., Dict. of the Bible. -- Especial Para los Hechos de S Pablo: SCHMIDT, Acta Pauli (Leipzig, 1904), investigacions exhaustivas, texto copto y trad. alemana; DEIBER, en Revue Biblique, 1904, 443 ss., sumariza los contenidos; NAU, Revue de l'Orient chrétien (1898), III, publica un Martirio de S. Pablo siriaco. -- Especial para los Hechos de S. pablo y Tecla: GWINN, Thecla, en Dict. of Christ Biog.; REY, Etudes sur les Acta Pauli et Thecloe (Paris, 1890); RAMSEY, The Church in the Roman Empire before 170 A.D. (London, 1893), 375 ss.; HOLZHEY, Die Thekla-Akten. Ihre Verbreitung und Beurteilung in der Kirche (Munich, 1905). -- Especial para las enseñanzas de Addai: PHILLIPS, The Doctrine of Addai, the Apostle (London, 1876), textos siríacos e ingleses con notas; TIXERONT, Les origines de l'Église d'Edesse et la légende d'Abgar (Paris, 1888). -- Especial para Hechos de Simon y Judas: El texto de la Pasión está en FABRICIUS, Codex Apocryphus Novi Testamenti (Hamburg, 1703, 1719). -- Especial para los Hechos de Bernabé: BRAUNSBERGER, Der Apostel Barnabas (Mainz, 1876).
QUASI-APOSTOLIC ACTS: ver LIPSIUS, Die apokryphen Apostelgeschichten (Brunswick, 1884), II, 2; JAMES, Apocrypha Anecdota (Cambridge, 1893).
Además de las frecuentemente mencionadas de BARDENHEWER, etc.; VETTER, Der apokryphe dritte Korintherbrief (Vienna, 1894); HARNACK, Untersuchungen über den apokryphen Briefwechsel der Korinther mit dem Apostel Paulus (Berlin, 1905); ID., Die apokryphen Briefe des Paulus an die Laodicener und Korinther, Germ. trans. (Berlin, 1905); LIGHTFOOT, St. Paul's Epistles to the Colossians and Philemon (2d ed., London, 1876), contiene texto latino de Laodiceos . Para las cartas de Seneca Letters: KRAUS, Seneka, en Theologische Quartalschrift (1867), XLI; Apocryphal New Testament, anon. (Philadelphia, 1890, 1901); LIGHTFOOT, St. Paul's Epistle to the Philippians (3d ed., London, 1873).
Para el Testamentum: RAHMANI, Testamentum Domini Nostri Jesu Christi (Mainz, 1899); FUNK, articulos en Der Katholik (1900), I. 1-14; Theologische Quartalschrift (1900), LXXXII, 161-174; BATIFFOL, en Revue Biblique (1900), 253-260; HARNACK, Vorläufige Bemerkungen zu dem jüngst Syrisch und Lateinisch, publizierten "Testamentum D.N. Jesu Christi" (Berlin, 1899); BAUMSTARK, en Römische Quartalschrift (1900), 1-48; RICKABY, Ritual in the Reign of Maximin, en Am. Cath. Quar. Review (1900), XXV. Para la historia de la discusión: EHRHARD, Die altchristliche Literatur (Freiburg, 1900). Para la Predicación de Pedro: los fragmentos están recogidos en HILGENFELD, Novum Testamentum extra Canonem Receptum (Leipzig, 1884), fasc. IV; DOBSCHÜTZ, Das Kerygma Petri kritisch untersucht, being XI, 1, of HARNACK AND GEBHARDT'S Texte und Untersuchungen. Para estudios menores consultar las historias BARDENHEWER, HARNACK, y ver las historias de BARDENHEWER, HARNACH, ZAHN, citadas en las primeras bibliografías. Traducciones inglesas de los Pseudos-apocalipsis de pedro y Juan en Ante-Nicene Fathers (New York, 1906), VIII. -- Especial para el apocalipsis de Pedro: GEBHARDT, Das Evangelium und die Apokalypse des Petrus (Leipzig, 1893), texto de HARNACK y GEBHARDT'S Texte und Untersuchungen; DIETERICH, Nikyia, Beiträge Erklärung der neuentdeckten Petrusapokalypse (Leipzig); SIMMS, art. in Expositor, Dec., 1898, 460-471. -- Especial para el Apocalipsis de Pablo: TISCHENDORF, Apocalypses Apocryphoe (Leipzig, 1866), Greek y parte en Inglés; JAMES, Apocrypha Anecdota (Cambridge, 1893), latin e inglés. Traducciones inglesas de los Apocalipsis de S. Pablo y S. Juan se encuentran en WALKER, Apocryphal Gospels, Acts, and Revelations (Edinburgh, 1873); Ante-Nicene Fathers (New York, 1906), VIII.
IV. Los Apócrifos y la Iglesia: TAPPEHORN, Aüsserbiblische Nachrichten (Paderborn, 1885).


 

No hay comentarios: