martes, 18 de junio de 2013

José Isabel Flores Varela, Santo


Mártir Mexicano, Junio 21
 
José Isabel Flores Varela, Santo
José Isabel Flores Varela, Santo

Nació en Santa María de la Paz, de la parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 28 de noviembre de 1866. Capellán de Matatlán, de la parroquia de Zapotlanejo, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara).

Por 26 años derramó la caridad de su ministerio en esa capellanía, siendo para todos un padre bondadoso y abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su piedad y su sabiduría.

Un antiguo compañero, a quien el Padre Flores había protegido, lo denunció ante el cacique de Zapotlanejo y fue apresado el 18 de junio de 1927, cuando se encaminaba a una ranchería para celebrar la Eucaristía.

Fue encerrado en un lugar degradante, atado y maltratado; el cacique le hizo escuchar música al mismo tiempo que le ofrecía: «Oye, qué bonita música, si afirmas acatando las leyes, te dejo en libertad». Sin alterarse, el mártir le expresó: «Yo voy a oír una música mejor en el cielo». El Padre José Isabel cumplía la palabra expresada varias veces: «Antes morir que fallarle a Dios».

El 21 de junio de 1927 fue conducido, en la noche, al camposanto de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo pero no pudieron. Ordenó el jefe que le dispararan, pero el soldado, que reconoció al sacerdote que lo había bautizado, se negó a hacerlo, entonces enfurecido el verdugo asesinó al soldado. Misteriosamente las armas no hicieron fuego contra el Padre Flores por lo que uno de aquellos asesinos sacó un gran cuchillo y degolló al valeroso mártir.

El Papa Juan Pablo II lo canonizó, junto a otros 24 mártires méxicanos el 21 de mayo de 2000.

San José Isabel Flores Varela, presbítero y mártir
fecha: 21 de junio
n.: 1866 - †: 1927 - país: México
canonización: B: Juan Pablo II 22 nov1992 - C: Juan Pablo II 21 may 2000
hagiografía: Mártires Mexicanos
En el lugar de Zapotlanejo, en México, san José Isabel Flores Varela, presbítero, mártir durante la gran persecución contra la religión en aquel país.
Ver más información en:
Mártires mexicanos (1915-1937)

Nació en El Teúl, Zacatecas, el 20 de noviembre de 1866. Fue adscrito a varias parroquias, y trasaladado finalmente a Matatlán, donde permaneció hasta su muerte. Amable, cariñoso, atento, ordenado y puntual, nunca regañaba ni trataba a nadie con desdén; era, además estudioso y culto. Una severa infección en la mandíbula le desfiguró el rostro, motivo por el cual se dejó crecer una luenga barba, que imprimía respetabilidad en sus facciones.

Durante la suspensión del culto público, muchos obispos y sacerdotes mexicanos se concentraron en las ciudades importantes o en el extranjero; otros muy pocos, decidieron arriesgarlo todo permaneciendo en sus circunscripciones territoriales. Ese fue el caso de san José Isabel, cuya fe, esperanza y caridad, constantes en su vida personal, lucen sobremanera en su martirio; en estado de persecución religiosa siguió atendiendo a los fieles, tanto en la cabecera de la Vicaría, como en numerosos ranchos.

El Padre Flores administraba los sacramentos con toda cautela en domicilios particulares, pues ser denunciado a la autoridad pública equivalía a aprehensión, tortura y muerte. Precisamente un protegido suyo, Nemesio Bermejo, denunció su paradero al presidente municipal de Zapotlanejo, Jalisco, Rosario Orozco, cacique de la región y anticlerical profundo. La madrugada del 13 de junio de 1927, Orozco y un grupo de subordinados, sorprendieron al sacerdote, mientras se dirigía del rancho La loma de las Flores a Colimilla, donde se disponía a celebrar la Eucaristía.

Fue despojado de su cabalgadura y sin consideración a sus 60 años de edad, y obligado a caminar sin tregua una distancia considerable. En el curato de Zapotlanejo, transformado en cuartel, se representó una farsa de juicio: Orozco le ofreció liberarlo si aceptaba públicamente por escrito, la ley reglamentaria del Artículo 130 de la Constitución; el padre Flores rechazó la oferta.

La mañana del 21 de junio, luego de ocho días de agresiones, cuatro subordinados de Orozco condujeron a la víctima al cementerio de esa municipalidad, deslizaron una reata a la rama de un árbol y le lazaron el cuello; para atormentarlo lo suspendían hasta casi provocarle la asfixia; la operación se repitió tres o cuatro veces para finalmente amagarlo con sus armas. El mártir, muy sereno, les dijo: «Así no me van a matar hijos, yo les voy a decir cómo; pero antes quiero decirles que si alguno recibió de mi algún sacramento, no se manche las manos». Uno de los presentes, el que debía ejecutarlo, exclamó: «Yo no metó las manos, el Padre es mi padrino; él me dio el Bautismo». El que hacía de jefe, muy indignado, lo increpó: «Te matamos también a ti». El soldado prefirió morir junto con su padrino y allí mismo lo asesinaron.

Muy nerviosos, los verdugos quisieron consumar su obra, pero sus armas, sin justificación alguna, se trabaron. Finalmente, alguien deseoso de congraciarse con Orozco, degolló al padre Flores con un machete, hecho lo cual, lo sepultaron de inmediato. Después de algunos años, los feligreses de Matatlán exhumaron los restos mortales del sacerdote, colocándolos en el templo de Matatlán, donde se conservan hasta el día de hoy. Su recuerdo sigue vivo y son muchos quienes se encomiendan a su intercesión.
 

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