viernes, 14 de junio de 2013

Apocalipsis









 

 
Icono del siglo XVI con imágenes del Apocalipsis.
El libro del Apocalipsis o Apocalipsis de Juan (griego: Ἀποκάλυψις Ἰωάννου [Apokálypsis Ioánnou], 'Revelación de Juan')? es el último libro del Nuevo Testamento. También es conocido como Apocalipsis de Jesucristo por el título que al principio se da a este libro (Ἀποκάλυψις Ἰησοῦ Χριστοῦ [...]),[1] y, en algunos círculos protestantes, simplemente como Revelación o Libro de las revelaciones. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético.[2]
El Apocalipsis quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. La cantidad de símbolos, eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad de la revelación y, como tal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.
 

Historia del libro

Autoría
El autor se identifica a sí mismo dentro del libro como Juan, y en condición de desterrado en la isla de Patmos (en el mar Egeo) por dar testimonio de Jesús (Apo 1:9).

 
San Miguel combatiendo al Dragón, de Jean Fouquet
La coincidencia de este nombre con el de Juan el Evangelista y el autor de otros escritos del Nuevo Testamento es en gran parte la razón por la cual se atribuye el libro de manera tradicional al apóstol San Juan (a quien se le atribuyen también el cuarto Evangelio y tres cartas: 1 Juan, 2 Juan y 3 Juan).
Sin embargo en el Apocalipsis, el autor sólo menciona su nombre, sin identificarse nunca con el mismo apóstol Juan de los Evangelios, o que se trate siquiera del mismo autor de los otros escritos atribuidos al apóstol.
De cualquier manera, las investigaciones modernas suelen agrupar los escritos atribuidos a Juan y algunas llegan a afirmar que pertenecen a una comunidad denominada "juanina". Esta postura no indicaría necesariamente la autoría directa del apóstol Juan, pero sí que una comunidad ya sea fundada por él, o fuertemente influenciada por él, sería la que generaría estos documentos (Hahn, 2001). Así, aunque Juan no hubiera escrito de puño y letra el Apocalipsis, sería como si lo hubiera hecho a través de esta comunidad.
Además, asignar como autor de las obras a un personaje de renombre es común en la tradición de la literatura apocalíptica, no para darle un crédito extra pero falso a la obra, sino porque de hecho el autor verdadero se identifica plenamente con el personaje que se marca como autor de la obra (Vanni, 1982: 18-19).

Contexto histórico de su escritura

Históricamente, se sabe que el Apocalipsis fue escrito a finales del siglo I o principios del siglo II (aunque otros historiadores lo ubican en distintas fechas de toda la segunda mitad del siglo I [1], [2]), cuando las persecuciones romanas contra los cristianos se hicieron más cruentas, en tiempos del emperador Domiciano (que fue César del imperio romano a fines del siglo I). Este, como algunos otros emperadores, exigían (ya sea por simple vanidad o como estrategia de coerción a sus súbditos) que sus estatuas fueran adoradas a lo largo de todo el imperio, cosa que los cristianos se negaban a hacer por motivos religiosos: los Césares se autoproclamaban 'Señor de Señores', además de 'hijos de Dios', títulos que los cristianos reservan exclusivamente para Jesucristo.[3]
Por ello, el Apocalipsis conllevaría también un trasfondo histórico que haría referencias múltiples a estas persecuciones y a los consejos que el autor daría a sus lectores, cristianos, de mantenerse en la fe para soportar las angustias, poniendo la esperanza final de la nueva Jerusalén como premio seguro para los que fueran firmes (Prévost, 2001: 27-32).
La siguiente es una lista (incompleta) de algunas fechas importantes a tener en cuenta en el contexto histórico de la escritura del Apocalipsis (Prévost, 2001: 27):
  • Década de los años 30: muerte (y resurrección para los cristianos) de Jesús.
  • Años 60: probables fechas de las muertes de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso. Persecución de los cristianos bajo el emperador Nerón.
  • 7073: destrucción por parte de los romanos del templo de Jerusalén, expulsión de los judíos de Jerusalén.
  • Luego del año 73: los conflictos crecen entre cristianos y judíos. Para los años 90, en que probablemente fue escrito el Apocalipsis, la separación es casi completa.
  • 8196: Domiciano es emperador de Roma. Impone con fuerza el culto divinizante al emperador.

Canonicidad


 
"Apócalípico I" de artista mexicano Maurcio García Vega.
El Apocalipsis es considerado uno de los libros más controvertidos y difíciles de la Biblia, por la variedad de posibles interpretaciones en los significados de nombres, eventos y símbolos que se narran. La admisión de este texto en el canon bíblico del Nuevo Testamento no fue nada fácil, la polémica entre los Padres de la Iglesia respecto a la canonicidad del Apocalipsis duró varios siglos.

Reconocimiento y aceptación del Apocalipsis

Al final del siglo II el Apocalipsis fue reconocido por los representantes de las iglesias principales como una obra genuina del apóstol Juan. En Asia, Melitón, obispo de Sardes, reconoció el Apocalipsis de Juan y escribió un comentario sobre él (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV, 26). En la Galia, Ireneo de Lyon creía firmemente en su autoridad divina y apostólica (Adversus Haer.,[3] V, 30). En África, Tertuliano citó frecuentemente el Apocalipsis sin dudas aparentes sobre su autenticidad (Contra Marción, III, 14, 25). En Roma, el obispo Hipólito asignó su autoría al apóstol Juan, y el Fragmento Muratoriano lo enumera junto con las otras escrituras canónicas. La Vetus Latina contenía el Apocalipsis. En Alejandría, Clemente y Orígenes creían sin vacilación en su autoría joánica. Orígenes aceptaba el Apocalipsis como inspirado, y lo catalogaba como parte del Homologoumena. Atanasio, obispo de Alejandría, lo reconoció plenamente en su carta pascual 39 en el año 367.
En occidente, el libro fue definitivamente aceptado por el decreto del papa Dámaso I, en el año 382, confirmado luego en los concilios de Hipona (en el 393) y de Cartago (en el 397), junto con todos los demás escritos del Nuevo Testamento. En oriente, fue incluido en el canon después de mucha polémica (que se prolongó hasta el siglo IX) aunque es el único libro del Nuevo Testamento que no es leído como parte de la liturgia en la Iglesia Ortodoxa.

Adversarios de la canonicidad del Apocalipsis

Algunos, como el romano Cayo, a principios del siglo III rechazaron el Apocalipsis por fomentar el milenarismo. El antagonista más importante de la autoridad del Apocalipsis fue Dionisio, obispo de Alejandría, discípulo de Orígenes. Él no se oponía a la idea de que Cerinto fuese el autor del Apocalipsis como se puede leer en su obra Sobre las promesas:
"Esta es la doctrina que enseñaba Cerinto: el reino de Cristo será terrenal. Y como amaba el cuerpo y era del todo carnal, imaginaba que iba a encontrar aquellas satisfacciones a las que anhelaba, las del vientre y del bajo vientre, es decir del comer, del beber, del matrimonio: en medio de fiestas, sacrificios e inmolaciones de víctimas sagradas, mediante lo cual intentó hacer más aceptables tales tesis".
Otro discípulo de Orígenes, Eusebio de Cesarea discrepaba de su maestro alejandrino al rechazar el Apocalipsis como escrito bíblico, aunque se vio obligado a reconocer su casi universal aceptación. Afirmó lo siguiente:
"El Apocalipsis es aceptado por algunos entre los libros canónicos, pero otros lo rechazan." (Historia Eclesiástica, III, 25).
Cirilo de Jerusalén no lo nombró entre los libros canónicos; tampoco aparece en la lista del Sínodo de Laodicea, o en la de Gregorio de Nacianzo. Otro argumento en contra de la paternidad apostólica del libro es su omisión de la versión Peshita, la Vulgata siria en arameo.
En el siglo IV, san Juan Crisóstomo y otros obispos argumentaban contra la inclusión de este libro en el canon del Nuevo Testamento, sobre todo debido a las dificultades que planteaba su interpretación y el peligro latente que podía entrañar. Los cristianos de Siria también lo rechazaron debido a que los montanistas se apoyaban mucho en él.
En el siglo IX, fue incluido junto con el Apocalipsis de Pedro entre los libros "discutidos" de la Stichometría de san Nicéforo, patriarca de Constantinopla.
Martín Lutero consideraba que el Apocalipsis "no es ni apostólico ni profético", y decía que "Cristo no se enseña ni se sabe de él aquí". (Tratado de Lutero de libros discutidos del Nuevo Testamento (en inglés))

Análisis del libro

La lectura del libro del Apocalipsis se puede hacer en varios planos (literal, simbólico, por su género literario, con el contexto histórico en que fue escrito, por el mensaje de fondo del que habla, etc.) Según Prévost (2001: 5-9) es necesario comprender todos estos niveles para entender el libro del Apocalipsis y para evitar interpretarlo solamente desde la perspectiva de actitudes de los movimientos apocalípticos que se centran únicamente en el terror que causaría un supuesto fin del mundo:[4]
  • Una lectura literal del libro puede dejar distintas impresiones en el lector, pero es importante no quedarse solamente en este nivel, sino profundizar más para una mejor comprensión. Actualmente hay un enfoque hacia la interpretación de un tema y la metodología que hizo posible dicho texto interpretativo, dicho enfoque implica que cuando un comentarista expone sobre la revelación de Juan, tiene que exponer el criterio y la metodología usada.
  • El nivel de género literario es muy importante, pues permite ubicar al Apocalipsis dentro del contexto de otros libros (bíblicos y no bíblicos) que con una estructura o simbología similar puedan dar luz para entender lo que el autor del libro en realidad haya querido decir al escribirlo. El Apocalipsis de Juan pertenece de hecho al género Apocalíptico, aunque presenta algunas características que lo diferencian del resto de la literatura apocalíptica.[5]
  • El nivel histórico permite también ubicar la época del autor, junto con las crisis y sucesos que podrían haber influido en la escritura tanto del libro en general, como de ciertos pasajes particulares [4].
  • A nivel simbólico es posible entender también lo que para el autor representarían los numerosos símbolos que aparecen en el libro.
  • Es importante no olvidar que, en último término, el libro es un escrito cristiano, y que como tal, lleva implícito el mensaje que se encuentra en los Evangelios, centrado en la figura de Jesucristo.[6]
Igualmente, se pueden incluir análisis que contemplen la estructura desde el punto de vista del idioma en que fue escrito el libro (griego). (Vanni, 1971: 236-247; Vanni, 1982: 12)

Escuelas de interpretación

Según Hahn (2001), básicamente existen cuatro escuelas interpretativas del contenido del Apocalipsis, a saber:
  • Preterista. Subraya el cumplimiento de las profecías del Apocalipsis durante el siglo I.[7] Tiende a identificar a los personajes del libro con personajes históricos de la época del siglo I.
  • Idealista. Ve al Apocalipsis como una alegoría del combate espiritual entre el bien y el mal que debe tener todo fiel.
  • Futurista. Conlleva la identificación de los personajes del Apocalipsis con distintos personajes que han surgido a lo largo de la historia humana, como la identificación de las Bestias del Apocalipsis con Napoleón Bonaparte, Hitler o Stalin, etc.
  • Historicista. Sostiene que el Apocalipsis expone el plan maestro de Dios para la historia, de principio a fin, incluyendo la historia particular de la Iglesia.[8]
Para Hahn, todas estas escuelas tienen su razón de ser y su parte de veracidad, y aunque dicho autor favorece ante todo la visión preterista, no rechaza del todo ninguna de las otras escuelas.
Según Vanni (1982), desde esta misma perspectiva el mensaje de todo el libro del Apocalipsis puede actualizarse a la época de cualquier creyente cristiano, o más bien de cualquier comunidad de creyentes cristianos (pues todas las citas del libro están siempre dirigidas a un grupo de gente, no a alguien aislado). Y así desde la perspectiva preterista, la Babilonia que podría haber representado para el autor la Roma perdida, una ciudad dominadora, consumista, pagana, podría representar hoy en día un sinnúmero de situaciones particulares similares, pero teniendo cuidado de discernir adecuadamente cuáles son esas situaciones y de no llevar la interpretación al extremo de la identificación (es decir, en una especie de perspectiva futurista pero sin rayar en la identificación, evitando pensar que el Apocalipsis hubiera sido escrito explícitamente para "predecir" los hechos de alguna época y nada más). Por eso dentro del Apocalipsis el libro de los siete sellos no lo interpreta, ni lo puede interpretar o siquiera abrir, cualquiera, sólo el Cordero (Ap 5:1-8), como diciéndole a la comunidad, que siempre el Cordero debe ser su criterio de discernimiento. (Vanni, 1982: 137-139)
Además, se pueden reconocer muchas otras escuelas de interpretación del Apocalipsis, como la visión esotérica y la propia de Iglesias como la Católica, la Ortodoxa oriental, la Anglicana o la Mormona, algunas de las cuales incluyen elementos de las otras escuelas (de las anteriormente citadas y las de otras Iglesias), pero se encuentran bien definidas en sus doctrinas y por eso se diferencian.

Estructura

En primer lugar, se puede ver al Apocalipsis como compuesto por cuatro partes:
  1. Introducción y Cartas a las Iglesias (Ap 1-3). El contenido de la salutación está dirigido a una jurisdicción eclesiástica y representa una comunicación oficial de un dirigente a su cargo. Siguiendo el ejemplo de otros libros de la época, su distribución es local y luego de su inclusión en el canon, es distribuido a toda la Iglesia. Como si fuera una epístola (pero sin serlo), se podría reconocer aquí a los destinatarios del libro.
  2. El Cordero, los Siete Sellos y Trompetas (Ap 4-11). Se ven aquí muchos símbolos que hacen alusión a la liturgia cristiana primitiva, y para Prévost (Prévost, 2001: 28) es también una forma de definirse frente al judaísmo.
  3. El Dragón y el combate (Ap 12-20). La historia se vuelca ahora a un combate cósmico para explicar el sentido de la historia, y a la vez también simboliza -según Prévost (Prévost, 2001: 28)- el enfrentamiento de los primeros cristianos con el imperio romano.
  4. La Nueva Jerusalén (Ap 21-22). De forma conclusiva, como una despedida al final del libro, se menciona la esperanza que guía a todo el libro.
El libro del Apocalipsis presenta también secciones bien diferenciadas, en las que los símbolos cambian entre una y otra, aunque conservando un mensaje principal idéntico de esperanza:
  • Introducción y Presentación (Ap 1). Presenta la visión de todo el libro e introduce la siguiente sección (el mensaje a las Iglesias) como venido de parte de un ...hombre de larga túnica, cuyos cabellos eran blancos. En su mano tenía siete estrellas y de su boca salía una espada de doble filo..., en referencia a Cristo resucitado.
  • El mensaje a las Iglesias (Ap 2-3). Es una serie de evaluaciones, buenas y malas, a siete comunidades, que terminan con un reto y la inspiración para vencer. Las comunidades tienen una relación específica en la época del autor.[9]
  • Las Teofanías de Dios (Ap 4). Se presenta un conjunto de símbolos que representan la majestad de Dios, haciendo alusión a las teofanías más importantes del Antiguo Testamento: la zarza ardiente, el monte Sinaí, la vocación de Isaías y la visión de Ezequiel en el río Quebar.
  • El Cordero (Ap 5). Se presenta, en contraste pero en unidad con la sección anterior, la humildad y poder del Cordero (Cristo), como el único que es capaz de entender al principio el designio de Dios y por lo tanto de abrir el libro de los siete sellos (sección siguiente).
  • Los Siete Sellos (Ap 6-8). En esta sección abundan los símbolos numéricos y cromáticos. La sección comienza con la famosa descripción de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, que llevan numerosas plagas a la humanidad. Durante la apertura de cada sello, se desarrollan también las visiones de cataclismos naturales, que concluyen con el Juicio Final.
  • Las Siete Trompetas (Ap 8-11). Con la apertura del séptimo sello, comienza el desarrollo de un nuevo simbolismo numérico de catástrofes anunciadas por 7 trompetas, y el surgimiento de una primera Bestia que guerrea con dos Testigos.
  • El Dragón y las Bestias (Ap 12-13). Después, en un cambio en el hilo de la historia, se narra el surgimiento del Dragón que combate con una Mujer que da a luz a un Niño. Después, el Dragón convoca a dos Bestias que lo sirven.
  • Los Vencedores (Ap 14-15). Entran en escena los que serán vencedores del Dragón y las Bestias. Aunque en esta parte no se indica aún que los venzan, sí se indica que están de parte del Cordero, y que de hecho éste los dirige, dispuestos a vencer.
  • Las Siete Copas (Ap 16). De nuevo en un simbolismo numérico, se habla de catástrofes, y de la batalla final que comienza con la reunión de los ejércitos en un lugar llamado Armagedón.
  • La Prostituta y la caída de Babilonia (Ap 17-19). Entra en escena la Prostituta (denominada Gran Babilonia), que está sostenida por las Bestias y del Dragón. Entra entonces en escena Cristo montado en un caballo blanco, la Gran prostituta es vencida y las Bestias son capturadas y echadas al lago de fuego.
  • La Derrota (Ap 20). Se menciona que el Dragón queda encerrado por mil años luego de la victoria de la sección anterior y que al final volverá a salir reuniendo a todas las naciones representadas por Gog y Magog para ser vencido de nuevo, esta vez de manera definitiva.[10]
  • La nueva Jerusalén (Ap 21-22). La visión concluye con esperanza: la tierra y el cielo son hechos de nuevo, Jerusalén, como símbolo de la ciudad de Dios, es toda la Tierra donde ahora Dios habita directamente en medio de todos los hombres. El libro, y por lo tanto la Biblia cristiana concluyen con una bendición y una petición que apremian a Jesús a volver pronto.

Estructura septenaria del Apocalipsis

La estructura del Apocalipsis se puede ver también de acuerdo a septenarios: dividido en 7 grupos, cada grupo a su vez puede subdividirse en subgrupos de 7 junto con preludios, interludios y otros excursos (Läpple, 1970):
  • Título del libro y prólogo (Ap 1:1-3)
1. Las siete cartas a las Iglesias (Ap 1:4-3:22)
  1. Carta a la Iglesia de Éfeso (Ap 2:1-7)
  2. Carta a la Iglesia de Esmirna (Ap 2:8-11)
  3. Carta a la Iglesia de Pérgamo (Ap 2:12-17)
  4. Carta a la Iglesia de Tiatira (Ap 2:18-29)
  5. Carta a la Iglesia de Sardis (Ap 3:1-6)
  6. Carta a la Iglesia de Filadelfia (Ap 3:7-13)
  7. Carta a la Iglesia de Laodicea (Ap 3:14-22)
2. Los siete sellos (Ap 4:1-8:1)
  • Visión preliminar (el trono de Dios, su corte, el Cordero, las oraciones de los santos, y el libro de los siete sellos) (Ap 4:1-5:14)
  1. El primer sello (el jinete del caballo blanco) (Ap 6:1-2)
  2. El segundo sello (el jinete del caballo rojo) (Ap 6:3-4)
  3. El tercer sello (el jinete del caballo negro) (Ap 6:5-6)
  4. El cuarto sello (el jinete del caballo verde o amarillo) (Ap 6:7-8)
  5. El quinto sello (los mártires) (Ap 6:9-11)
  6. El sexto sello (los desastres naturales) (Ap 6:12-17)
  • Visión intermedia (los 144.000 y los que se salvarán) (Ap 7:1-17)
7. El séptimo sello (un silencio y el comienzo de las trompetas) (Ap 8:1)
3. Las siete trompetas (Ap 8:2-11:19)
  • Visión preliminar (las trompetas y la purificación de las oraciones de los santos) (Ap 8:2-5)
  1. La primera trompeta (desastres sobre la tierra) (Ap 8:6-7)
  2. La segunda trompeta (desastres sobre el mar) (Ap 8:8-9)
  3. La tercera trompeta (desastres sobre las aguas) (Ap 8:10-11)
  4. La cuarta trompeta (desastres sobre el cielo) (Ap 8:12-13)
  5. La quinta trompeta (el primer ¡Ay!) (Ap 9:1-12)
  6. La sexta trompeta (el segundo ¡Ay!, que se prolonga durante los 3 excursos siguientes) (Ap 9:13-21)
7. La séptima trompeta (el tercer ¡Ay!, aclamación celestial, el Arca de la Alianza vuelve a verse (Ap 11:15-19)
4. Las siete visiones de la Mujer y el combate con el Dragón (Ap 12:1-14:20)
  1. Visión de la Mujer (Ap 12:1-2)
  2. Visión del Dragón (Ap 12:3-17)
  3. Visión de la Bestia (Ap 12:18-13:10)
  4. Visión de la Segunda Bestia (Ap 13:11-18)
  5. Visión del Cordero y los 144.000 (Ap 14:1-5)
  6. Visión de los Tres Ángeles (Ap 14:6-13)
  7. Visión del Hijo del Hombre y la Siega por parte de Tres Ángeles (Ap 14:14-20)
5. Las siete copas (Ap 15:1-16:21)
  • Visión preliminar (las copas de la ira de Dios) (Ap 15:1-8)
  1. La primera copa (primera plaga) (Ap 16:1-2)
  2. La segunda copa (segunda plaga) (Ap 16:3)
  3. La tercera copa (tercera plaga) (Ap 16:4-7)
  4. La cuarta copa (cuarta plaga) (Ap 16:8-9)
  5. La quinta copa (quinta plaga) (Ap 16:10-11)
  6. La sexta copa (sexta plaga, promesa de esperanza y Armagedón) (Ap 16:12-16)
  7. La séptima copa (séptima plaga) (Ap 16:17-21)
6. Los siete cuadros sobre la caída de Babilonia (Ap 17:1-19:10)
  1. Visión de Babilonia (Ap 17:1-18)
  2. Visión del Ángel anunciando la caída de Babilonia (Ap 18:1-3)
  3. Recomendaciones al pueblo de Dios en Babilonia (Ap 18:4-8)
  4. Lamentaciones sobre Babilonia (Ap 18:9-19)
  5. La alegría en el Cielo (Ap 18:20)
  6. La caída de Babilonia (Ap 18:21-24)
  7. El triunfo en el Cielo (Ap 19:1-10)
7. Las siete visiones del fin (Ap 19:11-22:5)
  1. Visión del Cielo abierto y del Verbo de Dios (sobre un caballo blanco) (Ap 19:11-16)
  2. Visión del Ángel Exterminador (Ap 19:17-18)
  3. Visión de la Bestia y de su Derrota (Ap 19:19-21)
  4. Visión del Reinado de Mil Años y juicio a Gog y Magog (Ap 20:1-8)
  5. Visión de la Primera Resurrección, el Segundo y Último Combate Escatológico (Ap 20:4-10)
  6. Visión del Juicio de las Naciones (Ap 20:11-15)
  7. Visión de la Jerusalén Celestial (Ap 21:1-22:5)

Simbología del Apocalipsis

El Apocalipsis cita o parafrasea frecuentemente al Antiguo Testamento, por lo que muchos de los símbolos presentes en este libro son sacados de una lectura cristiana del Antiguo Testamento(Vanni, 1982: 33).

La liturgia

Vanni (1982: 88) apunta que en el trasfondo del texto subyace el ritmo propio de la liturgia de los primeros siglos del cristianismo, liturgia que hoy sigue vigente aunque con numerosos cambios (Hahn, 2001).
En algunos puntos, pareciera como si la intención del autor fuera que se leyera el libro en comunidad, con un lector que haga las veces de Cristo, otros haciendo las veces de otros personajes, y el resto de la comunidad respondiendo en las partes que les correspondan (alabanzas, doxologías, oraciones, peticiones, etc.) Véase por ejemplo Ap 1:1-8; Ap 4-5; Ap 11:15-19; Ap 22:14-21, etc.
De hecho, tomando como contexto el "día del Señor", en que el autor dice haber recibido la visión (Ap 1:9-10), puede verse una imagen de una liturgia cristiana primitiva en todo el libro. La parte penitencial (la que pide y mueve a conversión) serían las cartas a las Iglesias (Ap 2-3), mientras que el resto del libro hablaría a la comunidad sobre la necesidad de hacerse actora en la historia, llena, sí, de malos momentos, pero siempre acompañada del Cordero (Vanni, 1982: 127). Para (Hahn, 2001) prácticamente todos los elementos de la celebración del sacramento de la Eucaristía en la Iglesia Católica son tomados de una u otra forma de figuras del Apocalipsis, convirtiendo así al libro en una especie de guía figurada de la liturgia cristiana primitiva.
Por último, la liturgia se ve reflejada en muchos símbolos a lo largo de los pasajes del libro. Por ejemplo, las oraciones. Al inicio éstas se presentan ante el trono de Dios en copas (Ap 5:7-8), tal vez inmerecidas, pero purificándolas un ángel con incienso, adquieren su valor y su fuerza verdaderos (Ap 8:3-5). Y precisamente estas mismas copas son las que posteriormente llevan ahora la furia de Dios (ver el septenario de las copas), una respuesta a las oraciones de los cristianos (los consagrados y los santos que elevaron en un principio sus oraciones). (Vanni, 1982: 143-148)
(Hahn, 2001) muestra la siguiente tabla, en la que el autor empareja varios pasajes del Apocalipsis con partes definidas de la Eucaristía:
Culto dominicalAp 1:10
Sumo SacerdoteAp 1:13
AltarAp 8:3-4,11:1,14:18
Sacerdotes (presbyteroi o ancianos)Ap 4:4,11:16,14:3,19:4
OrnamentosAp 1:13,4:4,6:11,7:9,15:6,19:13-14
Célibes consagradosAp 14:4
Candeleros, o menoráhAp 1:12,2:5
PenitenciaAp 2,3
InciensoAp 5:8,8:3-5
Libro o rolloAp 5:1
Hostia eucarísticaAp 2:17
CálicesAp 16,15:7,21:9
La señal de la cruz (la tau)Ap 7:3,14:1,22:4
El GloriaAp 15:3-4
El AleluyaAp 19:1;3;4;6
Levantemos el corazónAp 11:12
«Santo, santo, santo»Ap 4:8
El AménAp 19:4,22:21
El «Cordero de Dios»Ap 5:6 y a lo largo de todo el libro
La Virgen MaríaAp 12:1-6;13-17
Intercesión de ángeles y santosAp 5:8,6:9-10,8:3-4
El arcángel MiguelAp 12:7
Canto de antífonasAp 4:8-11,5:9-14,7:10-12,18:1-8
Lecturas de la Sagrada EscrituraAp 2,3,5,8:2-11
Sacerdocio de los fielesAp 1:6,20:6
Catolicidad o universalidadAp 7:9
Silencio meditativoAp 8:1
La cena nupcial del CorderoAp 19:9,17

Números y Colores

Entre los numerosos símbolos presentes en todo el libro, dos características destacan: los "números" y los "colores". Muchos de los significados de estos símbolos son, de hecho, propios de la literatura apocalíptica, no solamente de este libro (Prévost, 2001: 53,60).
Números
Prévost (2001: 39-43) menciona que los distintos números mencionados en el Apocalipsis tienen siempre un carácter simbólico. El significado de los números se daría en función del sentido que los cristianos de la época del siglo I les darían, y que estarían directamente influenciados por los significados que los judíos le darían a muchos de esos números:
  • Uno. Normalmente se usa para referirse a Dios. (p.ej. Ap 4:2)
  • Un medio, tres y medio. Parece ser que estos números están directamente heredados del libro de Daniel; representan un tiempo limitado y restringido, que no llegaría a ser uno (que significa la plenitud de Dios) o cuatro (que significa lo terrenal o universal), incluso por ser la mitad de siete (la perfección). El tres y medio se ve reflejado también en la frase un tiempo, tiempos y medio tiempo. Esta división en tres partes también se podría basar en una interpretación de la profecía de las setenta semanas de Daniel, con una división semejante en tres partes: 49 años + 434 años + 7 años, a partir de uno de los decretos dados por los reyes persas para que los judíos salieran de la cautividad babilónica, de los cuales los más famosos fueron el de Ciro el Grande en el 538 a. C. y el de Artajerjes I Longímano en el 457 a. C., (2Cr 36:22-23), (Esdras 7:7), (Dn 9:24-27). Asimismo, los mil doscientos sesenta días mencionados en el libro, así como los cuarenta y dos meses, son equivalentes a tres años y medio. (p.ej. Ap 8:1;11:2-3,9,11;12:6,14)
  • Cuatro. Se puede referir a lo terrenal o Universal, o Creación (por los cuatro puntos cardinales), e igualmente se aplica a los cuatro Vivientes que se encuentran con Dios al inicio de la visión, y que algunos identifican con los cuatro evangelistas (aunque esto último tiene escasa justificación[11] ). Sin embargo, con base en el simbolismo de toda la Creación, los cuatro vivientes que están con Dios podrían representar más bien el dominio que tiene Dios sobre toda la Creación y la relación que ésta tiene con su Creador. (Vanni 1982: 50-51) (p.ej. Ap 4:6-8;7:1;20:8)
  • Seis. En algunos contextos denota imperfección, pues le falta uno para llegar a la cifra perfecta (ver símbolo siguiente) (p.ej. Ap 13:18). Por otro lado también, cada uno de los cuatro Vivientes que están junto al trono de Dios tienen seis alas (Ap 4:8).
  • Siete. Para los judíos, el número siete (en hebreo, sheba) denota la perfección.[12] Este número está presente en muchos libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, siempre con el mismo significado.[13] (p.ej. Ap 1:4,12,16;4:5 y los septenarios)
  • Doce. Representa en primer lugar a las doce tribus de Israel, y por extensión al pueblo de Dios. De forma cristiana entonces, este número representa a los cristianos (que según su interpretación son el nuevo pueblo de Dios), en particular representados por el número de los apóstoles (p.ej. Ap 12:1;21:12,14,20,21). Otros números directamente influenciados por el doce son el veinticuatro (24 = 12 x 2), el cuarenta y ocho (48 = 12 x 4) y el ciento cuarenta y cuatro (144 = 12 x 12). (p.ej. Ap 4:4,10;5:8;7:4-8;11:16;19:4)
  • Mil. Este número no representaría la cantidad exacta de 1000, sino la idea general de un gran número (por ejemplo, los mil años de encierro del Dragón antes de que se vuelva a levantar y sea vencido para siempre (Ap 20), no representarían un período de exactamente mil años sino solamente la idea general de mucho tiempo). (p.ej. Ap 5:11;7:4-8;20:2-7)
Igualmente, muchos otros números aparecen en el libro, que siguiendo la interpretación de la literatura apocalíptica, tienen también un significado simbólico. El tres por ejemplo puede representar a Dios, y aunque para los judíos de por sí el número tres ya es representativo de la divinidad, desde el punto de vista cristiano también lo hace tomando en cuenta la Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por otro lado en el Apocalipsis, el tres aparece como una fracción, en vez de como el número entero (una tercera parte, un tercio, indicando también que ni es el Uno pleno de Dios, ni el Cuatro pleno de la Creación, y que dos tercios no se ven afectados por lo que la tercera parte sí lo es). Aparecen también otros números como el dos, el diez, entre otros.
Colores
Los colores también juegan un papel importante y tendrían un significado propio (Prévost, 2001: 37-38).

Los septenarios


 
El Cordero con el libro de los siete sellos, folio 13v del Apocalipsis Bamberg.
El libro del Apocalipsis contiene series del número 7 a lo largo de todo su corpus. Las más notorias se encuentran por la relación que guardan entre sí los tres septenarios de sellos, trompetas y copas.
El septenario de los sellos (Ap 4-8:2) se da conforme el Cordero va abriendo uno a uno los sellos de un libro que nadie podía abrir excepto él.[14] Antes de romper los sellos la visión se encuentra en el cielo, con las teofanías de Dios y el Cordero y la alegría que causa que éste sea capaz de abrir el libro. Los primeros cuatro sellos originan a los jinetes del Apocalipsis. Los sellos 5 y 6 originan cataclismos. Después del sexto sello se da una visión de esperanza (los 144.000) y con el séptimo sello comienza el siguiente septenario: las trompetas, y con ellas en realidad todo el resto del libro que concluye con la visión final de la Nueva Jerusalén.
El septenario de las trompetas (Ap 8-11) comienza con una visión celeste de esperanza (básicamente los mismos 144.000 que vienen antes del séptimo sello que coincide con la primera trompeta), después se tocan las trompetas, acompañadas de cataclismos. Luego de la sexta trompeta, viene una visión de esperanza (el ángel y el librito, los dos testigos). Al tocarse la séptima trompeta, hay un cántico de victoria.
El septenario de las copas (Ap 15-22) aparece un poco después. De nuevo, comienza con una visión celeste de esperanza (los Vencedores). Después las copas se derraman, acompañadas de cataclismos. Luego de la sexta copa, aunque sumergido en un ambiente de derrota, viene una promesa de esperanza. La conclusión de este septenario, luego de derramar la séptima copa comienza con la presentación de la Prostituta de Babilonia, pero nótese que inmediatamente comienza su declive, e in crescendo desemboca hasta la visión gloriosa del final del libro.
Así pues, los tres septenarios más importantes del Apocalipsis tienen aproximadamente la misma estructura: una visión celeste que es preludio de la esperanza, una serie de cataclismos terrestres, luego del sexto símbolo hay un interludio de esperanza y al finalizar el séptimo símbolo hay un triunfo total de salvación. (Prévost 2001: 102)
Otros septenarios del libro, algunos un tanto velados, se encuentran en las iglesias a las que se dirige el autor (7, Ap 1:4), que son las mismas a las que se dirigen las cartas a las Iglesias de los capítulos 2 y 3; en las bienaventuranzas mencionadas (7, Ap 1:3;14:13;16:15;19:9;20:6;22:7;22:14); en las aclamaciones litúrgicas a Cristo (7, Ap 1:4-7;5:9-10;5:12;5:13;7:10;11:15;19:6-7); en los espíritus que están ante el trono de Jesucristo (7, Ap 1:4), etc.
En este contexto, también se puede analizar la estructura del Apocalipsis de acuerdo a septenarios.

Personajes y figuras en la simbología del Apocalipsis

Conjuntando el significado de la diversa simbología del Apocalipsis, se pueden encontrar dentro del mismo una variedad de personajes y figuras frecuentemente analizadas y estudiadas. Además del libro,[15] del Arca de la Alianza[16] y de los componentes de los septenarios (los 7 sellos, las 7 trompetas y las 7 copas), en orden de aparición algunas de las figuras del Apocalipsis son:
Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis
(Ap 6:1-8) La imagen de caballos viene desde el libro de Zacarias, en donde se establece que son enviados por Dios. Montando cada uno un caballo con un color característico, estos jinetes llevan plagas a toda la humanidad (recordando que el número 4 representa a toda la Creación, por lo que las plagas se extenderían entonces por toda la Tierra). Recordando el significado de los colores, la interpretación más común de lo que cada jinete representa sería la siguiente (Prévost 2001: 38; Vanni, 1982: 53-54):
  • Caballo rojo, representa la guerra.
  • Caballo negro, representa la hambruna, la pobreza.
  • Caballo verde o amarillo, representa la muerte o la enfermedad.
  • Caballo blanco, representa para algunos la muerte, por el hecho de que vence siempre, pero para otros, por el color, por el hecho de que porta una corona[17] y por el hecho de que los cristianos no creen que la muerte sea invencible, representaría más bien a Cristo (o a un jinete en su representación), haciendo referencia también a Ap 19:11-21, donde vuelve a aparecer el caballo blanco, con Cristo montándolo.
Los 144.000
(Ap 7:4-8) Hay que notar primero que 144.000 = 12 x 12 x 1000, es decir, recordando el significado de los números, una gran cantidad (1000), multiplicada por la totalidad (al cuadrado, es decir, todavía más grande) del pueblo de Dios.
Esta cifra puede interpretarse literalmente a partir del libro del Apocalipsis como el número de las personas que quedarían salvadas al final, pero leyendo más adelante, se puede leer lo siguiente: ...vi luego también una multitud que nadie podía contar, de toda nación, raza y lengua... (Ap 7:9-17), lo que se puede interpretar también como el hecho de que el número 144.000 no sería exacto ni literal, sino solamente representativo.
El total de 144.000 se da por la suma de doce mil miembros de cada tribu del pueblo de Israel. Según Prévost (2001: 105-106) existe una curiosidad en este listado de las tribus, que no aparece en cualquier otro listado de las tribus de Israel en toda la Biblia. En primer lugar aparece la tribu de Judá, como sería lógico para quien tiene claro de donde viene el Mesías según las profecías del Antiguo Testamento. Después viene la tribu de Rubén, que siendo hermano mayor de Judá no prevaleció. Por otra parte no aparecen las tribus de Dan,[18] ni la de Efraín[19] que en otros listados sí aparecen, en cambio aparecen las de Leví[20] y José.[21] Y después, la parte más extraña, si se recuerda que las tribus de Israel están asociadas a los 12 hijos de Jacob, y que este tuvo sus doce hijos a partir de varias esposas: dos esclavas (Zilpa y Bilha) y dos no esclavas (Lea y Raquel). Por lo general, uno esperaría, como de hecho sucede en los otros listados, que primero se enlisten los hijos de las esposas no esclavas, y por último los de las esclavas. En el listado del Apocalipsis, después de mencionar a Judá y Rubén, se enlistan primero las tribus de los hijos de las esclavas (Gad, Aser y Neftalí) y al último el resto (Manasés -hijo de José-, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín).[22]
La Bestia y su número

 
Predicación del Anticristo por Luca Signorelli en la capilla de San Bricio en la Catedral de Orvieto
(Ap 13) Este es uno de los símbolos más famosos heredados del libro del Apocalipsis. El número seiscientos sesenta y seis se suele identificar con el Diablo (aunque aquí el Dragón del Apocalipsis es representativo del mismo -Ap 12:9-) o con el Anticristo.
En el Apocalipsis, sin embargo, únicamente se menciona esta cifra una vez (Ap 13:18), para decir que es el número de la Bestia que sirve al Dragón (y después se le asocia con la marca de la Bestia que llevarían todos aquellos que concuerden con el Dragón y la Bestia). Hay que recordar primero que el significado del número 6 es de imperfección (por faltarle una unidad para la perfección del número 7), y el número 666 representaría entonces una imperfección llevada hasta el extremo.
Hay autores que buscan identificar el número 666 con un personaje histórico de la época en que fue escrito el libro ya que en numerosos textos bíblicos sugiere que el Anticristo era un personaje de la época de los apóstoles:
Y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.
1 Juan 4:3[23]
Y en base a esto intentan encontrar un juego numérico (conocido como gematría) con las letras del alfabeto griego (idioma en que fue escrito el libro) que pudiera dar la equivalencia para reconocer con este número a la principal Bestia del Apocalipsis. Estos juegos eran comunes a la época de la escritura del Apocalipsis, y se han encontrado vestigios de ellos también en otros escritos. Se asigna a cada letra (alfa, beta, gamma,..., psi, omega) un número: las primeras del 1 al 10 (excepto el 6), luego de diez en diez hasta el 80, luego el 100 y de cien en cien hasta el 800. Una palabra o frase conocida tenía entonces un número asociado al sumar las cifras equivalentes a cada letra; el inverso de este juego consiste en dar un número (como es el caso del 666 del Apocalipsis) y tratar de identificar qué palabra o frase cumple también con estas características. Siguiendo este juego numérico, se puede llegar a concluir que el número representaría a Domiciano, que persiguió a los cristianos en la época de la escritura del Apocalipsis, o en general a los Césares romanos que se autoproclamaban dioses y que exigían a sus súbditos que así fueran adoradas sus estatuas. (Prévost 2001: 45-49)
Algunas investigaciones también concluyen que el número 666 dado en este pasaje del Apocalipsis es erróneo, ya que existen algunas versiones del libro que datan del siglo II o III y que tienen como número de la Bestia al seiscientos dieciséis (y con el cual a través de los mismos juegos numéricos se podría relacionar a varios Césares romanos, por ejemplo Calígula, emperador romano caracterizado por su crueldad). (Prévost, 2001: 46,48) [5]
Igualmente que con otros símbolos del Apocalipsis, hay muchas otras interpretaciones que identifican a la Bestia con personajes de distinta índole a lo largo de la historia (y que a través de otros juegos ingeniosos reconocen al 666 apocalíptico con ellos). Hay incluso interpretaciones que identifican al 666 con fechas.
La primera Bestia y los Dos Testigos
Otros manejan la posibilidad de identificar a la Bestia a la que históricamente se referiría el autor del Apocalipsis, con el emperador Nerón, que para la época de la redacción del libro, aún dejaría un recuerdo de las torturas y persecuciones de su época. Tomando la frase 'Nerón César', en hebreo o en griego, considerando únicamente las consonantes y tomando números de acuerdo a una numeración del alfabeto hebreo, similar a la anterior, la suma daría de nuevo el famoso número 666. [6] Es más, si se toma la frase 'Nerón César', pero no en griego sino en latín, el número resultante es el 616. [7]
Dentro del libro del Apocalipsis se menciona que una primera Bestia mata a dos Testigos de Dios en una ciudad, los cuales, por cierto, luego de muertos resucitan a los tres días y medio y son ascendidos a los cielos a la vista de sus enemigos (Ap 11). La descripción de dos testigos va de acuerdo con la ley judía que establece que sólo se acepta el testimonio de dos testigos. Algunos han querido reconocer en estos dos Testigos a los apóstoles Pedro y Pablo, muertos durante la época de Nerón. Sin embargo, en el Apocalipsis no se reconoce que esta primera Bestia sea la misma que la del número 666.
Para (Hahn, 2001), los dos testigos representan al profeta Elías y a Moisés, personajes en quienes a su vez se personificaría toda la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento.
Otra interpretación que se da a los dos Testigos es que corresponden a Elías y a Enoc, debido a que en toda la historia que relata la Biblia estos dos personajes no han muerto: Elías fue llevado al cielo en un torbellino ante un carro de fuego que lo separó de Eliseo(2Kin 2:11), y Enoc: Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. (Gn 5:24). Debido a que todo hombre debe morir, y estos dos personajes no han muerto, se presume que el evento relatado en el Apocalipsis sería el tiempo de la muerte de ellos.

 
Juan recibe el Apocalipsis de Hans Memling.
Babilonia y la prostituta

 
La ramera de Babilonia sobre la bestia de siete cabezas, de una pintura rusa del siglo XIX.
(Ap 17) Para Prévost (2001: 32,124), en este símbolo podría verse la alusión política que en la época de la escritura del libro, el autor haría de sus enemigos:
Antes de nada, debe recordarse que para los judíos la ciudad de Babilonia representa el exilio, luego de que los babilonios exiliaron a la élite de la sociedad judía de Jerusalén en el año 587 a. C. Igualmente, significa para ellos la perversión de las costumbres judías, que se fueron mezclando con elementos de idolatría en esa ciudad, pecado fuertemente condenado por ellos. Así pues, Babilonia representa tanto el poder dominador extranjero, como la idolatría.
Por eso en el Apocalipsis (igual que en otros libros del Nuevo Testamento), Babilonia se suele identificar (siguiendo la línea de estas mismas investigaciones) con la Roma imperial que perseguía a los cristianos y que les exigía idolatrar al César como un dios. De hecho en el Apocalipsis, en la descripción de Babilonia con sus siete montes, podría reconocerse a la ciudad de Roma. La prostituta del Apocalipsis tendría entonces el mismo significado de perversión, idolatría y desenfreno característicos de la alta sociedad romana de ese entonces.
Por otra parte, otros identifican a Babilonia con la Jerusalén de los judíos (que igualmente tiene siete montes), y que contrasta fuertemente con la Nueva Jerusalén del final del libro. (Por ejemplo (Hahn, 2001), que centra gran parte de su interpretación de las catástrofes del Apocalipsis en una analogía con la caída de Jerusalén en el año 70, y también [8])

Existen muchas otras interpretaciones sobre la identidad de esta ciudad calificada de perversa, desde el papado católico, hasta una pléyade de ciudades y personalidades según se han presentado a lo largo de la historia.
La Mujer vestida de sol y el Niño

 
La Virgen de Guadalupe, se asemeja a la mujer de Ap 12,1 en sus características.
(Ap 12) La ... mujer revestida del sol, la luna bajos sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas aparece en el Apocalipsis como la que engendra al Niño que el Dragón quiere combatir. Este niño es 'raptado' al cielo para después reinar, así que el Dragón se vuelca a combatir contra la Mujer y luego contra el resto de su descendencia.
Para Prévost (2001: 108), la clave para reconocer a la Mujer se encuentra primero en reconocer al Niño. Desde una perspectiva que considera al Apocalipsis como completamente cristocéntrico, se puede interpretar entonces que el Niño representaría efectivamente a Cristo.[24]
Desde una perspectiva de la mariología, se vería en esta Mujer un símbolo de la Virgen María. Sin embargo, son muchos los grupos cristianos (de diversas Iglesias, incluidos algunos católicos), que interpretan en este símbolo al pueblo de Dios, que antes del nacimiento de Jesús representaría al Israel fiel,[25] y después a los cristianos. Incluso la postura mariana, no dejando atrás el hecho de que la Mujer sería efectivamente María, lo hace siempre desde la perspectiva eclesiológica, de comunidad. (Prévost 2001: 107-108)
La descripción de la Mujer en Ap 12:1 es muy parecida a la imagen de la Virgen de Guadalupe, quien está tapando el sol (pues se ven los rayos amarillos desde atrás) y está encima de la luna, y en su cabeza hay un manto con varias estrellas (que no son exactamente 12); esta imagen también es muy parecida a lo descrito en Ap 12:14, "Pero se le dieron a la mujer las dos alas del águila grande para que volara al desierto, a su lugar; allí será mantenida lejos del dragón por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo.": en la imagen hay un ángel cargando la luna, además de que la persona a la que se le apareció la Virgen de Guadalupe se llamaba Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nombre que significa "águila que habla", y el viaje al desierto se podría entonces referir al proceso de reevangelización desde América a España. Pueden existir más semejanzas con respecto a la Virgen de Guadalupe, sin embargo esto no significa que la mujer de Ap 12:1 sea ella. [cita requerida]
Para algunas corrientes protestantes el niño representaría a una sección minoritaria de la Iglesia que sería arrebatada al cielo antes de que comiencen los juicios del Apocalipsis (Ap 12:5), mientras que la gran mayoría de la cristiandad se quedaría en la tierra a sufrir la persecución, y ellos serían el resto de sus hijos (Ap 12:17).
La Nueva Jerusalén
(Ap 21-22) Este símbolo, presente en los últimos dos capítulos del Apocalipsis, se encuentra para muchos dentro de los mejores descritos, detallados y bellos del Nuevo Testamento. Con una triple recurrencia, el autor habla de la salvación de Dios al final de los tiempos.
  • Primero con la nueva Jerusalén propiamente dicha, que desciende del cielo a la Tierra. (Ap 21:1-8)
  • Después con las bodas del Cordero y su Esposa (la Iglesia). (Ap 21:9-27)
  • Por último con una visión que recuerda a los primeros capítulos del Génesis (el primer libro en la Biblia), hablando de ríos y árboles que dan fruto eterno.[26] (Ap 22:1-5)
Para Prévost (Prévost, 2001: 116), esta parte (junto con el capítulo 20) es la única que en realidad tendría características escatológicas, mientras que el resto sería sólo un reflejo de los conflictos que la comunidad cristiana del autor estarían viviendo en su época y de la esperanza puesta en Dios a través de Cristo muerto y resucitado en que esos conflictos no prevalecerían y también serían vencidos tarde o temprano.[27]
Hay otra curiosidad relativa tanto a la nueva Jerusalén (que simboliza a la ciudad santa) y a Babilonia (que simboliza a la ciudad perversa): en Ap 18 aparece un lamento por la Babilonia destruida; en Ap 21 aparece la descripción de la nueva Jerusalén. Se puede notar que ambos pasajes son paralelos e inversos, es decir, que las descripciones de lamentación y de sentido negativo dadas a Babilonia, aparecen revertidas, en sentido de gozo y alegría para Jerusalén. (Prévost 2001: 117-119)

Notas

  1. Ἀποκάλυψις Ἰωάννου 1:1 (en griego koiné)
  2. Aunque diversos pasajes de otros libros del Nuevo Testamentotambién pueden pertenecer a este género, sólo el Apocalipsis en su totalidad se considera en esta clasificación.
  3. Varios historiadores piensan que precisamente esto causó gran parte de las persecuciones, pues en el fondo, para los romanos, en ese gesto podría verse una actitud de rebeldía política contra Roma.
  4. Prévost (2001), además de presentar el análisis de ciertos pasajes particulares del Apocalipsis, se dedica sobre todo a plantear el análisis global del libro con base en cinco claves de lectura que tienen su símil con los puntos anteriormente expuestos: una clave cristológica (que se relaciona con centrar la lectura del libro en Cristo como personaje protagonista del mismo), una profética (que se relaciona con el contexto histórico del libro), una simbólica (sobre la interpretación de los numerosos símbolos que aparecen en el libro), una apocalíptica (que se relaciona con el género literario) y una evangélica (o del mensaje central del libro).
  5. El autor escribe el Apocalipsis como una interpretación de la historia a la luz de un acontecimiento concreto ya sucedido: la muerte y resurrección de Jesucristo, a diferencia del resto de la literatura apocalíptica, que suele interpretar la historia a la luz de una intervención divina por venir, no de una ya sucedida, es decir, mientras que para la literatura apocalíptica la batalla entre los eones viejo y nuevo está por venir, producto de una intervención divina, en el Apocalipsis la batalla ya se dio (y de hecho el eón nuevo ya comenzó) con la intervención de Dios al resucitar a Jesús.
  6. De quien se dice ya en el primer versículo del libro: "Revelación de Jesucristo", frase que semánticamente puede tener cualquiera de dos significados (o incluso ambos): que es una revelación proveniente de Jesucristo, y que el autor identificado como Juan solamente transcribió, o que es una revelación cuyo tema principal es Jesucristo (Prévost, 2001:14).
  7. Ya sea como si el autor hubiera escrito el libro y sus profecías se hubieran cumplido casi de inmediato (a manera de predicciones), o como si el autor hubiera escrito el libro basándose en eventos que ya habían ocurrido y que estaban ocurriendo al momento de escribirlo (a manera de una escritura en "código" de los hechos actuales para el autor, muy probablemente para dar un mensaje más allá del predictivo a sus lectores).
  8. Algunas variantes de esta escuela la mezclan con la futurista, viendo la historia de la Iglesia como un cumplimiento de profecías "predictivas" que estarían escritas dentro del libro.
  9. Probablemente localizadas en Asia Menor en la actual Turquía, donde el problema causado por la divinización al César fue crítico para los cristianos. Es probable que los problemas que se mencionan en esta sección hayan sucedido en realidad, sin embargo la misma estructura de la sección también puede interpretarse como un artificio in crescendo de las exhortaciones y amonestaciones (Prévost 2001: 84). Si se toma en cuenta el simbolismo del número 7, esta sección se puede interpretar como un mensaje para la Iglesia entera, y no sólo para comunidades específicas.
  10. Nótese como el orden de aparición de los enemigos (Dragón, Bestias, Prostituta) es el mismo pero inverso al orden en que son vencidos (Prostituta, Bestias, Dragón). (Prévost, 2001: 112; Vanni, 1982: 71)
  11. Aún hay dudas sobre la época en que fue escrito el evangelio de Juan, que podría incluso ser posterior al Apocalipsis, por lo que los cuatro Vivientes no podrían ser los evangelistas.
  12. Cabe destacar que la raíz etimológica del verbo jurar (nisba, literalmente es sietearse) en el idioma hebreo es el número siete (hebreo Shb)
  13. Se puede notar que 3 (número de Dios) + 4 (número de la Creación) = 7.
  14. Prévost (Prévost, 2001: 95-96) identifica este libro con los escritos del Antiguo Testamento, de acuerdo a la interpretación cristiana de que es Jesús el que le da sentido y plenitud a las promesas veterotestamentarias. Otros simplemente interpretan este libro con el papel de Dios en la historia, ya que desde la visión cristiana (y judía también) Dios es el autor y director de la historia humana, y el Mesías viene a darle plenitud y sentido.
  15. (Ap 10:8-11) Puede tratarse del Evangelio. Según Vanni (Vanni, 1982:61) se trata simplemente de la Palabra de Dios. Según Läpple (Läpple, 1970) se trata de una anticipación del evangelio de San Juan.
  16. (Ap 11:15-19) El Arca de la Alianza se había perdido desde la conquista de Jerusalén por los babilonios. Una leyenda decía que el profeta Jeremías la escondió en una cueva del monte Sinaí y que volvería a ser vista cuando Dios interviniera de manera definitiva en favor de su pueblo (II Mac 2,4-8). Según Vanni (1982:63-64) este pasaje del Apocalipsis hace alusión precisamente a esta leyenda.
  17. Las coronas en el Apocalipsis sólo se les dan a los fieles al Cordero.
  18. Probablemente debido a la mala fama que la región de Dan tenía de darse a la idolatría.
  19. Sin embargo sí aparece la de Manasés.
  20. Los levitas carecieron de herencia.
  21. Los hijos de José fueron Manasés y Efraín.
  22. Tal vez dando a entender que incluso al antiguo Israel le toca también participar del orden nuevo del mundo que en la visión cristiana Jesús viene a instaurar con el Reino de Dios que anuncia e instaura.
  23. 1Jn 4:3
  24. Para Prévost (2001: 110) el nacimiento del niño no representaría necesariamente el comienzo de la vida terrenal de Jesús, sino tal vez su muerte en la cruz (aludiendo al título dado a Cristo de primogénito de entre los muertos de Ap 1:5), y su rapto sería su resurrección.
  25. El llamado pequeño resto que mencionan varios profetas del Antiguo Testamento (Is 4:2-6;10:20-22;11:10-16;28:5-6;46:3; Jr 6:9;31:7;50:4-6;51:19; Ez 6:8; Am 3:12;5:15; Sof 3:9-13; Mi 2:12;4:6-7;5:2-7;7:18; Zac 14:2).
  26. Sólo que esta vez ningún árbol está prohibido a nadie, al contrario de algunos árboles descritos en el Génesis (los árboles del conocimiento del bien y el mal y el de la vida eterna).
  27. Aun así, en su totalidad, el libro es considerado profético en el sentido amplio del término, por incluir también una interpretación desde Dios de las realidades que el autor habría vivido en su época y que bien interpretadas pueden seguir dando un mensaje actual a los lectores de cualquier época.

Véase también

Relacionados directamente
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Otros

Bibliografía

  • Castellani, Leonardo (2005). El Apokalipsis de San Juan. Buenos Aires: Ed. Vórtice. ISBN 987-9222-22-9. 
  • Hahn, Scott (2001). La cena del Cordero: La Misa, el cielo en la tierra. Madrid, España: Ediciones Rialp. ISBN 978-84-321-3379-4. 
  • Läpple, Alfred (1970). L'Apocalypse de Jean: livre de vie pour le chretiens. Francia: Éditions du Cerf. 
  • Prévost, Jean-Pierre (2001). Para leer el Apocalipsis. España: Verbo Divino. ISBN 84-7151-918-6. 
  • Vanni, Ugo (1971). La struttura letteraria dell'Apocalisse. Roma, Italia: Herder. 
  • Vanni, Ugo (1982). Apocalipsis: una asamblea litúrgica interpreta la historia. España: Verbo Divino. ISBN 84-7151-312-9. 

Enlaces externos




Apocalipsis, esto es, Revelación de Jesucristo, se llama este misterioso Libro, porque en él domina la idea de la segunda Venida de Cristo (cf. 1, 1 y 7; I Pedro 1, 7 y 13). Es el último de toda la Biblia y su lectura es objeto de una bienaventuranza especial y de ahí la gran veneración en que lo tuvo la Iglesia (cf. 1, 3 y nota), no menos que las tremendas conminaciones que él mismo fulmina contra quien se atreva a deformar la sagrada profecía agregando o quitando a sus propias palabras (cf. 22, 18).
Su autor es Juan, siervo de Dios (1, 2) y desterrado por causa del Evangelio a la isla de Patmos (1, 9). No existe hoy duda alguna de que este Juan es el mismo que nos dejó también el Cuarto Evangelio y las tres Cartas que en el Canon llevan su nombre. "La antigua tradición cristiana (Papías, Justino, Ireneo, Teófilo, Cipriano, Tertuliano, Hipólito, Clemente Alejandrino, Orígenes, etc.) reconoce por autor del Apocalipsis al Apóstol San Juan" (Schuster-Holzammer).
Vigouroux, al refutar a la crítica racionalista, hace notar cómo este reconocimiento del Apocalipsis como obra del discípulo amado fue unánime hasta la mitad del siglo III, y sólo entonces "empezó a hacerse sospechoso" el divino Libro a causa de los escritos de su primer opositor Dionisio de Alejandría, que dedicó todo el capítulo 25 de su obra contra Nepos a sostener su opinión de que el Apocalipsis no era de S. Juan "alegando las diferencias de estilo que señalaba con su sutileza de alejandrino entre los Evangelios y Epístolas por una parte y el Apocalipsis por la otra". Por entonces "la opinión de Dionisio era tan contraria a la creencia general que no pudo tomar pie ni aún en la Iglesia de Alejandría, y S. Atanasio, en 367, señala la necesidad de incluir entre los Libros santos al Apocalipsis, añadiendo que "allí están las fuentes de la salvación". Pero la influencia de aquella opinión, apoyada y difundida por el historiador Eusebio, fue grande en lo sucesivo y a ella se debe el que autores de la importancia de Teodoreto, S. Cirilo de Jerusalén y S. Juan Crisóstomo en todas sus obras no hayan tomado en cuenta ni una sola vez el Apocalipsis (véase en la nota a 1, 3 la queja del 4o. Concilio de Toledo). La debilidad de esa posición de Dionisio Alejandrino la señala el mismo autor citado mostrando no sólo la "flaca" obra exegética de aquél, que cayó en el alegorismo de Orígenes después de haberlo combatido, sino también que, cuando el cisma de Novaciano abusó de la Epístola a los Hebreos, los obispos de Africa adoptaron igualmente como solución el rechazar la autenticidad de todo ese Libro y Dionisio estaba entre ellos (cf. Introducción a las Epístolas de S. Juan). "S. Epifanio, dice el P. Durand, había de llamarlos sarcásticamente (a esos impugnadores) los Alogos, para expresar, en una sola palabra, que rechazaban el Logos (razón divina) ellos que estaban privados de razón humana (a-logos)". Añade el mismo autor que el santo les reprochó también haber atribuido el cuarto Evangelio al hereje Cerinto (como habían hecho con el Apocalipsis), y que más tarde su maniobra fue repetida por el presbítero romano Cayo, "pero el ataque fue pronto rechazado con ventaja por otro presbítero romano mucho más competente, el célebre S. Hipólito mártir".
S. Juan escribió el Apocalipsis en Patmos, una de las islas del mar Egeo que forman parte del Dodecaneso, durante el destierro que sufrió bajo el emperador Domiciano, probablemente hacia el año 96. Las destinatarias fueron "las siete Iglesias de Asia" (Menor), cuyos nombres se mencionan en 1, 11 (cf. nota) y cuya existencia, dice Gelin, podría explicarse por la irradiación de los judíos cristianos de Pentecostés (Hech. 2, 9), así como Pablo halló en Éfeso algunos discípulos del Bautista (Hech. 19, 2).
El objeto de este Libro, el único profético del Nuevo Testamento, es consolar a los cristianos en las continuas persecuciones que los amenazaban, despertar en ellos "la bienaventurada esperanza" (Tito 2, 13) y a la vez preservarlos de las doctrinas falsas de varios herejes que se habían introducido en el rebaño de Cristo. En segundo lugar el Apocalipsis tiende a presentar un cuadro de las espantosas catástrofes y luchas que han de conmover al mundo antes del triunfo de Cristo en su Parusía y la derrota definitiva de sus enemigos, que el Padre le pondrá por escabel de sus pies (Hebr. 10, 13). Ello no impide que, como en los vaticinios del Antiguo Testamento y aún en los de Jesús (cf. p. ej. Mt. 24 y paralelos), el profeta pueda haber pensado también en acontecimientos contemporáneos suyos y los tome como figuras de lo que ha de venir, si bien nos parece inaceptable la tendencia a ver en estos anuncios, cuya inspiración sobrenatural y alcance profético reconoce la Iglesia, una simple expresión de los anhelos de una lejana época histórica o un eco del odio contra el imperio romano que pudiera haber expresado la literatura apocalíptica judía posterior a la caída de Jerusalén. A este respecto la reciente Biblia de Pirot, en su introducción al Apocalipsis, nos previene acertadamente que "autores católicos lo han presentado como la obra de un genio contrariado... a quien circunstancias exteriores han obligado a librar a la publicidad por decirlo así su borrador" y que en Patmos faltaba a Juan "un secretario cuyo cálamo hubiese corregido las principales incorrecciones que salían de la boca del maestro que dictaba". ¿No es esto poner aun más a prueba la fe de los creyentes sinceros ante visiones de suyo oscuras y misteriosas por voluntad de Dios y que han sido además objeto de interpretaciones tan diversas, históricas y escatológicas, literales y alegóricas pero cuya lectura es una bienaventuranza (1, 3) y cuyo sentido, no cerrado en lo principal (10, 3 y nota), se aclarará del todo cuando lo quiera el Dios que revela a los pequeños lo que oculta a los sabios? (Lc. 10, 21). Para el alma "cuya fe es también esperanza" (I Pedro 1, 19), tales dificultades, lejos de ser un motivo de desaliento en el estudio de las profecías bíblicas, muestran al contrario que, como dice Pío XII, deben redoblarse tanto más los esfuerzos cuanto más intrincadas aparezcan las cuestiones y especialmente en tiempos como los actuales, que los Sumos Pontífices han comparado tantas veces con los anuncios apocalípticos (cf. 3, 15 s. y nota) y en que las almas, necesitadas más que nunca de la Palabra de Dios (cf. Am. 8, 11 y nota), sienten el ansia del misterio y buscan como por instinto refugiarse en los consuelos espirituales de las profecías divinas (cf. Ecli. 39, 1 y nota), a falta de las cuales están expuestas a caer en las fáciles seducciones del espiritismo, de las sectas, la teosofía y toda clase de magia y ocultismo diabólico. "Si no le creemos a Dios, dice S. Ambrosio, ¿a quién le creemos?".
Tres son los sistemas principales para interpretar el Apocalipsis. El primero lo toma como historia contemporánea del autor, expuesta con colores apocalípticos. Esta interpretación quitaría a los anuncios de S. Juan toda su trascendencia profética y en consecuencia su valor espiritual para el creyente. La segunda teoría, llamada de recapitulación, busca en el libro de S. Juan las diversas fases de la historia eclesiástica, pasadas y futuras, o por lo menos de la historia primera de la Iglesia hasta los siglos IV y V, sin excluir el final de los tiempos. La tercera interpretación ve en el Apocalipsis exclusivamente un libro profético escatológico, como lo hicieron sus primeros comentadores e intérpretes, es decir S. Ireneo, S. Hipólito, S. Victorino, S. Gregorio Magno y, entre los posteriores modernos, Ribera, Cornelio a Lápide, Fillion, etc. Este concepto, que no excluye, como antes dijimos, la posibilidad de las alusiones y referencias a los acontecimientos históricos de los primeros tiempos de la Iglesia, se ha impuesto hoy sobre los demás, como que, al decir de Sickenberger, la profecía que Jesús revela a S. Juan "es una explanación de los conceptos principales del discurso escatológico de Jesús, llamado el pequeño Apocalipsis".
Debemos además tener presente que este sagrado vaticinio significa también una exhortación a estar firmes en la fe y gozosos en la esperanza, aspirando a los misterios de la felicidad prometida para las Bodas del Cordero. Sobre ellos dice S. Jerónimo: "el Apocalipsis de S. Juan contiene tantos misterios como palabras; y digo poco con esto, pues ningún elogio puede alcanzar el valor de este Libro, donde cada palabra de por sí abarca muchos sentidos". En cuanto a la importancia del estudio de tan alta y definitiva profecía, nos convence ella misma al decirnos, tanto en su prólogo como en su epílogo, que hemos de conservar las cosas escritas en ella porque "el momento está cerca (1, 3; 22, 7). Cf. I Tes. 5, 20; Hebr. 10, 37 y notas. "No sea que volviendo de improviso os halle dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad! (Marc. 13, 36 s.). A "esta vela que espera y a esta esperanza que vela" se ha atribuido la riqueza de la vida sobrenatural de la primitiva cristiandad (cf. Sant. 5, 7 y nota).
En los 404 versículos del Apocalipsis se encuentran 518 citas del Antiguo Testamento, de las cuales 88 tomadas de Daniel. Ello muestra sobradamente que en la misma Biblia es donde han de buscarse luces para la interpretación de esta divina profecía, y no es fácil entender cómo en visiones que S. Juan recibió transportado al cielo (4, 1 s.) pueda suponerse que nos haya ya dejado, en los 24 ancianos, "una transposición angélica de las 24 divinidades babilónicas de las constelaciones que presidían a las épocas del año", ni cómo, en las langostas de la 5a. trompeta, podría estar presente "la imaginería de los centauros", etc. Confesamos que, estimando sin restricciones la labor científica y crítica en todo cuanto pueda allegar elementos de interpretación al servicio de la Palabra divina, no entendemos cómo la respetuosa veneración que se le debe pueda ser compatible con los juicios que atribuyen al autor incoherencias, exageraciones, artificios y fallas de estilo y de método, como si la inspiración no le hubiese asistido también en la redacción, si es verdad que, como lo declara el Concilio Vaticano, confirmando el de Trento, la Biblia toda debe atribuirse a Dios como primer autor.


Misterios del Apocalipsis

Como el Apocalipsis de San Juan, último libro de la Biblia, utiliza un lenguaje simbólico, sus imágenes resultan misteriosas.
¿Cómo funciona el lenguaje simbólico?
Los colores, por ejemplo, significan algo:
Blanco: victoria, alegría, pureza.
Negro: muerte.
Rojo: sangre.
Los objetos también:

Cuerno: fuerza, poder.
Cabeza: inteligencia.
Sol: Divinidad.
Diadema: soberanía.
Ojos: conocimiento, ciencia.
Los números tienen su significado especial:
Cuatro: Creación
Siete: plenitud
Seis: imperfección (7-1=6)
Doce: Pueblo de Dios
(12 Tribus de Israel, 12 Apóstoles)
Mil: una muchedumbre
Hay combinaciones de números:
144.000=12x12x1000 = una muchedumbre inmensa
Una misma persona puede describirse con diferentes simbolismo, pues los símbolos refieren las funciones de esa persona. Por ejemplo: a Cristo se le ve como León y luego como Cordero. No hay contradicción, pues el simbolismo lo permite.
¿Por qué este lenguaje en el Apocalipsis?
Así lo dictó Dios Espíritu Santo. La razón pudiera ser que el impacto de las imágenes es más fuerte que el lenguaje racional. También porque el Apocalipsis presenta descripciones no posibles de otra manera, como la descripción del Cielo, lo cual no puede hacerse sino de manera simbólica. Por cierto el Apocalipsis es el único libro de la Biblia que describe esta realidad.
¿Cuál es la finalidad del Apocalipsis?
Presentarnos la luz de Dios sobre la peregrinación de la Iglesia en la historia, a través de las fuerzas del mal; es decir, cómo conduce Dios la Iglesia hasta las puertas del Cielo. Se refiere, entonces, al gobierno de Dios a su Iglesia.
ALGUNAS IMAGENES SIMBOLICAS
Los Siete Espíritus: (Ap. 1, 4; 4, 7)
No son Angeles. Es el Espíritu Santo. Siete Espíritus no son siete personas, sino la plenitud del Espíritu Santo.
Los Cuatro Vivientes: (Ap. 4, 6-8; 5, 6).
Aunque para algunos los cuatro vivientes son la representación de los cuatro Evangelistas, la interpretación más coherente y lógica, es otra.
Dado que éstos seres están al mismo tiempo en el centro del trono (donde está Dios) y alrededor del trono (donde están las criaturas), representan a Jesús, quien está al mismo tiempo en el centro del trono -porque es Dios- y alrededor del trono -porque es hombre. Adicionalmente, los cuatro seres vivos dirigen la Liturgia Celestial. Ellos simbolizan cuatro aspectos de Jesús: León, venció el León de la Tribu de David; Novillo –fue ofrecido en sacrificio; Hombre -Hijo del Hombre; Aguila –subió al Cielo. Esta interpretación es la de San Victorino y San Ambrosio.
¿Por qué los Cuatro Vivientes tienen siete cuernos y siete ojos? Siete significa plenitud, cuerno poder y ojos sabiduría. Significan el Poder y la Sabiduría plenos de Dios. Los Cuatro Vivientes llenos de ojos simbolizan conocimiento perfecto.
Sin embargo ¿por qué los Cuatro Vivientes caen ante el Cordero. Esto no significa que adoren al Cordero, sino que se retiran para dar preponderancia al Cordero. Los Cuatro Vivientes representan a Jesús desde el punto de vista de la Creación. Luego dejan de mencionarse para quedar el Cordero, que es Jesús desde el punto de vista de la Redención.
Los 24 Ancianos: (Ap. 4, 4; 5, 8; 5, 11)
Representan al Pueblo de Dios fiel. “Y los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adora-ron al que vive por los siglos de los siglos”.
Los Cuatro Jinetes: (Ap. 6, 1-8)
Forman parte de los Siete Sellos del Apocalipsis. Los cuatro primeros sellos son cuatro caballos con sus respectivos jinetes.
El del Caballo Blanco: (Ap. 6, 2)
Algunos piensan que es un símbolo de la guerra. Pero hay otro caballo que simboliza la guerra. Este jinete no tiene efecto negativo como los otros tres. El color blanco es el color del cielo. La corona simboliza la victoria, la dignidad. Vemos coronas para la gente en el Cielo, tanto en el Apocalipsis, como en otras citas de la Biblia. Este Jinete salió vencedor y seguirá venciendo. Tiene arco y corona. Arco y corona también aparecen en el Salmo 20, el cual es un Salmo mesiánico que habla del futuro Rey Mesías. Esta profecía se cumple en Jesús. El Jinete del Caballo Blanco es Jesús, el Rey, el Mesías, el Vencedor. “Se le dio una corona, y salió como vencedor, y para seguir venciendo” (Ap. 6, 2). Es el mismo Vencedor de Ap. 5, 5: “Ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David".
El del Caballo Rojo: (Ap. 6, 4)
No es un personaje histórico. El color rojo representa la guerra. Y lo que se dice del jinete es claro: “Se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros”.
El del Caballo Negro: (Ap. 6, 5)
Este jinete llama a clientes para comprar mercancías. Un denario es el salario de un día; lo que ofrece es, entonces, carísimo. Representa el hambre, la carestía, la escasez.
Este jinete llama a clientes para comprar mercancías. Un denario es el salario de un día; lo que ofrece es, entonces, carísimo. Representa el hambre, la carestía, la escasez.
El del Caballo Verdoso: (Ap. 6, 7-8)
El color es medio verde, medio gris, color de los cadáveres en descomposición.
“El que lo montaba se llama Muerte”
.
“Hades” es el lugar de los muertos. Representa la muerte por peste, epidemias, etc.: “mata con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra”.
Los 144.000: (Ap. 7, 1-17)
No es un número literal, sino simbólico. Una muchedumbre muy grande del Pueblo de Dios.
144.000=12x12x1000 = una muchedumbre inmensa
A los 144.000 sigue otra muchedumbre:
¿Son dos grupos o el mismo grupo? La primera muchedumbre es el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. Es la Iglesia Militante, peregrina en la tierra. La segunda muchedumbre expresa el origen de la Iglesia y está ya en el Cielo. Es la Iglesia Triunfante. “Son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están delante del Trono de Dios”. Los de la tierra no han pasado aún por la prueba
(Ideas tomadas del Curso sobre el Apocalipsis de San Juan del Padre Alain Marie de Lassus de la Comunidad de San Juan).



Todo lo que desea saber sobre el Apocalipsis


El Papa Francisco y el Apocalipsis

     

La elección del Papa Francisco ha ocasionado en el pueblo cristiano reacciones muy diversas. Aunque predominando ampliamente la alegría y la aceptación, la gratitud hacia Dios y el abandono confiado en su providencia, no han faltado reacciones hostiles, especialmente en el mundo católico más extremadamente «tradicionalista».
Y digo tradicionalista, en un contexto exclusivamente eclesial, no político, distinguiendo esta palabra de otra semejante, tradicional. Porque si todos los católicos vivimos la fe apoyándonos en sus tres fuentes fundamentales, Biblia, Tradición y Magisterio (Vat. II, Dei Verbum 10), todos los católicos somos bíblicos, tradicionales y dóciles al magisterio apostólico. De tal modo que quien no es tradicional, no es católico.
Internet, como siempre, ha sido el medio de comunicación más rápido a la hora de expresar esta diversidad de reacciones ante la elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco. Concretamente, al día siguiente de la elección, o a los dos o tres días, junto a las manifestaciones de gozo y confianza que se produjeron, ya no pocos tradicionalistas se expresaron públicamente con acentuada reticencia o con franco rechazo. Y sus escritos, como he podido comprobar, han causado en no pocos católicos una perplejidad y angustia muy graves.


Traté del problema en este blog, en mi artículo Dios proteja al Papa de los ataques de Satanás y de todos sus otros enemigos (16-III-2013). Pero veo la necesidad de insistir sobre lo mismo, procurando, con el favor de Dios, confirmar en la fe y en la paz a mis hermanos católicos perturbados. Para ello, en primer lugar, resumiré un texto que el mismo día de la entronización del Papa (19-III-2013) fue publicado en el blog de la revista Cabildo por el Dr. Antonio Caponnetto, católico argentino (1951-) que, como dice, se vió «obligado a mantener con el Cardenal Bergoglio un doloroso y sistemático disenso» en estos años pasados. Nos vale aquí como ejemplo y síntesis de los argumentos contrarios a la elección del nuevo Papa. Y en segundo lugar, trataré de analizarlo y contestarlo a la luz de la fe.
* * *
Recitencias o rechazos ante la elección del Papa Francisco
1. Una elección problemática. El Autor aludido, escribiendo a propósito del Nuevo Pontificado, afirma que «será tarea de los teólogos de la historia más eminentes, discernir con solvencia si el Cónclave que eligió al Papa Francisco estuvo iluminado y movido por la inspiración del Espíritu Santo, como la fe nos lo señala; o si por alguna razón que ahora ignoramos, los Cardenales electores fueron engañados, resultaron objeto de alguna extraña manipulación, o cerraron su entendimiento a la lumbre del Paráclito». Así pues, los cristianos no tenemos hoy conocimiento cierto sobre la elección del Papa Francisco, en tanto «los teólogos de la historia más eminentes» dictaminen sobre tan gravísimo asunto.
2. Un grave dilema nos enfrenta a dos posibilidades. «Una la presencia [en el Cónclave] del Espíritu Santo, que no osaríamos negar. Otra la recepción del mismo por parte de los electores, que pudo haber estado parcialmente eclipsada, por los motivos que la misma Escritura advierte». Este «eclipse», de suyo, es posible, ya que «las deliberaciones de los hombres son indecisas y sus resoluciones precarias» (Sab 9,14).
La duda que presenta el Autor no se refiere a la asistencia del Espíritu Santo en el Cónclave, ni tampoco a «la valía moral de quienes se aprontaban a ser movidos por Él, sino [que está] en la incertidumbre sobre la ciencia, la serenidad y la prudencia de este específico Cardenalato para signar a la persona indicada».
3. Es posible que la elección haya sido funesta. No cabe excluir esta posibilidad. «Es imposible omitir o ignorar que el hombre que acaba de llegar a la silla petrina arrastra concretos, abultados y probadísimos antecedentes que lo sindican como un enemigo de la Tradición Católica, un propulsor obsesivo de la herejía judeocristiana, un perseguidor de la ortodoxia y un adherente activo a todas las formas de sincretismo, irenismo y pseudoecumenismo crecidas al calor de la llamada mentalidad conciliar».
Y no debemos ignorar tampoco las adhesiones que su nuevo Pontificado ha suscitado en los guías del Modernismo actual, como Küng y Boff, en las sinagogas judías, en la masonería argentina. «Rabinos, cabalistas y masones están de parabienes». Son indicios muy negros.
4. Es posible, sin embargo, por milagro de Dios, que Bergoglio cambie al ser constituido Papa Francisco: «Como se ha repetido en estos días, el Cardenal Bergoglio ha muerto para dar paso al Vicario de Cristo; si Dios opera el milagro de sacar agua de las piedras y de convertir a Mastai Ferreti en el insigne Pío IX», aún hay esperanza. «Todo esto lo creemos, esperamos y rogamos».
No parece, sin embargo, que el Autor crea probable este cambio. Más bien da a entender que, al menos por ahora, Francisco sigue siendo Bergoglio. Prueba de ello, nos dice, es que cuando llamó por teléfono a su secretaria de Buenos Aires, ella le preguntó azorada cómo tenía que llamarle: «“Llámeme Padre Bergoglio”, fue la respuesta». Y el Autor comenta esta anécdota diciendo: «El primero que debe creer y aceptar que Bergoglio ha muerto para dar lugar al Santo Padre Francisco, es el mismo Cardenal Jorge Mario Bergoglio».
5. No cabe excluir tampoco la posibilidad de que el nuevo Papa sea introductor del Anticristo. «También es católico leer el Libro del Apocalipsis. Y en el capítulo trece se describe a dos fieras, del mar la una, de la tierra la otra, que a su turno, y desde ámbitos distintos aunque complementarios, coadyuvan al triunfo del Anticristo. Contestes están los hermeneutas, y citamos por lo pronto a Straubinger –quien a su vez remite a los Padres– en que esta fiera terrena tiene mucha semejanza con el pastor insensato del que habla Zacarías (Zac.11,15); en que podría tratarse de “un gran impostor que aparece con la mansedumbre de un cordero”; en que no sería otra cosa, al fin, más que un falso profeta al servicio de la Bestia».
6. Las dos posibilidades han de ser consideradas. «No estamos diciendo ni sugiriendo que el Papa Francisco sea la Fierra Terrena que columbró San Juan. Estamos diciendo que tan católico es confiar en que la Divina Providencia puede hacer de un heterodoxo al Papa del Syllabus, como tener en cuenta que, alguna vez, un Falso Profeta puede acarrear a la perdición desde un alto sitial religioso. Y que ese “alguna vez” no puede excluir nuestro presente, sólo porque nos aterre la sola idea de protagonizar el final». El Autor, a los dos días de la elección del Papa Francisco, estima lícito creer en el Papa, pero también nos permite sospechar que el Papa Francisco sea el Falso Profeta, la Fiera Terrena que se apodera de la Santa Sede, la de Pedro, la del Vicario de Cristo.
Esta terrible posibilidad ya había sido anticipada por Mons. Lefebvre, cuando dijo: «Como la Sede de Pedro y los puestos de autoridad de Roma están ocupados por anticristos, le destrucción del Reino de Nuestro Señor avanza aceleradamente» (29-VIII-1987, Ob. Tissier de Mallerais, Marcel Lefebvre, une vie, Clovis 2002, pg. 578). Y hace poco (11-XI-2012), el Ob. Bernard Fellay, Superior General de la FSSPX, volvía a la misma idea: «Las apariciones bellas, magníficas, de Notre-Dame de la Salette, de Nuestra Señora de Fátima, anuncian esta época, dolorosa, terrible. Roma vendrá a ser la sede del Anti-Cristo, Roma perderá la fe… se dice en La Salette. La Iglesia se verá eclipsada. Y no son palabras sin importancia. Dan la impresión de que es lo que ahora se está viviendo».
7. ¿Estamos en sede vacante? El Autor no lo afirma, pero sugiere la posibilidad. Si realmente la Iglesia pasa por ese misterioso «Eclipse» que señala como posible, si la Sede de Pedro ha caído bajo el poder del Anticristo, eso significa que la Cátedra romana está sede vacante, pues un Papa hereje no es verdaderamente el Papa.
El aludido Mons. Lefebvre ya muy pronto puso en duda la verdadera identidad de Pablo VI como Papa: «¿Cómo un sucesor de Pedro ha podido en tan poco tiempo causar más destrozos en la Iglesia que la Revolución del 89?… ¿Tenemos verdaderamente un papa o un intruso sentado en la sede de Pedro?» (8-XI-1979; Tissier 533).
8. Hacerse hoy esta pregunta es un deber de conciencia de cualquier católico responsable. «Tanto se peca contra la mirada sub specie aeternitatis si nos negamos a considerar que la gracia de estado puede hacer prodigios, aún en un hombre contrahecho; como si nos negamos a considerar que la revelación divina contenida en el Apocalipsis es tema que no nos compete aquí y ahora». Así pues, piense el pueblo católico con toda piedad y responsabilidad: ¿Será el Papa Francisco el verdadero Papa, puesto por Dios a través de la decisión del Cónclave, o será «la Fiera Terrena, que columbró San Juan» en el Apocalipsis, aquel Pastor falso que por el mysterium iniquitatis llega a apoderarse de la Sede de Pedro?
9. Los primeros gestos del Papa Francisco son muy alarmantes. Al considerar al Papa Francisco, sigue diciendo el Autor, no sólo hemos de tener en cuenta sus antecedentes bergoglianos, que lo muestran como propulsor de herejías y enemigo de la ortodoxia, sino también las palabras y gestos que en esta semana primera de su Pontificado confirman las sospechas negativas.
Es cierto que la presentación primera del Papa Francisco parece humilde y sencilla. Pero «no debe confundirse la virtud de la humildad con su parodia». No ayuda la elevación de las almas realizar «ademanes gratos a las tribunas aplaudidoras». «En nada se analogan el abajamiento ascético y el plebeyismo gestual». Por ejemplo, «calzar por humildad zapatos ordinarios de calle, cuando hasta ayer se usaron otros en consonancia con los colores litúrgicos y la dignidad del Divino Peregrino a quien esos pies representan en la tierra, es ofender, o al menos poner en duda, precisamente por contraste, la humildad de quien hasta hace instantes calzó de ese modo». Simplificar el necesario homenaje de Cardenales y fieles en la investidura es también «suprimir el ceremonial tradicional y digno, con sus signos, sus gestos, sus pasos demarcados y significativos, porque dicha supresión no comporta incremento de la humildad sino abolición de los ritos y de los símbolos. La Iglesia no es la limusina ni los uniformes de los guardas suizos. Pero bien ha explicado Guardini la pervivencia del espíritu eclesial en los signos sagrados. Si en nombre de la austeridad quedasen abolidas o relegadas todas aquellas hierofanías que comporta el canto, la museta, la estola o la bendición melismática [cantada en gregoriano], el Papado no habrá ganado en pobreza evangélica. Se habrá vaciado de mytos […], se habrá inmanentizado y rebajado, para hablar sin metáforas». El Papa desaconsejó a los argentinos viajar a su entronización en la Sede pontificia. Pero «querer viajar a la Ciudad Eterna para postrarse ante el Vicario de Cristo, no es un dolo que deba reprimirse, dando el monto del pasaje a los pobres, sino una virtud llamada magnificencia»; y alude la escena de María ungiendo a Jesús con un costoso perfume, y el comentario de Judas (Jn 12,1-11).
10. Es inevitable una cierta bicefalía en la Iglesia. Éstos y otros gestos igualmente lamentables justifican el dolor y la sospecha que ya tuvo el Autor cuando Benedicto XVI anunció su dimisión: «guste o no guste, la Iglesia, en la práctica, quedará sujeta a una bicefalía. Tanto más si, como está a la vista, el heredero del Cardenal Ratzinger parece querer diferenciarse de él, y de sus predecesores».
11. No faltan, sin embargo, fundamentos para la esperanza. Dice el Autor: «En esa espera tensa nos acompaña una promesa, un pedido y un ejemplo. La promesa es de Nuestro Señor Jesucristo. “Yo rezaré por tí para que no desfallezca tu fe”, le dijo a su primer vicario, y en él a todos sus sucesores […] Recemos recíprocamente para sostenernos en estos tiempos, tal vez apocalípticos, sin el uso hiperbólico sino estricto de la palabra; y elevemos en común la plegaria a la Trinidad Santa para que nos permita discernir […] Si fuera la hora de la luz, que nos dejemos envolver por ella, olvidándonos de las tenebrosidades del pasado. Si en cambio éstas persistieran, que no desertemos de la luz».
Hasta aquí el Autor.







* * *
Aceptación católica del Papa Francisco
1. Escritos como éste, a propósito del Nuevo Pontificado, están causando graves daños entre sus lectores. Repito lo que dije en mi anterior artículo glosando el texto de un lefebvriano: con textos como éste se procura «el siniestro objetivo de dificultar al máximo a los fieles católicos tradicionales y a los tradicionalistas la aceptación del nuevo Papa Francisco en fe y confianza, caridad y obediencia». Y aunque sea en contra de la intención de sus Autores, de hecho, «colaboran con el Enemigo, que disfruta destruyendo el amor al Papa y a la Iglesia en el corazón de los fieles».
2. Es inadmisible afirmar que el Cardenal Bergoglio era un promotor de herejías, y que hará falta un milagro para que sea un buen Papa Francisco. Aunque el Autor, en varias ocasiones, afirma su fe en la acción del Espíritu Santo en el Cónclave, difunde públicamente su convicción de que hará falta un milagro para hacer del Papa Francisco un auténtico Sucesor de Pedro, fiel Vicario de Cristo. Y eso es una falsedad intolerable.
Hago notar de paso que los tradicionalistas más extremos han de dar muchas gracias a Dios porque hoy la Iglesia no mantiene algunas sanciones que durante muchos siglos, es decir, tradicionalmente, se aplicaron con frecuencia, como las excomuniones. Si esa tradición concreta hoy se mantuviera, muchos de ellos habrían sido ya fulminantemente excomulgados. Si el que «atenta físicamente» contra el Papa queda automáticamente excomulgado (Código c.1370,1), considérese la sanción que merece quien «atenta espiritualmente» contra él, denigrándolo públicamente y difundiendo su personal convicción de que es un amigo de herejes y un perseguidor de la ortodoxia.
3. La Iglesia no pasa por un eclipse. No hace falta ningún milagro para que el Papa Francisco sea un fiel Vicario de Cristo en la tierra, pues éste es justamente el don de gracia que Simón recibió de Jesús hace unos días para venir a ser Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18). Y vinculada a esa promesa de Jesús va esta otra: «Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumaciónde los siglos» (Mt 28,20). Dentro de la economía normal de la gracia está que Cristo, eligiendo a Simón como cabeza del colegio apostólico, lo transforme en Pedro.
Por eso mismo, no se necesita tampoco que el pueblo cristiano haga un discernimiento acerca de la autenticidad del Papa Francisco. Es bastante que lo reciba simplemente con fe y esperanza, con amor y obediencia. Cuando el Autor dice que «será tarea de los teólogos de la historia más eminentes, discernir si el Cónclave» acertó o erró, está afirmando una gran falsedad. Si fuera ésta una exigencia verdadera, tendría que decirnos cuántos años habrá de esperar el pueblo cristiano a que se produzca ese discernimiento «histórico» fidedigno. Y qué debe hacer mientras tanto.
4. La oración de Cristo y de su Iglesia Esposa tiene un poder irresistible. El Papa está «sujeto» a la verdad y al bien por la oración de Cristo y de toda la Iglesia celestial y militante. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, sentado a la derecha del Padre, «vive siempre para interceder por nosotros» (Heb 7,25), los cristianos, y su intercesión es especialísima en favor del Sucesor de Pedro: «Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22,32). Simón, por sí mismo, es impulsivo, carnal, temeroso: no quiere en absoluto la cruz para Cristo, piensa como los hombres, no como Dios, y niega tres veces a Jesús. Es Cristo quien transforma a Simón al elegirle y establecerle como Primado del colegio apostólico. Es su gracia la que cambia a Simón en Pedro, en la Roca sobre la que edificará su Iglesia. El Papa, al ser investido como Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, recibe «una gracia de estado» permanente que, por supuesto, no lo exime de todo error o pecado, ni lo hace infalible en todos y cada uno de sus actos y palabras, pero que sí opera en él cambios muy profundos.
Y con Cristo orante, toda la Iglesia ora por el Papa Francisco: los ángeles y los santos del cielo, las parroquias y capillas de la tierra, los conventos y monasterios, los hogares cristianos. Toda la Iglesia está orando continuamente por el Papa, por el Papa Francisco. Cuando Pedro fue encarcelado, «la Iglesia oraba insistentemente por él» (Hch 12,5). Y ahora, en el año 2013, toda la Iglesia, todos los días, en todas los cientos de miles de Misas, en todo el mundo, ora continuamente «por el Papa Francisco». En la Misa, en la oración de los fieles, al final de Rosario, pide «por el Papa y sus intenciones».
Bien hace el Papa Francisco en decir con frecuencia «rezad por mí». Pero lo haríamos igual sin su ruego. La oración por el Papa y los Obispos está situada en el centro de la Eucaristía y del corazón del pueblo cristiano. Y estamos absolutamente seguros –sin necesidad de hacer discernimiento prudencial alguno– de que el Señor nos escucha y nos concede lo que le pedimos, porque así lo ha prometido: «lo que pidiereis [al Padre] en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Jn 14,13).
5. El Autor considera con gran dureza, haciendo no pocos juicios temerarios, los gestos iniciales del Papa Francisco (9). Pero en cuestiones prudenciales, el Papa puede perfectamente modificar o eliminar tradiciones pontificias con la suprema Autoridad apostólica de que está revestido. Y siempre se han producido esos cambios, en mayor o menor medida, al paso de los siglos. Si miramos, por ejemplo, la evolución de la indumentaria de los Papas en los últimos cien o doscientos años, podríamos comprobar muy numerosos cambios. Entre San Pío X y Pío XII, entre Juan XXIII y Juan Pablo II, entre Benedicto XVI y el Papa Francisco, los ha habido, como todos sabemos, y seguirá habiéndolos sin que por eso se desmorone la Roca de Pedro. Incluso en un mismo Papa, como Benedicto XVI, algunos intentos de cambio –la recuperación del gorro «camauro» o del sombrero «saturno»– no prosperaron, y renunció a ellos. El Papa Francisco tiene, pues, perfectísimo derecho a presentarse por primera vez en la loggia de la Basílica de San Pedro sin muceta y sin estola, para recibir luego ésta, a la hora de bendecir los fieles. Y aunque no se sirva de otras «hierofanías», como dice el Autor, en nada disminuye ante el pueblo católico su excelsa dignidad de Romano Pontífice. Las críticas hechas por el Autor sobre estas cuestiones son crueles y falsas, y sólo sirven para denigrar al Papa Francisco gratuitamente.
Cuando Pío XII, en un momento de la II Guerra Mundial, para detener el peligro inminente en que se veía la Ciudad Eterna, se pone a orar en medio de la muchedumbre con los brazos en cruz y mirando al cielo, no está haciendo ningún gesto teatral, sino expresando su oración al modo que le es más propio. Y el Papa Francisco, realizando entre los fieles algunos gestos que podrían parecer populistas, no está haciendo ejercicios de campechanía para ganar el aplauso del pueblo, sino que está expresando con toda sinceridad su modo de ser. Eugenio d’Ors decía que «cuando el enfático habla con énfasis, está hablando con naturalidad». Ni Pío XII ni el Papa Francisco están haciendo teatro.












6. La dignidad sagrada del Romano Pontífice puede expresarse y se ha expresado históricamente en modos muy diversos. Hace poco precisamente escribía yo en este blog sobre el valor y la necesidad de los signos sagrados (210) y lamentaba grandemente las pésimas consecuencias que trae la secularización del sacerdocio ministerial, también en su apariencia exterior (212). Pero con la misma convicción hay que afirmar la licitud, y la necesidad incluso, de una cierta evolución en la forma concreta de los signos sagrados. La tiara, la silla gestatoria, acompañada de flabelos, la capa magna con una cola de cuatro o cinco metros, sostenida por un caudatario, el besapiés del Papa, y tantos y tantos otros modos y gestos tradicionales en la vida de la Iglesia pueden y deben cambiar o eliminarse en el tiempo histórico oportuno. Interpretar esos cambios como atropellos a la majestad de la liturgia o del Papa es un abuso inadmisible.
En ocasiones, por otra parte, formas relativamente modernas, como las casullas en forma de guitarra, son exigidas por los tradicionalistas como signo de fidelidad a la tradición; cuando lo cierto es que ese estilo de casulla, la que deja los brazos descubiertos, fue desconocida antes del XVI, y es por tanto relativamente moderna. Mucha más tradicional es la casulla antigua y medieval, que cubre al sacerdote completamente como una casita (casula) o una capa (casubla). De modo semejante, las mitras episcopales altísimas, a veces hoy usadas, no son en absoluto tradicionales, aunque algunos las exijan como si lo fueran. Las mitras usadas en la antigüedad y en la Edad Media, según se nos representan en mosaicos, sepulcros, imágenes y capiteles, eran bastante más bajas.
7. El Papa Francisco, como bastantes Papas lo han hecho, puede introducir en cuestiones formales cambios considerables, quitando y poniendo, según la Iglesia y las circunstancias del mundo se lo aconsejen. Asistido por el Espíritu Santo y por toda la Iglesia, permanecerá absolutamente en la doctrina católica de fe y costumbres, e incluso mantendrá también en cuestiones menores una continuidad espiritual de fondo con las tradiciones de la Iglesia, aunque cambie ciertas formas concretas. Por supuesto que la infalibilidad no asegura la perfección en la verdad y la prudencia de todos y cada uno de sus gestos y palabras, lo que puede verificarse por la misma historia de los Papas. Pero los cambios que estime convenientes de ningún modo han de ser pre-juzgados y juzgados con suspicacia y dureza de juicio. Ni han de producir la «bicefalía» profetizada por el Autor.
Puede el Papa cambiar el lugar tradicional para el Cónclave, saliéndose de la Capilla Sixtina, si es que llegara a considerarla como una explosión grandiosa del espíritu sensual y neopagano del Renacimiento, y si es que prefiriese para el Cónclave la inmensa majestad de las sobrias Basílicas romanas. Puede el Papa suprimir las Jornadas Mundiales de la Juventud, o puede transformarlas en Continentales, o incluso Nacionales, evitando que cientos de miles de jóvenes tengan que viajar periódicamente a sitios lejanísimos –¡a Australia!–, gastando en ello mucho trabajo, tiempo y dinero. Puede restablecer la muy venerable tradición de los diezmos, para que el pueblo cristiano exprese mejor el amor de la Iglesia a las misiones y a los misioneros, a los templos y a los sacerdotes, a los pobres y a los países pobres. Puede ordenar que se niegue el sacramento del matrimonio a parejas de bautizados no practicantes, para evitar una previsible profanación habitual del vínculo conyugal. Y todas éstas y tantas otras determinaciones posibles, en el caso de que las decidiera, las tomará asistido por la Iglesia, especialmente por el Colegio apostólico de los Obispos y por las propias Congregaciones de la Santa Sede por él constituidas, y con una asistencia especial del Espíritu Santo, distinta, por supuesto, del don de la infalibilidad.
Yo, acerca de la conveniencia o inoportunidad de los ejemplos aludidos, no tengo ni la menor idea. Lo mismo que mis lectores, podré tener ciertas opiniones –y a veces ni eso–. Pero el Romano Pontífice sí tiene esa gracia de estado como Pastor universal de la Iglesia. Por tanto, cuando el Papa Francisco realice en esas cuestiones prudenciales los cambios que estime convenientes –aunque, por supuesto, su discernimiento no sea infalible–, ninguno se atreva a calificarlos de atropellos a la Tradición o de ofensivos distanciamientos de su predecesores. Y menos lo haga a priori, antes de que inicie su guía pastoral de la Santa Iglesia. «La Primera Sede por nadie puede ser juzgada» (Código c.1404).
8. Recibamos al Papa Francisco como un don de Dios providente. El Obispo brasileño Mons. Fernando Arêas Rifan, en carta a sus sacerdotes, exhorta después del Cónclave con una doctrina que, ésta sí, es verdaderamente tradicional: «Hago mías las palabras de Dom Antonio de Castro Meyer, cuando era Obispo diocesano de Campos, refiriéndose al Beato Juan Pablo II: “Como fieles católicos, en nuestras relaciones con el Papa debemos dejarnos guiar por un vivo espíritu de fe. Y ver siempre en el Papa al Vicario de Cristo en la tierra. Sus palabras, en el ejercicio de su ministerio, deben ser recibidas como palabras del mismo Señor. Por eso debemos al Papa respeto, veneración y dócil obediencia, evitando todo espíritu de crítica destructiva. Es necesario que nuestro proceder refleje la convicción de nuestra fe, que muestra al Papa como Vicario del mismo Jesucristo” (Veritas, abril-maio de 1980)».
En el salmo interleccional de la misa de hoy, sábado de la V semana de Cuaresma, toda la Iglesia, unánimemente, con la absoluta firmeza de la esperanza, hemos confesado una y otra vez:
«El Señor nos guardará como pastor a su rebaño» (Jer 31,10).

El Apocalipsis
Autor: La Biblia


Y vi que venía sobre las nubes del cielocomo un Hijo de hombre;él avanzó hacia el Ancianoy lo hicieron acercar hasta él.Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino,y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas.Su dominio es un dominio eterno que no pasará,y su reino no será destruido.
Dn. 7. 13-14





Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva,porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron,y el mar ya no existe más.Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén,que descendía del cielo y venía de Dios,embellecida como una noviapreparada para recibir a su esposo.Y el que estaba sentado en el trono dijo:"Yo hago nuevas todas las cosas".
Apoc. 21. 1-2, 5

APOCALIPSIS


El último de los escritos del Nuevo Testamento es un mensaje profético, destinado a reavivar la fe y la esperanza de los cristianos perseguidos. Lleva el título de APOCALIPSIS, palabra griega que significa "Revelación", y contiene una "Revelación de Jesucristo" comunicada "a su servidor Juan" por medio de un "Ángel" (1. 1-3).

El Libro está redactado en el estilo llamado "apocalíptico", muy utilizado en el mundo judío de esa época, y presenta evidentes analogías con el de otros escritos bíblicos y extrabíblicos. Dicho estilo tiene su origen en los oráculos proféticos que anunciaban el Reino mesiánico y la manifestación del Día del Señor, y encuentra su expresión más característica en el libro de Daniel.

La historia de las interpretaciones del Apocalipsis es muy variada y hasta contradictoria. El hecho es explicable, dadas las grandes dificultades que encierra esta obra. Para no caer en interpretaciones fantasiosas y arbitrarias, es necesario tener en cuenta que las visiones, en especial los números y los colores, son de carácter más bien simbólico que descriptivo.

Pero, a pesar de sus muchas oscuridades, el sentido profundo del Apocalipsis es sumamente claro: este célebre Libro anuncia el triunfo de Dios sobre todos los poderes que se oponen a su designio salvífico, y recuerda las promesas indefectibles hechas a la Iglesia. Cristo es el Señor de la historia, y más allá del tiempo, se realiza plenamente el Reino de Dios. Por eso, puede considerarse al Apocalipsis como el Libro por excelencia de la esperanza cristiana. Esa esperanza está latente en el ferviente anhelo de la Venida del Señor, que pone punto final al Apocalipsis y a todo el Nuevo Testamento: "¡Ven, Señor Jesús!" (22. 20).


El último libro de la Biblia es apocalíptica, es decir, imaginativo, simbólico, misterioso, a pesar de que su nombre signifique revelación. El nombre viene del griego apokaliptein, cuyo sentido principal es retirar el velo, desvelar. Sin embargo, para todos nosotros, la lectura de este libro está cargada de muchos velos y misterios. Su lenguaje, su mundo, sus formas, están presentes, a partir del siglo II a.C., en la literatura judía (cf. Dn 7-12), e incluso en los libros proféticos de Ezequiel, Joel, Zacarías y en el mismo Isaías (Is 24-27). Ello denota que la literatura apocalíptica es una variante de un cierto tipo de literatura profética, con unas claves de la historia y del mundo muy distintas a la de los profetas, comprometidos con este mundo y con el cambio de las cosas que ya han de comenzar aquí en la tierra. Esa literatura apocalíptica se produce en momentos de crisis, de persecución, como una especia de clave para los hombres religiosos que tienen que vivir y esperar tiempos mejores... y si éstos no llegan, habrá que pensar en un mundo nuevo, en una historia nueva, más allá de este mundo.
Indice:
• Introducción general
1.- Apocalipsis 1
2.- Apocalipsis 2
3.- Apocalipsis 3
4.- Apocalipsis 4
5.- Apocalipsis 5
6.- Apocalipsis 6
7.- Apocalipsis 7
8.- Apocalipsis 8
9.- Apocalipsis 9
10.- Apocalipsis 10
11.- Apocalipsis 11
12.- Apocalipsis 12
13.- Apocalipsis 13
14.- Apocalipsis 14
15.- Apocalipsis 15
16.- Apocalipsis 16
17.- Apocalipsis 17
18.- Apocalipsis 18
19.- Apocalipsis 19
20.- Apocalipsis 20
21.- Apocalipsis 21
22.- Apocalipsis 22

Índice
 
 
1.–Typo y antitypo. 2.–El estilo profético. 3.–Los signos de los tiempos.
 
 
1.–Cristo y el Dragón. 2.–La Primera Bestia. a.–El Obstáculo y la aparición del Anticristo. b.–La figura del Anticristo. c.–El poder y la obra del Anticristo. d.–La sede del Anticristo. 3.–La Segunda Bestia. 4.–Las tres Ranas. 5.–El Pequeño Resto. 6.–La Mujer Coronada.
 
1.–El Caballero del Blanco Corcel. 2.–La Primera Resurrección. 3.–El Milenio. a.–El séptimo milenio. b.–Tipos de Milenismo. c.–El Reino de Cristo.
 
 
 


EL APOCALIPSIS Y LA SANTA MISA

La Santa Misa es verdaderamente el Apokalypsis (griego): la revelación. Nos revela el sacrificio de Jesús que se actualiza (no se repite) para que podamos participar en ese único sacrificio ofreciendo nuestra vida al Padre por Cristo con El y en El. 

En la Santa Misa Jesús levanta el velo de su novia la Iglesia  y nos invita al banquete de bodas, para luego unirse con nosotros en amor para siempre. La Santa Misa es la boda del Cordero.
El libro del Apocalipsis nos revela muchos elementos esenciales del Santo Sacrificio de la Misa:
El Domingo como día de Adoración: Apoc. 1, 10

Altar: Apoc. 8,3-4 / 11:1

Presbíteros, traducido como ancianos en nuestras Biblias:  Apoc. 4,4 /11:15 / 14:3 / 19:4

Vestiduras Litúrgicas: Apoc. 1, 13 / 4,4 / 6,11 / 7,9 / 15,6 / 19,13-14

Celibato: Apoc. 14,4

Candelabros: Apoc. 1,12 / 2,5

Incienso:  Apoc. 5,8 / 8, 3-5

Libros que se abren: Apoc. 5, 1

Cálices o copas: Apoc. 15,7

Signo de la Cruz (Tau): Apoc. 7,3 / 14,1 / 22,4

Gloria: Apoc. 15,3-4

Aleluya: Apocalipsis 19,1,3,4,6

Santo, Santo, Santo: Apoc. 4,8

Cordero de DIOS: Apoc. 5, 6 en adelante

Amen: Apoc. 19,4 / 22, 21

Intercesión de los Angeles y los Santos: Apoc. 5, 8 / 6,9-10 / 8, 3-4

Mención de la Virgen Santísima: Apoc. 12, 1-6

San Miguel Arcángel: Apoc. 12, 7

Cena de las bodas del Cordero: Apoc. 19, 9-17
El Libro del Apocalipsis esta lleno de simbolismos en el cual se describe propiamente la 'liturgia celestial' de la cual la liturgia de la Sta. Misa es un fiel reflejo en la tierra.
Para mas información lean: "La cena del Cordero. La Misa, el cielo en la tierra" del Dr. Scott Hahn. Ediciones Rialp, S.A.  Madrid, dentro de la colección "Patmos, libros de espiritualidad". En inglés:  "The  Lamb's Supper ". El Doctor Hahn, se convirtió al catolicismo después de haberle pedido a Dios que le enseñara toda la verdad, cueste lo que cueste. Fue para el una ardua trayectoria hasta que llegó a la Iglesia Católica. También ha escrito "Roma dulce hogar", relatando su proceso de conversión.

El Apocalipsis
La primera lectura de este texto nos parece muy extraña, es muy difícil comprender este texto tal como está. Pero debemos ver estos versículos en todo su contexto
 
El  Apocalipsis
El Apocalipsis

Me extraña mucho que haya entre ustedes personas que califican a otros como «el demonio» o no quieran dar la mano a alguien porque dicen que tiene el «sello» en la mano derecha. Otros dicen que el Papa de Roma tiene en la frente el número 666 y no faltan los que dicen que algunos productos de comida tienen el sello del demonio en sus cajitas.

¡Qué ignorancia tan grande! Y lo peor es que todo lo quieren justificar con la Biblia en la mano.

Hermanos y amigos, debemos leer bien la Biblia y no interpretarla a nuestro gusto. La Sagrada Escritura no es un libro para meter miedo, y menos aun para calumniar a personas inocentes con falsas interpretaciones bíblicas. Es un pecado muy grave contra la Ley de Dios: «No des falso testimonio contra tu prójimo» (Ex. 20, 16). ¿No dijo el apóstol Pedro que debemos ser prudentes con nuestras interpretaciones bíblicas?: «Ninguna profecía de la Escritura es algo que cada cual pueda interpretar por sí solo» (2 Pedro 1, 20). Así que nadie por falta de comprensión diga tonterías con la Biblia en la mano.

En esta carta les voy a hablar del número 666, del sello (o marca) de la Bestia. En otras oportunidades les he hablado del «fin de los tiempos» y del «anticristo». Conviene que lean primeramente con atención esas cartas anteriores para comprender mejor la reflexión de hoy.

Tomen la Biblia y mediten con atención los textos bíblicos que les voy a citar. No les quiero hablar con mentiras ni menos con verdades a medias. Solamente queremos buscar la verdad acerca de Dios y los hombres y es esa verdad la que nos hará libres (Jn. 8, 32).


1. El Número 666

¿En qué libro de la Biblia aparece eso del sello?


Este texto aparece en Apocalipsis 13, 15-18.
Es un texto muy misterioso y difícil de comprender. Por eso antes de explicar esta cita bíblica les debo decir algo acerca del libro del Apocalipsis en general, si no, nunca vamos a comprender lo que el sagrado escritor quiso decir a fondo.


¿Cómo debemos entender el libro del Apocalipsis?

Este libro fue escrito más o menos en el año 100 después de Jesucristo. Eran tiempos difíciles para los cristianos porque el imperio romano perseguía a todos los creyentes. Los cristianos vivían casi escondidos y no podían hablar en público. Menos podían escribir y publicar sus cartas.

Por eso el autor de este libro, para animar a los creyentes, publicó su escrito clandestinamente y usó una manera de escribir muy misteriosa, con signos e imágenes que solamente los entendidos podían comprender. Esta forma de escribir se llamaba «el estilo apocalíptico» (de revelaciones). Era una forma de escribir muy común en aquella época. Con llamativas imágenes y grandiosas visiones ficticias, el sagrado escritor quiere explicar «los últimos tiempos» que es «la lucha del poder político romano contra los elegidos de Dios» (la Iglesia de Cristo). Muchos signos, símbolos y cifras en forma muy sofisticada son como un juego para que los lectores entendidos puedan reconocer su propia realidad e identificar personajes u acontecimientos de aquel tiempo.


2. El gran mensaje

El gran mensaje de fondo del Apocalipsis es el siguiente: Cristo resucitado es el centro de la historia; el mundo ahora es el escenario de la lucha entre la Iglesia, encabezada por Cristo, y las fuerzas del demonio. Los cristianos son llamados a dar un valiente testimonio.

Este escrito no es un libro para asustar, ni es un libro terrorífico, sino que se trata de un libro de gran esperanza.

Hermanos, cuando leemos este libro debemos siempre buscar este sentido profundo y no debemos tomar al pie de la letra las imágenes, los signos, o los símbolos. Son visiones e imágenes inventadas por el escritor para entregar un mensaje muy profundo.


¿Qué dice el texto de Apocalipsis 13, 16-18?

Leemos: «La bestia ha logrado, asimismo, que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente; y nadie podrá comprar ni vender si no está marcado con el nombre de la bestia o con la cifra de su nombre. Aquí verán quién es sabio. Si ustedes son entendidos, interpreten la cifra de la bestia. Se trata de un hombre y su cifra es 666».

Hermanos, la primera lectura de este texto nos parece muy extraña, es muy difícil comprender este texto tal como está. Pero debemos ver estos versículos en todo su contexto.


3. El significado

¿En qué contexto aparece este texto?


Este texto es una parte de una gran visión en el cielo que nos narra Juan en los capítulos 12 y 13 de su libro. Es la gran visión de la batalla de la mujer contra el dragón y las dos bestias. Encontramos aquí muchos símbolos, signos que se refieren a personajes y acontecimientos de aquel tiempo.

Esta visión de Juan trata de la batalla final contra Satanás. Se presentan las dos tropas que van a pelear: por un lado la mujer (= el pueblo de Dios) y, por el otro, el dragón (=Satanás) con sus dos aliados en la tierra: una bestia que viene del mar (que representa el poder político romano, que persigue a los cristianos) y otra bestia que viene de la tierra (que representa las falsas religiones que competían con el cristianismo). Como hemos dicho, son todas imágenes fantásticas y visiones ficticias que se refieren a hechos concretos de aquel tiempo.

La segunda bestia (la de las falsas religiones) es la que está marcada con el 666 (Apoc. 13, 11).

Este texto nos hace ver que esta segunda bestia se parece al Cordero, pero hablaba como el dragón (=el monstruo, el demonio). Es la figura de las falsas religiones que competían con el cristianismo. Falsas religiones que ofrecían una religión celestial, pero que no condenaban los pecados de la primera bestia (=los pecados del mundo romano y su corrupción), vers. 11: «Esta bestia hablaba con el monstruo». Esto es muy importante: quiere decir que son falsas las religiones que tienen a Jesús en la boca pero callan sistemáticamente la injusticia y predican la resignación al mal y la sumisión al poder terrenal. En todos los tiempos y sobre todo en los sistemas dictatoriales, ha habido personas que «han hablado con el monstruo». Es decir, que han buscado halagarlo y aplaudirlo sin importarles los crímenes cometidos por él. Eso se ha dado también en Chile tanto de parte de católicos como de evangélicos. ¡Qué responsabilidad tan grande la de quienes en lugar de ser luz por denunciar abusos y atropellos vendieron su conciencia por un plato de lentejas! Este es el sentido apocalíptico de «hablar con la bestia» y la tentación del cristiano de todos los tiempos.


4. El servilismo religioso

Vers. 14: «Aconseja que hagan una estatua de la primera bestia». Quiere decir que estas falsas religiones se hacen servidoras de la primera bestia (del poder político romano). Son religiones oportunistas que se hacen servidoras de los señores del mundo, predican la sumisión religiosa a las autoridades sin condenar el mal que producen muchos sistemas políticos y económicos. Ellas convierten, sin darse cuenta, el poder político en un falso dios (=estatua, o ídolo de barro).

Vers.17: Este falso dios puede proteger y condenar a quienquiera, puede dar pan y vender a quien tiene el sello, a quienes son aliados suyos. A esto se refiere la marca: son los aliados de los poderosos de este mundo, y los no-aliados (los que no tienen la marca o el sello) no pueden comprar ni vender. (También nosotros lo vivimos muy de cerca).

Vers. 18: «La cifra de esta segunda bestia es 666». En muchos escritos de aquel tiempo era común dar una cifra a cada letra del alfabeto y se lograba así escribir con cifras los nombres de algunos personajes. Era como un juego que el lector tenía que descifrar.


5. ¿Cómo descifrar el enigma?

La cifra 666 se puede calcular de varias maneras, pero corresponde, sin duda, a algún emperador romano, posiblemente a Nerón que con sus locuras mataba a los cristianos que eran para él igual que perros.

La forma más aceptada de interpretar el 666 es la siguiente:

La cifra 7 es el símbolo de la perfección (representa en lenguaje actual al alumno que se sacó un 10).

La cifra 6 es el signo de lo imperfecto, representa al que trató de ser 7 y no alcanzó a serlo.

El 7-1=6 es el imperfecto, es el malo. La cifra 3 significa la plenitud.

Ahora bien 3 veces 6 es la plenitud de lo imperfecto, es la plenitud de lo malo. En este caso le vendría perfectamente a Nerón.

Nos damos cuenta de que este dato de 666 debió ser tomado como puzzle para buscar al hombre perverso de aquel tiempo.

Ahora bien, hermanos, es una locura, como lo hacen algunos contrarios a los católicos, aplicar a la fuerza esta cifra al Papa, como si Pedro, el primer Papa de la Iglesia de Cristo, y sus legítimos sucesores debieran identificarse con el emperador romano que mataba a los cristianos. Estas fantasías de los anticatólicos no tienen nada que ver con la Biblia. Hay mucho más que podría escribir acerca de este tema, pero creo que esto es suficiente para comprender estos textos en su verdadero sentido.

Es muy doloroso ver que algunos indican con el dedo al Papa -una persona tan bien intencionada entre nosotros- y le dan el título de «el demonio» o «la bestia». Siempre ha existido esta maldad, que es producto de la ignorancia atrevida. No olvidemos que cuando Jesús expulsaba a los demonios y hacía el bien a todos, los mismos fariseos (gente muy religiosa de aquel tiempo) lo acusaban como el hombre poseído por Belcebú, el jefe de los demonios (Mc. 3, 22).

Cuesta pero es así que debemos practicar las palabras de Jesús desde la cruz: «Padre, perdónales, que no saben lo que hacen» (No saben lo que dicen).

Pero si al Maestro lo calumniaron así, ¿qué les tocará a sus seguidores? «Todo el mundo los va a odiar ustedes por mi causa: pero el que siga firme hasta el fin éste será salvado» (Mt. 10, 22). «Ningún discípulo es más que su Maestro» (Mt. 10, 24).

Para terminar, una última palabra para aquellos que usan la ignorancia de gente de buena voluntad para meterles cosas raras y tonterías en la cabeza y así condenar y calumniar a medio mundo. «Cualquiera que hace caer en pecado a uno de estos más pequeños que creen en mí, mejor le fuera ser hundido en lo profundo del mar con una piedra de molino amarrada al cuello. ¡Qué malo es para el mundo que haya cosas que hacen pecar al hombre! Siempre habrá escándalos pero pobre del hombre que sea causa de ellos» (Mt. 18, 6-7).


6. ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a las sectas?

Ante el embate de las sectas corremos el peligro de reaccionar bruscamente y con poca caridad. Ciertamente hay que enfrentar el problema pero en forma positiva.

1)No hemos de usar nunca el ataque directo y exaltado porque esto iría contra el gran mandamiento del amor fraterno.

2)Para el cristiano el mejor camino será siempre presentar la verdad con amor e invitar a seguir el verdadero camino de Cristo.

3)Usar un sano discernimiento, rechazando lo malo que vemos en ellos y aprovechando lo que es bueno y valioso para integrarlo y vivirlo en nuestros grupos.

4)Presentar claramente los peligros de las sectas que son muchos: -Las sectas manipulan la Palabra de Dios al interpretarla literalmente y al servicio de sus propios intereses. -No aceptan la libertad de decisión religiosa de las personas y alienan con presión moral y con métodos de coacción. -Caen en el subjetivismo y se dejan arrastrar irreflexiblemente por un gran culto a la persona del líder. -Confunden la emoción con el ser buenos cristianos y no son críticos ante la Biblia, ni ante la política y la sociedad.

5)Hemos de tratar de ser cada vez mejores católicos evitando los defectos en la forma de vivir nuestra religión y cambiando todo aquello que anda mal.

6)A los católicos y cristianos en general nos corresponde conocer y vivir mejor la doctrina cristiana. Hemos de activar nuestros grupos y formar más comunidades fraternas y responsables que sean más bíblicas y apostólicas.

7)Todo católico ha de permanecer firme en las filas de la Iglesia Católica, ya que solamente por medio de la Iglesia Católica podemos alcanzar la plenitud de los medios de salvación.

8)Es fácil constatar cómo las sectas atacan a la Iglesia Católica. Nosotros, siguiendo la Ley de Cristo, tratemos de devolver bien por mal y bendición por maldición. Busquemos lo que nos une y no lo que nos separa. Que nunca salga de nuestros labios una ofensa o un insulto hacia los que no creen como nosotros. Tenemos que orar al Padre de los cielos para que, llevados de su Santo Espíritu, se restablezca en la Iglesia la unidad perdida.


Cuestionario

¿Cómo interpretan el Apocalipsis algunas sectas? ¿Qué le hacen decir a la Biblia? ¿Cómo hay que interpretar el número 666 del Apocalipsis? ¿Es lícito aplicarlo al Papa? ¿Hasta dónde llegan algunas sectas en la interpretación de este texto en el afán de dar vuelta a los católicos? ¿Qué dijo Jesús referente a los que escandalizan «a los más pequeños»? ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a las sectas?
Apocalipsis
(Libro de las Revelaciones)

 
El Apocalipsis, del verbo "apokalypto", revelar, es el nombre dado al último libro de la Biblia. También se le llama libro de la Revelación. Aunque es una obra cristiana, el Apocalipsis pertenece a una clase de literatura que tiene que ver con temas escatológicos, muy en boga entre los judíos del siglo I a. C. y del I después de Cristo.
AUTENTICIDAD
El autor del Apocalipsis se llama a sí mismo Juan. "Juan a las siete iglesias que están en Asia" (Ap. 1, 4). Y de nuevo, "yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación. . . me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios" (1, 9). El Vidente no da más detalles sobre su personalidad. Pero por la tradición sabemos que el Vidente del Apocalipsis era San Juan, apóstol, hijo de Zebedeo, el Discípulo amado de Jesús. Al final del siglo segundo el Apocalipsis fue reconocido por los representantes históricos de las iglesias principales como una obra genuina del apóstol Juan. En Asia, Melitón, Obispo de Sardes, una de las Siete Iglesias del Apocalipsis, reconoció el Apocalipsis de Juan y escribió un comentario sobre él (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV, 26). En la Galia, Ireneo cree firmemente en su autoridad Divina y Apostólica (Adversus Haer., V, 30). En África, Tertuliano cita frecuentemente el Apocalipsis sin dudas aparentes sobre su autenticidad (C. Marcion, III, 14, 25).
En Italia, el Obispo Hipólito asigna su autoría al apóstol Juan, y el Fragmento Muratoriano (un documento del principio del siglo tercero) lo enumera junto con las otras escrituras canónicas, añadiendo, ciertamente, el Apocalipsis apócrifo de San Pedro, pero con la cláusula, quam quidam ex nostris in ecclesia legi nolunt. El Vetus Itala, la versión latina común en Italia y Africa durante el siglo tercero, contenía el Apocalipsis. En Egipto, Clemente y Orígenes creían sin vacilación en su autoría joánica. Ellos eran estudiosos y hombres de juicio crítico. Su opinión es aún más valiosa por cuanto ellos no simpatizaban con la enseñanza milenaria del libro. Ellos se contentaron con una interpretación alegórica de ciertos pasajes pero nunca se aventuraron a impugnar su autoridad. Acercándonos más estrechamente a la era apostólica tenemos el testimonio del mártir de san Justino, a mediados del siglo segundo. De Eusebio, (Hist. Eccl., IV, xviii, 8), así como de su diálogo con el judío Trifón (c. 81), realizado en Éfeso, la residencia del apóstol, sabemos que él admitió la autenticidad del Apocalipsis. Otro testigo de alrededor del mismo tiempo es Papías, Obispo de Hierápolis, un lugar no lejos de Éfeso. Si no escuchó directamente a San Juan, al menos conoció personalmente algunos de sus discípulos (Eusebio, Hist. Eccl., III, 39). Su conocimiento es indirecto. Andreas, Obispo de Cesarea, en el prólogo a su comentario del Apocalipsis, nos informa que Papías admitió su carácter inspirado. Indudablemente Papías sacó del Apocalipsis sus ideas sobre el milenio, por lo cual Eusebio desacredita su autoridad, declarándolo haber sido un hombre de comprensión limitada. Los escritos apostólicos no dan ninguna evidencia de la autenticidad del libro.
ARGUMENTOS EN CONTRA DE SU AUTENTICIDAD
Los "Alogi", una secta del año 200 D.C., llamada así debido a su rechazo de la doctrina del Logos, negó la autenticidad del Apocalipsis y se lo asigna a Cerinto (Epifanio, Ll, ff, 33,; cf. Iren., Adv. Haer., III, 11, 9). Cayo, un presbítero romano, de aproximadamente la misma época, sostiene una opinión similar. Eusebio cita sus palabras tomadas de su Disputa: "Pero Cerinto por medio de revelaciones que él afirmó ser escritos por un gran Apóstol falsamente imaginaba cosas maravillosas, afirmando que después de la resurrección habría un reino terreno" (Hist. Eccl., III, 28). El antagonista más formidable de la autoridad del Apocalipsis es Dionisio, Obispo de Alejandría, discípulo de Orígenes. Él no se opone a suponer que Cerinto es el escritor del Apocalipsis. "Pues", dice, "ésta es la doctrina de Cerinto: que habrá un reino terreno de Cristo y como él era un amante del cuerpo, soñaba que se manifestaría en la satisfacción del apetito de los sentidos". Sin embargo, él mismo no adoptó la visión de que Cerinto fuera su autor. Él consideraba el Apocalipsis como la obra de un hombre inspirado pero no de un Apóstol (Eusebio, Hist. Eccl., VII, 25). Durante los siglos IV y V la tendencia a excluir el Apocalipsis de la lista de sagrados libros siguió aumentando en las iglesias Syro-palestinas. Eusebio no expresa ninguna opinión definida. Él se manifiesta con la afirmación: "El Apocalipsis es aceptado por algunos entre los libros canónicos, pero otros lo rechazan" (Hist. Eccl., III, 25). San Cirilo de Jerusalén no lo nombra entre los libros canónicos (Catech. IV, 33-36); tampoco aparece en la lista del Sínodo de Laodicea, o en la de Gregorio de Nacianzo. Quizás el argumento más contundente contra la paternidad literaria apostólica del libro es su omisión del "Peshito", la Vulgata siria. Pero aunque el hecho de que estas autoridades den evidencia contra la autenticidad del Apocalipsis merece ser considerado, ellos no pueden anular ni afectar el testimonio más antiguo y unánime de las iglesias. La opinión de sus oponentes, además, no era libre de prejuicios. De la manera en la que el Dionisio sostuvo la cuestión, es evidente que él consideró el libro peligroso al ocasionar nociones crudas y sensitivas acerca de la resurrección. En el Occidente la Iglesia perseveró en su tradición de la autoría apostólica. Solo san Jerónimo parece haber sido influenciado por las dudas del Oriente.

EL APOCALIPSIS COMPARADO CON EL CUARTO EVANGELIO
La relación entre el Apocalipsis y el Cuarto Evangelio ha sido discutida por todos los autores, tanto antiguos y como modernos. Algunos afirman y otros niegan su parecido mutuo. El sabio obispo alejandrino, Dionisio, hizo en su tiempo una lista de diferencias a la que los autores modernos han tenido poco para agregar. Él empieza observando que mientras el Evangelio es anónimo, el escritor del Apocalipsis da su nombre, Juan. Enseguida señala cómo la terminología característica del Cuarto Evangelio, tan esencial a la doctrina joánica, está ausente en el Apocalipsis. Los términos, "vida", "luz", "gracia", "verdad", no aparecen en el último. Tampoco la crudeza de dicción por parte del Apocalipsis se le escapa. El griego del Evangelio es correcto en su gramática, e incluso le da crédito al autor por una cierta elegancia de estilo. Pero el lenguaje del Apocalipsis le parecía bárbaro y desfigurado por incorrecciones. Él, por consiguiente, se inclina a atribuir las obras a autores diferentes (Hist. Eccl., VII, 25). Los que sostienen una paternidad literaria común replican que estas diferencias pueden ser consideradas teniendo en cuenta la naturaleza peculiar y el objetivo de cada obra.
El Apocalipsis contiene visiones y revelaciones. En conformidad con otros libros del mismo tipo, por ej., el Libro de Daniel, el Vidente dio su nombre a su obra. El Evangelio, por otro lado, está escrito en la forma de un recuento histórico. En la Biblia, obras de ese tipo no llevan la firma de sus autores. Así también en lo referente a la ausencia de terminología joánica en el Apocalipsis. El objeto del Evangelio es demostrar a ese Jesús es la vida y la luz del mundo, la plenitud de la verdad y de la gracia. Pero en el Apocalipsis Jesús es el conquistador de Satanás y su reino. Se aceptan los defectos de gramática en el Apocalipsis. Algunos de ellos son bastante obvios. El lector puede notar el hábito del autor de agregar una aposición en el nominativo a una palabra en un caso oblicuo (cf. 3, 12; 9, 12; 20, 2). Además contiene algunos modismos hebreos: por ej., la palabra hebrea equivalente a "erchomenos": "el que ha de venir", en lugar de "esomenos", (1, 8). Pero debe tenerse en cuenta que cuando el Apóstol vino por primera vez a Éfeso, probablemente era totalmente ignorante de la lengua griega.
Los defensores de la identidad de autoría apelan además al hecho llamativo que en ambas obras Jesús es llamado el Cordero y la Palabra. La idea del cordero que hace expiación por el pecado por medio de su sangre se toma de Isaías (53). A lo largo del Apocalipsis el retrato de Jesús es el del cordero. A través del derramamiento de su sangre ha abierto el libro con siete sellos y ha triunfado sobre Satanás. En el Evangelio Jesús es señalado por el Bautista como el "Cordero de Dios... que quita el pecado del mundo" (Juan 1, 29). Algunas de las circunstancias de su muerte recuerdan el rito observado al comer el cordero pascual, el símbolo de la redención. Su crucifixión tiene lugar en el día mismísimo en el que la Pascua era comida (Juan 18, 28). Aunque fue crucificado, sus ejecutores no rompieron los huesos de su cuerpo para que la profecía se cumpliera: "no se le quebrará hueso alguno" (Juan 19, 36). El nombre "Logos": "Palabra", es muy propio del Apocalipsis, del Evangelio y de la primera Epístola de San Juan. La primera frase del Evangelio es, "En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios". La primera epístola de San Juan empieza, "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído. . . de la palabra de vida". Así también en el Apocalipsis, "Y su nombre es la Palabra de Dios" (19, 13).
TIEMPO Y LUGAR
El vidente testifica que las visiones que está a punto de narrar fueron vistas por él mientras estuvo en Patmos. "Yo Juan. . . estaba en la isla llamada Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús" (1, 9). Patmos es uno del grupo de pequeñas islas cerca de la costa del Asia Menor, aproximadamente doce millas geográficas de Éfeso. La Tradición, como Eusebio nos dice, nos ha afirmado que Juan fue desterrado a Patmos durante el reinado de Domiciano por causa de su testimonio de la palabra de Dios (Hist. Eccl., III, 18). Él se refiere obviamente al pasaje "por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús" (1, 9). Es verdad que el significado más probable de esta frase es, "para oír la palabra de Dios", etc., y no "desterró debido a la palabra de Dios'', etc., (cf. 1, 2). Pero era bastante natural que el Vidente habría considerado su destierro a Patmos como previsto por la Providencia Divina para que en la soledad de la isla pudiera oír la Palabra de Dios. La tradición transmitida por Eusebio halla confirmación en las palabras del Vidente que se describe como "un hermano y compañero en la tribulación'' (1, 9). Ireneo ubica el destierro del Vidente en Patmos al final del reino de Domiciano. "Paene sub nostro saeculo ad finem Domitiani imperii" (Adv. Haer., V, 4). El Emperador Domiciano reinó en los años 81-96 D.C. En todos lo referente a la tradición joánica Ireneo merece un crédito excepcional. Su vida fue muy cercana a la edad Apostólica y su maestro, San Policarpo, había estado entre los discípulos de San Juan. Eusebio registrando la afirmación de Ireneo sin ningún error, agrega como el año del destierro del Vidente el decimocuarto del reinado de Domiciano. San Jerónimo también, sin reserva o vacilación, sigue la misma tradición. "Quarto decimo anno, secundam post Neronem persecutionem movente Domitiano, in Patmos insulam relegatus, scripsit Apocalypsim" (Ex libro de Script. Eccl). Contra el testimonio unido de estos tres testigos de la tradición la declaración de Epifanio, que pone el destierro del Vidente bajo el reinado de Claudio en los años 41-54 D.C, parece sumamente improbable (Haer., li, 12, 33).
CONTENIDO
(1) LAS SIETE IGLESIAS
1, 1-3. Título y descripción del libro. La revelación hecha por Jesús el Mesías a Juan.
1, 4-9. Saludo. Saludo introductorio a las siete Epístolas, deseando a las iglesias la gracia y la paz de Dios y de Jesús.
1, 9-20. La visión de Jesús como Hijo de hombre. El retrato es tomado de Daniel 10 y Enoc 46. Cf. las frases, "uno como hijo de hombre" (Apocalipsis 1, 13, Daniel 10, 16; 7, 13); "ceñido con oro" (Apocalipsis 1, 13; Daniel 10, 5); "ojos como llamas de fuego" (Apocalipsis 1, 14; Daniel 10, 6); "a una voz como de una multitud" (Apocalipsis 1, 15; Daniel 10, 6); "caí como muerto" (Apocalipsis 1, 17; Daniel 10, 9); "y él me tocó" (Apocalipsis 1, 17, Daniel 10, 18); "pelo blanco como lana" (Apocalipsis 1, 14; Daniel 7, 9; Enoc 46, 1).
2, 1-3, 22. Las Cartas a las siete Iglesias. Las Iglesias son Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, y Laodicea. Las Epístolas son cortas exhortaciones a los cristianos a permanecer fieles a su fe, a estar atentos a los falsos apóstoles a abstenerse de la fornicación y de la carne ofrecida a los ídolos.
(2) EL LIBRO CON LOS SIETE SELLOS
Capítulos 4 y 5. La visión de Dios entronizado sobre los Querubines. El trono está rodeado por veinticuatro ancianos. A la derecha de Dios está un rollo sellado con siete sellos. En medio de los Querubines y de los ancianos el Vidente mira un cordero, "agnus tamquam occisus", llevando en su garganta la cicatriz de la incisión con la que fue degollado. El Vidente llora porque nadie ni en cielo ni en tierra puede romper los sellos. Es confortado al oír que el cordero era digno de hacerlo debido a la redención que había forjado por su sangre. El retrato del trono es tomado de Ezequiel 1. Compare en ambas relatos la descripción de las cuatro bestias. Ellos se parecen a un león, un buey, un hombre, y una águila. Sus cuerpos están llenos de ojos (cf. Ap. 9, 8; y Ez. 10, 12). Los veinticuatro ancianos probablemente fueron sugeridos por las veinticuatro clases de sacerdotes que atienden en el Templo. El cordero degollado por los pecados de la humanidad es de Isaías 53.
Capítulos 6 y 7. Los siete sellos y la enumeración de los Santos. Al abrir cuatro sellos, cuatro caballos aparecen. Su color es blanco, negro, rojo, y pálido, o verdoso ("chloros"), Ellos significan conquista, matanza, carestía y muerte. La visión es tomada de Zac. 6, 1-8. Al ser abierto el quinto sello el Vidente mira a los mártires que fueron asesinados y oye sus plegarias por el triunfo final. Al abrirse el sexto sello los predestinados a la gloria son contados y marcados. El Vidente los mira divididos en dos clases. Primero, 144,000 judíos, 12,000 de cada tribu. Después una multitud innumerable escogida de entre todas las naciones y lenguas.
Capítulos 8 y 9. El séptimo sello. Después del intervalo de alrededor de media hora, el séptimo sello es roto; siete ángeles aparecen, cada una sosteniendo una trompeta. El sonido de las primeras cuatro primeras trompetas causa una destrucción parcial de los elementos de naturaleza. Uno tercio de la tierra es quemada, así como un tercio de los árboles y todo el césped. Uno tercio del mar se vuelve sangre (cf. Ex., vii, 17). Uno tercio de los ríos se ha convertido en agua ajenjo. Uno tercio del sol, la luna, y de las estrellas se oscurece, haciendo que un tercio del día se oscurezca (cf. Ex. 10, 21). Al sonar la quinta trompeta langostas salen del abismo. Su trabajo es atormentar a los hombres por cinco meses. Se les pide encarecidamente no tocar el césped. Su forma es la de caballos (Joel 2, 4), sus dientes son como los de leones (Joel 1, 6), su pelo como el pelo de mujeres. Ellos tienen colas de escorpiones con los que castigarán al hombre. El mando ellos lo tiene el Ángel del Abismo, nombrado "Abaddon", el destructor. Al sonido de la sexta trompeta, los cuatro ángeles encadenados al Éufrates son soltados. Ellos lideran un ejército de jinetes. Por el fuego que los caballos escupían y por sus colas que eran como serpientes, uno tercio de la humanidad es matada. Después de la sexta trompeta hay dos relatos. (1) El ángel que está de pie en la tierra y el mar. Él jura que al sonido de la séptima trompeta el misterio estará completo. Él da al Vidente un librito. Cuando lo come, lo siente dulce al paladar, pero amargo una vez devorado. Tomado de Ezeq., 2, 8; 3, 3. (2) La contaminación de la corte del Templo por los paganos. Dura tres años y media. Tomado de Dan. 7, 25; 9, 27; 12, 7-11. Durante ese tiempo dos testigos son enviados a predicar en Jerusalén. Ellos son los dos olivos de Zac, 4, 3.11. Al final de su misión son asesinados por la bestia. Ellos son resucitados después de tres días y medio (= años). La séptima trompeta suena ahora, las naciones son juzgadas y el reino de Cristo es establecido.
(3) EL DRAMA DIVINO
Primer Acto. Capítulos 12-14. El cordero, la mujer, y su descendencia; y opuesto a ellos, el dragón, la bestia del mar, y la bestia de la tierra. La idea principal se toma de Gén. 3, 15. "Yo pondré enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu descendencia y la suya". La mujer está envuelta en esplendor celestial; una corona de doce estrellas sobre su cabeza y el sol y la luna bajo sus pies (cf. Gén. 37, 9. 10). Ella está con los dolores del parto. Su primogénito está destinado a gobernar todas la naciones (Sal. 2, 8. 9). Ella, y su otra descendencia, es perseguida durante tres años y medio por el gran dragón que intenta matarlos. El gran dragón es Satanás (Gén. 3, 1). Él es expulsado del cielo. Con su cola arrastra con él un tercio de las estrellas. Tomado de Dan. 8, 10. Las estrellas caídas son los ángeles caídos. La bestia del mar está en gran parte tomada de la descripción de Daniel de las cuatro bestias. Se levanta del mar (Dan. 7, 3); tiene siete cabezas marcadas con blasfemias por todas partes. También tenía diez cuernos, como la cuarta bestia de Daniel (7, 7); se parece a un leopardo, la tercera bestia de Daniel (7, 6), tenía pies como de oso, la segunda bestia de Daniel (7, 5); y dientes como de león, la primera bestia de Daniel (7, 4). El gran dragón da pleno poder a la bestia, después de lo cual todo el mundo le rinde culto (aquéllos cuyos nombres no están en el libro del cordero). Los seguidores de la bestia tienen su marca en la cabeza y en la mano. La bestia de la tierra tiene dos cuernos como de carnero. Su poder yace en su arte de engañar por medio de fichas y milagros. A lo largo del resto del libro se le llama el falso profeta. Su oficio es ayudar la bestia del mar, e inducir a los hombres a adorar su imagen. El primer acto del drama concluye con una promesa de victoria del Cordero de Dios sobre la bestia.
Segundo Acto. Capítulos 15-16. Las siete copas. Son las siete plagas que preceden la destrucción de la gran ciudad, Babilonia. Son en gran parte sugeridas por las plagas egipcias. La primera copa se vierte sobre la tierra. Úlceras afectan violentamente a hombres y bestias (Ex. 9, 9. 10). La segunda y tercera copa son vertidas en los mares y ríos, que se convierten en sangre (Ex. 7, 17-21). La cuarta copa es derramada en el sol, que quema a los hombres hasta la muerte. La quinta copa es vertida en el trono de la bestia, lo que causa gran oscuridad (Ex. 10, 11-29). La sexta copa es derramada en el Éufrates, cuyas aguas se secan y forman un paso para los reyes del Este (Ex. 14). La séptima copa es vertida en el aire, y una tormenta y un terremoto destruyen Babilonia.
Tercer Acto. Capítulos 17-18. La gran ramera. Está sentada sobre la bestia de color escarlata con las siete cabezas y diez cuernos; está vestida de escarlata y engalanada con oro. En su cabeza está escrito: Misterio, Babilonia la grande. Los reyes de la tierra cometen fornicación con ella. Pero el día de su visita ha llegado. Es convertida en un lugar desolado, morada de animales inmundos (Ls. 13, 21. 22). Su caída es lamentada por los gobernantes y comerciantes de la tierra.
Cuarto Acto. Capítulos 19-20. La victoria sobre la bestia y el gran dragón. Un caballero aparece montado en un caballo blanco. Su nombre es "Palabra de Dios". Él derrota a la bestia y al falso profeta, los cuales son tirados vivos al lago de fuego. Su derrota es seguida por la primera resurrección y el reinado de Cristo por mil años. Los mártires resucitan y participan de la gloria y felicidad de Cristo. Durante estos mil años, el gran Dragón es encerrado con cadenas. Cuando termina el plazo es liberado para atormentar la tierra. Él engaña a las naciones Gog y Magog. Estos dos nombres son tomados de Ezeq., caps. 28-29, donde, sin embargo, Gog es el rey de Magog. Por último es lanzado también por toda la eternidad al lago de fuego. Aquí es cuando el juicio universal y la resurrección tienen lugar.
Quinto Acto. Capítulos 21-22. La nueva Jerusalén (cf. Ezequiel 40-48). Dios mora en medio de sus santos que disfrutan total felicidad. La nueva Jerusalén es la esposa del cordero. Los nombres de las Doce Tribus y de los Doce Apóstoles están escritos en sus portones. Dios y el cordero son el santuario de esta nueva ciudad.
Epílogo. Versículos 18-21. La profecía del libro se cumplirá pronto. El Vidente advierte al lector que no le añada ni le quite nada, so pena de perder su puesto en la ciudad celeste.
PROPÓSITO DEL LIBRO
De esta lectura del libro es evidente que el Vidente estaba influenciado por las profecías de Daniel más que por cualquier otro libro. Daniel fue escrito con el objeto de confortar a los judíos bajo la cruel persecución de Antíoco Epifanio. El Vidente en el Apocalipsis tenía un propósito similar. Los cristianos eran perseguidos furiosamente en el reino de Domiciano. El peligro de apostasía era grande. Los falsos profetas anduvieron tratando de seducir al pueblo para aceptar las prácticas paganas y tomar parte en el culto al César. El Vidente insta a sus cristianos a permanecer fieles a su fe y enfrentar sus problemas con fortaleza. Él los anima con la promesa de una recompensa amplia y rápida. Él les asegura que la Venida triunfante de Cristo está a las puertas. Tanto al principio como al final de su libro el Vidente es muy enfático diciéndole a su pueblo que la hora de la victoria está cercana. Él comienza diciendo: "Bendito es el que. . . guarde lo escrito en ella; pues el tiempo está cerca" (1, 3). Él cierra sus visiones con las palabras patéticas: "El que da testimonio de estas cosas dice: Seguro que sí, vengo pronto: Amén. Ven, Señor Jesús". Con la venida de Cristo serán vengadas las penas de los cristianos. Sus opresores serán entregados al juicio y a los tormentos eternos. Los mártires que han caído resucitarán, de modo que ellos puedan compartir los placeres del reinado de Cristo, el milenio. Aunque esto no es sino un preludio a la bienaventuranza eterna que sigue después de la resurrección general.
Es un artículo de fe que Cristo retornará al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos. Pero el tiempo de su segundo advenimiento es desconocido. "Pero de ese día y hora nadie sabe, no, ni los ángeles del cielo, sino sólo el Padre" (Mt. 24, 36). Aparecería, y es sostenido así por muchos que los cristianos de la edad Apostólica esperaron que Cristo volvería durante su propia vida o generación. Este parece ser el significado más obvio de varios pasajes ambos en las Epístolas y Evangelios (cf. Juan 21, 21-23, Tes. 4, 13-18). Los cristianos de Asia Menor y el Vidente con ellos, parecen haber compartido esta expectativa engañosa. Su esperanza equivocada, sin embargo, no afectó la integridad de su fe en la parte esencial de la dogma. Su visión de un periodo milenario de felicidad corpórea era igualmente erróneo. La Iglesia ha desechado totalmente la doctrina de un milenio anterior a la resurrección. San Agustín ha sido quizás quien más que ningún otro ha ayudado a librar la Iglesia de todas las imaginaciones crudas como referidas a sus placeres. Él explicó el milenio alegóricamente y lo aplicó a la Iglesia de Cristo en tierra. Con la fundación de la Iglesia el milenio empezó. La primera resurrección es la resurrección espiritual del alma del pecado (De Civ. Dei Lib. XX). Así el número 1,000 debe ser tomado indefinidamente.
ESTRUCTURA DEL LIBRO Y SU COMPOSICIÓN LITERARIA
La estructura del Apocalipsis requiere una división en tres partes.
La primera parte comprende las siete cartas de exhortación. La segunda tiene como idea principal la sabiduría de Cristo. Es simbolizada por el libro con siete sellos. En él están escritos los decretos eternos de Dios tocante al fin del mundo y a la victoria final del bien sobre el mal. Nadie excepto Jesús, el cordero degollado por los pecados del mundo, es digno de romper los sellos y leer su contenido.
La segunda parte describe el poder de Cristo sobre Satanás y su reino. El cordero derrota el dragón y la bestia. Esta idea se desarrolla en un drama de cinco actos. En cinco escenas sucesivas vemos ante nosotros la batalla, la caída de Babilonia la ramera, la victoria y la bienaventuranza final.
La tercera parte es no sólo la más importante, sino también la mejor lograda desde un punto de vista literario. El drama del cordero contiene varios pensamientos bellos de valor duradero. El cordero, simbolizando afabilidad y pureza, conquista la bestia, la personificación de lujuria y crueldad. La ramera significa idolatría. La fornicación que los gobernantes y las naciones de la tierra cometen con ella significa el culto que rinden a las imágenes de César y a las monedas de su poder. La segunda parte es inferior en belleza literaria. Mucho de su contenido es tomado del Antiguo Testamento, y está lleno de un simbolismo extravagante. El Vidente muestra un sabor imaginativo para todo lo raro y grotesco. Él se deleita describiendo langostas con pelo como de mujeres y caballos con colas como de serpientes. Hay pasajes ocasionales que revelan un sentido de belleza literaria. Dios quita la cortina del firmamento como un escriba enrolla sus pergaminos. Las estrellas caen de los cielos como higos de una higuera agitada por la tormenta (6, 12-14). En general, sin embargo el Vidente muestra más amor por el esplendor oriental que una apreciación de verdadera belleza.
INTERPRETACIÓN
Sería igualmente fatigoso e inútil enumerar aún las aplicaciones más prominentes hechas del Apocalipsis. El odio racial y el rencor religioso han encontrado en todas las épocas en su visión materia muy conveniente y satisfactoria. Personas tales como Mahoma, el Papa, Napoleón, etc., han sido identificadas a su tiempo con la bestia y la ramera. Particularmente para los "reformadores" el Apocalipsis era una cantera inagotable de dónde extraer invectivas que podrían lanzar entonces contra la jerarquía romana. Las siete colinas de Roma, las túnicas de color escarlatas de los cardenales, y los abusos infortunados de la corte papal provocaron una aplicación fácil y tentadora. Gracias a la investigación paciente y activa de estudiosos, la interpretación del Apocalipsis ha sido transferida a un campo libre de "odium theologicum". Pero entonces el significado del Vidente es determinado por las reglas de exégesis común. Aparte de la resurrección, el milenio, y las plagas que preceden la consumación final, ellos ven en sus visiones una referencia a los acontecimientos principales de su época. Su método de interpretación puede llamarse histórico comparado con la aplicación teológica y política de edades anteriores. La clave para los misterios del libro la encuentran en 17, 8-14. Pues así dice al Vidente: "El que pueda entender que entienda."
La bestia del mar que había recibido plenitud de poder del dragón, o Satanás, es el Imperio romano, o más bien, César, su representante supremo. La imagen de la bestia con la que sus siervos son marcados es la imagen del emperador en las monedas del reino. Este parece ser el significado obvio del pasaje: que todas las transacciones comerciales, todas las compras y ventas eran imposibles si no se tenía la marca de la bestia (Ap. 13, 17). Contra esta interpretación se objeta que los judíos en el tiempo de Cristo no tenían ningún escrúpulo manejando dinero en el que la imagen de César estaba grabada (Mt. 12, 15-22). Pero debe tenerse presente que el horror de los judíos hacia las imágenes imperiales era principalmente debido a la política de Calígula. Él confiscó algunas de sus sinagogas, y las transformaba en templos paganos poniendo su estatua en ellos. Él incluso intentó erigir una imagen de él en el Templo de Jerusalén (Jos. Ant., XVIII, viii, 2).
Las siete cabezas de la bestia son siete emperadores. Cinco de ellos el Vidente dice que son caído. Ellos son Tiberio Augusto, Calígula, Claudio y Nerón. El año de la muerte de Nerón es el 68 D.C. El Vidente continúa diciendo: "Uno es", a saber Vespasiano, años 70-79 D.C; es el sexto emperador. El séptimo, nos dice el Vidente, "no ha venido todavía, pero cuando venga, su reino será corto". Así se prevé a Tito, quién reinó apenas dos años (79-81). El octavo emperador es Domiciano (81-96). De él, el Vidente tiene algo muy peculiar que decir: Lo identifica con la bestia y lo describe como aquel que "era y no es, y que saldrá del pozo sin fondo" (17, 8). En el versículo 11 agrega: "Y la bestia que era y no es: ella misma también es la octava, y es de los siete, y va a la destrucción". Todos esto suena como lenguaje de los oráculos. Pero la pista para su solución es preparada por una creencia popular muy difundida en aquel momento. La muerte de Nerón había sido atestiguada por pocos, de modo que sobre todo en el Este había la idea de que Nerón todavía estaba vivo. Gentiles, judíos y cristianos estaban bajo el engaño de que él estaba escondiéndose, y como se creía normalmente, que se había ido con los enemigos más problemáticos del imperio. De ahí que esperaban que volvería a la cabeza de un ejército poderoso para vengarse de sus enemigos. La existencia de esta creencia imaginativa es un hecho histórico bien atestiguado. Tácito habla de él: "Achaia atque Asia falso exterrit velut Nero adventaret, vario super ejus exitu rumore eoque pluribus vivere eum fingentibus credentibusque" (Hist., II, 8). Así también "Dio Chrysostomus: kai nyn (alrededor del año 100 D.C.) eti pantes epithymousi zen oi de pleistoi kai oiontai (Orat., 21, 10,; cf. Sebo., "Vit. Caes". s.v. Nero, 57, y los Oráculos de la Sibilina, V, 28-33). Por tanto, los contemporáneos del Vidente creían que Nerón estaba vivo y esperaban su retorno. El Vidente o bien compartió su creencia o la utilizó para su propio propósito. Nerón había hecho un nombre para sí por su crueldad y libertinaje. Los cristianos en particular tenían razones para temerle. Bajo él tuvo lugar la primera persecución. La segunda ocurrió bajo Domiciano. Pero diferente a la anterior, no se limitó a Italia, sino que se extendió a lo largo de las provincias. Muchos cristianos fueron llevados a la muerte, otros desterrados (Eusebio, Hist. Eccl., III, 17-19). De esta manera el Vidente fue llevado a considerar Domiciano como un segundo Nerón, "Nero redivivus". De allí que lo describiera como "el que era, que no, y que había de volver". De ahí que lo cuenta como el octavo y al mismo tiempo le hace uno de los siete precedentes, el quinto, Nerón. La identificación de los dos emperadores era fácil de hacer pues incluso autores paganos llamaron a Domiciano un segundo Nerón (calvus Nero, Juvenal. IV, 38). La creencia popular acerca de la muerte de Nerón y su retorno parece ser referida también en el pasaje (13, 3): "Y yo vi uno de sus cabezas como si fuera cortada hasta la muerte: y su herida de muerte fue sanada."
Los diez cuernos son explicados comúnmente como los gobernantes vasallos bajo la supremacía de Roma. Son descritos como reyes (basileis), en un sentido más amplio, pues ellos no son reyes verdaderos, sino que recibieron poder para gobernar con la bestia. Su poder, además, es apenas para una hora, significando su corta duración e inestabilidad (17, 17). El Vidente ha marcado la bestia con el número 666. Su propósito era que por este número la gente lo conociera. El que entienda, que cuente el número de la bestia. Porque es el número de un hombre: y su número es seiscientos y sesenta y seis. Un número humano, es decir inteligible por las reglas comunes de investigación. Nosotros tenemos aquí un caso judío de gematría. Su objeto es ocultar un nombre sustituyéndolo con una cifra de igual valor numérico a las letras que lo componen. Por mucho tiempo intérpretes intentaron descifrar el número 666 por medio del alfabeto griego, por ej., Ireneo, "Adv. Haer"., V, 33. Sus esfuerzos no han dado ningún resultado satisfactorio. El éxito mejor ha sido obtenido usando el alfabeto hebreo. Muchos estudiosos han llegado a la conclusión de que su significado es Nerón. Pues cuando el nombre que "César Nerón" es deletreado con letras hebreas, da la cifra 666.
La segunda bestia, la de la tierra, el seudoprofeta cuyo oficio era ayudar a la bestia del mar, probablemente significa el trabajo de seducción continuado por los cristianos apóstatas. Ellos se dedicaron a hacer que sus compañeros cristianos adoptasen las prácticas paganas y se sometiesen al culto del César. Parece que no son los Nicolaítas de las siete Epístolas. Porque ellos son comparados allí a Balaam y Jezabel que seducen los Israelitas a la idolatría y fornicación. La mujer con dolores de parto es una personificación de la sinagoga o la iglesia. Su primogénito es Cristo, su otra descendencia es la comunidad de los creyentes.
En esta interpretación, de la que hemos dado un resumen, hay dos dificultades:
En la enumeración de los emperadores tres son pasados por alto, Galba, Otto, y Vitelio. Pero esta omisión puede ser explicada por la brevedad de sus reinos. Cada uno de los tres reinó apenas unos meses.
La Tradición ubica el Apocalipsis en el reino de Domiciano. Pero según el cómputo dado antes, el Vidente mismo ubica su obra en el reino de Vespasiano. Pues si este cómputo fuera correcto, Vespasiano es el emperador a quien él designa como "el que es". A esta objeción, sin embargo, puede contestarse que era la costumbre de escritores apocalípticos, por ej., Daniel, Enoc, y los libros Sibilinos, lanzar sus visiones en la forma de profecías y darles la apariencia de ser la obra de una fecha más temprana. Ningún fraude literario se pretendía con ello. Era meramente un estilo peculiar de escritura adoptado como más adecuado al asunto. El Vidente del Apocalipsis sigue esta práctica. Aunque realmente desterrado en Patmos en el reino de Domiciano, después de la destrucción de Jerusalén, él escribió como si él hubiera estado allí y visto sus visiones en el reino de Vespasiano quizá cuando el templo todavía existía. Cf. 2, 1. 2.

Apocalipsis
 
El último de los escritos del Nuevo Testamento es un mensaje profético, destinado a reavivar la fe y la esperanza de los cristianos perseguidos. Lleva el título de APOCALIPSIS, palabra griega que significa "Revelación", y contiene una "Revelación de Jesucristo" comunicada "a su servidor Juan" por medio de un "Ángel" (1. 1-3).
El Libro está redactado en el estilo llamado "apocalíptico", muy utilizado en el mundo judío de esa época, y presenta evidentes analogías con el de otros escritos bíblicos y extrabíblicos. Dicho estilo tiene su origen en los oráculos proféticos que anunciaban el Reino mesiánico y la manifestación del Día del Señor, y encuentra su expresión más característica en el libro de Daniel.
La historia de las interpretaciones del Apocalipsis es muy variada y hasta contradictoria. El hecho es explicable, dadas las grandes dificultades que encierra esta obra. Para no caer en interpretaciones fantasiosas y arbitrarias, es necesario tener en cuenta que las visiones, en especial los números y los colores, son de carácter más bien simbólico que descriptivo.
Pero, a pesar de sus muchas oscuridades, el sentido profundo del Apocalipsis es sumamente claro: este célebre Libro anuncia el triunfo de Dios sobre todos los poderes que se oponen a su designio salvífico, y recuerda las promesas indefectibles hechas a la Iglesia. Cristo es el Señor de la historia, y más allá del tiempo, se realiza plenamente el Reino de Dios. Por eso, puede considerarse al Apocalipsis como el Libro por excelencia de la esperanza cristiana. Esa esperanza está latente en el ferviente anhelo de la Venida del Señor, que pone punto final al Apocalipsis y a todo el Nuevo Testamento: "¡Ven, Señor Jesús!" (22. 20).
Prólogo

1 1 Revelación de Jesucristo, que le fue confiada por Dios para enseñar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto. Él envió a su Ángel para transmitírsela a su servidor Juan. 2 Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. 3 Feliz el que lea, y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en cuenta lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca.
"LO QUE SUCEDE":CARTA A LAS SIETE IGLESIAS DE ASIA


 



El libro del Apocalipsis se inicia con una serie de Cartas dirigidas a siete Iglesias de la provincia romana de Asia, actualmente inexistentes. En realidad, el número siete es simbólico y dichas Iglesias representan el conjunto de las comunidades cristianas de esa región. Todas las Cartas tienen un estilo semejante y están escritas en nombre del mismo Jesucristo, a quien se le dan diversos títulos, entre ellos el de "Hijo de Dios" (2. 18). Es él quien pasa revista a la conducta de aquellas comunidades, alabándolas unas veces por sus virtudes, y enjuiciándolas otras a causa de sus infidelidades.

Salvadas las distancias, el mensaje de estas Cartas vale para las Iglesias de todas las épocas. ¿Acaso ellas no están siempre expuestas a toda suerte de dificultades, tanto externas como internas? Es inevitable, y la historia lo atestigua de sobra, que el Cuerpo visible de Cristo sufra persecuciones, desviaciones e imperfecciones. Ahora como entonces, el Señor exhorta a los creyentes en él a mantenerse fieles al fervor de los comienzos, mediante una constante renovación. La corona de esta fidelidad será la participación en el triunfo de Cristo, "el Primero que resucitó de entre los muertos" (1. 5).



Saludo y doxología

4 Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias de Asia. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de aquel que es, que era y que viene, y de los siete Espíritus que están delante de su trono, 5 y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra. Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, 6 e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. 7 ¡Miren! Él viene entre las nubes y todos lo verán, aun aquellos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.
Visión preparatoria

9 Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. 10 El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: 11 "Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete Iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea". 12 Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, 13 y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos tenían la blancura de la lana y de la nieve; sus ojos parecían llamas de fuego; 15 sus pies, bronce fundido en el crisol; y su voz era como el estruendo de grandes cataratas. 16 En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada de doble filo; y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
17 Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: "No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente. 18 Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. 19 Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro. 20 El significado misterioso de las siete estrellas que has visto en mi mano y de los siete candelabros de oro es el siguiente: las siete estrellas son los Ángeles de las siete Iglesias, y los siete candelabros son las siete Iglesias".
Carta a la Iglesia de Éfeso

2 1 Escribe al Ángel de la Iglesia de Éfeso: "El que tiene en su mano derecha las siete estrellas y camina en medio de los siete candelabros de oro, afirma: 2 "Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos. 3 Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer. 4 Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. 5 Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior. Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente. 6 Sin embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los nicolaítas, lo mismo que yo". 7 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor, le daré de comer del árbol de la vida, que se encuentra en el Paraíso de Dios".
Carta a la Iglesia de Esmirna

8 Escribe al Ángel de la Iglesia de Esmirna: "El Primero y el Último, el que estuvo muerto y ha revivido, afirma: 9 "Conozco tu tribulación y tu pobreza, aunque eres rica, así como también la maledicencia de los que se llaman judíos, y no son más que una sinagoga de Satanás. 10 No temas por lo que tendrás que padecer: mira que el demonio va a arrojar en la cárcel a algunos de ustedes para que sean puestos a prueba, y tendrán que sufrir durante diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida". 11 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: la segunda muerte no dañará al vencedor".
Carta a la Iglesia de Pérgamo

12 Escribe al Ángel de la Iglesia de Pérgamo: "El que tiene la espada de doble filo afirma: 13 "Sé que tú habitas donde está el trono de Satanás. A pesar de todo, permaneces fiel a mi Nombre y no has renegado de tu fe en mí, ni siquiera en la época de Antipas, mi testigo fiel, al que mataron en el lugar donde habita Satanás. 14 Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac cómo debía seducir a los israelitas para que se prostituyeran, comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. 15 Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas. 16 Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca". 17 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor, le daré de comer el maná escondido, y también le daré una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo que nadie conoce fuera de aquel que lo recibe".
Carta a la Iglesia de Tiatira

18 Escribe al Ángel de la Iglesia de Tiatira: "El Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de fuego y los pies semejantes al bronce fundido, afirma: 19 "Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu constancia. Sé también que tus últimas obras son más abundantes que las primeras. 20 Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel, esa mujer que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. 21 Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no quiere dejar de fornicar. 22 Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor, y someteré a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras, 23 y haré morir a sus hijos. Así sabrán todas las Iglesias que yo conozco íntimamente los sentimientos y las intenciones. Y retribuiré a cada uno según sus obras. 24 En cuanto a ustedes, los demás de Tiatira, los que no comparten esta doctrina ni conocen ‘los secretos de Satanás’ –como dicen ellos– no les impondré nada nuevo, 25 excepto que conserven firmemente lo que ya poseen, hasta que yo vuelva. 26 Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones. 27 Él las regirá con un cetro de hierro y las destrozará como a un vaso de arcilla, 28 con el mismo poder que yo recibí del Padre; y también le daré la Estrella de la mañana". 29 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
Carta a la Iglesia de Sardes.

3 1 Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes: "El que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma: "Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. 2 Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios. 3 Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé. 4 Sin embargo, tienes todavía en Sardes algunas personas que no han manchado su ropa: ellas me acompañarán vestidas de blanco, porque lo han merecido. 5 El vencedor recibirá una vestidura blanca, nunca borraré su nombre del Libro de la Vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles". 6 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
Carta a la Iglesia de Filadelfia

7 Escribe al Ángel de la Iglesia de Filadelfia: "El Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir, afirma: 8 "Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre. 9 Obligaré a los de la sinagoga de Satanás –que mienten, porque se llaman judíos y no lo son– a que se postren delante de ti y reconozcan que yo te he amado. 10 Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. 11 Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona. 12 Haré que el vencedor sea una columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Y sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios –la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene de Dios– y también mi nombre nuevo". 13 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
Carta a la Iglesia de Laodicea

14 Escribe al Ángel de la Iglesia de Laodicea: "El que es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, afirma: 15 "Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. 17 Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. 18 Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. 19 Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! 20 Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. 21 Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono". 22 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
"LO QUE SUCEDERÁ":LAS VISIONES PROFÉTICAS


La segunda parte del Apocalipsis –bastante más extensa que la primera– está orientada hacia el gran "Día del Señor", cuando se manifieste la soberanía de Dios y del Mesías (12. 10). Varias visiones proféticas anuncian y preludian la llegada de ese Día en una forma simbólica y muchas veces desconcertante. El trasfondo histórico de esas visiones es la persecución desatada contra los cristianos por el poder impe-rial de Roma, a fines del siglo I. Dentro de ese marco, los capítulos 4 - 11 tratan de los últimos tiempos, teniendo en vista el Juicio de Dios sobre Israel, que culminó con la destrucción de Jerusalén. Y en los capítulos 12 - 13 –los más importantes del Libro– se describe el enfrentamiento de las fuerzas del mal con el nuevo Pueblo de Dios. En un primer momento, la victoria pertenece a las primeras, personificadas en el Imperio Romano, pero al fin será de Cristo y de sus elegidos. Babilonia –la ciudad del mal– será reemplazada por la Ciudad de Dios.

¡Cuántas veces se ha repetido esta lucha a lo largo de la historia! De allí la perenne actualidad del Apocalipsis, que no es un Libro para "intimidar" sino para "animar" a los creyentes. Llegará la hora del Juicio de Dios sobre todas las naciones. Y con ella, la consumación de la Alianza nupcial de Dios con la humanidad. Será la hora de "las bodas del Cordero" con "la nueva Jerusalén, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo" (19. 7; 21. 2).



LOS PRELIMINARES DEL GRAN DÍA DEL SEÑOR
La visión del trono de Dios
4 1 Después tuve la siguiente visión: Había una puerta abierta en el cielo, y la voz que había escuchado antes, hablándome como una trompeta, me dijo: "Sube aquí, y te mostraré las cosas que deben suceder en seguida". 2 En ese mismo momento, fui arrebatado por el Espíritu y vi en el cielo un trono, en el cual alguien estaba sentado. 3 El que estaba sentado tenía el aspecto de una piedra de jaspe y de ágata. Rodeando el trono, vi un arco iris que tenía el aspecto de la esmeralda. 4 Y alrededor de él, había otros veinticuatro tronos, donde estaban sentados veinticuatro Ancianos, con túnicas blancas y coronas de oro en la cabeza. 5 Del trono salían relámpagos, voces y truenos, y delante de él ardían siete lámparas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios. 6 Frente al trono, se extendía como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono y alrededor de él, había cuatro Seres Vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. 7 El primer Ser Viviente era semejante a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro humano; y el cuarto era semejante a un águila en pleno vuelo. 8 Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y repetían sin cesar, día y noche:
"Santo, santo, santo es el Señor Dios,
el Todopoderoso,

el que era, el que es y el que viene".
9 Y cada vez que los Seres Vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro Ancianos se postraban ante él para adorarlo, y ponían sus coronas delante del trono, diciendo:
11 "Tú eres digno, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder.
Porque has creado todas las cosas:
ellas existen y fueron creadas por tu voluntad".
El Cordero y el Libro de los siete sellos

5 1 Después vi en la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. 2 Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba en alta voz: "¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?". 3 Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de ella, era capaz de abrir el libro ni de leerlo. 4 Y yo me puse a llorar porque nadie era digno de abrir el libro ni de leerlo. 5 Pero uno de los Ancianos me dijo: "No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abrirá el libro y sus siete sellos".
6 Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en medio de los veinticuatro Ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra. 7 El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono. 8 Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los Santos, 9 y cantaban un canto nuevo, diciendo:
"Tú eres digno de tomar el libro
y de romper los sellos,
porque has sido inmolado,
y por medio de tu Sangre,
has rescatado para Dios
a hombres de todas las familias,
lenguas, pueblos y naciones.
10 Tú has hecho de ellos un Reino sacerdotal

para nuestro Dios,
y ellos reinarán sobre la tierra".
11 Y después oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, 12 y exclamaban con voz potente:
"El Cordero que ha sido inmolado
es digno de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría, la fuerza y el honor,
la gloria y la alabanza".
13 También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían:
"Al que está sentado sobre el trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y poder,
por los siglos de los siglos".
14 Los cuatro Seres Vivientes decían: "¡Amén!", y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.
La apertura de los seis primeros sellos

6 1 Después vi que el Cordero abría el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que decía con voz de trueno: "Ven". 2 Y vi aparecer un caballo blanco. Su jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante, para seguir venciendo.
3 Cuando el Cordero abrió el segundo sello, oí al segundo de los Seres Vivientes que decía: "Ven". 4 Y vi aparecer otro caballo, rojo como el fuego. Su jinete recibió el poder de desterrar la paz de la tierra, para que los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran espada.
5 Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercero de los Seres Vivientes que decía: "Ven". Y vi aparecer un caballo negro. Su jinete tenía una balanza en la mano; 6 y oí una voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía: "Se vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada por un denario. Y no eches a perder el aceite y el vino".
7 Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los Seres Vivientes que decía: "Ven". 8 Y vi aparecer un caballo amarillo. Su jinete se llamaba "Muerte", y el Abismo de la muerte lo seguía. Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes.
9 Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado. 10 Ellas clamaban a voz en cuello: "¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?". 11 Entonces se le dio a cada uno una vestidura blanca y se les dijo que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el número de sus compañeros de servicio y de sus hermanos, que iban a sufrir la misma muerte.
12 Y cuando el Cordero abrió el sexto sello, vi que se produjo un violento terremoto. El sol se puso negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada; 13 los astros del cielo cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes cuando la higuera es sacudida por un fuerte viento. 14 El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla, y todas las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios. 15 Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las rocas de las montañas, 16 y decían a las montañas y a las rocas: "Caigan sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero". 17 Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién podrá resistir?

Los elegidos de Dios

7 1 Después de esto, vi a cuatro Ángeles que estaban de pie en los cuatro puntos cardinales y sujetaban a los cuatro vientos para que no soplaran sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre los árboles. 2 Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: 3 "No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios". 4 Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000, pertenecientes a todas las tribus de Israel.
5 Doce mil de la tribu de Judá,
doce mil de la tribu de Rubén,
doce mil de la tribu de Gad,
6 doce mil de la tribu de Aser,
doce mil de la tribu de Neftalí,
doce mil de la tribu de Manasés,
7 doce mil de la tribu de Simeón,
doce mil de la tribu de Leví,
doce mil de la tribu de Isacar,
8 doce mil de la tribu de Zabulón,
doce mil de la tribu de José,
doce mil de la tribu de Benjamín.
El triunfo de los elegidos

9 Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
10 "¡La salvación viene de nuestro Dios
que está sentado en el trono,
y del Cordero!".
11 Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo:
"¡Amén!
¡Alabanza, gloria y sabiduría,
acción de gracias, honor, poder y fuerza
a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!".
13 Y uno de los Ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?". 14 Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo. El que está sentado en el trono habitará con ellos: 16 nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. 17 Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos".

La apertura del séptimo sello

8 1 Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el cielo un silencio, que duró alrededor de media hora. 2 En seguida, vi a los siete Ángeles que están delante de Dios, y ellos recibieron siete trompetas. 3 Y vino otro Ángel que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una gran cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los santos, sobre el altar de oro que está delante del trono. 4 Y el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel hasta la presencia de Dios. 5 Después el Ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra. Y hubo truenos, gritos, relámpagos y un temblor de tierra. 6 Y los siete Ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
Las cuatro primeras trompetas

7 Cuando el primer Ángel tocó la trompeta, cayó sobre la tierra granizo y fuego mezclado con sangre: la tercera parte de la tierra fue consumida, junto con la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.
8 Cuando el segundo Ángel tocó la trompeta, se precipitó sobre el mar una masa incandescente, grande como una montaña: la tercera parte del mar se convirtió en sangre; 9 murió la tercera parte de los seres vivientes que habitan en sus aguas, y fue destruida la tercera parte de las naves.
10 Cuando el tercer Ángel tocó la trompeta, un astro enorme que ardía como una antorcha cayó del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales. 11 El astro se llamaba "Ajenjo". La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y murieron muchos hombres que bebieron de esas aguas, porque se habían vuelto amargas.
12 Cuando el cuarto Ángel tocó la trompeta, se oscureció la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas. El día perdió la tercera parte de su luz, y lo mismo sucedió con la noche.
13 Y después vi y oí a un águila que volaba en el cielo y decía con voz potente: "¡Ay de los habitantes de la tierra, cuando resuenen las trompetas que ya se disponen a tocar los otros tres Ángeles!".
La quinta trompeta

9 1 Cuando el quinto Ángel tocó la trompeta, vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. La estrella recibió la llave del pozo del Abismo, 2 y cuando abrió el pozo, comenzó a subir un humo, como el de un gran horno, que oscureció el sol y el aire. 3 Del humo salieron langostas que se expandieron por toda la tierra, y estas recibieron un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. 4 Se les ordenó que no dañaran las praderas ni las plantas ni los árboles, sino solamente a los hombres que no llevaran la marca de Dios sobre la frente. 5 Se les permitió, no que los mataran, sino que los atormentaran durante cinco meses, con un dolor parecido al que produce la picadura del escorpión. 6 En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la encontrarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7 Las langostas parecían caballos equipados para la guerra: tenían en su cabeza algo parecido a coronas doradas y su rostro era semejante al rostro humano. 8 Su cabello era como el de las mujeres y sus dientes como dientes de leones. 9 Su tórax parecía una coraza de hierro; y el zumbido de sus alas era como el ruido de carros de muchos caballos corriendo al combate. 10 Tenían colas con un aguijón como los escorpiones, y en ellas residía el poder para dañar a los hombres durante cinco meses. 11 Su rey era el Ángel del Abismo, cuyo nombre es "Destructor": "Abadón", en hebreo, y "Apolión", en griego.
12 La primera calamidad ha pasado, pero sepan que todavía faltan dos más.
La sexta trompeta

13 Cuando el sexto Ángel tocó la trompeta, escuché una voz que provenía de los cuatro ángulos del altar de oro que está delante de Dios. 14 Y esa voz dijo al sexto Ángel, al que tenía la trompeta: "Suelta a los cuatro Ángeles que están encadenados junto al gran río Éufrates". 15 Y fueron soltados los cuatro Ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año en que debían exterminar a una tercera parte de los hombres. 16 Su ejército constaba de doscientos millones de jinetes: yo pude oír este número. 17 En la visión vi así a los caballos y a los jinetes: los jinetes llevaban corazas de fuego, de jacinto y de azufre; la cabeza de los caballos se parecía a la de los leones, y su boca vomitaba fuego, humo y azufre. 18 Una tercera parte de los hombres fue exterminada por estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre que salía de la boca de los caballos. 19 Porque el poder de esos caballos reside en su boca y en sus colas: sus colas son como serpientes, que tienen cabezas con las cuales hacen daño. 20 Y el resto de los hombres que no habían sido dañados por las plagas, no se arrepintieron de sus obras ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que son incapaces de ver, de oír y de caminar. 21 No, ellos no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de sus fornicaciones, ni de sus robos.
Inminencia del castigo final

10 1 Luego vi descender del cielo a otro Ángel poderoso, envuelto en una nube, con un arco iris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol, sus piernas parecían columnas de fuego, 2 y en su mano tenía abierto un libro pequeño. Puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, 3 y gritó con voz potente, semejante al rugido del león. Entonces, los siete truenos hicieron resonar sus voces. 4 Una vez que estos hablaron, yo me dispuse a escribir, pero una voz del cielo me ordenó: "Guarda en secreto lo que han dicho los siete truenos y no lo escribas". 5 Y el Ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano derecha hacia el cielo, 6 y juró por aquel que vive por los siglos de los siglos, por el que ha creado el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, diciendo: "¡Se acabó el tiempo de la espera! 7 Pero el día en que suene la trompeta del séptimo Ángel y se escuche su voz, se cumplirá el misterio de Dios, conforme al anuncio que él hizo a sus servidores, los profetas".

El pequeño libro

8 Y la voz que había oído desde el cielo me habló nuevamente, diciéndome: "Ve a tomar el pequeño libro que tiene abierto en la mano el Ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra". 9 Yo corrí hacia el Ángel y le rogué que me diera el pequeño libro, y él me respondió: "Toma y cómelo; será amargo para tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel". 10 Yo tomé el pequeño libro de la mano del Ángel y lo comí: en mi boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo, se volvió amargo en mi estómago. 11 Entonces se me dijo: "Es necesario que profetices nuevamente acerca de una multitud de pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes".
Los dos testigos

11 1 Después recibí una vara para medir, semejante a un bastón, mientras me decían: "Levántate y mide el Templo de Dios, el altar y a los adoradores que encuentres allí. 2 No tengas en cuenta el atrio exterior del Templo ni lo midas, porque ha sido entregado a los paganos, y ellos pisotearán la Ciudad santa durante cuarenta y dos meses. 3 Pero yo encargaré a mis dos testigos que profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos con hábitos de penitencia. 4 Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. 5 Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos. 6 Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética; y también, tienen poder para cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran.
7 Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. 8 Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad –llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto– allí mismo donde el Señor fue crucificado. 9 Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos. 10 Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos dos profetas los habían atormentado".
11 Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores. 12 Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: "Suban aquí". Y ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos. 13 En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de siete mil personas: los sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo.
14 La segunda calamidad ha pasado, pero sepan que la tercera está por llegar.
La séptima trompeta

15 Cuando el séptimo Ángel tocó la trompeta, resonaron en el cielo unas voces potentes que decían: "El dominio del mundo ha pasado a manos de nuestro Señor y de su Mesías, y él reinará por los siglos de los siglos". 16 Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos, delante de Dios, se postraron para adorarlo, diciendo:
17 "Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso
-el que es y el que era-
porque has ejercido tu inmenso poder
y has establecido tu Reino.
18 Los paganos se habían enfurecido,

pero llegó el tiempo de tu ira,
así como también el momento de juzgar a los muertos
y de recompensar a tus servidores, los profetas,

y a los santos y a todos aquellos que temen tu Nombre
-pequeños y grandes-

y el momento de exterminar
a los que corrompían la tierra".
El Arca de la Alianza

19 En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.
La visión de la Mujer y el Dragón

12 1 Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. 2 Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. 3 Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. 4 Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. 5 La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, 6 y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.
7 Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, 8 pero fueron vencidos y expulsados del cielo. 9 Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles. 10 Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:
"Ya llegó la salvación,
el poder y el Reino de nuestro Dios
y la soberanía de su Mesías,
porque ha sido precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
11 Ellos mismos lo han vencido,
gracias a la sangre del Cordero
y al testimonio que dieron de él,
porque despreciaron su vida hasta la muerte.
12 ¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes,
pero ay de ustedes, tierra y mar,
porque el Diablo ha descendidohasta ustedes
con todo su furor,
sabiendo que le queda poco tiempo!".
13 El Dragón, al verse precipitado sobre la tierra, se lanzó en persecución de la Mujer que había dado a luz al hijo varón. 14 Pero la Mujer recibió las dos alas de la gran águila para volar hasta su refugio en el desierto, donde debía ser alimentada durante tres años y medio, lejos de la Serpiente. 15 La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como un río de agua, para que la arrastrara. 16 Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se tragó el río que el Dragón había vomitado. 17 El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús. 18 Y yo me quedé de pie sobre la playa.
La Bestia del mar

13 1 Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas había leyendas con nombres blasfemos. 2 Parecía una pantera, pero tenía las patas como las de un oso y la boca como la de un león. El Dragón le cedió su poder y su trono con un inmenso imperio. 3 Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal ya estaba cicatrizada. Toda la tierra, maravillada, siguió a la Bestia, 4 y todos adoraron al Dragón porque él le había cedido el poder, y también adoraron a la Bestia, diciendo: "¿Quién se le puede igualar y quién puede luchar contra ella?". 5 Y se permitió a la Bestia proferir palabras altaneras y blasfemias; y se le dio poder para actuar durante cuarenta y dos meses. 6 Ella abrió la boca para maldecir a Dios y blasfemar contra su Nombre y su Santuario, y contra los habitantes del cielo. 7 También le fue permitido combatir contra los santos hasta vencerlos, y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación. 8 Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida del Cordero que ha sido inmolado. 9 ¡El que pueda entender, que entienda! 10 El que tenga que ir a la cárcel, irá a la cárcel; y el que tenga que morir por la espada, morirá por la espada. En esto se pondrá a prueba la perseverancia y la fe de los santos.
La Bestia de la tierra

11 En seguida vi surgir de la tierra otra Bestia que tenía dos cuernos como los de un cordero, pero hablaba como un dragón. 12 Esta Bestia ejercía todo el poder de la primera y estaba a su servicio; y logró que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera Bestia, a aquella cuya llaga mortal se había cicatrizado. 13 También realizaba grandes prodigios, llegando a hacer descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de todos. 14 Y por los prodigios que realizaba al servicio de la primera Bestia, sedujo a los habitantes de la tierra para que fabricaran una imagen en honor de aquella que fue herida por la espada y sobrevivió. 15 También se le permitió dar vida a la imagen de la Bestia, para hacerla hablar y dar muerte a todos aquellos que no adoran su imagen. 16 Así consiguió que todos –pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos– se dejaran poner una marca en su mano derecha o sobre su frente, 17 de manera que nadie podía comprar o vender, si no llevaba marcado el nombre de la Bestia o la cifra que corresponde a su nombre.
18 Para esto se precisa sutileza. El que tenga inteligencia calcule la cifra de la Bestia, porque es una cifra humana: 666.
El Cordero y su cortejo

14 1 Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que tenían escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre. 2 Oí entonces una voz que venía del cielo, semejante al estrépito de un torrente y al ruido de un fuerte trueno, y esa voz era como un concierto de arpas: 3 los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono de Dios, y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra. 4 Estos son los que no se han contaminado con mujeres y son vírgenes. Ellos siguen al Cordero donde quiera que vaya. Han sido los primeros hombres rescatados para Dios y para el Cordero. 5 En su boca nunca hubo mentira y son inmaculados.
Los tres Ángeles

6 Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo, llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo. 7 El proclamaba con voz potente:
"Teman a Dios y glorifíquenlo,
porque ha llegado la hora de su Juicio:
adoren a aquel que hizo el cielo,

la tierra, el mar y los manantiales".
8 Un segundo Ángel lo siguió, anunciando: "Ha caído, ha caído la gran Babilonia, la que ha dado de beber a todas las naciones el vino embriagante de su prostitución".
9 Un tercer Ángel lo siguió, diciendo con voz potente: "El que adore a la Bestia o a su imagen y reciba su marca sobre la frente o en la mano, 10 tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero. 11 El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche". 12 En esto se pondrá a prueba la perseverancia de los santos, de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. 13 Luego escuché una voz que me ordenaba desde el cielo: "Escribe: ¡Felices los que mueren en el Señor! Sí –dice el Espíritu– de ahora en adelante, ellos pueden descansar de sus fatigas, porque sus obras los acompañan".
El Hijo del hombre

14 Y vi una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien que parecía Hijo de hombre, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano. 15 En seguida salió del Templo otro Ángel y gritó con voz potente al que estaba sentado sobre la nube: "Empuña tu hoz y siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha y los sembrados de la tierra están maduros". 16 Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra, y esta quedó segada.
17 Entonces otro Ángel salió del Templo que está en el cielo, llevando también una hoz afilada. 18 Y salió del altar otro Ángel –el que tiene poder sobre el fuego– y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada: "Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque han llegado a su madurez". 19 El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios. 20 La cuba fue pisoteada en las afueras de la ciudad, y de la cuba salió tanta sangre, que llegó a la altura de los frenos de los caballos en una extensión de unos trescientos kilómetros.
Los siete Ángeles de las siete plagas

15 1 Después vi en el cielo otro signo grande y admirable: siete Ángeles que llevaban las siete últimas plagas, con las cuales debía consumarse la ira de Dios. 2 También vi como un mar de cristal, mezclado de fuego. Los que habían vencido a la Bestia, a su imagen y la cifra de su nombre, estaban de pie sobre el mar, teniendo en sus manos grandes arpas, 3 y cantaban el canto de Moisés, el servidor de Dios, y el canto del Cordero, diciendo:
"¡Grandes y admirables son tus obras,
Señor, Dios todopoderoso;
justos y verdaderos son tus caminos,
Rey de los pueblos!

¿Quién dejará de temerte, Señor,
quién no alabará tu Nombre?
4 Sólo tú eres santo,
y todas las naciones vendrán a adorarte,

porque se ha manifestado la justicia de tus actos".
5 Después de esto, vi abrirse en el cielo el Templo, el tabernáculo del Testimonio. 6 De él salieron los siete Ángeles que tenían las siete plagas, y estaban vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos con cinturones de oro. 7 Entonces, uno de los cuatro Seres Vivientes entregó a los siete Ángeles siete copas colmadas de la ira del Dios que vive por los siglos de los siglos. 8 Y el Templo se llenó del humo que procede de la gloria de Dios y de su poder, de manera que nadie pudo entrar al Templo hasta que cesaron las siete plagas de los siete Ángeles.
Las seis primeras copas

16 1 Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles: "Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios".
2 El primer Ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen.
3 El segundo derramó su copa sobre el mar: este se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar.
4 El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y estos se convirtieron en sangre. 5 Y oí al Ángel de las aguas que decía: "Tú, el que es y el que era, el Santo, obras con justicia al castigarlos así: 6 se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado". 7 Y escuché al altar, que decía: "Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos".
8 El cuarto Ángel derramó su copa sobre el sol, y se le permitió quemar a los hombres con fuego: 9 los hombres fueron abrasados por un calor ardiente, pero en lugar de arrepentirse y dar gloria a Dios, blasfemaron contra su Nombre, que tiene poder sobre estas plagas.
10 El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia, y su reino quedó sumergido en tinieblas. Los hombres se mordían la lengua de dolor, 11 pero en lugar de arrepentirse de sus obras, blasfemaron contra el Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus llagas.
12 El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente.
Los espíritus impuros

13 Después vi que salían de la boca del Dragón, de la Bestia y del falso profeta tres espíritus impuros, semejantes a ranas. 14 Son los espíritus demoníacos que realizan prodigios y van a buscar a los reyes del mundo entero, con el fin de convocarlos para el combate del gran Día de Dios, el Todopoderoso. 15 ¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Feliz el que vigila y conserva su ropa para no tener que andar desnudo, mostrando su vergüenza. 16 Y esos espíritus reunirán a los reyes en un lugar, que en hebreo se llama Armagedón.
La séptima copa

17 El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: "Ya está". 18 Y hubo relámpagos, voces, truenos y un violento terremoto como nunca había sucedido desde que los hombres viven sobre la tierra. 19 La gran Ciudad se partió en tres y las ciudades paganas se derrumbaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira. 20 Todas las islas desaparecieron y no se vieron más las montañas. 21 Cayeron del cielo sobre los hombres piedras de granizo que pesaban unos cuarenta kilos, y ellos blasfemaron contra Dios por esa terrible plaga.
EL CASTIGO DE BABILONIA
La gran Babilonia
17 1 Después vino uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas y me dijo: "Acompáñame, y te mostraré cómo va a ser castigada la famosa Prostituta que está sentada a la orilla de los grandes ríos. 2 Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los habitantes del mundo se han embriagado con el vino de su prostitución". 3 Entonces me llevó en espíritu al desierto, y allí vi a una mujer sentada sobre una Bestia escarlata. La Bestia estaba cubierta de leyendas blasfemas y tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su fornicación. 5 Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso: "Babilonia la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra". 6 Y vi que la mujer se emborrachaba con la sangre de los santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente asombrado. 7 Pero el Ángel me preguntó: "¿Por qué te extrañas? Yo te explicaré el misterio de la mujer, y de la Bestia que la lleva, la que tiene siete cabezas y diez cuernos.
El simbolismo de la Bestia y de la Prostituta

8 La Bestia que has visto, existía y ya no existe, pero volverá a subir desde el Abismo para ir a su perdición. Y los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran en el Libro de la Vida desde la creación del mundo, quedarán maravillados cuando vean reaparecer a la Bestia, la que existía y ya no existe. 9 Para comprender esto, es necesario tener inteligencia y sutileza.
Las siete cabezas son las siete colinas, sobre las cuales está sentada la mujer. 10 También simbolizan a siete reyes: cinco de ellos han caído, uno vive y el otro todavía no ha llegado, pero cuando llegue, durará poco tiempo. 11 En cuanto a la Bestia que existía y ya no existe, es un octavo rey, que a su vez, pertenece al grupo de los siete y también va a su perdición. 12 Los diez cuernos que has visto son diez reyes que todavía no han recibido su reino, pero que recibirán el poder real, juntamente con la Bestia, sólo por una hora. 13 Todos están de acuerdo en poner a disposición de la Bestia su autoridad y su poder. 14 Ellos lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de los señores y Rey de los reyes. Con él triunfarán también los suyos, los que han sido llamados, los elegidos, los fieles.
15 Los ríos –continuó diciéndome el Ángel– a cuya orilla está sentada la Prostituta, son los pueblos, las multitudes, las naciones y las diversas lenguas. 16 Los diez cuernos que viste, así como también la Bestia, acabarán por odiar a la Prostituta, le quitarán sus vestidos hasta dejarla desnuda, comerán su carne y la consumirán por medio del fuego. 17 Porque Dios les ha inspirado que ejecuten lo que él ha decidido, poniéndose de acuerdo para entregar su poder real a la Bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18 Y la mujer que has visto es la gran Ciudad, la que reina sobre los reyes de la tierra".
La caída de Babilonia

18 1 Después vi que otro Ángel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor. 2 Y gritó con voz potente: "¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes. 3 Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado".
4 En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía: "Ustedes, que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas. 5 Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. 6 Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus brebajes. 7 Provóquenle tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su lujo. Porque ella se jacta, diciendo: Estoy sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo. 8 Por eso, en un solo día, caerán sobre ella las plagas que merece: peste, llanto y hambre. Y será consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha condenado es poderoso".
Lamentaciones de los amigos de Babilonia

9 Los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron su vida lujosa, al ver la humareda del incendio, llorarán y se lamentarán por ella, 10 manteniéndose a distancia ante el horror de sus tormentos:
"¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad,
Babilonia, la ciudad poderosa!
Bastó una hora para que recibieras tu castigo".
11 También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías: 12 objetos de oro y de plata; piedras preciosas, perlas, telas de lino y de púrpura, de seda y de escarlata; maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y de mármol; 13 canela, ungüento perfumado, perfumes, mirra e incienso; vino, aceite, harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y seres humanos...
14 "Ya no verás más los frutos que tanto deseabas: has perdido esos productos delicados y espléndidos, y nunca más se los encontrará".
15 Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus tormentos, llorando y lamentándose:
16 "¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad!
Estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata,
resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas.
17 ¡Y en una hora fue arrasadatanta riqueza!".
Los capitanes, los que navegan por las costas, los marinos y todos los que viven del mar, se mantuvieron a distancia, 18 y contemplando la humareda del incendio, exclamaban: "¡Ninguna ciudad se podía comparar a la gran Ciudad!". 19 Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose, decían:
"¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad!
Con su opulencia se enriquecieron
todos los que poseían barcos en el mar.
¡Y en una hora ha sido arrasada!".
La alegría de los santos

20 "Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al condenarla, Dios les ha hecho justicia".
21 Y un Ángel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: "Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá".
22 Ya no se escuchará dentro de ti
el canto de los que tocan el arpa y de los músicos,
de los flautistas y de los trompetistas;
ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios,
ni se escuchará el sonido de la rueda del molino.

23 No volverá a brillar la luz de la lámpara,

ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados.

Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra,
y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos.
24 En ella fue derramada la sangre de los profetas y de los santos, y de todos aquellos que han sido inmolados en la tierra.
Las bodas del Cordero

19 1 Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba:
"¡Aleluya!
La salvación, la gloria y el poder
pertenecen a nuestro Dios,
2 porque sus juicios son verdaderos y justos.
Él ha condenado a la famosa Prostituta
que corrompía la tierra con su lujuria,
y ha vengado en ella la sangre de sus servidores".
3 Y volvieron a decir: "¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos". 4 Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Seres Vivientes se postraron para adorar a Dios, que está sentado en el trono, y exclamaban: "¡Amén, aleluya!".
5 Luego salió del trono una voz que decía: "Alaben a nuestro Dios, ustedes, sus servidores, los que lo temen, pequeños y grandes". 6 Y oí algo parecido al clamor de una enorme multitud, al estruendo de una catarata y al estallido de violentos truenos. Y decían:
"¡Aleluya!
Porque el Señor, nuestro Dios,
el Todopoderoso, ha establecido su Reino.
7 Alegrémonos,
regocijémonos y demos gloria a Dios,
porque han llegado las bodas del Cordero:
su esposa ya se ha preparado,
8 y la han vestido con lino fino
de blancura resplandeciente".
El lino simboliza las buenas acciones de los santos. 9 Después el Ángel me dijo: "Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero". Y agregó: "Estas son verdaderas palabras de Dios". 10 Entonces yo caí a sus pies para adorarlo, pero él me advirtió: "¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio y el de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es el espíritu profético. ¡Es a Dios a quien debes adorar!".
EL TRIUNFO DEFINITIVO DE CRISTO
El primer combate
11 Luego vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco. Su Jinete se llama "Fiel" y "Veraz"; él juzga y combate con justicia. 12 Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta de numerosas diademas. Lleva escrito un nombre que solamente él conoce 13 y está vestido con un manto teñido de sangre. Su nombre es: "La Palabra de Dios". 14 Lo siguen los ejércitos celestiales, vestidos con lino fino de blancura inmaculada y montados en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada afilada, para herir a los pueblos paganos. Él los regirá con un cetro de hierro y pisará los racimos en la cuba de la ardiente ira del Dios todopoderoso. 16 En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores.
17 Después vi a un Ángel que estaba de pie sobre el sol y gritaba con gran fuerza a todas las aves que volaban en el cielo: "Vengan a reunirse para el gran festín de Dios, 18 para devorar la carne de los reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de los caballos y de sus jinetes; la carne de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes".
19 En seguida vi a la Bestia y a los reyes de la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra el Jinete y su ejército. 20 Pero la Bestia fue capturada, junto con el falso profeta –aquel que realizaba prodigios delante de la otra Bestia, y así logró seducir a los que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen– y ambos fueron arrojados vivos al estanque de azufre ardiente. 21 Todos los demás fueron exterminados por la espada que salía de la boca del Jinete, y las aves se saciaron con sus despojos.

El reino de mil años

20 1 Luego vi que un Ángel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una enorme cadena. 2 Él capturó al Dragón, la antigua Serpiente –que es el Diablo o Satanás– y lo encadenó por mil años. 3 Después lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y lo selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los pueblos paganos hasta que se cumplieran los mil años. Transcurridos esos mil años, será soltado por un breve tiempo.
4 Entonces vi unos tronos, y los que se sentaron en ellos recibieron autoridad para juzgar. También vi las almas de los que habían sido decapitados a causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y a todos los que no habían adorado a la Bestia ni a su imagen, ni habían recibido su marca en la frente o en la mano. Ellos revivieron y reinaron con Cristo durante mil años. 5 Esta es la primera resurrección. Y los demás muertos no pudieron revivir hasta el cumplimiento de esos mil años. 6 ¡Felices y santos, los que participan de la primera resurrección! La segunda muerte no tiene poder sobre ellos: serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él durante mil años.
El segundo combate

7 Y cuando se cumplan esos mil años, Satanás será liberado de su prisión. 8 Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su número será tan grande como las arenas del mar, 9 y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá. 10 El Diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de azufre ardiente donde están también la Bestia y el falso profeta. Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos.
El Juicio de las naciones

11 Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. 12 Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras.
13 El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. 14 Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. 15 Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al estanque de fuego.
LA NUEVA JERUSALÉN
El cielo nuevo y la tierra nueva: la Ciudad celestial
21 1 Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. 2 Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. 3 Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4 Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó".
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Yo hago nuevas todas las cosas". Y agregó: "Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. 6 ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. 8 Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte".
Descripción de la nueva Jerusalén

9 Luego se acercó uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me dijo: "Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero". 10 Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. 11 La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino. 12 Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. 13 Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste. 14 La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero.
15 El que me estaba hablando tenía una vara de oro para medir la Ciudad, sus puertas y su muralla. 16 La Ciudad era cuadrangular: tenía la misma medida de largo que de ancho. Con la vara midió la Ciudad: tenía dos mil doscientos kilómetros de largo, de ancho y de alto. 17 Luego midió la muralla: tenía setenta y dos metros, según la medida humana que utilizaba el Ángel. 18 La muralla había sido construida con jaspe, y la Ciudad con oro puro, semejante al cristal purificado. 19 Los cimientos de la muralla estaban adornados con toda clase de piedras preciosas: el primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda, 20 el quinto de ónix, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista. 21 Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha con una perla enteriza. La plaza de la Ciudad era de oro puro, transparente como el cristal. 22 No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. 23 Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. 24 Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros. 25 Sus puertas no se cerrarán durante el día y no existirá la noche en ella. 26 Se le entregará la riqueza y el esplendor de las naciones. 27 Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco entrarán los que hayan practicado la abominación y el engaño. Únicamente podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida del Cordero.
La felicidad de los elegidos

22 1 Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, 2 en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos.
3 Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán. 4 Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente. 5 Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.
6 Después me dijo: "Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto. 7 ¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro".
8 Soy yo, Juan, el que ha visto y escuchado todo esto. Y cuando terminé de oír y de ver, me postré a los pies del Ángel que me había mostrado todo eso, para adorarlo. 9 Pero él me dijo: "¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio, el de tus hermanos los profetas, y el de todos aquellos que conservan fielmente las palabras de este Libro. ¡Es a Dios a quien debes adorar!".
10 Y agregó: "No mantengas ocultas las palabras proféticas de este Libro porque falta poco tiempo. 11 Que el pecador siga pecando, y el que está manchado se manche más aún; que el hombre justo siga practicando la justicia, y el santo siga santificándose. 12 Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. 14 ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad! 15 Afuera quedarán los perros y los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos aquellos que aman y pactican la falsedad".
Epílogo

16 Yo, Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas cosas a las Iglesias. Yo soy el Retoño de David y su descendencia, la Estrella radiante de la mañana.
17 El Espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven!", y el que escucha debe decir: "¡Ven!". Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida.
18 Yo advierto a todos los que escuchan las palabras proféticas de este Libro: "Si alguien pretende agregarles algo, Dios descargará sobre él las plagas descritas en este Libro. 19 Y al que se atreva a quitar alguna palabra de este Libro profético, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la Ciudad santa, que se describen en este Libro".
20 El que garantiza estas cosas afirma: "¡Sí, volveré pronto!". ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
21 Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén.
 
 
 
1 1. Dn. 2. 28.
4. "Aquel que es, que era y que viene" es la extensión del nombre divino revelado a Moisés: "Yo soy el que soy" (Éx. 3. 14).
5. Is. 55. 4; Sal. 89. 28. "Testigo": ver nota Hech. 22. 20.
6. Éx. 19. 6. Ver 1 Ped. 2. 9.
7. Dn. 7. 13; Zac. 12. 10, 14. Ver Jn. 19. 37; Mt. 24. 30.
8. "El Alfa y la Omega": designación simbólica de Dios, principio y fin de todas las cosas, mediante la primera y la última letra del alfabeto griego. Ver 21. 6; 22. 13.
9. "Patmos" es una pequeña isla, situada cerca de Éfeso, que los romanos usaban como lugar de deportación.
10. "El Día del Señor": ver nota Mt. 28. 1.
13. Dn. 7. 13; 10. 5. "Hijo de hombre": ver nota Mt. 8. 20.
14. Dn. 7. 9.
15. Dn. 10. 6; Ez. 43. 2.
16. La "espada de doble filo" simboliza el poder de la Palabra. Ver Heb. 4. 12-14.
17. Is. 44. 6; 48. 12. Ver 2. 8; 22. 13.
18. El "Abismo" es la morada de los muertos. Ver nota Sal. 6. 6.
19. Dn. 2. 28.
20. "Los Ángeles de las siete Iglesias": según las antiguas concepciones judías, tanto el mundo material cuanto las personas y las comunidades estaban regidas por ángeles. Ver 7. 1; 14. 18; 16. 5; nota 1 Cor. 11. 10.
2 5. "Sacaré tu candelabro de su lugar" significa que si Éfeso no se convierte, perderá su jerarquía de Iglesia principal.
6. "Nicolaítas": secta de tendencias morales licenciosas.
7. Gn. 2. 9; 3. 22-24. Comer del "árbol de la vida" significa participar de la Vida eterna en el "Paraíso" celestial. Ver 22. 2, 14.
8. Is. 44. 6; 48. 12. "Esmirna" es un puerto situado a cincuenta kilómetros al norte de Éfeso.
9. "Sinagoga de Satanás": título injurioso aplicado a los judíos que hostilizaban a los cristianos.
10. Dn. 1. 12, 14.
11. La "segunda muerte" es la condenación eterna, es decir, la privación definitiva de Dios. Ver 20. 6, 14; 21. 8.
12. "Pérgamo" se encontraba a unos setenta kilómetros al norte de Esmirna.
13. Además de numerosos santuarios paganos, Pérgamo tenía un templo consagrado al culto del Emperador. La expresión "lugar donde habita Satanás" designa probablemente este templo.
14. Ver Núm. 25. 1-2; 31. 16.
17. Is. 62. 2. La "piedra blanca", color de gozo y de victoria, es una especie de contraseña que recibirán los elegidos para entrar en el Reino celestial.
"Maná escondido": ver nota Jn. 6. 32-33.
18. "Tiatira" era una ciudad situada a unos sesenta y cinco kilómetros al sudeste de Pérgamo.
20. "Jezabel": ver 1 Rey. 16. 31; 2 Rey. 9. 22, 30-37. Aquí Jezabel es un nombre simbólico aplicado a una profetisa de los nicolaítas.
23. Sal. 7. 10; 62. 13.
26-27. Sal. 2. 8-9.
28. La "Estrella de la mañana" es un símbolo de poder (Is. 14. 12), y aquí representa la gloria de Jesús resucitado, a la que son asociados los creyentes en él. Ver 22. 16.
3 1. "Sardes" se encontraba a unos cincuenta y cinco kilómetros al sudeste de Tiatira, y era una de las ciudades más antiguas de Asia Menor.
5. En el "Libro de la Vida" están registrados los nombres de los que heredarán la Vida eterna. Ver Sal. 56. 9; 69. 29; 139. 16.
7. Is. 22. 22. "Filadelfia" era una ciudad situada a unos cuarenta y cinco kilómetros al sudeste de Sardes, en una región muy fértil.
8. "Puerta que nadie puede cerrar": ver nota 1 Cor. 16. 9.
9. Is. 45. 14; 60. 14; 43. 4.
11. "Volveré pronto": ver Mt. 24. 27.
12. Is. 62. 2. "Columna": símbolo de los elegidos que tendrán un lugar honorífico y estable en el Templo celestial. El Nuevo Testamento presenta frecuentemente a la comunidad cristiana como un Templo, cuya piedra angular es Jesucristo. Ver 1 Cor. 3. 10-11; Ef. 2. 19-22; 1 Ped. 2. 4-9.
14. "Laodicea" estaba situada a sesenta y cinco kilómetros al sudeste de Filadelfia.
"Amén" se usa como nombre aplicado a Jesús. Ver nota 2 Cor. 1. 20.
19. Prov. 3. 12.
20. "Cenaremos juntos": imagen de intimidad y felicidad. Ver nota Mt. 8. 11.
4 2. Is. 6. 1.
3. La gloria de Dios se revela como una irradiación luminosa, comparable al resplandor de las piedras preciosas.
4. Aunque resulta difícil determinar con exactitud quiénes son estos "veinticuatro Ancianos", es posible describir sus funciones: son sacerdotes de la liturgia celestial, porque alaban y adoran a Dios (v. 10; 5. 8-9; 11. 16; 19. 4) y le presentan las súplicas de los fieles. Los "tronos" y las "coronas" simbolizan su participación en el poder real de Dios: lo asisten en el gobierno del mundo y se interesan en el destino de la Iglesia. Su número corresponde probablemente a las veinticuatro clases sacerdotales de 1 Crón. 24. 1-19.
5. Éx. 19. 16. Ver Sal. 18. 8-16.
6-8. Ez. 1. 5-10; Is. 6. 3.
9. Dn. 4. 31.
5 1. Ez. 2. 9-10. Se trata de un rollo de papiro donde están escritos los designios de Dios sobre el mundo, develados en los caps. 6-9. Ver Is. 29. 11; Dn. 12. 4, 9.
5. Gn. 49. 9; Is. 11. 1, 10. "El León de la tribu de Judá" y "el Retoño de David" son títulos que se refieren al Mesías. Ver nota Mt. 1. 1.
6. Zac. 4. 10. Ver Jn. 1. 29. Los "siete cuernos" representan la plenitud del poder y los "siete ojos", el conocimiento perfecto.
7. Ver Is. 6. 1.
9. "Familias, lenguas, pueblos y naciones": esta fórmula aparece en varias ocasiones para significar todo el género humano. Ver Dn. 3. 4, 7.
10. Éx. 19. 6. Ver 1 Ped. 2. 9.
11. Dn. 7. 10.
6 1. La escena descrita presenta algunas semejanzas con Zac. 1. 8-10; 6. 1-3.
2. El "jinete" que monta un "caballo blanco" representa al pueblo de los partos, que ocupaba la región oriental del Éufrates y constituía una amenaza constante para las fronteras del Imperio Romano. Su arma característica era el "arco". El color del caballo y la "corona" son signos de victoria.
6. "Denario": ver nota Mt. 18. 28. El precio aquí indicado es exorbitante, debido a la gran escasez.
8. Ez. 14. 21.
12-14. Como en la literatura profética, las catástrofes cósmicas manifiestan el Juicio de Dios. Ver Jl. 2. 10.
13-14. Is. 34. 4.
15. Is. 2. 10, 19.
16. Os. 10. 8. Ver Lc. 23. 30.
17. Jl. 2. 11; 3. 4. Ver notas Mt. 3. 7; Hech. 2. 17-21.
7 1. Ez. 7. 2.
3. Ez. 9. 4. Los que hayan sido marcados con el "sello" estarán bajo la protección especial de Dios. Ver Éx. 39. 30.
4. El número "144.000" –12 por 12 por 1.000– representa simbólicamente a todo el Pueblo de Dios, que estaba dividido en doce tribus.
9. Los mártires cristianos entran a tomar posesión de la gloria celestial. Las "túnicas blancas" y las "palmas" simbolizan la santidad, la alegría y el triunfo. Ver notas 2. 17; 6. 2.
14. La "gran tribulación" son las persecuciones de que eran objeto los cristianos.
15. Ver Éx. 33. 7-11; Ez. 37. 27; Zac. 2. 14.
16. Is. 49. 10.
17. Is. 49. 10; 25. 8. Ver Sal. 23; Ez. 34. 11-31; Jn. 10. 11-16.
8 1-2. La apertura del "séptimo sello" provoca una nueva serie de catástrofes que se van produciendo a medida que suenan las "siete trompetas". Un "silencio" solemne precede y anuncia la intervención divina. Ver Sof. 1. 7; Hab. 2. 20; Zac. 2. 17.
Los "siete Ángeles": ver Tob. 12. 15.
3. El "altar de oro" corresponde al altar de los perfumes que estaba en el Templo de Jerusalén. Ver Éx. 30. 1; 1 Rey. 6. 20-21.
5. Ez. 10. 2.
9 1. La "estrella" es un ángel enviado por Dios para infligir un nuevo castigo a los perseguidores de la Iglesia.
El "Abismo" designa aquí el lugar donde están retenidos los ángeles caídos en espera del castigo final. Ver 20. 1.
2. Gn. 19. 28; Éx. 19. 18.
3. Las "langostas" son un símbolo bíblico de la devastación. Ver Jl. 1 - 2.
5. "Cinco meses" es lo que dura la vida de una langosta.
6. Jb. 3. 21.
7. Jl. 2. 4.
8. Jl. 1. 6.
9. Jl. 2. 5.
20. Is. 17. 8; Sal. 135. 15-17; Dn. 5. 4.
10 2. El "libro pequeño" contiene un mensaje de consuelo.
3. Am. 3. 8. Los "truenos" son la voz de Dios.
5-6. Dn. 12. 7; Éx. 20. 11.
7. Am. 3. 7. "Se cumplirá el misterio de Dios": alusión al establecimiento definitivo del Reino. Ver Rom. 16. 25-26.
9-10. Ez. 3. 3. Este mensaje es "amargo" porque anuncia el Juicio de Dios, y "dulce" porque proclama la salvación que proviene de él.
11 2. Alusión a Dn. 7. 25; 12. 7. Los "cuarenta y dos meses" corresponden a los tres años y medio que duró la persecución de Antíoco IV Epífanes contra el pueblo de Israel (168-165 a. C.). A partir de Daniel, este período es presentado como la duración típica de toda persecución.
3. "Dos testigos": es posible que se trate de los Apóstoles Pedro y Pablo.
4. Zac. 4. 3, 11, 14.
6. Alusión a los relatos de Moisés y de Elías. Ver Éx. 7. 17-20; 1 Rey. 17. 1.
7. Dn. 7. 21. La "Bestia" es una personificación del Imperio Romano que perseguía a los cristianos, y se la presenta con más detalles en el cap. 13.
8. "Sodoma y Egipto" son figuras de los poderes hostiles a Dios.
11. Ez. 37. 5, 10.
13. El número "siete mil" simboliza a las personas de todas las categorías sociales.
18. Sal. 2. 1; Am. 3. 7; Sal. 115. 13.
19. En el Templo de Salomón, "el Arca de la Alianza" era el signo de la presencia de Dios en medio de su Pueblo.
12 1. La "Mujer" representa al Pueblo de Dios. La liturgia y la tradición aplican este texto a la Virgen María.
3. El "Dragón" es Satanás con todos los atributos de su poder.
4. Dn. 8. 10. El "hijo" es el Mesías, Jesucristo.
5. Is. 66. 7; Sal. 2. 9.
6. "Mil doscientos sesenta días" son cuarenta y dos meses. Ver nota 11. 2.
7. Dn. 12. 1. "Miguel" es el jefe de los ejércitos celestiales.
9. El "seductor" es el mismo Satanás. Ver Gn. 3; Jn. 8. 44.
14. Dn. 7. 25. Ver nota 11. 2. El "águila" simboliza la rapidez de la ayuda divina.
13 1. Dn. 7. 3. Ver nota 11. 7.
2. Dn. 7. 4-6.
4. "¿Quién se le puede igualar?": esta expresión es una réplica del nombre de "Miguel" (12. 7), que significa: "¿Quién como Dios?".
5. Dn. 7. 8, 11.
7. Dn. 7. 6, 21.
10. Jer. 15. 2.
11. La "otra Bestia" es una potencia de orden intelectual y religioso, y personifica a las religiones paganas de Asia Menor que amenazaban contaminar la fe cristiana.
15. Dn. 3. 6.
18. En griego y en hebreo, cada una de las letras del alfabeto tiene un valor numérico (a = 1, b = 2, etc.), y por eso se puede establecer una correspondencia entre las letras y las cifras. Se ha discutido mucho sobre el significado simbólico de la cifra "666". Probablemente, representa al emperador Nerón, que se hacía adorar como un dios. Dado que el número 7 es símbolo de perfección, la cifra 666 representaría la imperfección por antonomasia: es "una cifra humana", no divina.
14 1. Ver nota 7. 4.
4. Jer. 2. 2-3. Esta expresión tiene un sentido metafórico: se llama "vírgenes" a los mártires que soportaron la persecución sin caer en la idolatría, que en el Antiguo Testamento se designa con el nombre de fornicación o adulterio. Ver nota Mt. 12. 39.
5. Sof. 3. 13.
7. Éx. 20. 11.
8. Is. 21. 9; Jer. 25. 15.
10. Gn. 19. 24.
11. Is. 34. 10.
14. Dn. 7. 13. Ver 1. 13. La "corona" indica la victoria, y la "hoz", el juicio y el castigo.
15. Jl. 4. 13.
19. La imagen de la "cuba" para representar la "ira de Dios" está tomada de Is. 63. 3.
15 3. Jer. 10. 7. Ver Deut. 32. 4; Sal. 145. 17. El canto de Moisés (Éx. 15) celebra la victoria del Pueblo de Dios sobre el Faraón. Aquí los vencedores de la Bestia celebran la justicia de Dios que castiga a los perseguidores.
4. Sal. 86. 9.
8. 1 Rey. 8. 10-11; Is. 6. 4.
16 2. Ver Éx. 9. 8-11.
4. Ver Éx. 7. 14-24.
12. Los "reyes de Oriente" son los reyes de los partos. Ver nota 6. 2.
13. El "falso profeta" es la "otra" Bestia descrita en 13. 11-17.
15. Este versículo parece estar fuera de contexto, ya que interrumpe la continuidad de la descripción de la sexta plaga.
16. "Armagedón" es la transcripción de una expresión hebrea que significa "montaña de Meguido". Allí fue derrotado y perdió la vida el rey Josías (2 Rey. 23. 29-30). Ese lugar perdura como símbolo del desastre final de los ejércitos enemigos.
18. Dn. 12. 1. Ver Mc. 13. 19.
21. Estos fenómenos cósmicos son la manifestación de la ira divina. Ver Éx. 9. 22-26.
17 1. Jer. 51. 13. "La famosa Prostituta" es la Roma pagana. Ver nota 14. 4.
9. Se trata de las "siete colinas" de Roma.
12. Dn. 7. 24.
14. Deut. 10. 17; Sal. 136. 3; 2 Mac. 13. 4. "Señor de los señores y Rey de los reyes" son dos títulos de Dios que se confieren a Cristo. Ver 19. 16; 1 Tim. 6. 15.
16. Ez. 16. 39-41; 23. 25-29.
18 1. Ez. 43. 2.
2. Is. 21. 9; Jer. 50. 39.
4. Ver Is. 48. 20; 52. 11.
5. Jer. 51. 9.
6. Jer. 50. 15.
7-8. Is. 47. 8-9.
22-23. Jer. 25. 10.
19 3. Is. 34. 10.
5. Sal. 115. 13.
7. "Las bodas del Cordero" simbolizan la unión definitiva de Cristo con la Iglesia, que es su esposa. Ver 21. 2; Ef. 5. 22-23.
9. Ver Mt. 22. 1-4.
11. Is. 11. 4. El color "blanco" del caballo simboliza la victoria.
13. Is. 63. 1. "La Palabra de Dios": ver Sab. 18. 14-16.
15. Sal. 2. 9.
16. Ver nota 17. 14.
17-18. Ez. 39. 17.
21. Ez. 39. 20.
20 1. "Abismo": ver nota 9. 1.
2. "Mil años": número simbólico que indica un tiempo muy largo. Ver 2 Ped. 3. 8.
4. Dn. 7. 22. De la interpretación literal de este versículo nació la teoría llamada "milenarismo", según la cual, Cristo vendrá a la tierra para reinar durante mil años. En realidad, el versículo tiene un sentido simbólico.
6. Ver nota 2. 11.
8. Ez. 38. 2. "Gog y Magog" significan las naciones paganas coaligadas por Satanás contra la Iglesia.
9. Ez. 38. 22.
12. Dn. 7. 10. En los "libros" están escritas las acciones de los hombres. Sobre el "Libro de la Vida", ver nota 3. 5.
21 1. Is. 65. 17. Ver Rom. 8. 19-23; 2 Ped. 3. 13.
"El mar ya no existe más": de esta manera se indica la derrota absoluta del mal, representado simbólicamente por el "mar". Ver nota Mt. 8. 26.
2. "Como una novia": una vez más se repite la imagen nupcial, tan frecuente en los escritos bíblicos. Ver Is. 61. 10; 62. 4-5; Os. 2. 21-22; nota Mt. 25. 1.
3. Ez. 37. 27; Is. 8. 10.
4. Is. 25. 8.
7. 2 Sam. 7. 14.
10. Ez. 40. 2.
11. Is. 60. 1-2. La descripción de este versículo y de los siguientes tiende a exaltar la grandeza y la belleza de la nueva Jerusalén.
12. Ez. 48. 31. La Iglesia es el nuevo Israel de Dios. Ver nota Gál. 6. 16.
13. Ez. 48. 31-35.
15. Ver 11. 1.
16-17. La forma cuadrangular simboliza en este caso la perfección.
En el original griego, las medidas son 12.000 estadios y 144 codos: estos números tienen evidentemente un valor simbólico, ya que son múltiplos de doce. Ver nota 7. 4.
19. La maravillosa profusión de piedras preciosas exalta la belleza de la Ciudad que, además, está iluminada por el resplandor de Dios.
22. El hecho de que falte el Templo significa el fin de la Antigua Alianza.
24. Is. 60. 3. Alusión a la conversión de los pueblos paganos.
25. Is. 60. 11.
26. Is. 60. 5.
22 1. El "río de agua de vida" simboliza la fuente de la Vida eterna. Ver Jn. 7. 37-39.
2. Ez. 47. 12.
3. Zac. 14. 11. La "maldición" es la sentencia divina que condena a una ciudad al exterminio total.
6. Dn. 2. 28. Ver 1. 1.
12. Is. 40. 10; Sal. 62. 13.
13. Is. 44. 6; 48. 12.
16. Is. 11. 1, 10. Ver nota Mt. 1. 1.
17. Is. 55. 1.
20. Ver nota 1 Cor. 16. 22.












 

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