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Guillermo de Vercelli, Santo |
Monje(† 1142)
Nació por el año 1085 en Vercelli, como indica
su nombre, en el norte de Italia. Pocas cosas sabemos
de su nacimiento e infancia, pero sí de su juventud
y mocedad como un prodigio de mortificación y de don
de milagros.
El solía decir a los monjes que trataban de
imitar su vida y pretendían seguirle a todas partes: "Es
necesario que mediante el trabajo de nuestras manos nos procuremos
el sustento para el cuerpo, el vestido aunque pobre y
medios necesarios para poder socorrer a los pobres. Pero ello
no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar
tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con
la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos".
Ahí
estaba sintetizada la vida que él llevaba y la que
quería que vivieran también cuantos quisieran estar a su lado.
Cuando
todavía era un joven hizo una perigrinación a Santiago de
Compostela que en su tiempo era muy popular y que
hacían casi todos los cristianos que podían. Pero él lo
hizo de modo extraordinario: Se cargó de cadenas, que casi
no podía arrastrar por su gran peso, y apenas tomaba
bocado. Un día llegó a las puertas de una casa
de campo y parecía desfallecer. A pesar de ello habló
así al dueño de la misma que parecía ser un
valiente caballero: "Señor, estas cadenas se me rompen continuamente y
me hacen muchos honores porque son vistas por todos. ¿No
serías tan bueno que me dieras una coraza para llevarla
escondida junto a mis carnes y un casquete para mi
cabeza? Dicho y hecho. Guillermo salió de la presencia de
aquel caballero con gran esfuerzo, ya que apenas podía moverse
con tanto hierro y con los dolores enormes que le
proporcionaban. Vuelto a Palermo, el rey Rogerio que había oído
ya hablar muchas maravillas de aquel raro peregrino, sintió grandes
deseos de verlo.
En la corte se contaban chascarrillos a su
costa y cada uno lo tomaba a chacota y decía
de él las cosas más raras e inverosímiles. En aquella
corte había una mujer que llamaba la atención por su
vida deshonesta y ella al oír hablar de la santidad
del peregrino dijo a todos los cortesanos: "Yo os prometo
que le haré caer a ese pobre hombre en mis
redes de lascivia". Se arregló lo mejor que pudo y
se dirigió a visitarle. El santo hombre la recibió con
grandes muestras de simpatía y tuvo con ella una larga
conversación creyendo la dama que ya lo había conquistado para
el pecado. Así volvió contenta a la corte y contó
sus victorias. Pero habían quedado que volvería aquella noche para
pasarla con él. El santo peregrino la invitó, la tomó
el brazo y le dijo: "Ven y acuéstate conmigo en
este lecho nupcial". El extendió las brasas y llamaradas de
una gran hoguera que había hecho preparar y se arrojó
en ellas. La pobrecilla mujer, que se llamaba Inés, cayó
avergonzada y prorrumpió a llorar al ver que no le
tocaba el fuego al siervo de Dios. Hizo penitencia, abrazó
la vida religiosa y murió santamente.
En Montevergine fundó un célebre
monasterio y purificó la corte y los palacios de tanto
pecado como se cometía. Príncipes y labriegos, hombre y mujeres
abandonaban su mala vida y seguían su ejemplo dejándolo todo
por seguir a Jesucristo.
Desde este Monte Sacro, que ahora se
llama como en tiempos de San Guillermo, Monte de la
Virgen (Montevergine), nuestro Santo continuaba ejerciendo un gran influjo por
medio de su oración y vida de sacrificio. Lleno de
méritos, murió el 25 de junio de 1142
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