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¿Qué es la Transubstanciación?
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«La Presencia Real»
1. Verdadera, real y sustancial
Nos enseña la santa fe católica que Nuestro Señor
Jesucristo está verdadera, real y sustancialmente presente, en el
Santísimo Sacramento del altar. Es sacramento porque es signo
sensible –pan y vino–, y eficaz –produce lo que
significa–, de la gracia invisible y porque contiene al Autor de la
gracia, al mismo Jesucristo nuestro Señor.
- ¿Qué quiere decir verdadera?
Verdadera quiere decir que su presencia no es en
mera figura (como en una foto), como quería Zwinglio, sino en verdad.
- ¿Qué quiere decir realmente?
Realmente quiere decir que su presencia no es
por mera fe subjetiva (no porque uno así lo opine), como quería
Ecolampadio, sino en la realidad.
- ¿Qué quiere decir sustancialmente?
Sustancialmente quiere decir que la presencia
del Señor en la Eucaristía no es meramente virtual (como la usina
eléctrica está virtualmente presente en el foco de luz), como
quería Calvino, sino según el mismo ser de su
Cuerpo y Sangre que asumió en la Encarnación.
El Concilio de Trento enseña que: «Si alguno
negare que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene
verdadera, real, y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre,
juntamente con el alma y la divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que sólo
está en él como en señal y figura o por su eficacia, sea
anatema».
Doctrina que recoge el reciente Catecismo de la
Iglesia Católica: «Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la
derecha de Dios e intercede por nosotros (Ro 8,34), está
presente de múltiples maneras en su Iglesia: en
su Palabra, en la oración de su Iglesia, allí donde dos o tres estén
reunidos en mi nombre (Mt 18,20), en los pobres, los
enfermos, los presos, en los sacramentos de los
que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del
ministro. Pero, “sobre todo (está presente), bajo las especies
eucarísticas”.
El modo de presencia de Cristo bajo las especies
eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los
sacramentos y hace de ella “como la perfección de la
vida espiritual y el fin al que tienden todos
los sacramentos”. En el santísimo sacramento de la Eucaristía están
“contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la
Sangre junto con el alma y la divinidad de
nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.” “Esta
presencia se denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si
las otras presencias no fuesen ‘reales’, sino
por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre,
se hace totalmente presente”».
De tal modo, que Nuestro Señor Jesucristo está
presente en la Eucaristía con el mismo Cuerpo y Sangre que nació de la
Virgen María, el mismo cuerpo que estuvo pendiente en la
cruz y la misma sangre que fluyó de su costado.
2. De la Transubstanciación
Nuestro Señor se hace presente por la conversión
del pan y el vino en su Cuerpo y Sangre. Esa admirable y singular
conversión se llama propiamente «transubstanciación», no
consustanciación, como quería Lutero.
Se dice admirable porque es un misterio
altísimo, superior a la capacidad de toda inteligencia creada. ¡Es el
Misterio de la fe! Se dice singular porque no existe en toda la
creación ninguna conversión semejante a esta.
En la transubstanciación toda la substancia del
pan y toda la sustancia del vino desaparecen al convertirse en el
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo. De tal manera que
bajo cada una de las especies y bajo cada parte
cualquiera de las especies, antes de la separación y después de la
separación, se contiene Cristo entero.
Es de fe, por tanto, que de toda y sola la
substancia del pan y del vino se transubstancia en toda y sola la
sustancia del cuerpo y sangre de Cristo. Ahora bien, ¿qué es lo
que permanece? Permanecen, sin sujeto de
inhesión, por poder de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o
apariencias del pan y del vino.
¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen
después de la transusbtanciación son: peso, tamaño, gusto, cantidad,
olor, color, sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino. Sólo
cambia la sustancia.
Por la fuerza de las palabras bajo la especie de
pan se contiene el Cuerpo de Cristo y, por razón de la compañía o
concomitancia, junto con el Cuerpo, por la natural conexión,
se contiene la Sangre, y el alma y, por la
admirable unión hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras
bajo la especie del vino? Por razón de las palabras se contiene la
Sangre de Cristo bajo la especie del vino y, por razón de la
concomitancia, junto con la Sangre, por la
natural conexión, se contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión
hipostática, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:
«Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo
se hace presente en este sacramento. Los Padres de la
Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia
en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu
Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo
declara que: “No es el hombre quien hace que las
cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo
mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote,
figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero
su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice.
Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”.
Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión:
“Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha
producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que
la fuerza de la bendición supera a la de la
naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta
cambiada... La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que
no existía, ¿no podría cambiar las cosas
existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas
su naturaleza primera que cambiársela”».
Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia
Católica: «El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma:
“Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo
la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo,
se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de
nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y
del vino se opera el cambio de toda la sustancia
del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la
sustancia del vino en la sustancia de su Sangre; la
Iglesia católica ha llamado justa y
apropiadamente a este cambio transubstanciación”».
3. Omnipotencia de Dios
El sacerdote ministerial predica la Palabra de
Dios, presenta a Dios los dones de pan y vino, los inmola y los ofrece
al transubstanciarlos en el Cuerpo y la Sangre del Señor,
obrando en nombre y con el poder del mismo
Cristo, de modo tal que, por sobre él sólo está el poder de Dios, como
enseña Santo Tomás de Aquino: «El acto del sacerdote no
depende de potestad alguna superior, sino de la
divina», de tal modo, que ni siquiera el Papa, tiene mayor poder que un
simple sacerdote, para la consagración del Cuerpo de
Cristo: «No tiene el Papa mayor poder que un
simple sacerdote».
«Al mandar a los Apóstoles en la Última Cena:
Haced esto en memoria mía (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25), les ordena reiterar
el rito del Sacrificio eucarístico de mi Cuerpo que será
entregado y de mi Sangre que será derramada (Lc
22,19; 1Cor 11,24.25). Enseña el Concilio de Trento que Jesucristo, en
la Última Cena, al ofrecer su Cuerpo y Sangre
sacramentados: “a sus apóstoles, a quienes
entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus
sucesores en el sacerdocio, les mandó ... que los
ofrecieran”».
Y esto por el poder divino, ya que existe «en la
misma transformación, una selección que indica penetración
extraordinaria; dentro de una misma cosa material hay algo que
cambia y algo que permanece inmutable; además el
cambio produce algo nuevo...». En la Divina Invocación, como llamaban
muchos Santos Padres a la consagración, se da:
1. Una selección: entre la substancia y los accidentes;
2. Una penetración extraordinaria: distinguir
ambos elementos, para que desaparezca uno y permanezca el otro;
3. Algo nuevo aparece: el Cuerpo entregado y la
Sangre derramada de Cristo, bajo especie ajena, o sea, sacramental.
Por esto, la conversión del pan y del vino en la
Misa, implica dificultades más grandes que respecto a la creación del
mundo, como dice Santo Tomás de Aquino: «En esta
conversión hay más cosas difíciles que en la
creación, en la que sólo es difícil hacer algo de la nada. Crear, sin
embargo, es propio de la Causa Primera, que no presupone
nada para su operación. Pero en la conversión
sacramental (de la Eucaristía) no sólo es difícil que este todo (el pan y
el vino) se transforme en este otro todo (el Cuerpo y
la Sangre de Cristo), de modo que nada quede del
anterior, cosa que no pertenece al modo corriente de producir, sino que
también queden los accidentes desaparecida la
substancia...».
Queridos hermanos y hermanas:
Crezcamos siempre en la fe y el amor a Nuestro
Señor presente en la Eucaristía. Estimemos por «justa y conveniente» la
palabra exacta que expresa la conversión del pan y del
vino: ¡Transubstanciación!, que debería sonar en
nuestros oídos como música celestial.
Y admiremos siempre el poder de Dios que allí se
manifiesta, como lo hace el pueblo fiel que dice, con las palabras del
Apóstol Tomás, después de ocurrida la
transustanciación: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn
20,28).
¿Qué es la Transubstanciación?
16.06.2010 10:17
Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que expresa la conversión del pan y del vino: ¡Transubstanciación!
Autor: P. Carlos Miguel Buela, VE
«La Presencia Real»
1. Verdadera, real y sustancial
Nos enseña la santa fe católica que Nuestro Señor Jesucristo está
verdadera, real y sustancialmente presente, en el Santísimo Sacramento
del altar. Es sacramento porque es signo sensible -pan y vino-, y eficaz
-produce lo que significa-, de la gracia invisible y porque contiene al
Autor de la gracia, al mismo Jesucristo nuestro Señor.
¿Qué quiere decir verdadera?
Verdadera quiere decir que su presencia no es en mera figura (como en una foto), como quería Zwinglio, sino en verdad.
¿Qué quiere decir realmente?
Realmente quiere decir que su presencia no es por mera fe subjetiva (no
porque uno así lo opine), como quería Ecolampadio, sino en la realidad.
¿Qué quiere decir sustancialmente?
Sustancialmente quiere decir que la presencia del Señor en la Eucaristía
no es meramente virtual (como la usina eléctrica está virtualmente
presente en el foco de luz), como quería Calvino, sino según el mismo
ser de su Cuerpo y Sangre que asumió en la Encarnación.
El Concilio de Trento enseña que: «Si alguno negare que en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real, y
sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la
divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino
que dijere que sólo está en él como en señal y figura o por su eficacia,
sea anatema».
Doctrina que recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica:
«Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros (Ro 8,34), está presente de múltiples maneras en
su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, allí donde dos o
tres estén reunidos en mi nombre (Mt 18,20), en los pobres, los
enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el
sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, “sobre todo
(está presente), bajo las especies eucarísticas”.
El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es
singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace
de ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que
tienden todos los sacramentos”. En el santísimo sacramento de la
Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor
Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.” “Esta presencia se
denomina ´real´, no a título exclusivo, como si las otras presencias no
fuesen ´reales´, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella
Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente”».
De tal modo, que Nuestro Señor Jesucristo está presente en la Eucaristía
con el mismo Cuerpo y Sangre que nació de la Virgen María, el mismo
cuerpo que estuvo pendiente en la cruz y la misma sangre que fluyó de su
costado.
2. De la Transubstanciación
Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su
Cuerpo y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama
propiamente «transubstanciación», no consustanciación, como quería
Lutero.
Se dice admirable porque es un misterio altísimo, superior a la
capacidad de toda inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe! Se dice
singular porque no existe en toda la creación ninguna conversión
semejante a esta.
En la transubstanciación toda la substancia del pan y toda la sustancia
del vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Cristo. De tal manera que bajo cada una de las especies y
bajo cada parte cualquiera de las especies, antes de la separación y
después de la separación, se contiene Cristo entero.
Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino
se transubstancia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangre de
Cristo. Ahora bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de
inhesión, por poder de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o
apariencias del pan y del vino.
¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la
transusbtanciación son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color,
sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino. Sólo cambia la sustancia.
Por la fuerza de las palabras bajo la especie de pan se contiene el
Cuerpo de Cristo y, por razón de la compañía o concomitancia, junto con
el Cuerpo, por la natural conexión, se contiene la Sangre, y el alma y,
por la admirable unión hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo.
Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras bajo la especie del vino?
Por razón de las palabras se contiene la Sangre de Cristo bajo la
especie del vino y, por razón de la concomitancia, junto con la Sangre,
por la natural conexión, se contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión
hipostática, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mediante la conversión del
pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este
sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la
Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del
Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo
declara que: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se
conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue
crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia
estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es
mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”.
Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos bien
persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición
supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza
misma resulta cambiada... La palabra de Cristo, que pudo hacer de la
nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo
que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza
primera que cambiársela”».
Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica: «El Concilio de
Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro
Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era
verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta
convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración
del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la
sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del
vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa
y apropiadamente a este cambio transubstanciación”».
3. Omnipotencia de Dios
El sacerdote ministerial predica la Palabra de Dios, presenta a Dios los
dones de pan y vino, los inmola y los ofrece al transubstanciarlos en
el Cuerpo y la Sangre del Señor, obrando en nombre y con el poder del
mismo Cristo, de modo tal que, por sobre él sólo está el poder de Dios,
como enseña Santo Tomás de Aquino: «El acto del sacerdote no depende de
potestad alguna superior, sino de la divina», de tal modo, que ni
siquiera el Papa, tiene mayor poder que un simple sacerdote, para la
consagración del Cuerpo de Cristo: «No tiene el Papa mayor poder que un
simple sacerdote».
«Al mandar a los Apóstoles en la Última Cena: Haced esto en memoria mía
(Lc 22,19; 1Cor 11,24.25), les ordena reiterar el rito del Sacrificio
eucarístico de mi Cuerpo que será entregado y de mi Sangre que será
derramada (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25). Enseña el Concilio de Trento que
Jesucristo, en la Última Cena, al ofrecer su Cuerpo y Sangre
sacramentados: “a sus apóstoles, a quienes entonces constituía
sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus sucesores en el
sacerdocio, les mandó ... que los ofrecieran”».
Y esto por el poder divino, ya que existe «en la misma transformación,
una selección que indica penetración extraordinaria; dentro de una misma
cosa material hay algo que cambia y algo que permanece inmutable;
además el cambio produce algo nuevo...». En la Divina Invocación, como
llamaban muchos Santos Padres a la consagración, se da:
1. Una selección: entre la substancia y los accidentes;
2. Una penetración extraordinaria: distinguir ambos elementos, para que desaparezca uno y permanezca el otro;
3. Algo nuevo aparece: el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Cristo, bajo especie ajena, o sea, sacramental.
Por esto, la conversión del pan y del vino en la Misa, implica
dificultades más grandes que respecto a la creación del mundo, como dice
Santo Tomás de Aquino: «En esta conversión hay más cosas difíciles que
en la creación, en la que sólo es difícil hacer algo de la nada. Crear,
sin embargo, es propio de la Causa Primera, que no presupone nada para
su operación. Pero en la conversión sacramental (de la Eucaristía) no
sólo es difícil que este todo (el pan y el vino) se transforme en este
otro todo (el Cuerpo y la Sangre de Cristo), de modo que nada quede del
anterior, cosa que no pertenece al modo corriente de producir, sino que
también queden los accidentes desaparecida la substancia...».
Queridos hermanos y hermanas:
Crezcamos siempre en la fe y el amor a Nuestro Señor presente en la
Eucaristía. Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que
expresa la conversión del pan y del vino: ¡Transubstanciación!, que
debería sonar en nuestros oídos como música celestial.
Y admiremos siempre el poder de Dios que allí se manifiesta, como lo
hace el pueblo fiel que dice, con las palabras del Apóstol Tomás,
después de ocurrida la transustanciación: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn
20,28).
La Doctrina de la Transubstanciación
Durante
la misa, los sacerdotes supuestamente poseen el poder de convertir en
forma sobrenatural el pan y el vino, en el cuerpo y sangre reales y
literales de Jesucristo:
"El Concilio de Trento resume la fe católica cuando
afirma: 'Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo
la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre
en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio:
por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la
substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y
de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la
Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio
transubstanciación'" (p. 393, #1376).
Esta cita del Catecismo revela que la Iglesia Católica aún sostiene esta doctrina que fue definida en el Concilio de Trento:
"En el corazón de la celebración de la Eucaristía se
encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la
invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo" (p. 379, #1333).
El Catecismo aun especifica cuándo viene Cristo en la eucaristía y cuánto tiempo permanece allí:
"La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento
de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies
eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las
especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la
fracción del pan no divide a Cristo" (p. 394, #1377).
Puesto que el catolicismo enseña a sus miembros a tomar parte de un
canibalismo literal, esta doctrina requiere serio examen. Para
principiar, determinemos el origen de esta doctrina. ¿Es doctrina de
Dios, o es tradición de hombres? El catolicismo afirma que es doctrina
bíblica y cita las palabras de Jesús en Juan 6:
"Si no coméis la carne del
Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en
el día postrero".
Juan 6:53-54
Aunque este versículo pareciera enseñar canibalismo, podemos comprender
claramente el significado al leer el pasaje completo en su contexto.
Justamente antes de hacer tal declaración, Jesús dijo:
"Porque el pan de Dios es
aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor,
danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a
mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed
jamás".
Juan 6:33-35
Esta enseñanza armoniza con el resto de las Escrituras. La vida eterna
se obtiene al creer en Jesucristo, no al comer su cuerpo. El Señor
aclara aún más este pensamiento:
"Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna".
Juan 6:40
Una vez más Jesús indica que tenemos vida eterna al creer en El. Cuando
sus discípulos murmuraron al escuchar estas palabras, el Señor les
explicó:
"El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida".
Juan 6:63
Jesús hizo esta declaración en sentido espiritual, no físico. El estaba
explicando que, espiritualmente, la vida se obtiene por fe en El, no
comiendo su cuerpo.
Dios no aprueba el canibalismo en ningún lugar de la Biblia. De hecho, El prohibe tal práctica:
"Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis".
Génesis 9:4
"Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre".
Levítico 17:12
Dios nunca ordenaría a sus hijos que hicieran algo que El había prohibido.
El propósito bíblico
Las instrucciones de Pablo en 1 Corintios 11 aclaran aún más este tema:
"Porque
yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús,
la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo
partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es
partido; haced esto en memoria de mí".
1 Corintios 11:23-24
Cuando Jesús dijo: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo", El no estaba dando
a entender que comieran su cuerpo literal. Aun sugerir tal idea es
ridículo. El estaba hablando en sentido espiritual de lo que pronto
haría en la cruz.
Notemos cómo finaliza este versículo: "Haced esto en memoria de mí". La
observancia de la Santa Cena es una conmemoración de la obra de Cristo
en el Calvario, no una nueva realización de ese hecho. Lo mismo debemos
decir acerca de la sangre de Cristo:
"Asimismo
tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es
el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la
bebiereis, en memoria de mí".
1 Corintios 11:25
Jesús mismo enseñó esta lección a sus discípulos en la última cena:
"Y
(Jesús) tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo:
Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de
mí".
Lucas 22:19
Conclusión
Puesto que la transubstanciación es otra tradición católica que no es
apoyada por la Biblia, sino que fue creada por hombres, surgen otras
preguntas que esperan respuesta:
¿Por qué la Iglesia Católica deliberadamente separa un versículo bíblico
de su contexto y desarrolla una doctrina que la Biblia obviamente no
enseña?
¿Por qué la Iglesia Católica prefiere que usted coma a Cristo en lugar de poner su fe en El?
Más importante aún, ¿puede usted conscientemente tomar parte de esta práctica ahora que conoce la verdad?
"Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado".
Santiago 4:17
Transubstanciación
La Transubstanciación es una doctrina católica de la Eucaristía, definida por un canon del Concilio de Trento,
aunque en realidad ya figuraba desde el siglo IV puesto que Cirilo de
Jerusalen ya lo había redactado en el Catecismo a los Catecúmenos. El
Concilio de Trento no hace más que confirmar lo que hacía 1500 años se
venía creyendo en lo referente a que "la consagración del pan y del vino
que se opera en el cambio de toda la substancia del pan en la
substancia del Cuerpo de Cristo y de toda la substancia del vino en la
substancia de su Sangre". 1 Significando "especie" para estos efectos, los "accidentes" del pan y del vino: color, gusto, cantidad, etc.
Esta conversión se opera, de acuerdo a lo establecido en el Catecismo Católico, en la plegaria eucarística con la consagración, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo. 2
Se considera que bajo las especies consagradas del pan y del vino,
"Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y
substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad" (cf Cc.
de Trento: DS 1640; 1651)" 3 Dicha presencia eucarística se mantiene mientras subsistan las especies eucarísticas. 4
Se basa en el sentido literal e inmediato de las palabras de Cristo en la Última Cena: "esto es mi cuerpo...y mi sangre" Marcos 14:12-16 16:22-26, Mateo 26:26-28, Lucas 22: 14-23.
Si bien en el evangelio de Juan no se hace mención a la instauración de
la Eucaristía, Jesús hace mención a dar de comer su carne como alimento
de vida eterna ( Jn 6: 51-58). Los cristianos de la Iglesia ortodoxa aceptan también esta doctrina, opuesta a la doctrina luterana de la consubstanciación.
Las Iglesias de Comunión Anglicana, aceptan la Presencia Real del Señor
en los elementos consagrados, sin entrar a discutir cómo ocurre el
Misterio, simplemente en las palabras del Señor Jesús: "este pan es mi
Cuerpo", "este vino es mi Sangre". Los protestantes la rechazan,
argumentando que para obtener la vida eterna, no es necesaria otra cosa
que una fe verdadera en Jesús, lo que eliminaría la necesidad de
cualquier sacramento. A veces también bajo el argumento de que a los
judíos les tenían (y tienen) prohibido beber sangre y ellos aún estaban
bajo esa ley.
Doctrina de la Transubstanciación
La doctrina de la Transustanciación definida de ahora en adelante
como la doctrina "T" halla su base en la narración bíblica de la última cena y en la interpretación literal que de ella se hace. Se basa en las palabras de Cristo:
"Tomad y comed, esto es mi cuerpo. " ... "Tomad y bebed, esto es mi sangre"
Mateo 26: 26-29, Marcos 14: 22-25, Lucas 22: 14-20
Que de acuerdo deben ser interpretados literalmente sin interpretaciones simbólicas, ya que el texto original del Evangelio según San Juan utiliza las palabras griegas "fagon" que significa literalmente "comer".
Se debe al monje benedictino y abad de la Abadía de Corbie, Pascasio Radberto el primer escrito en defensa de la transubstanciación en su De Corpore et Sanguine Domini del año 831. El monje Ratramnus, de la misma abadía, sostenía en su De corpora et sanguine Domini
que en el pan consagrado hay pan y Cristo, y que en el vino hay vino y
Cristo, por lo tanto Cristo está presente en el pan y el vino en una
manera espiritual, pero que no era la misma carne y sangre que nació de
María y que fue crucificada. 5
La posición de Ratramus es practicamente la misma que la
consubstanciación o panificación que siglos después sostendría Lutero.
Las ideas de Ratramus serían retomadas por Berengario de Tours en 1047. 6
El término transubstanciación parece haber sido utilizado por primera vez por un discípulo de Berengario, Hildeberto de Lavardin alrededor del 1097.
Esta presencia real fue negada por diversos grupos de manera directa o indirecta, como los docetas, y más tarde por Wyclif, Juan Calvino, Zwinglio, y en cierto aspecto Lutero, quien elaboró la doctrina de la Consubstanciación
que aunque no negaba la presencia real, hacía permanecer la substancia
del pan y el vino al lado de la substancia del cuerpo y sangre de
Cristo.
La doctrina "T" fue declarada sobre todo contra las sectas espiritualistas nacidas de la Iglesia Católica en el siglo XII, como los albigenses, cátaros o petrobrusianos, quienes atacaban la jerarquía eclesial, con ello el poder del sacerdote de consagrar y por último la presencia real de Cristo en la eucaristía. La doctrina fue reafirmada por el concilio de Trento esta vez contra los reformadores.
Para entender la doctrina "T" se emplean dos términos filosóficos básicos: sustancia y accidentes. Sustancia
es aquello que hace que una cosa sea lo que es. Accidentes son las
propiedades no esenciales y que son perceptibles por los sentidos. Por
ello en la Transustanciación la sustancia del pan cambia, por un milagro
y por las palabras de la consagración que pronuncia el sacerdote, y se
convierte en la sustancia del cuerpo de Cristo, el pan ya no tiene lo
que lo hacía pan, ahora es el cuerpo de Cristo, de igual manera pasa con
el vino, pero permaneciendo los accidentes del pan y el vino como su
olor, textura, sabor. Como la substancia es la de Cristo, cualquier
pedazo minúsculo contiene a Cristo todo entero, igualmente cualquier
gota del vino. De este modo comiendo sólo el pan o bebiendo sólo el vino
se come o bebe el cuerpo entero de Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma al respecto:
"La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre
de Cristo en este sacramento, `no se conoce por los sentidos, dice S.
Tomás, sino sólo por la fe , la cual se apoya en la autoridad de Dios'.
Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22,19: `Esto es mi Cuerpo que
será entregado por vosotros', S. Cirilo declara: `No te preguntes si
esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor,
porque él, que es la Verdad, no miente"
S. Tomás de Aquino, s.th. 3,75,1, citado por Pablo VI, MF 18 7
Referencias
Bibliografía
- Royston, E. Diccionario de religiones. Fondo de cultura económica. México, 1994
- Catecismo de la Iglesia Católica Compendio. San Pablo. Santiago de Chile, 2006.
Enlaces externos
Véase también
Transubstanciación
"Porque
Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de
pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia
esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por
la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la
substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y
de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación" (Concilio de Trento, DS 1642).
En
la Eucaristía "Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera
verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su
divinidad" (Cc. de Trento: DS 1640; 1651).
La
transubstanciación es un milagro que pasa desapercibido para quien no
tiene fe porque después de la consagración, aunque no hay ya substancia
de pan ni de vino, si quedan los "accidentes" (color, gusto, cantidad, etc.) de pan y vino. Por eso la Eucaristía tiene la apariencia de pan y vino aunque no lo es.
En el milagro de Lanciano,
después de la consagración, no quedaron ni la substancia ni los
accidentes de pan y vino. La hostia, que siempre es substancialmente la
carne de Cristo, tomó también los accidentes propios de la carne ante
los ojos de todos los testigos. Este milagro se mantiene hasta hoy y ha
sido ampliamente confirmado por la ciencia.
La
transubstanciación ocurre en el momento de la consagración en la Santa
Misa, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del
Espíritu Santo.
Este dogma se fundamenta en las palabras de Cristo en la Ultima Cena: "`Esto
es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en
recuerdo mío'. De igual modo, después de cenar, el cáliz, diciendo:
`Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por
vosotros' (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co 11,23-26).
San Juan no relata la consagración pero si hace mención de la enseñanza de Jesús que da comer su carne como alimento de vida eterna (cf. Jn 6: 51-58).
Los cristianos de la Iglesia católica y de la Iglesia ortodoxa aceptan esta doctrina. Los protestantes la rechazan.
La Transubstanciación y la Iglesia primitiva
Por José Miguel Arráiz
Nota: Para descargar este artículo en PDF clic AQUI
En la
Historia de los Concilios hallamos esta nota, resultado del Concilio de
Trento: "En el puro y santo sacramento de la eucaristía, después de la
consagración del pan y del vino Nuestro Señor Jesucristo es
verdaderamente Dios y hombre real substancialmente contenido en la
apariencia de estos elementos visibles".
Pero en los días de los primeros apóstoles y muchos siglos después, no se pensaba en la actual doctrina de la misa. Los padres de los primeros seis siglos ignoraron por completo esta doctrina romana. La
doctrina de la transubstanciación de la hostia no llegó a ser una
doctrina permanente en la Iglesia romana sino hasta el cuarto Concilio
Laterano, bajo el papa Inocente III, en el año de 1215 d. C.
Fuente: http //www.iglesiadedios-israelita.org/manual_evangelismo.htm
|
Pienso que lo primero que tenemos
que estudiar es que enseña realmente la Iglesia sobre la transubstanciación,
las posturas alternativas que tienen las Iglesias protestantes, y luego,
haremos un repaso de lo que enseñaron los padres apostólicos y padres de la
Iglesia en los tres primeros siglos de cristiandad. Concordarás conmigo que la
interpretación de las Escrituras de quienes escucharon el evangelio
directamente de los apóstoles o sus discípulos, debe ser mucho más acertada que
la de cualquier reformador protestante, 1500 años después.
¿Qué es la
Transubstanciación?
Enseña el concilio de Trento a
este respecto:
Concilio de Trento. CAP. IV. De
la Transubstanciación.
Mas por cuanto dijo Jesucristo
nuestro Redentor, que era verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la
especie de pan, ha creído por lo mismo perpetuamente la Iglesia de Dios, y lo
mismo declara ahora de nuevo este mismo santo Concilio, que por la
consagración del pan y del vino, se convierte toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo, y toda la substancia del vino en
la substancia de su sangre, cuya conversión ha
llamado oportuna y propiamente Transubstanciación la santa Iglesia católica.
|
A este respecto también dice
el Catecismo oficial de la Iglesia Católica.
CIC 1412 Los
signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid,
sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero
pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última cena:
"Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros...Este es el cáliz de mi
Sangre..."
CIC 1413 Por
la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del
vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real
y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (cf Cc. de Trento: DS 1640;
1651).
|
Basados en esto podemos definir transubstanciación
como la conversión total de la hostia y del vino en cuerpo, sangre, alma y
divinidad de nuestro Señor
Jesucristo. A pesar de que el pan y el
vino siguen conservando su aspecto y sabor originales, son realmente Cuerpo y
Sangre del Señor ocultos bajo la apariencia de pan y vino.
La “Transubstanciación” se diferencia de la “consubstanciación” (posición Luterana), en que la transubstanciación (prefijo “trans”)
denota un cambio de substancia, la consubstanciación
(prefijo “con” significa que no ha habido cambio alguno de la substancia y que el Señor viene con el pan y con el vino,
cuya substancia no varía.
El manual de teología Luterana del profesor Georg Metzger basado en el catecismo de Lutero explica:
Manual de teología Luterana, Prof. Georg Metzger basado en el
catecismo de Lutero, VI.d:
Nuestro catecismo nos dice acerca del Sacramento del Altar: “Es el
verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo el
pan y vino.” Luego confesamos que en la Santa Cena el cuerpo y la sangre
del Señor se comen y se beben bajo el pan
y vino. En consecuencia, en la Santa Cena todavía están presentes pan y
vino. Confesamos esto en oposición a
la falsa doctrina de la Iglesia Católica Romana. El Papa y sus seguidores
enseñan que en la Santa Cena el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo de modo que después
que el sacerdote haya bendecido las cosas terrenales, ya no existan pan y
vino, sino solamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Contrario a esto nos
enseña la Escritura que en la Santa Cena comemos también pan y bebemos vino.
1 Corintios 11:26-28;10:16. Así el pan en la Santa
Cena es todavía pan, y el vino todavía es vino. Pero al comer el pan en
la Santa Cena, al mismo tiempo comemos el verdadero cuerpo del Señor. Y al
beber el vino en la Santa Cena, al mismo tiempo bebemos la verdadera sangre
del Señor. Así de acuerdo a las claras palabras de Dios la Santa Cena es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre
de nuestro Señor Jesucristo bajo el pan y el vino.
|
En resumen, aunque ambas posturas, tanto católica
como luterana afirman que la Eucaristía es verdadero Cuerpo y Sangre del Señor,
difieren en la Iglesia Católica afirma que el pan y vino son ahora cuerpo y sangre de Cristo ocultos bajo
las especies de pan y vino, y los luteranos afirman que son Cuerpo y Sangre de
Cristo pero todavía, pan y vino.
Una buena gran mayoría de Iglesias protestantes por
el contrario, tienen una posición muy diferente tanto a la católica como a la
luterana y afirman que Cristo no está presente en la Eucaristía, más el pan es
solo pan (no Cuerpo de Cristo) y el vino solo vino (no Sangre de Cristo). El
mismo manual luterano mencionado anteriormente lo explica de la siguiente
manera:
Manual de teología Luterana, Prof. Georg Metzger basado en el
catecismo de Lutero, VI.c:
c. Nuestro catecismo nos dice: “Es el verdadero cuerpo y la verdadera
sangre de nuestro Señor Jesucristo.” Quiere decir que es el cuerpo real, natural de Cristo y su sangre real y natural. ¿Por qué enfatiza eso nuestro catecismo? Lo hace a causa
de los falsos profetas e iglesias que no quieren creer el misterio de la
Santa Cena. Especialmente las iglesias
reformadas, las sectas, los metodistas, los pentecostales,
de hecho, todas las otras iglesias protestantes fuera de la luterana enseñan
así. No quieren creer estas palabras de Cristo; no quieren creer
que estén realmente presentes el cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa
Cena y que los que vienen al sacramento realmente coman y beban estas cosas.
Es en verdad un misterio maravilloso. No podemos comprenderlo por nuestra
razón. Nos parece imposible. En consecuencia, esas iglesias enseñan que se
tiene que tomar las palabras de Cristo figuradamente, entenderlas en otro
sentido. Según ellos, Cristo no quería decir que la Santa Cena realmente
fuera su verdadero cuerpo natural, sino solamente que el pan significa su
cuerpo, que lo retrata. Se refería solamente al cuerpo espiritual de Cristo.
Los cristianos deben recibir este cuerpo espiritual en la Santa Cena, o sea,
Cristo y sus beneficios, con fe, mientras que el verdadero cuerpo natural del
Señor está sentado en el cielo. Contra estos falsos profetas, que se basan en
su propia razón, nuestro catecismo dice: “Es el verdadero cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo.”
|
¿Qué enseñaban los
santos padres?
Ahora que hemos visto la diferencia entre todas las
posiciones encontradas, podemos por medio de nuestra investigación sobre los
escritos de los padres apostólicos (aquellos que conocieron a los apóstoles y
recibieron su enseñanza de ellos directamente) o de los escritos de los santos
padres y doctores de la Iglesia, que vivieron anteriormente a Santo Tomás de
Aquino, indagar si esta doctrina en realidad era creída por la Iglesia
cristiana o una nueva doctrina sacada de la manga de Santo Tomás.
(Según el artículo de la Iglesia de Dios (Israelita) los
padres la ignorarron completamente durante los primeros 6 siglos,
Veamos si dicen la verdad).
Para mi investigación utilizaré las traducciones presentadas en los
libros “Textos Eucaristicos Primitivos, Tomos I y
II por Jesús Solano, B.A.C.”, “Padres apostólicos,
por Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.” y “Padres apologetas griegos, Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.) y profundizaré
en los comentarios que los autores hacen en sus obras, especialmente en los que
hace Jesús Solano, tratando de resumir en pocas líneas, lo que ellos, en
extensos volúmenes desarrollan.
San Ignacio de Antioquia (110 d.C.)
Obispo de Antioquia, martirizado en Roma (devorado
por los leones) en tiempos del emperador Trajano (98-117). Se conservan de él
las siete cartas que escribió camino al martirio. Pueden consultar la traducción
protestante de las cartas de San Ignacio directamente de http://escrituras.tripod.com/Textos/EpIgnacio.htm la cual está basada en el libro “Los
Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial
CLIE”
En lo referente a la Eucaristía San Ignacio se
presenta siempre muy claro y tajante. Llama a la Eucaristía “medicina de
inmortalidad” y categóricamente expresa: “La Eucaristía es la carne e
nuestro Salvador Jesucristo”. Condena vigorosamente a los docetas que
afirmaban que Jesús no había tenido cuerpo verdadero sino solo aparente, y por
este error, comenta San Ignacio, no querían tomar parte de la eucaristía y
morían espiritualmente por apartarse del don de Dios.
Carta a los Efesios, San Ignacio de
Antioquia. C.20.n2
(FUNK-BIHLMEYER, 86,14-16; Ruiz Bueno (B.A.C.) 459;
MG 5,661 A)
…partiendo de un mismo pan,
que es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, sino vivir
por siempre en Cristo Jesús
Carta a los Filadelfios,
San Ignacio de Antioquia. C.4 (FUNK-BIHLMEYER, 103,5-9;
Ruiz Bueno 459; MG 5,661 A)
Esforzaos, por lo tanto, por
usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor
Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo
altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos
consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios
Carta a los Romanos, San Ignacio de
Antioquia. C.7 n.3 (FUNK-BIHLMEYER, 100.18-102,2; Ruiz Bueno 479; MG 5,693
A-B)
No siento placer por la comida
corruptible ni por los deleites de esta vida. El pan de Dios quiero, que
es la carne de Jesucristo, el del linaje de David; y por bebida quiero la
sangre, de él, el cual es caridad incorruptible
Carta a los Esmirneos,
San Ignacio de Antioquia. C.7 n.1 (FUNK-BIHLMEYER,
108.5-92; Ruiz Bueno 492; MG 5,713 A)
De la Eucaristía y de la
oración se apartan [los docetas], porque no confiesan que la Eucaristía es la
carne de nuestro Salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que por bondad
resucitó el Padre. Por tanto, los que contradicen al don de Dios
litigando, se van muriendo. Mejor les fuera amar para que también
resucitasen.
Carta a los Esmirneos C.8 n.1s (FUNK-BIHLMEYER, 108.17-21; Ruiz Bueno
493; MG 5,713 B)
Solo aquella Eucaristía ha de
tenerse por válida, que se celebra bajo el obispo o aquel a quien él se lo
encargare…No es
lícito sin el obispo ni bautizar ni celebrar ágapes.
|
A pesar de la evidencia, algunos protestantes han colocado
el reparo de que San Ignacio también llama “carne” de Jesucristo a cosas que no
lo eran en sentido propio. Por ejemplo en la carta a los filadelfios dice: “Adhiriéndome al evangelio como a la carne de Jesús” (c.5). Sin
embargo, no es posible interpretar esa frase para inducir que San Ignacio
pensara que el evangelio es la carne de Jesús, sino más bien que se adheriría a
la una al igual que a la otra.
En la carta a los filedelfios escribe: “a la [Iglesia] que saludo yo en la sangre de Jesucristo, la cual
es mi gozo eterno e imperturbable”. Pero aquí tampoco es posible afirmar
que hay sentido simbólico, sino más bien simplemente una metáfora. Así cuando
se dice “La sangre de Cristo es mi gozo” nadie interpreta que quisimos
decir “La sangre de Cristo significa gozo”
En la carta a los Trales escribe: “Vosotros, revistiéndoos de mansedumbre, regeneraos por la fe, que
es la carne del Señor, y por la caridad, que es sangre de Cristo” (c.8).
Sin embargo nos comenta Jesús Solano que el hecho de que un autor use a veces
una palabra en sentido simbólico, no se sigue que siempre la haya de usar en
ese sentido. No menos de treinta y siete veces emplea San Ignacio la palabra
“carne” o “sangre” y solo aquí la utiliza en sentido simbólico. En este caso el
contexto es muy claro. Se sabe también por fuentes literarias que los docetas
negaban la realidad de la carne del Señor, por tanto es ilógico pensar que
cuando San Ignacio luego de condenar su doctrina, entienda al igual que ellos
la carne en sentido simbólico, porque en este sentido no la negaban los
docetas.
La Didaché o doctrina de los doce apóstoles (60-160 d.C)
Considerado uno de los más antiguos escritos
cristianos no-canónicos, considerado incluso por mucho tiempo anterior a muchos
escritos del Nuevo Testamento. Es recientemente cuando estudios recientes
señalan una posible fecha de composición posterior no más allá del 160
d.C. Es un excelente testimonio del
pensamiento de la Iglesia primitiva.
La Didaché es muy tajante
al afirmar que no todos pueden participar en la Eucaristía, ya que no se puede
“dar lo santo a los perros”. Antes de participar exige confesar los pecados
para que el sacrificio sea puro. Es un testimonio claro también de que la
Iglesia primitiva ya reconocía en la Eucaristía el sacrificio sin mancha y
perfecto presentado al Padre en Malaquías 1,11: “Pues desde el sol levante
hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se
ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande
es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot”
Didaché C.9s (KLAUSER, 23ss; Ruiz Bueno, 86ss)
Pero que nadie coma ni beba de
vuestra Eucaristía sin estar bautizado en el nombre de Jesús; pues de esto dijo el Señor: no
deis lo santo a los perros.
Didaché C.14 (KLAUSER, 28s; Ruiz Bueno, 91)
En los domingos del Señor,
reuníos y partid el pan, y haced gracias, confesando antes vuestros pecados, para que vuestro
sacrificio sea puro. El que tenga algún disgusto con su amigo, no asista a
vuestra reunión hasta haberse reconciliado, a fin de que no se contamine
vuestro sacrificio. Pues esto es lo que dijo el Señor: en todo lugar
ofrézcanseme sacrificio limpio, porque soy yo Rey grande, dice el Señor, y mi
nombre es admirable entre las naciones.
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San Justino (165 d.C)
Mártir de la fe cristiana hacia el año 165
(decapitado), es considerado el mayor apologeta del
Siglo II. San Justino mantiene el testimonio unánime de la Iglesia al confesar
que la Eucaristía no es un alimento como tantos, sino que es “carne y sangre
de aquel Jesús hecho carne”. A pesar de que San Justino tuvo que combatir
las acusaciones que se hacían a los cristianos primitivo de comer carnes
humanas, y a pesar de que para defenderse de las acusaciones hubiera podido
alegar que la Eucaristía era un “símbolo” no lo hace, sino que profesa con
absoluta claridad el realismo de que la carne y sangre de Jesucristo son
alimento para los cristianos.
Una de las obras célebres de San Justino es
“Diálogo con Trifón”, el cual era un judío de la época.
En esta, San Justino vuelve a dejar testimonio de la interpretación que tenía
la Iglesia primitiva como el Sacrificio del que hablaba el profeta en Malaquías
1,11, y una interpretación completamente contraria a la perspectiva protestante
que niega el carácter sacrificial de la Eucaristía y
afirma que la Cena del Señor es un simple recordatorio.
Un comentario importantísimo para el tema que nos
acopia lo hace Jesús Solano en su libro “Textos Eucarísticos Primitivos” donde
señala que San Justino con toda claridad excluye la permanencia del pan junto
con la carne del Señor rechazando la consubstanciación. El paralelismo de ideas
y de frase le lleva a decir que así como Jesucristo tuvo carne y sangre, así el
alimento eucarístico tiene la carne y la sangre de Jesús; sin embargo, no dice
eso, sino que, cambiando la construcción, escribe que el alimento eucarístico
es la carne y sangre de Jesús (transubstanciación). Esta expresión excluye la
permanencia del pan y en su sentido obvio indica el cambio, la conversión del
pan en la carne del Señor. Lo confirma el empleo que inventa San Justino para
la palabra “dar gracias”: hasta él había tenido sentido intransitivo; él la usa
en pasiva: “alimento eucaristizado”, que al
pie de la letra traduciríamos: “alimento hecho acción de gracias”. Esta
pasiva tan dura inventada por San Justino, unida al cambio de construcción que
acabamos de señalar, acentúa la nota de un cambio obrado en el alimento
ordinario en virtud del cual el pan es ahora carne de Cristo.
San Justino, Apología primera. C.66ss (GOODSPEED, 74ss; QUASTEN, 14-21; MG 6,428s. 432
66. Este alimento se llama
entre nosotros Eucaristía, del cual a ningún otro es lícito
participar, sino al que cree que nuestra doctrina es verdadera, y que ha sido
purificado con el bautismo para perdón de pecados y para regeneración, y
que vive como Cristo enseñó. Porque estas cosas no las tomamos como pan ordinario ni bebida
ordinaria, sino que, así como por el Verbo de Dios, habiéndose encarnado
Jesucristo nuestro Salvador, tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así
también se nos ha enseñado que el alimento eucaristizado mediante la palabra (verbo) de oración procedente de Él – alimento del que
nuestra sangre y nuestra carne se nutren con arreglo a nuestra transformación
– es la
carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó. Pues los apóstoles, en los
comentarios por ellos compuestos, llamados evangelios, nos transmitieron lo que así les había sido
transmitido: Que Jesús, habiendo tomado el pan y dado gracias, dijo: Haces
esto en memoria de mí; éste es mi cuerpo, y que solamente hizo
participantes a ellos. Lo cual también en los misterios de Mitra han enseñado
a hacerlo los malvados demonios, tomándolo pro imitación. Porque sabéis, o podéis
saber, que cuando alguno es iniciado en ellos, se ofrece un pan y un cáliz de
agua y se añaden ciertos versos.
67. Nosotros, por tanto,
después de esto recordamos siempre ya para adelante estas cosas entre
nosotros; y los que tenemos, socorremos a todos los abandonados, y siempre
estamos unidos los unos con los otros. Y por todas las cosas de las cuales
nos alimentamos bendecimos al Creador de todo, por medio de su Hijo
Jesucristo y del Espíritu Santo. Y el día llamado del sol se tiene una
reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en las ciudades o en los
campos, y se leen los comentarios de los apóstoles o las escrituras de
los profetas, mientras el tiempo lo permite. Luego, cuando el lector ha
acabado, el que preside exhorta e incita de palabra a la imitación de estas
cosas excelsas. Después nos levantamos todos a una y recitamos oraciones; y,
como antes dijimos, cuando hemos terminado de orar, se presenta pan y vino y
agua, y el que preside eleva, según el poder que en él hay, oraciones e igualmente
acciones de gracias, y el pueblo aclama diciendo el Amén. Y se da y hace
participante a cada uno de las cosas eucaristizadas,
y a los ausentes se les envía por medio de los diáconos.
Los ricos que quieren, cada
uno según su voluntad, dan lo que les parece, y lo que se reúne se pone a
disposición del que preside y él socorre a los huérfanos y a als viudad y a los que por
enfermedad o por cualquier otra causa se hayan abandonados, y a los
encarcelados, y a los peregrinos, y en una palabra, él cuida de cuantos
padecen necesidad. Y nos reunimos todos los día del sol, puesto que es el día primero en el cual Dios, cambiando las
tinieblas y la materia, creó el mundo, y Jesucristo, nuestro Salvador, en el
mismo día resucitó de entre los muertos. Pues un día antes del de Saturno
lo crucificaron, y un día después del de Saturno, el cual es el día del sol,
se apareció a los apóstoles y discípulos y les enseñó estas cosas que he
propuesto a vuestra consideración.
San Justino, Diálogo con el judío Trifón. C.41 n.2ss (GOODSPEED, 138; QUASTEN: FP f.7 p.7
pg.337s; MG 6,564 B-D
2. De donde habla Dios, como
dije, por Malaquías uno de los doce, acerca de os sacrificios, que entonces
eran ofrecidos por vosotros: Mi voluntad no está en vosotros, dice el Señor,
y no aceptaré de vuestras manos ofrendas. Porque desde la salida del
sol hasta su ocaso mi nombre es glorificado entre las gentes, y en todo lugar
se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda pura, pues grande es mi nombre entre
las naciones, dice el Señor, pero vosotros lo profanáis
3. Ya entonces predice
acerca de los sacrificios que en todo lugar le son ofrecidos a Él por
nosotros los gentiles, esto es, el pan de la Eucaristía y el cáliz igualmente de la
Eucaristía,
añadiendo que nosotros glorificamos su nombre, y vosotros, en cambio, lo
profanáis.
San Justino, Diálogo con el judío Trifón. C.116s
(GOODSPEED, 223ss; QUASTEN: FP f.7 p.7 pg.10s (en
parte nada más); MG 6,744 B. 745 A-C. 748 A)
116,1. Pero con objeto de
explicaros la revelación de Jesucristo el Santo, vuelto a tomar la palabra
[de Zacarías] y digo que también aquella revelación se hizo para nosotros que
creemos en Cristo, en este Pontífice que fue crucificado…
3. Pues como aquel Jesús, que
es llamado sacerdote por el profeta, apareció llevando vestidos manchados…,
así nosotros, los que por el nombre de Jesús como un solo hombre hemos creído
en el Dios Hacedor de todas las cosas, habiéndonos despojado, por el nombre
de su Hijo primogénito, de los vestidos viejos manchados…, así nosotros, los
que por el nombre de Jesús como un solo hombre hemos creído en el Dios
hacedor de todas las cosas, habiéndonos despojado, por el nombre de suyo
Hijo primogénito, de los vestidos viejos, es decir, de los pecados,
inflamados por la palabra de su llamamiento, somos la verdadera raza
sacerdotal de Dios; según atestigua el mismo Dios al decir que en todo
lugar entre los gentiles hay quienes le ofrecen a él sacrificios agradables y
puros [cf. Mal 1,11]
117,1. Pues de todos los
sacrificios por medio de este nombre, los cuales ordenó Jesucristo que se
hicieran, a saber, en la Eucaristía del pan y del cáliz, sacrificios que
hacen los cristianos en todos los lugares de la tierra, ya que de antemano
testifica Dios que le son agradables. En cambio rechaza los que hacéis
vosotros, y por medio de aquellos vuestros sacerdotes, diciendo: Y
vuestros sacrificios no aceptaré de vuestras manos: pues desde la salida del
sol hasta su ocaso mi nombre es glorificado, dice, entre las gentes, mientras
que vosotros lo profanáis [Mal 1,10ss]
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San Ireneo (130d.C - 202 d.C)
San Ireneo (obispo y mártir). Fue discípulo de San
Policarpo que a su vez fue discípulo del apóstol San Juan. Celebre por su
tratado “Contra las Herejías” donde combate las herejías de su tiempo, en
especial las de los gnosticos.
En la teología presentada por San Ireneo sucede los mismo que con San Justino, la certeza de
que el pan y vino consagrados son cuerpo y sangre de Cristo es diáfana, y
explícitamente afirma que “el cáliz es su propia Sangre” (la de
Cristo) y “el pan ya no es pan ordinario sino Eucaristía constituida por dos
elementos terreno y celestial” (Comenta Jesús Solano que San Ireneo no se refiere aquí a como está constituida la
Eucaristía sino como llega a constituirse: el elemento terreno es “el pan” y el
elemento celeste es “la invocación (epiclesis) de
Dios”)
San Ireneo también deja
testimonio de que en grupos herejes también se compartía la fe de la Iglesia de que el pan y vino realmente
se convierten en cuerpo y sangre de Cristo, más que a ellos no les puede
constar que el pan consagrado por ellos (los herejes) realmente lo sea porque
ellos desconocen que Cristo sea el Verbo, hijo del hacedor del mundo. Les
exhorta a o cambiar de parecer o dejar de ofrecer dicho sacrificio.
San Ireneo. Contra
las herejías. L.4 c.17 n.5.(HARVEY, 2,197-200; MG 7M1023s).
Pero dando también a los
discípulos el consejo de ofrecer las primitas de sus criaturas a Dios, no
como si las necesitase Él, sino para que ellos mismos no sean infructuosos ni
ingratos, tomó el pan que es algo de la creación, y dio gracias diciendo:
“Este es mi cuerpo”. Y de la misma manera afirmó que el cáliz, que es de
nuestra creación terrena, era su sangre; y enseñó la nueva oblación del Nuevo
Testamento, la cual, recibiéndola de los apóstoles la Iglesia, ofrece en todo
el mundo a Dios, que nos da los alimentos primitas de sus dones en el
Nuevo Testamento; acerca de lo cual Malaquías, en los doce profetas
[menores], profetizó así: En efecto mío no está hacia vosotros, dice el
Señor Omnipotente, y no aceptaré de vuestras manos sacrificio. Porque desde
el levante a poniente es glorificado mi nombre entre las gentes y en todo
lugar se ofrece incienso a mi nombre, y un sacrificio puro, pues grande es mi
nombre entre las naciones, dice el Señor Omnipotente. Significando
manifiestamente por esto que el pueblo anterior cesará de ofrecer a Dios; porque
en todo lugar se ofrecerá sacrificio a Él, y éste será puro; y su nombre es
glorificado entre las gentes.
San Ireneo.
Contra las herejías. L.4 c.18 n4s (
HARVEY
, 2,204-208; para el n.5: HOLL, 61s; MG 7,1027ss).
4. ¿Cómo, pues, les
constará que ese pan, en el que han sido dadas las gracias, es el cuerpo de
su Señor, y el cáliz de su sangre, sino dicen que è es Hijo del Hacedor del
mundo, esto es, su Verbo, por el cual el leño fructifica, y las fuentes
manan, y la tierra da primero tallo, después espiga y finalmente trigo pleno
en la espiga?
5. ¿Y cómo dicen también
que la carne se corrompe y no participa de la vida, que es alimentada por el
cuerpo y sangre del Señor? Por lo tanto, o cambien de parecer o dejen de
ofrecer las cosas dichas. Para nosotros en cambio, la creencia concuerda con
la Eucaristía, y la Eucaristía, a su vez, confirma la creencia. Pues le
ofrecemos a Él sus propias cosas, proclamando concordemente la comunión y la
unión de la carne y del espíritu. Porque así como el pan que es de la
tierra, recibiendo la invocación de Dios ya no es pan ordinario sino Eucaristía, constituida por dos elementos
terreno y celestial, así también nuestros cuerpos, recibiendo la Eucaristía,
no son corruptibles sino que poseen la esperanza de la resurrección para
siempre.
San Ireneo.
Contra las herejías. L.4 c.33 n.2 (HARVEY, 2,257; MG 7,1073 A-B).
Y examinará [el discípulo
verdaderamente espiritual] verdaderamente la doctrina de Marción,
cómo entiende que hay dos dioses, separados entre sí por infinita distancia…¡Y
cómo si el Señor es hijo de otro Padre [distinto del Creador], procedía
justamente cuando, tomando el pan de esta nuestra creación, confesaba ser su
cuerpo, y la mezcla ser cáliz afirmó ser su sangre?
San Ireneo.
Contra las herejías. L.5 c.2 n.2s (HARVEY, 2,318-323; HOLL, 68s; MG 7,1124-1127)
2. Y son vanos por completo
los que desprecian todo el orden divino y niegan la salvación de la carne y
desdeñan su regeneración, diciendo que no es capaz de incorruptibilidad. Pero
si ésta [la carne] no se salva, entonces ni el Señor nos ha redimido con su
sangre, si el cáliz de la Eucaristía es participación de su sangre; ni el pan
que partimos es participación de su cuerpo. Porque la sangre no procede
sino de las venas y de la carne y de la restante substancia humana, de la cual verdaderamente hecho el Verbo de Dios, nos redimió con su
sangre. Como lo dice también su Apóstol: en el cual tenemos por su sangre,
redención, la remisión de los pecados.
Porque somos miembros suyos y
alimentados por medio de la creación, y nos brinda la creación, haciendo
salir su sol y llover, como quiere, aseguró que aquel cáliz de la creación
es su propia sangre, con la cual aumenta nuestra sangre, y reafirmó que aquel
pan de la creación es su cuerpo, con el cual incremente nuestros cuerpos.
3. Cuando, pues, el cáliz
mezclado y el que ha llegado a ser pan reciben el Verbo de Dios y se hacen Eucaristía, cuerpo de Cristo, con las cuales la substancia de nuestra carne se aumenta y se va
constituyendo, ¿Cómo dicen que la carne no es capaz del don de Dios que es la
vida eterna, la carne alimentada con el cuerpo y la sangre del Señor, y hecha
miembro de Él?
Como dice el bienaventurado
Apóstol en la carta a los Efesios: Porque somos miembros de su cuerpo, de
su carne y de sus huesos; y esto no lo dice de un hombre pneumático [espiritual] e invisible, porque el espíritu
no tiene huesos ni carne, sino del organismo verdaderamente humano que consta
de carne, nervios y huesos, y el cual se alimenta de su cáliz, que es su
sangre, y aumenta con el pan, que es su cuerpo. Y a la manera que el mugrón
de la vid metido en la tierra produjo fruto a su tiempo, y el grano de trigo
caldo en la tierra y deshecho se levantó multiplicando por el Espíritu de
Dios que todo lo contiene; y después por la Sabiduría de Dios llegaron a ser
de utilidad para los hombres, y recibiendo la palabra de Dios llegan a ser
Eucaristía, que es cuerpo y sangre de Cristo, así también nuestros cuerpos,
alimentados con ella y colocados en la tierra y deshechos en ella resucitarán
a su tiempo, concediéndoles la resurrección del Verbo de Dios para gloria de
Dios Padre.
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Tertuliano (160d.C
- 220 d.C)
Si bien Tertuliano no es considerado un padre de la
Iglesia, sino un apologeta, y al final de su vida cae
en herejía abrazando el montanismo, fue muy leído antes de abandonar la Iglesia
Católica.
También considero importante profundizar en los
escritos de Tertuliano ya que entre algunos protestantes se manejan fragmentos
truncados y fuera de contexto de sus escritos que podrían dar a entender que
Tertuliano creía que el pan y vino consagrados no eran cuerpo de Cristo sino “símbolos”. Un ejemplo de la manipulación de esos textos
se encuentra en el sitio anticatólico administrado por Daniel Sapia, en un
artículo desarrollado por Guillermo Hernández Agüero. Colocaré la cita
utilizada por el Señor Guillermo, y la cita en su contexto colocando en rojo lo
que dicho autor omitió colocar:
Extracto de
un artículo de Daniel Sapia escrito por Guillermo Hernández Aguero:
"Podemos
profundizar más sobre los Padres, pero nuestro tema en este caso es sobre la Santa
Cena. Sin embargo hay algunos Padres que nos pueden decir algo sobre nuestro
tema: «Cristo, habiendo tomado el pan y habiéndolo distribuido a
sus discípulos, lo hizo su cuerpo, al decir: Este es mi cuerpo, a saber, la
figura de mi cuerpo» (Tertuliano, contra Marción 4:40) Tertuliano nos da entender que para nada hay una transubstanciación con el
pan; al contrario nos enseña
de que es simbólico."
Obsérvense
ahora el texto en su contexto:
Tertuliano, Contra Marciòn L.4 c.40 (Kroymann, 559ss; OEHLER, 2,267s, ML 2,460 A - 462A).
“...Con gran
deseo he deseado comer la pascua con vosotros antes de padecer ¡Oh destructor de la ley que anhelaba observar aun la
pascua!, de seguro que le deleitaría por la carne del cordero judío. ¿O es
que era él, el que teniendo que ser llevado al sacrificio como una oveja, y
que como una oveja ante el que la trasquila, no había de abrir su boca,
deseaba realizar la figura de su sangre salvadora? Podía también ser
entregado por cualquier extraño para que no dijera yo que también en esto el
salmo estaba cumplido: El que come pan conmigo levantará contra mí su
pie...Pero esto hubiera sido propio de otro Cristo, no del que realizaba las
profecías...
Habiendo
declarado, pues, que Él con grandes ansias había deseado comer la pascua, como
suya, pues es indigno que Dios desee algo ajeno, habiendo tomado el pan y
distribuido a los discípulos lo hizo su cuerpo diciendo: Este
es mi cuerpo, es decir, "figura de mi cuerpo".Pero no hubiera
sido figura, sino fuera cuerpo verdadero. Por lo demàs, una cosa vana como es un fantasma no
podía contener la figura.
O si por esto al pan hizo su cuerpo, porque carecìa de cuerpo verdadero, luego debiò entregar por nostros al pan. ¡Hacìa, para la vaciedad de Marción,
que fuera cruficificado el pan, y no màs bien al melón que Marción tuvo en vez de corazón? No
entendiendo que es antigua
esta figura del
cuerpo de Cristo, que dice por Jeremías: Urgían tramas contra
mí, diciendo:
Venid, echemos una astilla en su pan, es decir, la cruz en su cuerpo.
Así pues, el que
ilumina las antiguas figuras, al llamar al pan cuerpo suyo,
declaró
suficientemente que quiso significar entonces el pan. Y así en la
conmemoración del
cáliz, constituyendo el testamento sellado con su sangre,
confirmó la substancia
de su cuerpo. Porque la
sangre no puede
ser de cuerpo alguno que no sea de carne. Porque si alguna
propiedad no
carnal del cuerpo se nos opone, ciertamente si no es carnal no
tendrá sangre. Así
la prueba de la realidad del cuerpo se confirmará por el
testimonio de la
carne, y la prueba de la realidad de la carne por el
testimonio de la
sangre. Y para que reconozcas la antigua figura de la sangre
en el vino, Isaías
dice...Mucho más manifiestamente el Génesis, en la
bendición de Judá, de cuya tribu había de provenir
el origen de la carne de Cristo, ya entonces bosquejada a Cristo en Judá: Lavará, dijo, en vino su vestido, y en sangre de
uvas su manto, significando la estola y el manto la carne y el vino la
sangre. Así ahora consagró su sangre en el vino, el que entonces
hizo al vino figura de su sangre.....”
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Para entender
las palabras de Tertuliano, debemos conocer el contexto. Marción negaba que Cristo tuviese cuerpo verdadero. La fuerza del argumento de
Tertuliano contra Marcion consistía en que el pan no
podía ser cuerpo verdadero de Cristo, si Cristo no hubiera tenido cuerpo
verdadero. ¿Cómo podría la Iglesia creer en forma unánime que el pan consagrado
era cuerpo de Cristo si Cristo no tenía cuerpo?. Adicionalmente cuando dice: "El pan
hizo su cuerpo" denota un cambio de substancia. La realidad de la Eucaristía y la fe de la Iglesia demostraban la realidad
física del cuerpo de Cristo.
Tertuliano utiliza la expresión figura de su cuerpo para referirse al cuerpo
real. Tertuliano habla del pan eucarístico como "figura" del cuerpo
de Cristo, porque el verdadero cuerpo de Cristo había sido en el AT anunciado
por los profetas bajo la figura del pan, como la verdadera sangre había sido
prefigurada en el vino.
Tertuliano termina más adelante afirmando la realidad del cuerpo de Cristo en
la Eucaristía, y hablan de ella como un “sacramento”. Luego veremos
otros escritos donde la fe de Tertuliano en la Eucaristía se puede verificar de
forma diáfana. Llama la atención especialmente cuando afirma que sufren ansiedad
si cae al suelo algo del cáliz o a pan, cosa que no tendría sentido de pensar
que son solo símbolos.
Tertuliano,
Contra Marción L.5 c.8 (Kroymann,
597; OEHLER, 2,296, ML 2,489 A).
“Por lo cual, por el sacramento
del pan y del cáliz, ya hemos probado en el evangelio la verdad del cuerpo y
la sangre del Señor en contra del fantasma propugnado por Marción...”
Tertuliano,
Sobre la corona C.3 (KROYMANN: CSEL 70 (1942) 158, OEHLER, 1421ss; ml 2,79 A - 80 A)
“El sacramento de la Eucaristìa confiado por el Señor en el tiempo de la cena, y a
todos, lo tomamos también en las reuniones de antes del amanecer, y no de la
mano de otros sino de las de los que presiden; ... Sufrimos ansiedad si
cae al suelo algo de nuestro cáliz o también de nuestro pan.”
Tertuliano,
Sobre la idolatría (C.7 (A. REIFFERSCHEID - G. WISSOWA; CSEL 20,1 (1890)36;
OEHLER, 1,74s; ML 1,669 A-B)
“El celo de la fe hablará
llorando en este punto: ¿es posible que un cristiano venga de los ídolos a la
Iglesia, del taller del adversario a la casa de Dios; que levante las manos
madres de los ìdolos a Dios Padre; que ore con
aquellas manos a las cuales afuera se ora contra Dios, y acerque al cuerpo del Señor aquellas manos que conducen
los cuerpos a los demonios?...”
Tertuliano:
Acerca de la honestidad. C.9 (G.
RAUSCHEN: FP (1915) 53s; OEHLER, 1,810s; ML 2,997 D - 998 C)
"....`recibe también
entonces el primer anillo, con el cual, después de interrogado, sella el
compromiso de la fe, y así a continuación es alimentado con las delicias del cuerpo del Señor, a saber con la
Eucaristía"
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Participando en
un foro protestante tuve la oportunidad de conversar con el Web Master del
sitio Web anticatólico en cuestión (Daniel Sapia), y le comenté sobre la
descontextualización que se había hecho en su sitio de los escritos de
Tertuliano. Le mostré este conjunto de textos de Tertuliano que hacen imposible
pensar que él apologeta pensara en el pan y vino
consagrados como simples símbolos, sin embargo a excepción de un breve
comentario en su sitio Web donde se aferra a su postura, e ignora mencionar
estos textos, no ha hecho corrección alguna. Esto era de esperar de alguien con
tan poca ética, ya que este individuo se ha hecho conocido a raíz de publicar
artículos amarillistas acusando al Papa Juan Pablo II de ser la mano de obra
del Anticristo, por tanto esto vendría siendo para él, solo una raya más para
un tigre.
Clemente de
Alejandría (Mediados del siglo II – antes del 215)
Nació hacia el año 150,
probablemente en Atenas, de padres paganos; después de hacerse cristiano, viajó
por el sur de Italia y por Siria y Palestina, en busca de maestros cristianos,
hasta que llegó a Alejandría; las enseñanzas de Panteno (jefe de la escuela catequética de Alejandría, en
Egipto) hicieron que se quedara allí. Hacia el año 202, la persecución de Septimio Severo le obligó a abandonar Egipto, y se refugió
en Capadocia, donde murió poco antes del 215.
Su conocimiento de los
escritos paganos y de la literatura cristiana es notable; según Quasten, en sus obras se encuentran unas 360 citas de los
clásicos, 1500 del Antiguo Testamento y 2000 del Nuevo, por tanto es
considerado cronológicamente como el primer sabio cristiano .conocedor profundo
no sólo de la Sagrada Escritura sino de obras las obras cristianas anteriores a
él, e incluso obras de literatura profana. Clemente consideraba el cristianismo
la realización más bella y el coronamiento de todos los elementos de verdad
dispersos en la filosofía.
Clemente de Alejandría es
testigo de la práctica litúrgica de eucaristizar”
según una norma fija de la Iglesia, el pan, y la mezcla de vino y agua, pero
combate a los herejes encratitas que eucaristizaban el agua sola. Llama a la Eucaristía
“oblación”, afirma fue figurada en el alimento santificado de vino y pan que
dio Melquisedec. Afirma que hay un alimento de pan que es Jesús mismo, y el que come de
ese pan no muere. Afirma que Jesús se da también en bebida de imortalidad.
El texto más oscuro de
Clemente sobre la Eucaristía se encuentra en su obra del “Pedagogo”. Afirma
aquí que la Eucaristía es por sí misma
vivificante y que da la inmortalidad; el Espíritu es quien produce esta vivificación,
y este Espíritu es para Clemente el Espíritu que es la fuerza del Verbo, es
decir, la naturaleza divina del Verbo. Sin embargo, distingue la sangre carnal del Señor con la que nos
redimió, de la sangre espiritual (pneumática) “con la
que hemos sido ungidos”, y que nos hace partícipes de la incorrupción. Por el
contexto se ve que esta “sangre espiritual” es el Espíritu vivificador, y no es
que insinúe Clemente la idea de que en la Eucaristía no está la verdadera
Sangre del Señor. En segundo lugar, habla Clemente de la Eucaristía como
“mezcla de la bebida (vino con agua) y del Verbo. La expresión no dice nada
sobre la presencia real del Señor en la Eucaristía, sino que señala las causas
que intervienen en la confección de la
Eucaristía.
Clemente de
Alejandría. Stromata. L.1 c.1 (STAEHLIN, 2, pg5,16-20; MG 8,692 B).
“Es, pues, necesario que
ambos se pruebe a sí mismos: el uno para ver si es digno de decir y dejar
comentarios, el otro para ver si es tan justo que pueda escuchar y leer; así
como también los que, según es costumbre, reparten la Eucaristía, van
permitiendo a cada uno del pueblo tomar la parte correspondiente.”
Clemente de
Alejandría. Stromata. L.1 c.19(STAEHLIN,
2, 61,26-62,1; MG 8,813 A).
“Y a los privados de
inteligencia recomiendo diciendo, así habla la Sabiduría manifiestamente
refiriéndose a los que andan entre las herejías, tomad a hurtadillas
gustosamente los panes y la dulce agua robada [Prov 9,16s]; designando con claridad el pan y el agua, no en otras herejías, sino
en aquellas que, contra la regla de la Iglesia, emplean pan y agua en la
oblación; pues hay también quienes eucaristizan el
agua sola [no mezclada con vino]”
Clemente de
Alejandría. Stromata. L.4 c.25 (STAEHLIN, 2,
319,22-320-1; mg 8,1369 B).
Pues Salem se interpreta paz, de la cual paz es descrito como rey nuestro Salvador, de
quien dice Moisés: Melquicedec, rey de Salem, el sacerdote del Dios Altísimo [Gen 14,18]; éste
dio el pan y el vino como alimento santificado en figura [tipo] de la
Eucaristía.
Clemente de
Alejandría. ¿Qué rico se salvará?. N.23 )STAEHLIN,
3, 175,11ss; MG 9,628 D)
Yo [el Salvador] soy tu
sustentador, que me he dado a mí mismo [como] pan, del cual quien ha gustado
no hace ya más experiencia de la muerte, y que mehe dado a mi mismo [como] bebida de inmortalidad.
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San Hipólito (murió mártir en el año 235)
Se desconoce el
lugar y fecha de su nacimiento, aunque se sabe fue discípulo de San Ireneo de Lyon. Su gran
conocimiento de la filosofía y los misterios griegos, su misma psicología,
indica que procedía del Oriente. Hacia el año 212 era presbítero en Roma, donde Origenes—durante su viaje a la capital del Imperio—le
oyó pronunciar un sermón.
Con ocasión del
problema de la readmisión en la Iglesia de los que habían apostatado durante
alguna persecución, estalló un grave conflicto que le opuso al Papa Calixto,
pues Hipólito se mostraba rigorista en este asunto, aunque no negaba que la
Iglesia tiene la potestad de perdonar los pecados. Tan fuerte fue el contraste
que se separó de la Iglesia y, elegido obispo de Roma por un reducido círculo
de partidarios suyos, fue así el primer antipapa de la historia. El cisma se
prolongó tras la muerte de Calixto, durante el pontificado de sus sucesores
Urbano y Ponciano. Terminó en el año 235, con la persecución de Maximino, que desterró
al Papa legítimo (Ponciano) y a Hipólito a las minas de Cerdeña, donde se
reconciliaron. Allí los dos renunciaron al pontificado, para facilitar la
pacificación de la comunidad romana, que de este modo pudo elegir un nuevo Papa
y dar por terminado el cisma. Tanto Ponciano como Hipólito murieron en el año
235. El Papa Fabián hizo trasladar sus cuerpos solemnemente a Roma y son
honrados como mártires.
San Hipólito es
tajante en afirmar que se evite con diligencia que el infiel coma de la
Eucaristía, ya que “es el cuerpo de Cristo del cual todos los fieles se
alimentan y no debe ser despreciado”.
San Hipólito.
Segmentos exegéticos. Gem 38,19 (ACHELIS, 96;
fragmento árabe).
“Después que Judá había estado con ella [cf. Gen 38,16ss], le dio a ella una prenda, a saber: tres cosas, el anillo de
sellar, el cordón y el báculo que llevaba él en la mano: éstas eran las
prendas de que él había estado con ella. De la misma manera Cristo ha
regalado a su Iglesia tres cosas, a saber, su cuerpo, su sangre y el
bautismo. Y si Tamar fue salvada por tres cosas, a saber, por el anillo, el
cordón y el báculo, así la santa Iglesia por tres cosas, por la profesión de
fe, por el cuerpo y por la sangre fue igualmente salvada de la idolatría, y
eligió asimismo para sus hijos la salvación de la mundanidad por medio de Cristo: y nosotros recibimos su cuerpo y su sangre, pues Él es
la prenda de la vida eterna para todo aquel que con humildad se acerca a Él.”
San Hipólito.
Comentario a Daniel. L.4. n.35
(LEFEVRE, 334; BONWETSCH: GChS 278,11-17; 280,1-4).
“…Después dice: Después
de las sesenta y dos semanas habrán pasado los tiempos…Él hará el Testamento
para muchos durante una semana; y en medio de la semana será quitado el
sacrificio y la libación sacrificial; y sobre el
santuario, una abominación desoladora [cf. Dan
9,26s]. Así, pues, una vez cumplidas las sesenta y dos semanas y una vez
venido Cristo y predicado el evangelio en todas partes, cuando los tiempos
estarán cumplidos, será dejada una semana, la última,; en la cual aparecerán Elías y Enoc. Y en medio de
ella vendrá la abominación desoladora [Dan 9,27], el anticristo, que
anunciará al mundo la devastación. Después que él haya venido, será quitado
el sacrificio y la libación sacrificial, los cuales
son ahora ofrecidos a Dios por las gentes en todas partes [cf. Mal 1,11].
San Hipólito.
Sobre los dos ladrones. (ACHELIS: GChS 211; MG
83,285 A: TEODORETO, Eranistes, diálogo 3)
“Ambas cosas proporcionó al
mundo el cuerpo del Señor, sangre sagrada y agua santa”.
San Hipólito.
Tradición Apostólica (DIX; FUNK, 115s; BOTTE, 66s).
“Cada fiel procure tomar
la Eucaristía, antes que haya probado ninguna otra cosa. Pues si es fiel en
tomarla, aunque se le dé veneno mortal, no tendrá [el veneno] poder sobre él. Todos eviten con diligencia que el infiel coma de la Eucaristía o que
[lo hagan] los ratones u otro algún animal, [y eviten que] ninguna otra cosa
en absoluto caiga en la Eucaristía y [que] (algo) perezca. Es el cuerpo de Cristo, del cual todos los fieles se
alimentan, y no debe de ser despreciado…”
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Origenes (185d.C – 254 d.C)
Orígenes fue padre de la Iglesia, teólogo y comentarista bíblico. Vivió
en Alejandría hasta el 231, se pasó los últimos 20 años de su vida en Cesarea del Mar, Palestina y viajando por el imperio
romano. Fue el mayor maestro de la doctrina cristiana en su época y ejerció una
extraordinaria influencia como intérprete de la Biblia.
Orígenes fue profundamente afectado por el martirio de su padre, Leonides, durante la persecución del emperador Severo en el
201. Completó su educación en Alejandría donde estuvo en contacto con gnósticos
valentinianos. Unos años después estuvo bajo la influencia de platonistas alejandrinos como Ammonius Sacas.
Orígenes enseñó que Dios, todopoderoso, providente y salvador, se
conoce solo por medio de Jesucristo, tal como fue anunciado por las escrituras
judías y testimoniado en el Nuevo Testamento. Jesucristo pre-existió como la Palabra (Logos) Eterna y es el origen de la creación universal.
Las enseñanzas de Orígenes contienen también muchas especulaciones
sobre temas en que la Iglesia de su época no se había definido. Algunas de sus
ideas resultaron erróneas a la luz del desarrollo posterior de la doctrina
católica. No por eso se puede negar la
validez del resto de sus enseñanzas.
Con respecto a la Eucaristía los escritos de Orígenes van en a
misma línea que el resto de los padres. Al igual que Tertuliano muestra
preocupación en que el pan y vino consagrados caigan al piso. Afirma que “así
como el maná era alimento en enigma, ahora claramente la carne del Verbo de
Dios es verdadero alimento, como Él mismo dice: Mi carne es verdadera comida y
mi sangre verdadera bebida”. En todos estos casos, Orígenes se refiere al
“verdadero alimento” no como pan, sino como “la carne del Verbo de Dios”.
Afirma también que recibir el cuerpo indignamente ocasiona ruina para sí mismos
y se refiere a la celebración eucarística como “la mesa del cuerpo de Cristo
y del cáliz mismo de su sangre”.
Orígenes.
Sobre el Exodo. Homilía 13,3 (W.A.
BAEHRENS: GChS 29, Orígenes Werke 6,274; MG 12,391 A-B).
“Conocéis vosotros, los que
soléis asistir a los divinos misterios, cómo cuando recibís el cuerpo del Señor, lo guardáis con
toda cautela y veneración, para que no se caiga ni un poco de él, ni
desaparezca algo del don consagrado. Pues os creéis reos, y rectamente
por cierto, si se pierde algo de él por negligencia. Y si empleáis, y con
recta razón, tanta cautela para conservar su cuerpo, ¿Cómo
juzgáis cosa menos impía haber descuidado su palabra que su cuerpo.”
Orígenes.
Sobre los Números. Homilía 7,2 (BAEHRENS: GChS 30, Origenes Werke 7,39s; MG 12,613
C)
“Antes, el bautismo
estuvo en enigma en la nube y en el mar; ahora la regeneración está
claramente en el agua y en el Espíritu Santo. Entonces el maná era alimento
en enigma, ahora claramente la carne del Verbo de
Dios es verdadero alimento, como Él mismo dice: Mi carne verdaderamente es
comida y mi sangre verdaderamente es bebida”
Orígenes. Sobre Jeremías. Homilía 19,13 (E.
KLOSTERMANN: GChS, Origenes Werke 3,169,30-33: MG 13,489 C. aquí es la homilía
18)
“…Si subes, pues, con Él
para celebrar la pascua, te dará el cáliz del Nuevo testamento; te dará también el pan de la bendición, te concederá su
cuerpo y su sangre”
Orígenes.
Sobre Ezequiel 7,22 (MG 13,793 B).
“Y entrarán en ellas [las
cosas escogidas del mundo] sin consideración [Ez 7,22 según los LXX; cf. V.20 también según los
LXX]…Así ha de decirse que entra sin consideración en las cosas santas de la
Iglesia, si uno, después del acto conyugal, indiferente a la impureza que en
sí ha contraído, consiente en orar sobre el pan de
la Eucaristía, pues este tal profana las cosas santas y lleva a cabo una
acción descompuesta.
Orígenes.
Sobre el Salmo 37. Homilía 2,6 (MG 12,1386 D)
“¿No temes
comulgar el cuerpo de Cristo, al acercarte a la Eucaristía como si fueras
limpio y puro, y como puedes huir el
juicio de Dios? ¿No recuerdas aquello que está escrito: que por esto hay entre vosotros
muchos débiles y enfermos y muchos que mueren?. ¿Por qué muchos débiles? Porque no se juzgan a sí mismos, ni se
examinan, ni entienden qué es participar
de la Iglesia, ni qué acercarse a tantos y tan eximios sacramentos. Padecen
aquello que suelen padecer los que tienen fiebre, cuando se atreven a comer
los manjares de los sanos, a saber, que a sí mismos se acarrean la ruina.”
Orígenes.
Contra Celso. L.8. c33 (P. LOETSCHAU: GChS Origenes Werke 2,249,4-9; MG 11,1566 C).
Y Celso, por esa causa,
como hombre que desconoce a Dios, de sus hacimientos de gracias a los demonios; nosotros, por el contrario, dando gracias al
Creador de todo, comemos los panes ofrecidos con la acción de gracias y la
oración sobre los dones recibido, hechos por la
oración un cierto cuerpo santo y santificador de los que se sirven de
él con sano propósito.
Orígenes.
Serie de comentarios. 82 (KLOSERMANN: GChS 38,
Orígenes Werke 1,194, MG 13,1732 B).
[Mt 26,23]… Y si puedes entender la mesa espiritual y el alimento espiritual y la
cena del Señor, de todo lo cual se había dignado Cristo hacerle participe [a
Judas], verás todavía más la grandeza de su maldad, pues que entregó al
Salvador, maestro y a la vez alimento de la divina mesa y del cáliz (y esto
en el día de la pascua), sin acordarse en los bienes corporales del amor del
maestro ni en los espirituales de su doctrina, repartida siempre sin envidia. Como éste son en la Iglesia todos aquellos que ponen asechanzas a sus
hermanos, con los cuales frecuentemente estuvieron
juntos en la misma mesa del cuerpo de Cristo y en el mismo cáliz de su
sangre.
|
Sin
embargo, comenta Jesús Solano, que Orígenes tiene un texto muy discutido que reproduciremos
a continuación, el cual, aunque no es propiamente un texto eucarístico, él
emplea la terminología Eucarística en sentido alegórico. Para quien conoce la
pasión de Orígenes por relacionar entre sí texto de la Sagrada Escritura y por
buscar alegorías en aquel ambiente de “gnosis” en Alejandría, no ofrece ningún
serio problema acerca de la ortodoxia de Orígenes el que éste se exprese con
semejantes alegorías. Sería injusto para con el escritor y anticientífico
deducir el pensamiento eucarístico de Orígenes de uno u otro pasaje y no del
conjunto de todos ellos. A pesar de haber tenido Orígenes numerosos
adversarios, no hay noticia de que nadie le impugnase por su doctrina
eucarística menos pura.
Orígenes. Serie
de comentarios. 85 (KLOSTERMANN, 196s; MG 13,1734 A – 1735 A).
Este pan que el Dios
Verbo confiesa ser su cuerpo, es la palabra que alimenta las almas, palabra procedente del
Dios Verbo y pan del pan celestial que ha sido puesto sobre la mesa de la que
está escrito: Has preparado delante de mí una mesa a la vista de mis
perseguidores. Y esta bebida que el Dios Verbo confiesa ser su sangre, es
la palabra que apaga la sed y embriaga prodigiosamente los corazones de los
que beben, bebida que está en el cáliz del que se ha escrito: y cuan
excelente es tu cáliz que embriaga. Y esta bebida es fruto de la vid
verdadera que dice: Yo soy la verdadera vid, y es la sangre de aquella uva
que, echada en el lagar de la pasión, produjo esta bebida. Como también el pan
es la palabra de Cristo, hecha de aquel trigo que, cayendo en la tierra, dio
mucho fruto. Porque no a aquel pan visible que tenía en las manos decía Dios Verbo su cuerpo, sino a la
palabra en cuyo misterio debía ser partido aquel pan; ni a aquella bebida
visible decía su sangre, sino a la palabra en cuyo misterio aquella bebida
debía ser derramada. Porque cuerpo o sangre del Dios Verbo ¡Que otra cosa puede ser, sino la palabra que alimenta, y
la palabra que alegra el corazón?
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San Cipriano (258 d.C)
San Cipriano nació hacia el año 200, probablemente en
Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El
disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado
con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el
cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido obispo de
Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250,
juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey.
De él se conservan una docena de opúsculos sobre varios
temas del momento y, particularmente, una preciosa colección de 81 cartas, en
las que da muestra de su extraordinaria clarividencia y energía en los asuntos
referentes a la fe y a la vida de la Iglesia. Más que un hombre de ideas fue
sobre todo un hombre de gobierno y de acción. Su doctrina coincide
sustancialmente con la de Tertuliano, del que era lector asiduo y a quien
consideraba como «maestro».
Uno de los problemas que reclamó su atención fue la actitud
que convenía tomar con los que habían cedido durante la persecución accediendo
a ofrecer sacrificios a los ídolos. Muchos de ellos quisieron luego volver a la
Iglesia, y ser participes de la Eucaristía.
Los textos eucarísticos de San Cipriano son demasiado
abundantes para comentarlos todos.
San Cipriano.
Carta 58 N.9 (HARTEL, 665, BAYARD; ML 4,357 A)
“…armémonos También la
diestra con la espada espiritual, para que rechaza con fortaleza los funestos
sacrificios, para que, acordándose de la Eucaristía, la [diestra] que recibe
el cuerpo del Señor le abrace a él mismo, ella que al poco tiempo ha de
recibir del Señor el premio de las
coronas celestiales.”
San Cipriano.
Acerca de los caídos [en idolatría]. C.2 (J. MARTIN, S. Thasci Caccili Cypriani De Lapsis: FP 21 (1930) S; HARTEL: CSEL v.3 p.1 pg.238; ML 4,446 B)
“…manos esclarecidas, que
no estaban hechas sino a obras divinas, resistieron a los sacrificios
sacrílegos; las bocas santificadas con los manjares celestiales después del
cuerpo y la sangre del Señor rechazaron el contagio de lo profano y los
restos de los ídolos”
San Cipriano.
Acerca de los caídos [en idolatría] C.15 (MARTIN, 26, HARTEL, 248; ML 4,478
A-B)
“Volviendo de los altares del diablo se acercaron a lo santo del
Señor con manos sórdidas e infectas por el hedor; eructando casi todavía los
mortíferos alimentos de los ídolos, asaltan el cuerpo del Señor con las
fauces que exhalan aún su crimen y hieden a funestos contagios, siendo así
que sale al paso la Escritura divina, y clama y dice: [Lev 7,20; 1 Cor 10,21; 11,27]…”
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Firmiliano, Obispo de Cesarea (268 d.C)
Firmiliano. Extractos Carta 75 n.10.21: HARTEL:
CSEL v.3 p.2 p.817s, 823s; ML 3,1165 A. 1171 B – 1172 A)
“…Por lo demás, cuán
gran delito es el de quienes son admitidos o el de quienes admiten a tocar el
cuerpo y sangre del Señor, no habiendo lavado sus manchas por el bautismo de
la Iglesia ni habiendo depuesto sus pecados, habiendo usurpado
temerariamente la comunión, siendo así que está escrito: Quien quiera que
comiera el pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo
y de la sangre del Señor”
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Novaciano (mediados del siglo III)
Era
hombre erudito e inteligente, formado en la filosofía estoica, profesor de
retórica, y con una gran reputación en Roma. Sus adversarios, que son casi
nuestra única fuente de información, le dibujan como vanidoso.
Es
el primer teólogo romano que escribe en latín con gran elegancia, y a través de
sus escritos se refleja un carácter algo parecido al de Tertuliano.
Nos
han llegado cuatro de sus obras. Conocemos el nombre de otros siete escritos, y
que escribió muchos más. Afortunadamente se conserva el más importante de todos
los que escribió, Sobre la Trinidad; en él recoge la doctrina tradicional, tal
como la expresaron autores anteriores, pero con una mayor precisión y orden, y
también de manera más amplia y completa; lo debió de escribir antes de su
ruptura con la Iglesia. Las otras tres obras conservadas tratan de temas morales,
expuestos con cierta extensión, y son Sobre los alimentos de los judíos, Sobre
los espectáculos y Sobre las ventajas de la castidad.
El extracto del escrito que reproducimos a
continuación, cuestiona lo absurdo de que un cristiano vaya a los espectáculos
paganos. Le parece sumamente reprobable la actitud de un cristiano que se
atrevió a entrar con la Eucaristía en sitios indignos.
Novaciano.
Sobre los espectáculos. C.5 (A. BOULANGER, Tertullien,
De spectaculis [Seguido de Pseudo-Cyprien- De spectaculis]
(Paris 1933) ; HARTEL : CSEL v.3 p.3 pg 8.
“…atreviéndose a llevar
consigo al lupanar lo santo, si hubiera posido, el
que apresurándose a ir al espectáculo, despedido del sacrificio del Señor y
llevando todavía consigo, como es costumbre, la
Eucaristía, llevó este infiel, por entre los cuerpos obscenos de las meretries, el santo cuerpo de Cristo, mereciendo
más castigo por este camino que por el placer del espectáculo.
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Conclusión
Con
esto doy por terminado este pequeño
resumen de lo que la Iglesia enseñó durante
los primeros 3 siglos, cubrir los
primeros 6 siglos sería mucho más extenso pero la evidencia es todavía
más abundante. Sugiero profundizar en las obras mencionadas en la
Bibliografía para mayor información.
Ahora
bien, si Santo Tomás de Aquino vivió del 1225 al 1274 d.C. venir a achacar al santo
la invención de la transubstanciación es casi un chiste, Santo Tomás lo que
hizo fue, por medio de esta terminología, explicar la conversión del pan y del
vino eucarísticos, que sustenta la presencia real de Cristo.
Mucho más absurdo es afirmar tal como lo hace la Iglesia de Dios
israelita que los padres ignoraron esta doctrina durante los 6 primeros
siglos, siendo que hay tan abundantes referencias históricas. Esto solo
puede llamarse aprovecharse de la ignorancia de sus miembros.
Volviendo a Santo Tomás, lo que intenta es responder a una cuestión central en
la teología eucarística: ¿Como unir de modo claro la realidad visible
significante (el pan y el vino) y la realidad invisible significada (el cuerpo
y la sangre de Cristo)? Según Santo Tomás, las dos son preservadas en la
enseñanza de la transubstanciación: Por una parte los accidentes del pan y del
vino son los símbolos reales que significan la pasión y la resurrección de
Cristo: lo que se ve es la realidad significante. Por otra parte lo que es
invisible a los sentidos, la conversión del pan y del vino en el cuerpo y
sangre de Cristo, sirve para conducir a los creyentes a la realidad
significada, la presencia real de la persona del Salvador.
Sto.
Tomás entiende por substancia una cosa o una persona
examinada en su ser intrínseco, dotada de una unidad y de una consistencia
propias, hecha abstracción de sus cualidades y propiedades diversas. Un hombre,
compuesto de muchas sustancias diversas (Sangre, huesos, tejidos...) es siempre
una sola substancia. Por tanto Sto. Tomás quiere
decir que en la Eucaristía hay un cambio de substancias en el sentido de que el
ser intrínseco del pan y del vino, una realidad metafísica, no experimentable por los sentidos e invisible, se convierte
en el ser intrínseco del cuerpo y de la sangre de Cristo. El cuerpo de Cristo
no puede ser tocado o comido en su especie propia, sino solo en las especies
sacramentales que lo ocultan a nuestros ojos y nuestra experiencia sensible.
En
resumen, aunque la Iglesia primitiva no utilizó la palabra “Transubstaciación”,
creyó lo mismo que esta explica: Que el pan y vino consagrados SON el cuerpo y
Sangre del Señor.
Bibliografía
Textos Eucaristicos Primitivos, Tomos I por Jesús Solano, B.A.C.
Padres apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.
Padres apologetas griegos, Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.
La Eucaristía en Santo Tomás de Aquino, por
elescoliasta.org
LAMISA.pdf
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