La investigación sobre la vida de Jesús vive de los esfuerzos por lograr una imagen científicamente segura acerca de él. Imágenes de Jesús coloreadas por la hora histórica y la perspectiva teológica de los distintos autores han existido siempre desde la aparición de los Sinópticos y del Evangelio de Juan; pero la investigación científica de la vida de Jesús es fenómeno de la edad moderna. Nace primeramente con la crítica histórica en general desde la ilustración, y luego en particular con la aparición de la teología histórico-crítica. En cuanto las imágenes de Jesús de épocas o autores anteriores pueden llamarse «críticas», se trata de una crítica teológica, y no histórica, que dirige cada una de las visiones. E incluso parece que semejante «crítica» teológica determina las exposiciones de nuestros Evangelios más fuerte-mente que la recepción posterior de estos escritos, que habían llegado ya a ser canónicos, en las armonías evangélicas, en las reelaboraciones de la materia de los Evangelios y en las representaciones éticas, dramáticas y edificantes de la Vita Jesu (Taciano, Juvenco, Sedulio, Heliand, Otfried, Pseudo-Buenaventura, Ludolfo de Sajonia). El auténtico descubrimiento de la crítica teológica de los evangelistas y, con ello, de las distintas imágenes de Jesús trazadas por los mismos pertenece a la última fase de la investigación sobre la vida de Jesús (historia de las formas). El hecho de que la crítica histórica de la investigación moderna haya alcanzado la crítica teológica de los evangelistas significa una importante cesura e incluso el fin de la moderna investigación científica sobre la vida de Jesús. Aquí hemos de dibujar brevemente su curso y su término, señalando las más importantes estaciones. Y en una mirada retrospectiva sobre la historia de la investigación caracterizaremos brevemente las imágenes de Jesús que pertenecen a cada uno de los períodos de la misma.
La investigación sobre la vida de Jesús, cuya marcha diseñó Alberto Schweitzer al principio de nuestro siglo en su Geschichte der Leben-Jesu Forschung como la «briosa y colosal historia de la conciencia de la ver-dad en la teología protestante» («La investigación sobre la vida de Jesús es una hazaña de la veracidad en el cristianismo protestan-te»: prólogo a la sexta edición, p. xvIII; cf. C.H. RATSCHOw 655), sólo puede entenderse suficientemente en el magno horizonte de la historia reciente del espíritu y de la teología. «En la gran disputa en torno a la inteligencia de la Biblia que comenzó con la aparición del pensamiento moderno en occidente, hacía el año 1680 se deslindaron las más importantes posiciones. La ilustración modifica ciertamente las acentuaciones históricas, pero esencialmente no aporta nada nuevo» (K. SCHOLDER 171). Sin embargo, la ilustración hace más radical y difunde la crítica racional, y, aplicándola a los Evangelios, ataca la tradicional imagen dogmática de Jesús. El primer ataque importante contra la inteligencia bíblica de Cristo por parte de la ortodoxia lo llevó a cabo el orienta-lista hamburgués H.S. Reimarus en su Apologie oder Schutzschrift für den vernünftigen Verehrer Gottes, de la que G.E. Lessing editó Fragmente eines Wolfenbütteler Ungenannten (B 1774-78). La disputa entre la «razón» y la «fe» tradicional en una determinada imagen de Jesús se inicia en este momento y, como disputa entre la ciencia histórica y las representaciones tradicionales de la fe, perdura (con efectos lamentables) hasta nuestros días. Su conclusión exige especialmente grandes esfuerzos de una ->hermenéutica filosófica y teológica. A este respecto, la historia de la investigación sobre la vida de Jesús puede verse como una historia de la ->hermenéutica bíblica.
Reimarus y Lessing introdujeron el elemento histórico en la teología racionalista de la ilustración y prepararon así su superación. La crítica de la tradición hecha por Reimarus resultaba escandalosa. Reimarus ve a Jesús como el Mesías político del pueblo judío, animado de fuertes expectaciones futuras, cuyos discípulos inventan, movidos por la esperanza de la parusía, las leyendas de la resurrección de Jesús y de su ascensión al cielo. Con ello se plantea el problema fundamental de la distinción entre el Jesús histórico y el Cristo dogmático, problema que, en constelaciones variables, sigue siendo decisivo para la ulterior investigación.
El avance decisivo después de Reimarus y Lessing parte de D.F. Strauss (cf. el título Der Christus des Glaubens und der Jesus der Geschichte [B 1865]), que el año 1835 publicó en dos tomos su Leben Jesu, kritisch bearbeitet. La avanzada emancipación del pensamiento respecto de las tradicionales ideas religiosas y dogmáticas, permite a Strauss una aplicación consecuente del concepto de «mito» a las fuerzas configuradoras de la imagen de Jesús en los Evangelios. Para Strauss, la idea de la unión de lo humano y lo divino como fin de la humanidad y de cada hombre en particular es la realidad indestructible en la persona de Jesús, realidad que no puede ser atacada por la crítica histórica del mito. La crítica acérrima de Strauss contra las imágenes de Jesús basadas en el supranaturalismo y en el racionalismo naturalista de sus predecesores, ciertamente está mediatizada por la «interpretación de los mitos», pero, en su visión diferenciadora, señala nuevos caminos a la investigación ulterior. La «kerygmatización» de la tradición sobre Jesús se hace más comprensible, y parece presentarse un camino para esclarecer el problema del Jesús «histórico». Strauss mismo dibuja en su Leben Jesu, für das deutsche Volk bearbeitet (1864) una imagen liberal de Jesús, en que espiritualiza (sin gran arte) al Jesús sinóptico. Así se da la mano con las tendencias de la teología liberal (->liberalismo ii), que moderniza a Jesús y, con ayuda de explicaciones psicológicas, traza toda una serie de imágenes relativamente acabadas (y con frecuencia muy subjetivas) de Jesús, el ejemplar, el reformador y el hombre excepcional.
Las imágenes de Jesús de la teología liberal se fundan en la crítica de las fuentes, que se ha hecho ineludible desde Strauss y es intensamente cultivada. La base constituida por el conocimiento de la prioridad de Marcos y de la importancia de la fuente más antigua (Q) de logia palestinenses. Del Evangelio de Marcos se saca el esbozo de la vida de Jesús, de Q el esbozo de su doctrina. Fantasía histórica, arte de combinación psicológica y «la persuasión de que la reconstrucción histórica puede ser la base para formar la visión actual del mundo» (H. CoNZELMANN 620) dirigen las exposiciones acerca del maestro y ejemplar de la humanidad, que fue Jesús. Para Schenkel, Keim, Holtzmann, B. Weiss y Beyschlag, Jesús como «personalidad» fue «espiritualizador de la mesianidad, pensador profundo y fundador de un reino presente de Dios» (A. Schweitzer).
La confianza en las fuentes de la investigación sobre la vida de Jesús se quebrantó a principios de nuestro siglo. La historia de las formas y de la redacción en el curso de los últimos 60 años ha enseñado a entender también a los sinópticos como predicadores y teólogos, y a concebir sus Evangelios como redacciones teológicas de tradiciones kerygmáticas configuradas en formas muy diversas. El marco en que los Evangelios sitúan la historia de Jesús ha resultado ser una composición literaria secundaria, por la que no pueden lograrse informaciones ciertas acerca de la sucesión de los acontecimientos de la vida de Jesús. Hasta los tiempos novísimos ha influido fuertemente la imagen diseñada en el siglo xix de las dos épocas en la actividad de Jesús: la primavera triunfal de Galilea y la crisis siguiente con el desenlace de Jerusalén. Pero, en el fondo, hemos de admitir la sentencia que W. Wrede pronunció ya a comienzos de nuestro siglo sobre la «biografía de Jesús». «La actual investigación sobre los Evangelios parte corrientemente de que Marcos, en su narración histórica, tiene ante sus ojos las circunstancias reales de la vida de Jesús con claridad aproximada, aunque no sin lagunas. Presupone que Marcos piensa partiendo de la vida de Jesús, que se guía en los rasgos particulares de su historia según las circunstancias reales de esta vida y según las ideas y sentimientos reales de Jesús, y que encadena los acontecimientos descritos bajo el aspecto histórico y psicológico... Esta opinión y este procedimiento deben reconocerse en principio como falsos. Hay que decir abiertamente que Marcos no tiene ya una visión real de la vida histórica de Jesús» (p. 129).
La teología de la vida de Jesús (de carácter liberal y conservador) ha considerado destructivos los resultados de la nueva crítica, que están impulsados por la repulsa a los intentos liberales de modernizar a Jesús hechos por la escuela histórica de las religiones, la cual mostró nuevos caminos para una inteligencia histórica más profunda del NT; y la teología ->dialéctica, que intenta en gran parte «independizar» del Jesús histórico al Cristo de la fe, los ha considerado como una liberación. Por tanto, la renuncia al «Jesús histórico» por parte de R. Bultmann, en el fondo debe entenderse como una última consecuencia de la teología liberal. El libro de Bultmann sobre Jesús (1926) no dibuja ya una imagen del mismo, sino que es un intento de esclarecer y traducir el llamamiento de Jesús a la decisión, la significación de Jesús. Finalmente, con el programa bultmaniano de la ->desmitización y de la interpretación ->existencial del NT, también la investigación sobre la vida de Jesús ha llegado a su fase hermenéutica más importante. El antagonismo entre «historia» y «fe» en lo relativo a Jesús, sin duda en Bultmann queda suprimido unilateralmente a favor (o en perjuicio) de la fe, pero en la reflexión sobre las posibilidades de una inteligencia histórica es conducido a la vez hacia una solución más lograda. El «->historicismo», que repercute fuertemente en el estudio neotestamentario, no podrá, desde luego, ser superado por una interpretación «existencial» (en el fondo ahistórica); sólo podrá ser superado por una exposición teológica con perspectiva histórica que se "sienta ligada al nuevo pensamiento. La cuestión acerca de Jesús ya no puede plantearse en el sentido de la vieja investigación sobre la vida de Jesús. Pero bajo la forma de pregunta en torno a la figura de Jesús críticamente asequible para nosotros, a su programa y a su conducta, que atestigua, engendra y exige la fe, parece presentarse una cuestión adecuada a la comprensión histórico-teológica, que deja a salvo tanto el derecho de la fe como el de la crítica histórica, exigida por aquélla según su propia naturaleza (cf. los ensayos independientes entre sí de G. Bornkamm, E. Kásemann y E. Fuchs). La teología que aleje de sí la crítica histórica, lo mismo que la crítica histórica que en cuanto investigación sobre la vida de Jesús desprecie la teología, tocan hoy a su fin teniendo en cuenta el testimonio de Jesús que nos dan los Evangelios. Una nueva inteligencia histórica, orientada hacia el testimonio, debe plantear nuevamente la antigua cuestión sobre Jesús.
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