Mi Dios y Rey, aquí me encuentro sediento de ese silencio santo con el que puedo encontrarme contigo y experimentar una paz y felicidad que en medio del bullicio y la algarabía nunca la podré encontrar.
Tú que has enviado a tu amadísimo Hijo para que nos redima y nos haga hombres libres y auténticos, te pido, por favor, me enseñes a que por medio de Él yo pueda alabarte, contemplarte, y gustarme de esos momentos de amor y afecto mutuo, donde tú guardas silencio.
Hoy día hay un refrán que dice: “Un silencio vale más que mil palabras”, y en ti esa frase se cumple en toda su totalidad, porque cuando elevo mi alma a ti y tú callas ahí es donde tú me abrazas y me consuelas de una manera distinta y única, de la cual a cada momento que pasa en mi vida me siento más atraído y cercano. A ti Jesús, segunda persona de la Santísima Trinidad, pero igual en dignidad al Padre y al Espíritu, te doy mil gracias por querer libremente sellar tu alianza ofreciendo tu cuerpo y sangre (Eucaristía) a tus discípulos, y en ese instante mandar a que tu Iglesia lo hiciera en memoria tuya, y así alimentarse de ti. Jesús, es en esa Hostia blanca, pura y santa donde puedo comprender con más docilidad la verdad de que un Dios omnipotente, uno y trino, se ha revelado a su pueblo simplemente para que vivamos en comunión con Él y le alabemos, y estemos cercanos a su presencia.
Te doy gracias por hacerme tan privilegiado al yo poder contemplarte y callar ante tus profundos designios y misterios, realmente estoy aprendiendo a callar y a saber gustarme de ti antes de decir palabrerías que no me ayuden a poder alabarte de la manera que más te agrada; en realidad, enséñame a cada día anhelar más el poder comunicarme contigo a través del silencio.
Me encanta poder meditar en este misterio tan profundo, en el cual no veo nada, pero sé que estás ahí, por medio de la fe.
Dios Padre, te pido que deposites en mí una fe sólida en la cual yo no espere sentir para saber que tu Hijo Jesús está presente en los dones consagrados.
Quiero dejarme amar por ti y nunca defraudarte. En este día santo, donde tú me llamas a convertirme, siento una presencia hermosa en mi corazón, lo que me hace saber que eres tú quien en todo momento llevas el timón de mi vida, conduciéndome por ese camino santo, que es tu Hijo, hacia la patria celestial.
Nunca permitas que me conforme con la mediocridad, donde yo piense que hago mucho y que no debo hacer nada más (conformismo), sino que en todo instante sepa que mientras más sea mi entrega ahí es donde más tengo que esforzarme por conseguir la perfección cristiana, a la cual todos en conjunto estamos llamados a ser por ti, Jesús, cuando dijiste: “Sean perfectos como mi Padre es perfecto”.
A la misma vez, saber y experimentar que lo que haga no es por mis propios méritos, sino es por la acción de tu Espíritu que me ayuda a hacer todas las cosas. Hazme como tu madre que “guardaba todas las cosas en su corazón”, y de esta manera poder guardar silencio cuando así tú lo dispongas.
Que nunca espere ver cosas grandes para creer, sino que en medio de las cosas sencillas e insignificantes, ante los ojos de los hombres, ahí sea donde yo te alabe y reconozca tu poder.
Bendita sea la oración silenciosa que en tantas ocasiones se me hace difícil poder tener un momento, en el cual, me entregue por completo en ella, pero eso no me quita las fuerzas que me concede tu Espíritu, sino me da fortaleza y ánimo para continuar perseverante, porque sé que esto es un camino para valientes y no para cobardes.
Ya me voy retirando, pero por favor, nunca te apartes de este pobre pecador que esta sediento de ti, que quiere y necesita contemplarte silencioso en medio de este mundo que por ninguna circunstancia se atreve a ser un silencio continuo y constante, ¿Dónde poder encontrar silencio?, sólo en ti Dios de amor y misericordia.
Gracias por este momento de intimidad que pude tener a tu lado, te amo.
Att: tu hijo adoptivo, por medio del sacrificio de Jesús
Adoración ante la presencia hermosa de Jesús Sacramentado
Jesús, aquí me encuentro postrado ante tu presencia, adorando, bendiciendo tu nombre santo.
Tú eres el único en quien puedo confiar infinitamente, por esto te traigo mis pobrezas, debilidades, dudas, para que tú me inundes de tu inmenso amor.
Mi amigo, aquí fijo mirándote, contemplándote, sin poder decir una palabra, simplemente dejando que tu amor me renueve, que mores en mí, para yo poder llevar tu alegría a los demás.
Enamórame de ti, necesito de tu humildad, sabiduría, amor, paciencia, para lograr ir en contra de la corriente que me impulsa y me conduce al mal; y de esta manera ser una persona dedicada, esmerada por hacer la diferencia.
Te doy gracias por tantos momentos hermosos, llenos de alegría, y tan gratos de recordar, en este caminar hacia tu santa y bendita voluntad.
Gracias por permitirme sonreír, amar, caminar junto a mis hermanos, buscando ese sendero resplandeciente que me conduce a Ti.
¿Qué sería de mí si no me hubieras llamado por mi nombre?: no pudiera vivir a tu lado, y servirte con más esmero en cada despertar.
Gracias por darme esta Cantarte poder privilegio, Alabarte, saciarme Ti, en cada momento de mi peregrinación.
Gracias por permitirme tener los oídos atentos a esa voz dulce que me habla en la intimidad y me dice: ¡no temas, yo estoy contigo, y te llevo en la palma de mi mano!
En realidad, ¿cómo podré pagar todo lo que tú hiciste, haces, y seguirás haciendo por la salvación de la humanidad?, simplemente te ofrezco lo que soy, para que me tomes en tus brazos y hagas lo que quieras.
Gracias por las pruebas, porque ahí es donde muestras tu fuerza y me haces fuerte, para poder aprender de ella y sacarle provecho, porque al cristiano “todo le sirve para bien”.
Ante Ti lo que puedo exclamar es que: Te amo, y que sin ti nada soy, acompáñame y quédate conmigo por siempre.
Gracias por regalarme esta vocación tan sublime que me hace suspirar de alegría. ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, moldéame a tu manera, reconozco que no soy digno de esta misión!
María, un ejemplo a seguir
Señor, en este momento voy a reflexionar en torno a las cualidades de tu preciosísima madre, María.
Te pido que me ayudes a no pasar desapercibido(a) ante esta llamada que Tú me haces a transformar mi vida contemplando su ejemplo. Esto lo puedo lograr siguiendo sus huellas, que se reflejan en el silencio, abandono, amor, entrega, fe, santidad, y entre otras tantas virtudes que regalaste a mi madre espiritual.
María, tú que ante el anuncio del Ángel Gabriel en un primer instante dijiste: “cómo será esto si no conozco varón” (Lc 1, 34), pero que luego pronunciaste esas benditas palabras: “He aquí la esclava del Señor, que me suceda según como has dicho” (Lc, 1, 38).
Hoy yo quiero responder de la misma manera para lo que él quiera y me necesite, enséñame como hacerlo.
En tantas ocasiones cuando Dios me llama me quedo en la duda y mirando simplemente desde la dimensión humana limitada, y no tengo la valentía de fiarme como tú lo hiciste, sin ver, sin entenderlo, pero creyendo ciegamente en lo que te dirigía Dios, por medio de su ángel.
Te pido tu intercesión para poder avanzar y profundizar en lo que es la esencia de la fe. En torno a esto mismo se cumplen perfectamente las palabras de Jesús:
“Dichosos los que crean sin ver” (Jn 20, 29), esto es lo esencial y lo difícil de la fe, que aunque no vea, no sienta y no entienda, creerlo, porque son cosas que emanan de la sabiduría infinita de Dios, ante la cual debo decir: ¡sí, Señor, lo creo porque tú lo has dicho!
Dame una fe como la de la Virgen María, dispuesta a todo, sabiendo que en quien estoy confiando es en Aquel que lo puede todo. Señor, estoy dispuesto a hacer la diferencia, y el mundo y sus seducciones andan buscando la manera de cercarme, para hacerme presa de Satanás, por esto pido tu gracia para poder resistir y dar un ejemplo vivo de lo que es amar a un Dios que transforma vidas.
María, tú que “guardabas las cosas en tu corazón” (Lc 2, 19), (Lc 2, 51) ayúdame a ser una persona que sepa callar cuando así Dios lo disponga, y, de esta manera, practicar lo que es la humildad y la obediencia, dos virtudes importantísimas en medio de mi caminar hacia la santidad.
En el mismo Espíritu de tu Hijo que nos hace clamar: Abba, Padre, te pido que ya deje atrás la costumbre de ser muñeco y marioneta de otros, sino que sepa en todo momento que mi opinión es sumamente importante, y que no tengo ni debo dejarme arrastrar por la corriente de la masa.
María, madre del Perpetuo Socorro, te pido que me lleves en tus brazos maternales a los pies de Jesús, para así gozar plenamente de su amor infinito.
“Que Dios me ayude de ahora en adelante a mirar más el ejemplo de María para ponerlo en práctica y no ser una persona superficial”,
Amén.Sacramento del Altar: fuente de santidad Jesús, aquí venimos a postrarnos ante ti, reconociendo nuestra pequeñez y dependencia de tu misericordia. El mayor de los silencios eres tú en este sacramento de amor, por esto nos acercamos con un corazón contrito y humillado, sedientos de paz, ternura y compasión.
¿En dónde encontraremos un amigo que nos hable al corazón y en quien nuestra vida tome plenitud total sin darnos cuenta ni explicarnos cómo? Hemos quedado cautivados ante este pedacito de pan, tan frágil y a la vez tan fuerte, en donde no vemos nada, en ocasiones no sentimos nada, pero es ahí donde el amor y la fe se complementan, ya que no es sentir, sino saber que eres tú quien te entregas a todos día y noche.
Nuestro corazón arde de alegría y convicción al mirarte fijamente, sin miedo, porque eres el varón de dolores, que has querido morir colgado en un madero para librarnos de la muerte y el pecado, y de esta manera quedarte con nosotros hasta el final de los tiempos.
En ocasiones no sabemos ni como hablarte, ya que tus palabras nos duelen y enmudecen, pero aquí es en donde comenzamos a dialogar contigo desde el silencio profundo de un alma enamorada.
Concédenos la gracia de la perseverancia, para que en ningún momento observemos lo difícil que es seguirte dejándolo todo, sino que caminemos guiados por tu Espíritu llenos de fe y esperanza ante las adversidades.
Gracias por llamarnos y escogernos para ser instrumentos de tu amor, bondad, misericordia, y de esta manera ser luz en medio de un mundo que no tiene paz, porque le falta tu presencia amigable.
Enséñanos a nunca desperdiciar estos instantes de intimidad donde tú, el tres veces Santo, hablas y purificas a tus hermanos pequeños.
¡Quédate con nosotros Señor, te consagramos nuestras vidas del todo, para que lleves a cabo tu plan salvífico en medio del mundo! Amén
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