jueves, 13 de junio de 2013

Primera epístola a Timoteo








 

 
 
Primera Epístola a Timoteo.
La primera epístola a Timoteo es una carta pastoral del Nuevo Testamento que forma un grupo homogéneo con la Segunda epístola a Timoteo y la epístola a Tito. Su estilo y vocabulario difieren del de los demás escritos paulinos por lo que la mayoría de los teólogos consideran que no fueron escritas por el apóstol Pablo o que no fue él mismo quien les dio su forma literaria, sino alguno de sus discípulos.
La primera carta o epístola a Timoteo tiene un enfoque ético, a partir del cual hace recomendaciones prácticas para la vida sana de la Iglesia y de sus integrantes. Además, expresa una preocupación por la palabrería y discusiones sin fin de falsos doctores que se apartan de las palabras de Jesucristo, "están cegados por el orgullo y no saben nada". La carta fundamentalmente es doctrina (enseñanza) de las prácticas cristianas. Existe a tal fin un capítulo (capítulo 3) entero sobre el orden eclesiástico de sus conductores y sus condiciones, refieriéndose a los obispos (capítulo 3, versículo 5) de la siguiente manera: pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿Cómo cuidará de la iglesia de Dios?. Usa gobernar (PROISTEMI) para la casa del obispo y cuidar (EPIMELOMAI) para la iglesia, y esta palabra en griego es la misma que se usa para quien cuida amorosamente de un enfermo o herido como en la parábola del buen samaritano (cúidalo hasta mi regreso), mientras que para la palabra griega gobernar refiriéndose a su casa usa Proistemi que significa hacer cumplir las reglas.
El autor comenta el problema de la falsa ciencia. Por entonces había un grupo de cristianos muy importante, que estaba siendo llevado por la doctrina de los gnósticos.
Asimismo el capítulo 2 de esta epístola, a partir del versículo 9 condena a la mujer por haber sido la culpable del pecado original, considerándola inferior respecto al varón y colocándola en una posición de sumisión, al afirmar en el versículo 11 y 12 que "La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio."[1]

Fecha

La fecha de la carta es tema de discusión. Quienes creen que es de autoría paulina, opinan que fue escrita alrededor del año 61 d. C., posiblemente desde Roma donde Pablo habría salido recientemente de la llamada primera prisión en Roma. Por el contrario, quienes consideran que la carta no está escrita por Pablo, creen que fue escrita por algún discípulo suyo tras su muerte.
La carta es mencionada en escritos de Ignacio, Policarpo y Tertuliano en el siglo II.

Biografía de Timoteo

Se sabe que Timoteo fue discípulo de Pablo de Tarso y que era hijo de madre judía y padre griego (Hechos de los apóstoles capítulo 16:1). Originario de la ciudad de Listra, su madre se llamó Eunice y su abuela Loida (2da Timoteo 1:5). El vocablo Timoteo es una palabra griega que significa el que honra a Dios (timo Theus). Pablo le circuncidó, pues en aquella época había judíos celosos del rito y para que Timoteo fuese bien aceptado en esos círculos debió hacerlo. Acompañó a Pablo en sus viajes misioneros, existiendo relatos del año 49 d.C. donde se menciona. La importancia de la carta y el interés pastoral de Pablo de enseñarla a Timoteo era porque Timoteo representaba la primera generación de cristianos que no habían tenido relación directa con los hechos de Jesús. Timoteo habría conocido la fe de su madre y de su abuela (2da Timoteo 1:5) quienes por lo encontrado en la Segunda epístola a Timoteo habrían sido judeocristianas. Timoteo representaba a la generación que estaba pasando de la era apostólica a la no apostólica y de la judaica mesiánica a la universal.Timoteo se habìa convertido con el ministerio de Pablo, fue su compañero en los viajes misioneros, y llegò a ser pastor de la iglesia en Efeso. Pablo fue como su padre y mentor espiritual.

Referencias

Enlaces externos



Epístolas a Timoteo

   
Las dos Epístolas de San Pablo a Timoteo, junto con la escrita a Tito, forman un grupo peculiar en el epistolario paulino, llamado en el siglo XVIII epístolas pontificales, y desde el siglo XVIII epístolas o cartas pastorales.
Están muy relacionadas entre sí por el fondo, por la forma y por sus circunstancias históricas, por lo que los autores suelen estudiarlas en bloque. Como las demás epístolas paulinas, son inspiradas y forman parte del Nuevo Testamento. Aunque el Apóstol buscaba con estas cartas el bien e instrucción de las comunidades cristianas, las epístolas llamadas pastorales no las escribe directamente a ellas, sino a los pastores que las dirigen, dándoles instrucciones para el mejor ejercicio de su ministerio.
En las tres, más que precisar el contenido del mensaje cristiano, que ya es conocido, recuerda San Pablo la obligación de conservarlo íntegro y defenderlo de los falsos maestros u profetas, y para ello la de cuidar la organización y orientación de la vida cristiana de la comunidad de fieles; de este modo, algunos quieren ver en ellas ciertos testimonios del derecho eclesiástico primero. También las epístolas pastorales llenan providencialmente con datos históricos de interés el vacío que existe entre el final de los Hechos de los Apóstoles y la muerte de Pedro y Pablo, aparte de los puntos doctrinales que tocan.
(Las dos Epístolas a Timoteo se citarán abreviadamente como 1 Tim y 2 Tim).

Timoteo

El destinatario inmediato de las dos Epístolas era natural de Listra de Licaonia, de padre gentil y madre judía (Hechos 16,1) y educado desde niño en el conocimiento y amor a la Sagrada Escritura por su madre, Eunice, y su abuela Loida (2 Tim 1,5; 3,15). Probablemente convertido y bautizado por el propio San Pablo en su primera visita a Listra, se le asoció como compañero en el segundo viaje apostólico, sometiéndose antes a la costumbre judìa, es decir a la circuncisión, por disposición del Apóstol, para ser mejor recibido por los judíos y no obstaculizar su conversión (Hechos 16,3). Pablo encomendó a este discípulo de toda su confianza (cfr. Filip. 2,19-23) misiones especiales en Tesalónica (Tes. 3,2-6), en Corinto (1 Cor 4,17; 16,10), en Macedonia (Hechos 19,22), en Filipos (Filip. 2,19-24) y sobre todo en Éfeso (1 Tim 1,3). Es posible que acompañase a San Pablo en su último viaje a Jerusalén, durante la prisión de Cesarea y en la travesía marítima hacia Roma. Ciertamente está a su lado en la primera cautividad romana y prueba de ello es que el nombre de Timoteo aparece junto al de Pablo en el saludo de las cartas Philp, Col y Philm. Se ignora si acompañó al Apóstol, liberado ya de sus cadenas, en su viaje a España, pero con él andaba sin duda en sus nuevos viajes por el Oriente, quedándose por petición de su maestro en Éfeso, para atender las necesidades de la Iglesia allí. Requerido urgentemente por Pablo, que de nuevo se encuentra prisionero en Roma (2 Tim 4,9.21), acude a su lado, asistiéndole y sirviéndole de consuelo verosímilmente hasta el último momento.
Fue indudablemente Timoteo figura destacada en la Iglesia del primer siglo y en sus relaciones con el Apóstol. Destinatario de dos cartas, su nombre aparece además citado 6 veces en el Libro de los Hechos y 18 en las Epístolas de Pablo. Su salud no era fuerte (cfr. 1 Tim 5,23) y se le considera de carácter tímido (cfr. 1 Cor 16,10). Su entrega, desinterés, humildad y fidelidad dieron pie el aprecio de su maestro, que a duras penas prescindía de su compañía. Se le venera como obispo de Éfeso, y según una tradición tardía, murió mártir el año 97. Recientemente se ha creído descubrir sus reliquias en Térmoli (cfr. A. Ferrua, Le reliquie di San Timoteo, « Civiltá Cattolica» 1947, 3,328-336).


Primera epístola

Ocasión y fecha de redacción

De la lectura de la carta se deduce que Pablo ha estado recientemente en Éfeso y ha observado el estado de cosas en la comunidad cristiana: hay falsos predicadores que ponen en peligro la fe de aquellos fieles; éstos están necesitados de una mejor formación religiosa; hay que hacer una elección esmerada de los ministros sagrados; el culto cristiano está necesitado de mejor organización. Pablo tiene que ir a Macedonia y, al partir con intención de volver, ruega a Timoteo que se quede en Éfeso para ir solucionando estos problemas, comenzando por el de los falsos doctores (1,3; 4,13). Ausente de Éfeso, sin saber cuándo volverá, decide escribir esta carta: «Esto te escribo con la esperanza de ir a verte pronto, para que, si tardo, veas cómo te conviene conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad» (3,14-15). La preocupación de Pablo por la Iglesia en Éfeso, donde ha evangelizado durante tres años, el deseo de echar una mano al discípulo querido en su difícil apostolado, su ausencia forzada y la urgencia de los problemas son los motivos que dieron ocasión a esta preciosa carta, escrita con toda probabilidad desde Macedonia.
Pero ¿cuándo la escribió? Los hechos que hemos citado hay que compaginarlos con los minuciosos datos recogidos por San Lucas en Act (cap. 19 y 20), referentes a la evangelización de Éfeso, salida de Pablo para Macedonia, adonde antes había enviado a Timoteo, para continuar más tarde viaje a Jerusalén, sin haber vuelto a Éfeso (Act 20, 16), y de Jerusalén volverá el Apóstol a Roma en calidad de prisionero. Es, pues, evidente que la situación histórica que supone la primera carta no pudo tener lugar antes de la cautividad romana de Pablo, sino después de ella. Por otra parte, la gran difusión de las doctrinas erróneas y la recomendación hecha a Timoteo de no elegir para el episcopado a ningún neófito (3,6) indican y hacen suponer que la Iglesia no se ha fundado allí recientemente, sino que está bastante desarrollada, y esto nos lleva igualmente a una época de tiempo posterior a la primera cautividad de Pablo. Por eso, hay que poner, como reconocen la tradición y los diversos autores, la composición de la carta en los a. 63-66, más probablemente ca. 64-65.

Contenido

Aunque la carta sea sobre todo pastoral, también contiene enseñanzas doctrinales, a veces importantes. Como el que no quiere, o mejor, como el que no puede menos, San Pablo va sembrando su carta de afirmaciones: «Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores» (1,15), «uno es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos» (2,5-6), «la Iglesia, columna y fundamento de la verdad» (3,15), «toda criatura de Dios es buena» (4,4). Además, de las mismas instrucciones pastorales brotan enseñanzas interesantes, por ejemplo, sobre la vida y organización de la Iglesia, que se presenta no amorfa y carismática, sin relaciones mutuas de los miembros entre sí, sino por el contrario organizada y jerarquizada, como «una casa o familia» de Dios con superiores y súbditos. Pero la carta es eminentemente pastoral a base de instrucciones, normas, avisos, exhortaciones y consejos, que se refieren a:
    • 1) los falsos doctores (1,3-11; 4,1-7; 6,1-10);
    • 2) los ministros sagrados (3,1-16; 5,17-25);
    • 3) la comunidad de fieles (2,1-15; 5,1-16; 6,1-2.17-19);
    • 4) la persona de Timoteo (1,18-20; 4,7-16; 6,11-16.20).


  • Honda preocupación sentía el Apóstol por algunos, que «alardean de doctores de la Ley, sin entender lo que dicen o lo que afirman», que enseñan «doctrinas extrañas, fábulas y genealogías inacabables», «prohíben las bodas y se abstienen de alimentos», son «embaucadores e hipócritas», que tienen la piedad «por materia de lucro» y se dejan llevar por la avaricia, «se extravían de la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores». Estas extrañas doctrinas no son las doctrinas gnósticas de mediados del siglo II, sino especulaciones en torno a la Ley y a las genealogías bíblicas, con mezcla de elementos judíos y helenistas, como parece que hubo entre los colosenses y antes entre los esenios de Oumrán. T. ha de oponerse a estos falsos maestros «nutrido en las palabras de la fe y de la buena doctrina», «desechando las fábulas profanas y los cuentos de viejas», «evitando las palabrerías vanas y las contradicciones de la falsa ciencia», y requiriendo a los que lo hacen no sigan enseñando esas doctrinas, más aptas «para engendrar disputas que para el plan de salud de Dios mediante la fe» (1,4).
  • San Pablo recuerda la importancia de la elección de ministros sagrados (obispos, presbíteros, diáconos) como encargados de la predicación y de la enseñanza (cfr. 5,17). Expone las cualidades humanas, sociales y pedagógicas de que deben estar adornados, y desde luego morales, si bien se dan por supuestas las virtudes estrictamente cristianas. Entre otras cualidades, exige el Apóstol que sea una sola vez casado (no en segundas nupcias), «capaz de enseñar», y que en su casa haya manifestado tener dotes de gobierno, «pues quien no sabe gobernar su casa, ¿cómo va a cuidar de la Iglesia de Dios?» (3,5). Excluye también a los «neófitos», por no considerarlos suficientemente maduros y estar más expuestos a peligros, y considera conveniente que gocen de buena fama «ante los de fuera». Que Pablo daba mucha importancia a la buena selección de los que estaban al frente de los fieles se deduce del grave consejo que da a Timoteo: «No seas precipitado en imponer las manos a nadie, no vengas a participar de los pecados ajenos. Guárdate puro» (5,22); estas palabras son desde luego referentes a la ordenación, y no al perdón de los pecadores.
  • Con relación a la comunidad de los fieles y cómo debe tratar a las diversas clases de personas que la forman, Pablo da a Timoteo instrucciones muy concretas y oportunas: que en sus reuniones oren «por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en dignidad», los hombres «levantando las manos puras», las mujeres con recato y modestia, no enseñando sino aprendiendo en silencio; que trate a los ancianos con todo respeto, a los jóvenes como a hermanos, a las jóvenes como a hermanas, «con toda castidad»; le da normas particulares sobre el comportamiento con las viudas, según las tres distintas situaciones en que pueden encontrarse (5,3-16); le aconseja honre a los presbíteros y no reciba acusación contra un presbítero «si no fuese apoyada por dos o tres testigos»; a los siervos debe inculcarles respeto y sumisión a sus amos, y a los ricos que «no sean altivos ni pongan su confianza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios» (6,17).
  • Finalmente, esparcidos entre las diversas instrucciones están consejos muy particulares, que como un padre a su hijo querido da Pablo a su discípulo: «Ejercítate en la piedad» (4,7); «que nadie tenga en poco tu juventud; antes sirvas de ejemplo a los fieles en la palabra, en la conversación, en la caridad, en la fe, en la castidad» (4,12); «no descuides la gracia, que posees, conferida por la imposición de manos de los presbíteros» (4,14); «combate los buenos combates de la fe, asegúrate la vida eterna» (6,12); y el último consejo antes de despedirse: «guarda el depósito a ti confiado» (6,20).

Segunda epístola

Ocasión y fecha de composición

Por la carta sabemos que Pablo está prisionero, abandonado de todos, excepto de Lucas, sin esperanza de liberación, antes bien, presintiendo cercano su fin (4,6.10-11). En esas angustiosas circunstancias, San Pablo piensa en el discípulo predilecto Timoteo, «por quien ora sin cesar y a quien está deseoso de ver» (1,3-4). El Apóstol considera necesaria su presencia, juntamente con la de Marcos, en esos momentos y se decide a escribirle. Dos veces le dice: «date prisa en venir a mí» (4,9.21). Además, no le sufría el corazón en aquella soledad no comunicar al discípulo su crítica situación y las novedades ingratas.
Podía quizá pensar también Pablo que sus postreras palabras antes de la inmolación fortalecerían el ánimo de Timoteo, inclinado a la timidez, que no contaría ya en adelante con su apoyo y autoridad; y finalmente, el Apóstol querría insistir una vez más en sus recomendaciones para que con toda valentía se opusiera a las falsas corrientes doctrinales. Cuanto acabamos de decir pudo muy bien dar ocasión a esta carta, testamento espiritual de aquel gran enamorado de Cristo y apóstol por el mundo de su mensaje de salvación.
En cuanto a la fecha y lugar en que fue escrita, los autores coinciden en afirmar que fue en Roma algunos meses antes de la muerte de San Pablo, probablemente hacia el verano u otoño del 66, en su segunda cautividad romana. A esta conclusión cierta conducen los datos, que aporta esta carta, sobre su desamparo y ninguna esperanza de liberación (cfr. 1,15; 4,10.16-18), que reflejan una situación totalmente distinta de la que rodeaba a Pablo en la primera cautividad romana, según aparece en Act y en las epístolas de la cautividad, por donde sabemos que le acompañaban gran número de fieles colaboradores, y él esperaba verse pronto en libertad (cfr. Act 28, 30-31; Phil 1,12.25-26; 2,23-24; Col 4,7-14; Philm 2224). Además, a Tráfimo no pudo Pablo dejarle enfermo en Mileto (cfr. 4,20) sino después de verse libre de la prisión, no antes, puesto que sabemos estaba con el Apóstol en Jerusalén (cfr. Act 21,29), y desde allí vino Pablo prisionero a Roma sin pasar por Mileto. Este dato y otros de 1 Tim y de la de Tito, amén de los testimonios explícitos de la tradición (Clemente R., Fragmento de Muratori) llevan a admitir como un hecho que el Apóstol disfrutó, después de dos años de prisión, de un periodo de libertad, por lo menos provisional, y de actividad apostólica, que terminó con una nueva prisión en Roma, pero ignorando en qué circunstancias, cómo y cuándo fue hecho prisionero.

Contenido

Es más breve que 1 Tim, pero con un carácter personal de intimidad mucho más acusado. Su contenido puede sintetizarse en estos tres capítulos:
    • 1) exhortaciones y recomendaciones a Timoteo;
    • 2) instrucciones sobre la conducta a observar con los nuevos doctores;
    • 3) noticias personales directa o indirectamente.


  • Al discípulo joven, que tiene que enfrentarse con un apostolado difícil, le exhorta a ser valiente en el ejercicio de su ministerio (1,6-2,13), haciendo revivir la gracia de la ordenación, donde recibió «no un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de templanza»; le ayudarán a sentirse animado el recuerdo de su elección divina y el ejemplo de Cristo y de Pablo, de quienes no debe avergonzarse; «fiado en el poder de Dios», «confiado en la gracia de Cristo» debe entregarse totalmente al ministerio, como se entregan a lo suyo el soldado, el atleta y el labrador. Le recomienda guardar «el buen depósito», y lo que oyó de Pablo debe encomendarlo «a hombres fieles capaces de enseñar a otros» (1,14; 2,2).
  • Con relación a los nuevos doctores, que falsean la verdad, le da instrucciones concretas positivas y negativas (2,14-4,8): que no se ocupe «en disputas vanas, que para nada sirven»; que evite «las cuestiones vanas y tontas, sabiendo que engendran altercados», y que se guarde de esos hombres impíos, «que siempre están aprendiendo, sin lograr jamás llegar al conocimiento de la verdad» (3,7). Positivamente le recomienda: «permanece en lo que has aprendido y te ha sido confiado, considerando de quiénes lo aprendiste» y le recuerda las utilidades de la S. E., divinamente inspirada, en el ministerio (3,14-17); vendrá un tiempo «en que no sufrirán la sana doctrina» y se volverán a las fábulas, «pero tú vela en todo, soporta los trabajos, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio» (4,3-5).
  • Al principio y al final de la carta le da noticias muy personales (1,3-5; 15-18; 4,9-22): Pablo se acuerda de Timoteo en sus oraciones todos los días y está deseoso de verle; le comunica su inminente muerte: «a punto estoy de derramarme en libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida» (4,6-8); le da cuenta de dónde están algunos discípulos y de cómo otros le han abandonado, «sólo Lucas está conmigo», y le ruega que se dé prisa en venir a su lado y traiga consigo a Marcos y lo que dejó olvidado en casa de Carpio.

Autenticidad de las Epístolas

Desde el principio la tradición cristiana, cuyos testimonios implícitos y explícitos son en número abrumador en este caso, ha atribuido la paternidad de las dos cartas a Timoteo al apóstol San Pablo. Eusebio de Cesarea, gran investigador del canon del Nuevo Testamento, cataloga las dos cartas entre los escritos «omologumenos», es decir, reconocidos por todas las iglesias, sin discusión ninguna, como divinamente inspirados y como auténticos del Apóstol. En 1804, por vez primera en la historia, el protestante Schmidt expuso dudas sobre el origen paulino de 1 Tim, y tres años más tarde Schleiermacher lo niega en absoluto. Eichorn extiende la negación a las tres cartas pastorales en 1812, y diversos críticos racionalistas y protestantes liberales seguirán esa opinión, considerando las dos cartas como escritas por un autor anónimo hacia la mitad o a principios del s. II. Dicha opinión carece de pruebas, y hoy muchos seguidores de la corriente protestante liberal admiten, como ya hizo Harnack, mayor o menor cantidad de fragmentos auténticamente paulinos, sobre todo en la 2 Tim. Aparte de la cuestión indubitable de que son inspiradas y forman parte del Nuevo Testamento, todos los autores católicos y bastantes del campo acatólico mantienen la tesis tradicional que reconoce la paternidad paulina, por no haber razones de peso para abandonarla. En esa línea se expresó la Pontificia Comisión Bíblica en su Respuesta de 12 jun. 1913 (Denz. 2172).

Bibliografía

  • M. LAGUARDIA GAITÁN. Epístolas a Timoteo
  • C. SPIGO, Pastorales (Épitres), en DE (Suppl.) VII,2-72 (pone al día la bibl. de DB, V,2238-2239).
  • L. TURRADO, en Biblia Comentada (por profesores de Salamanca), VI, Madrid 1965, 677-707.
  • 1. COLLANTES, en La Sagrada Escritura, Nuevo Testamento (por Profesores S. I.) II, Madrid 1962, 955-1071.
  • R. J. FOSTER, en Verbum Dei, IV, Barcelona 1959, 326-346.
  • J. REUSS, Primera carta a Timoteo, Barcelona 1967; íD, Segunda carta a Tim., ib. 1970.
  • P. DE ANIBROGGI, Le Epistole Pastoral¡ di S. Paolo a Timoteo e a Tito, Turín 1953.
  • A. BOUDOU, S. Paul, Les Építres pastorales, París 1950; C. SPIcQ, Les Épitres pastorales, París 1947.
  • E. Bosco, Le Epistole Pastoral¡ a Timoteo e a Tito, Florencia 1911.
  • U. HOLZMEISTER, Si quis episcopatum desiderat, bonum opus desiderat, «Biblica» (1931) 41-69.
  • J. E. BELSER, Die Briele des Apostels Paulus an Timotheus una Titus, Friburgo Br. 1907.
  • G. G. CERESETO, Autenticitá delle epistole pastoral¡ di S. Paolo Apostolo, Génova 1911.
  • P. LEAL, Paulinismo y jerarquía de las cartas pastorales, Granada 1946.
  • L. TURRADO, Carácter jerárquico de Tito, Timoteo, Silas, Lucas y otros compañeros de San Pablo, «Ciencia Tomista» 69 (1946) 82-105.

Enlaces externos



Primera epístola a Timoteo
Autor: La Biblia

Las Cartas dirigidas a Timoteo y a Tito forman un grupo homogéneo dentro de la colección de los escritos paulinos. Sus destinatarios eran dos íntimos colaboradores de Pablo, que necesitaban directivas concretas sobre la organización y el gobierno de las comunidades que él les había confiado, por lo cual reciben el título de "Cartas pastorales". Además, las tres están redactadas en un mismo tenor, combaten los mismos errores y reflejan una etapa más evolucionada en la organización interna de las comunidades cristianas. Pero, por su vocabulario y su estilo, estas Cartas difieren notablemente de las otras atribuidas al Apóstol. Esto hace presumir que no fue él mismo quien les dio su forma literaria, sino que fueron redactadas por alguno de sus discípulos.

La PRIMERA CARTA A TIMOTEO –a quien Pablo llama afectuosamente "hermano nuestro y colaborador de Dios en el anuncio de la Buena Noticia de Cristo" (1 Tes. 3. 2)– contiene una serie de recomendaciones prácticas sobre la necesidad de conservar y transmitir con fidelidad la tradición apostólica (6. 20), sobre los criterios que deben regir la elección de los ministros de la comunidad (3. 1-13) y acerca de las obligaciones de Timoteo con respecto a las diversas categorías de fieles: ancianos y jóvenes (5. 1-2), viudas (5. 3-16), presbíteros (5. 17-22) y esclavos (6. 1-2). En particular, Pablo inculca a su discípulo la necesidad de combatir a los que enseñan "doctrinas extrañas" (1. 3), y lo exhorta a practicar la piedad y el desinterés pastoral, para mantenerse "sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (6. 14).
La 1Tim, con sus seis capítulos, recomienda frecuentemente la sana doctrina; da criterios para la elección de obispos, invita a la modestia y señala pautas de comportamiento para las viudas jóvenes que pretenden un papel más efectivo en la comunidad cristiana.
Indice:
• Introducción general
1.- 1 Timoteo 1
2.- 1 Timoteo 2
3.- 1 Timoteo 3
4.- 1 Timoteo 4
5.- 1 Timoteo 5
6.- 1 Timoteo 6


PRIMERA CARTA DE SAN PABLO A TIMOTEO      
   
TIMOTEO 
Cristo se manifestó en su condición de hombre,
triunfó en su condición de espíritu
y fue visto por los ángeles.
Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo
y recibido en la gloria.
(1 Ti 3,16)
 
Esta es la primera de las cartas llamadas "pastorales".
Cuando, en su segundo viaje, el apóstol llegó a Listra, conoció a Timoteo, que vivía allí. Era un joven de unos veinte años de edad, «hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego» (Hch 16.1). Es decir, su madre, Eunice, era cristiana (2 Ti 1.5) de origen judío, y su padre, pagano, había llegado a ser un amado y valioso colaborador suyo. Esta carta y la siguiente, dirigida también a Timoteo, se consideran como la Carta Magna del joven ministro cristiano. Ambas están llenas de consejos, más que pastorales, paternales y rebosan de solicitud y afecto.
Fecha: Indeterminada
Temas Principal: Consejos y exhortaciones a un joven evangelista acerca de su conducta personal y de su trabajo ministerial.
Texto Clave: 3:15


"para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y defensa de la verdad."
 
TIMOTEO
La leal compañía y fiel colaboración de Timoteo fueron una ayuda constante y esencial en el trabajo misionero del apóstol Pablo. Desde el primer momento se estableció entre ellos una relación, nunca rota, de confianza y amistad.
De esa relación son testimonio fidedigno las repetidas menciones a Timoteo en el libro de los Hechos (Hch 17.14–15; 18.5; 19.22; 20.4), las que de él hace el propio Pablo en ocho de sus doce cartas (Ro 16.21; 1 Co 4.17; 16.10; 2 Co 1.1; Flp 2.19; Col 1.1; 1 Ts 1.1; 3.2, 6; 2 Ts 1.1; Flm 1) y el hecho de que, además, le dirigiera dos epístolas en las que lo llama «verdadero hijo en la fe» (1 Ti 1.1) y «amado hijo» (2 Ti 1.2; 2.1).
Pablo incorporó a Timoteo a aquel grupo misionero que muy pronto habría de llevar a Europa el primer anuncio del evangelio. Más tarde, pasados algunos años, el joven discípulo recibiría el encargo de velar por la «sana doctrina» en Asia Menor, y de impedir posibles desviaciones hacia otras enseñanzas, falsas y destructivas (1.3–4; 4.6, 9, 13, 16; 6.3–5), que habían comenzado a penetrar en comunidades cristianas de reciente formación (1.3–11). La alusión a los «doctores de la Ley», así como el énfasis puesto en los valores auténticos de la ley de Moisés (1.6–10) denuncian la actividad que los judaizantes estaban desplegando en las iglesias asiáticas.
Propósito Esta epístola revela una seria preocupación de su autor por la organización de la iglesia. Resulta evidente su interés por dotarla de normas de vida y de conducta, válidas tanto para cada miembro individualmente como para la edificación y el crecimiento espiritual de las congregaciones cristianas en conjunto. Por eso, la carta contiene instrucciones sobre diversos temas: la necesidad de la oración y el buen orden en la comunidad (2.1–15), las bases para llegar a una eficiente organización de la iglesia (3.1–13), la vigilancia frente al error doctrinal (4.1–5; 6.3–5), y la atención a la administración congregacional y al ejercicio del ministerio pastoral (3.14–15; 5.1–6.2).
Mención aparte ha de hacerse del texto de 3.16. Es un breve poema formado por tres pares de versos, que parecen ir marcando el camino de la exaltación de Jesucristo, desde su manifestación humana hasta su ascensión y glorificación en los cielos. El autor llama «gran misterio de la piedad» a esta hermosa afirmación de fe que viene a ser como el centro de gravedad de la teología de 1 Timoteo (=1 Ti).
Fecha y lugar de redacción Nada dice la carta a propósito de fecha o lugar de redacción. Quizá fue escrita en Macedonia, si, como es probable, Pablo siguió en esta región después de haber sido liberado de su primera prisión en Roma (cf. Hch 28.16, 30–31). Por aquel mismo tiempo, Timoteo estaría viviendo en Éfeso, adonde quizás le habría sido remitida la misiva (1.3).
Puede pensarse, sin embargo, que Pablo se acercaba ya al final de su vida cuando redactó esta carta, en la que se descubre una estructura eclesiástica que parece ser posterior a los primeros esfuerzos de organización en la historia del cristianismo.
ESQUEMA DEL CONTENIDO:
Salutación (1.1–2)
 
Advertencia contra falsas doctrinas (1.3–11)
El ministerio de Pablo (1.12–20)
Instrucciones sobre la oración (2.1–15)
Requisitos de los obispos (3.1–7)
Requisitos de los diáconos (3.8–13)
El misterio de la piedad (3.14–16)
Predicción de la apostacía (4.1–5)
Un buen ministro de Jesucristo (4.6–16)
Deberes hacia los demás (5.1–6.2)
Piedad y contentamiento (6.3–10)
La buena batalla de la fe (6.11–19)
 
Encargo final de Pablo a Timoteo (6.20–21)



 

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