viernes, 21 de junio de 2013

Pelayo (Paio) de Córdoba, Santo


Mártir de la castidad juvenil, Junio 26
 
Pelayo (Paio) de Córdoba, Santo
Pelayo (Paio) de Córdoba, Santo

Mártir

Nació en (* Albeos, Crecente (España), en el 911. Murió el 26 de junio de 925 en Córdoba.

Fue un cristiano martirizado durante el califato de Abderramán III, y canonizado posteriormente por la Iglesia Católica, como ejemplo de la virtud de la castidad juvenil frente a la homosexualidad. Su día en el santoral católico es el 26 de junio.

Su martirio, descrito truculentamente en el santoral, fue por despedazamiento o desmembramiento mediante tenazas de hierro. Tras la batalla de Valdejunquera (920), muchos cristianos del Reino de León fueron llevados prisioneros a Córdoba, entre los que estaban él y su tío, Hermigio, obispo de Tuy. Éste es liberado con el fin de reunir el rescate, mientras que Pelayo queda en calidad de rehén.

Se dice que el califa Abderramán III le requirió contactos sexuales, a los que se negó, lo que provocó su tortura y muerte.

Su hagiografía refleja que durante los cuatro años que pasó en Córdoba en calidad de rehén, sin que el rescate fuera pagado por su tío obispo, el muchacho destacó por su inteligencia y su fe, haciendo proselitismo de Cristo, insistiendo en que esta actividad fue la que provocó que fuera tentado por Abderramán III para convertirse al islamismo, lo que él rechazó con vehemencia:

"Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras".

El martirio en defensa de su fe justifica su canonización.

Enseguida pasó a recibir culto. A partir del siglo XI, en que los reinos cristianos intervenían en la política interior de los reinos de taifas, muchos santos cristianos fueron trasladados al norte, y este fue lo que ocurrió con sus restos: primero a León y luego al monasterio benedictino de Oviedo que lleva su nombre (y que no debe confundirse con el de Don Pelayo, el primer rey de Asturias).

San Pelayo es el santo patrón de: Seminario Menor de Tuy (provincia de Pontevedra, España); Villanueva Matamala (provincia de Burgos, España); Castro-Urdiales (Burgos, España) y de Zarauz (Guipúzcoa, País Vasco, España).
San Pelayo, mártir
fecha: 26 de junio
n.: 912 - †: 925 - país: España
otras formas del nombre: Pelagio
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Pelagio (o Pelayo), mártir, que a los trece años, por querer conservar su fe en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas de Abd ar-Rahmán III, califa de los musulmanes, consumó en Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, su glorioso martirio, al ser despedazado con tenazas.
patronazgo: protector de la castidad.
oración:
Señor, Padre nuestro, que prometiste a los limpios de corazón la recompensa de ver tu rostro, concédenos tu gracia y tu fuerza, para que, a ejemplo de san Pelayo, mártir, antepongamos tu amor a las seducciones del mundo y guardemos el corazón limpio de todo pecado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

El nombre del niño mártir, Pelayo, es famoso todavía en toda España y muchas son las iglesias dedicadas en su honor. Vivió en los días en que Abderramán III, el más grande de los Omeyas, reinaba en Córdoba; un tío de Pelayo, para salvar el pellejo, dejó al chico como rehén en manos de los moros. Por entonces, el niño no tenía más de diez años. El cobarde pariente no regresó para rescatar a su sobrino, que pasó tres años cautivo de los infieles. En ese lapso, se había transformado en un buen mozo alto y fornido, siempre de buen humor y sin contaminación alguna de las costumbres corrompidas de sus captores y sus compañeros de cautiverio. Las noticias más favorables sobre el comportamiento del jovencito Pelayo llegaron a oídos de Abderramán quien le mandó traer a su presencia y le anunció que podía obtener su libertad y hermosos caballos para correr por ios campos, así como ropas lujosas, dineros y honores, si renunciaba a su fe y reconocía al profeta Mahoma.

Pero Pelayo no se dejó tentar y se mantuvo firme: «Todo lo que me ofreces no significa nada para mí -repuso a las propuestas de Abderramán-. Nací cristiano, soy cristiano y seré siempre cristiano». De nada sirvieron las amenazas del rey moro quién, a fin de cuentas, condenó a morir al jovencito. Los relatos varían en cuanto a la forma en que fue ejecutado. De acuerdo con unos, después de haber descoyuntado sus miembros en el potro de hierro, le ataron una cuerda a la cintura y, desde el puente, lo sumergían y lo izaban en las aguas del río, hasta que expiró; otros dicen que fue suspendido de las rejas para recibir el suplicio destinado a los esclavos y criminales, que consistía en ser descuartizado en vida; los miembros despedazados del niño santo fueron arrojados al Guadalquivir. Sus restos fueron rescatados por los fieles y conservados ocultamente en Córdoba, hasta el año de 967, cuando se los trasladó a León; dieciocho años más tarde, para evitar profanaciones, fueron exhumados y llevados a Oviedo para ser sepultados. La historia de Pelayo se propagó enseguida y ya en el 962 había despertado el entusiasmo de la famosa poetisa Hroswitha (Roswita), abadesa de Gandersheim, quien narró los incidentes del martirio en hexámetros latinos.

N.ETF: algunos aspectos que esta noticia no menciona pero que es importante destacar para comprender mejor al personaje e incluso la celeridad con que se difundió su culto son: que era de origen gallego, que el tío que menciona la noticia era, según la tradición, Hermogio, obispo de Tui, y que dentro de los intentos del Emir contra Pelayo, el más relevante es el querer corromperlo en su castidad (a lo que alude el elogio del Martirologio Romano); todos estos elementos llevaron a que el santo rápidamente deviniera símbolo para los que luchaban por la expulsión de los moros de la Península.

Una breve passio en latín fue impresa en el Acta Sanctorum, junio, vol. VII, junto con algunas noticias sobre datos históricos y del culto al niño santo. El mejor de los textos de del poema de Hroswitha es el que editó P. von Winterfeld, en Deut. Dichter d. Lat. Mittelalters (1922). Hay una traducción al inglés de ese poema, hecha por C. St. John (1923) y una versión alemana de H. Homeyer (1936). En la actualidad puede accederse a una edición facsimilar del poema, en latín, en las Obras de Hroswitha editadas por Bridwell Library en 1501 (está en las páginas 50 a 55), la escritura, aunque antigua, es perfectamente legible.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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