lunes, 3 de junio de 2013

Juan Pelingotto, Beato

Juan Pelingotto, Beato
Terciario Franciscano, Junio 1
Juan Pelingotto, Beato
Juan Pelingotto, Beato

Laico Franciscano

Martirologio Romano: En Urbino, del Piceno, en Italia, beato Juan Pelingotto, de la Tercera Orden de San Francisco, que, siendo comerciante, procuraba favorecer más a los otros que a sí mismo, y viviendo recluido en una celda, solamente salía para atender a pobres y enfermos (1304).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.
Su culto fue aprobado por S.S. Bendedicto XV el 13 de noviembre de 1918.

Juan Pelingotto nació en Urbino en 1240, hijo de un rico mercader de telas que bien pronto, si bien de mala gana, hubo de permitirle dedicarse libremente a los ejercicios de piedad. A los once años ya lo había iniciado en el comercio.

Vistió el hábito de la Tercera Orden de la penitencia en la iglesia de Santa María de los
Ángeles, la primera iglesia franciscana de Urbino, y como fiel imitador del Seráfico Padre, vivía austeramente. El amor por los pobres lo movía a privarse aun de lo necesario para socorrerlos; humildísimo, al caer en la cuenta de que sus conciudadanos lo tenían en grande estima, para despistarlos se hizo el loco, pero mientras más procuraba ocultarse, más manifiestas hacía Dios sus virtudes.

En 1300 fue a Roma para ganar el jubileo decretado por Bonifacio VIII. Era la primera vez
que iba a la ciudad eterna y no era conocido por nadie; sin embargo, un desconocido al
encontrarse con él, lo señaló a sus compañeros diciendo: “¿No es este aquel santo hombre de Urbino?”. Otros varios hechos manifestaron claramente que el Señor quería hacer conocer su santidad. De regreso a su ciudad natal, intensificó su vida espiritual deseando ardientemente la patria celestial. Fue atacado por una gravísima enfermedad que lo redujo pronto a las últimas, y lo hizo perder hasta el habla, que recuperó completamente sólo en los últimos días de su vida terrena. Supo ser imitador del Seráfico Padre incluso en el dolor.

El demonio no cesaba de molestar con horribles tentaciones a este terciario penitente que siempre había guardado intacta la pureza de su alma. Andaba repitiendo: “¿Por qué me molestas? ¿Por qué me echas en cara cosas que nunca he cometido y en las cuales nunca he consentido?”. Y abandonándose confiado en los brazos de la misericordia divina, con voz fuerte dijo: “Y ahora, vamos con toda confianza!”. Uno de los presentes dijo: “Padre, ¿a
dónde vas?”. “Al Paraíso!”, respondió. Dicho esto, su rostro se puso bellísimo, sus miembros se distensionaron y, poco después expiró serenamente. Era el primero de junio de 1304; tenía 64 años de edad.

Juan había pedido que se le sepultara en la iglesia de San Francisco, pero en un primer
tiempo no se cumplió su voluntad: tuvo solemnes funerales y fue sepultado en el cementerio franciscano, en el claustro del convento. Dios glorificó bien pronto a su fiel servidor. Tantas fueron las gracias que se decían obtenidas por su intercesión, tanto era el concurso de los fieles a su sepulcro, que los hermanos exhumaron sus restos y los llevaron a la iglesia de San Francisco. Aumentándose los prodigios se erigió un altar sobre su tumba, donde se celebraron misas en su honor.

Su culto continuó a través de los siglos
Beato Juan Pelingotto, laico
fecha: 1 de junio
n.: 1240 - †: 1304 - país: Italia
otras formas del nombre: Pelino Goto
canonización: Conf. Culto: Benedicto XV 12 nov 1918
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Urbino, del Piceno, beato Juan Pelingotto, de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que primero, siendo comerciante, procuraba favorecer más a los otros que a sí mismo, y luego, habiéndose recluido en una celda, solamente salía para atender a pobres y enfermos.

Juan Pelingotto era hijo de un próspero mercader de Urbino, pero él mismo, desde su infancia, no mostró ningún interés por los bienes de este mundo. Desde muy temprana edad se hizo terciario franciscano y se habría retirado a vivir en la soledad como ermitaño, a no ser por la decidida oposición de sus padres; en consideración a sus deseos, se quedó con ellos en el hogar, pero enteramente entregado a la oración y la penitencia. Durante algún tiempo, permaneció encerrado en su habitación, sin abandonarla más que para asistir a la iglesia. Después, obedeciendo a un llamado celestial para servir a Dios atendiendo a los hombres que sufrían, salió de su enclaustramiento. Durante todo el resto de su existencia anduvo por los hospitales para atender y consolar a los enfermos y buscó a los pobres más abandonados, a quienes socorría con todo lo posible, dándoles aun sus propios alimentos y la ropa que llevaba puesta. No obstante la gran vergüenza que hacía pasar a los miembros de su familia, con frecuencia salía a la calle sin más vestido que una especie de túnica andrajosa, hecha con el yute de las bolsas y remiendos de tela. Como se consideraba a sí mismo como la más vil de las criaturas, recurría a los medios más extravagantes para incitar el desprecio de sus prójimos. En un Domingo de Pasión, se presentó en la iglesia como un criminal, con una cuerda atada al cuello; sin embargo, todos vieron cómo, al estar en oración en la capilla de la Virgen cayó en un éxtasis que duró varias horas y del que le despertaron con mucha dificultad. En otra ocasión, eligió el día más frío del crudo invierno, para pasarlo en la plaza del mercado, entre los mendigos cubiertos de harapos como él, hasta que sus familiares lo encontraron aterido y más muerto que vivo y lo llevaron a la casa. A pesar de todos sus esfuerzos por humillarse, Juan llegó a ser muy venerado en su ciudad natal como un hombre santo, profeta y hacedor de milagros. Cuatro años antes de su muerte, fue a Roma para el jubileo con dos compañeros terciarios y, en la gran ciudad, varias personas que nunca le habían visto, le saludaron como al «santo de Urbino». El culto al Beato Juan Pelingotto fue confirmado en 1918.

Un contemporáneo de Juan escribió la biografía que fue impresa en el Acta Sanctorum, junio, vol. I; véanse también las Acta Ordinis Fratrum Minorum de 1918 y 1919, así como a Wadding Anuales, Ord. Min., vol. vi, pp. 38-42. El decreto oficial de aprobación del culto, que contiene una biografía resumida, se encuentra en el Acta Apostolicae Sedis, vol. X (1918), pp. 513-516.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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