sábado, 8 de junio de 2013

Efrén, Santo

Diácono y Doctor de la Iglesia, 9 de junio
 
Efrén, Santo
Efrén, Santo

Diácono y Doctor de la Iglesia

Poco es lo que sabemos de la vida de San Efrén. Nació en Nisibi, en la Mesopotamia septentrional a comienzos del siglo IV, probablemente en el 306. Por lo tanto, tenía siete años cuando Constantino promulgó el edicto de Milán. Pero parece que Efrén no pudo gozar de la libertad de culto en el seno de la propia familia, porque el padre era sacerdote pagano y no estaba de acuerdo con la formación cristiana que la piadosa madre quería impartirle. A Los 18 años recibió el bautismo y vivió del propio trabajo, en Edesa, como empleado en un baño público. En el 338 Nisibi fue atacada por Los Persas, y Efrén acudió en su ayuda.

Cuando Nisibi cayó en mano de Los Persas, Efrén, que ya era diácono, se estableció definitivamente en Edesa en el 365, y allí dirigió una escuela. Allí murió el 9 de junio del 373. Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia en 1920. La tradición nos lo recuerda como un hombre austero. No conocía el griego y probablemente esta era la razón por la cual no encontramos en su obra literaria ese influjo teológico contemporáneo, caracterizado por Las controversias trinitarias. Él es el transmisor genuino de la doctrina cristiana antigua. El medio usado por San Efrén para la divulgación de la verdad cristiana es sobre todo la poesía, por lo cual con razón se lo ha definido “la cítara (o el arpa) del Espíritu Santo”.

En su época se estaba organizando el canto religioso “alternado” en Las iglesias. Los iniciadores fueron San Ambrosio en Milán y Diodoro en Antioquía. El diácono de Nisibi, en Las fronteras de la cristiandad y del mundo romano, compuso en la lengua nativa poesías de contenido didáctico o exhortativo, y propias para adaptarlas al canto colectivo. El carácter popular de sus poesias hizo que pronto se difundieran muchísimo. Gracias también a las cuidadosas traducciones en griego, pronto pasaron de Siria al Oriente mediterráneo.

Efrén no escribía para buscar éxitos literarios; él se servía de la poesía como un excelente medio pastoral. Hasta en las homilías y en los sermones usaba este medio como captación y seducción del espíritu. El profundo conocimiento de la Sagrada Escritura le ofrecía a su rica vena poética el elemento más original para penetrar en los misterios de la verdad y sacar útiles enseñanzas para el pueblo de Dios. Efrén es también el poeta de la Virgen, a la que dirigió 20 himnos y a quien se dirigía con expresiones de tierna devoción. El llamaba a María “más resplandeciente que el sol, conciliadora del cielo y de la tierra, paz, alegría y salud del mundo, corona de las vírgenes, toda pura, inmaculada, incorrupta, beatísima, inviolada, venerable, honorable...”.

A continuación compartimos uno oración mariana compuesta por San Efrén:

Mi santísima Señora,
Madre de Dios,
llena de gracia,
tú eres la gloria de nuestra naturaleza,
el canal de todos los bienes,
la reina de todas las cosas después de la Trinidad...,
la mediadora del mundo después del Mediador;
tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo,
la llave que nos abre las puertas del paraíso,
nuestra abogada,
nuestra mediadora.
Mira mi fe,
mira mis piadosos anhelos y acuérdate de tu misericordia y de tu poder.
Madre de Aquel que es el único misericordioso y bueno,
acoge mi alma en mi miseria y,
por tu mediación,
hazla digna de estar un día a la diestra de tu único Hijo.
Amén


 
San EfrénEl texto griego que lleva en la mano lee:
 "Hermano, camina
por el camino estrecho y
sálvate."

Kontoglou, Photios
Monsasterio de la Transfiguración,
Brookline, MA, EEUU
San Efrén de Siria, Diácono
Efrén: "fructífero" (que da mucho fruto)
Fiesta: 9 de junio
(306-373)
Diácono,
Doctor de la Iglesia,
escritor eclesiástico. Llamado "el arpa del Espíritu Santo".
De sus escritos:
Vigilad pues vendrá de nuevo

La palabra de Dios, fuente inagotable de vida
La cruz de Cristo, salvación del género humano
 

BiografíaAdaptado de la Vida de los Santos de Butler por SCTJM
San Efrén alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe. Es el único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920.  En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman "Arpa del Espíritu Santo" y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos.  A pesar de que no era un hombre de mucho estudio formal, estaba empapado en las Sagradas Escrituras y tenía gran conocimiento de los misteri
os de la fe.
San Basilio le describe como "un interlocutor que conoce todo lo que es verdad" ; San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos:  "Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras.  Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre".  (Edessa, hoy llamada Urfa o Sanliurfa, está en Turquía)
San Efrén narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas sus racimos. Este sueño llegó a ser profético por la gran propagación de sus obras.  
A San Efrén debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción.  
Su Vida
Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis (hoy llamada Nusaybin, en Turquía), región dominada por Roma. No se sabe por cierto si sus padres eran Cristianos.  El reconoce que de joven no le daba mucha importancia a la religión hasta que llegaron las pruebas. A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325.  Tras la muerte de San Jacobo, Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron.  
Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350. Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.  Era un asceta y se le notaba en su apariencia. Según dicen las crónicas era  de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía la piel apergaminada, dura, seca y morena como el barro cocido; vestía con andrajos remendados, y todos los parches habían llegado a ser del mismo color de tierra; lloraba mucho y jamás reía. 
Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia.  A Edessa la llamaba "la ciudad bendita" y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.
Algunos biógrafos nos dan una idea muy poco inspiradora de San Efrén, como si rechazara la alegría y a la amabilidad.  El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.  Allí estuvo por 13 años (del 350 al 363).
No hay en sus obras el influjo de las controversias trinitarias de la época.  Esto posiblemente se debe a que no conocía el griego.  Mas bien se dedicó a defender la doctrina antigua por medio de la poesía.  Bardesanes y otros utilizaban las canciones y la música populares para propagar falsas doctrinas.  Efrén comprendió la importancia de estos medios y valoró mucho los cánticos sagrados como un complemento del culto público. Se propuso imitar las tácticas del enemigo y, sin duda, gracias a su prestigio personal, pero sobre todo el mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en las iglesias por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar los himnos gnósticos por sus propios himnos.  
No llegó a ser diácono sino a edad avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta.  Por otra parte, en sus escritos hay pasajes que parecen indicar que era sacerdote.
Alrededor del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la Capadocia, con el propósito de visitar a San Basilio, de quien tanto y tan bien había oído hablar.  San Efrén menciona aquella entrevista, lo mismo que San Gregorio de Nissa, el hermano de San Basilio, quien escribió un encomio del venerable sirio. Una de las crónicas declara que San Efrén extendió su viaje y que visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante declaración no está apoyada por alguna autoridad y no concuerda con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos. 
Hombre de caridad
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte.  Había hambre en toda la comarca y San Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres.  Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados.  Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos.  Supo escuchar así la voz del Señor:   "Estuve enfermo y me fuiste a visitar:  tuve hambre y me diste de comer.  Ven al banquete preparado desde el comienzo de los siglos".  (Mt. 25, 40).  Terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más.  Las "Crónicas" de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte, pero algunos autores afirman que vivió hasta el 378 o el 379. 
Escritor prolífico
Entre las obras suyas que han llegado hasta nosotros, algunas están escritas en el sirio original y otras son traducciones al griego, al latín y al armenio.  Se las puede agrupar como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso.  Sozomeno afirma que San Efrén escribió treinta millares de lineas.  Sus poemas más interesantes son los "Himnos Nisibianos" (carmina Nisibena), de los que se conservan setenta y dos de un total de setenta y siete, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias.  Sus comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo.  Sobre los Evangelios no utilizó más que la única versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron, la que, en la actualidad no existe más que en su traducción al armenio.
 A pesar de que es poquísimo lo que sabemos sobre la vida de San Efrén, no poco es lo que nos ayudan sus escritos a formarnos una idea sobre el hombre que fue.  Lo que más impresiona al lector es el espíritu realista y cordialmente humano con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención.  Se diría que se anticipa a esa actitud de emocionada devoción ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a manifestarse en el occidente antes de la época de San Francisco de Asís.  
 
Muestra de las obras de San Efrén: 
 
Fue un gran amante de la Virgen María y en sus escritos vemos la profunda veneración que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén compuso, ya en el año 333, una lista en verso de los más bellos títulos que los cristianos otorgaban a la Stma. Virgen:
"Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno. Haz que nuestra alma llegue a ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!!"  Ver también: Madre de Dios
Sobre el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena. 
¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo!  Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo.  ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto!  ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!
¡Oh, lugar santo!  Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste.  En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación.  Sólo El bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para El.  El Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento . . .
 Descripción de Jesucristo siendo azotado.
Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales.  ¡Qué gran conmoción y cuanto horror hubo a la vista del tormento!  Los cielos y la tierra enmudecieron de asombro al contemplar Su cuerpo surcado por el látigo de fuego, ¡El mismo desgarrado por los azotes!  Al contemplarlo a El, que había tendido sobre la tierra el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra que Su palabra había creado.  ¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros y le ultrajaban con burlas!  ¡Un hombre, al que El había formado, levantaba el látigo!  ¡El, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; El, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar.  El pilar de ignominia fue abrazado por El, que sostiene los cielos y la tierra con todo su esplendor.  Los perros salvajes ladraron al Señor que con su trueno sacude las montañas y mostraron los agudos dientes al Hijo de la Gloria.
 
El  "Testamento de San Efrén"
Este documento nos revela el carácter del santo escritor.  A pesar de que, posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí.  San Efrén hace un llamado a sus amigos y discípulos, en tono emocionado y de profunda humildad:
 No me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para mí.  Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde a mí.  Quemad el incienso ante el altar santo: A mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos.  En vez de perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones . . .  Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios. Contad hasta completar los treinta días y entonces, hermanos haced recuerdo de mí, ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.
 Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia.
¡Señor envía tu Espíritu Santo y suscita en nosotros la pasión por Ti que manifestó el Diácono San Efrén! 
 
Bibliografía
Butler, Vida de los Santos.
Salesman, Vida de los Santos, II.
Agradecemos también los aportes de Vicenç Garcia Tomàs
 
 

Efrén de Siria

   
San Efrén
Jefrem Sirin.jpg
Padre de la Iglesia
Proclamado Doctor de la Iglesia en el año 1920 por el papa Benedicto XV
Nacimientoca. 306
Nisibis
Fallecimiento9 de junio, 373
Edesa
Venerado enToda la Cristiandad
Festividad9 de junio
PatronazgoDirectores espirituales y líderes espirituales
Mor Ephrem icon.jpg
 
Efrén (o Efraín) de Siria, también conocido como Efraín de Nísibe o Nisibi, fue un diácono y escritor, santo, Padre de la Iglesia y Doctor de la Iglesia sirio nacido en Nusaybin (Turquía) —entonces en la provincia romana de Mesopotamia— en 306 ca.[1] y muerto en Edesa en 373. Ya en su tiempo fue conocido como «el Místico», con el apelativo de «El arpa del Espíritu».
Desde joven quedó marcado por la vida intolerante de su padre, que era un tenaz pagano. Efrén, hostigado por su padre porque había abrazado el cristianismo, huyó de casa para evitar malos tratos y acudió a su obispo, quien lo acogió. El obispo Jacobo de Nisibe logró su plena formación y conversión (324). Más tarde, le ordenó diácono y, a pesar de la insistencia del obispo para que se ordenara como presbítero, él siempre renunció porque no se veía digno.
Fundó una escuela de teología en Nesaybin que se distinguió por su alto grado de preparación y por el esplendor de sus alumnos. Cuando la escuela estaba en su apogeo, llegó una invasión persa y los sasánidas se apoderaron de su región natal. Efrén cruzó la frontera y fundó la escuela en Edesa dentro del Imperio romano. Aquí se convirtió en el gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria en la Iglesia siria de Antioquía. Escribió mucho: hizo el comentario de toda la Biblia, compuso poemas que sustituyeron a los cantos empleados en las fiestas populares de los paganos. La Iglesia antioquena se unió a él y sus himnos fueron el inicio de la práctica del canto en la liturgia cristiana.
Es uno de los poetas más grandes en lengua siria. Vivía con absoluta austeridad.[1]
Fue proclamado Doctor de la Iglesia por Benedicto XV en 1920.

San Efrén en Astorga

No se debe confundir al personaje real con la leyenda surgida a principios del s. xvii que le menciona como primer obispo de Astorga: por estas fechas el padre Jerónimo Román de la Higuera compuso un falso cronicón atribuido falazmente a Flavio Lucio Dextro en el que señalaba a Efrén como obispo de Astorga en el siglo i;[2] dando crédito a éste, varios escritores[3] [4] [5] [6] [7] y religiosos astorganos[8] contemporáneos contribuyeron sin saberlo a difundir la mentira, y aunque posteriormente quedó demostrada la falsedad del episodio e identificado su origen,[9] [10] todavía hubo autores que la repitieron hasta bien entrado el s. xix. [11] [12] [13]

Referencias

  1. a b «San Efrén de Siria, Diácono». Siervas de los Corazones Traspasados Jesús y María.
  2. Chronicon omnimodae historiae. 1627. p. 72. http://books.google.es/books?id=FdZHzMAP9j0C&pg=PA72.  Aunque fue publicado en 1627, ya corría manuscrito desde varios años antes.
  3. González Dávila, Gil (1618). Theatro eclesiastico de las ciudades e iglesias catedrales de España. I. pp. 191-192. http://books.google.es/books?id=NGT2Qp1fd0MC&hl=es&pg=PA191. 
  4. Aingo de Ezpeleta, Pedro (1634). Fundacion de la Santa y Cathedral Iglesia de la Ciudad de Astorga. http://books.google.es/books?id=RaD_FHGeVoEC&pg=RA1-PA14-IA4. 
  5. Méndez Silva, Rodrigo (1675). Población general de España. p. 18. http://books.google.es/books?id=Fe1FAAAAcAAJ&pg=PA18. 
  6. de Argaiz, Gregorio (1675). Teatro monástico de la Santa Iglesia de Astorga. I. http://books.google.es/books?id=U4wwzg2a2HgC&hl=es&pg=PT453. 
  7. Pascual y Orbaneja, Gabriel (1699). Vida de San Indalecio. II. p. 37. http://books.google.es/books?id=SHZJAAAAcAAJ&pg=PA37. 
  8. Contreras, Juan Manuel (1798). Historia del célebre Santuario de Nuestra Señora de las Hermitas. pp. 89-90. http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1006358&interno=S&posicion=95&forma=. 
  9. Flórez, Enrique. España sagrada. pp. 318-320. http://books.google.es/books?id=HKR2NkX0gVwC&pg=PA318. 
  10. López Peláez, Antolín (1902). Un falso obispo de Astorga. pp. 78-80. http://hemerotecadigital.bne.es/datos1/numeros/internet/Madrid/Revista%20ibero-americana%20de%20ciencias%20eclesi%C3%A1sticas/1902/190204/19020400/19020400_00003.pdf. 
  11. Trelles Villademoros, José Manuel (1760). Historia cronologica y genealogica del primitivo origen de la nobleza de España. I. p. 290. http://books.google.es/books?id=kLhBAAAAcAAJ&pg=PA290. 
  12. Piferrer, Francisco (1860). Trofeo heroico. p. 52. http://books.google.es/books?id=SKdaaBP_zK0C&pg=PA52. 
  13. Gutiérrez, Julián (1869). Breve memoria acerca del origen conservación y límites del Obispado de Astorga. chantre de Astorga. p. 4. http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?interno=S&posicion=8&path=11001079&forma=&presentacion=pagina. 

Enlaces externos

 
San Efrén de Siria
(1) Del comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatésaron (Cap.1,18-19: SC 121, 52-53). Liturgia de las Horas, Lectio altera del sábado del Domingo VI del tiempo ordinario.
La palabra de Dios, fuente inagotable de vida
XXXXX ¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad dé colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrara su reflexión.
XXXXX La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.
XXXXX Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.
XXXXX Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tú parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.
*****
(2) Cfr. algunos himnos recogidos en la catequesis de Benedicto XVI sobre San Efrén, Sirio.
*****
(3) De los sermones de san Efrén, diácono; Sermón sobre nuestro Señor, 3-4. 9:(Opera, edición Lamy, 152-158.166-168). Liturgia de las Horas, Lectio altera del viernes de la tercera semana de Pascua.
La cruz de Cristo, salvación del género humano
XXXXX Nuestro Señor fue conculcado por la muerte, pero él, a su vez, conculcó la muerte, pasando por ella como si fuera un camino. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la ;muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.
XXXXX La muerte le mató gracias al cuerpo que tenía; pero él, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mató, pero él, a su vez, acabó con la muerte. La muerte destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.
XXXXX La muerte, en efecto, no hubiera podido devorar no hubiera tenido un cuerpo, ni el abismo hubiera podido tragarle si el no hubiera estado revestido de carne por ello quiso el Señor descender al seno de una virgen para poder ser arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y desbarató sus tesoros.
XXXXX Porque la muerte llegó hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la viña, pero la muerte abrió una brecha en su cerco, valiéndose de las mismas manos de Eva y Eva gustó el fruto de la muerte, por lo cual la qué era madre de todos los vivientes se convirtió en fuente de muerte para todos ellos.
XXXXX Pero luego apareció María, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habitó Cristo, la nueva Vida. La muerte, según su costumbre, fue en busca de su alimento y no adivinó que, en el fruto mortal, estaba escondida la Vida, destructora de la muerte; por ello mordió sin temor el fruto, pero entonces liberó a la vida, y a muchos juntamente con ella.
XXXXX El admirable hijo del carpintero llevó su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo así a todo el género humano a la mansión de la vida. Y la humanidad entera, que a causa de un árbol había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Señor de toda la creación.
XXXXX ¡A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la región de la vida!
XXXXX ¡A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales!
XXXXX Tú vives para siempre; los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, que luego brotara y resucitara llevando consigo a s muchos.
XXXXX Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal; elevemos cánticos y oraciones en honor de aquel que, en la cruz, se ofreció a Dios como holocausto para enriquecernos a todos. 




     San Efrén de Siria,Diácono y Doctor de La Iglesia.Siglo IV.
Efrén significa: "muy fructífero".
San Efrén logró ya durante su vida gran fama como poeta y compositor de himnos religiosos, y en la antigüedad fue el más grande poeta cantor de la Santísima Virgen. La Iglesia Católica lo ha declarado Doctor de la Iglesia y los antiguos lo llamaban "Arpa del Espíritu Santo". Tenía especialísima cualidad para escribir poesías, y San Basilio dice que era tal la estimación que los antiguos tenían por sus escritos, que después de las lecturas de la Sagrada Escritura, en varias iglesias se leía alguna página escrita por este santo.
El mejor triunfo de San Efrén es el que a él le debemos en gran parte la introducción de los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias católicas. Por medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron prontamente por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se hicieron famosos por todas partes.
Efrén nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. El afirma de sí mismo que de joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que cuando le llegaron las pruebas y los sufrimientos, entonces así se dio cuenta de que necesitaba de Dios.
El santo narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas partes racimos muy agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras (sus himnos y cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando alegría y agradabilidad.
El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.
Para mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de las montañas, y en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración y en continuo silencio. Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba mejor la inspiración de lo alto.
La humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente indigno de ser sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su vida era la de un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió quedarse de simple diácono.
Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.
 
 
 
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San Efrén el sirio
Por Benedicto XVI
San Efrén el sirio
Catequesis del 28 de Noviembre del 2007
Queridos hermanos y hermanas: 
Según una opinión común hoy, el cristianismo sería una religión europea, que habría exportado la cultura de este continente a otros países. Pero la realidad es mucho más compleja, pues la raíz de la religión cristiana se encuentra en el Antiguo Testamento y, por tanto, en Jerusalén y en el mundo semítico. El cristianismo se alimenta siempre de esta raíz del Antiguo Testamento. Su expansión en los primeros siglos se produjo tanto hacia occidente —hacia el mundo greco-latino, donde después inspiró la cultura europea— como hacia oriente, hasta Persia y hasta la India, contribuyendo así a suscitar una cultura específica, en lenguas semíticas, con una identidad propia.
Para mostrar esta diversidad cultural de la única fe cristiana de los inicios, en la catequesis del miércoles pasado hablé de un representante de este otro cristianismo, Afraates el sabio persa, casi desconocido para nosotros. En esta misma línea quisiera hablar hoy de san Efrén el sirio, nacido en Nisibi en torno al año 306 en el seno de una familia cristiana.
Fue el representante más importante del cristianismo de lengua siríaca y logró conciliar de modo único la vocación de teólogo con la de poeta. Se formó y creció junto a Santiago, obispo de Nisibi (303-338), y juntamente con él fundó la escuela teológica de su ciudad. Ordenado diácono, vivió intensamente la vida de la comunidad local cristiana hasta el año 363, cuando Nisibi cayó en manos de los persas. Entonces san Efrén emigró a Edesa, donde prosiguió su actividad de predicador. Murió en esta ciudad en el año 373, al quedar contagiado mientras atendía a los enfermos de peste.
No se sabe a ciencia cierta si era monje, pero en todo caso es seguro que fue diácono durante toda su vida, abrazando la virginidad y la pobreza. Así, en la especificidad de su expresión cultural se puede apreciar la identidad cristiana común y fundamental:  la fe, la esperanza —una esperanza que permite vivir pobre y casto en este mundo, poniendo toda expectativa en el Señor— y por último la caridad, hasta la entrega de sí mismo para atender a los enfermos de peste.
San Efrén nos ha dejando una gran herencia teológica:  su notable producción puede reagruparse en cuatro categorías:  obras escritas en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos); obras en prosa poética; homilías en verso; y, por último, los himnos, sin duda la obra más amplia de san Efrén. Es un autor rico e interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista teológico.
Lo específico de su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina, desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música:  de hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe, poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter litúrgico aparece con nitidez en la teología de san Efrén la verdad divina. En su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para subrayar el misterio de Dios.
Ahora no puedo referir muchas cosas de él, en parte porque la poesía es difícil de traducir; pero, para dar al menos una idea de su teología poética, quisiera citar partes de dos himnos. Ante todo, también con vistas al Adviento, ya próximo, os propongo unas espléndidas imágenes tomadas de los himnos "Sobre el nacimiento de Cristo". Ante la Virgen, con gran inspiración, san Efrén manifiesta su admiración: 
«El Señor vino a ella
para hacerse siervo.
El Verbo vino a ella
para callar en su seno.
El rayo vino a ella
para no hacer ruido.
El pastor vino a ella,
y nació el Cordero,
que llora dulcemente.
El seno de María
ha trastocado los papeles: 
El que creó todas las cosas
las posee, pero en la pobreza.
El Altísimo vino a ella (María),
pero entró humildemente.
El esplendor vino a ella,
pero con vestido de humildad.
El que lo da todo
experimentó el hambre.
El que da de beber a todos
sufrió la sed.
El que todo lo reviste (de belleza)
salió desnudo de ella»
(Himno De Nativitate 11, 6-8).
Para expresar el misterio de Cristo, san Efrén utiliza una gran variedad de temas, de expresiones, de imágenes. En uno de sus himnos, de forma eficaz, relaciona a Adán (en el paraíso) con Cristo (en la Eucaristía).
«Con la espada del querubín
se cerró el camino
del árbol de la vida.
Pero para los pueblos,
el Señor de este árbol
se ha entregado
él mismo como alimento,
como oblación (eucarística).
Los árboles del Edén
fueron dados
al primer Adán
para su alimento.
Por nosotros el jardinero
del Jardín, en persona,
se hizo alimento
para nuestras almas.
De hecho, todos salimos
del Paraíso junto con Adán,
que lo dejó a sus espaldas.
Ahora que abajo (en la cruz)
ha sido retirada la espada,
por la lanza podemos regresar»
(Himno 49, 9-11).
Para hablar de la Eucaristía, san Efrén utiliza dos imágenes:  las brasas o el carbón ardiente, y la perla. El tema de las brasas está tomado del profeta Isaías (cf. Is 6, 6). Es la imagen del serafín, que toma las brasas con las tenazas y roza simplemente los labios del profeta para purificarlos; el cristiano, por el contrario, toca y consume las Brasas, es decir, a Cristo mismo: 
«En tu pan se esconde el Espíritu,
que no puede ser consumido;
en tu vino está el fuego,
que no se puede beber.
El Espíritu en tu pan,
el fuego en tu vino: 
he aquí la maravilla
que acogen nuestros labios.
El serafín no podía
acercar sus dedos a las brasas,
que sólo pudieron rozar
los labios de Isaías;
ni los dedos las tocaron,
ni los labios las ingirieron;
pero a nosotros
el Señor nos ha concedido
ambas cosas.
El fuego descendió
con ira para destruir a los pecadores,
pero el fuego de la gracia desciende
sobre el pan y en él permanece.
En vez del fuego
que destruyó al hombre,
hemos comido el fuego en el pan
y hemos sido salvados»
(Himno De Fide 10, 8-10).
He aquí un último ejemplo de los himnos de san Efrén, donde habla de la perla como símbolo de la riqueza y de la belleza de la fe: 
«La puse (la perla),
hermanos míos,
en la palma de mi mano
a fin de contemplarla.
La observé por todos los lados: 
tenía el mismo aspecto
por todas partes.
Así es la búsqueda
del Hijo, inescrutable,
pues toda ella es luz.
En su limpidez vi al Límpido,
al que no se opaca;
en su pureza,
vi un gran símbolo: 
el cuerpo de nuestro Señor,
inmaculado.
En su indivisibilidad vi la Verdad,
que es indivisible»
(Himno Sobre la Perla 1, 2-3).
La figura de san Efrén sigue siendo plenamente actual para la vida de las diversas Iglesias cristianas. Lo descubrimos en primer lugar como teólogo, que, a partir de la sagrada Escritura, reflexiona poéticamente en el misterio de la redención del hombre realizada por Cristo, Verbo de Dios encarnado. Hace una reflexión teológica expresada con imágenes y símbolos tomados de la naturaleza, de la vida cotidiana y de la Biblia. San Efrén confiere a la poesía y a los himnos para la Liturgia un carácter didáctico y catequético; se trata de himnos teológicos y, al mismo tiempo, aptos para ser recitados o para el canto litúrgico. San Efrén se sirve de estos himnos para difundir la doctrina de la Iglesia con ocasión de las fiestas litúrgicas. Con el paso del tiempo se han convertido en un instrumento catequético sumamente eficaz para la comunidad cristiana.
Es importante la reflexión de san Efrén sobre el tema de Dios creador:  en la creación no hay nada aislado, y el mundo, al igual que la sagrada Escritura, es una Biblia de Dios. Al utilizar de modo erróneo su libertad, el hombre trastoca el orden del cosmos. Para san Efrén es importante el papel de la mujer. Siempre habla de ella con sensibilidad y respeto:  la habitación de Jesús en el seno de María elevó al máximo la dignidad de la mujer. Para san Efrén, como no hay Redención sin Jesús, tampoco hay Encarnación sin María. Las dimensiones divina y humana del misterio de nuestra redención se encuentran en los escritos de san Efrén; de manera poética y con imágenes tomadas fundamentalmente de las Escrituras, anticipa el fondo teológico y en cierto sentido el mismo lenguaje de las grandes definiciones cristológicas de los Concilios del siglo V.
San Efrén, honrado por la tradición cristiana con el título de "cítara del Espíritu Santo", fue diácono de su Iglesia durante toda la vida. Fue una opción decisiva y emblemática:  fue diácono, es decir, servidor, tanto en el ministerio litúrgico, como, de modo más radical, en el amor a Cristo, cantado por él de manera inigualable, y, por último, en la caridad con los hermanos, a quienes introdujo con maestría excepcional en el conocimiento de la Revelación divina.
 
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia
fecha: 9 de junio
fecha en el calendario anterior: 18 de junio
n.: c. 306 - †: 373 - país: Turquía
otras formas del nombre: Ephraím, Efraín, Efrén el Sirio
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia, que primero ejerció en Nísibe, su patria, el ministerio de la predicación y la enseñanza de la doctrina, y más tarde, al invadir Nísibe los persas, se trasladó a Edesa, en Osroene, donde inició una escuela teológica con los discípulos que le habían seguido, en la que ejerció su ministerio con la palabra y los escritos. Fue célebre por su austeridad de vida y la riqueza de su doctrina, y por los exquisitos himnos que también compuso mereció ser llamado «cítara del Espíritu Santo».
oración:
Señor, infunde en nuestros corazones el Espíritu Santo que con su inspiración impulsaba a tu diácono san Efrén a cantar con alegría tus misterios y a consagrar su vida a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

San Efrén que, durante su vida, alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe, es el único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920. En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman «Arpa del Espíritu Santo» y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos. A pesar de que no era un hombre de mucho estudio (según otro Doctor de la Iglesia, san Roberto Bellarmino, nuestro santo era «más piadoso que sabio»), estaba empapado en las Sagradas Escrituras y parecía tener un conocimiento intrínseco de los misterios de Dios. San Basilio le describe como «un interlocutor que conoce todo lo que es verdad»; San Jeronónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos: «Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre». Sin embargo, para mucha gente, el mayor interés en san Efrén radica en el hecho de que a él le debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción. Rápidamente, la música sacra se extendió desde Edessa por todo el Oriente y, poco a poco, conquistó a Occidente. «A los himnos que le dieron fama -dice un escritor anglicano- debe el ritual sirio en todas sus formas, su vigor y su riqueza; a ellos se debe también, en gran parte, el lugar de privilegio que la himnología ocupa ahora en las iglesias de todas partes» (Dr. John Gwynn, en el vol. XIII de «Nicene and Post-Nicene Fathers»).

Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis, de Mesopotamia, región ésta que todavía se encontraba bajo el dominio de Roma. Por estas palabras que se atribuyen a Efrén, sabemos que sus padres eran cristianos: «Nací en los caminos de la verdad y, a pesar de que mi mente de niño no comprendía su grandeza, la conocí cuando llegaron las pruebas». En otra parte de ese mismo escrito que puede o no ser auténticamente suyo, nos dice: «Desde temprana edad, mis padres me mostraron a Cristo; ellos, los que me concibieron según la carne, me educaron en el temor de Dios... Mis padres fueron confesores ante el juez: ¡Sí! ¡Yo soy descendiente de la raza de los mártires!» A pesar de todo esto, se tiene generalmente por cierto que el padre y la madre de Efrén eran paganos y que hasta expulsaron al hijo pequeño de la casa, cuando éste, en su niñez, abrazó al cristianismo. A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, desde entonces, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, san Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325. Tras la muerte de san Jacobo, el joven Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron. Probablemente era maestro o director de la escuela episcopal. Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió ahí, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350. Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.

Su aspecto era, por cierto, el de un asceta, según dicen las crónicas: de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía la piel apergaminada, dura, seca y morena como el barro cocido; vestía con andrajos remendados, y todos los parches habían llegado a ser del mismo color de tierra; lloraba mucho y jamás reía. Sin embargo, un incidente que relatan todos sus biógrafos, nos demuestra que a pesar de su seriedad, sabía apreciar una agudeza, aun cuando le afectara a él. La primera vez que bajó de la cueva para entrar en Edessa, una mujer que lavaba ropa junto al río, levantó la cabeza y se le quedó mirando con una fijeza irritante. Efrén se le acercó, la reconvino severamente por su audacia y le dijo que, en su condición de mujer, lo que convenía era bajar la vista modestamente al suelo. Pero ella no se inmutó y repuso con presteza: «¡No! Eres tú quien debe mirar al polvo puesto que de ahí vienes. Yo no procedo mal al mirarte, puesto que eres hombre y yo vengo de un hombre». Efrén quedó sorprendido por el ingenio rápido de aquella mujer y exclamó: "¡Si las mujeres de esta ciudad son tan listas, cuánto más sabios deben ser los hombres!» Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia. A Edessa la llamaba «la ciudad bendita» y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.

Consideraba como su principal tarea combatir las falsas doctrinas que surgían por todas partes y, precisamente al observar el éxito con que Bardesanes propagaba erróneas enseñanzas por medio de las canciones y la música populares, Efrén reconoció la potencialidad de los cánticos sagrados como un complemento del culto público. Se propuso imitar las tácticas del enemigo y, sin duda, gracias a su prestigio personal, pero sobre todo al mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en las iglesias por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar los himnos gnósticos por sus propios himnos. A pesar de todo esto, no llegó a ser diácono sino a edad más avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como san Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta. Aunque por otra parte, en su escritos hay pasajes que parecen indicar que desempeñaba un puesto de presbítero.

Alrededor del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la Capadocia, con el propósito de visitar a san Basilio, de quien tanto y tan bien había oído hablar. San Efrén menciona aquella entrevista, lo mismo que san Gregorio de Nissa, el hermano de san Basilio, quien escribió un encomio del venerable sirio. Una de las crónicas declara que san Efrén extendió su viaje y que visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante declaración no está apoyada por alguna autoridad y no concuerda con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos. La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte. Había hambre en toda la comarca y san Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres. Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados. Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos. Según las palabras de uno de sus biógrafos más antiguos, «Dios le había dado la oportunidad de ganarse una corona al término de su existencia». Evidentemente, agotó sus energías en aquellos menesteres, puesto que, terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más. Las «Crónicas» de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte, pero algunos autores afirman que vivió hasta el 378 o el 379.

San Efrén fue un escritor prolífico. Entre las obras suyas que han llegado hasta nosotros, algunas están escritas en el sirio original y otras son traducciones al griego, al latín y al armenio. Se las puede agrupar como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso. Sozomeno afirma que san Efrén escribió treinta millares de líneas. Sus poemas más interesantes son los «Himnos Nisibianos» (carmina nisibena), de los que se conservan setenta y dos de un total de setenta y siete, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias. Sus comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo. Sobre los Evangelios no utilizó más que la única versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron, la que, en la actualidad no existe más que en su traducción al armenio, no obstante que, en fechas recientes, se descubrieron en Mesopotamia, algunos fragmentos antiguos escritos en griego.



A pesar de que es poquísimo lo que sabemos sobre la vida de san Efrén, no poco es lo que nos ayudan sus escritos a formarnos una idea sobre el hombre que fue. Lo que más impresiona al lector es el espíritu realista y cordialmente humano con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención. Se diría que se anticipa a esa actitud de emocionada devoción ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a manifestarse en el Occidente antes de la época de san Francisco de Asís. Es conveniente dar aquí algunas muestras del lenguaje de san Efrén. Por ejemplo, en uno de sus himnos o comentarios (es difícil clasificar de una u otra manera a estas composiciones métricas), el poeta habla del aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena, de esta manera:
¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo! Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto! ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!
¡Oh, lugar santo! Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación. Sólo Él bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para Él. Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento...
0 bien, leamos esta descripción del momento en que Jesucristo fue azotado:
Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales. ¡Qué gran conmoción y cuanto horror hubo a la vista del tormento! Los cielos y la tierra enmudecieron de asombro al contemplar Su cuerpo surcado por el látigo de fuego, ¡El mismo desgarrado por los azotes! Al contemplarlo a Él, que había tendido sobre la tierra el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra que Su palabra había creado. ¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros y le ultrajaban con burlas! ¡Un hombre, al que Él había formado, levantaba el látigo! ¡Él, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; Él, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar. El pilar de ignominia fue abrazado por Él, que sostiene los cielos y la tierra con todo su esplendor. Los perros salvajes ladraron al Señor que con su trueno sacude las montañas y mostraron los agudos dientes al Hijo de la Gloria.

El documento conocido con el nombre de «Testamento de San Efrén», nos revela más ampliamente todavía el carácter del santo escritor. A pesar de que, posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí. San Efrén hace un llamado a sus amigos y discípulos, en el tono emocionado y de profunda humildad que encontrará el lector en los versos que siguen:
No me embalsaméis con aromáticas especias,
porque no son honras para mí.
Tampoco uséis incienso ni perfumes;
el honor no corresponde a mí.
Quemad el incienso ante el altar santo:
A mí, dadme sólo el murmullo de las preces.
Dad vuestro incienso a Dios,
y a mí cantadme himnos.
En vez de perfumes y de especias
dadme un recuerdo en vuestras oraciones...
Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme.
Dadme provisiones para mi larga jornada:
vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios.
Contad hasta completar los treinta días
y entonces, hermanos haced recuerdo de mí,
ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto
sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.




Hay varios documentos, tanto en sirio como en griego, que pretenden ser biografías o notas biográficas de san Efrén. Los textos griegos fueron impresos por J. S. Assemani, en su introducción al primer volumen de S.P.N. Ephraem Syri Opera pp. 1-33, y en el prefacio al volumen tercero, pp. 23-35. A los textos sirios se los encontrará en Bibliotheca Orientalis, vol. I, p. 26, de Assemani y en S. Ephraem, Syri Hymni et Sermones, vol. II, pp. 5-90, de Lamy. También hay dos textos similares, de origen nestoriano, impresos en Patrología Orientalis, vol. IV, pp. 293-295, y vol. V, pp. 291-299. Por regla general se afirma que no puede depositarse ninguna confianza en las informaciones que proceden de esas fuentes. La discusión del carácter o la autenticidad de los trabajos que le han sido atribuidos a san Efrén, no tiene cabida en esta obra. El Testamento de San Efrén, un escrito muy interesante, fue traducido y editado con comentarios críticos por Rubens Duval en el Journal Asiatique de 1901, pp, 234-318.
La Liturgia de las Horas utiliza en cinco días del año lecturas de san Efrén, que pueden servir como adecuada introducción a su estilo y pensamiento: Viernes III de Pascua: La cruz de Cristo, salvación del género humano; VI Domingo del Tiempo Ordinario: La palabra de Dios, fuente inagotable de vida; Jueves, I semana de Adviento: Vigilad, pues vendrá de nuevo; el propio día del santo: Los designios divinos son figura del mundo espiritual; y el día de la BVM de Fátima: María sola abraza al que todo el universo no abarca.
Imágenes: la primera es un ícono sirio, y la segunda es «La muerte de san Efrén», un mural anónimo en una celda del Monte Athos.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

SAN EFRÉN DE SIRIA

VIDA


San Efrén, diacono de la Iglesia en Siria, nació hacia el año 306 en Nisibis, ciudad de Mesopotamia. Convertido al Cristianismo cuando tenía dieciocho años, se entrego enteramente al servicio de Dios, dedicando su vida a la oración y al estudio. Según algunos hagiógrafos, en el 325 acompañó a Santiago-obispo de Nisibis- al Concilio de Nicea.

Durante los años 338 a 350, en que la ciudad se vio repetidas veces amenazada por Sapor II, rey de Persia, San Efrén desplego una actividad infatigable para alentar y aconsejar a sus habitantes. En el 363, el emperador Joviniano firmo un tratado de paz con los persas y les entrego Nisibis; San Efrén, con la mayor parte de los cristianos de esta ciudad, emigro a tierras del Imperio Romano. Se retiro a Edesa, donde murió diez años más tarde, tras haber dedicado todo ese tiempo a la penitencia y a la contemplación.

San Efrén ocupa un lugar privilegiado entre los Santos Padres tanto por la abundancia de sus escritos como por la autoridad de su doctrina. Prueba de ello es que muchos de sus himnos forman parte de diversas liturgias orientales desde el siglo quería. Gracias a esto se ha conservado gran parte de su ingente obra, tanto en su idioma original, el sirio, como en traducciones griegas, que empezaron a proliferar ya en los últimos años de su vida: Sozomeno, que pudo leer directamente los escritos de San Efrén, afirma que compuso unos tres millones de versos; otras fuentes apuntan que compuso más de mil sermones. Nos han llegado también versiones en arameo y copto cuyo texto primitivo se desconoce.

Sobre su autoridad, basta citar el testimonio de un hombre tan parco en palabras y poco inclinado a los elogios como fue San Jerónimo. En su De viris illustribus escribe: "Su fama se ha divulgado tanto entre los griegos que, en algunas iglesias, leen sus escritos en público después de recitar la Sagrada Escritura. Yo mismo he leído la traducción de un libro suyo sobre el Espíritu Santo y he podido comprobar que es una obra maestra".

Poeta de delicadísimos sentimientos hacia Jesucristo y su Santísima Madre, escribió centenares de himnos para uso litúrgico y para uso popular. En unos y otros se aprecia su vivísimo ingenio, la solidez de su doctrina y un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura. Supo exponer de manera inimitable los principales misterios del Cristianismo: la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, las prerrogativas de Santa María... Los cantos populares -en los que destaca su gracioso ingenio y la solidez de su doctrina- son especialmente interesantes porque estaban destinados a que los cantase todo el pueblo, que no entendía de enrevesadas controversias teológicas: así se difundía de modo fácil, rápido y agradable la verdadera fe.

También en Occidente se difundieron mucho sus escritos, siendo reconocido sobre todo como cantor de las prerrogativas de la Santísima Virgen. El 5 de mayo de 1920, Benedicto XV lo declaro Doctor de la Iglesia.

San Efrén de Siria

MADRE ADMIRABLE



(Himno a la Virgen María)

La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bien amada.

La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre, ¿qué no es?

Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de Espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, posee todas las virtudes.

Que en María se alegre toda la estirpe de las vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.

Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.

Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el Sacerdote Eterno que es al mismo tiempo Victima. Él ha puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Victima que apacigua al Padre.


Que en Mana se alegren todos los profetas. En Ella se han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.

Que en María se gocen todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo. Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se han encontrado purificados.

En lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol fatal, María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura. Y he aquí que el mundo entero se deleita por el fruto de María.

El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los más próximos.

María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. Él había escondido su desnudez entre los árboles, y es ahora investido de pudor, de virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado, su Hija le alza; sostenido por Ella, se endereza como un héroe.

Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del abismo.


La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el vino de la vida, y han hallado completo consuelo.

San Efrén de Siria


LA ANUNCIACIÓN DE LA VIRGEN


(Himno al Nacimiento de Cristo)

Volved la mirada a María. Cuando Gabriel entro en su aposento y comenzó a hablarle, Ella pregunto: ¿cómo se hará esto? (Lc 1,34). El siervo del Espíritu Santo le respondió diciendo: para Dios nada es imposible (Lc 1,37). Y Ella, creyendo firmemente en aquello que había oído, dijo: he aquí la esclava del Señor (Lc 1,38). Y al instante descendió el Verbo sobre Ella, entro en Ella y en Ella hizo morada, sin que nada advirtiese. Lo concibió sin detrimento de su virginidad, y en su seno se hizo niño, mientras el mundo entero estaba lleno de Él (...). Cuando oigas hablar del nacimiento de Dios, guarda silencio: que el anuncio de Gabriel quede impreso en tu Espíritu. Nada es difícil para esa excelsa Majestad que, por nosotros, se ha abajado a nacer entre nosotros y de nosotros.

Hoy María es para nosotros un cielo, porque nos trae a Dios. El Altísimo se ha anonadado y en Ella ha hecho mansión, se ha hecho pequeño en la Virgen para hacernos grandes (...). En María se han cumplido las sentencias de los profetas y de los justos. De Ella ha surgido para nosotros la luz y han desaparecido las tinieblas del paganismo.

María tiene muchos nombres, y es para mí un grande gozo llamarla con ellos. Es la fortaleza donde habita el poderoso Rey de reyes, mas no salió de allí igual que entro: en Ella se revistió de carne, y así salió. Es también un nuevo cielo, porque allí vive el Rey de reyes; allí entro y luego salió vestido a semejanza del mundo exterior (...). Es la fuente de la que brota el agua viva para los sedientos; quienes han gustado esta bebida llevan fruto al ciento por uno.

Este día no es, pues, como la primera jornada de la creación. En aquel día las criaturas fueron llamadas al ser; en éste, la tierra ha sido renovada y bendecida respecto a Adán, por quien había sido maldecida. Adán y Eva, con el pecado, trajeron la muerte al mundo; pero el Señor del mundo nos ha dado en María una nueva vida. El Maligno, por obra de la serpiente, vertió el veneno en el oído de Eva; el Benigno, en cambio, se abajo en su misericordia y, a través del oído, penetro en María. Por la misma puerta por donde entro la muerte, ha entrado también la Vida que ha matado a la muerte. Y los brazos de María han llevado a Aquél a quien sostienen los querubines; ese Dios a quien el universo no puede abarcar, ha sido abrazado por María. El Rey ante quien tiemblan los ángeles, criaturas espirituales, yace en el regazo de la Virgen, que lo acaricia como a un niño. El cielo es el trono de su majestad, y Él se sienta en las rodillas de María. La tierra es el escabel de sus pies y Él brinca sobre ella infantilmente. Su mano extendida señala la medida del polvo, y sobre el polvo juguetea como un chiquillo.

Feliz Adán, que en el nacimiento de Cristo has encontrado la gloria que habías perdido. ¿Se ha visto alguna vez que el barro sirva de vestido al alfarero? ¿Quién ha visto al fuego envuelto en panales? A todo eso se ha rebajado Dios por amor del hombre. Así se ha humillado el Señor por amor de su siervo, que se había ensalzado neciamente y, por consejo del Maligno homicida, había pisoteado el mandamiento divino. El Autor del mandamiento se humillo para levantarnos.

Demos gracias a la divina misericordia, que se ha abajado sobre los habitantes de la tierra a fin de que el mundo enfermo fuera curado por el Médico divino. La alabanza para Él y al Padre que lo ha enviado; y alabanza al Espíritu Santo, por todos los siglos sin fin.

San Efrén de Siria

EVA Y MARIA



(Carmen 18,1)


Oh citara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz y canta la maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que llevo la vida al mundo.

Quien la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a preguntarse como una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy difícil de explicar, los incrédulos no osaran indagar sobre su Hijo.


Su Hijo aplasto la serpiente maldita y destrozo su cabeza. Curo a Eva del veneno que el dragón homicida, por medio del engaño, le había inyectado, arrastrándola a la muerte.

Como el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le quemara la llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.

Aquél que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habito en las entrañas de la hija de David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea por siempre su nombre!

El árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto que lo vivificase. El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en favor del hombre y le dono la vida.

El Verbo del Señor descendió de su trono; se llego a una joven y habito en ella. Ella lo concibió y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen purísima: supera toda alabanza.

Eva en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió, firmo y sello la sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían heridos por la muerte.

Y a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue una mujer quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajo al hombre de su dignidad.

Eva llego a ser rea del pecado, pero el débito paso a María, para que la hija pagase las deudas de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus gemidos a todas las generaciones.

María llevo el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acerco sus pechos a la hoguera y amamanto a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quién podrá hablar de Ella?

Los hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la tierra. Introdujeron la muerte. El Hijo de María lleno el orbe de vida y paz.


Los hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la puerta para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomo sobre su persona los dolores del mundo, para salvarlo.

María es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el rio de la vida, que con su agua irrigo el mundo y vivifico a los muertos.


Eres santuario inmaculado en el que moro el Dios rey de los siglos. En ti por un gran prodigio se obro el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre fue llamado Hijo por el Padre.

María es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva lleno de la sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo volver al Edén.

Dos madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María, Dios, que lleno al mundo de bendición.

¡Bendita, tu, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el Padre que nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu Paráclito que nos manifestó su misterio! Sea bendito su nombre.


o San Efrén de Siria


LA CANCIÓN DE CUNA DE MARIA


(Himno 18,1-23)

He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habito en el seno de una muchacha, Aquél que llena de si el mundo (...).

Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.


Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.

Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tu eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tu me sostienes en pie.

Mi mente esta turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.

Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable, como te llamo Isaías cuando profetizo sobre Ti

He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti

Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.

Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.

¡Cuanto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.

Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.

Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (...).

Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.

Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.


Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?

Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.

Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.


La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.

Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mi el fruto de la vida; por ti recobrara la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.

Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.



i San Efrén de Siria


San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), Padre de la Iglesia, expone en esta epístola una serie de cuestiones espirituales relativas a la vida monacal. Entre ellas son de gran valía sus consejos sobre la humildad, sobre la vivencia de la caridad, y su exhortación a que el cristiano sea siempre fiel a la Fe de la Iglesia Católica que ha recibido

Epístola de San Efrén de Siria a un discípulo

Mi bienamado en el Señor, cuando te aprestes a dar alguna respuesta, has de poner en tu boca, antes que cualquier otra cosa, la humildad, pues bien sabes que por ella todo el poder del enemigo se reduce a nada. Tú conoces la bondad de tu Maestro, a Quien blasfemaron, y como Él se hizo humilde y obediente incluso hasta la muerte. Hijo mío, trabaja por ti mismo para establecer la humildad en tu boca, en tu corazón, y en tu cuello, pues hay un mandamiento que la inculca. Recuerda a David, que se jactaba por su humildad y dijo "porque me humillo a mí mismo el Señor me ha liberado, y Él me ha bendecido"(1). Hijo mío, arráigate en la humildad y harás que las virtudes de Dios te acompañen. Y si es que permaneces en un estado de humildad, ninguna pasión, cualquiera que sea, tendrá poder para acercarse a ti.

No hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de sus ángeles descansa en aquel que es humilde. Más aun, cuando los ángeles lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes, pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna razón, aparte de que se ha hecho humilde.

Hijo mío, éstas son las virtudes de la humildad. Hijo mío, conserva la paz, porque está escrito, "Aquél que es sabio, en ese momento conservara la paz"(2). Mantén la paz hasta que te hagan alguna pregunta. Y cuando te pregunten, habla, y usa palabras humildes, y compórtate de manera humilde. No seas puro lamento. Si la pregunta es muy grande para ti, siéntate. Nunca hables mientras que otros hablan palabras de desprecio; contente, y no olvides que tus pensamientos deben ser: "No los he escuchado". A todas las palabras valiosas, préstales tu más ferviente atención. Porque está escrito "Si tu eres uno que actúa la palabra y no uno que la escucha, te engañas a ti mismo, hijo mío, en el Señor"(3). Te doy mandamientos desde el principio, guárdalos desde tu juventud. Mira lo que dijo Pablo. Dijo, "Además, desde el tiempo en que eras un niño conocías la Santa Escritura, que tiene el poder para salvarte".

Aprende la regla entera de los preceptos de la profesión del monje, y hazte querido en todos tus trabajos. Si tú, que eres joven, vas al desierto a tomar un lugar, y te estableces en uno que es muy grande para ti, y Dios está allí, no dejes el lugar en tu descontento para irte a otro. Deja que el desierto en que te has establecido te sea suficiente, no vayas a hacer que Él se moleste. Porque está escrito "No es una pequeña cosa en contra tuya el provocar a los hombres a la ira".

En el desierto en el que estas mantén esta manera de actuar, y no huyas de un lugar a otro. No vayas a llorar a la morada de nadie por causa de lo que crees, ni tampoco por los deseos de tu estomago. No estés en compañía del hombre agitado y problemático, y asegúrate de continuar con tu vida silenciosa, y no estés en la boca de los hermanos. Te suplico, mi amado en el Señor, que dejes que tu meta principal sea aprender; escuchar con atención (u obedecer) te dará la paz. Porque está escrito: "El provecho de la instrucción no es la plata". Cuídate del hábito de no escuchar (o de desobedecer). Que la palabra de Saúl no se realice en ti y en su generación, porque Dios es más fácilmente persuadido por la obediencia que por el sacrificio (4).

Éstas son, entonces, las reglas del oficio del monje. Debes comer con los hermanos. No levantes la cabeza hasta que no hayas terminado de comer. Come con la vestimenta con que te dejas ver en público. Si ocurre que eres el último en ser servido no digas: "Tráelo aquí, donde está sentado uno más grande que tu". Cuando desees tomar de la botella de agua, no dejes que tu garganta haga bulla como la de un hombre común. Cuando estas sentado en medio de los hermanos y tengas flema, no la escupas en medio de ellos, apártate a cierta distancia y escúpela allí.


Cuando estés durmiendo en cualquier lugar con los hermanos, no permitas que persona alguna se les acerque a menos de un codo de distancia. Si el trabajo es de carácter tranquilo no te duermas sobre una estera, más bien dóblala, porque eres un hombre joven. No duermas estirado, ni tampoco sobre tu espalda, para que no te molesten los sueños.

Cuando estés caminando con los hermanos, mantente siempre a alguna distancia de ellos, pues cuando caminas con un hermano haces que tu corazón esté ocioso. Si estas usando sandalias en tus pies, y el que camina contigo no tiene, quítatelas y camina como él, porque está escrito, "Sufre".

Haz el trabajo del predicador. Hazlo diligentemente mientras estás en tu habitación. No comas cuando el sol esta resplandeciendo. No enciendas una fogata para ti solo o te volverás un ostentoso. Cuando sea necesario calentarte, llama a algún hombre pobre y miserable que esté en el desierto contigo, mándalo en tu lugar, y serás alabado, al decir, "No pude comer mi pan solo".

Si estas en una montana, o en un lugar donde haya un hermano enfermo, visítalo dos veces al día: en la mañana, antes de que comiences a trabajar con tus manos y en la tarde. Porque está escrito, amado mío en el Señor, "Estuve enfermo y vosotros me visitasteis" (5). Cuando un hermano muera en la montana en donde estas, no te sientes en la celda en la que escuches la noticia, sino anda y siéntate con él y llora sobre él. Porque está escrito, "Llora al hombre fallecido, y camina con él hasta que haya sido enterrado", porque éste es el último servicio que uno puede realizar por su hermano. Saluda su cuerpo con compasión, diciendo, "Acuérdate de mi ante el Señor".

Hijo mío, haz todo lo posible por observar las cosas que he escrito para ti, pues ellas son las reglas del oficio del monje. Deja que la muerte se acerque a ti de día y de noche, porque tú sabes que ése que tú conoces es el que te hablara, diciéndote, "Yo nunca lo he puesto en mi corazón. Mis pies están en el umbral, viviré hasta que haya cruzado el umbral de la puerta". Hijo mío, pon toda tu mente ante Dios en todo momento y no dejes que todos estos inestables pensamientos te saquen del camino. Ten siempre a la vista los castigos que vendrán. Mientras estés en tu habitación hazte a ti mismo parecido a Dios.

Si un hermano viene a ti, regocíjate con él. Salúdalo. Prepara agua para sus pies. No olvides esto. Que él rece. Tú, siéntate. Saluda sus manos y sus pies. No lo molestes con preguntas como, "¿De dónde vienes?", porque está escrito, "De esta manera, algunos han recibido ángeles en su morada sin saberlo" (6). Créele a aquél que ha venido a ti inclusive como le creerías a Dios. Si él es un hombre más virtuoso que tu, le dirás a menudo, "Que tu favor esté sobre mí", esto es decir: "Te considero mi maestro". Guarda tu comida y come con él. Y si estas bajo compromiso de ayuno, quiébralo, porque está escrito, "Hijo mío, siempre me he mostrado gozoso de acompañar al hombre que quería caminar". Debes regocijarte con él, y estar contento. Haz lo más que puedas para que te bendiga tres veces, para que la bendición del ángel que entro con él caiga sobre ti.

Y como exige la misma Fe de la Iglesia Católica, no te permitas retroceder en ella, ni te pongas por ti mismo fuera de ella. Creemos en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, y su Hijo Único, Jesucristo, nuestro Señor, por quien se hizo el universo, y en el Espíritu Santo, es decir, en la Santísima Trinidad, que es la Divinidad completa. Él es Dios, Él estaba en Dios, Él es la Luz que viene de la Luz, Él es el Señor que viene del Señor. Él fue engendrado, no creado. Fue engendrado como hombre. Él no es una cosa creada, es Dios. Fue engendrado por la Santísima Virgen María, la mujer que llevo a Dios en su seno. Él tomó la carne del hombre por nuestro bien, (Él bajo) a la tierra, y desde ella se elevó. Se escogió predicadores, a los Santos Apóstoles, cuyas voces, de acuerdo a lo que está escrito, han sido escuchadas en toda la tierra (Ps 18). Fue crucificado. Fue atravesado con una lanza. De allí vino nuestra salvación, Agua y Sangre, es decir, el bautismo y la gloriosa Sangre, pues aquel que no ha recibido la Sangre no ha sido bautizado.

Haz esto hijo mío, mantén esta fe, y el Dios de la paz estará contigo, y te salvara, y te librara, y estarás en paz el resto de tus días. La salvación está en el Señor, hijo querido, en el Señor. Recuérdame mi bienamado en el Señor, por Jesús, el Cristo, Nuestro Señor, a quien le pertenecen la gloria y el poder, ¡por los siglos de los siglos! Amén.

Notas

(1) Ps 29,8-12.

(2) Am 5,13.

(3) 2Tm 3,15.

(4) cf. 1S 15,22.

(5) Mt 25,36.

(6) He 12,2.

San Efrén de Siria

HIMNO EN CONTRA


 

DE BAR-DAISAN (1)


Hay Un Ser, que se conoce a sí mismo y se ve a sí mismo.

Él habita en sí mismo,

y desde sí mismo se despliega.

Gloria a su Nombre.

Este es un Ser que por su propia voluntad está en todo lugar,

que es invisible y visible,

manifiesto y escondido.


Él está encima y debajo.

Familiar y condescendiente por su gracia entre los pequeños;

más sublime y más exaltado, como conviene a su gloria, que los elevados.

El veloz no puede exceder su presteza,

ni el tardo ir más allá que su paciencia.

Él esta antes de todo y después de todo,

y en medio de todo.

Él es como el mar,

y toda la creación se mueve en Él.

Como las aguas envuelven a los peces en todos sus movimientos,

así el Creador esta vestido con todo lo creado,

con lo grande y lo pequeño.

Y como los peces están escondidos en el agua,

así están escondidos en Dios la altura y la profundidad,



lo lejano y lo cercano,

y sus habitantes.

Y como el agua se encuentra con los peces adonde quiera que vaya,

así Dios se encuentra con todo el que camina.

Y como el agua toca al pez en cada giro que hace,

así Dios acompaña y mira a cada hombre en todos sus actos.

Los hombres no pueden mover la tierra, que es su carro,


así tampoco nadie se aleja del Único Justo, que es su socio.

El Único Bueno esta unido al cuerpo,

y es la luz de los ojos.

Un hombre no es capaz de escapar de su alma,


pues ella está con él.

Ni tampoco hay hombre escondido del Bueno,

pues Él lo envuelve.

Como el agua envuelve al pez y éste lo siente,

así también todas las naturalezas sienten a Dios.

Él se difunde en el aire,

y con tu aliento ingresa en lo más íntimo de ti

Él está unido a la luz,

e ingresa, cuando tú ves, en tus ojos.

Él está unido a tu Espíritu,

y te examina desde dentro, para saber quién eres.

Él habita en tu Espíritu,

y nada que está en tu corazón le es oculto.


Como la mente precede al cuerpo en todo lugar,

así Él examina tu alma antes que tú la examines.


Y como el pensamiento precede en mucho al acto,

así su pensamiento conoce de antemano lo que tú planearas.


Comparado con su impalpabilidad,

tu alma es cuerpo y tu Espíritu carne.

Él, que te creo,

es alma de tu alma,

Espíritu de tu Espíritu,


distinto de todo,

y esta unido a todo,

y manifiesto en todo,

un gran prodigio y una escondida maravilla insondable.

Él es el Ser cuya esencia ningún hombre es capaz de explicar.

Éste es el Poder cuya profundidad es inexpresable.

Entre las cosas vistas y entre las cosas escondidas

no hay nada que se compare a Él.

Éste es Aquél que creo y formo de la nada

todo lo que es.

Dios dijo:

¡Qué se haga la luz!

Una cosa creada.

Él hizo la oscuridad y se hizo de noche.

Observa: una cosa creada.

Fuego en las piedras,

agua en las rocas:

El Ser los creo.

Hay un Poder que los saco de la nada.

Contempla,

también hoy, el fuego no está en un almacén en la tierra.

¡Mira! Es continuamente creado

por medio de pedernales.

Es el Ser quien ordena su existencia

por medio de Él mismo, que la sostiene.

Cuando Él quiere la enciende,

cuando Él quiere la apaga

a manera de llamar la atención al obstinado.


En la gran alameda se enciende un fuego por la fricción de un madero.

La llama devora,

se vuelve fuerte,

y al final sucumbe.


Si fuego y agua son seres y no creaturas,


entonces antes que la tierra fuera,

¿Donde estaban ocultas sus raíces?

Quienquiera que va a destruir su vida,


abre su boca para hablar de todo.

Quienquiera que se odia a sí mismo

y no se circunscribe a Dios

piensa que es una gran impiedad que alguien se crea un erudito.

Y si piensa que ha dicho la última palabra

ha alcanzado el paganismo,

¡Oh Bar Daisan,


hijo del Rio Daisa,


cuya mente es liquida como su nombre!

Notas

(1) San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), conocido como "La Lira del Espíritu Santo", por la belleza y profundidad de sus poesías, se preocupo por refutar los errores que poco más de un siglo antes el doceta Bar Daisan (154-222 d.C. aprox.) había propagado por medio de sus difundidos himnos, tratando de unir sus conocimientos de ocultismo con el cristianismo, y que sus seguidores, en tiempos de Efrén, continuaban exponiendo. (volver)

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