lunes, 27 de mayo de 2013

Mariana de Jesús de Paredes, Santa


La Azucena de Quito, Mayo 26
 
Mariana de Jesús de Paredes, Santa
Mariana de Jesús de Paredes, Santa

La Azucena de Quito
Mayo 26

Martirologio Romano: En Quito, en Ecuador, santa Mariana de Jesús de Paredes, virgen, que consagró su vida a Cristo en la Tercera Orden de San Francisco y empleó sus fuerzas en ayudar a los pobres indios y negros (1645).

Etimológicamente: Mariana = Aquel consagrado o dedicado a la virgen María, es de origen latino.

Mariana de Jesús Paredes y Flores, nació en Quito (Ecuador) el 31 de octubre de 1618, era Hija del capitán español Jerónimo de Paredes y Flores y de la noble Mariana Jaramillo. Antes de cumplir los siete años se quedó huérfana y pasó a encargarse de su educación una de sus siete hermanas, Jerónima, esposa del capitán Cosme de Miranda. Pronto empezó a cultivar una intensa piedad y mortificación y, bajo la dirección del jesuita Juan Camacho, hizo voto de virginidad perpetua. Sin ingresar en ninguna Orden religiosa se consagró a la oración y a la penitencia en su propia casa hasta límites insospechados. Se propuso cumplir aquel mandato de Jesús: "Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo". Y desde muy niña empezó a mortificarse en la comida, en el beber y en el dormir. Su afán apostólico y de caridad hacia los demás le llevaron a intentar ejercer de misionera entre los indios mainas y a asistir a los enfermos y desgraciados.

El 6 de noviembre de 1639 ingresó en la Tercera Orden de Penitencia de San Francisco de Asís, la que mejor se acomodaba a su espíritu de renuncia.

María recibió de Dios el don de consejo y así sucedía que los consejos que ella daba a las personas les hacían inmenso bien. También solía anunciar hechos que iban a suceder en lo futuro (incluyendo la fecha de su muerte, que según anunció sería un viernes 26). Tenía un don especial para poner paz entre los que se peleaban y para lograr que algunas personas dejaran de pecar.

Se la llama "La Azucena de Quito" porque en una enfermedad le hicieron una sangría y la muchacha de servicio echó en una matera la sangre que le había sacado a Mariana, y en esa matera nació una Azucena. Con esa flor es pintada en los cuadros.

En 1645 hubo en Quito un gran terremoto, que causó muchas muertes por una terrible epidemia, que tenía aterrorizada a la ciudad. Un Padre Jesuita dijo en un sermón: "Dios mío: Yo te ofrezco mi vida para que se acaben los terremotos". Pero Mariana exclamó: "No, Señor. La vida de este sacerdote es necesaria para salvar muchas almas. En cambio yo no soy necesaria... te ofrezco mi vida para que cesen esos terremotos" La gente se admiró de esto, y aquella misma mañana ella empezó a sentirse muy enferma, y murió el 26 de Mayo de 1645. Dios le tomó la palabra y ya no se repitieron los terremotos y no murió más gente por ese mal. Por eso el Congreso del Ecuador le dio en 1946 el título de "Heroína de la Patria".

Fue beatificada por el Papa Pío IX el 20 de noviembre de 1853 y canonizada por Pío XII, el 4 de junio de 1950. Su festividad se conmemora el 26 de Mayo.

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Santa Mariana de Jesús de Paredes, virgen
fecha: 26 de mayo
fecha en el calendario anterior: 2 de junio
n.: 1618 - †: 1645 - país: Ecuador
otras formas del nombre: María Ana de Jesús
canonización: B: Pío IX 20 nov 1853 - C: Pío XII 9 jul 1950
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.
En Quito, en Ecuador, santa Mariana de Jesús de Paredes, virgen, que en la Tercera Orden Regular de San Francisco consagró su vida a Cristo, empleando sus energías en ayudar a los indígenas pobres y a los negros.

Mariana de Jesús de Paredes y Flores es la primera santa de la república del Ecuador y fue proclamada heroína nacional. Nació en Quito el 31 de octubre de 1618, octava y última de los hijos del capitán español Jerónimo Flores de Paredes, nacido en Toledo y de Maríana Granobles Jaramillo, nacida en Quito. Quedó huérfana de padre a los cuatro años y de madre a los seis, y fue educada por su hermana mayor, Jerónima, casada con el capitán Cosme de Casa Miranda.

Inclinada desde su infancia a los ejercicios de piedad y de mortificación, hizo la primera comunión a los siete años, e hizo el voto de virginidad tomando el nombre de Mariana de Jesús. Hizo los ejercicios espirituales, y como Santa Teresa, quiso huir de su casa con una prima suya para ir a evangelizar a los Indios Mainas.

Esta iniciativa no tuvo éxito como tampoco la de retirarse a una capilla a los pies del volcán Pichincha, para implorar a la Virgen la protección contra los peligros del volcán. Su familia no logró conseguirle el permiso para entrar entre las Hermanas Franciscanas; entonces ella decidió ingresar a la Tercera Orden de San Francisco y se retiró a una alcoba de su propia casa, se vistió con un sayal marrón y comenzó una vida de completo recogimiento, de largas oraciones y de terribles penitencias. Estas austeridades no cambiaron su carácter alegre: tocaba la guitarra, consolaba a los tristes, reconciliaba a negros e indios y hacía milagros.

Pero su salud se resintió con las penitencias a las cuales se añadieron dolorosas sangrías de parte de los médicos. Con ocasión de los terremotos y de las epidemias que tuvieron lugar en Quito en 1645, Marianita, como la llamaban sus contemporáneos, ofreció su vida por sus conciudadanos. En su encierro fue atacada por fiebre altísima y fuertes dolores. Al mismo tiempo que progresaba la enfermedad de la Santa, iba disminuyendo la peste en la ciudad, el terremoto en cambio había cesado en el momento de su heróico ofrecimiento. En los últimos tres días perdió la palabra y sólo el último día aceptó hacerse tender en un lecho. Hacía tiempo que había expresado a sus familiares el deseo de que después de muerta la vistieran con el hábito franciscano que siempre tenía en su celda, mientras desde muchos años antes llevaba el escapulario y el cordón de la Tercera Orden franciscana, recibidos de los Hermanos Menores, por consejo de su confesor. Predijo el día y hora de su muerte, que tuvo lugar a las 22 horas del día 26 de mayo de 1645. Tenía 26 años, 6 meses y 26 días de edad. Su muerte fue llorada por toda la ciudad. En los labios de todos estaba esta expresión: «Ha muerto la Santa». Sus funerales fueron un triunfo, una explosión de agradecimiento y de profunda veneración por la admirable conciudadana, por la generosa víctima, por su salvadora. Fue canonizada por Pío XII el 9 de julio de 1950.
 

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