El santo padre Francisco celebró ayer por la tarde en la basílica de San Pedro, la Profesión de fe con el Episcopado italiano, reunido en la 65ª Asamblea general.
El papa animó a los obispos en su labor en las diócesis invitándoles al diálogo con las instituciones culturales, sociales, políticas y les habló de su labor como obispos, pastores del rebaño.
En la meditación que realizó el pontífice, reflexionó sobre las lecturas escuchadas durante la celebración de la Palabra. Además señaló la importancia de que "nuestro primer encuentro sea aquí, sobre el lugar que custodia no solo la tumba de Pedro, sino la memoria viva de su testimonio de fe, de su servicio a la verdad, de su donarse hasta el martirio por el Evangelio y por la Iglesia".
Francisco repitió las palabras que Jesús dirige a Pedro "¿me amas?", una pregunta que "debe resonar también en nuestro corazón de obispos", que empuja a "mirarnos dentro, a entrar de nuevo en nosotros mismos. Cada ministerio, añadió "se funda sobre esta intimidad con el Señor; vivir de Él es la medida de nuestro servicio eclesial, que se expresa en la disponibilidad a la obediencia, al abajamiento [...] a la donación total".
Lo que debe diferenciar el ministerio pastoral, explicó al santo padre, es la consecuencia de amar al Señor: darlo todo, incluida la vida, por Él. "Con el servicio de nuestra autoridad estamos llamados a ser signo de la presencia y de la acción del Señor resucitado, a edificar por lo tanto, la comunidad en la caridad fraterna", continuó.
El papa también advirtió que la falta de vigilancia hace tibio al Pastor, "lo hace distraído, olvidadizo e incluso impaciente; lo seduce con la perspectiva de la carrera, el señuelo del dinero y los compromisos con el espíritu del mundo" y por tanto "se corre el riesgo, entonces, como el apóstol Pedro, de negar al Señor".
Recordó que "la pregunta insistente y sincera de Jesús puede dejarnos doloridos y más conscientes de la debilidad de nuestra libertad" suscitando "pérdida, frustración, incluso incredulidad". Y de estos sentimientos se aprovecha el enemigo para "aislar en la amargura, en la lamentación y en el desaliento". Matizó además que "Jesús, buen Pastor, no humilla ni abandona al arrepentido".
Ser Pastores, dijo el papa "creer cada día en la gracia y en la fuerza que nos viene del Señor, no obstante nuestra debilidad, y asumir hasta el fondo la responsabilidad de caminar delante del rebaño, liberando de las cargas que dificultan la sana celeridad apostólica y sin vacilar en la guía, para hacer reconocible nuestra voz tanto de los que abrazan la fe, como de los que todavía 'no son de este corral'".
El santo padre recordó que el Pastor debe estar dispuesto a caminar en medio y detrás de las ovejas también y ser capaces "de escuchar la silenciosa historia de quien sufre y de apoyar el paso de quien teme no ser capaz". Invitó a dejar de lado la arrogancia para inclinarse frente a los que " el Señor nos ha confiado a nuestro cuidado". A propósito de esto, el papa Francisco pidió especial atención para "nuestros sacerdotes" que son "nuestros hijos y nuestros hermanos".
Finalizó explicando que esta renovación no es "un acto formal" sino un renovar la respuesta al "sígueme" que lleva a desplegar " la propia vida según el proyecto de Dios".
El papa animó a los obispos en su labor en las diócesis invitándoles al diálogo con las instituciones culturales, sociales, políticas y les habló de su labor como obispos, pastores del rebaño.
En la meditación que realizó el pontífice, reflexionó sobre las lecturas escuchadas durante la celebración de la Palabra. Además señaló la importancia de que "nuestro primer encuentro sea aquí, sobre el lugar que custodia no solo la tumba de Pedro, sino la memoria viva de su testimonio de fe, de su servicio a la verdad, de su donarse hasta el martirio por el Evangelio y por la Iglesia".
Francisco repitió las palabras que Jesús dirige a Pedro "¿me amas?", una pregunta que "debe resonar también en nuestro corazón de obispos", que empuja a "mirarnos dentro, a entrar de nuevo en nosotros mismos. Cada ministerio, añadió "se funda sobre esta intimidad con el Señor; vivir de Él es la medida de nuestro servicio eclesial, que se expresa en la disponibilidad a la obediencia, al abajamiento [...] a la donación total".
Lo que debe diferenciar el ministerio pastoral, explicó al santo padre, es la consecuencia de amar al Señor: darlo todo, incluida la vida, por Él. "Con el servicio de nuestra autoridad estamos llamados a ser signo de la presencia y de la acción del Señor resucitado, a edificar por lo tanto, la comunidad en la caridad fraterna", continuó.
El papa también advirtió que la falta de vigilancia hace tibio al Pastor, "lo hace distraído, olvidadizo e incluso impaciente; lo seduce con la perspectiva de la carrera, el señuelo del dinero y los compromisos con el espíritu del mundo" y por tanto "se corre el riesgo, entonces, como el apóstol Pedro, de negar al Señor".
Recordó que "la pregunta insistente y sincera de Jesús puede dejarnos doloridos y más conscientes de la debilidad de nuestra libertad" suscitando "pérdida, frustración, incluso incredulidad". Y de estos sentimientos se aprovecha el enemigo para "aislar en la amargura, en la lamentación y en el desaliento". Matizó además que "Jesús, buen Pastor, no humilla ni abandona al arrepentido".
Ser Pastores, dijo el papa "creer cada día en la gracia y en la fuerza que nos viene del Señor, no obstante nuestra debilidad, y asumir hasta el fondo la responsabilidad de caminar delante del rebaño, liberando de las cargas que dificultan la sana celeridad apostólica y sin vacilar en la guía, para hacer reconocible nuestra voz tanto de los que abrazan la fe, como de los que todavía 'no son de este corral'".
El santo padre recordó que el Pastor debe estar dispuesto a caminar en medio y detrás de las ovejas también y ser capaces "de escuchar la silenciosa historia de quien sufre y de apoyar el paso de quien teme no ser capaz". Invitó a dejar de lado la arrogancia para inclinarse frente a los que " el Señor nos ha confiado a nuestro cuidado". A propósito de esto, el papa Francisco pidió especial atención para "nuestros sacerdotes" que son "nuestros hijos y nuestros hermanos".
Finalizó explicando que esta renovación no es "un acto formal" sino un renovar la respuesta al "sígueme" que lleva a desplegar " la propia vida según el proyecto de Dios".
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