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María Celina de la Presentación, Beata |
María Celina de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María (en el siglo, Jeanne Germaine Castang) nació en Nojals, aldea de Dordoña (Francia), el 24 de mayo de 1878. Sus padres, Germain Castang y Marie Lafage, humildes campesinos pero testigos ejemplares del Evangelio, tuvieron doce hijos.
Fue bautizada el mismo día de su nacimiento y puesta bajo la protección de la Madre del Señor. A la edad de cuatro años, mientras jugaba con sus hermanos, cayó en las aguas heladas de un arroyo. El accidente le causó poliomielitis, privándola del uso de la pierna izquierda. A pesar de esa discapacidad, la niña no se encerró en sí misma, sino que colaboraba en los quehaceres domésticos. Frecuentó la escuela de su aldea, dirigida por las Hermanas de San José de Aubenas, y se destacó por su inteligencia y jovialidad. Se integró, además, en las actividades parroquiales.
En 1887 la familia, por una grave crisis económica, se vio obligada a abandonar su hermosa casa y trasladarse a vivir en una casucha en el campo. En la situación de indigencia de la familia, Jeanne Germaine, a sus diez años, dando muestras de humildad y disponibilidad, llegó incluso a ir al pueblo a pedir limosna para que sus padres y sus hermanos pudieran comer. Tuvo que abandonar la escuela y dejar de frecuentar diariamente la parroquia, porque le quedaba muy lejos.
En febrero de 1891, en el hospital infantil de Burdeos, se sometió a la operación de la pierna. Permaneció cinco meses en este centro de salud, soportando el dolor con «paciencia angélica», como testimoniaron las enfermeras del hospital, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. En julio de ese mismo año, aún convaleciente, entró en el Instituto «Nazaret» de Burdeos, dirigido por las Hermanas de Jesús María de Le Dorat, que acogía muchachas con dificultades, para recibir los cuidados que su familia no podía proporcionarles. Fue un período fecundo de su vida, porque allí comenzó a discernir con mayor claridad la voluntad de Dios para ella.
El 12 de junio de 1892 recibió, con extraordinaria devoción, la primera Comunión; y en julio sucesivo la Confirmación. Ya entonces daba la impresión de vivir constantemente en la presencia de Dios. El 29 de diciembre de ese año murió su madre y ocho días después su hermano mayor; por eso, Jeanne Germaine tuvo que encargarse de sus dos hermanas pequeñas, a las que se llevó al Instituto «Nazaret» de Burdeos.
Para entonces ya pensaba en consagrarse a Dios. Cuando las religiosas de San José de Aubenas, congregación a la que pertenecía su hermana mayor, acogieron a sus dos hermanas pequeñas, ella por fin pudo llevar adelante su plan de consagración total al Señor. Primero solicitó el ingreso en las clarisas de Burdeos y luego en las Religiosas de Jesús María de Le Dorat, pero no la aceptaron por su cojera y porque aún no tenía quince años. Tuvo que esperar.
Por fin, a los 18 años, el 12 de junio de 1896 pudo ingresar como postulante en el cercano monasterio «Ave María» de las clarisas, y el 21 de noviembre de ese mismo año vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Celina de la Presentación de la Santísima Virgen María.
En el convento conservó la actitud de caridad y servicio que la había caracterizado en su familia, y progresó sobre todo en el camino de la humildad, la mortificación y el ocultamiento. Su salud comenzó a empeorar. La enfermedad, que se manifestó en una grave forma de tuberculosis, reveló la grandeza de su fe y la firme voluntad de completar en su frágil cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo.
Pocos días antes de su muerte, escribió en su diario: «No te complacen los holocaustos ni las víctimas. ¡Heme aquí! He venido para tomar mi cruz. Me ofrezco como víctima, como Jesús... Hasta ahora he sacrificado todo: afectos, pensamientos... ¿Deberé ser ahora menos generosa? No. ¡Heme aquí! Corta, quema, amputa, haz de mí lo que quieras, con tal de que mi amor a ti aumente siempre más y más. Sólo pido esto».
El 30 de mayo de 1897, ciento noventa días después de ingresar en el noviciado, tras emitir la profesión religiosa «in artículo mortis», María Celina entregó su alma a Dios.
La beatificó el papa Benedicto XVI, y presidió la ceremonia de la beatificación, celebrada en Burdeos el 16 de septiembre de 2007, el cardenal José Saraiva, Prefecto de la Congregación para las causas de los santos.
Beata María Celina de la Presentación, virgen
fecha: 30 de mayo n.: 1878 - †: 1897 - país: Francia otras formas del nombre: Jeanne Germaine Castang canonización: B: Benedicto XVI 16 sep 2007 hagiografía: Frate Francesco
En Burdeos, Francia, beata María Celina de la Presentación (Jeanne Germaine Castang), virgen.
Jeanne-Germaine Castang nació el 24 de mayo en Nojals, al Este de Bergerac (Perigord, cerca de Burdeos, en la Aquitania francesa). Su padre procedía de una familia de terratenientes y su madre de una familia de notarios. Quinta de once hermanos, era una niña alegre y muy espabilada, con un carácter bien templado. A los cuatro años se le paralizó una pierna por causa de una poliomelitis. Las hermanas de San José completaron su educación. A pesar de su tierna edad, sobresalía ya por una gran devoción eucarística.
Su padre había abierto una tienda-café, pero el negocio le fue mal, y perdió la casa, viéndose obligado a instalarse en una granja abandonada e insalubre. Era el año 1888, y los Castang no tenían ni siquiera para comer. La pequeña Germana, con apenas diez años, tomó entonces la generosa iniciativa de ir a mendigar alimentos para su familia, llamando humildemente a las puertas de los vecinos. Y también tuvo la inspiración de ofrecer su vida al Señor, a cambio de que sus seres queridos no sufrieran más.
Poco después, su padre encontraba trabajo en Burdeos, y pudo llevarse consigo, poco después, a toda la familia. Tres de sus hijos habían muerto en Nojals, y otros morirían en Burdeos, de tuberculosis y desnutrición. Mientras su padre trabajaba de vigilante de un castillo en La Réole, Germana permanecía en Burdeos, acogida por caridad por las hermanas de Nazaret, donde se preparó para la primera Comunión y la Confirmación, al tiempo que iba madurando en ella la vocación religiosa. Transcurridos cinco años, debido a la muerte prematura de su madre, y al ingreso de su hermana mayor en un convento, Germana tuvo que regresar a casa, para ocuparse de las tareas domésticas y de su hermano mayor, Luis, gravemente enfermo de tuberculosis, hasta su muerte en 1893.
Entrada en la adolescencia, Germana deseaba ser religiosa. Su primer deseo habría sido entrar con las Clarisas. Un día, mientras paseaba con una amiga, ésta le propuso ir a visitar a unas clarisas que ella conocía. La abadesa se percató de que aquella joven era un alma excepcional, modesta y humilde. Fue admitida en la comunidad del Ave María, de Talence, el 12 de junio de 1896. El 21 de noviembre vestía el hábito de la Segunda Orden Franciscana, empezando el noviciado con el nombre de sor Maria Celina de la Presentación.
A pesar de la tuberculosis y de su minusvalía, soportó pacientemente los rigores de la vida de las monjas contemplativas, con un amor creciente hacia Dios, a las hermanas y por la Iglesia. Con gran humildad y discreción acogía las manifestaciones sobrenaturales con que el Señor la regalaba, mientras se agravaba su salud con una tisis ósea. Pero ella todo lo soportaba pacientemente y con alegría. Murió el 30 de mayo de 1987, a la edad de 19 años, no sin antes haber pronunciado los votos de obediencia, pobreza y castidad. Antes de morir había escrito a su hermana: «No me importa morir, te espero en el cielo. Allá arriba no me olvidaré de nadie...» Después de su muerte se manifestó a muchas personas por medio de perfumes, por lo que se la conoce como «la santa de los perfumes».
Fue beatificadda el 16 de septiembre de 2007. «En su pequeñez, la beata Maria Celina de la Presentación se ha hecho grande a los ojos de Dios, y hoy manifiesta a todos el resultado de su total abandono al amor del Padre», manifestó el cardenal Saraiva durante la ceremonia de beatificación. Y ha añadido que «viviendo en la pobreza, ha sabido alcanzar la cima de la santidad. Podemos definir a la beata Maria Celina como 'pequeña', sobre todo porque eligió ser Hermana Pobre de Santa Clara y, por tanto, pequeña en el sentido que le da Jesús en el Evangelio de Lucas, cuando habla de un misterio escondido a los doctos y sabios, y revelado solamente a los más pequeños ... La Iglesia de Burdeos -concluyó el cardenal- tiene ahora oficialmente una nueva amiga cerca de Dios».
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