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|  |  | Francisco Patrizi de Siena, Beato |  
Presbítero ServitaMartirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Francisco  Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María,  que con admirable celo se entregó a la predicación, la  dirección espiritual y el ministerio de la penitencia (1328).
 Etimológicamente: Francisco = Aquel que porta la bandera, es de origen  germánico.
  El beato Francisco nació en  Siena el año 1266. 
 Su piadosos padres fueron Arrighetto y  Raynaldesca. Según leemos en un escrito de fray Cristóbal de  Parma, que fue su compañero y padre espiritual, Francisco siendo  de corta edad, acudía con frecuencia a la iglesia y  escuchaba asiduamente la palabra de Dios.
 
 Embriagado por la elocuencia  de fray Ambrosio Sansedonio, predicador insigne, e impresionado por sus  palabras, con las que en otro tiempo había ensalzado con  gran fervor las excelencias de la vida solitaria y dedicada  a la oración, determinó retirarse a vivir en soledad. Pero  lo retuvo el amor a su madre, que estaba ciega,  y a quien cuidó con gran cariño.
 
 Al morir ésta,  cuando él tenía veintidós años y con la posibilidad de  realizar su ardiente deseo de vida eremítica, le pareció oír  una voz interior que le sugería: “El mal no está  en el trato con los hombres, sino en la imitación  de sus vicios” y que Dios vería con agrado que  se dedicara, con la palabra y el ejemplo, a conducir  a los hombres por el camino del bien.
 
 Entonces él,  que ya desde la niñez había elegido a “la gloriosa  Virgen como especial Madre y señora” y le había profesado  siempre una gran reverencia, tanto en el alma como en  el cuerpo, pidió y fue admitido en la Orden de  los Siervos de santa María.
 
 En el trato fraterno, aumentaron aún  aquellas virtudes que habían adornado el alma de Francisco cuando  vivía en el mundo: la caridad para con todos, el  amor a la penitencia y a la pobreza, la humildad  de corazón, la guarda de la castidad, la paciencia en  las adversidades, la filial devoción a la santísima Virgen, a  la que llamaba Señora y a la que invocaba con  mucha frecuencia por su dulcísimo nombre.
 
 Ordenado sacerdote, mostró un gran  amor a la Eucaristía, y así, cuando celebraba, se le  veía tan inundado de gozo y alegría que “cualquiera hubiese  creído – dice su biógrafo – que vía sin el  velo de los sacramentos a Cristo glorioso encarnado”. Tuvo un  particular interés en explicar la palabra de Dios, y, para  hacerlo con más eficacia, se preparaba más con la oración  que con los libros, ya que estaba persuadido de que  no la erudición sino la unción, no la ciencia sino  la conciencia, no los escritos sino la caridad enseñan la  verdadera teología.
 
 Era tanta su entrega en la celebración del sacramento  de la penitencia, en el dar saludables consejos, en el  apaciguar las discordias, en ayudar a los necesitados, en atender  a los enfermos, que acudían a él hombres y mujeres  de toda edad y condición.
 
 A la edad de sesenta y  tres años, poco antes de la solemnidad de la Ascensión  del Señor, presintió que se acercaba la hora de su  muerte. Entonces, como el que se dispone a emprender un  viaje, dispuso en orden a sus libros y enseres personales,  visitó y bendijo a sus hijos espirituales. La vigilia de  la Ascensión quiso comer con la comunidad, en señal de  fraternidad y de despedida.
 
 El día de la Ascensión – según  refiere fray Cristóbal de Parma – purificó su alma con  el sacramento de la penitencia; luego, aunque estaba casi extenuado,  celebró la santa misa y con el permiso del prior  se puso en camino hacia el pueblo de Prisciano, situado  en las inmediaciones de Siena, para predicar allí la palabra  de Dios. El biógrafo citado parece haber querido expresar el  sentido y la índole de toda la vida del beato  Francisco, al representarlo, a punto de morir, cumpliendo en el  camino un deber de reverencia para con la Virgen: “Salió  al encuentro del siervo de Dios una mujer desconocida, la  cual, desde una casa de campo se le aproximó con  un ramo de rosas, y le dijo: ‘Fray Francisco, aceptad  estas rosas’. El siervo de Dios las recibió de buen  grado de sus manos y, haciendo acopio de todas sus  fuerzas, las llevó a una imagen de la Virgen gloriosa  que estaba pintada en una ermita que allí había y  , habiendo comenzado la salutación angélica, poco a poco hincó  en tierra la rodilla derecha y a continuación se desplomó  todo él por el lado derecho, ofreciéndose a sí mismo,  como flor y lirio, él que era virgen, a la  Virgen, en la inminencia de su muerte”.
 
 Francisco fue llevado medio  muerto al convento y allí, en presencia de los frailes,  expiró, el 26 de mayo de 1328. Su cuerpo fue  sepultado con honor en la basílica de Santa María de  los Siervos en Siena. Benedicto XIV confirmó su culto el  año 1743.
 
 (Texto tomado del "Propio del Oficio de la Orden  de los Siervos de María")
 
 ORACION
 Infunde, Señor, en nosotros
 la suave piedad  y el amor fuerte
 con que tu siervo Francisco
 veneró a la  Madre de tu Hijo
 y se entregó a la dirección espiritual
 de  tu pueblo.
 Por Jesucristo nuestro Señor.
 Amén.
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Beato Francisco Patrizi, religioso presbítero 
fecha: 26 de mayofecha en el calendario anterior: 12 de mayo
 n.: 1266 - †: 1328 - país:  Italia
 otras formas del nombre: Franco de Siena
 canonización:  Conf. Culto: Benedicto XIV 1743
 hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 
En Siena, de la Toscana, beato Francisco Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con admirable celo se entregó a la predicación, a la dirección espiritual y al ministerio de la penitencia. 
 
 
Uno de los hombres ilustres de la Orden de los Servitas y, ciertamente no el menor, fue el beato Francisco Arrighetto. El beato descendía de la noble familia Patrizzi de Siena y, generalmente, se le conoce por ese apellido. Francisco hubiese querido retirarse a la soledad a vivir como anacoreta, pero el deber filial le obligó a quedarse con su madre, que era viuda y estaba ciega. A la muerte de ésta, tomó el hábito de la Orden de los Siervos de María de manos de san Felipe Benizi y pronto se convirtió en un predicador y misionero muy famoso. Su confesonario estaba siempre lleno. Su popularidad parece haber despertado cierta envidia entre sus hermanos. Afligido y perplejo por el conflicto al que daba lugar, Francisco invocó a la Santísima Virgen para que le ayudase a sortear aquel contratiempo y, súbitamente, quedó sordo. La enfermedad no duró mucho tiempo, pero hizo comprender al beato que Dios quería que le sirviese más con la lengua que con los oídos. Dotado de una extraordinaria capacidad para improvisar, Francisco se dedicó a predicar incansablemente. Practicaba toda clase de mortificaciones corporales, pero jamás íba demasiado lejos en el ayuno, pues sabía que necesitaba de todas las fuerzas que Dios le había dado para hacer el bien. El beato predijo que su muerte tendría lugar el día de la Ascensión en 1328. Ese día salió a predicar, como se lo habían pedido, pero murió en el camino. El biógrafo del beato cuenta, muy por menudo, su conmovedora muerte. Francisco Patrizzi vivió siempre en Siena, donde se le venera todavía. Su culto fue aprobado en 1743.
Todo lo que sabemos sobre el beato Francisco se halla en la biografía publicada en Analecta Bollandiana, vol. XIV (1895), pp. 167-197, por el P. Soulier, O.S.M. El autor de dicha biografía es el P. Cristóbal de Palma, contemporáneo del beato. Imagen del beato en la fachada exterior de la iglesia de San Marcello al Corso, en Roma. 
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI | 
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