lunes, 27 de mayo de 2013

El Espíritu Santo en la Biblia: Corazón y espíritu nuevos en Ezequiel

 (Ez 36, 23-27)

 


DURERO Alberto Trinidad Xilografia 1511

Texto a estudiar: Ez 36, 23-27
 
23 Las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del Señor Dios-, cuando haga brillar ante sus ojos mi santidad en vosotros 24 Entonces yo os tomare de entre las naciones, os reuniré de todos los países extranjeros y os conduciré de nuevo a vuestro suelo 25 Derramaré sobre vosotros un agua pura y quedareis purificados, os purificaré de todas vuestras suciedades y de todas vuestras manchas 26 Y os daré un corazón nuevo quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne 27 Pondré mi espíritu en vosotros y hare que caminéis según mis leyes y que observéis y practiquéis mis preceptos
 
EL CONTEXTO

Este célebre texto forma parte de la segunda época del ministerio del profeta, cuando Israel estaba en el destierro. El desastre se ha abatido sobre Jerusalén; el pecado ha sido castigado. En estas circunstancias, resulta difícil mantener todavía las esperanzas. Ezequiel, que había anunciado de manera implacable el castigo que se había merecido el pueblo, se pone ahora a anunciar la esperanza. Es posible el porvenir, pero no a cualquier precio. El Dios de Israel seguirá ocupándose de su pueblo.
  • Nuestro texto forma parte de una unidad literaria más amplia, la que forman los v. 16-38; aunque se incluyan allí algunas añadiduras más tardías, este conjunto es ciertamente obra de Ezequiel. Se trata de una visión panorámica de la renovación que el profeta ofrece a su pueblo en nombre de su Dios.
  • Después de una corta presentación de la historia del pueblo, destinada a subrayar hasta qué punto Israel tiene bien merecido el castigo del destierro, el profeta se vuelve decididamente hacia el porvenir: insiste en las razones de este cambio, en los medios que van a ponerse por obra y en las consecuencias que se seguirán. Dios va a actuar por causa de su nombre que ha sido profanado e insultado entre los pueblos a los que ha sido desterrado Israel. El texto que nos ocupa se detiene más especialmente en los medios y consecuencias de este renacimiento.
EL RENACIMIENTO DE ISRAEL
Los medios son particularmente radicales: se trata de cambiar simplemente el corazón y el espíritu del pueblo. Nos encontramos lógicamente con una imagen adaptada a la mentalidad de la época:
  • el corazón era la sede de la inteligencia, una inteligencia que permite no solamente saber, sino convivir. En efecto, conocer quiere decir «nacer con».
  • Por otra parte, no hemos de creer que el corazón y el espíritu sean dos entidades diferentes. Se trata, sobre todo en esta frase, de un paralelismo para decir la misma cosa: Israel va a ser re-hecho.
Porque el profeta, como Jeremías, ha llegado a la conclusión de que para que Israel pueda vivir en relación con su Dios, tiene que rehacerse. Se impone una nueva creación. De lo contrario, volvería a caer en los mismos errores. Este ofrecimiento de un corazón nuevo y de un espíritu nuevo es el fruto de la experiencia del pecado de Israel y la condición sine qua non para que Israel tenga un porvenir.
En el texto se habla ante todo de un espíritu nuevo y luego el Señor, por labios de su profeta, anuncia el don de “mi” espíritu. Para que sea posible la relación, para que pueda situarse en el nivel querido por Dios, éste llega hasta el fondo de su generosidad y ofrece compartir con el pueblo su mismo espíritu. De este modo, la intimidad de Dios con su pueblo se muestra prometida hasta un grado inesperado.
De forma paralela, conviene señalar que la promesa del profeta relativa al renacimiento de Israel, con el don de un corazón y de un espíritu nuevos, va rodeada de un revestimiento cultual muy importante, que toma la forma de una especie de purificación litúrgica.
  • En efecto, se hace mención de una purificación de agua pura. Se muestra aquí muy clara la personalidad del sacerdote Ezequiel convertido en profeta. Proyecta las esperanzas del pueblo en sus categorías de sacerdote.
  • Israel ha pecado, está impuro; por tanto, tiene que ser purificado mediante una aspersión de agua pura.
Pero en cuanto profeta y portavoz del Señor, Ezequiel se da perfectamente cuenta de que el culto es ampliamente insuficiente. Se necesita algo muy distinto del culto: una intervención directa y particular del Señor, el don del espíritu, de su espíritu: la renovación total de Israel. Se comprende entonces hasta qué punto este texto de Ezequiel pudo estar presente en el diálogo de Jesús con Nicodemo (Jn 3, 5s).

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