miércoles, 29 de mayo de 2013

Martes de la octava semana del tiempo ordinario

martes 28 Mayo 2013


San Germán Borgoña



Leer el comentario del Evangelio por
San Bernardo : «Ya en este tiempo, cien veces más»

Lecturas

Eclesiástico 35,1-15.

El que observa la Ley hace más que multiplicar las ofrendas; apegarse a los mandamientos es ofrecer un sacrificio de comunión.
Un acto generoso es una ofrenda de harina pura, la limosna es un sacrificio de alabanza.
Lo que agrada al Señor es que uno se aleje del mal; ¡no hay sacrificio de expiación más hermoso que huir de la injusticia!
Pero no debes presentarte ante el Señor con las manos vacías: todos esos sacrificios te han sido prescritos.
Cuando el justo presenta su ofrenda, la grasa es para el altar, pero el buen olor sube hasta el Altísimo.
El sacrificio del justo es bien acogido, el Señor no se olvidará de él.
Glorifica al Señor con un corazón generoso, ofrece sin regatear los primeros frutos de tu trabajo.
Cada vez que das, muestra una cara alegre, siéntete feliz de presentar tus diezmos.
Da al Altísimo como te ha dado, de todo corazón y según tus medios;
porque el Señor devuelve la mano; te dará siete veces más.
No trates de comprar sus favores, no lo aceptará; tu ofrenda de algo mal adquirido de nada te servirá.
Porque el Señor es el juez, y no hace favoritismo.
El nunca recibirá mal al pobre, escuchará la oración del oprimido.
No menospreciará la súplica del huérfano ni los gemidos de la viuda.
Cuando las lágrimas de la viuda corren por sus mejillas, ¿su llanto no está acusando acaso al que la hace llorar?


Salmo 50(49),5-6.7-8.14.23.

«Reúnan a mis fieles ante mí,
que con un sacrificio sellaron mi alianza.»
Serán los cielos los que anuncien la sentencia,
porque el juez es Dios mismo:

«Escucha, pueblo mío, que te hablo;
Israel, declaro en contra tuya,
yo, Dios, que soy tu Dios.
No te reprendo por tus sacrificios,
o por tus holocaustos, que están siempre ante mí.

Pero dale gracias a Dios con sacrificios,
y cumple tus mandas al Altísimo;
Me honra el que da gracias con sacrificios,
pero al que va por camino recto,
le haré ver la salvación de Dios».



Marcos 10,28-31.

Entonces Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.»
Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa.
Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos, y en el mundo venidero la vida eterna.
Entonces muchos que ahora son primeros serán últimos, y los que son ahora últimos serán primeros.»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón sobre el Cantar de los Cantares nº 37, 2-5

«Ya en este tiempo, cien veces más»

“Sembrad en justicia, dice el Señor, y recogeréis la esperanza de
la vida”. No habla del último día cuando todo se nos dará realmente y
ya no en esperanza; habla del presente. Cierto, nuestro gozo será grande,
nuestra alegría infinita, cuando comenzará la verdadera vida. Pero ya la
esperanza de un gozo tan grande no se puede dar sin gran gozo. “Que la
esperanza os tenga alegres” dice el apóstol Pablo (Rm 12,12). Y David no
dice que estará gozoso, sino que ya lo ha estado el día en que ha
esperado poder entrar en la casa del Señor (Sl 121,1). Todavía no poseía
la vida, pero ya había cosechado la esperanza de la vida. Y al mismo
tiempo experimentaba la verdad de la Escritura que dice que no sólo la
recompensa sino “la esperanza de los justos está llena de gozo” (Pr
10,28). Este gozo se produce en el alma de aquel que ha sembrado para la
justicia, por la convicción que tiene de que sus pecados le son
perdonados...

Cualquiera de entre vosotros, después de los principios amargos de la
conversión, tiene la felicidad de verse aliviado por la esperanza de los
bienes que espera... ya desde ahora ha recogido el fruto de sus lágrimas.
Ha visto a Dios y ha escuchado de él: “Dadle el fruto de sus obras”
(Pr 31,31). ¿Cómo es posible que el que ha “gustado y visto cuán bueno
es el Señor” (Sal 33,9) no haya visto a Dios? El Señor Jesús aparece
dulce a aquel que recibe de él no sólo la remisión de sus faltas, sino
también el don de la santidad y, más aún, la promesa de la vida eterna.
Dichoso el que ha hecho ya tan buena cosecha... El profeta dice en verdad:
«Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (Sl 125,5)...
Ningún provecho ni honor terrestre no nos parecerá estar por encima de
nuestra esperanza y de este gozo de esperar, desde ahora enraizado
profundamente en nuestros corazones: “La esperanza no engaña, porque el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo
que nos ha sido dado” (Rm 5,5).

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