miércoles, 29 de mayo de 2013

Isaac Abad, Santo

Abad y Fundador, Mayo 30
 
Isaac, Santo
Isaac, Santo

Asceta

Etimológicamente significa “sonriente”. Viene de la lengua hebrea.

Este santo dio un salto capital en su vida. Pasaba sus años felices como ermitaño en el desierto de Siria.

Pero, ante la voz del emperador, tuvo que abandonar su soledad, su mortificación y su penitencia, para trasladarse a Constantinopla. Nadie se podía imaginar que un ermitaño pudiese desempeñar el papel que llevó a cabo junto al emperador.

Se sabe que esta metrópolis quedó sin monasterios por causa de la herejía arriana. Y en aquel tiempo –como ocurre hoy– no se concebía una vida cultural, moral y religiosa sana sin la existencia de estos lugares santos.

Por eso, el cometido fundamental de Isaac consistió en restaurar los monasterios.

Su influencia en este terreno fue muy grande. Tan es así que los monjes le honraban como a su padre.

Era un asceta ejemplar. Pero cometió el error de ponerse en contra de san Juan Crisóstomo, arzobispo de la capital.

Arrepentido por lo que había hecho, se retiró a un monasterio, para nunca más en su vida inmiscuirse en asuntos políticos y eclesiásticos.

Murió en el año 406.
Sobre María y la Iglesia - del beato Isaac, abad del monasterio de Stella


De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella
(Sermón 51: PL 194, 1862-1863. 1865)

SOBRE MARÍA Y LA IGLESIA
El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos. Por naturaleza es Hijo único, por gracia asoció consigo a muchos para que sean uno con él. Pues a cuantos lo recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.

Haciéndose él Hijo del hombre hizo hijos de Dios a muchos. El que es Hijo único asoció consigo, por su amor y su poder, a muchos. Éstos, siendo muchos por su generación según la carne, por la regeneración divina son uno con él.

Cristo es uno, el Cristo total, cabeza y cuerpo. Uno nacido de un único Dios en el cielo y de una única madre en la tierra. Muchos hijos y un solo Hijo. Pues así como la cabeza y los miembros son un Hijo y muchos hijos, así también María y la Iglesia son una madre y muchas, una virgen y muchas.

Ambas son madres, ambas son vírgenes; ambas conciben virginal mente del Espíritu Santo. Ambas dan a luz, para Dios Padre, una descendencia sin pecado. María dio a luz a la cabeza sin pecado del cuerpo; la Iglesia da a luz por el perdón de los pecados al cuerpo de esa cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna de las dos puede, sin la otra, dar a luz al Cristo total.

Por eso, en las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la virgen María; y lo que se entiende de modo especial de María, virgen y madre, se entiende de modo general de la Iglesia, virgen y madre. Y, cuando los textos hablan de una u otra, dichos textos pueden aplicarse indiferentemente a las dos.

También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma Sabiduría de Dios, que es la Palabra del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, de modo especial de la Virgen María, e individualmente de cada alma fiel.

Por eso dice: Habitaré en la heredad del Señor. La heredad del Señor en su significado universal es la Iglesia, en su significado especial es la Virgen María y en su significado individual es también cada alma fiel. Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO Lv 26, 11-12; 2Co 6, 16
R. Pondré mi morada entre vosotros y no os rechazaré. * Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
V. Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios.
R. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso, haz que Cristo, el resplandor de tu gloria, nazca en nuestros corazones, para que, por su venida, nos veamos libres de toda oscuridad y seamos transformados en hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
 
 

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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