jueves, 21 de marzo de 2013

Rebeca Pierrette (Rafqa Pietra Choboq) Ar-Rayès, Santa


 
Monja Maronita, 23 de marzo
 
Rebeca Pierrette (Rafqa Pietra Choboq) Ar-Rayès, Santa
Rebeca Pierrette (Rafqa Pietra Choboq) Ar-Rayès, Santa

Monja

Martirologio Romano: En el lugar de ad-Dahr, en el Líbano, santa Rebeca de Himlaya ar-Rayyès, virgen de la Orden Libanense de San Antonio de los Maronitas, que ciega a los treinta años, y paralizada después en todos los miembros, permaneció en oración, fija sólo en Dios (1914).

Etimológicamente: Rebeca = Aquella que conquista con su belleza y simpatía, es de origen hebreo.
Etimológicamente: Pierrette = versión francesa del nombre Petronila = Aquella que es firme como la roca, es de origen latino.

Fecha de canonización: 10 de junio de 2001 por el Papa Juan Pablo II.
(n. Himlaya, 29 de junio de 1832 - m. Batroun, 23 de marzo de 1914)

Fue una religiosa maronita libanesa , su nombre real era Petra Choboq Ar-Rayes, descendía de una familia campesina.

Su vida religiosa
Desde su juventud, Petra sintió un profundo amor por Cristo y la Eucaristía, por lo que quería ingresar como novicia en las Hermanas de María, pero la fuerte influencia de los que más tarde serían futuros santos libaneses, los maronitas, Charbel Makhlouf y Nimatullah Al-Hardini, la volvieron hacia el monasterio maronita de San José de Batroun, al cual ingresó en 1897, tomando el nombre de Sor Rafka (en español, Rebeca).

En el 1860, Rafqa le fue trasladada a Deir al-Qamar, para enseñar el Catecismo a los jóvenes. Tuvieron lugar en aquel período los dramáticos acontecimientos que ensangrentaron Líbano en aquel año. Rafqa vio con los mismos ojos el martirio de un gran número de personas. También tuvo el ánimo de esconder a un niño bajo su propia capa, salvándolo de la muerte. Rafqa estuvo en Deir al-Qamar cerca de un año: luego regresó a Ghazir.

El primero domingo de octubre del 1885, en la iglesia del monasterio, mientras estuvo en oración, le suplicó a Dios hacerla participar en su Pasión redentora. Su ruego fue atendido esa misma tarde: ella empezó a sentir fuertes dolores de la cabeza y poco después el dolor se extendió a sus ojos. Todos los tratamientos resultaron inefectivos y se decidió mandarla a Beirut para intentar otros tratamientos. Durante el viaje se detuvo en Biblos, dónde fue confiada a un médico americano que, después haber analizar su caso, decidió operarla, pero durante la operación le extrajo por error el ojo derecho. La enfermedad pronto afectó al ojo izquierdo; ahora los médicos juzgaron que cualquier tratamiento sería inútil y Rafqa regresó a su monasterio, donde el dolor ocular la acompañó por 12 años. Soportó su dolor con paciencia, en silencio, en oración y con alegría, repitiendo continuamente: "En unión con la Pasión de Cristo”.

En 1897, un grupo de monjas del convento de San Simeón de Aitou se trasladó al nuevo convento de San José de Ad-Daher. La Madre Úrsula, que iba a ser la superiora de la nueva fundación, pidió que la hermana Rafqa fuera incluida en el grupo, para que su ejemplo ante las hermanas disminuyera las dificultades que siempre existen en una nueva fundación.

La Hermana Rafqa pasó los últimos diecisiete años de su vida en este convento, que iba a ser el escenario de sus más grandes sufrimientos, así como de sus alegrías más espirituales.

Rafqa no decepcionó a la Madre Úrsula. Su ejemplo y ayuda resultó muy valiosa en el establecimiento del nuevo monasterio. Las novicias fueron especialmente impresionadas con el espíritu de oración de la monja ciega, además de su humildad y caridad. Muchos años después de su muerte, varias de las hermanas que, o bien habían llegado con ella a la nueva fundación, o que habían sido novicias durante los diecisiete años que vivió en San José de Ad-Daher, y que no habían olvidado lo vivido junto a ella, dieron testimonio de su santidad...

Rafqa sufrió durante esos diecisiete años de ceguera. Sólo Dios sabe lo mucho que tuvo que soportar. Su dolor era continuo noche y día, sin embargo, las demás hermanas nunca la oyeron murmurar o quejarse. A menudo la oyeron dar gracias a Dios por sus sufrimientos, "... porque sé que la enfermedad que tengo es para el bien de mi alma y de Su gloria" y que "la enfermedad aceptada con paciencia y acción de gracias purifica el alma como el fuego purifica el oro".

Siempre estaba tranquila, sonriente, soportando incluso el dolor más grande, con paciencia, confiando en el Señor quien se comprometió a aumentar el deleite de sus siervos fieles en el cielo (cf. Lucas 21:19).

Por su paciencia, se puede comparar con el mayor de los santos.

Sus últimos años
Sor Rafka se caracterizó también por el amor que sintió hacia los enfermos y los niños abandonados, y oraba por ellos. En 1899, la religiosa sufre de diversas enfermedades, queda paralítica y ciega, pero su fe no se quebrantó, y ofreció sus dolores físicos para propiciación de los pecados de toda la humanidad, sobre todo, de su nación.

Murió en Batroun en 1914, a la edad de 82 años, fue beatificada en 1985, y canonizada en Roma, en 2001.


Santa Rebeca de Himlaya ar-Rayyas, virgen
fecha: 23 de marzo
n.: 1832 - †: 1914 - país: Líbano
otras formas del nombre: Rafqa, Rafca
canonización: B: Juan Pablo II 17 nov 1985 - C: Juan Pablo II 10 jun 2001
hagiografía: Congregación
Cerca de ad-Dahr, santa Rebeca de Himlaya ar-Rayyas, virgen de la Orden de las Hermanas Libanesas de San Antonio de los Maronitas, que, ciega durante treinta años, y después con parálisis de todos los miembros, permaneció continuamente en oración, fija sólo en Dios.
Rafca (en español, Rebeca) Nació en Himlaya, a 30 kms de Beirut y a 5 kms de Bikfaya, el 28 de junio 1832, en la vigilia de San Pedro y San Pablo, y fue llamada Petra. Cuando la niña tenía siete años, murió su madre, y su padre, Murad, la envió a Damasco, a casa de unos amigos, la familia EL-Badwi. Volvió a los 14 años al Líbano, y algunos años más tarde, en 1859, ayudada por el padre Joseph El-Gemayel entró en la congregación de Las Mariamitas en Bikfaya. Enseñó por un año en el Deir El Qamar, otro año en Byblos, y siete en el pueblo de Maad (1864- 1871) en la región de Byblos.
En 1871 se decidió fusionar su congregación, Las Mariamitas, con la del Sagrado Corazón en una sola congregación llamada «Los Sagrados Corazones»; con este propósito estuvo en la iglesia de San Jorge, en Maad, rezando y pidiéndole al Señor que la orientara hacia el buen camino. Esa misma noche, vió en sueños a tres hombres: un monje que tenía la barba blanca y un bastón en la mano, un soldado vestido de militar y un anciano. El monje se le acercó y tocándola con su bastón le dijo: «Entra en la Orden de Las Libanesas Maronitas» (Baladitas). Al día siguiente se dirigió al monasterio de San Simón en Aytou, al norte del Libano, donde hizo un año de noviciado. Allí ingresó con 39 años, el 12 de Julio de 1871, y tomó el nombre de su madre, Rafqa. Recibió el velo el 25 de agosto de 1872.
El primer domingo de octubre, fiesta del Santo Rosario de 1885, Rafqa rezaba delante del Ssmo. Sacramento dirigiéndose al Señor: «¿Por qué Dios mío te alejaste de mí y me abandonaste? ¿Por qué no me has visitado con una enfermedad? ¿Te habrás olvidado de tu esclava?» Esa misma noche, cuando se disponía a dormir sintío un tremendo dolor de cabeza que se prolongaba hasta los ojos. Un médico en Tripoli le hizo una punción introduciéndole una sonda de un oído a otro, y Rafqa repetía: «En comunión con los sufrimientos de Cristo». Le operaron un ojo, pero ella rechazó que la anestesiaran, para ofrecer ese dolor en comunión con la Pasión de Cristo. Un médico militar en Batroun, habiéndola examinado dijo: «El dolor de ojos que esta pobre monja padece es indescriptible y es imposible su curación ya que le afectó el nervio óptico». Cuando el dolor se agudizaba ella repetía: «¡Por la gloria de Dios, en comunión con la pasión de Cristo, con la corona de espinas en tu cabeza, Oh mi Señor!».
En el monasterio de San Simón el Qarn, la hermana Úrsula Doumit, originaria de Maad, enfermó de reumatismo articular y los médicos le prescribieron que viviera en el litoral. Esta hermana tenía a su vez un hermano sacerdote, el padre Ignacio, que fundó un monasterio para monjes en Jrabta, en el distrito de Batroun; el padre Jean Basbous donó sus terrenos para la realización de este proyecto. El 3 de noviembre de 1897, el patriarca Juan El-Hage autorizó la transferencia de seis monjas que querían vivir una vida en comunidad bajo la protección de San José, del monasterio de San Simón el Qarn el nuevo monasterio de San José el Dahr, Jrabta. Una de ellas era la hermana Rafqa, ya que las hermanas estaban muy unidas a ella, como hijas a su madre.
Al cabo de dos años de la llegada al monasterio de San José, Rafqa quedó totalmente ciega. La ceguera se continuó con un dolor atroz en los dedos de los pies, cuyas articulaciones se dislocaron, por lo que tuvo que guarda cama. Se le descoyuntó la cadera derecha, y los huesos salidos de su cavidad se hundieron y se perdieron en el cuerpo. Y lo mismo pasó con la rótula y la rodilla derecha. La cadera y la pierna izquierda se desencajaron también y los huesos salidos le desgarraron la piel. Se le abrió una enorme cavidad en el omóplato izquierdo. La clavícula derecha también le rasgó la piel. El hombro y el brazo se le paralizaron, y se le hizo un hoyo profundo entre los hombros, provocándole una herida que sangró durante cinco años. Le quedó el cuerpo enjuto y tieso, y adelgazó a tal punto que parecía un esquelto descarnado, con todos los miembros dislocados y desarticulados, no tenía ningún miembro sano excepto las articulaciones de las manos, que utilizaba para tejer calcetines de lana.
Según la opinión de los médicos, Rafqa padecía de Tuberculosis osteo-articular, que la dejó por siete años en cama, acostada solamente del lado derecho, sin que su hombro tocara las sábanas, con la cabeza apoyada en la almohada. Cuando tenían que ordenar su cama, o llevarla a la Iglesia, se necesitaban cuatro monjas. La cargaban con precaución en la sábana, no se atrevían a ponerla en el suelo por temor a que sus miembros se separaran o se desmoronaran.
Era la mañana del jueves en la fiesta del Ssmo. Sacramento, Rafqa le dijo a su superiora: «Si pudiera asistir a la misa, en este día de tan noble fiesta», las hermanas trataron de llevarla asiendo las cuatro puntas de la sábana, pero al tratar de levantarla le dolió la cadera izquierda, entonces la dejaron en su cama. Cuando la misa empezó y las monjas estaban en el oratorio, Rafqa entró arrastrándose en la iglesia. Las monjas se sorprendieron y se emocionaron, la superiora se levantó para ayudarla pero Rafqa le hizo una señal con la cabeza de que la dejaran entrar sola. Más tarde la madre superiora le preguntó cómo había hecho para desplazarse hasta el templo, a lo que Rafqa repondió: «No se nada; le pedí a Jesús que me ayudara, y de repente sentí que los pies se resbalaban de la cama, pude bajarme y llegar hasta allí».
Rafqa vivió 82 años, de cuales fueron 29 de sufrimientos, y todos de un profundo amor a Cristo. El 22 de marzo de 1914, Rafqa le dijo a su superiora: «Me gustaría despedirme de mis hermanas y oir sus voces antes de morir». La mañana del 23 de marzo de 1914 pidió la Santa Comunión diciendo «Déjenme llevar conmigo mi provisión», y sus últimas palabras fueron «Oh Jesús! Oh María! Oh San José!, les entrego mi corazón y mi alma; en vuestras manos pongo mi espiritu». La enterraron en el cementerio del conven­to, de donde salió una fuerte luz proveniente de su tumba durante tres dias consecutivos. Dios por su intercesión obró multitud de milagros, y la tierra de su tumba se convirtió en un manantial de gracia, bendiciones y curaciones para todos los creyentes.
Tomado, con algunos cambios y adaptaciones, del sitio oficial que el monasterio de la santa le ha dedicado: Saint Rafqa.
 

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