jueves, 21 de marzo de 2013

Toribio de Mogrovejo, Santo

Obispo, 23 de marzo
 
Toribio de Mogrovejo, Santo
Toribio de Mogrovejo, Santo

Obispo de Lima

Martirologio Romano: Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, que siendo laico, de origen español y licenciado en leyes, fue elegido para esta sede y se dirigió a América donde, inflamado en celo apostólico, visitó a pie varias veces la extensa diócesis, proveyó a la grey a él encomendada, fustigó en sínodos los abusos y los escándalos en el clero, defendió con valentía la Iglesia, catequizó y convirtió a los pueblos nativos, hasta que finalmente en Saña, del Perú, descansó en el Señor (1606).

Etimológicamente: Toribio = Aquella persona dinámica y ruidosa, es de origen griego.

Fecha de canonizacion: 10 de diciembre de 1726 por el Papa BenedIcto XIII.
En 1594, durante su tercera “visita” diocesana, escribiéndole al rey de España Felipe II, san Toribio Alfonso de Mogrovejo hacía un pequeño balance de su vida: 15.000 kilómetros recorridos y 60.000 confirmaciones administradas (Toribio no podía saber que entre ellos había tres santos: Rosa de Lima, Francisco Solano y Martín de Porres). La situación de América Latina sería muy distinta de la actual si sus sucesores y todos los cristianos hubieran tenido el mismo impulso y la misma coherencia de quien fue llamado “apóstol del Perú y nuevo Ambrosio” y a quien Benedicto XIV comparó con San Carlos Borromeo.

Toribio nació en España hacia el año 1538 de una noble familia; estudió en Valladolid, Salamanca y Santiago de Compostela, en donde obtuvo la licencia en derecho. Fue nombrado inquisidor en Granada. Gracias a la relación que cultivaba con Felipe II fue nombrado por Gregorio XIII, arzobispo de Lima, con jurisdicción sobre las diócesis de Cuzco, Cartagena, Popayán, Asunción, Caracas, Bogotá, Santiago, Concepción, Córdoba, Trujillo y Arequipa: de norte a sur eran más de 5.000 kilómetros, y el territorio tenia más de 6 millones de kilómetros cuadrados. Después de haber sido consagrado obispo en agosto de 1580, partió inmediatamente para América, a donde llegó en la primavera de 1581.

Durante 25 años vivió exclusivamente al servicio del pueblo de Dios. Decía: “¡El tiempo es nuestro único bien y tendremos que dar estricta cuenta de él!”. Fue un verdadero organizador de la Iglesia en América, cuya actividad abarcó también diez sínodos diocesanos y tres provinciales.

También fundó el primer seminario de América; intervino con energía contra los derechos particulares de los religiosos, a quienes estimuló para que aceptaran las parroquias más incómodas y pobres; casi duplicó el número de las “Doctrinas” o parroquias, que pasaron de 150 a más de 250.

Al final de su vida, Toribio recibió el viático en una capillita india, el 23 de marzo de 1606, un Jueves santo, y ahí expiró.
 
 

Toribio de Mogrovejo

     
   
Toribio de Mogrovejo
Turibius de Mongrovejo.jpg
Segundo Arzobispo de Lima
NombreToribio Alfonso de Mogrovejo y Robledo
Nacimiento16 de noviembre de 1538
Mayorga, España
Fallecimiento23 de marzo de 1606
Zaña, Perú
Venerado enIglesia Católica e Iglesia anglicana.
Canonización10 de diciembre de 1726 por el Papa Benedicto XIII
Principal SantuarioCatedral de Lima - Perú
Festividad23 de marzo
AtributosMitra episcopal
PatronazgoObispos de América Latina
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 Biografía

Sus padres, Luis de Mogrovejo y Ana de Robledo y Morán, pertenecían a la nobleza española. A los doce años, Toribio fue enviado por sus padres a estudiar a Valladolid, donde fue admirado por todos por su comportamiento ejemplar, sus virtudes y sus dotes intelectuales.
Después de algunos años, deseando estudiar Derecho civil y eclesiástico, se trasladó a la Universidad de Salamanca. Allí recibió la influencia de su tío Juan de Mogrovejo, profesor en dicha Universidad y en el Colegio Mayor de San Salvador en Oviedo. Habiendo sido invitado por Juan III, Rey de Portugal, a enseñar en la ciudad de Coimbra, Juan de Mogrovejo llevó consigo a su sobrino, y ambos residieron algunos años en la Universidad de esa ciudad.
De vuelta a Salamanca, su tío falleció poco después del regreso. Toribio resolvió seguir la carrera de éste, llegando a ser profesor de leyes en la Universidad de Salamanca, donde su erudición y virtud le llevaron a ser designado como Gran Inquisidor de España. El emperador Felipe II al conocer sus cualidades le propuso al Papa Gregorio XIII su nombramiento como Arzobispo de Lima, sucediendo a Jerónimo de Loayza.
En marzo de 1579, recibió el nombramiento para el cargo por parte del Papa Gregorio XIII. Como ni siquiera era sacerdote, habiendo recibido dispensa papal para la recepción de las diversas órdenes menores, fue ordenado en Granada y poco después, recibió la consagración episcopal en Sevilla. Finalmente, en septiembre de 1580 embarcó con destino a su sede episcopal, donde llegó en mayo del año siguiente. Lo acompañó su hermana, Grimanesa de Mogrovejo y el esposo de ésta, Francisco Quiñones, quien llegó a ser corregidor y alcalde de Lima.

 Arzobispo de Lima

En marzo de 1579, Gregorio XIII lo nombró arzobispo de Lima en virtud a una cédula de presentación del rey. Llegó al puerto de Paita,(Perú), en mayo de 1581 e inició su trabajo como misionero viajando a Lima a pie, bautizando y enseñando a los nativos.
Al llegar a Lima, como Arzobispo, tomó posesión de su sede el viernes 12 de mayo de 1581, se dedicó a lograr el progreso espiritual de sus fieles. La ciudad había quedado sin Arzobispo durante seis años, de 1575 a 1581 y estaba en una grave decadencia espiritual con un sistema en que el régimen de patronato facultaba a los Virreyes a intervenir en asuntos eclesiásticos, dando origen a frecuentes disputas entre el poder espiritual y el temporal, por lo cual los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que "esa era la costumbre". Toribio de Mogrovejo les respondía que "Cristo es verdad y no costumbre". y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. Las medidas que tomó contra los abusos que se cometían, le atrajeron muchas persecuciones y atroces calumnias. Sin embargo, prefirió callar y solía decir: "Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor".
Toribio de Mogrovejo se destacó por su fuerza de trabajo. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo". Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó: "Váyase rápido, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para cambiarme"

Son abundantes los testimonios de su caridad, entrega y desinterés total por lo material: antes de poner su firma a cualquier decreto que lo requiriese, anteponía la palabra "gratis". En una ocasión, cuando se desató una terrible peste en la ciudad que causó innumerables muertos y enfermos, muchos de ellos pobres que abarrotaban los hospitales, le mandó decir a su cuñado que gastase todo su dinero en socorrerlos y que si faltaba, que pidiese prestado que luego él lo devolvería. En otra ocasión, un altercado gravísimo entre dos nobles limeños terminó con la condena a muerte de uno de ellos. Sólo el perdón del otro, que los ruegos de medio Lima no consiguieron, podía salvar de la ejecución al condenado. Ya a punto de realizarse el ajusticiamiento, el arzobispo de Lima fue a buscarlo, se arrodilló a los pies del ofendido y suplicó por su perdón como si fuera para él mismo obteniéndolo. Fue, además, uno de los eclesiásticos contrarios a las corridas de toros. Mandaba cerrar las ventanas de su casa cuando había corridas en la plaza, que es donde antes se hacían, y prohibió a su familia asistir a ellas. La Iglesia solía oponerse a éstas tanto por el peligro de morir sin confesión al que se exponían los hombres combatientes, como por la "promiscuidad" pecaminosa que existe entre hombres y mujeres en las gradas que les escandalizaba... Santo Toribio de Mogrovejo fue un santazo en esa época, el fue muy bueno con las personas que habitaban en los lugares de misiones donde iba.....

 Labor Pastoral

Toribio de Mogrovejo estaba consciente de la extensión de su arzobispado, que comprendía desde la población de Lambayeque a la ciudad de Quito. A este hecho, y a las tres visitas pastorales que realizó recorriendo y organizando su jurisdicción, se debe el origen de las circunscripciones políticas que asumiría la colonia y continuaría posteriormente la república peruana. Estas visitas pastorales lo forzaron a pasar sólo ocho de sus veinticuatro años como arzobispo en la ciudad de Lima, lo que le granjeó algunas críticas de parte de las autoridades virreinales. El resto del tiempo, lo pasó viajando por el país. La primera de estas visitas, se inició en 1584 recorriendo el norte de la sierra peruana desde Lima hasta Cajamarca, pasando por Chachapoyas y Moyobamba, inviertiendo en ella seis años. En la segunda visita, realizada entre 1593 y 1597, se dirigió nuevamente hacia el norte, pero esta vez por la zona litoral de Ancash, Trujillo, Chiclayo y Lambayeque. La tercera, que inició en enero de 1605, quedó inconclusa por su muerte. Entre una y otra, realizó viajes a pueblos de Lima, Callao, Mala, Cañete, Chincha y Nazca. La mayor parte del recorrido lo hizo generalmente a pie, indefenso y a veces solo; expuesto a las inclemencias del clima, desiertos, animales salvajes, fiebres y tribus de indígenas hostiles. En esta visita, bautizó y confirmó a cerca de medio millón de personas, entre ellas a Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano, San Juan Masías y San Martín de Porres.
Respecto a su labor pastoral entre los pueblos indígenas, buscaba la manera de hacerse entender por estos, bien fuera aprendiendo y hablándoles en su propia lengua o, cuando la lengua de éstos le era desconocida, buscando otras maneras, como varias veces le sucedió. Su interés por los indígenas no se limitaba a la evangelización, pues se empeñó en mejorar sus condiciones de vida, especialmente de aquellos empleados en las grandes propiedades rurales y en las minas. Reivindicó que sus derechos fuesen debidamente respetados por los españoles y que hubiese verdadera armonía entre las clases sociales, como preconizaba la Escuela de Salamanca, que había conocido en sus años de estudio en España.
Durante su trabajo episcopal en Lima, Mogrovejo convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataron asuntos relativos a la evangelización de los indígenas. De esta asamblea se obtuvieron importantes normas de pastoral, como la predicación en las lenguas nativas, para lo cual fue creada una facultad de lenguas nativas en la Universidad de San Marcos y la catequesis a los esclavos negros, así como la impresión del catecismo en idiomas castellano, quechua y aymara que se constituirían en los primeros textos impresos en Sudamérica.
Hizo construir caminos, escuelas, varias capillas, hospitales, conventos y fundó el primer Seminario Americano en Lima en 1591 que en la actualidad lleva su nombre. En obediencia a las directrices dictadas en el Concilio de Trento, se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de América para promulgar leyes acerca del comportamiento que deben tener los católicos, para lo cual congregó a trece sínodos diocesanos y tres concilios provinciales. Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Gracias a sus gestiones, el número de parroquias o centros de evangelización en su Arquidiócesis, aumentó de 150 a 250 parroquias en su territorio, al momento de su fallecimiento veinticinco años después.

 Fallecimiento

A los sesenta y ocho años, Toribio de Mogrovejo cayó enfermo en la población de Pacasmayo, al norte de Lima, pero aun así continuó trabajando hasta el final, llegando a la ciudad de Zaña en condición agonizante. Allí hizo su testamento en el que dejó a sus criados sus efectos personales y a los pobres el resto de sus propiedades. Murió a las tres y media de la tarde del Jueves Santo el 23 de marzo de 1606, en el Convento de San Agustín.

Canonización y culto

 
Monumento a Santo Toribio en Mayorga.
Su proceso de canonización fue iniciado de inmediato, con el reconocimiento de sus virtudes heroicas. Fue beatificado el 28 de junio de 1679 por el Papa Inocencio XI, mediante su Bula "Laudeamus" y canonizado el 10 de diciembre de 1726 por el Papa Benedicto XIII, mediante su Bula "Quoniam Spiritus".
Su fiesta en el Santoral católico se celebra el 23 de marzo, aniversario de su muerte. Sin embargo, en la ciudad de Lima se celebra la Solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo el 27 de abril, día de la traslación de sus reliquias desde Zaña hasta la Ciudad de los Reyes. Hoy sus restos son venerados en su capilla de la Basílica Catedral. Este mismo día se celebran fiestas en su honor en su lugar de nacimiento, Mayorga, España; y también en el de su muerte, Saña, Perú. También en Mayorga, las fiestas patronales se celebran en su honor, los 5 últimos días de septiembre, girando en torno a la fecha del 27 de septiembre: día en el que se conmemora la llegada de las segundas reliquias de Toribio, que fueron honradas por los mayorganos que las procesionaron portando teas y antorchas. En esta fiesta se porta el Vítor, un estandarte que se entregaba a los estudiantes doctorados en la Universidad de Salamanca, y en el que se recoge el nombre del Santo y su lugar de nacimiento, Mayorga. Esta fiesta, "El Vítor", ha sido declarada de Interés Turístico Nacional.
Su devoción se encuentra muy extendida principalmente en el Perú, y en Mayorga (España). Sus parientes de las familias Bravo de Lagunas, Arias de Saavedra y Goyeneche han velado durante siglos por la difusión y conocimiento en América y Europa de la vida y obra del religioso.

Patronazgos

  1. "" Patrono de Valladolid"""

 Véase también

 Notas

  1. Aunque se ha atribuido con frecuencia su nacimiento a Villaquejida (León) porque así lo recoge una partida falsa de bautismo de Toribio en el archivo de Simancas, el mismo Toribio relata al formar parte como alumno del Colegio San Salvador de Oviedo en Salamanca que procede de Mayorga, como se puede leer en la obra de Vicente Rodríguez Valencia titulada "Una última palabra sobre la patria de Santo Toribio de Mogrovejo". La madre de Toribio, Ana de Robledo, era natural de Villaquejida, y aunque su hijo nació en la casa de la familia en Mayorga y fue bautizado en la cercana Iglesia de San Juan (actual Museo del Pan), sus padres crearon la partida de nacimiento para conseguir ciertas prestaciones educativas para su hijo.

 Bibliografía

  • V. Rodríguez Valencia, "Una última palabra sobre la patria de Santo Toribio de Mogrevejo", Miscelánea Comillas 16 (1958) 29-56.
  • Sánchez Prieto Nicolás, Santo Toribio de Mogrovejo, apóstol de los Andes. BAC, Madrid, 1986.
  • Antonio de Egaña, S. J., Historia de la Iglesia en la América Española, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1966.
  • Castro Cristóbal, Toribio de Mogrovejo (La conquista espiritual de América). Nacional, Madrid, 1944.
  • García Irigoyen, Santo Toribio. Lima, 1904.
  • Ricardo Palma, Tradiciones Peruanas, Editorial Vasco Americana, 1967.

 Enlaces externos



Predecesor:
Diego Gómez de Lamadrid
(No tomó posesión de su silla)
Arzobispo de Lima
Arzobispo

1579 - 1606
Sucesor:
Bartolomé Lobo Guerrero
 
 
 
 Santo Toribio de MogrovejoArzobispo de Lima
(año 1606)
Santo Toribio de MogrovejoNació en Mayorga, España, en 1538. Los datos acerca de este Arzobispo, personaje excepcional en la historia de Sur América, producen asombro y maravilla.
Los historiadores dicen que Santo Toribio fue uno de los regalos más valiosos que España le envió a América. Las gentes lo llamaban un nuevo San Ambrosio, y el Papa Benedicto XIV dijo de él que era sumamente parecido en sus actuaciones a San Carlos Borromeo, el famoso Arzobispo de Milán.
Toribio era graduado en derecho, y había sido nombrado Presidente del Tribunal de Granada (España) cuando el emperador Felipe II al conocer sus grandes cualidades le propuso al Sumo Pontífice para que lo nombrara Arzobispo de Lima. Roma aceptó y envió en nombramiento, pero Toribio tenía mucho temor a aceptar. Después de tres meses de dudas y vacilaciones aceptó.
El Arzobispo que lo iba a ordenar de sacerdote le propuso darle todas las órdenes menores en un solo día, pero él prefirió que le fueran confiriendo una orden cada semana, para así irse preparando debidamente a recibirlas.
En 1581 llegó Toribio a Lima como Arzobispo. su arquidiócesis tenía dominio sobre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y parte de Argentina. Medía cinco mil kilómetros de longitud, y en ella había toda clase de climas y altitudes. Abarcaba más de seis millones de kilómetros cuadrados.
Al llegar a Lima Santo Toribio tenía 42 años y se dedicó con todas sus energías a lograr el progreso espiritual de sus súbditos. La ciudad estaba en una grave situación de decadencia espiritual. Los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que esa era la costumbre. El arzobispo les respondió que Cristo es verdad y no costumbre. Y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. A los pecadores públicos los reprendía fuertemente, aunque estuvieran en altísimos puestos.
Las medidas enérgica que tomó contra los abusos que se cometían, le atrajeron muchos persecuciones y atroces calumnias. El callaba y ofrecía todo por amor a Dios, exclamando, "Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor".
Tres veces visitó completamente su inmensa arquidiócesis de Lima. En la primera vez gastó siete años recorriéndola. En la segunda vez duró cinco años y en la tercera empleó cuatro años. La mayor parte del recorrido era a pie. A veces en mula, por caminos casi intransitables, pasando de climas terriblemente fríos a climas ardientes. Eran viajes para destruir la salud del más fuerte. Muchísimas noches tuvo que pasar a la intemperie o en ranchos miserabilísmos, durmiendo en el puro suelo. Los preferidos de sus visitas eran los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más ignorantes y los enfermos.
Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos, bautizando y confirmando.
Celebraba la misa con gran fervor, y varias veces vieron los acompañantes que mientras rezaba se le llenaba el rostro de resplandores.
Santo Toribio recorrió unos 40,000 kilómetros visitando y ayudando a sus fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus que nunca habían visto un hombre blanco.
Al final de su vida envió una relación al rey contándole que había administrado el sacramento de la confirmación a más de 800,000 personas.
Una vez una tribu muy guerrera salió a su encuentro en son de batalla, pero al ver al arzobispo tan venerable y tan amable cayeron todos de rodillas ante él y le atendieron con gran respeto las enseñanzas que les daba.
Santo Toribio se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de América en Sínodos o reuniones generales para dar leyes acerca del comportamiento que deben tener los católicos. Cada dos años reunía a todo el clero de la diócesis para un Sínodo y cada siete años a los de las diócesis vecinas. Y en estas reuniones se daban leyes severas y a diferencia de otras veces en que se hacían leyes pero no se cumplían, en los Sínodos dirigidos por Santo Toribio, las leyes se hacían y se cumplían, porque él estaba siempre vigilante para hacerlas cumplir.
Nuestro santo era un gran trabajador. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo".
Fundó el primer seminario de América. Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Casi duplicó el número de parroquias o centros de evangelización en su arquidiócesis. Cuando él llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.
Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó: "Váyase rapidito, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para cambiarme".
Cuando llegó una terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer a los enfermos, y él mismo recorrió las calles acompañado de una gran multitud llevando en sus manos un gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la cruz, pidiendo a Dios misericordia y salud para todos.
El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a los indígenas.
Estaba a 440 kilómetros de Lima. Cuando se sintió enfermo prometió a sus acompañantes que le daría un premio al primero que le trajera la noticia de que ya se iba a morir. Y repetía aquellas palabras de San Pablo: "Deseo verme libre de las ataduras de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo".
Ya moribundo pidió a los que rodeaban su lecho que entonaran el salmo que dice: "De gozo se llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor".
Las últimas palabras que dijo antes de morir fueron las del salmo 30: "En tus manos encomiendo mi espíritu".
Su cuerpo, cuando fue llevado a Lima, un año después de su muerte, todavía se hallaba incorrupto, como si estuviera recién muerto.
Después de su muerte se consiguieron muchos milagros por su intercesión. Santo Toribio tuvo el gusto de administrarle el sacramento de la confirmación a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres.
El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.
Y toda América del Sur espera que este gran santo e infatigable apóstol, quizás el más grande obispo que ha vivido en este continente, siga rogando para que nuestra santa religión se mantenga fervorosa y creciente en todos estos países.
 
 
 


SAN TORIBIO ALFONSO DE MOGROVEJO
Arzobispo de Lima, Perú
"Santo Padre de América"
1606 P.C.
Fiesta: 23 marzo
Nació en España hacia el 1538, y estudió derecho en Salamanca. Nombrado obispo de Lima el año 1580, marchó a América. Lleno de celo apostólico, reunió numerosos sínodos y concilios que promovieron con mucho fruto la vida religiosa de todo el virreinato. Defendió con valentía los derechos de la Iglesia, con gran dedicación a su grey y preocupación, sobre todo, por la población autóctona. Murió el año 1606.
Ver también:
Arzobispado de Lima
Libro sobre Santo Toribio: "Crisol de Lazos Solidarios", por  José Antonio Benito Rodríguez.
Estudió leyes y, siendo profesor de derecho en la Universidad de Salamanca, el rey Felipe II lo nombró juez principal de la Inquisición, en Granada . Era cosa extraordinaria que un laico ocupase ese puesto. (Hay que saber que no todos los inquisidores eran injustos como se quiere hacer ver hoy día. Aquí tenemos el ejemplo de un inquisidor santo).
Algunos años después, la sede arzobispal de Lima quedó vacante. Toribio elegido en 1580 aun sin ser sacerdote. Fue ordenado sacerdote y obispo justo antes de ser enviado a Lima. Llegó en 1581.  Allí comprendió lo ardua que era la misión que se le encomendaba su diócesis tenía unos 700km de costa y se adentraba hasta los Andes. Las comunicaciones eran muy malas. Pero el mas grave problema eran las actitudes de los hombres que venían a América para hacer fortuna. Trataban a los indios abusivamente como esclavos y daban a estos un desastroso ejemplo de cristianismo. Por otra parte el Consejo de las Indias, encargado de hacer justicia, estaba lejos en España y no sabía a quien creer. 
El primer cuidado del nuevo arzobispo fue restaurar la disciplina de la vida eclesiástica que se había perdido. Se mostró inflexible con los escándalos del clero, castigando la injusticia el vicio sin distinción de personas.  Empleaba su autoridad para propagar el evangelio y defender a los pobres de la opresión. Esto le ganó muchos enemigos y fue perseguido. Las autoridades obstaculizaban lo mas posible su trabajo.  Pero su perseverancia dio mucho fruto. Reunió numerosos sínodos y concilios que promovieron con mucho fruto la vida religiosa de todo el virreinato.
A los que trataban de justificar su abusos con una torcida interpretación de la ley divina, el santo les respondía con las palabras de Tertuliano: "Cristo dijo: Yo soy la verdad. No dijo: Yo soy la costumbre".  San Toribio no solo hablaba dedicaba toda su energía al servicio del pueblo de Dios. Lo hacía con gran caridad. Fundó numerosas iglesias, monasterios y hospitales. En 1591, fundó en Lima el primer seminario del Nuevo Mundo. 
Siguió estudiando los dialectos indígenas hasta edad avanzada para poder hablar con ellos. A veces pasaba dos o tres días evangelizando en lugares que no le podían ofrecer ni una cama ni comida suficiente. Visitó así toda su extensa diócesis. Cuando alguien trataba de disuadirle alegando las dificultades del transporte y el peligro de bandoleros, Santo Toribio respondía que Cristo no había tenido miedo de hacerse hombre para salvarnos. 
Aun cuando se hallaba de viaje celebraba la misa con gran fervor y se confesaba diariamente con su capellán.
Entre los miles que Santo Toribio confirmó se encuentran Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y el beato Juan Macías. 
A partir del 1590 contó con el apoyo del franciscano San Francisco Solano, otro gran misionero y defensor de los indígenas y los pobres.
A los 68 años Toribio cayó enfermo en Pacasmayo, muy al norte de Lima.  Llegó después enfermo a la ciudad llamada Santa. Hizo su testamento por el que dejo a sus empleados sus efectos personales y a los pobres el resto de sus propiedades. Después pidió que lo llevasen a la Iglesia para recibir el Viático y la Unción de los Enfermos.
Murió el 23 de marzo de 1606 mientras los presente entonaban el salmo: "Mi corazón se llenó de gozo cuando me dijeron que iremos a la casa del Señor".
Fue canonizado el 23 de marzo de 1606, 55 años después de Santa Rosa.  San Toribio y Santa Rosa son los primeros santos del Nuevo Mundo.
 
Santo Toribio de Mogrovejo, obispo
fecha: 23 de marzo
n.: 1538 - †: 1606 - país: Perú
otras formas del nombre: Toribio Alfonso
canonización: B: Inocencio XI 1679 - C: Benedicto XIII 1726
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, en Perú. Laico de origen español y licenciado en leyes, fue elegido para esta sede y se dirigió a América, donde, inflamado en celo apostólico, visitó a pie varias veces la extensa diócesis, proveyó a la grey a él encomendada, fustigó en sínodos los abusos y los escándalos en el clero, defendió con valentía a la Iglesia y catequizó y convirtió a los pueblos nativos, hasta que finalmente, en la población de Saña, descansó en el Señor.
patronazgo: patrono de Perú, de Lima y del episcopado latinoamericano.
refieren a este santo: San Francisco Solano, Santa Rosa de Lima
oración:
Señor, tú que has querido acrecentar la Iglesia mediante los trabajos apostólicos y el celo por la verdad de tu obispo santo Toribio, concede al pueblo a ti consagrado crecer constantemente en fe y en santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Toribio Alfonso de Mogrovejo nació el 18 de noviembre de 1538 en Mayorga, provincia de León, España. Desde la infancia se sintió inclinado a la piedad y le tuvo horror al pecado; en vez de los juegos, encontraba placer en adornar los altares y servir a los pobres. Devotísimo de la Santísima Virgen, rezaba a diario su oficio, el Rosario y ayunaba todos los sábados. Más de una vez fue necesario moderar sus mortificaciones; durante sus estudios en Valladolid y Salamanca, daba un buena parte de sus alimentos a los pobres.

Muy pronto, el rey Felipe II tuvo oportunidad de conocer los méritos del joven estudiante y le confió puestos importantes, al grado de llegar a nombrarle presidente del Tribunal de la Inquisición en Granada, a pesar de que sólo era un laico. Tras de haber desempeñado su oficio durante cinco años, satisfactoriamente para todos, Toribio fue elegido para ocupar la sede arzobispal de Lima, capital del Perú. Una serie de escándalos impedía la conversión de los infieles en aquel país de América y, en la corte española se consideraba que Toribio era el único hombre capaz de poner remedio a los excesos. Pero éste recibió la noticia de su elección como la de un suceso funesto: consternado y bañado el rostro en lágrimas, se echó a los pies del crucifijo; escribió en seguida al Consejo del Rey una extensa carta en la que declaraba su incapacidad y recordaba los cánones de la Iglesia que prohibían elevar a un laico al episcopado. Aquel acto de humildad fue para Toribio una fuente de gracias. Sus razones no fueron aceptadas y tuvo que consentir en su elección.

Toribio se preparó entonces a su ordenación; solicitó recibir las cuatro órdenes menores en otros tantos domingos, para tener el tiempo de cumplir con sus funciones; después recibió las demás órdenes, fue consagrado obispo y se embarcó sin demoras para el Perú. Llegó en 1581, cuando acababa de cumplir cuarenta y dos años. La diócesis de Lima tenía ciento veinte kilómetros de extensión a lo largo de las costas; aparte de varias poblaciones, comprendía una multitud de aldeas dispersas por la cordillera de los Andes. Los conquistadores se habían conducido como verdaderos tiranos con respecto a los indios y, tras la conquista, se desataron las guerras civiles y las disensiones internas; las costumbres habían caído en una condición deplorable y, en vez de reaccionar, los clérigos contribuían con su conducta a aumentar los escándalos. El santo arzobispo no pudo contener las lágrimas al constatar todos aquellos desórdenes y se propuso recurrir a todas las medidas necesarias para remediarlos. Sus primeros mandatos, enérgicos y prudentes, lograron detener el curso de los escándalos públicos en Lima, y así el arzobispo pudo emprender la visita de su diócesis, a lo cual consagró siete años. Es imposible dar una idea precisa sobre los peligros que debió afrontar, las fatigas y penurias que debió soportar; tuvo que escalar altísimas montañas escarpadas, cubiertas de hielo o de nieve, para llegar hasta las chozas miserables de los pobres indios. A menudo, tenía que hacer sus viajes a pie; pero aún así oraba y ayunaba sin cesar para asegurar los frutos de sus trabajos apostólicos. Por todas partes colocó a pastores sabios y celosos, fue el azote de los pecadores públicos y el protector de los oprimidos, sin cuidarse de la calidad, dignidad o poder de las personas a las que había necesidad de reprimir. Medidas tan enérgicas le atrajeron persecuciones; le malquistaron con los gobernantes del Perú, que todo lo sacrificaban a sus placeres y sus intereses; pero Toribio hizo frente a sus enemigos con su paciencia y su dulzura, sin abandonar por ello su firmeza contra el mal. Muchos de los poderosos, para excusar ciertos abusos, alegaban que esa era la costumbre; pero su argumentación era vana, porque Toribio les respondía invariablemente, como Tertuliano, que Jesucristo se llamaba verdad y no costumbre y que, en el tribunal de Dios, nuestras acciones serán pesadas en la justísima balanza del Santo de los Santos.

A fin de que se extendiera y perpetuara su obra, Toribio decidió realizar sínodos diocesanos cada dos años y sínodos provinciales cada siete. Fundó seminarios, iglesias y hospitales. Cuando la peste atacó una parte de su diócesis, se privó aun de lo más necesario para socorrer a las víctimas de la epidemia y recomendó la penitencia como el único medio de aplacar la indignación del cielo. En aquella ocasión organizó procesiones públicas a las que él mismo asistía como un penitente más, con los ojos llenos de lágrimas, fijos en un Santo Cristo que portaba en alto, mientras ofrecía su propia vida a Dios por la conservación de su rebaño. Sus plegarias, sus ayunos, sus extraordinarias vigilias duraron el tiempo que la peste.

Afrontaba los mayores peligros, si con ello lograba proporcionar a un alma el menor beneficio; hubiese dado la vida con gusto por cualquiera de sus diocesanos. Cuando se enteraba de que algunos pobres indios, para escapar a la barbarie de sus opresores, vagaban por las montañas o en los desiertos, iba hacia ellos a través de espantosas soledades en las que no había más que bestias feroces, para llevarles socorros y palabras de consuelo. Por tres veces hizo la visita a su diócesis: el segundo recorrido duró cinco años y el tercero un poco menos: el fruto de estos trabajos fue la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de camino, empleaba su tiempo en la plegaria; al llegar a cualquier sitio, su primer cuidado era el de ir a la iglesia. A veces permanecía varios días en un lugar donde había necesidad de instruir a los indios, a pesar de que casi siempre faltaba ahí hasta lo indispensable para vivir. Predicaba y catequizaba con un celo infatigable y, con el fin de desempeñar esa tarea con mayor eficacia, se propuso aprender las diferentes lenguas y dialectos que hablaban las tribus. También tuvo Toribio la gloria de renovar a la Iglesia en el Perú, porque si bien no fue el primer apóstol en las nuevas tierras, a él se debe el restablecimiento de la devoción, casi extinta. Los decretos elaborados en los concilios provinciales realizados durante su episcopado quedarán para siempre como auténticos monumentos de su piedad, de su sabiduría y de su prudencia; se les ha considerado como oráculos, no sólo en el Nuevo Mundo, sino en Europa y hasta en la misma Roma. Incluso se ha comparado su obra a la de san Carlos Borromeo en Italia.

El prelado, tan celoso por la salvación de su prójimo, no descuidaba nada para su propia santificación; se confesaba por lo general cada mañana y a diario celebraba la misa con una piedad angelical. La gloria de Dios era el fin de todas sus palabras y de todos sus actos, de manera que su vida era una continua plegaria. Sin embargo, tenía señaladas sus horas para los santos ejercicios; y en esos momentos, un resplandor externo caía sobre su rostro. Por humildad, ocultaba con extremo cuidado sus mortificaciones y sus otras buenas obras; su caridad hacia los pobres era ilimitada; su generosidad comprendía a todos, sin distinción, pero dedicaba especial atención a los pobres vergonzantes.

El arzobispo Toribio cayó enfermo en Santa, una villa situada a 440 kilómetros de Lima. Por entonces, acababa de iniciar una visita más a su diócesis. Inmediatamente vaticinó su muerte próxima y prometió una recompensa al primero que llegara a anunciarle que los médicos no tenían esperanza de salvarlo. A sus auxiliares y servidores les dio todo lo que empleaba en su uso personal; el resto de sus bienes lo legó a los pobres. Pidió que lo llevaran cargado a la iglesia para recibir el viático, pero antes de llegar los portadores consideraron prudente devolverlo al lecho y ahí se le administró la extramaunción. Durante su agonía repitió constantemente las palabras de San Pablo: «Deseo despojarme de los lazos de mi cuerpo para estar unido a Jesucristo». Rogó a los presentes que se acercaran al lecho para entonar las frases del salmo, «Estoy lleno de júbilo por lo que se me ha dicho: ¡Iremos a la casa del Señor!». El 23 de Marzo de 1606, murió mientras pronunciaba las palabras del rey profeta: «Señor: pongo mi alma entre Tus manos».

El año siguiente al de la muerte del santo arzobispo Toribio, se trasladó su cuerpo de Santa a Lima: aún estaba incorrupto. El autor de su biografía y las actas de su canonización informan que resucitó a un muerto y dejó sanos a numerosos enfermos. También después de su muerte obró muchos milagros. Fue beatificado en 1679 por Inocencio XI y canonizado en 1726 por Benedicto XIII. En 1983 Juan Pablo II lo proclamó Patrono del Episcopado latinoamericano.

Véanse las actas de beatificación y canonización de San Toribio. Cipriano de Herrera, «Vida de San Toribio», dedicada al papa Clemente X.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 
 

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