miércoles, 20 de marzo de 2013

¿Cuándo aparecieron los evangelios?

      

 


Los cuatro evangelios del Nuevo Testamento tienen un carácter más histórico que las cartas. Se redactan precisamente cuando el testimonio acerca de lo que Jesús hizo y dijo, así como de los datos de su vida, se iba haciendo más difícil, bien a causa de las distancias, pues los cristianos se iban extendiendo cada vez más por el Mediterráneo, bien a causa de la desaparición progresiva de la primera generación, la de aquellos que habían visto a Jesús o, al menos, habían conocido a un testigo inmediato de él. Es entonces cuando se siente la necesidad de apoyar el anuncio del kerigma, o del Evangelio, en relatos más pormenorizados de la vida de Jesús. Es entonces cuando, con este fin, se componen los cuatro evangelios. De este modo, los cristianos velaban por la integridad de su fe en Jesucristo, que se remite a la historia de un hombre, de Jesús, sin la cual no es posible entender bien el misterio de Dios. Era necesario prevenirse frente a la negación de la verdadera humanidad del Hijo de Dios.
 
Aunque no hay coincidencia total, sí existe un gran acuerdo entre los especialistas en fechar la aparición de los evangelios en la segunda mitad del siglo I. En concreto, el evangelio según San Marcos, en los años sesenta; los de San Mateo y San Lucas, junto con los Hechos, en los años setenta; y el de San Juan, en la última década del siglo.
 
¿Hasta entonces no se había escrito nada sobre la vida de Jesús?
 
Los evangelios que conocemos no nacieron sólo de la mente y de la pluma de sus autores. Éstos utilizaron ya materiales orales y, muy probablemente también escritos, que recogían hechos, dichos y tradiciones diversas acerca de Jesús, provenientes del testimonio de los que habían estado con él desde el principio.
 
Prueba de ello es que entre los tres primeros evangelios -los de San Mateo, San Marcos y San Lucas- existen grandísimas coincidencias. Como usan hasta las mismas palabras para describir o relatar las mismas cosas, los estudiosos piensan, con razón, que han utilizado fuentes orales y escritas comunes, en diversa medida, a los tres. Por eso se les llama los evangelios sinópticos: porque se les puede confrontar uno con otro en un cuadro sinóptico, que permite comprobar de un vistazo las coincidencias y diferencias existentes entre ellos, tanto en su plan general, como, sobre todo, en el texto de cada uno de los pasajes o elementos que los integran. En cambio, el evangelio de San Juan, que es el más tardío, sigue un plan propio y utiliza materiales propios, casi siempre diversos de los de la llamada tradición sinóptica.
 
Este dato es importante para valorar la fiabilidad histórica de los evangelios. Es verdad que el evangelio de San Marcos, el más antiguo, se escribió algo más de treinta años después de la muerte de Jesús y el de San Juan, el más tardío, unos sesenta. Pero todos ellos se escriben sobre la base de tradiciones y textos anteriores, de la misma antigüedad de las cartas de Pablo y aún anteriores. De modo que nos encontramos ante unas obras cercanísimas en el tiempo a los acontecimientos de los que hablan: tanto los mismos evangelios como, en particular, las fuentes que utilizan.
Fuente: Juan Antonio Martínez Camino, Jesús de Nazaret. La verdad de su historia, Edicel Centro Bíblico Católico, 4ª ed. 2010.
 
Pincha la imagen y veras las Concordancias de los Evangelios.
 
Concordia de los evangelios 
 
HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS
 
Eleazar Sukenik, profesor de Arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén, recibió un día el aviso de un amigo suyo, anticuario armenio, que quería verle urgentemente.
Como vivían en Jerusalén en dos zonas militares distintas y no tenían pases, las entrevistas se realizaban a través de la alambrada de púas. El armenio le preguntó al judío si le interesaba lo que le estaba enseñando: un trozo de cuero con escritura en hebreo.
Veamos qué había en aquel escrito.
 
Los manuscritos de Qumran
 
Un pastor beduino, en la orilla del mar Muerto, un día pierde una cabra. Buscando la cabra, encuentra unas cuevas en el tajo de un monte. Con el fin de ver si la cabra se había metido en aquellas cuevas, tira algunas piedras dentro. Las piedras rompen unas ánforas. Al oír aquel ruido, sube a la cueva y se encuentra unas tinajas con unos rollos de pergamino escrito.
 
Ya que los pastores no entendían aquello que habían encontrado, se dirigen a un anticuario para ver cuánto les daba a cambio.
 
El anticuario no sabe si eso tiene valor o no, y entonces se entrevista con Eleazar Sukenik, pro­fesor de Arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
 
Este hombre se da cuenta de que aquello es interesante y va a verlo.
Lo que había en aquella cueva de Qumran era una parte de una biblioteca de un monasterio de esenios.
 
Los esenios eran una especie de monjes judíos antiguos.
Al parecer, durante la guerra del año 70, para salvar la biblioteca introdujeron los rollos en án­foras y las escondieron allí, donde permanecieron durante más de dos mil años.
 
Los rollos eran los libros de entonces, que no tenían la forma y encuadernación que tienen aho­ra. En aquel tiempo, los libros eran unas tiras de papiro pegadas y enrolladas en un cilindro.
 
Examinados, se vio que unos eran crónicas de guerras; otros, las reglas del monasterio de esenios; otros, fragmentos de la Biblia: del Pentateuco, de los Salmos, de los Profetas, etc. Por ejemplo, el texto del profeta Isaías está completo. Estos textos coinciden perfectamente con los utilizados por los hebreos y cristianos de hoy. Este fragmento se mandó a la Universidad de Chicago para que lo analizasen al carbono-14, el método para averiguar la antigüedad de la materia orgánica.
Es una joya. Ha sido un gran descubrimiento. Esto es un gran paso de la ciencia a favor de la fe. Nosotros teníamos en la Biblia la profecía de Isaías. Nosotros creemos en el profeta Isaías por­que es un libro inspirado y sabemos que es de fe.
 
Y ahora resulta que encontramos un libro que ha estado escondido dos mil años en una cueva y sigue al pie de la letra la profecía de Isaías.
 
Ha supuesto un apoyo magnífico de la ciencia arqueológica en favor de nuestra fe.
 
El papiro 7Q5
 
En 1972, el padre José O'Callaghan, jesuita español papirólogo, profesor de la Universidad Gregoriana de Roma y decano de la Facultad Bíblica del Pontificio Instituto Bíblico de Roma y de la Facultad Teológica de Barcelona, descifró unos fragmentos de papiros encontrados en la cueva 7 de Oumran (mar Muerto). Se lo identifica así 705. Se trata del texto de San Marcos 6, 52 ss. En once cuevas aparecieron seiscientos rollos de pergaminos. En estos manuscritos, que se descubrieron en 1947, han aparecido textos del Éxodo, Isaías, Jeremías, etc. De casi todos los libros del Antiguo Testamento. El texto descifrado por el padre O'Callaghan es un fragmento del Evangelio de san Marcos enviado a Jerusalén por la cristiandad de Roma y que los esenios escondieron en esa cueva en ánforas, una de las cuales tiene el nombre de Roma en hebreo. Probablemente, esto ocurrió cuando la invasión de Palestina por los roma­nos, antes de la ruina de Jerusalén del año 70. En concreto, cuando se aproximaban las tropas de Vespasiano en el año 68. Este descubrimiento ha sido considerado como el más importante de este siglo sobre el Nuevo Testamento. En 1991 se publicó una edición facsímil con 1787 fotografías de estos manuscritos.
 
Esta interpretación del padre O'Callaghan ha sido recientemente confirmada por el eminente profesor alemán de la Universidad de Oxford Carsten Peter Thiede en la prestigiosa revista in­ternacional Biblica. Thiede dice textualmente: «Conforme a las reglas del trabajo paleográfico y de la crítica textual, resulta cierto que 705 es Marcos 6, 52 ss. » El 705 es el papiro de O'Callag­han. Thiede ha publicado un estudio apoyando al padre O'Callaghan titulado ¿El manuscrito más antiguo de los Evangelios? «Son cada vez más los que aceptan esta identificación», ha dicho el padre Ignacio de la Potterie, S. J., como se ha visto en el Simposio Internacional celebrado del 18 al 20 de octubre de 1991 en Eichstat, donde apoya­ron esta opinion los expertos en papirología Hun­ger, de la Universidad de Viena, y Riesenfeld, de la Universidad de Upsala (Suecia).
 
El texto 7Q5 ha sido estudiado en ordenador por Ibicus de Liverpool, y se ha demostrado que esa combinación de letras, en la Biblia, sólo se encuentra en Marcos 6, 52 ss., que es el 7Q5.
El paleógrafo inglés Roberts, de la Universi­dad de Oxford, primera autoridad mundial en paleografía griega, antes de que se descifraran estos papiros, estudiando la grafía, afirmó que eran anteriores al año 50 d. J.C., es decir, unos veinte años después de la muerte de Jesús y diez años después que Marcos escribiera su Evangelio. Sin duda es anterior al año 68, en que fueron selladas las cuevas de Qumran, con los papiros dentro, an­tes de huir de las tropas de Vespasiano, que invadieron aquel territorio en el año 68. Se trata, por lo tanto, del manuscrito más cercano a Jesús de todos los conocidos.
 
«El descifrador de estos documentos ha mani­festado que ya no puede afirmarse que el Evangelio sea una elaboración de la antigua comunidad cristiana, y que tuvo un período más o menos prolongado de difusión oral antes de ser escrito, sino que tenemos ya la comprobación de los hechos a través de fuentes inmediatas.»
 
Este descubrimiento ha dado al traste con las teorías de Bultmann. La proximidad de este manuscrito al original echa por tierra la hipótesis de Bultmann, según la cual los Evangelios son una creación de la comunidad primitiva que transfiguró «el Jesús de la Historía» en «el Jesús de la fe». Este descubrimiento confirma científicamen­te lo que la Iglesia ha enseñado durante diecinue­ve siglos: la historicidad de los Evangelios.
 
La ofensiva contra la historicidad de los Evan­gelios comenzó con Friedrich Strauss en 1835. La renovó Ernest Renan en 1863. Modernamente, Rudolf Bultmann afirma que «no podemos saber nada sobre la vida de Jesús, pues los Evangelios son la idealización de una leyenda de generaciones posteriores». Si el 7Q5 es del año 5(l, esta idealización no es posible en contemporáneos.
El célebre teólogo protestante Oscar Cullmann, seguidor un tiempo de Bultmann, recono­ce que se separó de Bultmann por la interpretación que éste hacía de la Biblia. Para Bultmann «el único elemento histórico de los Evangelios que quedaría a salvo es la cruz. El resto, incluida la resurrección, sería un mero símbolo».
 
Uno de los seguidores de Bultmann ha dicho de este descubrimiento del 705: «Habrá que echar al fuego siete toneladas de erudición germánica. El lapso de tiempo que transcurre entre los acontecimientos y la composición de los Evangelios es tan breve que no permite la forma­ción de un mito contrario a la historia.»
 
Recientemente, el doctor Carsten Peter Thiede ha publicado en la revista alemana Zeitschrift Für Papyrologie, especializada en papírología, haber descubierto un papiro con un fragmento del capítulo 26 del Evangelio de san Mateo, escrito en el siglo I de nuestra era. Se trata del Magdalen Cr. de Roma 17, por encontrarse en la Biblioteca del Magdalen College de Oxford. Fue donado por el reverendo Charles B. Huleat, antiguo alumno de este colegio, que había sido capellán de la Iglesia Británica de Luxor, en Egipto. Se trata de tres fragmentos de Mateo escritos en el año 70.
 
Autenticidad textual de los Evangelios, única en la literatura universal
 
La importancia de este descubrimiento se puede aclarar con algunos datos que lo ilustren.
Sin duda todo el mundo sabe quién es Aristóteles. Aristóteles fue un filósofo griego. Sus libros de filosofía todavía se estudian en nuestros días. Sus reglas de los silogismos siguen siendo hoy la base de todo razonamiento filosófico.
 
Pues el manuscrito más antiguo que conservamos de Aristóteles es 1400 años posterior a Aristó­teles y, sin embargo, hoy seguimos estudiándolo.
 
Muchos han oído hablar de Menéndez Pidal, premio March, historiador español de fama inter­nacional. Menéndez Pidal ha escrito una historia de España en grandes tomos.
Menéndez Pidal, una autoridad en historia, cita en su Historia de España a Tácito, y se fía de Tácito, y hace unas afirmaciones basadas en Tácito, a pesar de que el códice más cercano a Tácito que conservamos es 1340 años posterior a Tácito. Otro dato. Mommsen fue un catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Berlín, premio Nobel de Historia. Él decía del historiador griego Polibio que «a él es a quien deben las generaciones posteriores, incluso la nuestra, los me­jores documentos acerca de la marcha de la civilización romana».
 
Pues Mommsen, premio Nobel, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Berlín, se fía de Polibio, y resulta que el manuscrito más an tiguo que tenemos de Polibio es 1067 años posterior a Polibio.
 
Recordemos que el espacio de tiempo desde Aristóteles a sus manuscritos más antiguos es de 1400 años; de Tácito a sus manuscritos, 1340 años; de Polibio a sus manuscritos, 1067 años.
 
Pues de los Evangelios tenemos el papiro Bodmer 11, que se conserva en la Biblioteca de Cologny en Ginebra, que contiene el Evangelio de san Juan íntegro, y es solamente cien años posterior a san Juan!
 
En 1935 se descubre el papiro Rylands que hoy se conserva en Manchester, que es ¡treinta y cinco años posterior a san Juan! Y el 705 del pa­dre O'Callaghan diez años posterior a Marcos.
Cuando hombres de ciencia como un Menéndez Pidal y un Mommsen se flan de documentos que son en más de mil años posteriores a los auto res de los Evangelios tenemos manuscritos tan sólo unos treinta y cinco años posteriores a su autor. El valor que esto tiene desde el punto de vista científico es incalculable. Por eso Streeter, un crítico inglés, dice que los Evangelios tienen la posición más privilegiada que existe entre todas las obras de la literatura clásica. No hay ningún libro de la literatura clásica que tenga las garantías de histo­ricidad de los Santos Evangelios. De ningún autor clásico tenemos documentos de tanto valor.
 
Pero hay más.
 
Vamos a hablar ahora -segundo paso- del estado de conservación.
 
Las obras completas más antiguas que conser­vamos de todos los autores latinos son posteriores al siglo VIII. De antes del siglo VIII no se conserva ninguna obra completa. Hay fragmentos de Cicerón, de César, de Horacio, de Virgilio, de Ovidio; pero íntegro no hay nada anterior al siglo VIII.
En cambio tenemos 78 códices evangélicos completos entre los siglos IV y VI.
 
Además, los Evangelios se citaban con tal frecuencia que solamente teniendo en cuenta las citas que existen en las obras de siete escritores de los siglos II al VII -y nos estamos remontando al siglo II-, que son Justino, Ireneo, Clemente, Orí­genes, Tertuliano, Hipólito y Eusebio, tenemos 26487 citas que rehacen el Evangelio entero.
Lo que escribieron los evangelistas es verdad
 
Dos reflexiones más sobre la veracidad de los Evangelios.
 
Veamos cómo no sólo lo que escribieron los evangelistas es lo que hemos recibido, sino que lo que escribieron es la verdad.
No hay mayor garantía de veracidad que lo que dice un testigo a otro testigo.
 
Si un señor escribe hoy la historia de los feni­cios en Cádiz, podría decir alguna inexactitud: no hay supervivientes de los fenicios para que contradigan lo que hoy queramos decir de ellos. Sería relativamente fácil poner alguna inexactitud en la historia de los fenicios en Cádiz, porque hace mucho tiempo que murieron todos.
 
Pero si alguien escribe en el diario de Cádiz la crónica del partido del último domingo y cambia el resultado, todo el mundo se dará cuenta.
 
Los Evangelios fueron escritos por testigos y para testigos.
 
Los cristianos de aquella generación, cuando leían el Evangelio veían retratado lo que ellos habían visto, lo que ellos habían oído.
 
Si aquellos Evangelios no dijeran la verdad, habrían sido rechazados como una mentira. Na­die habría querido guardar un libro de historia que desfiguraba la verdad. Los habrían rechaza­do, y no hay ni un solo documento que atestigüe el rechazo.
 
¿Qué hicieron aquellos testigos que habían co­nocido a Cristo, que habían visto su vida, que ha­bían oído su predicación? ¿Qué hicieron con los Evangelios? Guardaron los Evangelios como oro en paño. Los copiaron a mano -entonces no había imprenta- y los transmitieron de generación en generación con todo cariño, porque allí estaba retratado lo que ellos habían visto. Por eso conservamos este cúmulo de documentos de los Evangelios.
 
Y las copias se han hecho con tal exactitud que es muy interesante el estudio comparativo de todos los documentos que tenemos de los Evangelios.
 
Resulta que están tan perfectamente copiados que de mil partes, 999 son exactamente iguales, y sólo cambia el uno por mil. Además, ninguna de esas variaciones son cosas fundamentales. Son equivocaciones al copiar; poner una letra por otra, cambiar el orden de las palabras, etcétera.
En fin, este capítulo pretende que tengamos una gran fe en los Santos Evangelios. Una gran fe, porque nos consta su historicidad.
 
Por tanto, si hay alguien que no crea en el Evangelio, ése no tiene derecho a creer en nada de la historia de aquel tiempo. No puede creer ni en Alejandro Magno, ni en Ciro, ni en Darío, ni en Artajerjes, ni en nadie.
 
Y si cree que ha habido un Alejandro Magno, un Escipión y un Aníbal, y cree porque lo dice la historia, habrá que tener en cuenta que muchas más garantías de verdad tienen los Santos Evan­gelios.
Tengamos mucha fe en el Santo Evangelio y creamos a pies juntillas lo que dice, porque quien no cree en los Evangelios no tiene derecho a creer ni en la Anábasis de Jenofonte, ni en la Guerra de las Galias de Julio César, etc. Esos textos no se prueban con la fuerza, con la exactitud y con las garantías que tienen los Evangelios.
 
 
 
 
¿Cuándo se escribieron

los Evangelios?

 

 

    

   Los Evangelios de Marcos, de Mateo, de Lucas y de Juan son la principal fuente de información sobre Jesús. En otras páginas de este sitio hemos dicho que, en nuestra búsqueda de Jesús a partir de los textos del Nuevo Testamento, se ha de recorrer un itinerario en el que, en un primer momento, ha de establecerse cuál es el texto griego original o más antiguo de cada uno de los Evangelios para, a partir de él, remontarnos luego al Jesús de Nazaret que vivió al comienzo del siglo I.

   Los innumerables manuscritos del Nuevo Testamento, debidamente tratados por los especialistas utilizando la ciencia denominada "crítica textual",  permiten establecer con un importante grado de certeza el texto griego más antiguo de cada uno de los escritos del Nuevo Testamento.

    Pero, ¿cuándo fueron escritos los Evangelios?

      Se suele decir que el proceso de formación de cada uno de los evangelios fue complejo. En un primer momento la predicación sobre Jesús se desarrolló sólo de forma oral, lo que daría lugar a que surgieran  las primeras tradiciones orales. (Sobre la tradición oral y su forma de transmisión, puede verse un esquema pinchando en el siguiente cuadro

:

Esquema formación tradiciones orales

Sólo en un segundo momento se elaborarían  pequeñas unidades narrativas en forma escrita que recogerían, cada una de ellas, milagros, dichos de Jesús, parábolas, etc. Es posible que muy tempranamente surgiera un primitivo texto escrito de la pasión. Y, por fin, en un tercer momento, y a partir de esas tradiciones orales y primeras unidades narrativas escritas, comenzarían a componerse los evangelios que ahora conocemos.

   Todo esto que se está diciendo es particularmente aplicable a los llamados evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas). De ellos se dice que no son tanto obras unitarias, sino colecciones de pequeñas unidades. En el estado preliterario existió una tradición oral. A excepción de un relato largo, el de la pasión, este material circuló al menos veinte años de modo oral y en pequeñas unidades. Los evangelistas reunieron esas pequeñas unidades y las transmitieron por escrito en una forma literaria original.

    Así, los evangelios habrían seguido un proceso más o menos largo antes de llegar al estado en el que nos los encontramos hoy. La tradición oral, las primeras unidades narrativas escritas, las colecciones de dichos de Jesús, la fijación por escrito del relato de la Pasión, de noticias de apariciones y de ulteriores colecciones de hechos, serían pasos previos a la formulación de los evangelios que ahora conocemos. El siguiente esquema intenta explicar este proceso de composición de los Evangelios :

 

 

    En cuanto a la datación de los evangelios, la opinión que pude considerarse todavía mayoritaria es la que resume John P.Meier en su obra "Un judío marginal" (Tomo I pag.67):

"Marcos, utilizando varios conjuntos de tradiciones orales y posiblemente escritas, compuso su Evangelio alrededor del año 70. Mateo y Lucas, trabajando independientemente el uno del otro, compusieron unos Evangelios más extensos en el período 70-100 (lo más  probable entre los años 80 y 90), mediante una combinación y adaptación de Marcos, de un repertorio de dichos de Jesús que los especialistas llaman Q, y de especiales tradiciones propias de Mateo y Lucas. Esto es lo que se conoce como la hipótesis de las dos fuentes".

    En cuanto al evangelio de Juan, se habría compuesto, según esta interpretación mayoritaria,  entre los años 90 a 100.

    Sin embargo, ¿está ya todo dicho en relación con la datación de los evangelios? La aparición de los papiros más antiguos, ¿no puede modificar en algo las cosas?

    El descubrimiento y  posterior datación de tres papiros (el P52, el 7Q5 y el P64) tal vez permita dar un vuelco espectacular a la cuestión de la datación de los evangelios.

     -El papiro P52 y la datación del evangelio de Juan.   

    La opinión de los especialistas, a finales del siglo XIX y principios del XX, era que el evangelio de Juan había sido escrito en el último cuarto del siglo II. Esta era la opinión de acreditados especialistas como Baur y de la Escuela de Tubinga.

   Sin embargo, en 1935 el papirólogo británico Colin H.Robert publicó el fragmento del papiro P52. Este papiro fue datado en el año 125, y ello obligó a replantear totalmente la fecha de la redacción del evangelio de Juan. Este papiro no sólo desplazaba la redacción del evangelio de Juan en medio siglo (de finales del siglo II al año 125). El efecto era todavía mayor. Al ser el papiro P52 de procedencia egipcia, había que conceder un espacio de tiempo para la divulgación del evangelio, su aceptación y finalmente su copia por parte de los cristianos que allí residían. Así, y únicamente como consecuencia del descubrimiento del papiro P52, el final del siglo I es la fecha más tardía de la redacción del evangelio de Juan.

    Sobre la formación del evangelio de Juan puede verse el siguiente esquema:

 

 

   - El papiro 7Q5 y la datación del evangelio de Marcos.

    El año 1972 el papirólogo español José O'Callaghan publicó un artículo en el que identificaba el papiro 7Q5, encontrado en la cueva número 7 de Qumram, como un pasaje del evangelio de Marcos.

    La identificación del papiro 7Q5 encontrado en Qumram como un fragmento de Marcos supone igualmente que es necesario el retrasar también el año de redacción de este evangelios. Las cuevas de Qumram se clausuraron el año 68, por lo que el evangelio es ya anterior a dicho año. Pero además el fragmento 7Q5 ha sido datado como  no más tarde del año 50. Esto supondría que el evangelio de Marcos existía ya a mediados del siglo I, posiblemente en  el año 40.

    -El papiro P64 y la datación del evangelio de Mateo.

    En 1994 el papirólogo alemán Carsten Peter Thiede procedió a publicar una nueva datación del papiro P64, también conocido como el papiro del Magdalen College de Oxford. Este  papiro, identificado sin ninguna duda como un fragmento del evangelio de Mateo, hasta entonces se databa alrededor del año 200. Sin embargo, según Thiede, un análisis de la escritura griega y una comparación detallada con la caligrafía de otros manuscritos obligaban a datar este papiro  en el siglo I, alrededor del año 75, como muy tarde. Esta datación es muy controvertida, dado que la opinión mayoritaria de los  especialistas no sitúa la redacción del evangelio de Mateo hasta unos años más  tarde.

    Hoy en día cada vez es mayor el número de los especialistas que se muestran partidarios de una fecha de redacción más antigua de los Evangelios. 

    En realidad, y puesto que, según posición casi unánime de los especialistas, Marcos es el evangelio más antiguo que fue conocido por Lucas y por Mateo, la cuestión clave es la datación del evangelio de Marcos, pues la fecha de composición del mismo será decisiva  para determinar la fecha de composición de los otros dos. Una completa información sobre la fecha de composición de Marcos la puedes obtener pinchando a continuación:


 

    Del mismo modo, una completa información sobre la fecha de composición del evangelio de Lucas se puede obtener pinchando a continuación:


 

Tal y como se comenta en este enlace, existen serias razones para establecer como fecha más probable para el evangelio de Marcos la de los años 40 a 50 de nuestra Era, lo que permite también datar los evangelios de Lucas y Mateo alrededor del año 60-65, desde luego antes de la destrucción de Jerusalén.


 
 

Evangelio    

  


 
Representación de los cuatro evangelistas con su correspondiente simbología:
Mateo (hombre-ángel),
Marcos (león alado),
Lucas (toro alado) y
Juan (águila).
El evangelio (del griego εὐ, «bien» y αγγέλιον, «mensaje») es según la fe cristiana la buena noticia del cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Abraham, Isaac y Jacob de que redimiría a su descendencia del pecado[1] por medio de la muerte de su Hijo unigénito Jesús,[2] quien moriría en expiación por el pecado de toda la Humanidad[3] y resucitaría al tercer día[4] para dar arrepentimiento y perdón de los pecados a todo aquel que crea en él.[5] David profetizó que Jesús resucitaría al tercer día sin ver corrupción;[6] David murió y su cuerpo vio corrupción[7] y la tumba de David está en el Monte Sion, pero Jesús resucitó al tercer día[8] cumpliendo la profecía de su resurrección y su tumba está vacía y es conocida como el Santo Sepulcro. Este es el evangelio que predicaban los primeros discípulos de Jesús.[9]

El cumplimiento de la promesa de Dios, o evangelio, fue escrito por los primeros discípulos judíos en los evangelios, que son los escritos que recogen las primeras predicaciones de los discípulos de Jesús de Nazaret y cuyo núcleo central del mensaje es la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. En un sentido más general, el término evangelio puede referirse a los evangelios. En ese sentido, existen cuatro evangelios contenidos en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana, llamados evangelios canónicos, reconocidos como parte de la Revelación por las diferentes confesiones cristianas. Son conocidos con el nombre de sus supuestos autores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La mayoría de los expertos considera que estos cuatro evangelios fueron escritos entre los años 65 y 100 d. C., aunque otros académicos proponen fechas más tempranas. Existen otros escritos, conocidos como evangelios apócrifos, no reconocidos como canónicos por las iglesias cristianas actuales, de manera que estos evangelios apócrifos no son ahora aceptados por estas instituciones religiosas como fidedignos, ni como textos inspirados por la divinidad. Pero sí fueron considerados «escritura» por algunas de las facciones en que se dividió el cristianismo durante los primeros siglos de su historia, especialmente por la corriente cristiana gnóstica, que fue la que aportó la mayor parte de estos textos, y por comunidades cristianas que conservaron una ligazón más estrecha con la tradición judía de la que surgió el cristianismo. Este último es el caso del evangelio de los hebreos y el evangelio secreto de Marcos, que diversos autores (como Morton Smith) datan como contemporáneos de los evangelios canónicos y aún como fuente de algunos de estos. Debido a este tipo de debates, hay autores que prefieren hablar de «evangelios extracanónicos», en vez de «apócrifos», para evitar un término que implica a priori la falsedad de los textos. El evangelio de Tomás es incluso datado por algunos expertos en el año 50 dC, hipótesis que lo convertiría en el más antiguo conocido.[10] [11] [12]

 Origen del término

La palabra «evangelio» es empleada por primera vez en los escritos de las primeras comunidades cristianas por Pablo de Tarso, en la primera epístola a los corintios,[13] redactada probablemente en el año 57:
Γνωρίζω δὲ ὑμῖν, ἀδελφοί, τὸ εὐαγγέλιον ὃ εὐηγγελισάμην ὑμῖν, ὃ καὶ παρελάβετε, ἐν ᾧ καὶ ἑστήκατε,Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os anuncié, que recibisteis, y en el que habéis perseverado.
Dicho evangelio consiste, según Pablo, en «que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, si bien algunos han muerto. Luego se apareció a Santiago, y más tarde a todos los apóstoles. Y después de todos se me apareció a mí, como si de un hijo nacido a destiempo se tratase».

Con el mismo sentido aparece la palabra en el evangelio de Mateo[14] y en el evangelio de Marcos.[15] Es posible que sea la traducción al griego de una expresión aramea empleada en su predicación por Jesús de Nazaret, pero no existen datos concluyentes que permitan afirmar esto de forma definitiva. En total, la expresión «evangelio» es usada en 76 ocasiones en el Nuevo Testamento. Es significativo que sesenta de ellas tengan lugar en las cartas de Pablo, y que no exista ninguna mención del término en el evangelio de Juan y en el Evangelio de Lucas, aunque sí aparece en los Hechos de los Apóstoles, atribuidos a Lucas. El número de menciones de cada término es el siguiente:[16]

TérminoEvangelio de MateoEvangelio de MarcosEvangelio de LucasHechos de los ApóstolesEvangelio de Juan
Evangelio (euangélion)48020
Evangelizar (euangelízō)1010150
Se ha especulado sobre si las comunidades cristianas helenísticas adoptaron el término «evangelio» a partir del culto al emperador. Existe en Priene una inscripción, fechada en el año 9 a. C., en que aparece esta palabra con un sentido muy similar al que después le darían los cristianos. En cualquier caso, la palabra había sido frecuentemente utilizada en la literatura anterior en lengua griega, incluyendo la primera traducción de la Biblia a este idioma, conocida como Biblia de los Setenta.

 Evangelios canónicos

Del elevado número de evangelios escritos en la Antigüedad, sólo cuatro fueron aceptados por la Iglesia y considerados canónicos. Establecer como canónicos estos cuatro evangelios fue una preocupación central de Ireneo de Lyon, hacia el año 185. En su obra más importante, Adversus haereses, Ireneo criticó con dureza tanto a las comunidades cristianas que hacían uso de un solo evangelio, el de Mateo, como a los que aceptaban varios de los que hoy son considerados como evangelios apócrifos, como la secta gnóstica de los valentinianos. Ireneo afirmó que los cuatro evangelios por él defendidos eran los cuatro pilares de la Iglesia. «No es posible que puedan ser ni más ni menos de cuatro», declaró, presentando como lógica la analogía con los cuatro puntos cardinales, o los cuatro vientos (1.11.18). Para ilustrar su punto de vista, utilizó una imagen, tomada de Ezequiel 1, del trono de Dios flanqueado por cuatro criaturas con rostros de diferentes animales (hombre, león, toro, águila), que están en el origen de los símbolos de los cuatro evangelistas en la iconografía cristiana.

Tres de los evangelios canónicos, Marcos, Mateo y Lucas, presentan entre sí importantes similitudes. Por la semejanza que guardan entre sí se denominan sinópticos desde que, en 1776, el estudioso J.J. Griesbach los publicó por primera vez en una tabla de tres columnas, en las que podían abarcarse globalmente de una sola mirada (synopsis, «vista conjunta»), para mejor destacar sus coincidencias.

Origen de los evangelios canónicos

La historia del desarrollo de los evangelios es confusa, existiendo varias teorías acerca de su composición, como se expone a continuación. Los análisis de los estudiosos se han centrado en lo que se llama el problema sinóptico, es decir, las relaciones literarias existentes entre los tres evangelios sinópticos, Mateo, Lucas y Marcos.
La teoría que ha obtenido el mayor consenso es la «teoría de las dos fuentes».

Teoría de las dos fuentes

Las diferencias y semejanzas entre los evangelios sinópticos se han explicado de diferentes formas. Una de las teorías más extendidas es la llamada «teoría de las dos fuentes». Según esta teoría, Marcos es el evangelio más antiguo de los tres, y fue utilizado como fuente por Mateo y Lucas, lo que puede explicar la gran cantidad de material común a los tres sinópticos. Sin embargo, entre Lucas y Mateo se han observado coincidencias que no aparecen en Marcos; se han atribuido a una hipotética fuente Q (del alemán Quelle, fuente) o protoevangelio Q, que consistiría básicamente en una serie de logia («dichos», es decir, «enseñanzas» de Jesús), sin elementos narrativos. El descubrimiento en Nag Hammadi del evangelio de Tomás, recopilación de dichos atribuidos a Jesús, contribuye a consolidar la hipótesis de la existencia de la fuente Q.

La existencia de Q fue defendida por los teólogos protestantes Weisse (Die evangelische Geschichte kritisch und philosopisch bearbeitet, 1838), y Holtzmann (Die Synoptischen Evangelien, 1863), y desarrollada posteriormente por Wernle (Die synoptische Frage, 1899), Streeter (The Four Gospels: A Study of Origins, treating of the manuscript tradition, sources, authorship, & dates, 1924), quien llegó a postular cuatro fuentes (Marcos, Q, y otras dos, que denominó M y L) y J. Schmid (Matthäus und Lukas, 1930). Aunque para Dibelius y Bornkann pudo tratarse de una tradición oral, lo más probable es que se tratase de una fuente escrita, dada la coincidencia a menudo literal entre los evangelios de Mateo y Lucas. También se ha considerado probable que el protoevangelio Q fuera redactado en arameo, y traducido posteriormente al griego.
Si bien la fuente Q es una hipótesis de los eruditos para intentar explicar el problema sinóptico; esta colección de dichos de Jesús – también conocido modernamente como Logia – era de lectura y estudio cotidiano en la iglesia primitiva y Lucas la menciona en Hechos de los Apóstoles como “Las Palabras del Señor”. De tal forma la hipótesis de Q y de Logia adquiere sustancia.

Otras teorías

Existen otras hipótesis que prescinden de la existencia de una fuente Q. De estas, algunas afirman la prioridad temporal de Mateo y otras consideran que Marcos fue el primer evangelio. Las más destacadas son las siguientes:
  • La hipótesis propuesta por Farrer postula que el evangelio de Marcos se escribió primero y fue utilizado como fuente por Mateo. Lucas, en una tercera etapa, habría utilizado ambos como fuentes.
  • La hipótesis de Griesbach da prioridad al evangelio de Mateo. Lucas lo habría utilizado como fuente, y, finalmente, Marcos habría hecho uso de los dos precedentes. Fue propuesta por Johann Jakob Griesbach en 1789.
  • La hipótesis agustiniana sostiene que Mateo fue el primer evangelio, seguido de Marcos y de Lucas, y que cada evangelista utilizó el precedente como fuente. Esta es la teoría más próxima a los planteamientos de los Padres de la Iglesia, y la más frecuente en la tradición católica.
  • La hipótesis de los esenios sostiene que fue este grupo quien escribió y recopiló la mayor parte de los escritos de la vida de Jesús y dio inicio al evangelio de Q.
  • La hipótesis de Goinheix dice que el primer evangelio que circuló fue el de Mateo en lengua aramea. Siguiendo la narrativa de este, y ayudándose con el documento que llamamos Q o Logia, Marcos y luego Lucas escriben sus respectivos evangelios. Luego, Mateo, conociendo ya estos dos evangelios, traduce el suyo al griego y toma elementos de aquellos. Finalmente es Juan quien da a conocer el evangelio que estuvo escribiendo por años en Jerusalén primero y en Éfeso finalmente.

Evangelio según Juan

Juan es sin duda el último de los evangelios canónicos, de fecha bastante más tardía que los sinópticos. En él, los milagros no son presentados como tales sino como «signos», es decir, gestos que tienen una significación más profunda: revelar la gloria de Jesús (ver Rivas, L.H., El Evangelio de Juan). La hipótesis elaborada por Rudolf Bultmann (Das Evangelium des Johannes, 1941) postula que el autor de este evangelio tuvo a su disposición una fuente, oral o escrita, sobre los «signos» de Cristo, independiente de los evangelios sinópticos, que ha sido denominada Evangelio de los Signos, cuya existencia es meramente hipotética.

 Autoría de los evangelios canónicos

Tradicionalmente se atribuye la autoría de los evangelios a Mateo, apóstol de Jesús, a Marcos discípulo de Pedro, a Lucas, médico de origen sirio discípulo de Pablo de Tarso y a Juan apóstol de Jesús. Sin embargo, hasta hoy no ha sido determinada aún la autoría real de cada evangelio.
En el seno de la Iglesia Católica, el Concilio Vaticano II en su Constitución Dei Verbum señaló que «la Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan».[17]

 Fechas de los evangelios canónicos

No hay acuerdo acerca de las fechas exactas en que fueron redactados. La mayoría de los expertos considera que los evangelios canónicos fueron redactados en la segunda mitad del siglo I d. C., alrededor de medio siglo después de la desaparición de Jesús de Nazaret, aunque muchos expertos consideran que fueron redactados antes de la destrucción del Templo de Jerusalén (p.e. J.A.T. Robinson en su libro Redating the New Testament, J. Carrón García y J.M. García Pérez en su obra ¿Cuándo fueron escritos los evangelios?, entre otros)
También existe una minoría que propone que los evangelios fueron redactados tras la destrucción definitiva de Jerusalén durante el reinado de Adriano.
Raymond E. Brown, en su libro An Introduction to the New Testament, considera que las fechas más aceptadas son:
  • Marcos: c. 68–73.
  • Mateo: c. 70–100 (aunque algunos autores, que no aceptan la prioridad de Marcos, sitúan su redacción en una fecha anterior al año 70).
  • Lucas: c. 80–100 (una mayoría de estudiosos lo data en torno al años 85).
  • Juan: c. 90–110. (fecha propuesta por C.K. Barrett; R.E. Brown no ofrece una fecha consensuada para el evangelio de Juan).
Estas fechas están basadas en el análisis de los textos y su relación con otras fuentes.
En cuanto a la información que nos proporciona la arqueología, el manuscrito más antiguo de los evangelios es el llamado papiro P52, que contiene una breve sección del evangelio de Juan (Juan 18: 31-33,37-38). Según los papirólogos, y sobre la base del estilo adriánico de escritura, dataría de la primera mitad del siglo II, aunque no existe consenso total acerca de la fecha exacta.[18] De todos modos, el lapso que separa la fecha de redacción tentativa del manuscrito original de Juan respecto de la del papiro P52, considerado la copia sobreviviente más antigua, es extraordinariamente breve, si se compara con la de otros manuscritos de la antigüedad preservados. Y esto se constata – en menor grado - en todos los evangelios cuyas copias más antiguas guardan menos de un siglo de diferencia respecto de la fecha estimada de redacción de sus originales.

 Armonización y concordismo

La «armonización» fue un recurso utilizado cuando se buscaba la forma de «forzar» textos de los evangelios que parecen contradecirse o que no están totalmente de acuerdo entre sí, para que parezca que expresan lo mismo. De allí el nombre de «problema armónico», con el que se refería la dificultad para reunir los cuatro relatos evangélicos en uno solo.

Uno de los ejemplos más famosos fue el «Diatéssaron», nombre griego que se podría traducir como «formado por cuatro». Se trata de una obra griega escrita entre los años 165 y 170 por el autor sirio Taciano, que consiste en un solo evangelio compuesto con elementos tomados de los cuatro evangelios canónicos, y posiblemente también de alguna fuente apócrifa. Taciano eliminó las repeticiones y armonizó los textos para ocultar las posibles discrepancias que se encuentran en los evangelios.

Esa obra tuvo mucha popularidad en la Iglesia de lengua aramea, hasta llegar a convertirse en el evangelio de las Iglesias de Siria. Efrén de Siria (306-373) escribió un comentario al Diatéssaron que se conserva en la actualidad. Pero por las armonizaciones y omisiones, la obra de Taciano no refleja fielmente el texto de los evangelios. Por otra parte, al mostrar un evangelio «único», no permite ver el mensaje propio que ofrece cada uno de los evangelistas. Por esa razón, se ordenó en el siglo V que se volvieran a leer los evangelios por separado.

El «concordismo» fue otro recurso que se utilizó cuando ciertos textos bíblicos en general, que reflejan conceptos científicos de épocas en las que las ciencias estaban mucho menos desarrolladas, son presentados de manera forzada para que expresen lo mismo que dice la ciencia en la actualidad.
Estos recursos, utilizados en otros tiempos con cierta frecuencia hasta llegar a ser populares, han sido dejados totalmente de lado en la actualidad. Los evangelios recogen las predicaciones apostólicas que se desarrollaron a partir de la persona de Jesús de Nazaret, y su finalidad se vincula al anuncio de la salvación, no a la proclamación de verdades científicas en general. Esto no impide que los evangelios puedan ser analizados además como cualquier material antiguo (crítica histórico-literaria, crítica textual, etc.), pero el objetivo de su redacción se sitúa en otro plano.

Evangelios apócrifos

Textos fragmentarios

 Apócrifos de la Natividad

Apócrifos de la infancia

Apócrifos de la Pasión y Resurrección

Apócrifos gnósticos de Nag Hammadi

 Véase también

 Referencias

  1. cf. Hechos 13:32
  2. cf. Génesis 22:2; Salmos 130:8; Salmos 2:7
  3. cf. Isaías 53:10
  4. cf. Salmos 16:10
  5. cf. Lucas 24:47
  6. cf. Salmos 16:10
  7. cf. 1Reyes 2:10
  8. cf. Marcos 16:1-6
  9. cf. 1-12 15
  10. John P. Meier,A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus, v. 1, p. 128.
  11. Theissen, Gerd, Annette Merz (1998). El Jesús Histórico: Una guía completa. Minneapolis: Fortress Press. pp 38-39. ISBN 0-8006-3122-6.
  12. Stevan L. Davies, Análisis de correlación
  13. 1Corintios 15:1; cf. texto griego Πρὸς Κορινθίους Α΄ 15:1
  14. Mateo 4:23; Mateo 9:35
  15. Marcos 1:15
  16. Rivas, L.H. El Evangelio de Juan
  17. Constitución Dei Verbum. 18. 
  18. Raymond Edward Brown (El Evangelio según Juan, vol. I, p. 104) señala: «ha sido ampliamente aceptada la datación de este papiro en 135-150». Kurt Aland y Barbara Aland (The text of the New Testament: an introduction to the critical editions and to the theory and practice of modern textual criticism, pp. 84 y 99) señalan «ca. 125». Antonio Piñero (Guía para entender el Nuevo Testamento, p. 328) indica: «se fecha entre el 125/130». Theissen y Mertz (El Jesús histórico, p. 33) sugieren una datación de «la primera mitad del siglo II». Eduardo Arens (Los evangelios ayer y hoy, p. 362.) propone como fecha ante quem el año 130.

Bibliografía

  • Cantera, F. & Iglesias, M. (2003 [1975]). Sagrada Biblia. Versión crítica sobre textos hebreo, arameo y griego. 3ª edición 2000, 2ª impresión 2003. Madrid: Biblioteca de Autores Católicos. ISBN 978-84-7914-490-6. 
  • Rivas, Luis H. (2001). ¿Qué es un Evangelio?. Buenos Aires: Claretiana. ISBN 978-950-512-401-5. 
  • Santos Otero, Aurelio de (2009 [2003]). Los evangelios apócrifos. 1ª edición, 12ª impresión. Edición bilingüe. También en colección BAC Selecciones. Madrid: Biblioteca de Autores Católicos. ISBN 978-84-7914-044-1 / ISBN 978-84-220-1409-6. 
  • Piñero, Antonio (2009). Todos los evangelios. Madrid: Editorial Edaf. ISBN 978-84-414-2116-5. 
  • Rivas, Luis H. (2008 [2005]). El Evangelio de Juan. Introducción, Teología, Comentario. Buenos Aires: San Benito. ISBN 987-1177-18-6. 

Enlaces externos

 
 

 

 
¿ QUÉ SON LOS EVANGELIOS ?
 
Sin lugar a dudas el personaje más importante de toda la historia de la humanidad es Jesucristo por el hecho de ser nada menos que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, "nacido de mujer, nacido bajo la ley en la plenitud de los tiempos". (Gál.4.4)
 
Por un amor absolutamente gratuito, Dios "nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuesemos santos e inmaculados ante El por el amor. El nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos... por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados". (Ef.1,4-7)
 
La encarnación del Verbo Eterno de Dios tenía por fuerza que darse en algún momento de la historia, en algún lugar concreto de la Tierra, en algún pueblo determinado y de una mujer concreta. Pero para llevar a cabo su obra de salvación, Dios no eligió a ninguno de los pueblos poderosos que habitaban la tierra, sino que pidió a un anciano caldeo llamado Abraham, mediante un sublime acto de Fe y esperanza contra toda esperanza, la creación de un pueblo nuevo, un pueblo suyo, el Pueblo de Dios. Toda esta historia maravillosa está relatada en un libro, el más importante del mundo: la Sagrada Biblia.
 
¿Qué es la Biblia?
 
Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesucristo, el pueblo de Israel descubrió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios único se había ligado a él con una alianza especial: "Tú serás mi Pueblo y Yo seré tu Dios". Los profetas, que hablaron de parte de Dios, las experiencias positivas y negativas resultado de la Alianza, sus inquietudes, oraciones, triunfos y dramas, fueron pasando de una manera u otra a los libros y documentos que los responsables religiosos de Israel recibieron, escogieron y acreditaron como parte del Libro Sagrado.
Así se formó el Antiguo Testamento de la Biblia. Estos libros son la herencia más preciosa que Dios entregó como Testamento a su pueblo escogido.
Después de tantas experiencias, "en la plenitud de los tiempos", el Padre Eterno envió a su Hijo Unigénito a consumar la obra de la Redención. Los esfuerzos de Jesús para salvar al pueblo judío llevándolo a la madurez de la fe y descubriéndolo a Dios como Padre amoroso; la predicación de la Buena Nueva (Evangelio) de la salvación y después su rechazo, muerte y resurrección dieron origen en la Iglesia por El fundada a la redacción y aprobación de los libros, del Nuevo Testamento.
 
Los libros de ambos testamentos forman la Biblia completa que consta de 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo.

La Biblia fue Inspirada por Dios.
 
Cuando leemos la Biblia, sobre todo en la Santa Misa, decirnos al final "Palabra de Dios". Eso quiere decir que en las Sagradas Escrituras Dios nos está hablando. En otras palabras, reconocemos que la Biblia está inspirada por Dios, que los autores humanos, Isaías, Jeremías, San Mateo, San Pedro, etc., con lenguaje humano y con su estilo propio, nos están diciendo lo que Dios mismo les ha revelado. Dios es el autor principal de la Biblia.
Otras culturas también tienen sus "libros sagrados", como el Libro de los Vedas de los hindúes, o el Corán del Islam, pero hay una diferencia abismal con respecto a la Biblia. Hemos de reconocer la autoría de Dios en la Biblia al menos por un detalle: el cumplimiento prodigioso de profecías hechas con siglos de anticipación.
 
¿Cómo explicar, sin la intervención divina el hecho de que el Rey David, 1000 años antes, o Isaías 700, hayan podido describir con detalles sorprendentes la pasión y muerte de Jesucristo? El anuncio del Mesías está presente en todo el Antiguo Testamento, desde el Génesis hasta Baruc, el último de los Profetas, un siglo antes de Cristo.
 
Por eso la Constitución "Del Verbum" del Concilio Vaticano Segundo nos dice:Las verdades reveladas por Dios, que se contienen en la Sagrada Escritura, se consignaron por base de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia.
En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos, y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería" (DV 1 l).
 
"Cristo crucificado es una prueba de la solidaridad de Dios con el hombre que sufre"
Juan Pablo II
 

La Interpretación de la Biblia.

Los libros de la Biblia no entregan su mensaje sino al que viene a compartir la experiencia de la comunidad en que se originaron estos libros. Hay una manera de entender la Biblia que es propia del Pueblo de Dios: es lo que llamamos la Tradición del Pueblo de Dios. Jesús recibió en su propia familia y en las sinagogas, la tradición judía. Luego enseñó a sus Apóstoles una nueva manera de comprender la Historia Sagrada: por eso se habla de la Tradición de los Apóstoles o de Tradición de la Iglesia.
 
Para comprender la Biblia, no podemos confiarnos de cualquier predicador que la manipula a su conveniencia. Debemos recibirla tal como la entiende la Iglesia Católica, que fue fundada por Cristo mismo en los Apóstoles y que en 2000 años ha sabido ser fiel al "Depósito de la Fe" sorteando toda clase de errores y desviaciones.
 
La Biblia es un libro muy complejo y difícil de leer y entender ya que fue escrito a lo largo de miles de años y por muchos autores humanos inspirados por Dios. No conviene leerla de la página 1 en adelante, del Génesis al Apocalipsis.
 
Lo mejor para saber lo que la Biblia nos quiere decir es el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica, editado por Juan Pablo II en 1992 teniendo a mano la Sagrada Biblia. Cada tema, cada página, cada párrafo, tiene como base la Palabra de Dios (hay en el Catecismo 2927 citas) enriquecido y explicado por la tradición y el Magisterio de la Iglesia. Podemos decir que dicho Catecismo es pura Biblia con el sello de garantía de la Iglesia fundada por el Señor Jesús.
 

LOS CUATRO EVANGELIOS

La palabra "evangelio", del griego "evangelion" quiere decir buena nueva, buena noticia. Y Jesucristo es El mismo la Buena Noticia, el único Evangelio para la humanidad entera. Cuando hablamos de "cuatro Evangelios", estamos designando en realidad cuatro versiones distintas del único Evangelio. Por eso decimos "según San Juan o según San Lucas".
 
Los Apóstoles y demás Discípulos, fueron comunicando esa Buena Nueva por todo el mundo conocido en aquel entonces. Judíos, griegos, romanos, egipcios, galos, hispanos, etc., se convirtieron gozosos y supieron dar su vida valientemente por la causa del Evangelio durante las persecuciones romanas..
 
Pero Jesucristo nunca escribió un libro ni la Iglesia al principio pensó en ello: el Evangelio se transmitía oralmente y con eso bastaba, pero llegó el momento en que decidieron los mismos Apóstoles consignar dichos y hechos de Jesús, para evitar deformaciones en el mensaje auténtico del Señor. Así fueron escribiéndose los cuatro Evangelios que conocemos y también los demás libros del Nuevo Testamento. 
  
Es pues muy importante tener en cuenta que la Tradición Apostólica es anterior cronológicamente y en cierta manera más importante que los libros escritos, ya que es la Iglesia la que nos entrega por Tradición cuáles son los auténticamente inspirados por Dios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Error fatal de los protestantes es hacer a un lado la Tradición con la idea de que "solo la Biblia basta". Si no contarnos con la Iglesia Católica que con su Tradición nos interpreta la Biblia, caemos, como vemos sucede en la infinidad de iglesias y sectas protestantes en toda clase de desviaciones y errores que pueden llegar a consecuencias fatales, a la muerte misma por suicidios masivos, como en la Guyana, en Waco y en otras partes del mundo.
 
Hemos de tener presente que los Evangelios, que narran acontecimientos reales y contienen verdadera historia no fueron concebidos principalmente como biografías de Jesucristo en el sentido actual de esta palabra. Su finalidad primordial es instructiva, formadora, didáctica. Surgieron para el servicio de la predicación cristiana de la primera hora, corra corroboración y ayuda de la predicación oral, para despertar y fortalecer la fe en Jesucristo. (Lc. 1, 1,ss; Jn.20,31)
 
Todo ello nos explica el porqué las narraciones evangélicas, lejos de ser exhaustivas (Jn.20,30), son sumamente parcas al referir los hechos así como en precisar detalles cronológicos o geográficos. Son de un carácter esquemático y doctrina¡, prescindiendo de detalles que nos hubiera encantado conocer, por ejemplo cómo eran físicamente tanto Jesús, como María
.
Una inquietud pertinente
 
Habiendo sido escritos los Evangelios al menos 30 años después de los hechos, podemos preguntarnos qué grado de fidelidad pueden contener. ¿No quedarían un tanto deformados por causa precisamente de la predicación que puede ser un tanto subjetiva y aún por la misma buena fe de los creyentes?

Católicos y no católicos, admiten que todo el material que contienen los Evangelios fue algo vivo, permanente, entrañable y de vital importancia en las primeras décadas del cristianismo. Cuando no existían los libros impresos (aún en nuestros días se da en culturas un alto grado de analfabetismo) la mnemotecnia (técnicas para memorizar) y la facilidad asombrosa para repetir fielmente breves relatos, frases sentenciosas y aún pequeños discursos con frecuencia redactados en forma rítmica o cadencioso, garantizan dicha fidelidad al relato apostólico. Los dichos y hechos de Jesús (bienaventuranzas, parábolas, milagros) se repetían con facilidad por parte de los diversos predicadores y aunque se detectan algunas variantes, no existen deformaciones sustanciales. La historicidad básica de los relatos evangélicos es por tanto irrecusable.
 
Además sabemos que de los cuatro Evangelistas, dos, San Mateo y San Juan, fueron Apóstoles y los otros dos, San Marcos y San Lucas fueron discípulos directos de San Pedro y de San Pablo respectivamente. Hombres que presenciaron los hechos, que estuvieron al lado de Jesús por tres años como los dos primeros o bien hombres responsables como San Marcos y San Lucas que estuvieron ligados a los Apóstoles y que minuciosamente se informaron (Lc. 1, 1 -4) de la verdad y de la exactitud de palabras y hechos, son de una inmediatez evidente, garantía de fidelidad.
 
Justamente la Iglesia recibió esos libros como Sagrados, por haber sido redactados por los mismos Apóstoles o al menos bajo su vigilancia y dependencia. Ese origen apostólico fue precisamente el criterio para admitir los Evangelios auténticos o rechazar otros pretendidos evangelios surgidos posteriormente, llamados apócrifos.

Pero aún existe el hecho de que fueron escritos bajo la inspiración divina. ¿Cómo pues poner en duda que las narraciones evangélicas sean históricamente fidedignas o cómo pensar que no nos transmiten fielmente el pensamiento de Jesús?
 
Los Evangelios "Sinópticos"
 
La estructura literaria, el estilo y el plan interno de los Evangelios varían no poco entre sí, especialmente en lo que respecta a los tres primeros comparados con el de San Juan. En efecto: los escritos de San Mateo, San Marcos y San Lucas presentan un cierto paralelismo y son por eso llamados Sinópticos (de "sinopsis", mirada de conjunto) ya que su plan es idéntico y hasta puede ponerse en columnas paralelas, aunque con algunas variantes. Comienzan con la predicación de San Juan Bautista, presentan luego la predicación y actuación de Jesús en Galilea y finalmente su viaje a Jerusalén con los acontecimientos de su pasión, muerte y resurrección. Tienen muchas coincidencias pero cada uno tiene un enfoque distinto y relata algunas cosas de que carecen los otros dos.
 
Cada Evangelista es responsable de la verdad de sus relatos y de la fidelidad a las palabras de Jesús que aduce, según su modo particular de concebir su libro y redactado, según los fines personales, siempre instructivos, que con ello se propuso.
 
El Evangelio de San Juan.
 
San Juan, por supuesto, tiene en su Evangelio la misma finalidad e los sinópticos: quiere llevara la mente y el corazón del lector la fe en Jesús como Mesías y como Hijo de Dios, con la vida espiritual en Cristo que ello supone: escribe para "que creyendo en El tengáis la vida en su Nombre" (Jn.20,31).

Pero San Juan discurre por otros caminos que los Sinópticos: habiendo escrito su Evangelio cerca del año 95, supone los otros tres Evangelios y además la Teología desarrollada por San Pablo y la catequesis primitiva. Se basa mucho en sus recuerdos personales acerca de Jesús, al que admiraba fuertemente con su corazón juvenil captando detalles que los demás no notaron. La selección de temas y la manera de presentarlos son pues, muy originales y distintos respecto a los otros Evangelios.
 
Cuando San Juan escribe ya habían surgido herejías dentro de la Iglesia, como los gnósticos que negaban la perfecta humanidad de Cristo y les sale al paso con un Evangelio muy cristológico. En el versículo 14 del primer capítulo dice fuertemente que "el Verbo se hizo carne", esa carne que San Juan tocó con sus propias manos, ese cuerpo bien humano en el cual se recostó en la Ultima Cena.
 
Pero por otro lado Cerinto y los Ebiondas negaban la divinidad de Jesús y por eso también, desde los primeros versículos de su Evangelio afirma tajantemente que "el Verbo era Dios".
Presenta al judaísmo como enemigo declarado del cristianismo: siendo él mismo judío, habla de los enemigos de Jesús como de "los judíos". 
 
Omite muchos sucesos ya narrados en los sinópticos pero incluye otros inéditos, como el discurso maravilloso de Jesús en la Ultima Cena y el lavatorio de los pies hecho por el Maestro.
Recordemos una vez más que ninguno de los cuatro Evangelistas intentó darnos una completa biografía de Jesucristo. Nos comunican sus enseñanzas con total fidelidad, sus hechos principales absolutamente históricos y su visión personal de la figura del Señor.
De estas cuatro narraciones evangélicas, "resulta la imagen única de un Judío que superó el judaísmo, la de un Hombre que superó la humanidad, la del Hombre-Dios, Jesús de Nazaret, el héroe y protagonista de la cuádruple narración que forman los cuatro libros del único Evangelio, el libro más hermoso que jamás se ha escrito". (Bover-Cantera).
 
El Evangélico según San Mateo.
 
¿Quién era San Mateo? Lo dice su mismo Evangelio: "Cuando partía de allí, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado al banco de los impuestos y le dijo: Sígueme. Y él levantándose, le siguió". (Mt.9,9). San Marcos nos relata el mismo acontecimiento (Mc.2,14) en donde aparece su otro nombre: Leví, hijo de Alfeo.
 
Era pues, un recaudador de impuestos, un "publicano" y por lo tanto odiado por los judíos que los consideraban traidores a Israel por recaudar los impuestos para el Imperio Romano. Pero Jesús que conoce los corazones, no vaciló en llamarlo y de aquél pecador surgió un Apóstol y Evangelista. 
  
San Mateo escribió su Evangelio entre los años 40 y 50 en arameo que era la lengua popular en esa época, para las comunidades cristianas en las cuales eran muy numerosos los creyentes de origen judío. Encontramos inmediatamente un gran empeño en demostrar cómo en Jesucristo se cumplieron las profecías que bien conocían los compatriotas. Desde el primer capítulo en el versículo 22 nos dice al comentar el nacimiento virginal del Mesías: "Todo lo cual se hizo en cumplimiento de lo que había dicho el Señor por el profeta" (Is.7,14). Y en seguida abundan las citas: 2,6; 2,15; 2,18; 2,23; 3,3; 3,7; 3,10, etc...
 
Demuestra San Mateo que estaba muy familiarizado con los usos y costumbres de los judíos, así como de los lugares bíblicos y con los Sagrados Escritos. Además en el texto griego no se traducen palabras arameas dado que sus lectores las entendían.
Se notan claramente cinco partes: cada una de ellas empieza con hechos de Jesús y termina con un discurso.
• El Sermón de la Montaña: Caps. 5 al 7.
• Instrucción a los Misioneros: Cap. 10.
• Las parábolas del Reino: Cap. 13.
• La Convivencia en la Iglesia: Cap. 18.
• El porvenir de la Iglesia: Caps.23 al 25.
San Mateo ve en Jesús al Maestro de la humanidad. Sus parábolas y discursos nos enseñan un camino de perfección y dan la pauta para nuestra convivencia en la Iglesia.
El lenguaje que San Mateo emplea en su Evangelio es claro y sencillo, la materia está ordenada cuidadosamente, las descripciones de los hechos de la vida de Jesús poseen con frecuencia interés y emoción dramática y revelan las altas cualidades literarias del autor.
 
 

El Evangelio según San Marcos.

Es el segundo de los Evangelios y también el más breve
de ellos. Fue escrito, como el de San Mateo, por los años 50. Su autor era un judío de Jerusalén llamado Juan Marcos y según se refiere en los Hechos de los Apóstoles (1 2,12) vivían sus padres en Jerusalén y en su casa se reunía para el culto la primitiva congregación cristiana.
Junto con su tío Bernabé, acompañó Marcos a San Pablo en su primer viaje misional, pero surgidas ciertas dificultades en Perge de Panfilia, regresó a su ciudad de Jerusalén. (Hech. 13,13)
San Marcos estuvo en Roma con el Apóstol San Pedro, del que fue discípulo, intérprete y secretario. Por haber sido bautizado por San Pedro, le llama cariñosamente hijo suyo. (1 Pe.5,13)
 
 
San Marcos puso por escrito las enseñanzas que aquél había dado de palabra y se valió asimismo de otras fuentes para ello. Refiere de la vida de Jesús ciertos pormenores y revela tal conocimiento de circunstancias de lugar y de tiempo, que ello solo habría sido posible tratándose de una persona que hubiera presenciado los hechos y convivido con las personas que en ellos hubieran intervenido.
 
Sin embargo, San Marcos no había sido testigo directo de lo que narra, sino que se limita a escribir lo que San Pedro le había contado a su vez. Por esta razón destaca de un modo tan intenso la personalidad del Apóstol en todo el Evangelio, llamado con justo motivo "el Evangelio Petrino".
 
Como el Evangelio de San Marcos está destinado a los cristianos procedentes del paganismo, cita poco al Antiguo Testamento, explica las costumbres judías y no habla de la Ley de Israel. Reflejando el temperamento fogoso de San Pedro, nos ofrece una imagen vívida e impresionante de Jesucristo. Con maestría incomparable traza un vivo retrato del carácter de Jesús gracias al admirable orden con que presenta los hechos de] Maestro y debido también al fin catequético que con ello persigue y al vigor y estilo de su lenguaje.
 
El Evangelio según San Lucas.
 
El tercer Evangelio es el de San Lucas, que fue escrito hacia el ano 62 y dedicado a un distinguido cristiano llamado Teófilo, procedente del paganismo y también probablemente a una congregación cristiana fundada por San Pablo. Está redactado en un griego muy literario, lo cual hace suponer la elevada cultura del autor.
La mentalidad de San Lucas no es semítica sino grecolatina, como la nuestra, y además no escribe para judíos sino para griegos y romanos. Es por eso que con una inquietud muy actual, como si fuera un reportero o cronista de nuestro tiempo, investiga minuciosamente y pone todo en orden. Es el Evangelio, para nosotros, más fácil de leer, así como su continuación, los Hechos de los Apóstoles.
San Lucas fue médico de profesión, lo cual puede observarse en las numerosas expresiones técnicas y en diferentes descripciones de enfermedades que aparecen en su Evangelio.
Según Eusebio de Cesarea, historiador de la Iglesia, procedía de Antioquía de Siria. Era de ascendencia gentil y probablemente fue acogido prontamente en Antioquía en el seno del cristianismo. San Lucas fue uno de los amigos más íntimos y leales de San Pablo, a quien acompañó en sus viajes misionales segundo y tercero y con el cual compartió en Cesarea y en Roma los años de cautiverio.
 
Después de la muerte del Apóstol de los gentiles, lo que la historia nos transmite, no ofrece garantía de veracidad. Parece ser que predicó el Evangelio en Grecia y que murió mártir. La Iglesia lo conmemora y venera el 18 de octubre.
 
Su Evangelio se caracteriza por la belleza de su estilo, por el calor y sentimiento de sus narraciones, que nos brindan un maravilloso retrato del Salvador. Contiene un buen número de parábolas que solo se encuentran en su Evangelio y que nos revelan claramente el amor de Jesús hacia los pecadores. Es el "Evangelio de la Misericordia".
 
Debemos a San Lucas, gracias a sus dotes de investigador, lo referente a la infancia de Jesús y podemos imaginario entrevistando a la Santísima Virgen María en la casa de San Juan, para anotarlo todo cuidadosamente.
 
El Evangelio según San Juan.
 
Como hemos ya dicho, el cuarto Evangelio es muy distinto de los Sinópticos. Fue escrito en Efeso y dirigido a las comunidades del Asia Menos (la actual Turquía) y constituye un complemento de los otros tres. Mientras aquellos relatan sobre todo la actividad de Jesús en Galilea, el Evangelio de San Juan se refiere más bien a la obra realizada por el Señor en Judea y Samaria. Contiene discursos profundos y bellísimos aunque a menudo difíciles de entender, dirigidos a judíos instruidos. 
  
San Juan nació a orillas del lago de Genezaret, hijo del pescador Zebedeo y de María Salomé, emparentada con Jesús. Era hermano de Santiago el Mayor y ejercía, como su padre, el oficio de pescador. Primero fue ferviente discípulo de San Juan Bautista a orillas del Jordán mas luego obedeció junto con San Andrés a la llamada del Señor y fue miembro del Colegio Apostólico, testigo presencial de la Ultima Cena y del drama del Calvario.
Además de San Pedro, era San Juan, tal vez debido a su juventud virginal, discípulo predilecto del Maestro y al que al morir, le confió el cuidado de su Madre Santísima. Desplegó su actividad evangelizadora primeramente en su Galilea natal, en Samaria y Judea, pero después de la muerte de San Pablo fue obispo de Efeso. Durante el reinado del emperador Domiciano fue desterrado a la isla de Patmos, padeció crueles suplicios y en el año 96 bajo el emperador Nerva, regresó a Efeso donde falleció más que centenario entre 96 y 117.
Su Evangelio refleja los destellos del gran amor y fidelidad del discípulo a su Señor. Da testimonio de su fogoso temperamento defendiendo con gran celo la Fe cristiana de los ataques de los primeros herejes.
 
"Somos llamados, en nuestras propias vidas, a escuchar, conservar y realizar la Palabra de Dios".
 
Juan Pablo II
 

Representación simbólica de los Evangelistas.
La piedad cristiana se ha complacido en dar por emblema a los Evangelistas, los cuatro seres vivientes misteriosos descritos en el Apocalipsis por San Juan arrebatado en éxtasis: "El primer Viviente como un león; el segundo Viviente como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto Viviente es como un águila en vuelo". (Ap.4,7).

Los Santos Padres atribuyeron el hombre a San Mateo porque comienza su Evangelio con la genealogía humana de Jesús.

El león simboliza a San Marcos que principia con la predicación del Bautista, semejante al rugido del león en los desiertos de Judea.
El novillo se atribuye a San Lucas porque da comienzo su Evangelio narrando el sacrificio de Zacarías en donde los novillos eran las víctimas principales.
Por fin, el águila designa a San Juan, cuyo vuelo majestuoso sobrepasa a todas las criaturas y penetra hasta el Seno del Padre Eterno para contemplar desde ahí la Encarnación del Verbo Eterno.

"El verdadero apóstol del Evangelio es el que va humanizando y evangelízando al mismo tiempo, en la certeza de que quien evangelíza, también civiliza".

Juan Pablo II.

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