lunes, 6 de febrero de 2012

San Columbano, abad

San Columbano
San Columbano

San Columbano, abad

Columbano, según explicó el Papa, nació alrededor del año 543 en Leinster (sureste de Irlanda). A los veinte años entró en el monasterio de Bangor, donde fue ordenado sacerdote.

A los cincuenta años, siguiendo el ideal ascético irlandés de la peregrinatio pro Christo, "Columbano dejó la isla para acometer, junto con doce compañeros una obra misionera en el continente europeo". Llegados a Francia, fundaron el primer eremitorio en Annegray y otros dos en Luxeuil y Fontaine.

"El monasterio se convertiría en el centro de la irradiación monástica y misionera de tradición irlandesa sobre el continente europeo". El Papa se refirió también a las fricciones que tuvo el santo con los obispos franceses y con el rey Teodorico, por su defensa de la tradición litúrgica irlandesa y de la moralidad de las costumbres.

Expulsado de Francia, Columbano pasó a territorios alemanes, y de allí a Italia. Acogido por la corte logombarda, fundó el monasterio de Bobbio, donde falleció en el año 615.

St. Columban

23 de Noviembre


SAN COLUMBANO
(+ 815)

San Columbano el Joven, monje irlandés de la segunda mitad del siglo vi y principios del vii, es indudablemente uno de los hombres a quienes más debe la cultura, civilización y espíritu cristiano, tan característicos de la Europa medieval. Es uno de los pioneros de aquellos ejércitos de monjes que, saliendo de los grandes monasterios fundados por San Patricio de Irlanda, entraron en el continente europeo y contribuyeron eficazmente a la cristianización. del centro y del norte de atropa. Con su inflamado amor de Dios, y del prójimo y su espíritu de sacrificio llevado al más sublime heroísmo, realizaron una obra verdaderamente gigantesca, de que difícilmente nos podemos hacer cargo en nuestros días.

Entre todos los monjes misioneros que, primero desde Irlanda y más tarde también desde la Gran Bretaña, pasaron al continente, sobresale de un modo especial San Columbano, en quien ponderan mucho sus contemporáneos sus dotes morales extraordinarias y aun sus fuerzas corporales, verdaderamente hercúleas.

Un rasgo trasmitido por los historiadores nos indica bien a las claras la energía indomable del carácter de San Columbano, a la vez que sus fuerzas hercúleas. Teniendo ya setenta años, ayudaba con sus propias manos a los monjes en el cortar y transportar los troncos de los árboles que servían para la construcción del monasterio de Bobbio, en Italia. Igualmente contaban sus discípulos cómo algunas veces, atravesando a pie algunos bosques, entablaba luchas cuerpo a cuerpo con los osos salvajes hasta dominarlos y rendirlos a sus pies.

No conocemos exactamente el año del nacimiento de San Columbano, pero debió dé tener lugar en torno al año de la Muerte de San Benito, el 543, en la región occidental de Leinster, donde réeíbí una sólida educación cristiana. Es interesante un episodio que nos refieren algunos documentos antiguos sobre las primeras luchas que su naturaleza exuberante y fuerte tuvo que mantener contra las tentaciones de la carne. Efectivamente, habiendo sido tentado insistentemente por algunas mujeres, acudió angustiado en demanda de consejo a una virgen solitaria que desde hacía muchos años gozaba ,de gran prestigio de santidad, y ella le respondió que debía huir decididamente la tentación incluso abandonando el lugar de su nacimiento.

Pero de esta anécdota, de cuya autenticidad histórica no tenemos plena garantía, lo más provechoso y positivo es la razón que, según el biógrafo Jonás, le dió la virgen solitaria, y ha quedado desde entonces como norma práctica de la ascética cristiana frente a este género de tentaciones. Efectivamente, le dijo: "¿Piensas tú que podrás fácilmente resistir la tentación de esas mujeres? ¿Recuerdas a Eva tentando y a Adán cediendo? ¿No fue también Sansón débil frente a Dalila? ¿No perdió David su antigua rectitud seducido por la hermosura de Betsabé? ¿No fue engañado el sabio Salomón por el amor a las mujeres? Así, pues, márchate lejos y apártate del río en el que tantos han caído".

Así, pues, Columbano abandonó de hecho a su madre y su tierra y se dirigió a Sinell, donde un experimentado solitario lo inició en la vida de consagración a Dios, y poco después, al gran monasterio de Bangor, donde recibió la sólida educación ascética que entonces se estilaba. De carácter serio e inclinado a la rigidez, su grande alma lo inclinó bien pronto a emprender alguna hazaña extraordinaria. Vencida, no sin gran dificultad, la oposición de su abad, dirigióse con doce compañeros a tierras extrañas con el fin de trabajar por la colonización e instrucción de los pueblos bárbaros. A los pocos días de viaje aportaron en el continente y se internaron en el reino de los francos. Los nuevos huéspedes debieron de llamar notablemente la atención aun por su exterior. Mientras los monjes occidentales llevaban el pelo cortado, según la llamada tonsura de San Pedro, de modo que les quedaba en torno a la cabeza una corona de pelo algo más crecido, los monjes irlandeses dejaban crecer el pelo por la parte posterior de la cabeza, de modo que les caía por encima de la espalda. En sus manos llevaban unos bordones. Cruzados a la espalda y atados con correas, traían consigo sacos de piel, en donde guardaban sus más preciados tesoros: los libros litúrgicos.

Precisamente entonces se hallaba en notable decadencia aquel espíritu religioso que tan buen comienzo había tomado un siglo antes con Clodoveo. Describiendo la situación del país de los francos a fines del siglo vi, nos dice el biógrafo de San Columbano: "Allí, a causa de las frecuentes invasiones de los enemigos exteriores, o por la negligencia de los pastores, el espíritu religioso había casi desaparecido. Sólo quedaba en pie la fe cristiana". En estas circunstancias tan críticas, y como medio buscado por la Providencia, presentóse San Columbano en las Galias.

A pesar del rigorismo con que se presentaron él y sus compañeros, en todas partes les acompañó el éxito más lisonjero. El monasterio de Luxeuil, fundado por el Santo, constituyóse en punto céntrico de cultura e influencia cristiana. Bien pronto siguieron otros monasterios en todo el centro de Europa. Los hijos de los nobles que iban a esos monasterios a recibir la educación cristiana eran cada día más numerosos. A los monasterios de varones siguieron otros de mujeres. En realidad, gran parte de los fundados durante los siglos VII y vIII están relacionados con San Columbano. De más de cincuenta de todo el Continente se puede probar que estuvieron bajo el influjo de los monjes traídos por él. Por otro lado, precisamente ese plantel incomparable de monasterios fue en los siglos siguientes la base de todo lo que significa civilización.

En efecto, no era solamente la vida religiosa lo que en aquellos monasterios se cultivaba. Muchos de ellos, fundados en medio de los bosques y regiones baldías, anduvieron a la cabeza en el trabajo ímprobo de la roturación y cultivo de los campos. Gran parte de la región de las Galias, inculta hasta entonces, fue urbanizada por estos monjes. Tales son las tierras de las Ardenas, Flandes, el bajo Sena y la Champagne. Esta actividad cultural de los monasterios fundados por San Columbano, que puso el fundamento de innumerables poblaciones y grandes ciudades, continuóse después durante los siglos siguientes y constituye una de las glorias más legítimas de la Iglesia católica, uno de los frutos culturales de la civilización cristiana. Los monjes de San Columbano—dice acertadamente Schnürer—"sabían realizar el pesado trabajo del campo con la misma perfección con que escribían los delicados pergaminos de sus códices y se esforzaban en guiar las almas con su ardiente palabra".

Con todo, no hay que creer que toda está campaña de civilización cristiana fuera fácil a Columbano. A la dificultad que supone la lucha de la moral cristiana con todas las pasiones humanas, añadíase la rudeza y rigidez de carácter del Santo, que no sabía ceder ni doblegarse a ninguna clase de exigencias. Es célebre la contienda que tuvo que mantener frente a Teuderico y su abuela Brunequilda. El antiguo reino de Clodoveo estaba dividido a la sazón en dos partes: Austrasia y Neustria. En Austrasia regía Teudeberto, y en Neustria su hermano Teuderico y su abuela Brunequílda. El monasterio de Luxeuil pertenecía al territorio de Teuderico. Entregados a toda clase de vicios, no tardaron los dos hermanos en hacerse mutuamente la guerra. Sobre todo, Teudeberto estaba enteramente entregado a la lujuria. Casado con una princesa española, separóse bien pronto de ella. En estas circunstancias, pues, su hermano Teuderico tuvo que escuchar frecuentes reconvenciones de parte del celoso abad Columbano.

En cierta ocasión presentóse el abad en la villa leal de Vitry, cerca de Arras, en donde Brunequilda se entretenía con unos nietecitos hijos legítimos del rey. Según costumbre del tiempo, envió a los niños al encuentro del abad para que les echara la bendición. Columbano se creyó en el deber de dar una muestra de su desagrado, y así se negó a dar la bendición a los niños, anunciando, además, que ninguno de ellos llegaría a empuñar el cetro. Poco después llegó de nuevo Columbano a la villa en que se hallaba el rey. Era de noche. Teuderico, deseoso de dar al abad las maestras debidas de respeto, ordenó a los criados que lo introdujeran en su presencia y que le ofrecieran comida y bebida. Mas el hombre de Dios lo rechazó con toda decisión, añadiendo que eran dádivas de un hombre impío. El monarca, junto con su abuela, se dirigió al día siguiente al abad y trataron de aplacarlo. Teuderico prometió mejorar su conducta, mas como no se mejorara recayó, por fin, sobre él la excomunión. Las cosas llegaron por fin al extremo que por iniciativa del rey se desterró al molesto consejero.

Era el año 610. Después de más de treinta años empleados en la evangelización y colonización de las Galias, salía Columbano deportado a Irlanda con un buen número de sus compañeros. Desde Nátites, según parece, éscribió una célebre carta a los monjes que dejaba en Luxeuil, de la que llega a decir Montalembért que contiene "algunas de les más finas y grandes ideas que ha inspirado el genio cristiano". Pero, una vez embarcado, vientos contrarios desviaron por completo la embarcación, y, de hecho, la primera noticia que tenemos es que se presentó poco después en Metz ante su amigo Teudeberto II, y con su consejo y apoyo se dirigió hacia la región ocupada actualmente por gran parte de Suiza, y que estaba entonces poblada por los alemanes.

Ante todo, pues, se estableció en Tuggen, junto al lago de Zurich, con un grupo de discípulos venidos del monasterio de Luxeuil, entre los cuales sobresalía uno llamado Gallo. Pero el celo exagerado de éste, que se dedicaba a quemar públicamente los ídolos de los paganos, le atrajo la enemistad de los habitantes de aquella región, por lo cual Columbano se vió forzado a emigrar hacia la parte oriental del lago Constanza, a un valle tranquilo y apacible rodeado de montañas. Era la región de la actual Bregenz, donde encontraron un viejo oratorio abandonado, y en él se acomodaron algunas celdas. Pero aquí de nuevo la vehemencia de los métodos empleados en su apostolado, particularmente de San Gallo, provocaron al pueblo contra él. Al mismo tiempo cambió inesperadamente la situación política. Habiendo estallado una guerra entre Austrasia y Neustria, fue vencido y muerto su protector Teudeberto. Puesto entonces Columbano a merced de Teuderico, se vió obligado a salir de aquel territorio donde se encontraba. Atravesó, pues, los Alpes, contando a la sazón setenta años de edad, y se dirigió al país de los lombardos y a su capital, Milán, donde fue objeto de una cariñosa acogida de parte de su rey arriano, Agilulfo, y su esposa católica, Teodelinda. Entretanto había quedado en Suiza su discípulo Gallo, quien posteriormente organizó allí el célebre monasterio de Sant Gallen, que tanta fama debía alcanzar en la posteridad.

Y con esto entramos en la última etapa de la vida de San Columbano, que se desarrolla al norte de Italia y se distingue, ante todo, por la fundación del gran monasterio de Bobbio. En efecto, conociendo Agilulfo la significación de San Columbano como padre de monjes, le entregó grandes terrenos en Ebovium o Bobbio, situado en un valle de los Apeninos entre Génova y Piacenza, donde inició él un monasterio dedicado a San Pedro. No obstante su avanzada edad, se sintió rejuvenecido al ver surgir el nuevo monasterio, que rápidamente fue tomando una extraordinaria significación. Columbano se sentía feliz al ver reproducirse en el monasterio de Bobbio la exuberante vida monástica de los monasterios de Luxeuil y los demás que él había fundado en Francia.

Pero al mismo tiempo, las circunstancias le obligaron a intervenir durante estos años en un asunto completamente diverso. Con ocasión de la querella denominada de los Tres Capítulos, se había formado en el norte de Italia un cisma contra el Romano Pontífice en protesta de su condenación de los llamados Tres Capítulos. Mal informado Columbano por los partidarios del cisma e inducido por los reyes Agilulfo y Teodelinda, compuso un célebre escrito, en el que trataba de defender al partido lombardo, presentándolo como defensor del concilio de Calcedonia frente al Romano Pontífice.

Sin embargo, en esta misma carta, no obstante lo delicado de su posición al defender un partido cismático en su posición contra el Papa, aparece claramente su convicción de que sólo se trataba de una cuestión secundaria meramente disciplinar y, por otra parte, amontona las expresiones de estima y reverencia a la Sede Romana. En efecto, dice, "la columna de la Iglesia es siempre Roma". Por eso, añade, "nosotros, los irlandeses, viviendo en las partes más lejanas de la tierra, somos discípulos de San Pedro y San Pablo y de los discípulos que escribieron el Canon sagrado bajo la inspiración del Espíritu Santo. Nosotros no aceptamos más que la enseñanza evangélica y apostólica..." "Confieso—dice en otra parte—que siento la mala reputación en que se tiene en esta región a la Cátedra de Pedro. Todos estamos atados a esta Cátedra. Pues, aunque Roma es grande y renombrada, su grandeza y gloria delante de nosotros le viene solamente de la Cátedra de Pedro."

En realidad, el problema del cisma lombardo, que no debe confundirse con el de Aquilea o Grado, también ocasionados por los Tres Capítulos, siguió su desarrollo normal hasta que poco después. se extinguió. La intervención de San Columbano no tuvo en él ninguna importancia. Por otro lado, quiso polemizar contra los arrianos, lo cual le malquistó con los lombardos y su rey, Agilulfo, todo lo cual le obligó a retirarse definitivamente a la soledad del monasterio de Bobbio y aun de una celda solitaria que en él se hizo construir.

A los tres años de su estancia en Bobbio, cumplióse la profecía que él había hecho sobre Teuderico. Muerto Teuderico, la anciana Brunequilda había sido brutalmente asesinada. Acordándose Clotario, dueño ahora de Borgoña, de la profecía de Columbano, lo invitó a ir a Suiza y a las Galias. Pero entretanto había llegado éste a su fin. Rendido por la enfermedad y sintiendo próxima la muerte, le recomendó el monasterio de Luxeuil y los demás de Francia, y el 23 de noviembre de 615 descansó en el Seriar.

Su recuerdo y el fruto extraordinario que hizo con sus fundaciones dieron bien pronto ocasión a que se iniciara su culto litúrgico, que se extendió principalmente a las numerosas regiones por él evangelizadas.




Nace: 559? Muere: 615
23 de Noviembre

De sus instrucciones:
La grandeza del hombre consiste en su semejanza con Dios, con tal de que la conserve
El que tenga sed que venga a mí y que beba
Tú, Señor, eres todo lo nuestro

Breve: Monje misionero. Nació en Irlanda, en la primera mitad del siglo VI, y se instruyó en las ciencias sagradas y profanas. Reconocido por su gran cultura y sabiduría. Habiendo abrazado la vida monástica, se trasladó a Francia y fundó varios monasterios, que gobernó con una rígida disciplina. Obligado a exiliarse, marchó a Italia, donde fundó el monasterio de Bobbio. Murió el año 615, después de haber llevado una vida ejemplar como cristiano y como religioso. (ver sus escritos arriba). Murió el 23 de noviembre del año 615.


Nació en Leinster, Irlanda alrededor del 559. Recibió una buena educación clásica en Clonard, escuela fundada por San Finnian. Era un joven guapo y sentía una gran debilidad hacia las mujeres. Se sentía dividido entre el mundo y el deseo de entregarse a Dios. Buscó dirección con una religiosa mayor quien le ayudó a entender la seriedad del peligro en que se encontraba y le aconsejó que se fuera de aquel ambiente. El joven se decidió y aunque su madre trató de detenerlo tirándose a sus pies, su determinación estaba firme.

Mas tarde escribió: "Nada es mas dulce que una conciencia limpia, nada mas seguro que la pureza del alma"

Por un tiempo Columbano vivió en una isla en Lough Erne. Comprendió que no se podía evitar la batalla pero que había que librarla en el campo escogido por Dios y no por el diablo. Allí estudió la Biblia y escribió un comentario sobre los salmos.

Mas tarde, viviendo en Bangor, sintió la llamada a ser misionero pero no estaba seguro que fuese la inspiración del Espíritu Santo. Le pidió a su superior, el abad San Comgall quien al principio se lo negó pero mas tarde al ver la obediencia de Columbano reconoció que en verdad era la voluntad de Dios.

Tenía unos 45 años cuando se fue de Irlanda con doce monjes. Trabajó en Wales (Inglaterra) donde se le añadieron otros monjes. Llegaron a Francia donde la fe prácticamente se había perdido. La predicación y el ejemplo de los monjes irlandeses hizo que otros les siguieran.

Los monjes construyeron un monasterio en Luxeuil que fue gobernado por Columbano por 25 años. Vivían en profunda oración y penitencia. También predicaban y oraban por los enfermos. En una ocasión se sanó una señora. Su esposo trajo una carreta de pan y vegetales, lo cual fue providencial dada la pobreza que sufría el monasterio.

Columbano solía ausentarse del monasterio por largo tiempo para irse a orar como ermitaño en un cueva del bosque. Un día caminando por el bosque con la Biblia, Columbano pensaba si prefería ser víctima de las bestias salvajes o de hombres malos. Se persignó muchas veces mientras pensaba en eso y penetraba en el bosque. De pronto aparecieron 12 lobos que venían hacia el. Inmovil, mientras los lobos le rodeaban, rezó: "Dios, mira por mi ayuda: Señor date prisa en socorrerme" Los lobos se acercaron y el se mantuvo inmovil. Entonces los lobos se fueron. Continuó su camino solo para encontrarse con unos ladrones. Ellos también se fueron sin tocarlo. El obispo Chamnoald dice que Columbano llamaba a las criaturas salvajes y estas venían y jugaban con el.

En una ocasión, estando en su cueva recibió un mensaje del Señor de que muchos de sus monjes estaban enfermos. Enseguida se fue al monasterio en Luxeuil y le dijo a los enfermos que se levantaran a trabajar con el maiz. Los obedientes se sanaron al instante. Pero los desobedientes siguieron enfermos. Muchos otros milagros, como multiplicar alimentos para sus comunidad, dar vista a un ciego y domesticar un oso para la agricultura.

Después de Luxeuil fundaron un monasterio en Fountains. Siguieron otros en Francia, Alemania, Suiza e Italia. Columbano los regía a todos y escribió la regla de vida. Esta fue aprobada por el Concilio de Macon en 627 pero mas tarde fue remplazada por la regla benedictina.

No le faltaron obstáculos. Los obispos de la región se le opusieron. No les agradaba la independencia que gozaba como abad, su influencia y las prácticas célticas que trajo. En especial objetaban al rito con que celebraba la Pascua. En el año 602 lo llamaron a juicio. En vez de presentarse le envió una carta recomendando que tengan mas sínodos y que se preocupen de cosas mas importantes. La disputa se alargó y Columbano apeló a los Papas. Cuando se mudó a Italia adoptó el calendario romano.

También tuvo problemas cuando confrontó la corrupción de la corte. Fue encarcelado en Besancon pero escapó y regresó a Luxeuil. Entonces Thierry y Brunehault enviaron una tropa armada para forzarle junto con los otros monjes irlandeses a regresar a Irlanda. Pero tan pronto como el barco partió, una tormenta los regresó a tierra. El capitán lo tomó como un signo y liberó a los monjes. Viajaron evangelizando hasta los lagos del centro de Europa (Suiza). Allí fundaron un monasterio pero por problemas políticos en la región tuvieron que trasladarse a Italia, llegando a Milán en el año 612. Allí Columbano predicó y escribió contra el arrianismo y el nestorianismo. El rey lombardo en gratitud le dio un terreno situado entre Milán y Génova donde se encontraba casi en ruinas una iglesia en honor a San Pedro. Los monjes la reconstruyeron y fundaron una abadía desde la que monjes evangelizaron el norte de Italia por siglos.

Hacia el final de su vida le informaron que sus antiguos perseguidores habían muerto y sus monjes querían que regrese al norte pero el no quiso. Sabiendo que le faltaba poco, se retiró a una cueva y murió como lo había predicho. Sus monjes continuaron orando y evangelizando. Fundaron mas de cien monasterios para avanzar la fe y la cultura.

Abadía de Bobbio

Basílica de San Columbano.

La Abadía de Bobbio (Italiano: Abbazia di San Colombano) es un monasterio fundado por el santo irlandés san Columbano (it. Colombano) en el año 614, en torno al cual creció la ciudad de Bobbio, en Piacenza en la región italiana de Emilia-Romagna. Está dedicado a San Columbano y fue un importante centro de resistencia contra el arrianismo en la Alta Edad Media, así como una de las mayores bibliotecas de su época. En él se basó el monasterio en el que tiene lugar la acción de la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa. La abadía fue finalmente disuelta por la administración francesa en 1803, aunque muchos de sus edificios continuaron en uso con otras funciones.


Historia

Fundación

El trasfondo para la fundación de la abadía fue la invasión lombarda de Italia en 568. En 590, el rey lombardo Agilulfo contrajo matrimonio con la princesa Theodelinda de Baviera, devota católica que influyó junto a San Columbano en su conversión al catolicismo. Agilulfo concedió entonces al santo irlandés una iglesia arruinada en Ebovium, propiedad de la santa sede antes de la invasión lombarda. A Columbano le gustó este emplazamiento ya que, aunque era un misionero entusiasta, prefería la soledad para él y sus monjes. Junto a a esta pequeña iglesia, dedicada a San Pedro, Columbano erigió un pequeño monasterio, que adoptó la regla de San Columbano, basada en las prácticas monásticas del cristianismo irlandés.

Siglo VII

San Columbano fue enterrado el 23 de noviembre de 615, pero fue sucedido por personajes del calibre de San Attal de Bobbio (fallecido en 627) y San Bertulfo (fallecido en 640), que consiguieron evitar el acercamiento del monasterio al arrianismo imperante bajo el reinado de Rotario (632-652). Bobbio está íntimamente relacionado con una tradición acerca de Arioaldo, predecesor de Rotario; de él se dice que ordenó el asesinato de San Bladulfo, moje de Bobbio, porque éste le había negado el saludo por ser arriano. Según la historia, Attala resucitó a Bladulfo y libró a Arioaldo de la posesión diabólica sufrida en castigo por su crimen, tras lo que el monarca lombardo se convirtió al catolicismo.

En 628, cuando San Bertulfo peregrinó a Roma, el papa Honorio I concedió a Bobbio la exención de la jurisdicción episcopal, lo que convertía a la abadía en directamente dependendiente de la Santa Sede. Durante el mandato de su sucesor, Bobolen, la abadía introdujo la regla benedictina, en un principio de forma opcional; sin embargo, la mayor dureza de la Regla de San Columbano hizo que los monjes acabaran optando mayoritariamente por la de San Benito, y Bobbio se unió a la Congregación de Monte Cassino. En 643, a petición de Rotario y de la reina Gundelberga, el papa Teodoro I concedió al abad de Bobbio el uso de la mitra y otros atributos pontificios.

Durante el tubulento siglo VII, Bobbio continuó siendo un referente para la fe y cultura católica. Gracias a los esfuerzos de los discípulos de San Columbano, un número creciente de lombardos fueron convirtiéndose a fe católica. Sin embargo, durante la primera mitad de esta centuria, el territorio situado entre Turin y Verona, Genova y Milan, vivía una situación de caos político y religioso; incluso se daba la idolatría en algunas zonas. De hecho, no fue hasta el reinado de Grimoaldo I (663-673) cuando el catolicismo se convirtió en la religión mayoritaria de los lombardos. A partir de aquí, el arrianismo desapareció de occidente con rapidez.

A partir del siglo VIII

La sobrina de Ariperto I, Theodelinda, restauró al papado todas las de Bobbio que pertenecían por derecho a la Santa Sede, restitución confirmada por Ariperto II al papa Juan VII en 707. Los lombardos enseguida desposeyeron a los papaas nuevamente, pero en 756, Aistulfo fue obligado por Pipino el Breve a devolver las tierras. En 774, Carlomagno concedió mayores libertades a la abadía y en 1153 Federico Barbarroja confirmó a la abadía varios derechos y posesiones a través de dos diplomas.

La fama de Bobbio alcanzó Irlanda y muchos religiosos irlandeses viajaron al continente siguiendo los pasos de Columbano. Así, el sucesor de Bobolen fue un tal 'Comgall'. El obispo Cummian, que abandonó su diócesis en irlanda para hacerse monje en Bobbio, falleció en la abadía hacia el año 730, según reza la inscripción que figura en el edificio.

La sede de Bobbio

En 1014, el emperador Enrique II obtuvo de Benedicto VIII la concesión a Bobbio de una sede episcopal. Peter Aldus, su primer obispo, había sido abad desde 999 y sus sucesores, muchos de los cuales habían sido monjes, continuaron viviendo en la abadía durante largo tiempo. A partir de 1133 o 1161, Bobbio pasó a depender de la archidiócesis de Genova. Ocasionalmente estallaban conflictos entre obispo y monjes y en 1199 Inocencio III emitió dos bulas, que restauraban a la abadía en espirituales y temporales, y dando poderes al obispo para deponer al abad si éste no le obedecía convenientemente.

Disolución

Los benedictinos fuerron expulsados del monasterio e iglesia de San Columbano por las fuerzas de ocupación francesa en 1803, quedando suprimida la abadía.

La basílica

La actual basílica de San Columbano (1456-1530) reemplazó al antiguo edificio en tiempos del Renacimiento


Un cuidadoso examen de las Sagradas Escrituras escrita a lo largo de la nave central de la Basílica concluye con un descubrimiento inesperado: sólo hay una cita a la que se atribuye -voluntariamente- máxima importancia. Este único hallazgo permite interpretar la totalidad de los capítulos de la Biblia. La cita es el versículo 6.63 del Evangelio de San Juan; este versículo adquiere peculiar significación si se lee en relación con las intrincadas circunstancias que la Iglesia atravesó durante el periodo en que la Basílica era decorada.1

Igualmente, los frescos renacentistas deben relacionarse con este versículo 6.63 de San Juan.

Este análisis revela la complejidad de la inconografía y de los temas teológicos elegidos para los frescos, y sugiere algunas preguntas interesantes sobre su relación con las disputas teólogicas de la iglesia durante el Renacimiento.2

La Basílica es de planta de cruz latina con una nave y dos brazos, un transepto y ábside rectangular. Incluye un pila bautismal del siglo IX. La decoración de la nave es obra de Bernardino Lanzani (siglo XVI). La cripta del siglo XV guarda el sarcófago de San Columbano, obra de Giovanni dei Patriarchi (1480) y de otros dos de los primeros abades, San Attala y San Bertulfo. Igualmente, encontramos aquí un mosaico del siglo XII con las historias de los Macabeos y del Ciclo de los meses.

El campanario (finales del siglo IX y el pequeño ábside pertenecen al edificio románico original. La Torre del Comune fue construida entre 1456-1485.

El Museo de la Abadía cuenta con restos de las épocas romana (tumbas, altares, esculturas) y lombarda (capiteles, lápidas). Acoge también un Políptico de Bernardino Luini y la colección de Bobbio, la segunda más grande del mundo de Ampullae de Monza, recipientes usados por los peregrinos desde el siglo VI.

Biblioteca

El núcleo de la biblioteca de la abadía estuvo formado posiblemente por los manuscritos traídos desde Irlanda por Columbano (aunque estos deben haber sido realmente muy pocos) y por los tratados escritos por él mismo.

Un catálogo de finales del siglo IX, publicado por Ludovico Antonio Muratori nos muestra que todas las ramas del conocimientos, humano o divino, estaban presentes en la biblioteca. El catálogo consta de más de 600 volúmenes, muchos de los cuales han desaparecido y el resto fueron a parar a manos de colecciones particulares.

En 1616, el cardenal Federico Borromeo se llevó para la Biblioteca Ambrosiana de Milan ochenta y seis volúmenes, incluyendo el famoso "Bobbio Orosius", el "Antiphonarium benchorense", y el Jerónimo de Bobbio, un palimpsesto de la versión gótica de la Biblia realizada por Ulfilas. Otros veintiséis volúmenes fueron entregados en 1618 al papa Pablo V para la Biblioteca Vaticana. Muchos otros se enviaron a Turin, donde, además de los que se guardan en los Archivos Reales, había otros setenta y uno en la biblioteca Universitaria hasta el desastroso incendio del 26 de enero de 1904

Gerbert de Aurillac, posteriormente papa Silvestre II fue abad de Bobbio en 982; y gracias a la ayuda de numerosos tratados que pudo encontrar allí realizó sus conocidos estudios de geometría.

Referencias

  1. Valentina Alberici, "San Colombano, Basilica dello Spirito", Archivum Bobiense 30.
  2. Valentina Alberici, "Per una lettura complessiva degli affreschi rinascimentali della Basilica di San Colombano a Bobbio", Archivum Bobiense 31.

Bibliografía

  • Bruna Boccaccia L'Abbazia e il Museo di San Colombano in Bobbio - Ed. Pontegobbo
  • Catholic Encyclopedia, Volume II. New York 1907, Robert Appleton Company. Nihil obstat, 1907. Remy Lafort, S.T.D.
  • Eleonora Destefanis Il Monastero Di Bobbio in Eta Altomedievale - Hardcover, All'insegna del giglio, ISBN 88-7814-207-7 (88-7814-207-7)
  • Eleonora Destefanis La Diocesi di Piacenza e il monastero di Bobbio, Spoleto 2008, pp. VIII-356, ill - ISBN 978-88-7988-933-9
  • Valeria Polonio Felloni Il monastero di San Colombano di Bobbio dalla fondazione all'epoca carolingia, Genova 1962, pp. 136 (Fonti e studi di storia ecclesiastica, II)
  • Valeria Polonio Felloni Il monachesimo nel Medioevo italico, in G. M. Cantarella - V. Polonio - R. Rusconi, Chiesa, chiese, movimenti religiosi, Roma-Bari 2001 (Manuali Laterza 149), pp. 81-187.
  • Valeria Polonio Felloni Colombano europeo?, in San Colombano e l'Europa, a cura di L. Valle - P. Pulina, Como - Pavia 2001 (Ibis, Minimalia), pp. 137-148.
  • Alessandro Zironi Il monastero longobardo di Bobbio. Crocevia di uomini, manoscritti e culture, Spoleto 2004, pp. VI-208 - ISBN 88-7988-090-X
  • Andrea Piazza, Monastero e vescovado di Bobbio (dalla fine del X agli inizi del XIII secolo), Spoleto 1997, pp. VI-190 - ISBN 88-7988-382-8
  • ATTI DEL 4° CONGRESSO INTERNAZIONALE DI STUDIO SULL’ALTO MEDIOEVO: « PAVIA CAPITALE DI REGNO » (Pavia - Scaldasole - Monza - Bobbio, 10-14 settembre 1967), Spoleto 1969, pp. 550, tavv. f.t. 146.
  • Michele Tosi Bobbio Guida storica artistica e ambientale della città e dintorni - Archivi Storici Bobiensi 1983
  • Bruna Boccaccia Bobbio Città d'Europa - Ed. Pontegobbo 2000 ISBN 88-86754-33-7
  • H.Balducci Bobbio-La Chiesa, il Monastero ed il Mosaico di San Colombano in Bobbio, ristampa Milano 1992
  • R. Zanussi San Colombano d'Irlanda Abate d'Europa - Ed. Pontegobbo
  • Archivum Bobiense Rivista annuale degli Archivi storici Bobiensi (1979-2008). Bobbio
  • Valentina Alberici San Colombano, Basilica dello Spirito Archivum Bobiense n. 30, Bobbio 2009

Enlaces externos

Columbano de Luxeuil

San Columbano. Ventana de la cripta de la Abadía de Bobbio.

No confundir con San Columba, también misionero irlandés y parcialmente contemporáneo suyo.

San Columbano (Navan, Irlanda, 540 - Bobbio, Italia, 23 de noviembre de 615) fue un misionero irlandés destacado por su actividad misionera y evangelizadora durante la Alta Edad Media. También destaca por haber fundado numerosos monasterios en Europa, entre los que destacan los monasterios de Luxeuil (Francia) y Bobbio (Italia), aproximadamente en el año 590.

Fue fundador de monasterios en Francia, Suiza e Italia, llevando a cabo una intensa labor misionera en lo que él llamó por vez primera «toda Europa» (totius Europae).

Difundió entre los francos la regla monacal céltica, que enfatizaba la confesión privada y confidencial, seguida de la penitencia privada para los arrepentidos de sus pecados. En aquella época estos ritos eran públicos.

Afincado en los reinos francos, tuvo serias diferencias con la Iglesia y nobleza francas, debiendo abandonar el reino en 612. Se trasladó a Suiza y luego a Lombardía, donde moriría en el monasterio de Bobbio fundado por él.

El Vaticano ha aprobado oficialmente San Columbano como el santo patrón de los motociclistas.

Enlaces externos


BENEDICTO XVI PRESENTA LA FIGURA DE SAN COLUMBANO
Intervención durante la audiencia general
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 11 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que
pronunció este miércoles Benedicto XVI durante la audiencia general en la plaza de San Pedro del
Vaticano dedicada a presentar la figura de san Columbano.
* * *
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera hablar del santo abad Columbano, el irlandés más famoso de la Alta Edad Media: con
razón puede ser llamado un santo "europeo", pues como monje, misionero y escritor trabajó en varios
países de Europa occidental. Junto a los irlandeses de su época, era consciente de la unidad cultural
de Europa. En una de sus cartas, escrita en torno al año 600, dirigida al Papa Gregorio Magno, se
encuentra por primera vez la expresión "totius Europae - de toda Europa", en referencia a la presencia
de la Iglesia en el continente (Cf. Epistula I,1).
Columbano había nacido en torno al año 543 en la provincia de Leinster, en el sudeste de Irlanda.
Educado en su casa por óptimos maestros que le encaminaron en el estudio de las artes liberales, se
encomendó después a la guía del abad Sinell de la comunidad de Cluain-Inis, en Irlanda del norte,
donde pudo profundizar en el estudio de las Sagradas Escrituras.
Cuando tenía unos veinte años entró en el monasterio de Bangor, en el nordeste de la isla, donde era
abad Comgall, un monje conocido por su virtud y su rigor ascético. En plena sintonía con su abad,
Columbano practicó con celo la severa disciplina del monasterio llevando una vida de oración, ascesis
y estudio. Allí fue ordenado sacerdote. La vida en Bangor y el ejemplo de abad influyeron en su
concepción del monaquismo que Columbano maduró con el tiempo y difundió después en el transcurso
de su vida.
A la edad de unos cincuenta años, siguiendo el ideal ascético típicamente irlandés de la "peregrinatio
pro Christo", es decir, de hacerse peregrino por Cristo, Columbano dejó la isla para emprender con
doce compañeros una obra misionera en el continente europeo. Debemos recordar que la migración
de pueblos del norte y del este provocó un regreso al paganismo de regiones enteras que habían sido
cristianizadas.
Alrededor del año 590 este pequeño grupo de misioneros desembarcó en la costa bretona. Acogidos
con benevolencia por el rey de los francos de Austrasia (la actual Francia), sólo pidieron un pedazo de
tierra sin cultivar. Se les entregó la antigua fortaleza romana de Annegray, en ruinas, recubierta por la
vegetación. Acostumbrados a una vida de máxima renuncia, los monjes lograron levantar en pocos
meses de las ruinas el primer monasterio. De este modo, la reevangelización comenzó a desarrollarse
ante todo a través del testimonio de vida.
Con el cultivo de la tierra comenzaron también un nuevo cultivo de las almas. La fama de estos
religiosos extranjeros que, viviendo de oración y en gran austeridad, construían casas y roturaban la
tierra, se difundió rápidamente, atrayendo a peregrinos y penitentes. Sobre todo muchos jóvenes
pedían ser acogidos en la comunidad monástica para vivir como ellos esta vida ejemplar que renovaba
el cultivo de la tierra y de las almas. Pronto tuvieron que fundar un segundo monasterio. Fue
construido a pocos kilómetros, en las ruinas de una antigua ciudad termal, Luxeuil. El monasterio se
convertiría en centro de la irradiación monástica y misionera de la tradición irlandesa en el continente
europeo. Se erigió un tercer monasterio en Fontaine, a una hora de camino hacia el norte.
En Luxeuil, Columbano vivió durante casi veinte años. Allí el santo escribió para sus seguidores la
Regula monachorum --durante un cierto tiempo más difundida en Europa que la de san Benito--,
perfilando la imagen ideal del monje. Es la única antigua regla monástica irlandés que hoy poseemos.
Como complemento, redactó la Regula coenobialis, una especie de código penal para las infracciones
de los monjes, con castigos más bien sorprendentes para la sensibilidad moderna, que sólo se pueden
explicar con la mentalidad de aquel tiempo y ambiente. Con otra obra famosa, titulada De
poenitentiarum misura taxanda, que también escribió en Luxeuil, Columbano introdujo en el
continente la confesión privada y reiterada con la penitencia, que preveía una proporción entre la
gravedad del pecado y la reparación impuesta por el confesor. Estas novedades suscitaron sospechas
entre los obispos de la región, una sospecha que se convirtió en hostilidad cuando Columbano tuvo la
valentía de reprenderles abiertamente por las costumbres de algunos de ellos.
Este contraste se manifestó con las disputa sobre la fecha de Pascua: Irlanda seguía la tradición
oriental, a diferencia de la tradición romana. El monje irlandés fue convocado en el año 603 en
Châlon-sur-Saôn para rendir cuentas ante un sínodo de sus costumbres sobre la penitencia y la
Pascua. En vez de presentarse ante el sínodo, mandó una carta en la que minimizaba la cuestión,
invitando a los padres sinodales a discutir no sólo sobre el problema de la fecha de Pascua, según él
un problema pequeño, "sino también sobre todas las normas canónicas necesarias que son
descuidadas por muchos, lo cual es más grave" (Cf. Epistula II,1). Al mismo tiempo, escribió al Papa
Bonifacio IV --unos años antes ya se había dirigido al Papa Gregorio Magno (Cf. Epistula I)-- para
defender la tradición irlandesa (Cf. Epistula III).
Dado que era intransigente en cuestiones morales, Columbano entró en conflicto también con la casa
real, pues había reprendido duramente al rey Teodorico por sus relaciones de adulterio. Surgió una
red de intrigas y maniobras a nivel personal, religioso y político que, en el año 610, provocó un
decreto de expulsión de Luxeuil de Columbano y de todos los monjes de origen irlandés, que fueron
condenados a un exilio definitivo. Les escoltaron hasta llegar al mar y fueron embarcados en una nave
de la corte rumbo a Irlanda. Pero el barco encalló a poca distancia de la playa y el capitán, al ver en
ello un signo del cielo, renunció a la empresa y, por miedo a ser maldecido por Dios, volvió con los
monjes a tierra firme. Éstos, en vez de regresar a Luxeuil, decidieron comenzar una nueva obra de
evangelización. Se embarcaron en el Rin y remontaron el río. Después de una primera etapa en
Tuggen, en el lago de Zurich, se dirigieron a la región de Bregenz, en el lago de Costanza, para
evangelizar a los alemanes.
Ahora bien, poco después, Columbano, a causa de problemas políticos, decidió atravesar los Alpes con
la mayor parte de sus discípulos. Sólo se quedó un monje, llamado Gallus. De su monasterio se
desarrollaría la famosa abadía de Sankt Gallen, en Suiza. Al llegar a Italia, Columbano fue recibido en
la corte imperial longobarda, pero muy pronto tuvo que afrontar grandes dificultades: la vida de la
Iglesia estaba lacerada por la herejía arriana, todavía mayoritaria entre los longobardos por un cisma
que había separado a la mayor parte de las Iglesias de Italia del norte de la comunión con el obispo de
Roma.
Columbano se integró con autoridad en este contexto, escribiendo un hermoso libelo contra el
arrianismo y una carta a Bonifacio IV para convencerle a comprometerse decididamente en el
restablecimiento de la unidad (Cf. Epistula V). Cuando el rey de los longobardos, en 612 ó 613, les
entregó un terreno en Bobbio, en el valle de Trebbia, Columbano fundó un nuevo monasterio que
luego se convertiría en un centro de cultura comparable al famoso de Montecasino. Allí acabó sus
días: falleció el 23 de noviembre de 615 y en esa fecha es conmemorado por el rito romano hasta
nuestros días.
El mensaje de san Columbano se concentra en un firme llamamiento a la conversión y al desapego de
las cosas terrenas en vista de la herencia eterna. Con su vida ascética y su comportamiento sin
compromisos frente a la corrupción de los poderosos, evoca la figura severa de san Juan Bautista. Su
austeridad, sin embargo, nunca es un fin en sí misma, sino que no es más que un medio para abrirse
libremente al amor de Dios y corresponder con todo el ser a los dones recibidos de El, reconstruyendo
en sí la imagen de Dios y al mismo tiempo trabajando la tierra y renovando la sociedad humana.
Dice en sus Instructiones: "Si el hombre utiliza rectamente esas facultades que Dios ha concedido a su
alma, entonces será semejante a Dios. Recordemos que debemos devolverle todos los dones que nos
ha confiado cuando nos encontrábamos en la condición originaria. La manera de hacerlo nos la ha
enseñado con sus mandamientos. El primero de ellos es el de amar al Señor con todo el corazón, pues
Él, en primer lugar, nos ha amado, desde el inicio de los tiempos, antes aún de que viéramos la luz de
este mundo" (Cf. Instructiones XI).
El santo irlandés encarnó realmente estas palabras en su vida. Hombre de gran cultura y rico de
dones de gracia, ya sea como incansable constructor de monasterios, ya sea como predicador
penitencial intransigente, dedicó todas sus energías a alimentar las raíces cristianas de la Europa que
estaba naciendo. Con su energía espiritual, con su fe, con su amor a Dios y al prójimo se convirtió en
uno de los padres de Europa: nos muestra hoy dónde están las raíces de las cuales puede renacer
nuestra Europa.
[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy recordamos la vida y la obra de san Columbano, monje nacido en Irlanda, en el siglo sexto, y
fundador de monasterios en Francia, Suiza e Italia, llevando a cabo una intensa labor misionera en lo
que él llamó por vez primera «toda Europa». En efecto, amplias zonas cristianizadas habían vuelto al
paganismo a causa de la emigración de pueblos venidos del Norte y del Este. Sus monasterios eran
centros de irradiación de cultura y evangelización, pero sobre todo lugares que atraían a muchos por
la vida laboriosa, austera, penitente y de oración de sus monjes. Su ideal monástico se caracteriza por
una severa llamada a la conversión y al desapego de las cosas terrenas, con el fin de que hombre se
abra libremente al amor de Dios y corresponda a él con todo su ser, reconstruyendo de este modo en
sí mismo la imagen de Dios. Como medio para ello introdujo en el Continente la práctica de la
confesión privada y la penitencia, que debía ser proporcional a la gravedad del pecado cometido.
Un saludo cordial a los peregrinos de lengua española, en particular a los de la diócesis de Tortosa,
con su Obispo, a la Asociación de Madres, Hermanas y Colaboradoras de Sacerdotes, de Valencia, así
como a los peregrinos venidos de España, Costa Rica, México y otros países de Latinoamérica. Que el
ejemplo de vida y el ardor misionero de san Columbano impulse el compromiso de hacer presente hoy
a Cristo en el mundo.
Muchas gracias por vuestra visita.


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