lunes, 4 de marzo de 2013

La eucaristía:


DIOS BAJA, UNA Y OTRA VEZ,
 A LA TIERRA
 (Año Eucarístico)
 
 
 
 
1. LA PALABRA DE DIOS NOS ILUMINA
"El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo… Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día" (Jn 6, 33ss).
 
2.Gozar de la Eucaristía es sentirnos liberados por un Dios que nos libera, que nos salva, que nos arropa con su gracia y con su poder.
No hace falta subir al cielo para estar en íntima comunión con el Señor. En cada altar, por la Eucaristía, cada creyente puede abrazar personal y comunitariamente a ese Jesús que nos trae abundancia de regalos adornados y envueltos en el mismo corazón de Dios: amor, perdón, alegría, paz, serenidad, justicia, etc.
Y, para vivir con sensación de cielo, no es necesario esperar a cerrar los ojos a este mundo para desplegarlos en la otra orilla buscando felicidad. Cuando uno se adentra, intensa y radicalmente en la eucaristía, comprueba que hay unos hermanos que le rodean, que le quieren, que piensan como él y que miran en doble dirección: hacia Dios y hacia la realidad sufriente.
Por ello mismo, la Eucaristía, no solamente es el abrazo deseado por Dios y necesitado por el hombre. La Eucaristía tiene ese otra interpelación que nos invita a mirarnos los unos a los otros, a trabajar los unos por los otros y a construir ese trozo de cielo allá donde, como cristianos, trabajamos, pensamos y vivimos.
3.Un discípulo se le acercó a su maestro espiritual y le preguntó: “cómo puedo quitarme tanto peso que me impide vivir y caminar”. El consejero le contestó: "agárrate a la eucaristía y comprobarás que el peso ya no es mayor que las fuerzas para hacerle frente"
 
Si Jesús, se quedó en la aparente fragilidad del pan y del vino, fue entre otras cosas, para que entendiésemos el valor de su entrega y de su sacrificio, de su pasión y de su muerte: ¡haced vosotros lo mismo!
 
Para ello, para ser sensibles a este misterio, hay que desprenderse de otros hambres y de otros apetitos que no nos dejan paladear o gustar el sabor de la Eucaristía. Tenemos hambre de todo, pero desgraciadamente, muchos cristianos han perdido el hambre, las ganas por el pan de la Eucaristía. Pero, por otro lado, cada vez surgen más voces que nos gritan que –ciertamente- no solo de pan vive el hombre, no sólo el dulce de confitería produce felicidad sino que, por el contrario, además de añadir calorías y corpulencia nos dan una sensación de insatisfacción y de hartura.
 
 
AÑO DE LA EUCARISTIA
Para gozar a solas, desde la oración, contemplando el Señor en una custodia o frente al sagrario
Para detenernos ante ese Jesús que baja en el ascensor de la Eucaristía para elevarnos hasta Dios
Para descubrir la belleza y la grandeza de tantos regalos envueltos en esa celebración: perdón, sencillez, entrega…
Llamada a fortalecernos y a sembrar pequeños signos del Reino de Dios en nuestra tierra
Interpelación para mirar a Dios, frente a frente, y trabajar con el prójimo cara a cara
Momento para valorar el ser familia, el vivir en comunidad, el escuchar como comunidad que se reúne
Descanso en la tregua y en el árido camino en el que dejamos cuerpo y sangre
Lección magistral de Jesús donde nos enseña, que en la entrega por nosotros, está la gloria del Padre
Amén.
 
 
 
Sim                                    LA                   RE
Donde hay caridad y amor
LA                                     RE
Mim                                  Sim
/allí está el Señor./ (bis)
 
Sim                                RE
Una sala y una mesa,
             LA                      RE
una copa, vino y pan,
                LA                       Sim
los hombres compartiendo
SOL   LA                    FA#
en amor y en unidad.
 
Nos reúne la presencia
y el recuerdo del Señor,
celebramos su memoria
                                  FA#    Sim
y la entrega de su amor.
 
 
Invitados a la mesa
del banquete del Señor,
recordemos su mandato
de vivir en el amor.
Comulguemos en el Cuerpo
y la Sangre que El nos da
y también en el hermano,
si lo amamos de verdad.
 
Este pan que da la vida
y este cáliz de salud,
nos reúne a los hermanos
en el nombre de Jesús.
Anunciamos su memoria,
celebramos su pasión,
el misterio de su muerte
y de su Resurrección.

 

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