«Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí» (Lucas 19, 1-4)
Desde nuestra realidad personal
La oración es un encuentro de un corazón necesitado, herido, imperfecto. Zaqueo era un hombre rico pero no era feliz. Su trabajo de recaudador y su avaricia le habían aislado. Su corazón no encontraba la felicidad en la riqueza. Era odiado y no amaba a nadie. Había escuchado que Jesús acogía a pecadores y recaudadores de impuestos. Y su corazón se preguntaba si quizás no sería ésta una oportunidad para escuchar una palabra de aliento y de consuelo. Despreciado y solitario, Zaqueo buscaba ver y tocar el amor de Dios.Su actitud es la primera que tenemos que tener al entrar en la oración. La oración no es sólo para almas santas, preparadas, purificadas. Es un presentarse como somos, no como quisiéramos ser. No nos presentamos perfectos sino dispuestos a ser perfeccionados por Cristo a través de su misericordia y amor. Nos abrimos a Dios, y lo queremos ver desde nuestra realidad personal.
Superando obstáculos
Zaqueo se levantó de su oficina y se dirigió a la calle por dónde iba a pasar Jesús. Había mucha gente agolpada para recibir al famoso profeta Jesús. El primer obstáculo que tiene que superar es el respeto humano. Era odiado por todos en Jericó y tomar esta decisión de mezclarse con la gente, hacerse un lugar para poder ver a Jesús, implicaba una gran humildad. Muchos aprovecharían para vengarse, se reían, y seguramente aprovechaban para darle algún golpe.Su poca altura le impedía ver quién era Jesús. La gente era obstáculo por la cantidad pero sobre todo porque su poca estatura no le alcanzaba para clavar sus ojos en ese famoso profeta.
La oración es mover el corazón para levantarse de nuestra situación actual para ponernos en camino y superar obstáculos para ver quién es Jesús. «Te conocía de oídas pero ahora mis ojos te han visto» (Job 42,5).
En nuestro interior hay mucha “gente” que nos impide ver a Jesús. El corazón de cada hombre y mujer está habitado por tanta “gente” que retrasa, complica, evita la llegada de Jesús: miedos, heridas, pasado, rencores, soberbia, sensualidad, vanidad, ira… Descubre en tu corazón en la oración qué “gente” habita en tu interior y quiénes son los principales obstáculos que no te dejan ver a Jesús.
Subiendo para ver mejor
Ciertamente ser bajo de estatura es un reto. Muchos ya no podemos crecer físicamente debido a la edad, pero este “ser bajo de estatura” es más profundo. Se refiere a la estatura de la fe. No vemos a Jesús porque nuestra fe es “corta”. Y necesitamos ayuda.PARA LA ORACIÓN:
1. Leer el pasaje lentamente, cerrar los ojos, penetrar el interior de Zaqueo.2. Verme en Zaqueo: ¿en qué soy rico? ¿en qué soy bajo? Quizás soy rico en amor al mundo, pero bajo en mi fe…
3. ¿Qué anhela realmente mi corazón?
4. Jesús, ¿quién es para mí? ¿Lo conozco sólo de oídas? Pedirle al Señor que lo conozca por experiencia
5. Zaqueo no podía ver a Jesús por la muchedumbre. ¿Qué o quién me impide ver a Jesús?
6. Subió a un árbol: ¿qué árbol tengo que buscar en mi vida para ver a Jesús? ¿qué medio me permitirá hacerlo? Buscarlo y “subir a él”
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