viernes, 17 de febrero de 2012

Sierva de Dios Sor Lucía dos Santos (O.C.D.)

Lucía dos Santos
Sierva de Dios Sor Lucía dos Santos (O.C.D.)
Fatima children with rosaries.jpg
Jacinta Marto, Lucía dos Santos y Francisco Marto
Nombre secular Lucía de Jesús dos Santos
Nombre religioso Hermana María Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón
Sor Lucía
Nacimiento 22 de marzo de 1907
Flag Portugal (1830).svg Aljustrel, Portugal
Muerte 13 de febrero de 2005 (97 años)
Bandera de Portugal Coímbra , Portugal
Congregación Carmelitas Descalzas

Lucía dos Santos (1907 - 2005), conocida como Sor Lucía, religiosa católica portuguesa perteneciente a la orden de las carmelitas descalzas.

Sor Lucía fue una de las videntes, junto a sus primos Francisco y Jacinta Marto, de los sucesos de Fátima, donde el 13 de mayo de 1917 dijeron haber visto a la Virgen en la llamada Cova da Iria, donde hoy se levanta el importante santuario mariano.

Nació en la aldea de Aljustrel, cerca de Fátima y murió en Coímbra (Portugal) el 13 de febrero de 2005, a los 97 años de edad, y recibió sepultura en el cementerio del Carmelo de Santa Teresa, de Coimbra, donde pasó enclaustrada sus últimos 46 años después de haber tomado los hábitos con el nombre de Hermana María Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón O.C.D.. Según su voluntad, al año (el 19 de febrero de 2006) sus restos fueron trasladados a la iglesia del complejo mariano de Fátima, para descansar allí junto a los de sus primos.

El 13 de febrero de 2008, el Cardenal José Saraiva Martins anunciaba el inicio de la Causa de Beatificación.1


Biografía

La niñez y el milagro

Periódico informando de los Milagros de Fátima.

Lucía dos Santos nació en Aljustrel una pequeña población junto (Fátima) en Portugal, el 22 de marzo de 1907, en el seno de una familia muy humilde. Desde muy pequeña tenía encargada la función del pastoreo de ovejas, que solía realizar en compañía de otros niños y, habitualmente, de sus primos Francisco y Jacinta.

El 13 de mayo de 1917 dijeron haber visto a la Virgen en la llamada Cova da Iria, y los días posteriores, hasta el 13 de octubre, se reunieron en el lugar miles de personas para ser testigos de dichas apariciones. Estas apariciones estuvieron precedidas, según se cuenta, de la aparición de un ángel durante 1916 en la cueva "Loca de Cabeço". En el transcurso de dichos actos se afirma que la Virgen María reveló a los tres niños tres mensajes, conocidos como los tres misterios de Fátima.

Lucía y Jacinta escucharon los mensajes de la Virgen; Francisco solo la veía y se enteraba del mensaje por boca de Lucía, que le recomendó rezar el Rosario y depositó en ella los tres misterios mencionados. Estos eran: el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la muerte prematura de sus primos, Francisco (1908 - 1919) y Jacinta (1910 - 1920), la conversión de Rusia, que señalan que ocurrió con la desintegración de la URSS en 1990, y el tercer y mejor guardado secreto que se dice es la predicción del atentado contra el Papa Juan Pablo II.

Ingreso en el convento

Convento de las Hermanas Doroteas en Pontevedra, donde residió por algún tiempo Sor Lucía.

En 1921, con 14 años de edad y 4 años después de los hechos de Fátima, ingresó en el colegio de las Hermanas Doroteas en la localidad de Vilar, cerca de Oporto, y en 1928 se trasladó al convento de esta orden en Tuy, Pontevedra (Galicia, España) y luego al convento que la orden tenía en la ciudad de Pontevedra, donde en 1925 se le volvió a aparecer la virgen.2 En 1946 volvió a Portugal y en 1948 decide ingresar en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra en régimen de clausura, profesando votos al año siguiente.

Allí moriría en el 2005, a la edad de 97 años, siendo muy contadas sus salidas al exterior. Durante su estancia en el convento, afirmó haber visto apariciones de la Virgen e incluso de Jesús, en las que recibió la Promesa de los Primeros Sábados, la Visión de la Trinidad y la petición de la consagración de Rusia.

Su obra

Una de las contadas veces que salió del convento fue para entrevistarse con el Papa Juan Pablo II y comunicarle el tercer misterio, que consistía en el ya pasado atentado contra esta personalidad religiosa.

Sor Lucía escribió dos obras: sus Memorias y los Llamamientos del Mensaje de Fátima.

Véase también

Referencias

  1. A petición del Obispo de Coimbra y de otros obispos y fieles, Benedicto XVI había dispensado del quinquenio previsto para el inicio de una Causa de Beatificación (cfr. art. 9 delle Normae servandae); en este caso se va a iniciar tres años después de su muerte.
  2. Pontevedra monumental. Pontevedra, capital de las Rías Baixas. Turismo Pontevedra. http://www.visit-pontevedra.com

Enlaces externos


Sor María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado
Vidente de
Fátima, 1907-2005

BREVE BIOGRAFIA

Lucía Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en Ajutrel, caserío junto a Fátima. Cuando tenía nueve años fue enviada con sus primos, los beatos Francisco y Jacinta Matos a pastorear ovejas como de costumbre. Fue entonces que recibieron la visita de la Virgen en la Cova de Iría.

Lucía ingresó en 1921 con las Hermanas Doroteas. Estuvo con ellas en Tui y Pontevedra, España. En ambas ciudades tuvo importantes visitas de Jesús y de la Virgen. Recibió la Promesa de los Primeros Sábados, la Visión de la Trinidad, la petición de la consagración de Rusia, 1929

En 1946 regresó Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, donde profesó sus votos como carmelita en 1949.

La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irían al cielo pero Lucia debía quedar en la tierra para propagar sus mensajes. Así ocurrió. El Papa beatificó a Francisco y Jacinta Marto durante el año jubilar, 2000, en Cova de Iría, en el santuario de las apariciones. Estábamos presentes unas 700 mil personas en uno de los días mas fríos registrados en el lugar. Allí estaba, junto al Papa, Sor Lucia.

Sor Lucía escribió dos volúmenes con sus "Memorias" y los "Llamamientos del Mensaje de Fátima".

Murió el 13 de Febrero del 2005, durante la novena de los beatos Francisco y Jacinta, en su querido Carmelo, donde muchos creen que aun era visitada por la Virgen y donde también el Papa Juan Pablo II la visitó.


Entrevista con Sor Lucía
8 Marzo, 1998

COIMBRA, 8 marzo, 1998 (ZENIT).- La revista mensual católica portuguesa «Christus» editada en Lisboa por el grupo editorial «Semanario», publicó en el número correspondiente al 3 de marzo 98, la primera entrevista que ha concedido en su vida la hermana Lucía, única superviviente de los tres niños videntes a quienes se apareció la Virgen en Fátima en 1917. Sor Lucía cumplirá 91 años el próximo 28 de marzo. Ella se encuentra, en el convento de las madres Carmelitas de Coimbra, desde hace casi medio siglo y ha dialogado con los cardenales Antony Padiyara de la India y Ricardo Vidal, de las Islas Filipinas.

La conversión de Rusia
En la entrevista que concedió la religiosa portuguesa no podía faltar una alusión explícita a Rusia, su consagración a Dios y su conversión. Sor Lucía no ocultó un dato curioso. Cuando la Santísima Virgen les pidió a los tres pastorcitos rezar por esta intención, ni ella sabía lo que era Rusia: «Nosotros pensábamos que era una mujer muy mala». Con el paso del tiempo, Sor Lucía llegaría a conocer en toda su crudeza la dramática historia de este pueblo. Ella misma ha sobrevivido al comunismo y ha podido presenciar la disolución del bloque soviético. ¿No podría interpretarse este hecho como un signo de la conversión de Rusia? A este respecto, Sor Lucía hizo referencia a aquel hombre en Rusia que «sin saberlo fue un instrumento de Dios para la conversión».
-¿Gorbachov?
-Sí.

El tercer secreto
Muchas personas asocian la aparición de la Virgen en Fátima con el enigma del tercer secreto. A la pregunta de si el secreto tenía que ver con el Concilio Vaticano, la religiosa se limitó a responder: «No puedo contestar». Y el tercer secreto, ¿no estará en el Apocalipsis? Sor Lucía aclaró: «Nuestra Señora no dijo que estuviera en el Apocalipsis». Pero si ella no quiere dar a conocer el tercer secreto de Fátima, ¿no podría hacerlo el Papa? La hermana se permitió responder con toda sencillez que el Papa puede revelarlo si quiere, «pero yo le aconsejo que no lo revele. Si él decide hacerlo, le aconsejo que tenga mucha prudencia».
No se resistieron a preguntarle si continúa teniendo apariciones de Nuestra Señora. A lo que respondió: «Qué curiosos... No puedo decirlo».

El infierno
La Virgen también habló del infierno, un tema que antes obsesionaba y ahora brilla por su ausencia. Sin embargo, las palabras de Sor Lucía fueron claras: «El infierno es una realidad. Es un fuego sobrenatural y no físico, y no puede ser comparado al fuego que arde, de madera o de carbón».
Asimismo ofreció un consejo a los sacerdotes acerca de este tema: «Continúen predicando sobre el infierno porque Nuestro Señor mismo habló del infierno y está en las Sagradas Escrituras. Dios no condena a nadie al infierno. Dios dio a los hombres la libertad de escoger, y Dios respeta esa libertad humana».

Ateísmo y materialismo
Sor Lucía reconoce que «el ateísmo es todavía el mayor instrumento utilizado por el demonio en nuestros días, porque es un grave pecado contra Dios, que niega su propia existencia dando paso a la práctica de toda una variedad de actos diabólicos como el aborto».
«Como terminó el comunismo, ahora sigue el materialismo. Antes las personas no podían comprar nada. El materialismo es muy malo...Las personas deberían desear más las cosas de Dios y no querer antes las cosas materiales».

Mensaje final
Los cardenales le preguntaron si ella querría ofrecer alguna idea particular para concluir, algún mensaje para este mundo confuso de hoy. A lo que respondió sin dudar: «Quien no está con el Papa no está con Dios; y quien quiera estar con Dios tiene que estar con el Papa».
ZD980308-5 ZENIT


Mensaje de Juan Pablo II en el funeral de Sor Lucía
16 febrero 2005
Zenit.org


El cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova (Italia), presidió la misa funeral en calidad de enviado especial de Juan Pablo II.

Al Venerable Hermano Albino Mamede Cleto, Obispo de Coimbra:

Con íntima emoción he sabido que Sor Maria Lúcia de Jesús e do Coração Imaculado, a la edad de 97 años, ha sido llamada por el Padre celestial a la morada eterna del Cielo. Ella ha alcanzado así la meta a la que siempre aspiraba en la oración y en el silencio del convento. La liturgia nos ha recordado en estos días que la muerte es herencia común de los hijos de Adán, pero al mismo tiempo nos ha asegurado que Jesús, con el sacrificio de la cruz, nos ha abierto las puertas de la vida inmortal. Recordamos estas certezas de la fe en el momento en que damos el último adiós a esta humilde y devota carmelita, que consagró su vida a Cristo, Salvador del mundo. La visita de la Virgen María, que recibió la pequeña Lucía en Fátima junto a sus primos Francisco y Jacinta en 1917, fue para ella el comienzo de una singular misión a la que se mantuvo fiel hasta el final de sus días. Sor Lucía nos deja un ejemplo de gran fidelidad al Señor y de gozosa adhesión a su voluntad divina.

Recuerdo con emoción los distintos encuentros que tuve con ella y los vínculos de amistad espiritual que con el paso del tiempo se intensificaron. Me he sentido siempre sostenido por el don diario de su oración, especialmente en los momentos duros de la prueba y del sufrimiento. Que el Señor la recompense ampliamente por el gran y escondido servicio que ha hecho a la Iglesia. Amo pensar que quien ha acogido a Sor Lucía en el paso de la tierra al Cielo haya sido precisamente Aquella que ella vio en Fátima hace tantos años. Que la Virgen Santa acompañe el alma de esta devota hija suya al bienaventurado encuentro con el Esposo divino. A usted le confío, Venerado Hermano, la tarea de hacer llegar a las monjas del Carmelo de Coimbra la certeza de mi cercanía espiritual, mientras que, para su consuelo interior en el momento de la separación, imparto una afectuosa bendición, que extiendo a los familiares, a usted, Venerado Hermano, al Cardenal Tarsicio Bertone, mi enviado especial, y a todos los participantes en el sagrado rito de sufragio.

Vaticano, 14 de febrero de 2005,
Juan Pablo II

LUCÍA DOS SANTOS (1907-2005)




Lucía Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en Ajutrel, caserío junto a Fátima. Cuando tenía nueve años fue enviada con sus primos, los beatos Francisco y Jacinta Matos a pastorear ovejas como de costumbre. Fue entonces que recibieron la visita de la Virgen en la Cova de Iría.

Lucía ingresó en 1921 con las Hermanas Doroteas. Estuvo con ellas en Tui y Pontevedra, España. En ambas ciudades tuvo importantes visitas de Jesús y de la Virgen. Recibió la Promesa de los Primeros Sábados, la Visión de la Trinidad, la petición de la consagración de Rusia, 1929

En 1946 regresó Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, donde profesó sus votos como carmelita en 1949.

La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irían al cielo pero Lucia debía quedar en la tierra para propagar sus mensajes. Así ocurrió. El Papa beatificó a Francisco y Jacinta Marto durante el año jubilar, 2000, en Cova de Iría, en el santuario de las apariciones. 700 mil personas estaban presentes en uno de los días mas fríos registrados en el lugar. Allí estaba, junto al Papa, Sor Lucia.

Sor Lucía escribió dos volúmenes con sus "Memorias" y los "Llamamientos del Mensaje de Fátima".

Murió el 13 de Febrero del 2005, durante la novena de los beatos Francisco y Jacinta, en su querido Carmelo, donde muchos creen que aun era visitada por la Virgen y donde también el Papa Juan Pablo II la visitó.













El fallecimiento de Sor Lucia de Fátima

Padre Jesús Martí Ballester

Sor Lucía, la última superviviente de los tres pastorcitos a quienes la Virgen María se les apareció en Fátima, Portugal, ha fallecido el día 13 de febrero, domingo, a los 97 años de edad. Su tránsito a la Casa del Padre ocurrió un día 13, como el que en mayo de 1917 marcó su histórico encuentro con la Virgen. La hermana María Lucía del Corazón Inmaculado, nacida en 1907 y bautizada como Lucía de Jesús dos Santos, ha muerto en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Coimbra, Portugal, a las 17:25 horas, debido a complicaciones propias de su avanzada edad. La vida de Sor Lucía se ha apagado como un cirio, metáfora de su vida sencilla, pero siempre ardiendo. Ella y sus hermanas estaban practicando los ejercicios espirituales anuales. Antes habían visionado la Pasión de Mel Gibson, quien les proyectó y comentó la película y habló con Sor Lucía.

El Obispo de Coimbra, Mons. Antonio Cleto, oficiará su funeral en la Catedral de Coimbra, con la presencia del Obispo de Leiría-Fátima. Los restos de la monja recibirán sepultura en el Carmelo de Santa Teresa, su hogar desde 1948 y donde fue visitada por el Papa Juan Pablo II en uno de sus viajes a Portugal.

SU VIDA

Lucía nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel, aldea de Fátima, y allí, cuando tenía diez años, vio por primera vez a la Virgen en la Cova de Iría, mientras estaba con sus primos los hermanos beatos Francisco y Jacinta Martos, ambos fallecidos a temprana edad.

Lucía entró en 1921 en el colegio de las Hermanas Doroteas en la localidad de Vilar, cerca de Oporto, desde donde se trasladó en 1928 a la ciudad española de Tuy, donde vivió algunos años. En 1946 regresó Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra, donde profesó como carmelita descalza, en 1949. En 1950, después de haber visitado Fátima donde pude ver y posar con los padres y sobrinos de los hoy Beatos Jacinta y Francisco y rezar en su sepulcro florecido de margaritas blancas, visité también a Sor Lucía en su monasterio de Coimbra. A ella encomendé mi ministerio sacerdotal y para recordárselo le dejé mi tarjeta de visita. Sor Lucía escribió dos volúmenes con sus "Memorias" y los "Llamamientos del Mensaje de Fátima". El Papa beatificó en el año 2000 ante 700 mil personas a Francisco y Jacinta Marto y en la actualidad se encuentran en proceso de canonización ante la presencia de la prima, Sor Lucía, la mayor de los tres videntes.

EL GRAN DRAGÓN EN LUCHA CONTRA LA MUJER

"Apareció en el cielo una magnífica señal: una mujer envuelta en el sol, con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Apareció en el cielo otra señal: un gran dragón rojo, que se quedó delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera" Apocalipsis 12,1. Leyendo el capítulo 17 del Apocalipsis, encontramos la clave y el paralelismo de las visiones de Fátima y de su mensaje: Allí hay un dragón vestido lujosamente, que pretende devorar al niño cuando nazca, y una mujer vestida de sol; aquí el Kremlin, una nomenclatura derrochadora y una tiranía basada en el ateismo militante, ensoberbecido y ambicioso de invasión universal, y de exterminio feroz de seres humanos. Allí cae el dragón, que es Nerón en Babilonia, Roma, la ciudad de los siete montes: Palatino, Capitolio, Aventino, Celio, Esquilino, Viminal y Quirinal. Y cuando fue elegido como Obispo de Roma, Karol Wojtyla dijo Berlinguer, jefe del PCI italiano: "La que se nos viene encima". "Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de Reyes". Aquí, al final mi Corazón Inmaculado triunfará".

A sólo unos metros del lugar donde se les apareció la Virgen en 1917, Francisco y Jacinta Marto, fueron beatificados el 13 de mayo de 2000 por Juan Pablo II, quien los propuso como ejemplo de santidad para niños y adultos. Sentada en un segundo plano, la tercera vidente, Sor Lucia dos Santos, tuvo la alegría de ver la confirmación solemne de lo que «la Señora» les había anunciado. Bajo un bellísimo sol primaveral, un millón de peregrinos asistieron a la emocionante ceremonia en la que Juan Pablo II citó una curiosa alabanza de Jesús: «Yo te bendigo, Padre, porque escondiste estas verdades a los sabios e inteligentes, y las revelaste a los pequeñuelos». Fue exactamente lo que sucedió en Fátima en 1917, para sorpresa de los pastorcillos, de las autoridades eclesiásticas y del mundo entero.

EL VALOR DEL SUFRIMIENTO

Después de la rotura de la cabeza del fémur, dijo Juan Pablo II: "Con estas pequeñas cruces también se gobierna la Iglesia". Diez años después del atentado de la plaza de San Pedro, Juan Pablo II volvió a Fátima, no sólo a agradecer a la Virgen que le salvase de la muerte, sino a celebrar el cumplimiento de las profecías marianas y la resurrección del cristianismo en el Este europeo.

El secretario de Estado Vaticano desveló ante el mundo, por encargo del Papa, que en 1917, la Virgen profetizó ante los niños que «un obispo vestido de blanco caerá por tierra como muerto bajo los tiros de un arma de fuego». Cuando se produjo el atentado, Juan Pablo II ya conocía este tercer secreto, pues se lo había revelado Lucía, la única superviviente de las apariciones, lo que explica sus tres peregrinaciones a Fátima con el fin de agradecérselo y que la bala encontrada en su vientre, esté en la corona de la imagen de la Virgen. «Una mano disparó, Otra guió el proyectil.» Para el Papa, la mano de la Virgen le salvó la vida aquel día de primavera. El 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II dijo que había ido «para agradecer a Santa María que me haya conservado la vida». Fátima está vinculada no sólo al atentado, sino a la historia de la Iglesia y del mundo en este siglo. En este lugar portugués, convertido en uno de los puntos de mayor devoción popular del mundo católico, en 1917, la Virgen realizó signos excepcionales y confió un mensaje a los pastorcillos. En el mismo año de la Revolución bolchevique, María anunciaba persecuciones y, al fin, la conversión de Rusia. Juan Pablo II, que en una encíclica ha dedicado un capítulo dedicado a Fátima para celebrar el cumplimiento de la profecía que vaticinaba la resurrección de la Iglesia del Silencio.

EL TERCER SECRETO

En una visión cristiana de la historia, todo esto, ahora, puede ser tremendamente sugestivo: es la Providencia la que, en la época más secularizada de la historia cristiana, está dirigiendo en otra dirección el imperio del ateísmo, aunque es un cambio todavía trabajoso, a menudo lleno de sufrimiento». Domenico del Río, uno de los mejores comentaristas italianos de temas vaticanos, ha escrito: «Es posible que Wojtyla, en su viaje a Fátima, piense en el cumplimiento de la profecía de Maximiliano Kolbe: Un día veréis la imagen de la Inmaculada sobre el pináculo más alto del Kremlin. Pero para esto ha sido necesario mucho dolor, mucho sufrimiento. En una de sus poesías, Juan Pablo II, pone en boca de San Estanislao a un rey de Polonia: «Mi palabra no te ha convertido, mi sangre te convertirá". En la visión universal de su propia misión, el Papa une su experiencia de sufrimiento a una dimensión mundial. En este pontificado, se pueden ver dos momentos. El primero es el del profeta que grita al mundo, agita el evangelio por encima de las masas, quiere remover la tierra para acercarla a Dios. Ahora, su voz no se alza ya con tanta sonoridad, en sus discursos ha abandonado el grito. Las condenas siguen siendo duras contra los ídolos del mundo, contra las injusticias, contra la guerra. Pero se ha atenuado la vehemencia física. Juan Pablo II quiere siempre convertir al mundo, pero, como su San Estanislao, confía más en el sufrimiento que en la palabra. La sangre, piensa el Papa, contiene más capacidad de redención.

LA BEATIFICACIÓN DE LOS PASTORCITOS

¿Cómo es Dios? No se puede explicar", decía el Beato Francisco. Dios es una luz que arde pero no quema. Esta es la sensación que tuvo Moisés cuando vio la zarza que ardía sin consumirse. «Por designio divino -afirmó el Papa- vino del Cielo a esta tierra, en busca de los pequeñuelos privilegiados del Padre, "una Mujer vestida de sol". Les habla con corazón de madre, les invita a ofrecerse como víctimas de reparación y se ofrece Ella misma para llevarlos ante Dios. Fue entonces cuando de sus manos maternas salió una luz que los penetró íntimamente, haciéndoles sentirse inmersos en Dios». Juan Pablo II recordó que «Francisco exclamaba: "Nosotros ardíamos en aquella luz. Tres niños que no sabían leer ni escribir dieron testimonio de su fe arriesgando sus vidas. Se trata de la beatificación de los más jóvenes cristianos de la historia de la Iglesia, exceptuando a algunos mártires.

Desde que el 13 de mayo de 1917 la Virgen se apareciera a los tres niños que cuidaban el ganado en las montañas, las apariciones, que se reiteraron los siguientes días 13 hasta octubre, han convertido a Fátima en uno de los primeros santuarios marianos del mundo, en el que se suceden las manifestaciones de fe y la solicitud de curaciones y milagros. Fátima es un testimonio de fe, que nos recuerda que el sentimiento de lo sagrado y la auténtica religiosidad rebasan los estrechos límites de nuestra menguada racionalidad. La atracción que Fátima ha ejercido sobre todo el ancho ámbito de la Cristiandad se ha visto acrecentada por la existencia de los tres secretos de los que fue depositaria la única superviviente de las apariciones, Sor Lucía. El primero anunciaba el final de la Primera Gran Guerra y el estallido de una segunda aún más atroz. El segundo presagiaba la caída del comunismo en Rusia y la conversión de la gran nación que tanto habla contribuido a la difusión del ateísmo. Quedaba el tercer secreto en secreto. El cardenal Sodano leyó un texto en el que anunciaba su próxima revelación y desvelaba que se refiere a la lucha de los sistemas ateos contra el cristianismo y al sufrimiento de los testigos de la fe en el siglo XX. Concretamente, contiene también una referencia al atentado sufrido por el Papa y del que, según el testimonio de los videntes, celosamente guardado durante décadas, sería librado por la intercesión de la Virgen. El texto de esta tercera parte será publicado próximamente por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

AMOR DE JUAN PABLO A MARIA: “TOTUS TUUS”

No resulta extraña la devoción a Fátima de Juan-Pablo II. Ni tampoco su paciencia y prudencia en guardar el secreto durante tantos años. El Pontífice ha sido testigo y protagonista de la triple revelación de María a los pastorcitos. El ha vivido los horrores del nazismo y de la gran guerra europea en su Polonia natal. Más tarde, ya desde el ejercicio del Pontificado, contribuyó decisivamente al derrumbamiento del comunismo soviético. Además, la tercera parte del secreto le concernía personalmente. Fátima confirma que las más profundas verdades de la fe son mejor reveladas y más accesibles a los niños y a quiénes se hacen semejantes a ellos. La más profunda verdad religiosa es asequible al más inocente y sencillo de los entendimientos. Hay más verdad religiosa en la bondad del corazón humano que en las profundidades de la sabiduría teológica.

La ceremonia religiosa sirvió además para disipar los rumores sobre la salud del Papa y una posible renuncia al Pontificado. Juan Pablo II exhibió una extraordinaria vitalidad para su edad y, sobre todo, una inmensa y profunda alegría. Aunque no ha llegado la hora del balance final, todo el que contemple el impresionante legado de su Pontificado desde la correcta perspectiva, no puede dejar de reconocer que se trata de uno de los Papas más trascendentales en la historia de la Iglesia. Después de la bellísima ceremonia de la beatificación, el «Papa de las sorpresas» añadió la revelación del tercer secreto de Fátima que le concernía personalmente. El «Obispo vestido de blanco» en la visión del 13 de julio de 1917, que caminaba hacia la Cruz entre los cadáveres de los mártires, y caía como muerto bajo los disparos de un arma de fuego es el propio Juan Pablo II. Comprendemos ahora mejor que el domingo anterior quisiera rendir homenaje ecuménico en el Coliseo, a todos los mártires del siglo XX. El entre todos y delante de todos.

EL ANILLO DEL CARDENAL WYSZYNSKI

Al cabo de veintiún años de su pontificado, Juan Pablo II ofreció a la Virgen de Fátima el anillo que le regaló el cardenal Wyszynski cuando fue elegido Papa, y juzgó llegada la hora de revelar el secreto en el mismo lugar donde la Virgen lo confió a los tres pastorcillos, acompañado por Sor Lucía, la mayor de los videntes, a la que prodigó muestras de afecto antes y después de la ceremonia. El Santo Padre concluyó el acto dando la bendición a los enfermos y a los peregrinos con el Santísimo Sacramento. Y cuando todos esperaban que se retirase al interior de la basílica para visitar las tumbas de los dos nuevos beatos, el Papa volvió a sentarse en la sede y el cardenal Secretario de Estado se dirigió al micrófono. El Cardenal Sodano felicitó a Juan Pablo II con motivo de su ochenta cumpleaños, que celebrará el día 18 con miles de sacerdotes reunidos en Roma para el Jubileo de los Presbíteros. Pero lo que parecía un breve mensaje de felicitación y despedida, se convirtió en algo mucho más sorprendente cuando el cardenal señaló que el agradecimiento del Papa a la Virgen de Fátima por su protección a lo largo del pontificado está relacionada con el tercer secreto, escrito por Sor Lucía.

«Este es una visión profética comparable a las de la Sagrada Escritura, que no describe con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza y condensa sobre un mismo fondo, hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas, dijo el Cardenal».

FÁTIMA Y LA BIBLIA

El paralelismo entre Fátima y la Biblia, después de una ceremonia en la que se habían leído fragmentos acerca del dragón contra la mujer «vestida de Sol» y adornada por «una corona de doce estrellas», sumió a la multitud en un silencio atónito. El cardenal secretario de Estado reveló que «la visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo. Es un interminable Vía Crucis dirigido por los Papas del siglo XX. La visión fue un secreto que los dos pastorcillos más jóvenes, beatificados ayer, se llevaron fielmente a la tumba, y que su prima Lucía dos Santos conservó sola durante largos años hasta que, a finales de 1943, el obispo de Leiria, José Alves Correia da Silva, quien había logrado ya la revelación de los dos primeros secretos en 1941, la visitó en el convento de las Doroteas de Tuy donde la vidente padecía una grave pleuresía con peligro de muerte y consiguió que lo escribiera en un papel.

EL SECRETO EN UNA SENCILLA HOJA DE PAPEL

Aunque Sor Lucia se resistió, por fin, escribió el secreto en una sencilla hoja de papel que dobló en cuatro partes y luego lacró. El 9 de enero de 1944, la vidente envió una carta al obispo de Leiría confirmándole que había cumplido su orden. Monseñor Correia da Silva no quiso abrir el sobre sellado que contenía el secreto, sino que lo guardó cuidadosamente. El 8 de diciembre de 1945, lo metió dentro de otro sobre, también lacrado, en el que escribió: «Para entregar a Su Eminencia el Señor Cardenal D. Manuel, Patriarca de Lisboa, después de mi muerte».

El sobre llegó al Vaticano en abril de 1957, en la etapa final del pontificado de Pío XII, fallecido en octubre de 1958, que probablemente no lo leyó. Su sucesor, Juan XXIII solicitó el texto y lo recibió el 17 de agosto de 1959 en Castelgandolfo, donde lo leyó junto a su confesor y pidió poco después la ayuda de un monseñor portugués, Paulo José Tavares, después obispo de Macao, para que le explicase el sentido del texto.

Como sor Lucía había indicado que el secreto no se hiciese público antes de 1960, a menos que ella falleciese con anterioridad a esa fecha, muchísima gente esperaba su revelación el 13 de mayo de aquel año. Juan XXIII les decepcionó. Ahora que se conoce el contenido, resulta más fácil comprender por qué en una ocasión el «Papa bueno» cortó de raíz la curiosidad del cardenal Silvio Oddi, que deseaba conocer los motivos de la negativa a hacerlo público, repitiéndole por dos veces: «No me hables de eso». Lo mismo hizo Pablo VI, Juan Pablo I, e incluso el propio Juan Pablo II a lo largo de 21 años de pontificado. Sólo ahora, cruzado el umbral del Tercer Milenio, cumplido el viaje a Jerusalén, mientras el cardenal proseguía su lectura en excelente portugués, Juan Pablo II mantenía un silencio y un recogimiento intensos, mirando de vez en cuando hacia la dulce imagen blanca de la Señora colocada sobre un trono de claveles también blancos.

El Sumo Pontífice, dijo el Cardenal Sodano, me ha encargado daros una noticia. El objetivo de su venida a Fátima ha sido la beatificación de los dos pastorcillos. Sin embargo, quiere atribuir también a esta peregrinación suya, el valor de un renovado gesto de gratitud hacia la Virgen por la protección que le ha dispensado durante estos años de pontificado. Es una protección que parece que guarde relación también con la llamada "tercera parte" del secreto de Fátima

EL OBISPO VESTIDO DE BLANCO

La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo del segundo milenio, que es un interminable Vía Crucis dirigido por los Papas del Siglo XX. Según la interpretación de los pastorcillos, confirmada recientemente por Sor Lucía, el "Obispo vestido de blanco" es el Papa. También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego. Después del atentado del 13 de mayo de 1981, a Su Santidad le pareció claro que había sido "una mano materna quien desvió la trayectoria de la bala", permitiendo al "Papa agonizante" detenerse "a las puertas de la muerte". Los acontecimientos de 1989 han llevado, tanto en la Unión Soviética como en numerosos Países del Este, a su caída.

El cardenal Sodano anunció la próxima difusión de las revelaciones de la Virgen, pues el propio Juan Pablo II ha pedido a la Congregación para la Doctrina de la Fe que lo haga público en los próximos días. La protección a la que se alude en el misterio se plasmó de modo especial en el atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro del Vaticano, cuando fue tiroteado por el turco Ali Agca y salvó la vida cuando había sido gravísimamente herido.

«El Papa, caminando penosamente hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados cae por tierra como muerto bajo los tiros de un arma de fuego». Por este motivo, «a Su Santidad le pareció que fue una mano materna la que guió la trayectoria de la bala», permitiendo que «el Papa agonizante» se detuviese «en el límite de la muerte». Aunque muchos lo esperaban, no fue el Papa Juan Pablo II quien se refirió al tercer secreto de Fátima durante la ceremonia de beatificación de los pastorcillos Francisco y Jacinta Marto, por haber sido él el protagonista y por tratarse de una revelación particular.

Durante la homilía, el millón de personas que asistió a la ceremonia sí oyó al pontífice confirmar lo que ya se conocía de lo confiado por la Virgen a los tres niños: las muertes prematuras de Jacinta y Francisco, la existencia del infierno, el final de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la segunda. Y ha señalado que el mensaje de la Virgen es un llamamiento a la conversión. Allí estaba Lucía dos Santos, carmelita descalza en Coimbra, la tercera persona que presenció la aparición y única superviviente, que tiene 93 años. Minutos antes del comienzo de la ceremonia de beatificación, tuvo lugar una entrañable entrevista entre Juan Pablo II y la hermana Lucía de Jesús, prima mayor de los beatos Francisco y Jacinta y única superviviente de los niños que presenciaron las apariciones de la Virgen.

A la misa han asistido miles de niños ataviados con trajes como los que usaban los pastorcillos. El Papa les ha animado a que sean como los nuevos beatos, «ya que la Virgen tiene necesidad de todos vosotros para consolar a Jesús y necesita de vuestras plegarias y sacrificios para los pecadores». El Cardenal Sodano resaltó la protección y los desvelos de la Virgen en torno a la "familia humana" y la necesidad de sacrificio y oración. Concluyó diciendo que el Papa ha ordenado a la Congregación de la Doctrina de la Fe que divulgue en breve tiempo, el contenido del tercer secreto de Fátima, interpretado según los tiempos y la doctrina de la Iglesia.

La presencia del Papa en Portugal se ha visto acompañada por un auténtico fervor popular, un millón de peregrinos, según fuentes del gobierno regional del Santarem, siguieron al Papa en las escasas 24 horas que duró su estancia en el país. Desde la llegada del Pontífice a tierras portuguesas, los medios de comunicación han dedicado una atención preferente y continúa a todos los movimientos del Papa, con emisiones ininterrumpidas de las cadenas de televisión y radio. El Papa, que agradeció la acogida de las autoridades portuguesas a este viaje religioso, fue cumplimentado por el presidente de la República, Jorge Sampaio y el primer Ministro, Antonio Guterres. Antes del encuentro, el Pontífice recorrió en su papamóvil la explanada del recinto donde cientos de miles de peregrinos aguardaban, enfervorizados, el comienzo del acto.

La hermana Lucía desveló dos partes del secreto, pero la última permanecía guardada en su memoria, en la del Papa y en la de su mano derecha, el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. «Si se escuchan mis peticiones -dice la Señora, Rusia se convertirá y habrá paz. De lo contrario, Rusia propagará sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia; muchos justos serán martirizados; el Santo Padre sufrirá mucho y muchas naciones serán suprimidas. Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Papa consagrará Rusia a mi Corazón Inmaculado, ésta se convertirá y el mundo tendrá un período de paz». La consagración pedida por la Virgen fue efectuada por Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984. Meses después, Gorbachov llegaba al poder, ponía en marcha la ‘perestroika’ y la Santa Rusia volvía a nacer de sus cenizas.

PIO XII, JUAN XXIII, PABLO VI Y JUAN PABLO I

Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I protegieron el tercer secreto, pero Karol Wojtyla no ha querido marcharse del santuario sin revelar el secreto, ya que fue aquí, en la Cova de Iría, donde la Virgen predijo la conversión de Rusia, y confió a Francisco, Jacinta y Lucía el magnicidio frustrado de Juan Pablo II. Los fieles se llenaban de lágrimas y rezaban devotamente. Cansado, exhausto, tembloroso, pero alegre, Karol Wojtyla se marchó de Portugal, satisfecho de haber descubierto en Fátima el gran misterio que la Iglesia se negaba a desvelar. Sabemos que Juan Pablo II preguntó a Sor Lucía la edad -93 años-, los recuerdos de entonces y los deseos de ahora.

El Papa dijo en su homilía: "Cuántas víctimas hay que lamentar en el curso del último siglo. Mi pensamiento va a los horrores de las grandes guerras, a los campos de concentración y de exterminio, a los gulags, a la limpieza étnica y las persecuciones, al terrorismo, a los raptos, a la droga, a los atentados contra la vida y contra la familia". Había banderas portuguesas, polacas, españolas, pero el mayor símbolo iconográfico era el retrato de los dos pastorcillos en la fachada monumental de la basílica. La misa fue concelebrada por más de mil sacerdotes y decenas de obispos y cardenales.

El Papa hizo la confirmación de la existencia del infierno cuando dijo que Jacinta "quedó tan afectada por la visión del infierno, que la Virgen le mostró en la aparición del 13 de julio, que todas las mortificaciones y penitencias les parecían poca cosa para salvar a los pecadores". "Cuando el hombre deja a Dios a un lado no puede alcanzar la felicidad". Juan Pablo II dijo también: "Expreso mi reconocimiento a la beata Jacinta por los sacrificios y rezos hechos para el Papa, al que vio sufrir". Con esas últimas palabras confirmó la revelación de la Virgen de que el sucesor de San Pedro sufriría mucho a final de siglo. También dijo que la Virgen vino a Fátima para pedir a los hombres "que no ofendan más a Dios, que ha sido ya muy ofendido". Y expresó su solidaridad con los países de cultura portuguesa. Pidió a la Virgen la reconciliación del pueblo angoleño, que conforte a los damnificados de las inundaciones de Mozambique, que vigile los primeros pasos del recién nacido Timor y de Guinea Bissau, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Brasil. Animó a los niños a que sean como los nuevos beatos, "ya que la Virgen tiene necesidad de todos vosotros para consolar a Jesús y necesita de vuestras plegarias y sacrificios para los pecadores". Juan Pablo II también tuvo palabras de consuelo para las decenas de enfermos presentes en la ceremonia, a los que dijo que si alguien les hace pensar que están en el final de la vida, no deben creerlo "ya que la última estación no es el invierno, sino la primavera de la resurrección". "La totalidad de vuestras vidas se extiende fuera de los confines terrestres: está previsto el Cielo", dijo.







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