viernes, 4 de noviembre de 2011

La Boda en Caná de Galilea ( 1 )



LA AUTOMANIFESTACIÓN DE CRISTO EN CANÁ
Por Antonio Orozco-Delclós

EL SEGUNDO MISTERIO DE LUZ que el Romano Pontífice Juan Pablo II ha propuesto en su Carta apostólica Rosarium Mariae Virginis, lo enuncia como «La automanifestación de Cristo en Caná», y glosa: «Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente».

La traducción de Jn 2, 1-12 de la Biblia de Jerusalén, comienza así:


Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.
Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». [1-3].

El verso siguiente [4] se abre a diversas traducciones con diferentes sentidos. Teniendo en cuenta la exégesis reciente, preferimos la siguiente, que explicaremos más adelante:

Jesús le responde: « Mujer, ¿qué entre tú y yo? » ¿No ha llegado [acaso] ya mi hora?»[4] (*)

La Biblia de Jerusalén continúa:

Dice su madre a los sirvientes: « Haced lo que él os diga. » Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: « Llenad las tinajas de agua. » Y las llenaron hasta arriba. « Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala. » Ellos lo llevaron.

Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: « Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora. » Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos [5-11].

Un acontecimiento normal en la vida de un pueblo: una boda, un matrimonio; una fiesta, porque la unión conyugal entre un hombre y una mujer -unión indisoluble con vistas, entre otras cosas esenciales, a la generación de nuevas personas creadas a imagen y semejanza de Dios-, es un evento a celebrar con gran alegría, incluso durante varias jornadas. Sucede con alguna frecuencia, pero no tanta, en lugares de reducidas dimensiones. Allá, en Palestina, todo aquél que cruzaba el camino del pueblo, por hospitalidad oriental y el mero hecho, era invitado a la fiesta. No es de extrañar, pues, que los cálculos sobre la necesidades gastronómicas fallasen algunas veces.

Una fiesta fuera de lo ordinario, pero normal, la boda, es el escenario donde sucede un acontecimiento trascendental y, durante la celebración de ésta, se van suceder hechos trascendentes a la boda misma, la cual, con la presencia de Jesús, de María y de los discípulos adquiere una intensa dimensión simbólica (Juan Pablo II, Aud. gen., 5-III-97, 2). El evangelista se propone no sólo contarnos un hecho sobrenatural, la conversión del agua en vino, sino otras y variadas cosas.

Es importante conocer en profundidad los símbolos y metáforas de las que se sirve el Espíritu Santo para revelar las diversas dimensiones del amor de Dios Padre, de Dios Hijo y del mismo Espíritu. No debemos dejar caer en el olvido ni en la sombra lo que no es obvio o de difícil entendimiento. Es preciso amar a Dios también con toda la mente, es decir, con toda nuestra capacidad de conocer, para amar lo más posible ("ojos que no ven corazón que no siente").

El evangelista por de pronto califica el milagro de «signo» («el primero de los signos...»). Un «signo» «significa» algo más de lo que acontece. Entre signo y significado se mantiene una cierta analogía.

El vino

El vino era el símbolo de los bienes mesiánicos y también de la llegada del Mesías tan largamente esperado (el Cristo, el Ungido de Yahwé), como Salvador del Pueblo de Dios, según las promesas hechas a los profetas. Se sabía que el vino era un elemento importante del festín mesiánico, así como habitual en la celebración de una unión esponsal.

En la Sagrada Escritura, el vino se relaciona con la sabiduría. La Sabiduría organiza un banquete e invita a las gentes a beber el vino que ella ha preparado (Cf. Prov 9, 1-5; 24, 3-14). La Sabiduría se manifiesta en la Ley, por la cual Israel es el más sabio de los pueblos. No hay pueblo que posea una ética, una moral, como la que Israel ha recibido del Dios vivo. El vino es símbolo de la Ley, y la Sabiduría se hará presente con el Mesías, que traerá una sabiduría nueva, superior y definitiva.

El vino se menciona cinco veces en nuestro texto. Y por dos veces se habla del «vino bueno» (kalós), vino sabroso, de gran calidad es el que da Jesús, incluso superior que de entrada habían dado los novios para el deleite inicial de los invitados. Es en suma de calidad superior a lo esperado. Será símbolo de la Nueva Ley y en la Última Cena se convertirá en la Sangre redentora, sello de la Nueva Alianza (renovado compromiso del Amor misericordioso). Procede del agua de las tinajas destinadas a la purificación de los judíos; que aquí simboliza un rito de la ley a punto de caducar. La purificación y santificación cristiana se realizará por el Evangelio, por la palabra de Cristo, por su verdad (cf 8, 32).

«En Caná, precisamente el agua de las tinajas, destinada a la purificación de los judíos y al cumplimiento de las prescripciones legales (cf. Mc 7, 1-15), se transforma en el vino nuevo del banquete nupcial, símbolo de la unión definitiva entre Dios y la humanidad» (Juan Pablo II, Aud. gen., 5 de marzo de 1997)

Se inicia, pues, una nueva era, como un nuevo zarpar de la humanidad hacia su Dios y Padre. Asistimos al tránsito de la antigua a la nueva economía de la salvación. ¡Cruzamos el umbral del Nuevo Testamento! Han llegado los tiempos mesiánicos. El agua de la «Letra» ya pasó, se ha convertido en el vino del «Espíritu», Dador de vida superabundante. Había seis tinajas de cien litros cada una, ¡una barbaridad! La Sabiduría y el Amor embriagan, pero clarificando la mente y el sentido para la Verdad que es Cristo. El vino de Jesús, por lo demás, es tan nuevo que requiere odres nuevos (9, 17): nueva mentalidad, nuevo modo de mirar a Dios, a los hombres, al mundo.

«La expresión «dar comienzo a los milagros», que el Concilio recoge del texto de san Juan, llama nuestra atención. El término griego arjé, que se traduce por «inicio», «principio», se encuentra ya en el Prólogo del evangelio de Juan: «En el principio existía el Verbo» (Jn 1, 1). Esta significativa coincidencia nos lleva a establecer un paralelismo entre el primer origen de la gloria de Cristo en la eternidad y la primera manifestación de la misma gloria en su misión terrena.» (Aud. gen., 5-III-1997).

Todo lo mide Juan evangelista, cada palabra, cada detalle.

INTERVENCIÓN DE «LA MUJER» Y NUEVA RELACIÓN ENTRE JESÚS Y MARÍA

El milagro-signo ha sido realizado a instancias de María: «No tienen vino». Ella está en todo: en lo más espiritual y en lo más material, porque la persona humana es ambas cosas a la vez, en la unidad de un solo ser. Ella estará también en todo lo de cada uno de sus innumerables hijos y será una fuente de gozo descubrirla en todas nuestras cosas, grandes o pequeñas.

María es llamada «Mujer» por Jesús, un modo inusual en el contexto bíblico de dirigirse un hijo a la propia madre. Esa palabra contiene un mensaje.

«El término «Mujer», con el que se dirige a María (cf. Jn 2, 4 [...] no encierra ninguna connotación negativa y Jesús lo usará de nuevo, refiriéndose a su madre, al pie de la cruz (cf. Jn 19, 26). Según algunos intérpretes, el título «Mujer» presenta a María como la nueva Eva, madre en la fe de todos los creyentes» (Aud. gen., 5.III.1997).

Es la Mujer anunciada en Génesis 3, 15, asociada al Salvador, que aplastará la cabeza del dragón infernal (Ipsa conteret caput). Es la Mujer que se revela en paralelo al Mesías, en el Antiguo Testamento, símbolo de Sión: «Hija de Sión», «Madre de Sión», «Virgen de Israel». «María es –afirma Ignace de la Potterie- la realización histórica de ese símbolo, la personificación del pueblo mesiánico en los últimos tiempos. En Caná se encuentran y funden el significado histórico y el significado simbólico de la Mujer». Ella es la mujer de quien el Verbo tomó la carne, es como la personificación del pueblo de Israel. La «corriente mesiánica – femenina» de los profetas desemboca aquí en María. «De la madre de Sión se dirá: todos han nacido en ella» (Sal 86, 5).

Se nos está sugiriendo la maternidad universal de María y ha llegado el momento de establecer una nueva relación entre María y Jesús, superior a la relación doméstica madre-hijo. María ha de pasar de ser «sólo» la Madre de Jesús a ser además la Mujer en el misterio de la salvación, «la Mujer en la Iglesia». Algo así como la personificación de la Iglesia-Madre de los creyentes. Entre María y la Iglesia se descubren analogías muy estrechas y elocuentes.

«¿Qué a ti y a mí?» (La traducción más literal sería "¿qué a ti y a mí?" o también "¿qué para ti y para mí?". Es una expresión griega muy abierta; no cabe una sola lectura y no parece que por motivos filológicos pueda imponerse una determinada. La nuestra es una posibilidad que nos parece coherente con el contexto. )

Es una manera de comenzar un discurso en el que se nos va a dar una respuesta inesperada, sorprendente. ¿Por qué Juan después de anunciarnos la boda de unos novios no nos dice nada de ellos? ¿Quiénes son, cómo se llaman, a qué estirpe pertenecen...? La respuesta es: porque esa boda es el marco histórico en el que tiene lugar un desposorio de naturaleza singular y superior.

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