Queridos amigos, es bueno conocer nuestra fe, para estar bien formados y también para poder responder a las preguntas y objeciones que nos puedan plantear.
Por eso, hoy hemos elaborado para ustedes este artículo sobre los santos, basado en el Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos :
El culto de los Santos, en especial de los mártires, es un hecho eclesial antiquísimo, con raíces en la Sagrada Escritura (cfr. Hech 7,54-60; Ap 6,9-11; 7,9-17) y atestiguado con certeza desde la primera mitad del siglo II.
La Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, siempre ha venerado a los Santos; y cuando se pusieron objeciones contra algunos aspectos de este culto, sobre todo cuando surgió el protestantismo, lo ha defendido, ha explicado sus fundamentos, las expresiones litúrgicas y las populares, y ha subrayado el valor ejemplar del testimonio de estos discípulos y discípulas del Señor.
¿Cuál es el significado de la veneración de los Santos y Beatos? Al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al Cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo; propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por Cristo al Padre; y por los méritos de los santos implora los beneficios divinos.
Para comprender la doctrina de la Iglesia sobre los Santos, hay que tener en cuenta algunos artículos de la fe:
– La “Iglesia, una, santa, católica y apostólica”, es santa por la presencia en ella de “Jesucristo, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado el solo Santo”; por la actuación incesante del Espíritu de santidad; porque está dotada de medios de santificación. La Iglesia, pues, aunque comprende en sí a pecadores, está “ya en la tierra adornada de una verdadera, si bien imperfecta, santidad”; es el “pueblo santo de Dios”.
– La “comunión de los santos”, por la que la Iglesia del Cielo, la que tiende a la purificación final en el Purgatorio y la que peregrina sobre la Tierra, están en comunión “en la misma caridad de Dios y del prójimo”; de hecho, todos los que son de Cristo, al tener su Espíritu, forman una sola Iglesia y están unidos en Él.
– La doctrina de la única mediación de Cristo (cfr. 1 Tim 2,5), que no excluye otras mediaciones subordinadas, las cuales se realizan y ejercen dentro de la absoluta mediación de Cristo.
La doctrina de la Iglesia y su Liturgia proponen a los Santos y Beatos, que contemplan ya “claramente a Dios Uno y Trino” como:
– testigos históricos de la vocación universal a la santidad; ellos son prueba y testimonio de que Dios, en todos los tiempos y de todos los pueblos, en las más variadas condiciones socio-culturales y en los diversos estados de vida, llama a sus hijos a alcanzar la plenitud de la madurez en Cristo (cfr. Ef 4,13; Col 1,28);
– discípulos insignes del Señor y, por tanto, modelos de vida evangélica; en los procesos de canonización la Iglesia reconoce la heroicidad de sus virtudes y consiguientemente los propone como modelos a imitar;
– ciudadanos de la Jerusalén del Cielo, que cantan sin cesar la gloria y la misericordia de Dios; en ellos ya se ha cumplido el paso pascual de este mundo al Padre;
– intercesores y amigos de los fieles todavía peregrinos en la tierra, porque los santos, aunque participan de la bienaventuranza de Dios, conocen los afanes de sus hermanos y hermanas y acompañan su camino con la oración y protección;
– patronos de Iglesias locales, de las cuales con frecuencia fueron fundadores o Pastores; de naciones: apóstoles de su conversión a la fe cristiana, o expresión de su identidad nacional; de agrupaciones profesionales; en circunstancias especiales y para obtener gracias específicas.
Finalmente, es preciso recordar que el objetivo último de la veneración a los Santos es la gloria de Dios y la santificación del hombre, mediante una vida plenamente conforme a la voluntad divina y la imitación de las virtudes de aquellos que fueron discípulos eminentes del Señor.
Las fiestas de los Santos, reconducidas a su razón de ser más profunda, iluminan realizaciones concretas del designio salvífico de Dios y “proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores”. Las fiestas de los miembros, los Santos, son en definitiva fiestas de la Cabeza, Cristo.
El día de la fiesta de cada santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de vista de la Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de tiempo, concurren numerosas expresiones cultuales, tanto litúrgicas como populares, no sin riesgo de conflicto, para configurar el “día del santo”.
La finalidad pastoral del culto a los santos es la glorificación de Dios, “admirable en sus santos”, y el compromiso de llevar una vida conforme a la enseñanza y ejemplo de Cristo, de cuyo cuerpo místico los santos son miembros eminentes.
Sin embargo, hay elementos que amenazan la autenticidad de la “fiesta del santo”. Desde el punto de vista religioso, la “fiesta del santo”, si se vacía del contenido específicamente cristiano – el honor dado a Cristo en uno de sus miembros- se convierte en una manifestación meramente social o folclórica.
Desde un punto de vista antropológico, hay que notar que no raras veces sucede que individuos o grupos, creyendo que “hacen fiesta”, en realidad, por los comportamientos que adoptan se alejan de su auténtico significado. La trasgresión de la norma ética no solo contradice la ley del Señor, sino que daña la base de la fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario