martes, 25 de noviembre de 2014

Vivir en el mundo, sin ser del mundo.

 


La vida es un regalo de Dios, pero ese regalo no nos debe estorbar el alcanzar ese otro regalo que es el Cielo y que Dios nos quiere dar si vivimos bien esta vida de la tierra.
Por algo el Señor nos ha dicho en su Evangelio que quien quiera salvar su vida en este mundo, perderá la Vida eterna, es decir, el Paraíso.
¡Qué distinto es esto que dice Jesús a lo que el mundo pregona! Porque el mundo quiere que gocemos y que no pensemos nunca en la muerte (que a todos llega) y que gocemos de todo sin preocuparnos de nada.
Por algo este mundo está en manos de su Príncipe, el demonio, y como él, no puede decirnos sino lo que es falso y equivocado.
Si en el Evangelio se nos ha dicho que debemos entrar por la puerta estrecha para salvarnos, porque anchos son el camino y la puerta que llevan al Infierno, y son muchos los que van por allí; entonces no nos debe extrañar que la mayoría siga la moda y lo que el mundo dice.
Pero curiosamente se produce una inversión, puesto que quien quiere gozar la vida en este mundo, termina por estar desencantado con todo, amargado, triste y vacío. En cambio el que se niega a sí mismo y toma la cruz de cada día para seguir a Jesús, ése es feliz ya desde esta tierra, aún en medio de las lágrimas que tenga que derramar por las pruebas que le ponga el demonio.
¿Por qué camino estamos yendo nosotros y a dónde queremos llegar?
Estamos a tiempo todavía de cambiar, para taparle la boca a este mundo, que hoy más que nunca, está en poder del Maligno.
Al mundo se lo vence con el desprecio, porque quien ama al mundo, se hace su esclavo, y sabemos que el mundo yace bajo el poder del Maligno. Por eso para vencer al mundo hay que despreciarlo, no siguiendo sus máximas y viviendo de acuerdo a las enseñanzas del Señor, que ha vencido al mundo.
Nuestra forma de vida se debe distinguir esencialmente de la forma de vivir de un mundano, porque los cristianos vivimos en el mundo pero sin ser del mundo, caminamos por esta tierra pero con la mirada puesta en el Cielo. No es esta tierra nuestro destino eterno, sino que es el Paraíso nuestra meta, y tratamos de vivir y de convertir esta tierra en una antesala del Paraíso, contrariamente a lo que hacen los mundanos y los demonios, que quieren convertir la vida en la tierra en una antesala del Infierno.
El espíritu del mundo es como un gas que se mete por todas partes y que no nos damos cuenta y se nos mete también a nosotros, por medio de la televisión y de los demás medios de comunicación, que en su mayoría están tomados por los enemigos de Dios, por los mundanos.
Pidamos a María Magdalena, que según la Tradición fue la gran pecadora que ungió los pies a Jesús con lágrimas y se los secó con sus cabellos, que nos libre de caer en los lazos del mundo. Se lo pedimos a ella, de quien Jesús expulsó siete demonios (los siete vicios capitales) y que luego fue un modelo de santa, sin tener respeto humano, viviendo y dando buen ejemplo en medio del mundo que la había visto pecar, y ahora la veía santa.

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