Obispo, 26 de noviembre
Obispo
Martirologio Romano: En Constanza, de Suabia, hoy Alemania, san Conrado, obispo, óptimo pastor de su grey, el cual hizo generosa providencia de sus bienes en favor de la Iglesia y de los pobres. († 975)Fecha de canonización: En 1123 por el Papa Calixto II
Etimológicamente: Conrado = consejero audaz, viene de la lengua alemana.
San Conrado pertenecía a la gran familia de los güelfos. Era el segundo hijo del conde Enrique de Altdorf, quien fundó la abadía de Weingarten, en Würtemberg, que todavía existe. Conrado hizo sus estudios eclesiásticos en la escuela catedralicia de Constanza. Poco después de su ordenación sacerdotal, fue nombrado preboste de la catedral. El año 934, a la muerte del obispo, fue elegido para sucederle. San Ulrico, obispo de Augsburgo, que había favorecido su elección, solía visitarle frecuentemente, y llegó a unirlos una amistad muy íntima. San Conrado, que había renunciado a todo lo que no fuese Dios, cambió a su hermano sus posesiones por unas tierras más próximas a Constanza. Con sus rentas construyó y dotó tres hermosas iglesias en honor de San Mauricio, San Juan Evangelista y San Pablo, restauró muchas otras y repartió el resto de sus bienes entre su diócesis y los pobres.
En aquella época eran muy frecuentes las peregrinaciones a Jerusalén. San Conrado visitó tres veces los Santos Lugares y supo hacer de sus viajes verdaderas peregrinaciones de penitencia y devoción. A esto se reduce prácticamente todo lo que dicen de cierto las biografías del santo, que fueron escritas mucho después de su muerte. Suele representarse al santo con un cáliz y una araña. La razón es la siguiente: Un día de Pascua, mientras celebraba la misa, una araña cayó en su cáliz. Entonces se creía que todas las arañas, o por lo menos la mayoría, eran venenosas; sin embargo, san Conrado se tragó la araña por devoción y respeto a los santos misterios, y ello no le hizo ningún daño. Murió al cabo de más de cuarenta años de episcopado, en el 975; fue canonizado en 1123, en el I Concilio de Letrán. Para la época en que vivió, se mantuvo bastante alejado de la política, sin embargo, consta que acompañó al emperador Otón I a Italia el año 962.
SAN CONRADO
OBISPO
Etimológicamente significa “ consejero audaz”. Viene de la lengua alemana.
Nos encontramos ante el segundo santo después de la separación luterana de la Iglesia de Roma.
Nació en Venushof el 22 de diciembre de 1818 y murió en la Baja Baviera tal día como hoy del 1894.
No le acompañó la suerte los primeros años de su vida. Se quedó huérfano y tuvo que ponerse a trabajar en la factoría de Venushof.
Los ideales del joven John Birndorfer – así se llamaba antes de entrar en el convento – eran de alcanzar la perfección humana y cristiana hasta el más alto grado que un ser humano puede lograr.
A la edad de 21 años, se dio cuenta de que Dios lo llamaba a una vida monástica , alejada del ruido de la fábrica. Dejó Parzham, renunció a su fábrica, a todo con tal de vivir en la comunidad de los Capuchinos como un hermano lego, es decir, sin llegar siquiera a sacerdote.
Una vez que pronunció ante dios sus votos de obediencia, celibato y pobreza – no miseria – lo enviaron al monasterio de Altötting.
Hay junto al lugar sagrado una gruta de la madre de Dios. Cada año la visitan miles y miles de peregrinos y devotos. A él le gustaba mucho estar ahí atendiendo a la gente como guardián.
Este trabajo lo realizó por espacio de 41 años.
Su paciencia era imperturbable, su atención a la gente brillaba por su amabilidad, sus palabras de aliento, su piedad y su diligencia en cuidar todos los detalles.
Nunca lo vio nadie irritado, nunca dijo una palabra fuera de tono o un juicio contra nadie, aunque su trabajo era inmenso por la mucha gente que acudía al monasterio.
Recibía tantas visitas que apenas tenía tiempo para comer con la comunidad religiosa.
Se ganaba los corazones de los adultos y niños.
Así lo confirma el hecho de que tres días antes de su muerte, supo que tenía que dejar aquella portería para entrar en las puertas del cielo.
Fue llevado a los altares en el 1934 por el Papa Pío XI.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
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