María es la figura femenina de la Merced
De esas mujeres sencillas que aciertan a captar los gestos desmesurados de los
grandes hombres y a interpretarlos desde la ternura y la simplicidad, María supo introducir a la
mujer en la heroica labor de Merced. Los frailes se afanaban en organizar, colectar, viajar,
redimir, quedarse en rehenes, morir ... Ellas se emplearían en pasar el rosario, lavar heridas,
preparar caldos, fregar suelos, prodigar besos.
Vino al mundo en Barcelona el 1 de diciembre de 1230, niña deseada, suspirada, don de Dios.
Su educación, esmerada desde la cuna, se enriqueció con la liturgia benedictina de las
Santas Puellas, la asistencia al hospital mercedario de Santa Eulalia y la dirección espiritual del
padre Bernardo de Corbera. Anillos, escobas, rezos ... le caían igualmente bien a la singular
María.
Todo en su vida fue armonía. Iba para gran dama, heredera única del linaje de los Cervelló,
pretendida por todos los blasones del Principado. Pero desde la simplicidad de los
privilegiados, con la madurez de las decisiones largamente acariciadas, a los dieciocho años,
María se marcó claramente el rumbo de su vida emitiendo voto de virginidad, precisamente el
12 de febrero de 1248, fiesta de la niña mártir barcelonesa Eulalia. Lo había discernido con su
confesor, lo había determinado con su madre, lo resolvió con cordura.
No hubo gestos épicos ni actitudes ostentosas. Aparentemente todo siguió igual, mas estaba
ya de la vuelta de todo. Pasaba de las fiestas, del boato, de los halagos, sinembargo se
mantuvo en la mansión paterna. Sólo a la muerte de su padre, el conde Guillén, con su madre,
María, dejaron el palacio blasonado y se aposentaron modestamente en una casa del carrer
Ample, próximas a la Merced, para vivir como beatas.
Cundió su ejemplo. Se les fueron uniendo damas de consimilar vocación, y el 15 de agosto de
1261 nació un pequeño monasterio de monjas Mercedarias, cuya vida comunitaria
formalizarían el 25 de marzo de 1265 con la emisión de votos ante el padre Corbera. Se
comprometieron a los tres votos regulares, a la vida común y a trabajar en la redención de los
cautivos, haciendo por ellos lo que dispusiera el padre prior.
Los sufragios de las hermanas la constituyeron superiora, pero María no asumió otros
privilegios que los de ser la primera en las obligaciones comunitarias y la más puntual en el
servicio de los excautivos, que les venían de tierra de moros hundidos física y moralmente.
Acertaba a escuchar, unir, conciliar, instruir, comprender, corregir, curar...
Y, así, es como María de Cervelló se convirtió en María del Socors, a veces por medios que
rayaban el milagro. No es raro que se contaran de ella cosas estupendas: Que la vieran
asistiendo a los navegantes en peligro, que más de una vez la sintieron próxima sus hermanos
Mercedarios en las expediciones redentoras, que se bilocaba, a la par, presente en la iglesia
con sus monjas y en las mazmorras con los esclavos.
Cuando le llegó la hora, la suya fue una muerte gloriosa, en olor de santidad y en homenaje
de multitudes, el 19 de septiembre de 1290. De inmediato se inició un culto popular, que se
manifestó singularmente el 17 de julio de 1380, cuando el rey don Pedro el Ceremonioso, el
obispo de Barcelona don Pedro de Panella y la Ciudad entera con los consellers hicieron el
traslado de su cuerpo, que fue hallado incorrupto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario