viernes, 6 de septiembre de 2013

Lo que Dios unió que no lo separe el hombre

Si el matrimonio es indisoluble, ¿dónde entran las nulidades matrimoniales?
 
Lo que Dios unió que no lo separe el hombre
Lo que Dios unió que no lo separe el hombre
Fracasos, separaciones, divorcios. Es una realidad el aumento de las rupturas matrimoniales. Se escucha a menudo “se acabó el amor”, “se fue con otra”, o simplemente “no funcionó”, lo cual puede ser verdad, pero ¿son motivos suficientes para dejar de luchar por salvar esa unión?

Cuando uno se enamora surgen sentimientos muy fuertes, pero también muy volátiles, los enamorados sienten que “algo les ha pasado” y desean demostrar sus sentimientos de mil formas. Pero no solo eso es el amor, el amor nace de la voluntad y de la libertad que nos caracteriza a los seres humanos, el amor es la transformación de todos esos sentimientos en querer un compromiso con la otra persona, es la etapa final del enamoramiento en la cual decidimos entregarnos al otro.

Para el Código Canónico el matrimonio es la alianza matrimonial en la que hombre y mujer constituyen un consorcio para toda la vida. Su fin está ordenando al bien de los cónyuges y a la procreación y educación de los hijos. Para la Iglesia Católica, el matrimonio es un sacramento. La relación entre hombre y mujer es sagrada. Su origen es de Derecho Natural y sus frutos son un regalo de Dios. La Biblia enseña que “lo que Dios unió que no lo separe el hombre” (Mt 19,4-6), Una vez casados, hombre y mujer pasan a ser una caro (una sola carne).

Si el matrimonio es indisoluble, ¿dónde entran las nulidades matrimoniales? La Iglesia ha establecido un proceso para declarar nulo aquellos matrimonios en los que nunca existió el vínculo matrimonial. Hay muchos casos, que incluso los mismos cónyuges ignoran, que son nulos.

Un matrimonio puede ser nulo por muchas causas: derivadas de impedimentos de edad, impotencia, estar previamente casado o estar consagrado, disparidad de cultos, crimen o rapto o por razones de consanguinidad, afinidad o parentesco legal.

La nulidad también se puede derivar del vicio de consentimiento como: insuficiente uso de razón, inmadurez o grave falta de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio, imposibilidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica. Error en una cualidad del otro cónyuge, homosexualidad, promiscuidad, adicción a las drogas o alcohol, trastornos alimenticios, excluir la procreación, la fidelidad o la indisolubilidad. La simulación, dolo o engaño; ignorar el concepto eclesiástico de matrimonio, contraer matrimonio mediante coacción o miedo grave, entre otras.

Y por último, las causas que derivan de los defecto de forma.

En estos casos, se sigue el procedimiento establecido en el Código Canónico para que el Tribunal Eclesiástico respectivo proceda a declarar nulo el matrimonio. Para iniciar un proceso de nulidad en Guayaquil, se debe presentar la demanda de nulidad ante el Tribunal Metropolitano de la Arquidiócesis de Guayaquil. Una vez aceptada por los jueces, comienza la fase de pruebas en donde se examinan a las partes, testigos y la declaración de los peritos. Por último, el Tribunal dicta su sentencia.

El Papa Benedicto XVI expuso en varias oportunidades la importancia de este proceso, y en su discurso dirigido a los miembros del Tribunal de la Rota Romana recalcó que las nulidades matrimoniales no pretenden “complicar inútilmente la vida a los fieles, ni mucho menos fomentar su espíritu contencioso, sino sólo prestar un servicio a la verdad” y añadió que “el proceso canónico de nulidad del matrimonio constituye esencialmente un instrumento para certificar la verdad sobre el vínculo conyugal.”

Por lo tanto, es un mito que en los procesos de nulidad matrimonial intervienen sólo el dinero y las influencias. Este servicio de la Iglesia, es una vía legítima que alivia a muchas personas y les permite contraer válidamente matrimonio a la luz de la fe Católica.

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