jueves, 7 de marzo de 2013

Simplicio, San


XLVII Papa, 10 Marzo
 
Simplicio, San
Simplicio, San

Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en marzo del año 467.

Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia que está necesitando un buen timonel!

El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos eclesiásticos.

Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador Zenón.

Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón -obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder -le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la Iglesia y evitar abusos.

En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal, entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte Esquilino.

También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a negar la Redención.

Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se conservan en Tívoli.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.



San Simplicio, papa
fecha: 10 de marzo
†: 483 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Roma, en la basílica de San Pedro, san Simplicio, papa, el cual, mientras los bárbaros devastaban Italia y la Urbe, confortó a los afligidos y fortaleció la unidad y la fe de la Iglesia.

San Simplicio, sucesor de San Hilario en el trono pontificio, gobernó a la Iglesia desde el año 468, durante un período especialmente difícil. Todas las provincias occidentales, excepto Italia, habían caído ya en manos de los bárbaros, que eran en su mayoría paganos y, durante el pontificado de san Simplicio, Roma estuvo ocupada por Odoacro, rey de los hérulos y el imperio de Occidente dejó de existir. El pueblo, abrumado por los impuestos de sus gobernantes romanos y despojado por las incursiones de los bárbaros, opuso apenas resistencia a los conquistadores que, por lo menos, tenían el mérito de no cargarle de tributos. San Simplicio hizo cuanto pudo por remediar la miseria de la población y por sembrar entre los bárbaros la semilla de la fe.
Por otra parte, tuvo que hacer frente en el Oriente a la influencia de la herejía monofisita. El santo Pontífice reivindicó el valor de los decretos del Concilio de Calcedonia contra los que querían suprimirlos y trabajó con todas sus fuerzas por mantener viva la fe. Intervino con firmeza frente a las pretensiones de la sede de Constantinopla, que quería limitar la primacía de Roma sólo a Occidente, y disminuir la importancia de los otros patriarcados, dejando a Constantinopla como primada del Oriente, en base al Canon 28 del Concilio -que ya el Papa León había rechazado-, que la Sede Romana no ratificó.
Murió el año 483 y fue sepultado en San Pedro. Podrían escribirse muchas páginas sobre la vida de san Simplicio, ya que su influencia se dejó sentir tanto en los asuntos de la Iglesia, como en los de la política de la época; pero sobre su vida personal, sólo sabemos algunas generalidades. Por otra parte, apenas hay pruebas de que se le haya tributado culto.
Ver Líber Pontificális (Duchesne), vol. I pp. 249-251; Hefele-Leclercq, Conciles, vol. II pp. 912-930; y el excelente artículo de J. P. Kirsch en Catholic Encyclopedia; hay una buena traducción castellana del artículo de Kirsch. Artículo del Butler con el agregado de algunos datos tomados de Mathieu-Rosay, Historia de los Papas, Rialp, pág 82.


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

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