lunes, 11 de marzo de 2013

Rodrigo de Córdoba, Santo


Sacerdote y Mártir, 13 de marzo
 
Rodrigo de Córdoba, Santo
Rodrigo de Córdoba, Santo

San Rodrigo mártir vivió bajo el reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán II, en el emirato de Córdoba.

San Eulogio, obispo de esta ciudad, da cuenta del martirio sufrido por Rodrigo, juntamente con san Salomón, el día tercero de los dias de marzo (día 13) del año 895.

Natural de un pueblo próximo a Egabro (Cabra), cursó en esta ciudad los estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote.

Uno de sus hermanos, fanático de Mahoma, arremetió un día contra él y lo dejó malherido; y habiéndolo instalado en una camilla, lo paseó por la ciudad, explicando que de esta manera quería demostrar su fe musulmana. Pero habiéndose rehecho Rodrigo de sus heridas, logró escapar.

Su hermano, despechado, lo acusó ante el cadí de prevaricador y apóstata. Conducido a prisión, allí conoció a otro mozárabe, Salomón, acusado como él de haber renegado de Mahoma.

Después de numerosos intentos por convertirlos al Islam, el cadí los sentenció a muerte. Fueron degollados, y sus cuerpos, atados a pesadas piedras, fueron arrojados al río. Pero fueron hallados milagrosamente, y enterrados solemnemente, durante una procesión nocturna, precedida por el obispo Saúl.

La fiesta de san Rodrigo y san Salomón se celebra el 13 de marzo.
Santos Rodrigo y Salomón, mártires
fecha: 13 de marzo
†: 857 - país: España
otras formas del nombre: Roderico
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Córdoba, en Andalucía, pasión de los santos Rodrigo, presbítero, y Salomón, mártires. El primero, al negarse a aceptar a Mahoma como el verdadero profeta enviado por el Omnipotente, fue encarcelado. En el cautiverio coincidió con Salomón, que algún tiempo antes había pertenecido a la religión mahometana, y al ser decapitados ambos a la vez, finalizaron gloriosamente el curso de su combate.

La historia de los dos mártires Rodrigo y Salomón se conserva gracias a su contemporáneo san Eulogio de Córdoba, quien escribió, basado en sus propios conocimientos y en las declaraciones de testigos presenciales, todos los actos de aquellos que murieron por la fe, durante la persecución en la cual él mismo fue martirizado. Debe admitirse que estas «Actas» dan una impresión desfavorable sobre la retirada general de los cristianos, cuando España estaba dominada por los moros. En efecto, las familias se hallaban divididas, era común la apostasía y los moros mismos se escandalizaban por la infidelidad de los cristianos, a quienes echaban en cara su inconstancia. No es de extrañar que san Eulogio comience su libro con estas palabras: «En aquellos días, por un justo designio de Dios, España estaba oprimida por los moros». La historia de san Rodrigo puede servir de ilustración a lo dicho.

Rodrigo, natural de Cabra, Córdoba, era sacerdote y tenía dos hermanos, uno de ellos se había hecho mahometano y el otro era un mal cristiano, que prácticamente había abandonado su fe. Una noche, los dos hermanos tuvieron un altercado y se acaloraron tanto, que llegaron a las manos; Rodrigo se apresuró a separarlos y al punto, ellos se volvieron contra él y lo golpearon hasta dejarlo sin sentido. El mahometano lo puso sobre una camilla e hizo que lo llevaran por las calles, en tanto que él caminaba al lado, proclamando a voces que Rodrigo había apostatado y que deseaba se le reconociera públicamente como un mahometano antes de morir. La víctima no se atrevía a protestar, pero tan pronto como se presentó una oportunidad, saltó de la camilla y emprendió la huida. Poco después, su hermano el mahometano se lo encontró en las calles de Córdoba y acto seguido se precipitó sobre él, lleno de odio, y lo llevó a rastras ante el Cadí, acusándolo de haber vuelto a la fe cristiana después de haberse declarado él mismo mahometano. Rodrigo negó con indignación haber renegado de la religión cristiana, pero el Cadí rehusó creerle y mandó que lo encerraran en un siniestro calabozo. Ahí encontró Rodrigo a otro prisionero, llamado Salomón, recluido por la misma causa. Los dos se alentaban mutuamente durante su largo y tedioso encierro, con el cual esperaba el Cadí acabar con su constancia. Como nada de eso consiguió, los amigos fueron separados, pero cuando aquella medida resultó igualmente ineficaz, entonces el Cadí los condenó a morir decapitados. San Eulogio, que vio los cadáveres de Rodrigo y Salomón expuestos en la orilla del río, notó que los guardias arrojaban a la corriente los guijarros teñidos con la sangre de los mártires para que la gente no los recogiera y los conservara como reliquias.

Nuestra principal autoridad es la Apología de San Eulogio, de la cual los bolandistas extrajeron los pasajes más apropiados para el Acta Sanctorum (marzo, vol. II). Véase también España Sagrada, de Florez, vol. XII, p. 36 ss.
Cuadro: «Rodrigo de Córdoba», obra de Bartolomé Murillo, en la Galería de Dresden.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

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