miércoles, 20 de marzo de 2013

Ordinario de la Misa: V Semana de Cuaresma. Ciclo C. Jueves 21 de marzo, 2013.

Ritos iniciales
1. Reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar, con los ministros, mientras se entona el canto de entrada.

Cuando llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación profunda, venera el altar con un beso y, si es oportuno, inciensa la cruz y el altar. Después se dirige con los ministros a la sede.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:


En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
 
El pueblo responde: Amén.

2.
Después el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:


TIEMPO DE CUARESMA
La gracia y el amor de Jesucristo,
que nos llama a la conversión,
esté con todos ustedes.
 
O bien:
Que el Espíritu de Dios
nos ayude a responder dócilmente a su llamado penitencial,
y que su gracia salvadora
permanezca con cada uno de ustedes.
 
O bien:
Que el Señor Jesús los encamine hacia el amor de Dios Padre
y les dé la perseverancia
para renovar su compromiso bautismal,
y que su amor misericordioso
descienda y esté con todos ustedes.
 
O bien:
De parte de Dios Padre y de Jesucristo,
que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre,
gracia y paz a todos ustedes.
 
O bien (Domingo de Ramos):
Sean bienvenidos a esta celebración,
y que Cristo muerto y resucitado
por nuestra salvación y la del mundo entero
permanezca ahora y siempre con ustedes.

 
 
 
Antífona de entrada         Cf. Heb 9, 15
Cristo es el mediador de la nueva alianza
a fin de que, por su muerte, los que son llamados
reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
 
Oración colecta
Escucha, Señor, nuestras súplicas,
y protege con bondad a quienes esperamos en tu misericordia,
para que, limpios de pecado,
perseveremos en una vida santa
y lleguemos a heredar tus promesas.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
 
Oración sobre las ofrendas
Mira complacido, Señor, los dones que te presentamos;
que sirvan para nuestra conversión
y alcancen la salvación al mundo entero.
Por Jesucristo nuestro Señor.
  
Antífona de comunión         Cf. Rom 8, 32
Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros;
por eso nos concederá con él toda clase de favores.
 
Oración después de la comunión
Saciados con el don de la salvación,
imploramos, Padre, tu misericordia,
para que alimentados en la tierra con este sacramento
nos hagas participar de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Sé propicio a tu pueblo, Señor,
para que de día en día rechace lo que te disgusta,
y encuentre la alegría en tus mandatos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Liturgia de la Palabra
 
Serás el padre de una multitud de naciones
Lectura del libro del Génesis    17, 3-9

    Abrám cayó con el rostro en tierra, mientras Dios le seguía diciendo:
    «Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones. Te haré extraordinariamente fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. Estableceré mi alianza contigo y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. Yo te daré en posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán, esa tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios.»
    Después, Dios dijo a Abraham: «Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones.»

Palabra de Dios.


SALMO
   
Sal 104, 4-9

R.
El Señor se acuerda eternamente de su Alianza.

¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro;
recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca!
R.

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.
R.

El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac.
R.


VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO   
Cf. Sal 94, 8ab

No endurezcan hoy su corazón,
sino escuchen la voz del Señor.


EVANGELIO

Abraham, vuestro padre, se alegró pensando ver mi día
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    8, 51-59

    Jesús dijo a los judíos:
    «Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás.»
    Los judíos le dijeron: «Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: "El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás." ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?»
    Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman "nuestro Dios", y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: "No lo conozco", sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.  Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría.»
    Los judíos le dijeron: «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?»
    Jesús respondió: «Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy.»
    Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

Palabra del Señor.

Comentario:
Este capítulo octavo del Evangelio de Juan es clave para que el creyente cristiano comprenda el sentido de la Buena Noticia y a Jesús como la encarnación de esa Buena Noticia de parte de Dios. El Evangelio presenta un conflicto entre Jesús y las autoridades judías. De parte y parte hay argumentos sumamente interesantes que hay que leer con cuidado para entender la conclusión a la que llegó la comunidad del cuarto evangelio. La conclusión a la que llega el Evangelio de Juan es fundamental para saber quién es Jesús. La controversia entre Jesús y las autoridades judías pone básicamente dos cuestiones a Jesús. La primera: ¿Eres tú más grande que nuestro Padre Abrahán? La segunda cuestión, desde la lógica de la tradición judía, es más lógica y contundente que la primera: Tú no tienes aún cincuenta años, ¿y has conocido a Abrahán? En este debate el evangelista deja claro dos realidades no negociables para la vida de un cristiano: Jesús es más grande que Abrahán y que cualquier otra tradición religiosa del mundo judío. Y Jesús es anterior a Abrahán, es decir, Jesús es el mismo Dios hecho hombre. – ¿Es Jesús y su proyecto de Reino, lo primero en nuestra vida?


PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR I
LA FUERZA DE LA CRUZ
43. Este prefacio se dice en las ferias de la quinta semana de Cuaresma y en las Misas de los misterios de la Cruz y de la Pasión del Señor.

V.
El Señor esté con ustedes.R. Y con tu espíritu.
 
V. Levantemos el corazón.R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
 
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Por la Pasión salvadora de tu Hijo
la humanidad entera fue capaz de glorificarte,
porque en la fuerza inefable de la cruz
se manifestó el juicio del mundo
y el poder de Cristo crucificado.

Por eso, con todos los ángeles y santos,
cantamos sin cesar tus alabanzas:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

2. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CP
Santo eres en verdad, Señor,
que desde el principio del mundo
obras siempre para que el hombre sea santo,
como tú mismo eres santo.

3.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC
Te pedimos que mires los dones de tu pueblo,
y derrames sobre ellos la fuerza de tu Espíritu
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:

para que se conviertan en el Cuerpo y
+ la Sangre
Junta las manos.
 

de tu amado Hijo, Jesucristo,
en quien nosotros también somos hijos tuyos.
Aunque en otro tiempo estábamos perdidos
y éramos incapaces de acercarnos a ti,
nos amaste hasta el extremo:
tu Hijo, que es el único Justo,
se entregó a sí mismo a la muerte,
aceptando ser clavado en la cruz por nosotros.

Pero antes de que sus brazos,
extendidos entre el cielo y la tierra
trazasen el signo indeleble de tu alianza,
él mismo quiso celebrar la Pascua con sus discípulos.

4.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.

Mientras comía con ellos,
 
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan
y dando gracias te bendijo,
lo partió y se lo dio, diciendo:
 
Se inclina un poco.
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

 
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.
 
5. Después prosigue:

Del mismo modo, acabada la cena,
sabiendo que iba a reconciliar todas las cosas en sí mismo,
por su sangre derramada en la cruz,
 
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar. prosigue:

tomó el cáliz, lleno del fruto de la vid,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
 
Se inclina un poco.
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

 
Muestra el cáliz al pueblo. lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.
 
6. Luego dice:
CP
Éste es el Misterio de la fe.

O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
 
y el pueblo prosigue, aclamando:

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!


O bien:
CP
Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
 
y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.


O bien:

CP
Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.
 
y el pueblo prosigue, aclamando:

Salvador del mundo, sálvanos,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.


7. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CC
Así, al celebrar el memorial de tu Hijo Jesucristo,
nuestra Pascua y nuestra paz verdadera,
hacemos presente su muerte y resurrección de entre los muertos,
y, mientras esperamos la venida gloriosa,
te ofrecemos, Dios fiel y misericordioso,
la víctima que reconcilia a los hombres contigo.

Mira bondadosamente, Padre,
a quienes unes a ti por el sacrificio te tu Hijo,
y concédeles, por la fuerza del Espíritu Santo,
que, participando de un mismo pan y de un mismo cáliz,
formen en Cristo un solo cuerpo,
en el que no haya ninguna división.
 
C1Guárdanos siempre
en comunión de fe y amor
con nuestro Papa
N., y con nuestro Obispo N., (Aquí se puede hacer mención del Obispo Coadjutor o Auxiliar, de acuerdo con la Ordenación general del Misal Romano, n. 149).
Ayúdanos a esperar la venida de tu reino
hasta la hora en que nos presentemos a ti,
santos entre los santos del cielo,
con María, la Virgen Madre de Dios,
con los apóstoles y con todos los santos,
y con nuestros hermanos difuntos,
que confiamos humildemente a tu misericordia.

Entonces, liberados por fin de toda corrupción
y constituidos plenamente en nuevas criaturas,
te cantaremos gozosos la acción de gracias
 
Junta las manos.de tu Ungido, que vive eternamente.
 
8. Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva, y dice:

CP o CC
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
 
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN
124. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
 
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
 
O bien:
El amor de Dios a sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
movidos por ese Espíritu digamos con fe y esperanza:
 
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
 
O bien:
Recemos con humildad y confianza diciendo:
 
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

125.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
 
Junta las manos.

El pueblo concluye la oración aclamando:

Tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria
por siempre, Señor.

126.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia,
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
 
Junta las manos.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
 
El pueblo responde: Amén.

127.
El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
 
El pueblo responde: Y con tu espíritu.

128.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Démonos fraternalmente la paz
 
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora
un signo de comunión fraterna.
 
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
démonos la paz como signo de reconciliación.
 
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
démonos fraternalmente la paz.
 
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.

129.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.

130.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.

131.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la Vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permita que me separe de ti.
 
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad
me sirva para defensa de alma y cuerpo,
y como remedio de salvación.

132.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
 
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

133.
El sacerdote, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.
 
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
 
Después toma cáliz, y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.
 
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.

134.
Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
 
El que va a comulgar responde: Amén.
 
Y comulga.

El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera observan los mismos ritos.


135.
Si se comulga bajo las dos especies se observa el rito descrito en su lugar.

136.
Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

137.
Finalizada la Comunión, el sacerdote o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el cáliz y también el cáliz.
 
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la vida eterna.

138.
Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.

139.
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
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La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.

Si la oración se dirige al Padre:

Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Si la oración se dirige al Padre,
pero al final de la misma se menciona al Hijo:

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos
 
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

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El pueblo, al terminar, aclama: Amén.
140. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
 
141. Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
 
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
 
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo,
+ y el Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
 
El pueblo responde: Amén.
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142. En algunos días u ocasiones, a ésta fórmula de bendición precede, según las rúbricas, otra fórmula de bendición más solemne o una oración sobre el pueblo.
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143. En la Misa pontifical el celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
 El Señor esté con ustedes.
 
Todos responden:
Y con tu espíritu.
 
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
 
Todos responden:
Desde ahora y para siempre.
 
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
 
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
 
Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
 
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre,
+ Hijo, + y Espíritu + Santo,
descienda sobre ustedes.
 
Todos responden: Amén.
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144. Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz.
 
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza.
Pueden ir en paz.
 
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida.
Pueden ir en paz.
 
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
 
O bien, especialmente en los domingos de pascua:
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado.
Pueden ir en paz.
 
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.

145.
Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha inclinación profunda con los ministros, se retira.

145.
Si inmediatamente sigue alguna acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
Fuente: Misal Romano y Leccionario II

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